Los manuscritos persas bajo los mongoles de la dinastía timúrida
Abstract
El dominio mongol de Persia comenzó con Hülegü en 1256. Esta invasión pasó a la historia como sinónimo de barbarie y atrocidad. Sin embargo, en los siglos sucesivos, bajo Tamerlán —cuya marcha de terror “dejaba pirámides de calaveras como señal de sus victorias”— y bajo sus sucesores, el arte persa conoció un gran esplendor, en especial en lo referente a la producción de manuscritos ilustrados. Entre los manuscritos de la escuela timúrida, existe una Antología en la Colección Bernard Berenson en Villa I Tatti en Settignano, Florencia, que contiene 56 folios, muchos de ellos decorados con miniaturas, entre las que se encuentran algunas encargadas por el ilustre bibliógrafo de Irán, el príncipe Baysunghur, nieto de Tamerlán. En ellas, la representación de personajes reales en actitudes distendidas o amorosas, en especial la que muestra a Tamerlán, de factura posterior, en el trono, invita a reflexionar sobre cómo el arte supera las fronteras de lo fáctico y se inserta en un espacio y un tiempo ideales, en los que las obras se revelan como independientes de las eventuales circunstancias históricas. Los manuscritos persas timúridas, sorprendentemente, pintan una existencia que no permite sospechar la cruel realidad del dominio mongol.