https://doi.org/10.5209/RIBE.99922; Recibido: 28/12/2024; Revisado: 12/02/2025; Aceptado: 20/02/2025
Eva Morera-Gracia; Universidad de Zaragoza. Biblioteca Hypatia de Alejandría de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura; emorera@unizar.es; https://orcid.org/0009-0002-3298-1993
Artículos; Revista de Investigación sobre Bibliotecas, Educación y Sociedad; e-ISSN: 3045-5685; Ediciones Complutense; Creative Commons CC BY 4.0
Resumen: En el actual contexto social, la desinformación plantea a las bibliotecas universitarias la necesidad de trascender su función de conservar y difundir el conocimiento académico y científico. La Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA) afirma en su Declaración sobre las noticias falsas de 2018 que las bibliotecas tienen un compromiso institucional y ético para ayudar a las personas usuarias a acceder a información fiable y auténtica. Estos centros se transforman en ágoras de conocimiento, conformando una comunidad ciudadana de verificación. Los objetivos de este trabajo son los de estudiar el concepto de desorden de la información; distinguir los diferentes tipos de desorden de la información (errónea, propaganda engañosa y desinformación) y los distintos fenómenos informativos que se dan; y analizar y describir algunas de las actividades de las bibliotecas universitarias españolas para combatir la desinformación. La metodología se desarrolló en diferentes etapas: identificando y analizando fuentes de información; definiendo los desórdenes de la información; identificando las principales estrategias para abordar los desórdenes de la información; y describiendo y ejemplificando dichas estrategias. Se identifican las dos iniciativas fundamentales (cursos de competencia digital y LibGuides) que realizan algunas bibliotecas universitarias de España para proporcionar formación y crear entornos informativos seguros y fiables.
Palabras clave: Bibliotecas universitarias; Desinformación; Fake news; Noticias falsas; Alfabetización mediática; Alfabetización digital; Alfabetización informacional; DigComp; LibGuide.
Abstract: In the current social context, disinformation highlights the need for university libraries to transcend their role of preserving and disseminating scholarly and scientific knowledge. The International Federation of Library Associations and Institutions (IFLA), in its 2018 Statement on Fake News, states that libraries have an institutional and ethical commitment to helping users access reliable and authentic information. These institutions become agoras of knowledge, fostering a civic community of verification. The aims of this paper are to examine the concept of information disorder; to distinguish between different types of information disorder (misinformation, disinformation and malinformation) and the various informational phenomena that arise; and to analyze and describe some of the initiatives undertaken by Spanish university libraries to combat information disorders. The methodology was developed in several stages: identifying and analyzing information sources; defining information disorders; identifying key strategies to address them; and describing and illustrating these strategies. Digital competence courses and LibGuides were identified as key initiatives by some university libraries in Spain to provide training and create safe and reliable informational environments.
Keywords: University Libraries; Disinformation; Misinformation; Malinformation; Fake News; Media Literacy; Digital Literacy; Information Literacy; DigComp; LibGuide.
Sumario: 1. Introducción. 2. Objetivos y metodología. 3. Desórdenes de la información, una aproximación terminológica. 4. Bibliotecas universitarias generadoras de entornos seguros. 5. Estrategias de las bibliotecas universitarias españolas. 5.1. Cursos de competencia digital. 5.2. LibGuides: guías de biblioteca. 6. Conclusiones. 7. Referencias.
Cómo citar: Morera-Gracia, Eva. (2025). Bibliotecas universitarias españolas: generando entornos seguros frente a los desórdenes de la información. Revista de Investigación sobre Bibliotecas, Educación y Sociedad, 2, e99922. https://doi.org/10.5209/RIBE.99922
Son numerosas las publicaciones que abordan la desinformación y la posverdad como fenómenos estrechamente relacionados y muy característicos del momento actual, pese a que surgieron en la segunda mitad del siglo pasado. Uno de los documentos más relevantes es la Declaración sobre las noticias falsas de la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA por sus siglas en inglés), en la que se afirma que las bibliotecas tienen un compromiso institucional y ético para ayudar a las personas usuarias a acceder a información fiable y auténtica, además de proponer recomendaciones y recursos para los gobiernos y las administraciones (IFLA, 2018).
