ISSN: 2255-3827 • e-ISSN: 2255-3827
ARTÍCULOS
Resumen: Este trabajo posiciona al cuerpo como una categoría significativa para la comprensión del tiempo presente. El punto de partida está en el estudio de la relación que los individuos establecen con su cuerpo, considerando que las relaciones sociales de producción que estructuran el capitalismo presuponen una relación de cada uno consigo mismo. Esta organización social basada en la producción de valor organiza la relación con el cuerpo en términos de propiedad privada, una estructura jurídica y subjetiva necesaria para el trabajo asalariado. A partir de allí, se muestra que las modulaciones ocurridas en el escenario del capitalismo neoliberal amplían las fuentes para la extracción de valor, desarrollando mecanismos extractivistas sobre el cuerpo. La tradicional valorización de la fuerza de trabajo directamente vinculada al saber fisiológico disponible, expande sus fronteras hacia otras dimensiones del tejido subjetivo. La vida neoliberal organizada sobre el imperativo de auto-producción, capitaliza capacidades, habilidades y competencias subjetivas privatizando la gestión personal y precarizando la existencia. Si la fatiga fue la manifestación de los límites corporales en el capitalismo industrial, la depresión, la ansiedad y el estrés son expresiones del agotamiento que produce esta organización de la vida basada en el fracking corporal.
Palabras clave: cuerpo, extractivismo, sujeto, capitalismo, propiedad.
Abstract: This paper thinks the body as a significant category for understanding the present time. The starting point lies in the study of the relationship individuals establish with their bodies, considering that the social relations of production that structure capitalism presuppose a relationship of each individual with themselves. This social organization based on the production of value organizes the relationship with the body in terms of private property, a legal and subjective structure necessary for wage labor. From there, it is shown that the modulations occurring in the neoliberal capitalist scenario expand the sources for the extraction of value, developing extractivist mechanisms on the body. The traditional valuation of the workforce, directly linked to available physiological knowledge, expands its boundaries toward other dimensions of the subjective fabric. The neoliberal life, organized around the imperative of self-production, capitalizes on capacities, skills, and subjective competencies, privatizing the personal management and precarizing the existence. If fatigue was the manifestation of bodily limits in industrial capitalism, depression, anxiety, and stress are expressions of the exhaustion produced by this organization of life based on bodily fracking.
Keywords: body, extractivism, subject, capitalism, property.
Sumario: Producción y reproducción de la relación con el cuerpo • De la propiedad al extractivismo: formas de producción del cuerpo • La expansión de las fronteras productivas corporales • Nota final contra el realismo corporal • Referencias bibliográficas
Cómo citar: Seré, Cecilia (2025). Extractivismo del cuerpo: condiciones subjetivas y expansión de las fronteras productivas en el capitalismo neoliberal. Las Torres de Lucca. Revista internacional de filosofía política, 14(1), 73-85. https://dx.doi.org/10.5209/ltdl.96526
Transcurrió casi medio siglo desde que Michel Foucault (2007) formuló su exitosa expresión “empresario de sí” para referirse al individuo que se relaciona con su propia existencia como si fuera una empresa. Con y contra las preocupaciones críticas de la Escuela de Frankfurt respecto a la sociedad administrada (Marcuse, 1983; Adorno, 2008), la formulación abrió paso a una proliferación de estudios que han mostrado de diversas formas cómo el rendimiento, la auto-producción, la responsabilidad, la adaptabilidad y la flexibilidad son algunas de las consignas que componen el paisaje subjetivo necesario para la vida neoliberal. En 1991 Alain Ehrenberg publicó Le culte de la performance (2011) y mostró que la performance se convirtió en una relación generalizada con la propia existencia y que el registro de las prácticas deportivas pasó a orientar, en poco tiempo, el sistema de conductas sobre sí mismo. En este escenario, Mike Featherstone (2000), nos mostró que la cultura de consumo concibe al cuerpo como un objeto dispuesto a las transformaciones y esta maleabilidad corporal fue hábilmente capturada por la industria cultural y la retórica del consumo que nos ofrece dietas, recetas, gimnasias, prácticas terapéuticas, cosméticos, cirugías y una amplia gramática de auto-producción que no conoce límites para el diseño de sí.
Es posible constatar que el conjunto de técnicas orientadas al auto-perfeccionamiento tienen, por un lado, una preocupación por el mejoramiento de sí mismo que se operativiza a través de mecanismos organizados bajo el denominador “psi” e incluye tanto consejos psicológicos, guías espirituales, orientaciones emocionales y asesoramiento afectivo, como una industria médica que aporta diagnósticos y prescripciones psiquiátricas asociadas a la producción farmacológica. A su vez, veremos que estas técnicas de autoproducción se orientan a perfeccionar, extender e intensificar los mecanismos de extracción de valor de esa variable corporal.
Este trabajo se propone estudiar la relevancia que adquiere el cuerpo para la comprensión de las formas tradicionales y contemporáneas del capitalismo, prestando atención a dos aspectos sustantivos: por un lado el presupuesto de una relación con el cuerpo que se configura en términos de propiedad y que estructura la vida organizada bajo la producción de valor; y por otro lado el proceso contemporáneo en el cual se intensifica y amplía la extracción de valor corporal, expandiendo las fronteras productivas del cuerpo en términos de lo que sugerimos llamar “extractivismo corporal”.1
Partimos de pensar que el cuerpo, y específicamente la forma en que nos relacionamos con él, aporta elementos significativos para comprender las condiciones actuales del capitalismo. Mirar al cuerpo como una categoría que puede contribuir en la comprensión crítica de nuestro presente implica retirarlo de la naturalidad que, de diversas formas, le han asignado las perspectivas empiristas y sustancialistas (Shilling, 2005; Gambarotta, 2023). Solo renunciando a un realismo corporal que asigna componentes naturales al cuerpo y reconociendo que el cuerpo es una materialidad subjetiva en la que se expresa una experiencia histórica, podemos avanzar en el estudio de un tiempo presente que el cuerpo expresa y a la vez produce. Nuestra intención será la de sustraer al cuerpo de la invariancia abstracta defendida por algunas perspectivas teóricas modernas y contemporáneas para introducirlo en la densidad histórica de un tiempo concreto.
