La sociedad iletrada como utopía política en la antigua China (y hoy mismo)
Abstract
Nuestro artículo recorre las corrientes que a lo largo del clasicismo
Nuestro artículo recorre las corrientes que a lo largo del clasicismo chino propiciaron la hostilidad hacia la cultura literaria y confluyeron en la obra de Han Feizi, a finales del siglo III a.C. La tradición confuciana favoreció una concepción elitista y antidemocrática del gobierno al tiempo que sentaba los precedentes de una desconfianza hacia el uso de la elocuencia y la cultura de la palabra y el libro. El taoísmo manifestó hostilidad hacia el intelectualismo, la cultura material y el progreso científico y técnico, llegando a formular claramente utopías ágrafas. Sobre la base de postulados basados en la utilidad y la funcionalidad, el legismo, cuyo último eslabón constituye Han Feizi, recogería ambas corrientes y llevaría al extremo la desconfianza en la cultura literaria tradicional. Asimilando estas ideas, Qin Shihuang, el Primer Emperador, puso en práctica el radicalismo antiliterario con la proscripción de cualquier libertad de expresión y, finalmente, la quema de libros y de eruditos. Mutatis mutandis, el artículo sugiere poner en conexión ese desarrollo con la hostilidad neoliberal contemporánea hacia las Humanidades.
chino propiciaron la hostilidad hacia la cultura literaria y confluyeron en la obra de Han Feizi, a finales del siglo III a.C. La tradición confuciana favoreció una concepción elitista y antidemocrática del gobierno al tiempo que sentaba los precedentes de una desconfianza hacia el uso de la elocuencia y la cultura de la palabra y el libro. El taoísmo manifestó hostilidad hacia el intelectualismo, la cultura material y el progreso científico y técnico, llegando a formular claramente utopías ágrafas. Sobre la base de postulados basados en la utilidad y la funcionalidad, el legismo, cuyo último eslabón constituye Han Feizi, recogería ambas corrientes y llevaría al extremo la desconfianza en la cultura literaria tradicional. Asimilando estas ideas, Qin Shihuang, el Primer Emperador, puso en práctica el radicalismo antiliterario con la proscripción de cualquier libertad de expresión y, finalmente, la quema de libros y de eruditos. Mutatis mutandis, el artículo sugiere poner en conexión ese desarrollo con la hostilidad neoliberal contemporánea hacia las Humanidades.
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