La problemática del desorden de la información preocupa a personas especialistas e investigadoras de diversos ámbitos científicos con publicaciones de carácter normativo que intentan poner orden, aconsejar, prevenir y guiar. De esta forma aparecen documentos como el Manifiesto sobre Internet (IFLA, 2014b), la Declaración sobre la Alfabetización Digital (IFLA, 2017a), o infografías con indicaciones para detectar noticias falsas (IFLA, 2017b). Todos ellos tienen gran interés al poner en valor a la educación en general, y a las bibliotecas en particular, como instituciones esenciales para concienciar y hacer frente a la desinformación y en concreto a las noticias falsas (o fake news).
También ha sido muy importante la resolución sobre el acceso a información precisa adoptada por el Consejo de la ALA (American Library Association) en la que se insta al personal bibliotecario y trabajador de las bibliotecas a buscar y proporcionar activamente fuentes de información precisa que contrarresten la desinformación, apoyando el papel fundamental que desempeña el personal de todo tipo de bibliotecas en la enseñanza de habilidades de alfabetización informacional que permitan a los usuarios y usuarias localizar información y evaluar su exactitud (ALA, 2017).
Así mismo es muy valioso el informe elaborado por la iniciativa transnacional Digital Future Society (2020), que se alinea a lo que había anticipado la IFLA con anterioridad, también con el objetivo de lidiar contra la desinformación desde una perspectiva de empoderamiento de la ciudadanía.
Son de interés al respecto los artículos que abordan el tratamiento de la desinformación desde las bibliotecas universitarias como los de Martínez-Cardama y Algora-Cancho (2019) y Martínez-Cardama y Caridad-Sebastián (2023); o los de Costa-Marín; Merino-Márquez y Catalán-Vega (2020) desde las bibliotecas de ciencias de la salud. Desde la perspectiva de las bibliotecas públicas pueden destacarse los trabajos de Alonso-Arévalo y Martín-Castilla (2019) y el de Carrasco-Sánchez y Cuevas-Cerveró (2023); y el del-Río (2022) y del-Río (2023) centrados en cómo educar contra la desinformación desde la biblioteca escolar. Por último, Anderson (2017) reflexiona sobre los desafíos de las bibliotecas académicas de Estados Unidos frente a las noticias falsas.
En los últimos años, la desinformación ha sido objeto de interés en distintos congresos y jornadas, como en el X Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas, celebrado en noviembre de 2021 en Las Palmas de Gran Canaria, en el que se destacan las ponencias relativas al papel de las bibliotecas frente a la desinformación de López-Borrull (2023), Obach (2023) y Martínez-Cardama (2023).
Por otro lado, aunque no hablan del papel de las bibliotecas, también hay estudios interdisciplinares en los que se toma la desinformación como una vía de destrucción de la convivencia y de la cohesión social, además de como un instrumento estratégico que favorece la radicalización y el extremismo violento (Ibarra-Blanco, 2019). Son también interesantes trabajos sobre el discurso de odio en Facebook (Frenkel y Kang, 2021) y monografías sobre desinformación desde la perspectiva de la comunicación, que explican bien el alcance social del fenómeno, como las de Magallón-Rosa (2019) y Jiménez-Soler (2020).
El objetivo general de este trabajo es analizar las estrategias realizadas en las bibliotecas universitarias españolas para hacer frente a los desórdenes de la información. En cuanto a los objetivos específicos, el primero de ellos es realizar una revisión bibliográfica sobre la problemática de los desórdenes de la información y en cómo es abordado desde las bibliotecas universitarias; el segundo, estudiar el concepto de desorden de la información, distinguir los diferentes tipos de desorden de la información (errónea, propaganda y desinformación) y también los distintos fenómenos informativos que aparecen (noticia falsa, bulo, rumor, información malintencionada, discurso del odio, filtros burbuja, tasa cero). El tercer objetivo específico es analizar cómo las bibliotecas universitarias desarrollan estrategias de alfabetización mediática e informacional para combatir la posverdad y la desinformación; y el cuarto describir algunas actividades que realizan las bibliotecas universitarias para cumplir con los compromisos con la sociedad y la comunidad en un entorno cambiante y digital, como ofrecer formación en competencias digitales al estudiantado de grado, elaborar materiales de apoyo y desarrollar buenas prácticas para paliar el problema de los desórdenes de la información y concienciar y empoderar a la comunidad frente a este grave problema.