Veremos cómo, sin dejar de constituirse como una dimensión subjetiva que no coincide nunca plenamente con el sujeto, el individuo o la persona, el cuerpo se distingue de una alteridad que ha pendulado entre visiones metafísicas y materialistas (alma, espíritu, conciencia, ego, sí mismo). Esta división estructura la configuración del sujeto moderno y opera en nuestro imaginario sobre el cuerpo aun cuando ya desde Descartes existen intenciones de entenderlo como una “unión” de ambas sustancias irreductible a la suma de las partes. Esta división, afianzada por los albores del pensamiento liberal y central para el desarrollo del capitalismo, está en la base del individualismo posesivo y sostiene la partición necesaria para la expansión de la mercancía fuerza de trabajo.2 Exploraremos, a lo largo de estas páginas, esa dimensión corporal que el capitalismo industrial funcionalizó para la producción de valor, expandida a partir de la producción de nuevos commodities corporales3 en el capitalismo neoliberal.
Si bien es posible argumentar que el capitalismo, cuanto más depende de la especulación financiera para obtener valor, más “incorpóreo” se nos presenta (Shilling, 2005), paradójicamente es también evidente que la forma neoliberal del capitalismo no puede prescindir de la variable corporal como commodity estructural de la dinámica de producción de valor. Este es un asunto cuya indicación debemos a Eva Illouz (2019), que mostró que el capitalismo, desde mediados del siglo XX, se ocupó de producir al consumidor como entidad emocional y produjo emociones como commodities, haciendo del consumo un acto emocional y haciendo de las emociones un ámbito de consumo. Si las emociones nos interesan a los fines de este trabajo es para mostrar que son, no solo un objeto de consumo sino también una dimensión explotable del trabajador para la producción de valor.
En 1978, Georges Vigarello afirmaba que
[el] cuerpo es el primer lugar donde la mano del adulto marca al niño, es el primer espacio donde se imponen los límites sociales y psicológicos que se le dan a su conducta, es el emblema donde la cultura inscribe sus signos como si fueran blasones (2005, p. 9).
Su foco estuvo en las diversas “tácticas” que han tratado de corregir el cuerpo, un trabajo que no oculta su inspiración foucaultiana y analiza los dispositivos disciplinares que fascinan a historiadores, sociólogos y pedagogos desde hace varias décadas. Sin desconocer la relevancia de esta función correctiva, especialmente de los dispositivos disciplinarios orientados a la producción de trabajadores, nuestro foco estará en comprender el carácter activo del cuerpo que se manifiesta en su potencia productiva. Miraremos el cuerpo como objeto de valor, es decir, como objeto que produce valor a la vez que se valoriza, y mostraremos el pasaje del valor fisiológico del cuerpo hacia una ampliación expansiva e intensiva de las variables productivas corporales.
Con el propósito de dotar de densidad conceptual a una serie de fenómenos sociales y culturales en torno al cuerpo y abonar la comprensión de las condiciones actuales del capitalismo, este trabajo pone en diálogo el argumento teórico de Marx con elementos provenientes de la tradición de pensamiento que se nuclea en torno a la crítica del valor.4 En términos teórico-metodológicos, se trata de presentar una discusión conceptual que recupere el cúmulo de producciones sobre las formas de vida en el capitalismo neoliberal introduciendo nuevas categorías para comprender su funcionamiento.
Tomando como base argumental la teoría de la historia formulada por Marx (2007, 2008), mostraremos que en la producción social de la existencia humana no solo se establecen relaciones sociales de producción acordes al estadio evolutivo de las fuerzas productivas materiales, tal como mostró el autor de El Capital, sino que estas relaciones sociales presuponen, además, relaciones de cada uno consigo mismo. Estas relaciones, al igual que las relaciones sociales de producción, dependen de la forma en que se organiza la producción social en un determinado momento histórico. Para el caso del capitalismo, la relación de cada uno consigo mismo se elabora a partir de la estructura de la propiedad privada, que se incorpora al individuo permitiendo elaboraciones tales como el propio cuerpo y expandiéndose en la figura del capital humano y los imperativos de auto-valorización que emergen con las actualizaciones del capitalismo neoliberal.
Marx sostenía que el supuesto de la producción fundada en el valor, que permite el intercambio de trabajo vivo por trabajo objetivado, es “la magnitud de tiempo inmediato de trabajo, el cuanto de trabajo empleado como factor decisivo en la producción de la riqueza” (Marx, 1980, p. 227). Yo sugiero que, para que esa magnitud de tiempo de trabajo, ese trabajo empleado en la producción de riqueza esté disponible, es necesario producir y reproducir una relación de cada uno consigo mismo, una relación que se produce y reproduce también en el trabajo y más allá de este, y que se materializa finalmente en la forma mercancía. Aun cuando tengamos en cuenta las tradicionales formulaciones marxistas a partir de las cuales se comprende la estructura social en términos de clase, nuestro objetivo está en mirar las condiciones sociales que emergen en un escenario en el que individuos en múltiples condiciones de desigualdad operan bajo un imperativo de valorización que se impone por igual al capital y al trabajo.
Si complementamos el análisis marxista clásico con argumentos provenientes de la crítica del valor es para señalar que el capitalismo no se encuentra en su estado de plenitud máxima o, a lo sumo, que dicha plenitud se manifiesta en forma de crisis. Las modulaciones del capitalismo no lo han convertido en un estadio final o insuperable de la humanidad y sus contradicciones internas, como las de todo modo histórico de producción, muestran su saturación. Propongo avanzar en la comprensión de esta crisis a partir de la idea de que el cuerpo se ha convertido en una fuente de extracción de valor sobre la cual se despliegan mecanismos extractivistas análogos a aquellos que se despliegan sobre la naturaleza.5 Los análisis críticos del extractivismo –especialmente importantes para comprender tanto la crisis ecológica actual como los procesos de producción de capital en América Latina y el sur global en general (Gudynas, 2009)–, pueden complementarse con el estudio de las formas extractivistas sobre el cuerpo, buscando incorporar un nuevo enfoque para comprender, entre otros aspectos, las transformaciones en el mundo del trabajo, el lugar que ocupa el cuerpo en las formas culturales y sociales de nuestra época y las crisis subjetivas contemporáneas que se manifiestan en distintas formas de malestar y que son expresión de los límites del cuerpo.
Asumiendo que la valorización del valor es el principio fundamental de la organización capitalista y que las actualizaciones de esta formación social han operado expandiendo la lógica productiva a todos los aspectos de la vida humana y no humana, vemos que este imperativo de producción de valor deviene estructural en las relaciones que se establecen con el mundo, con los otros y con uno mismo. Estas relaciones son organizadas por la expansión creciente de dinámicas que conjugan la explotación intensiva de los recursos, la degradación de sus fuentes, la ampliación constante de las fronteras productivas y la exportación del capital producido hacia otros ámbitos ajenos a sus fuentes originarias.
La ampliación de este principio a todas las esferas de la vida, su expansión desde los confines de lo que tradicionalmente llamamos “naturaleza” hacia la vida humana, se inscribe en la maximización del principio de producción, ley primera del capitalismo. Poner en términos de “extractivismo ampliado” a estos fenómenos (Gago & Mezzadra, 2017; De Boni y Seré, 2024) nos permite, por un lado, dar cuenta de la correlación entre los procesos de producción de valor y los de producción de subjetividad y, por otro, mostrar el núcleo degradante de las dinámicas sociales capitalistas, tanto por la destrucción ecológica, como por las consecuencias negativas sobre las condiciones de la vida humana.
En términos generales, este texto espera ampliar el horizonte conceptual de los estudios críticos sobre el capitalismo, poniendo foco en el lugar del cuerpo en los procesos de producción de valor y plusvalor. A su vez, espera contribuir con la densidad analítica de los estudios contemporáneos sobre el cuerpo, aportando al conjunto de diagnósticos críticos sobre la experiencia histórica del presente.
Los rituales prácticos de la vida cotidiana dan conciencia del hecho de “tener un cuerpo”. La experiencia moderna se organiza a partir de una división subjetiva que, con diferentes modulaciones, hunde sus raíces en un dualismo atribuido a Descartes y estructura gran parte del imaginario colectivo respecto a esta escisión constitutiva del individuo moderno. Este asunto, además de ser un tema relevante para el campo filosófico, se encuentra en la base de nuestras preocupaciones críticas sobre la vida en la formación social capitalista.
Pasó más de un siglo y medio desde que Marx mostró que en el capitalismo, como en toda formación social, los seres humanos al producir su propia existencia establecen relaciones sociales, necesarias e independientes de su voluntad, denominadas como relaciones sociales de producción. En lo que sigue, veremos cómo estas relaciones sociales presuponen otra relación, también necesaria e independiente de la voluntad, una relación de cada uno consigo mismo que, al igual que las primeras, se producen y reproducen en correlación al desarrollo de los procesos de producción de la vida social.
Así como toda formación social configura un conjunto de instancias que contribuyen con la producción y reproducción de las relaciones sociales productivas, estas instancias contribuyen también a la producción y reproducción de las relaciones de cada uno consigo mismo, necesarias para el funcionamiento y reproducción de cada modo de producción. La producción y reproducción implica no solo la representación de las condiciones relativas a la existencia material sino también la representación que se elabora respecto a la estructura subjetiva.
En el mundo moderno, esta relación de cada uno consigo mismo se efectúa a partir de una escisión del sujeto: “yo” y “cuerpo” y una vinculación entre ambas partes a partir de la categoría de “propiedad privada”. Esta relación de propiedad con el cuerpo ha sido una cuestión central y disputada en la filosofía y la política modernas. Descartes, Kant, Hobbes y Locke, fueron algunos de sus tempranos exponentes. Estudios posteriores como los de Scott (1982), Baud (1993), Arnoux (2003) o Espósito (2017) mostraron algunas tensiones jurídicas en la atribución al cuerpo de la categoría de propiedad. El asunto además ha sido intensamente explorado por el campo de estudios feministas (Pateman, 2002; Phillips, 2011; Gatens, 2008; Dickenson, 2007; Penchansky, 2021, entre muchos otros).
En este apartado procuraremos mostrar que estas relaciones de propiedad de cada uno consigo mismo son una condición clave para el funcionamiento de una organización social basada en la producción de valor.6 A partir de allí avanzaremos, en la segunda y tercera parte del texto, hacia el estudio de las adaptaciones de esta relación a las actualizaciones contemporáneas del capitalismo, caracterizado por una expansión de las esferas productivas en la que cobran especial importancia los mecanismos de producción de subjetividad.
Iniciemos con el primero de nuestros asuntos y veamos cómo la relación de propiedad incorporada a cada uno es una condición fundamental para la estructura productiva del capitalismo. Nuestro camino no será el de Marx, que sigue los pasos del capitalista y el obrero cuando luego de establecer un contrato de trabajo avanzan hacia la “morada oculta” de la producción. Y mientras que el primero “sonríe con ínfulas y avanza impetuoso; el otro lo hace con recelo, reluctante, como el que ha llevado al mercado su propio pellejo y no puede esperar sino una cosa: que se lo curtan.” (Marx, 2006, p. 214, cursivas en el original).
Así como Nancy Fraser (2023) mostró que el análisis marxista de la producción capitalista puede ser complementado con el estudio del conjunto de condiciones necesarias para que este capitalista y este obrero se encuentren en el mercado y se dirijan hacia el espacio de producción –la reproducción social que se realiza a costa de trabajo femenino no asalariado, la degradación ecológica dominada por mecanismos de expropiación, la opresión racial e imperial así como la dominación política–, nuestro trabajo será el de rebobinar esa escena marxista para comprender cómo fue posible que se elaboren las condiciones subjetivas necesarias para ese intercambio y se reconozca la posibilidad de mercantilizar una dimensión subjetiva sin mercantilizar al sujeto en su totalidad.