La metodología se basa en un estudio descriptivo, de carácter exploratorio, realizado entre los meses de septiembre y noviembre de 2024. La metodología se ha desarrollado en diferentes etapas. En primer lugar, se identificaron y analizaron fuentes de información bibliográficas, planteando búsquedas de palabras clave tanto en inglés como en español sobre el tema objeto de estudio, a saber: desinformación, biblioteca, educación, filtro burbuja, discurso del odio, etc., en la base de datos Scopus, en Dialnet, y en repositorios universitarios científicos a través de Recolecta y acotando la búsqueda en el periodo 2017-2024. En segundo lugar, se procedió a definir los desórdenes de la información y términos relacionados, continuando en tercer lugar con la identificación de las estrategias principales que realizan las bibliotecas universitarias para abordar los desórdenes de la información. Por último, se procedió a describir y ejemplificar dichas estrategias.
Durante el S. XX los medios de comunicación son esenciales para entender cómo se camufla y se transforma la desinformación y la censura y cómo estas se vinculan al desarrollo y ejercicio del poder a través de herramientas y estrategias de manipulación y persuasión. De esta forma la televisión se fue convirtiendo poco a poco en la forma de comunicación preferente para comprender tanto la realidad de un mundo globalizado como la ficción que este necesitaba para poder explicar su complejidad (Magallón-Rosa, 2019).
Actualmente, las redes sociales tienen un papel fundamental en la comunicación global por lo que han facilitado significativamente la propagación de la desinformación debido a varias características inherentes a su estructura y funcionamiento, como son: la rapidez con la que la información se difunde a través de plataformas sociales; la capacidad de compartición fácil y rápida, junto con algoritmos de recomendación que priorizan la interacción e incluso posibilitando las burbujas informativas creadas por la personalización de feeds (Camacho, 2023).
Se percibe que se está generando una sensación individual de que estar más y mejor informados que nunca supusiera el reconocimiento colectivo de que una mayor formación implica paradójicamente una mejor comprensión de nuestras limitaciones como civilización, cultura y sociedad (Magallón-Rosa, 2019).
Como argumentan Wardle y Derakhshan (2017), no se puede denominar fake news al complejo fenómeno de la contaminación de la información. Hay que distinguir entre tres tipos de desorden de la información: información errónea, propaganda engañosa y desinformación. A continuación se añaden las definiciones de estos conceptos dadas por Wardle y Derakhshan (2017):
Se entiende por información errónea (misinformation) cuando se comparte información falsa, pero no con la intención de hacer daño. La persona que la difunde cree que es verdadera. Esto es lo que ocurre en la sátira y parodia: ya que pueden considerarse una forma de arte. Sin embargo, a medida que la ciudadanía consume cada vez más noticias a través de las redes sociales crece la confusión sobre si el contenido es o no satírico. También está la falsa conexión, cuando los titulares, imágenes o pies de foto tienen poco o nada que ver con el contenido y el contenido engañoso, cuando se realiza un uso engañoso de la información con el fin de influir en el debate o en las personas de una determinada manera, por ejemplo, al recortar fotos o editar de manera selectiva citas o estadísticas.
Se clasifica como propaganda engañosa cuando se comparte información que es falsa y creada deliberadamente para dañar a una persona, grupo social, organización o país.
El término desinformación o información malintencionada (malinformation) se refiere a cuando se comparte información que se basa parcialmente en la realidad, utilizada para hacer daño a una persona, organización o país (Wardle y Derakhshan, 2017).