Ingresamos entonces en la morada oculta del proceso de producción de subjetividad, para ver cómo se produce esa escisión, necesaria e independiente de la voluntad, que estructura la condición subjetiva capitalista y que se sostiene más allá de todo mito o ilusión de construcción “integral” que pedagogías y psicologías modernas han buscado sostener.
Para que el trabajador llegue al mercado de trabajo como propietario de su fuerza es necesario que operen sobre él ciertos mecanismos que contribuyen a la producción de la escisión necesaria para la producción de la fuerza de trabajo como mercancía. Esta escisión supone tres operaciones solidarias entre sí: un desplazamiento metafísico del yo, en tanto el ego se posiciona como diferente a ese cuerpo que posee como mercancía; una reificación del cuerpo, puesto que este se presenta como una “cosa” que se posee y por tanto puede valorizarse y mercantilizarse; y la conformación de una relación de propiedad entre ambos, como el vínculo específico que se configura entre el ego y el cuerpo. Solo así la fuerza de trabajo puede ser un objeto de intercambio que el trabajador vende en el mercado de trabajo.7
En esta relación, la mediación salarial es clave para comprender los efectos subyacentes a esta forma de organización social en la que la reproducción social está gobernada, en un grado significativo, por la lógica del capital (Mau, 2023). A pesar de las transformaciones en el mundo del trabajo, no podemos negar que la obtención de recursos necesarios para la reproducción de la vida está mediada por formas sociales capitalistas que implican transacciones mercantiles que involucran el tiempo de vida del trabajador y su actividad humana concreta. En estas condiciones, la propiedad del cuerpo conduce, tarde o temprano, a la subordinación de la voluntad del trabajador a la voluntad del comprador de esa mercancía corporal, cediendo en dicho intercambio la capacidad de decidir sobre el uso del propio cuerpo al menos durante los tiempos establecidos por el contrato.8
La configuración de esa fuerza de trabajo, condición fundamental en las relaciones de producción capitalistas, supone la producción y reproducción de una dimensión alienable del sujeto. Esta operación se realiza tanto dentro como fuera del espacio de trabajo y se actualiza constantemente en los rituales cotidianos de nuestra vida capitalista. En este proceso, la educación, instancia central para la reproducción de la fuerza de trabajo, no contribuye únicamente a que esta fuerza sea mejor “calificada”, sino que, a la vez, es una pieza clave para la producción y reproducción del individuo como propietario de sí mismo. El trabajo pedagógico es decisivo en la producción de lo que Baudrillard (2000) denomina como “sobredeterminación metafísica” del trabajador. Es decir, los procesos educativos ocupan un lugar fundamental en el trabajo de producción de esas dos dimensiones del trabajador: una que se vende como mercancía y otra que aparece como propietaria de esa mercancía.
La crianza infantil es una de las moradas ocultas de esta producción, lugar donde se instala esta división que, al tiempo que produce la formación del yo, elabora su alteridad corporal. El niño aprenderá, poco a poco, que “tiene” un cuerpo, elaborará la idea de un cuerpo propio, asimilará que ese cuerpo es suyo y que es responsable de él. Aprenderá a controlarlo, regularlo y cuidarlo. En este proceso, la generación adulta realiza un sostenido trabajo sobre la infancia, produciendo un individuo responsable de sí y un cuerpo al que atender, desplegando un conjunto de mecanismos que abarcan las más variadas representaciones, desde la insistencia a “cuidar del propio cuerpo” hasta los juegos que involucran al cuerpo y sus “partes” –¿de quién es este pie?–, pasando también por la adquisición de hábitos que suponen su control y dominio. La nueva generación adquirirá una conciencia del propio cuerpo, un reconocimiento ideológico y subjetivo, un fragmento imaginario que se consolida como efecto de la forma en que se estructura la producción de la vida.
La relación con este cuerpo es, para nuestras condiciones modernas, de propiedad, bajo una fórmula revolucionaria que implicó la incorporación de la propiedad privada a la conformación subjetiva.9 La propiedad es el lazo que conecta al ego con su cuerpo, el nudo imaginario del sujeto consigo mismo. Esta propiedad subjetiva, como imaginaria realidad con la que el ego se une a su cuerpo, se incorporó sin dificultades en un mundo en el que la propiedad pasó a ser un factor dominante en las relaciones sociales y una forma privilegiada de las relaciones que se establecen con las cosas del mundo.
La reproducción de las fuerzas productivas no se debe únicamente a la producción de mano de obra cualificada sino, y sobre todo, a la producción de un sujeto que vende una parte de sí (que sus condiciones subjetivas le permiten venderla) como una mercancía. En la medida en que esa venta no es del individuo en su totalidad, sino de una “parte” de sí, es preciso consolidar una escisión, necesaria para efectuar tal venta bajo la forma de fuerza de trabajo. Por tanto, en la reproducción de las fuerzas productivas lo que opera es, también, una reproducción de la escisión con la que se funda el trabajador: un ego propietario y una mercancía fuerza de trabajo. Utilizamos la expresión “ego propietario” para referirnos a una configuración subjetiva, conceptual e ideológica, que se sostiene sobre la capacidad de apropiación de aquel que, como sujeto egoico, tiene consciencia y se enuncia a sí mismo como propietario.10 El ego propietario, amo de sí, establece con sus propios componentes (conciencia, sí mismo, persona, cuerpo), una relación equivalente a las relaciones de propiedad que establece con las cosas del mundo (Seré, 2017).
Esa escisión es una de las condiciones que precisan ser producidas y reproducidas para el funcionamiento de la formación social capitalista. Y así como en la producción social de sus vidas, los seres humanos contraen relaciones necesarias e independientes de su voluntad (Marx, 2008), contraen así mismo relaciones consigo mismos también necesarias e independientes de su voluntad. Tal independencia del aparato volitivo de los seres humanos respecto al establecimiento de estas relaciones implica, a su vez, que la supresión de estas relaciones, de unas cuanto de las otras, también es ajena a la voluntad de quien las contrae. Es decir, los individuos no contraen por voluntad las relaciones sociales de producción ni la relación (subjetiva de producción) con su cuerpo, así como tampoco dejan de establecer por mera voluntad, ni dichas relaciones sociales ni la relación (de propiedad) consigo mismos. Toda tentativa de “superar” la escisión subjetiva moderna, de afirmar una unidad del ser o un sujeto “integral” por voluntad individual es tan absurda como las tentativas de suspender individualmente las disposiciones estructurales de las relaciones sociales capitalistas.
Si consideramos su carácter estructural, probablemente no sea posible desarticular esta relación de propiedad consigo mismos sin desarticular al mismo tiempo el hecho de que la forma predominante de relación entre los individuos sea como propietarios y que estos se relacionen entre sí y con el mundo bajo esta condición. En una organización social que se sostiene sobre la producción de valor –y en términos concretos sobre la producción de mercancías–, la propiedad del cuerpo es la forma subjetiva dominante de esta organización en la cual las relaciones sociales se presentan como relaciones sociales entre cosas.
Esto no implica desconocer los importantes esfuerzos que se han hecho para desnaturalizar estas relaciones que han estructurado las condiciones de desigualdad y sumisión que operan históricamente en la forma capitalista de producción. A pesar de que la escisión subjetiva es transversal a las diferentes posiciones que se ocupan en la estructura social, no podemos desconocer que las condiciones materiales de los individuos implicados (clase, raza, etnia, género) producen efectos diversos en sus formas de vida. Aún cuando la propiedad del cuerpo sea una tendencia generalizada, no necesariamente se configura siempre de la misma forma, ni recibe las mismas protecciones o significados sociales, ni está sometido a las mismas violencias, ni justifica las mismas formas de opresión y subordinación, ni es objeto de las mismas transacciones mercantiles, ni tiene como prerrogativa los mismos derechos.
Hemos visto hasta aquí la producción de una escisión subjetiva que es condición para la producción de valor y plusvalor, determinante en la generalización de la forma mercancía y base de las relaciones sociales de producción capitalistas. Esta escisión, desde los orígenes del capitalismo, ha tomado la forma de propiedad privada, estructura jurídica y subjetiva necesaria para mercantilizar una parte de sí en términos de trabajo asalariado. En este apartado nos dedicaremos al análisis de las transformaciones que operan en esta propiedad a partir de las modulaciones en las formas de producción de valor en el capitalismo neoliberal y que tiene como correlato la figura del emprendedor. El foco estará, al igual que en el apartado anterior, en las estructuras subjetivas que se reorganizan para la producción de valor y plusvalor.
Nuestro argumento es que, con las transformaciones en las formas de la producción, con el pasaje del fordismo al posfordismo, no se modifica la estructura subjetiva de propiedad ni la escisión que la constituye. En todo caso, lo que sucede, es una expansión de las fronteras productivas corporales hacia ámbitos poco o nada explorados en términos económicos. Las teorías del capital humano propias de la versión norteamericana del neoliberalismo constituyen una forma de explicar esta expansión productiva y que, como mostró Foucault (2007), implica la incorporación de variables cualitativas del trabajo en los cálculos relativos a la producción de valor.
En términos generales, podemos sostener que las estrategias económicas neoliberales, impulsadas como forma de absorber la crisis del capitalismo, precisaron de un motor subjetivo que favoreciera la instalación de nuevas formas de organizar la vida. Que Margaret Thatcher indicara “Economics are the method. The object is to change the heart and soul”11 es elocuente de esta capitalización subjetiva del programa neoliberal. La ofensiva sensible del neoliberalismo (Sztulwark, 2019) imprime una variante subjetiva que se traduce en los imperativos de auto-producción y rendimiento, y se expresa en una constante expansión de la capitalización de factores subjetivos hasta entonces desconsiderados en las valorización de la fuerza de trabajo.
La proliferación de prácticas, saberes, discursos o técnicas que se rigen por el principio de auto-valorización ha sido ampliamente estudiada. Su éxito debe ser comprendido como resultado de una exigencia del capital, un requisito necesario para incorporarse a la estructura flexible del capitalismo neoliberal. En este flujo de dispositivos de auto-producción es posible identificar una doble tendencia. Por un lado, la recuperación de discursos y prácticas espirituales, de origen oriental, religioso o new age que patrocinan a un sujeto indivisible, en armonía entre sus partes. Por otro, la sistemática afirmación de una división subjetiva a partir de la gestión del trabajo de una conciencia que opera sobre sí para adecuarse a los imperativos de productividad.12
Como respuesta a las formas dominantes de autoridad y a las jerarquías establecidas por el capitalismo fordista, la década de 1960 vio crecer un movimiento contracultural de autonomización, que se inscribió con especial facilidad en países que abandonaban formas autoritarias de gobierno y reinstalaban nuevas democracias sociales. La espiritualidad New Age y el Movimiento del Potencial Humano fueron algunas de las experiencias contraculturales que permearon de Estados Unidos hacia América Latina y fueron recepcionadas en un amplio espectro de tendencias políticas y sociales (Seman y Viotti, 2018; Seré, 2024).
Las transformaciones en los modos de subjetivación que se experimentan a partir de la década de los años 60 señalan una tendencia al rechazo a la autoridad y, como contracara, a la afirmación de la autonomía (Sennett, 2000). Su correlato económico fue el de la auto-producción, favorecido por un clima cultural y social que procuraba tomar distancia de formas autoritarias de intervención y promovía la iniciativa y las libertades individuales.