Volviendo al término de noticia falsa, más conocido por fake news, el Digital Future Society (2020) plantea que no tiene un significado claro ni único, pero que se suele utilizar para explicar el fenómeno de la manipulación informativa que tuvo lugar en las elecciones federales de 2016 en Estados Unidos. No es un término correcto, porque la palabra "noticia" en sí misma, es sinónimo de información de interés público contrastable, por lo que la información que no se ajusta a este criterio no se debe llamar “noticia”.
En definitiva, la nueva palabra “noticia falsa” une dos términos con significado opuesto (oxímoron) y parece que su intención es confundir o poner en duda la credibilidad de la información que realmente, sí que cumple los requisitos de verificabilidad e interés público (Ireton y Posetti, 2020).
Wardle y Derakhshan (2017) aconsejan considerar los tres elementos para intentar comprender cualquier ejemplo de desorden de información, ya que la persona que genera o crea contenido no siempre es la misma que difunde (agente, mensaje o intérprete); así como atender a las tres fases del desorden informativo (creación, producción y distribución). Se crea el mensaje, se convierte en un producto mediático y se distribuye o se hace público.
El Digital Future Society (2020) enfatiza que es esencial comprender, sobre todo, dos de los elementos fundamentales que caracterizan el fenómeno de la desinformación: la factibilidad y la intencionalidad, puesto que la desinformación supone la producción y manipulación intencionadas de información falaz, pero también es primordial la interpretación que hace el consumidor de información.
Es importante aclarar los diferentes términos que surgen en relación al problema de los desórdenes de la información. El bulo es un infundio creado deliberadamente para disfrazarlo de realidad (Digital Future Society, 2020). El rumor es una proposición específica para creer, que se pasa de persona a persona, por lo general oralmente, sin medios probatorios seguros para demostrarla (Allport y Postman, 1964). En ocasiones se propaga desde los medios de comunicación, lo que conlleva una alteración del mensaje a través de su difusión. Los filtros burbuja, concepto planteado por Pariser (2011), hacen referencia a los algoritmos de personalización de la información y de recomendación de noticias, que hacen posible un aislamiento ideológico e intelectual, a través de las búsquedas realizadas. Esto conlleva a un encerramiento metafórico, en una burbuja de información que se retroalimenta en base a los intereses buscados anteriormente y que impide localizar información con enfoques diferentes. Un término relacionado es el de la cámara de eco que también hace alusión a las relaciones virtuales sesgadas, favoreciendo el vínculo con personas de opiniones similares (Guallar y Martínez-Cañadas, 2023). También aparece el discurso del odio en línea que consiste en difundir mensajes o información con tintes intolerantes, discriminatorios o de rechazo hacía un grupo en particular, por motivos de raza, religión u orientación sexual, entre otros, mediante herramientas tecnológicas (Mendoza-Calderón y Sánchez-Rubio, 2024). Con la aparición de la Inteligencia Artificial también se generan bots, abreviatura de robots, programas autónomos diseñados para interactuar con otros sistemas o usuarios de una manera concreta. Un bot suele realizar tareas predeterminadas. En el contexto de la desinformación, los bots suelen diseñarse para suplantar a usuarios reales o automatizar las redes sociales (Digital Future Society, 2020).
La tasa cero (zero-rating en inglés) definida por la IFLA en su declaración sobre la neutralidad de la red y la tasa cero (IFLA, 2014a) como la práctica consistente en ofrecer versiones de aplicaciones o servicios, gratuitas, es decir con tasa cero, lo que va en contra del principio de neutralidad de la red, puesto que condicionan a posibles consumidores/as fomentando el filtro burbuja y por último la censura, ya que Internet ofrece muchas posibilidades de leer, crear y difundir información, así como de organizarse y formar redes, o como arma para ataques, por lo que los gobiernos, incluso los democráticos, de forma temporal o constante, imponen limitaciones para acceder a algún tipo de contenido o servicio online (o a la propia red). En otros países, en los que no existe libertad de información de ningún tipo, la censura a Internet es permanente. Las técnicas de censura más empleadas son: filtrado, bloqueo de webs, alteración de la velocidad de la navegación, e incluso ataques informáticos como los de denegación de servicio (DoS o DDoS) y el robo de contraseñas (Quintana, 2023).
En el informe elaborado por Digital Future Society (2020) se indica que la línea que separa la regulación de contenidos y la censura es muy fina y hay que conocerla muy bien, por ello cualquier iniciativa que aborde la desinformación requiere un enfoque transversal y multiestratégico.
Aunque ya se ha hablado de ello en la introducción, conviene recordar por su importancia que el Manifiesto sobre Internet (IFLA, 2014b) y la Declaración sobre la Alfabetización Digital (IFLA, 2017a) de la IFLA destacan el papel que tienen las bibliotecas como guías y referentes para la ciudadanía en el manejo de las herramientas digitales, con el fin de transmitir las posibilidades que tienen estas subrayando la importancia de emplear el pensamiento crítico. En ese sentido, la IFLA ha participado desde tiempo atrás en proyectos globales tanto de alfabetización informacional, como mediática y ha elaborado diversas herramientas como, por ejemplo, la infografía sobre cómo detectar noticias falsas (IFLA, 2017b). También defiende que las bibliotecas hacen frente a la censura, defendiendo la libertad de expresión y de información como un derecho fundamental.
Según el informe elaborado por la IFLA (2018), las bibliotecas, en su compromiso institucional y ético, deben garantizar el acceso a la información fiable, auténtica, rigurosa y de calidad, a todas las personas por igual. Este servicio es fundamental en la actualidad puesto que la desinformación es un fenómeno que va incrementándose a una velocidad vertiginosa, día tras día. Para ello, las bibliotecas darán formación en alfabetización informacional y mediática, que permitirá tener conocimientos de las herramientas digitales y un criterio para evaluar de una forma crítica la credibilidad y pertinencia de las fuentes de información.
En definitiva, una de las misiones de la biblioteca del siglo XXI, es ofrecer recursos, formación y apoyo a la comunidad a la que sirve, para diferenciar entre la realidad y las mentiras (Anderson, 2017). Por ello, las bibliotecas realizan material de apoyo, como guías temáticas dando criterios e información acerca de recursos, con el fin de concienciar sobre la desinformación. También es clave la curación de contenidos, como nueva competencia infomediaria. Además, las bibliotecas aportan el valor fundamental de la comunidad, para afrontar la posverdad y la desinformación, así como la alfabetización (Martínez-Cardama, 2023). En ese sentido, para generar entornos seguros habrá que distinguir entre grupos de interés para comprender sus necesidades concretas y así poder ayudar mejor.
Desde el punto de vista de la biblioteca universitaria, los dos grupos que hay que tener en cuenta son la comunidad universitaria y la sociedad. Ambos precisan de empoderamiento y alfabetización mediática y digital, basada en conocimientos de internet sumados al pensamiento crítico, con el fin de concienciar en la necesidad de verificar las fuentes o contrastar la información en diferentes medios. En este sentido la alfabetización mediática, en el entorno universitario, es el camino educativo que permite impartir conocimientos básicos para acceder, analizar, evaluar, crear y participar de diversas formas y formatos en Internet. Permite comprender el sentido de los medios de comunicación en la sociedad y favorece la capacidad de la ciudadanía de informarse y contrastar la información, posibilitando la participación ciudadana en una democracia y por alfabetización informacional y digital se entiende la capacidad de recuperar, analizar y generar información veraz en cualquier soporte (Digital Future Society, 2020).
En definitiva, el término “alfabetización múltiple” empleado por Area-Moreira (2010) es clave, ya que no es posible supervisar y controlar por un gobierno, empresa o entidad toda la información que circula digitalmente. Por ello, resulta indispensable empoderar a la ciudadanía y a quienes trabajan en los medios de comunicación, garantizando así una mayor comprensión de la dinámica de los flujos de información; fomentando la producción, difusión y consumo de contenidos veraces, rigurosos y de calidad; y todo para combatir el impacto negativo, tanto de la información errónea como de la desinformación (Digital Future Society, 2020).
En este apartado se detallan dos de las estrategias que realizan algunas de las bibliotecas universitarias españolas, en su compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 y el marco europeo que establece unas líneas de acción para empoderar a la sociedad en general y al estudiantado en particular en la alfabetización mediática e informacional, así como en el pensamiento crítico para conseguir una sociedad digital más igualitaria.