Desde los años 70 es posible advertir importantes transformaciones en las formas del trabajo. Además de un incremento del trabajo cognitivo como pieza clave de la producción, la organización neoliberal promovió una individualización del tratamiento de los asalariados y su consecuente aislamiento, proceso altamente favorecido por el aumento exponencial de la digitalización laboral. Esta individualización fue acompañada por una transferencia de responsabilidad creciente hacia los trabajadores13 respecto a la calidad de los productos y servicios ofrecidos, en un clima marcado por imperativos muy estrictos de productividad exigidos por la forma toyotista de producción (Linhart, 2015; Antunes, 2001). La flexibilidad se apodera de estas nuevas formas de trabajo que buscan incrementar la rapidez, la precisión y ajustar los plazos de entrega a las demandas de los consumidores. La adaptabilidad y la iniciativa se vuelven requisitos del trabajador, a quien al mismo tiempo se le promete libertad y autonomía en nuevos campos laborales que se promocionan como formas de autorrealización personal. La consecuencia es un creciente avance sobre la producción de subjetividad en los procesos laborales (Durand, 2007; López Álvarez, 2023). El lado oscuro de estas formas neoliberales de trabajo es la creciente precarización de amplios sectores de la población que se ven sometidos a condiciones de inseguridad permanente, al riesgo y la incertidumbre respecto a su futuro inmediato, presionados a condiciones de competitividad bajo un régimen de intensificación del trabajo. Caracteriza a este período un declive de protecciones laborales y un incremento y diversificación del sufrimiento (Zamora, 2013; Dejours, Deranty, Renault y Smith, 2018).
El embate subjetivo neoliberal capitalizó estas tendencias como potenciales espacios para la extracción de valor. El neoliberalismo enlazó con astucia el deseo de autonomía individual con el crecimiento económico, estableciendo una correlación entre ambos. Desmantelado el tejido colectivo favorecido por los Estados de bienestar, los individuos fueron lanzados a un mercado de valorización cualitativa del trabajo sin más herramientas que su “sí mismo” y una miscelánea de prácticas, técnicas y saberes mercantilizados para su auto-producción.
Mucho se ha dicho ya sobre estas técnicas, prácticas y saberes que los individuos son obligados a adquirir para la producción de sí mismos. Condensados bajo la figura del empresario de sí o del emprendedor, fueron precarizadas las condiciones de trabajo y privatizada la gestión de sí mismos. El imperativo de rendimiento y productividad vino acompañado de otra serie de exigencias: adaptabilidad, flexibilidad, liderazgo, iniciativa, voluntarismo, etc. La fuerza de trabajo, anteriormente cuantificada por una variable fisiológica y otra temporal, rompe los límites cuantitativos para expandirse hacia espacios no explorados del tejido subjetivo.
El trabajo sobre sí pasó a formar parte del ambiente cultural de nuestro tiempo. Mejorar las propias capacidades, adquirir nuevas habilidades o incorporar un régimen de valorización constante son algunos de los principios que se convirtieron, no solo en imperativos de las nuevas formas de trabajo, sino en exigencias autoimpuestas en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Rendir más, ser más eficiente, adaptarse, cambiar, esforzarse, ser resiliente no son ya simplemente estrategias que el trabajador-empresario debe cultivar para lidiar con la “libertad” que se adquiere cuando se abandonan las formas tradicionales del trabajo asalariado. Son también las estrategias que se adoptan para la vida doméstica, el cuidado de sí y de los otros, las relaciones sociales y las formas de vincularse con el entorno, las actividades que, de forma cada vez más difusas, se realizan en lo que llamamos un tanto anacrónicamente “tiempo libre” y que de una forma u otra se espera que contribuyan con el bienestar individual y colectivo.
Esa preocupación por la auto-superación, por la auto-valorización, por el mejoramiento personal, que diluye la separación entre el tiempo de trabajo y el tiempo de vida, solo es posible en un horizonte cultural en el que cada uno se afirma como propietario de sí mismo y especialmente como propietario de su cuerpo. Pero el cuerpo ya no remite simplemente a ese conjunto de huesos y músculos, a ese continente de capacidades físicas e intelectuales que constituían la fuerza de trabajo del capitalismo industrial y que el poseedor de dinero compraba en el mercado y trasladaba a la morada oculta de la producción.
Si el capitalismo neoliberal exige del individuo la explotación de todas sus capacidades, habilidades, emociones y la creciente lista de atributos que se espera de un trabajador flexible, es porque ha expandido las fronteras corporales, instalando principios productivos en dimensiones subjetivas hasta entonces no cooptadas por la lógica económica. El imperativo de flexibilidad es también el de flexibilizar, ensanchar, expandir, estirar los límites del cuerpo, de ampliar esa alteridad subjetiva cuyo uso produce valor.
La exigencia del trabajo sobre sí encarna en el cuerpo, que pasa a estar atravesado por un imperativo de valorización y una sensación de deuda con un rendimiento siempre por aumentar. Esta producción de cuerpos en deuda es también la producción de cuerpos explotables y controlados. En trabajos anteriores (De Boni y Seré, 2024) mostramos que el atributo estrella de la flexibilidad se imprime sobre el cuerpo en dos sentidos: por un lado exige cuerpos maleables y adaptables, capaces de amortiguar la presión que reciben, aptos para absorber el golpe. Son cuerpos que aguantan, que se doblan sin romperse. Al mismo tiempo, el cuerpo flexible tiene su cara expansiva, capacitado para extender sus posibilidades de valorización, abarcar nuevos ámbitos, mover los límites constantemente.