Los cursos de competencia digital suelen impartirse en modo virtual desde la biblioteca universitaria al estudiantado de primer año, para formar en competencias de alfabetización informativo-digital (ALFIN). La Red de Bibliotecas Universitarias y Científicas Españolas (REBIUN) y la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) adaptan el marco europeo DigComp estableciendo unos contenidos formativos mínimos que sirvan de marco referencial al conjunto de las universidades españolas y potencian su utilización.
La primera versión del DigComp se publicó en el año 2013 y se denominó DigComp: un marco para desarrollar y comprender la competencia digital en Europa. Tras sucesivas actualizaciones, en el año 2022, se presentó la última denominada DigComp 2.2: el Marco de Competencias Digitales para la Ciudadanía - Con nuevos ejemplos de conocimientos, habilidades y actitudes (Joint Research Centre et al., 2022). Las DigComp se estructuran en cinco áreas que a su vez, contienen veintiuna competencias, que presentan entre diez y quince afirmaciones en relación a temas de actualidad como los desórdenes de información.
El Centro Común de Investigación Europeo (en inglés Joint Research Centre) es un servicio de referencia en ciencia y conocimiento de la Comisión Europea cuya misión principal es ofrecer tutela en el ámbito científico y técnico a las instituciones comunitarias y a los estados miembros. Es responsable de la publicación y actualización del DigComp que establece normas para la comprensión de las competencias digitales (Vera-Baceta, 2024b).
La Unión Europea también desarrolló el Plan de Acción de Educación Digital (2021-2027) para apoyar una adaptación sostenible y eficaz de los sistemas de educación y formación de los Estados miembros de la UE a la era digital (Comisión Europea, 2020). Este Plan profundiza en la necesidad de evaluar las competencias digitales y en el papel del Marco Europeo de Competencias Digitales para la Ciudadanía (DigComp) a la hora de medir y certificar estas competencias, pero, ahora, en un sentido más amplio (Vera-Baceta, 2024a).
A continuación se relacionan algunos ejemplos de los cursos que se imparten en algunas bibliotecas universitarias de España como el que imparte la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza, denominado Competencia digital básica en la elaboración de trabajos académicos para todos los cursos de primer año de grado (Biblioteca de la Universidad de Zaragoza, 2025). Está formado por ocho temas y hay unos concretos en materia de búsqueda y selección de información, tanto en el catálogo de la biblioteca, en bases de datos, repositorios, como en Internet. Se enfatiza en la importancia de verificar las fuentes y evaluar la información encontrada, antes de utilizarla. Se explican los dos procesos clave: por un lado, la curación de contenidos y por otro la verificación (fact-checking) y se les explican algunas de las agencias de verificación españolas.
Desde la Biblioteca de la Universidad de Alicante también imparten el curso CID (Competencias en Información Digital) dirigido al alumnado de grado (Biblioteca de la Universidad de Alicante, 2025). En el mismo se incluye contenido para enseñar a distinguir información y contenidos reales y verídicos de aquellos que no lo son, así como a encontrar información de calidad tanto en la Biblioteca de la Universidad de Alicante como fuera de ella (Internet, etc.). También, la Biblioteca de la Universidad de Santiago de Compostela ofrece en su formación de usuarios el curso de Competencias en información, compuesto de 5 áreas: información y tratamiento de datos; comunicación y colaboración, en el que incluye Gestión de la identidad digital; creación de contenido digital; seguridad y resolución de problemas (Biblioteca de la Universidade de Santiago de Compostela, 2024).