Instalado el neoliberalismo y habiendo puesto a funcionar con astucia la potente combinación de individualismo y privatización, los principios de extracción de valor se convirtieron en una administración privada e individual del sujeto neoliberal. El afán de dominio y control es también el de valorización. Si la bibliografía ha mostrado que esta relación con la naturaleza bajo las formas capitalistas ha adquirido la forma de extractivismo, proponemos pensar al conjunto de actividades económicas, sociales, culturales y subjetivas orientadas a la valorización individual como una forma de extractivismo corporal.14
Pensar la relación con el cuerpo en términos de extractivismo permite dar cuenta de una creciente producción de valor a partir de la extracción de recursos corporales en forma ampliada, con obtención de ganancias que no favorecen a quienes los producen y con una importante degradación de las condiciones subjetivas y corporales de esos productores. Este valor adquirido normalmente se genera a partir de grandes inversiones de capital que operan sobre los individuos de manera intensiva y exportan el valor extraído hacia economías ajenas a los implicados. Como contrapartida, normalmente se produce el desplazamiento o supresión de otras formas de relación con el cuerpo, no extractivistas, y se fagocitan todas las esferas de la vida a los principios de producción de valor. La lógica expansiva del extractivismo desplaza prácticas corporales (locales o regionales) de las que no es posible extraer valor y mercantiliza aquellas que, no siendo económicas, pueden adecuarse a estos principios.
Si la categoría de explotación nos había servido para dar cuenta de los procesos de apropiación de excedente por parte del empleador de la fuerza de trabajo, la de extractivismo nos permite destacar la conjugación de una ampliación del volumen de los recursos corporales extraídos (incorporando nuevas variables del cuerpo a ser consideradas como fuentes de valor) y un crecimiento de la intensidad en la extracción (dado principalmente por un borramiento de los límites del trabajo en términos espaciales y temporales así como por una digitalización de la vida que convierte a cada una de las actividades humanas en potenciales productoras de valor). Ambos incrementos producen efectos permanentes en las formas de organizar la vida, una vida indefectiblemente dañada.
Pero al mismo tiempo, esta categoría nos permite mirar la correlación que atraviesa el pensamiento occidental, el dominio de la naturaleza como estructurante de la vida moderna, de la naturaleza externa cuanto de la interna, y su degradación a mero medio bajo los influjos de la razón instrumental (Horkheimer y Adorno, 2009). Vemos con claridad cómo el dominio de la naturaleza retorna sobre el sujeto, dando cuenta que las conquistas sobre la naturaleza son también las conquistas sobre el cuerpo. El sujeto se vuelve otro frente a sí mismo.15 Si el concepto de extractivismo ha sido empleado especialmente para referirse a la naturaleza externa, es momento de contemplar también el trabajo intensivo y extensivo que se despliega sobre lo que, en términos no exento de problemas, se ha llamado naturaleza interna del sujeto y que posiciona al cuerpo tanto en objeto de dominio como en medio de producción.
Al igual que las prácticas de extractivismo sobre la naturaleza, el extractivismo corporal produce consecuencias degradantes para las formas de vida de los implicados puesto que no satisface sino demandas externas a sus productores. Este extractivismo se elabora bajo la promesa de obtener mejores condiciones de vida y de cumplimiento de deseos individuales, con la inevitable consecuencia de su fracaso. Las promesas incumplidas son la cara no visible y constante de estos mecanismos extractivos, que precarizan las condiciones de vida de quienes, en el proceso extractivista, son devaluados a meras fuentes de valor. La cara oculta del capital es que ni los procesos extractivistas ni la dinámica del capital pueden realizar esa promesa que se mantiene siempre como engaño. La precariedad se paga con el cuerpo.
Una de las particularidades de las actuales formas de extracción de valor es la ampliación de las fuentes subjetivas a partir de las cuales se produce esa forma de riqueza. El factor determinante de la calidad de la fuerza de trabajo en el capitalismo industrial estaba dado principalmente por las capacidades fisiológicas y el dominio técnico. El tiempo socialmente necesario para producir una mercancía, determinante del valor según Marx (2006), depende directamente del estadio de desarrollo de las fuerzas productivas materiales y
tiene, como variable principal, el trabajo social disponible en cada época. Que la expresión para referirse a la mercancía productora de valor haya sido “fuerza de trabajo” enfatiza esta dimensión fisiológica que constituye la “corporeidad” viva del trabajador. Si bien el autor de El Capital también reconoce las capacidades intelectuales cuando enuncia su clásica definición de fuerza de trabajo, el trabajo es definido como “gasto de fuerza humana” en un sentido “fisiológico”. En esta dirección avanza Marx al tratar de develar el carácter místico de la mercancía, despejando que, “por diferentes que sean los trabajos útiles o actividades productivas, constituye una verdad, desde el punto de vista fisiológico, que se trata de funciones del organismo humano, y que todas esas funciones, sean cuales fueren su contenido y su forma, son en esencia gasto de cerebro, nervio, músculo, órgano sensorio, etc., humanos” (2006, p. 87, cursivas en el original).
Otro dato elocuente de esta forma de concebir el cuerpo productivo es la expansión de la medida calórica de los consumos dietéticos generales. El desarrollo del capitalismo vino acompañado de un desvío de la atención del cuerpo aristocrático hacia el cuerpo del trabajador y según señala Turner (1989, p. 210), la “incorporación de la fisiología a la sociedad” tuvo lugar a través de un “manejo dietético del cuerpo”.
La dieta o régimen (términos que comparten la referencia al cuerpo individual y el cuerpo político, al tiempo que muestran la solidaridad entre las metáforas orgánicas y las sociales) (Sontag, 1996; Turner, 1989) se convirtió en uno más de los dispositivos disciplinarios que ingresaron al hogar proletario auspiciado por la profesión médica. A través de una racionalización y secularización de la comida, el “vocabulario de las pasiones, los deseos y los humores fue sustituido por el de las calorías y las proteínas” (Turner, 1989, p. 210), estableciendo una correlación entre la dieta científica y el trabajo eficiente.
De fondo resonaba la preocupación por la fatiga, que interesó a médicos, fisiólogos y militares, e inspiró a los ideólogos de la gimnasia racional ante la aparición de una generación fatigada (Roldán, 2010). El cuerpomáquina, promesa del progreso industrial y la productividad laboral, mostraba sus límites orgánicos. Una nueva constelación de saberes permitió medir, controlar y predecir la productividad y la fatiga. Y así como las pasiones y los humores fueron perdiendo lugar ante al ascenso de las calorías y proteínas, también ocurrió una modulación en la preocupación por la acedia y la melancolía hacia la pereza y la fatiga. Medir la energía fue una tarea fundamental de médicos fisiólogos cuyos intereses estaban directamente vinculados al gobierno de los procesos de trabajo en las fábricas (Vigarello, 2005). El gasto energético pasó a estar medido y regulado por un conjunto de saberes, técnicas y prácticas que prometían un mejor funcionamiento del cuerpo individual y colectivo, favoreciendo el trabajo fabril, regulando la ociosidad y evitando la degeneración social.