La Biblioteca de la Universidad de Jaén también ofrece el curso Las competencias digitales y el trabajo académico en el que abordan temas sobre las competencias digitales, elaborar trabajos, saber citar o evitar el plagio (Biblioteca de la Universidad de Jaén, 2025). Por su lado y con un formato de juego, la Biblioteca de la Universidad de Sevilla también ofrece un curso de competencias digitales CODIUS en el que invita al alumnado a embarcarse en un galeón famoso por sus exploraciones y a vivir a bordo una aventura con varias fases con contenidos que pueden ser teóricos o en forma de video, y en las que las personas participantes deben superar una serie de retos (preguntas) para obtener logros. Al final de la aventura hay una gran prueba que cuando se resuelve se habrá superado el CODIUS (Biblioteca de la Universidad de Sevilla, 2023). De todo ello, destaca el concepto de identidad digital y la seguridad en las redes, así como la búsqueda de información y cómo evaluarla.
La Biblioteca de la Universidad de Valencia también dispone del curso Competencias y habilidades digitales necesarias para realizar trabajos académicos, en el que aborda, entre otros temas, las herramientas TICs y seguridad en la red, las fuentes de información, la búsqueda activa y el filtrado de la información (Biblioteca de la Universitat de València, 2025). Por último, la Biblioteca-Centro de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación (CRAI) de la Universidad de Pablo Olavide ofrece el Curso en competencias digitales en tres niveles. Este curso está enfocado a estudiantes de primer curso de grado, en el que aparecen temas relacionados con la desinformación, la gestión de la identidad digital, las normas NetEtiqueta o la seguridad informática (Biblioteca/CRAI de la Universidad Pablo de Olavide, 2025).
Las LibGuides son biblioguías creadas con un sistema de gestión de contenido web, muy adecuado para las bibliotecas, tanto es así que se ha convertido en el método preferido por el personal bibliotecario para crear guías temáticas en línea (del-Bosque y Morris, 2021). LibGuides permite la creación y publicación de biblioguías, enlazadas en las webs de las instituciones que las elaboran con el objetivo de ofrecer recursos formativos abiertos como apoyo al aprendizaje, la docencia y la investigación, de una forma normalizada. Se destaca la utilización de esta herramienta por la Secretaría General del Consejo de la Unión Europea, que ofrece guías a multitud de recursos de las Bibliotecas del Consejo, destacando la LibGuide sobre desinformación (European Council, 2025).
Las bibliotecas universitarias españolas han elaborado multitud de LibGuides, por ejemplo: la Universidad Complutense de Madrid tiene 297 guías (Biblioteca de la Universidad Complutense, 2025). Pero por ahora, sobre el tema de la desinformación, se han desarrollado en pocas bibliotecas de las universidades de España. Algunos ejemplos de estas guías elaboradas son los de la Biblioteca de la Universidad de Educación a Distancia (2025), la Biblioteca de la Universitat Autònoma de Barcelona (2025), la Biblioteca de la Universitat Oberta de Cataluña (2025), y en la página web de la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza se encuentran varias guías temáticas pero la específica sobre desinformación está en proceso de elaboración.
Este artículo permite destacar la urgente necesidad de que las bibliotecas universitarias incorporen entre sus funciones la tarea de guiar, en particular a estudiantes y en general a toda la comunidad universitaria, en el pensamiento y la reflexión crítica, sobre la información que reciben constantemente por redes sociales, servicios de mensajería como WhatsApp o Telegram o aplicaciones de Inteligencia artificial.
Por ello, es importante incluir servicios y recursos para la formación en competencias de alfabetización mediática, informacional y digital, para concienciar del grave problema del desorden de la información, con el fin de desarrollar actitudes críticas sobre la información y poder utilizar herramientas de verificación de la información.
Esto supone poner en valor el papel de las bibliotecas universitarias y las personas profesionales de la información y comunicación en el proceso de la verificación de contenidos, en la tarea de formar en competencias digitales y en la difusión rigurosa de información. También, supone reconocer su contribución para mitigar riesgos sociales, como el aumento de las desigualdades o la brecha digital, a consecuencia de la aceleración digital y los desórdenes de la información.
Por último, es importante poner en valor algunas buenas prácticas que las bibliotecas universitarias realizan para abordar los desórdenes de la información, como la elaboración de guías y los cursos impartidos sobre competencias digitales. Tras estos cursos, las encuestas de satisfacción cumplimentadas por el estudiantado proporcionan información valiosa para revisar los contenidos y para proseguir y ampliar esta investigación.
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