Las medidas fisiológicas (peso, estatura, circunferencia del tórax) orientaron a los expertos en la valoración del vigor e inspiraron a médicos y militares en el diseño de dispositivos para corregir el cuerpo (Vigarello, 2005; Foucault, 2002). Costumbres y condiciones de vida pasaron a ser variables a considerar para la buena disposición del cuerpo trabajador. Aun cuando para la tradición de la economía clásica, el aumento de trabajo estaba dado por un incremento de la cantidad de trabajadores disponibles y de sus horas de trabajo, desestimando variables cualitativas determinantes en dicho cálculo (Foucault, 2007), las tempranas preocupaciones de políticos y militares como François Amorós (1770-1848), médicos como Ángel Mosso (1846-1910) o fisiólogos como Fernand Lagrange (1845-1909) ya mostraban la importancia de atender a las particularidades fisiológicas de esos cuerpos que trabajan (Vigarello y Holt, 2005; Vigarello, 2005).
Sin embargo, vemos que, en el transcurso del siglo XX, el trabajo es reintroducido en el campo de análisis económico bajo la categoría de capital humano, un fenómeno que Foucault (2007) analiza en su estudio sobre las actualizaciones histórico-políticas de la gubernamentalidad neoliberal. El espíritu del neoliberalismo será el patrocinante de la mercantilización del comportamiento humano y por consiguiente de la maximización económico-subjetiva. El fenómeno fue correlativo a otra transformación: el declive de la etapa fordista-keynesiana y el ascenso de formas flexibles de producción.
Las formas productivas posfordistas instaladas en un clima de desindustrialización, innovación tecnológica y mercados inestables exigieron transformaciones en la vida laboral. El programa neoliberal vino como una promisoria solución al trabajo alienante y monótono del capitalismo industrial avanzado y auguraba transformaciones en las dinámicas laborales de un sector social que veía una nueva oportunidad de concretar la (incumplida) promesa de movilidad ascendente al convertirse en su propio jefe.
La capitalización del comportamiento humano como una variable fundamental de la racionalidad económica convivió con el declive del virtuoso círculo de regulación estatal de la economía, altos índices de empleo, crecimiento económico, acceso masivo al consumo y políticas de bienestar. La estabilidad que caracterizaba a los países centrales del capitalismo después de la Segunda Guerra Mundial entró en crisis junto con el conjunto de estructuras colectivas que conformaban el tejido social (Harvey, 2005; Boltansky y Chiapello, 2002; Dardot y Laval, 2015). Al desmantelarse las estructuras sociales colectivas, se diseñaron nuevas formas de explotación y represión que, ancladas en la financiarización del capitalismo, impulsaron una economía de desposesión y endeudamiento (Federici et al, 2021; Lazzarato, 2013). La cara político-económica del programa neoliberal, sintetizada en el mecanismo de extracción financiera, tiene una contracara cultural y subjetiva que aquí analizamos en términos de extractivismo corporal.
Individualismo, flexibilidad, privatización y desregulación, fue un cóctel perfecto para atraer a grandes masas de trabajadores hacia condiciones laborales precarias. La promesa de convertirse en emprendedor tiene, en su núcleo, la exigencia de devenir un sujeto responsable, adaptable, flexible, resiliente, osado y con una enorme confianza en la voluntad individual. Desde la psicotécnica16 hasta las actuales técnicas del coaching, el mindfulness y la más variada diversidad de terapias de sí, lo que se produce es un conjunto de dispositivos orientados al mejoramiento de las condiciones subjetivas necesarias para la producción.
Si tempranamente las calorías fueron el patrón de medida de rendimiento del cuerpo fisiológico, el capitalismo neoliberal actualiza los parámetros al considerar la dimensión emocional de los trabajadores/emprendedores como una variable determinante de la producción de valor (Illouz, 2019). No se trata de la sustitución de unas medidas por otras, de unas dimensiones subjetivas por otras. La operación es acumulativa. A la par que el cuerpo medido en términos fisiológicos sigue siendo un asunto a considerar, se le incorporan otras dimensiones anteriormente poco o nada exploradas que señalan una expansión de las fronteras productivas corporales.
El individuo propietario de una fuerza de trabajo que vende en el mercado y será “curtido” por un capitalista industrial tiene ahora una nueva versión. Es él mismo quien asumirá su condición empresarial. Deviene un “yo empresario” (Zamora, 2013). Su mercancía productora de valor no se reduce únicamente a “cerebro, nervio, músculo, órgano sensorio, etc.”, como había indicado Marx (2006); no alcanza con el componente fisiológico tradicionalmente denominado fuerza de trabajo. Ahora es necesario que sus capacidades, competencias y habilidades sean exprimidas para producir valor.
La tarea fundamental de este empresario de sí será la de una optimización constante y la gestión creativa e innovadora de sus capacidades individuales. La industria de recursos para mejorar la propia existencia, es decir, para hacerla más rentable (actividades corporales, de auto-conocimiento, técnicas de relajación, idiomas, coaching, etc.), percibe con claridad esta racionalidad empresarial y presenta el valor de sus actividades, técnicas, prácticas y saberes bajo la rúbrica de la “inversión”. Inversión y retorno de capital, tal es la expectativa consecuente a la generalización de la forma-empresa en la vida individual y social.
Así como el conocimiento bio-médico redujo la vida humana a procesos químicos y fisiológicos y encorsetó, junto con los cuerpos, la experiencia subjetiva, degradándola a fines orgánicos, la ofensiva sensible neoliberal convirtió la existencia humana en un conjunto de recursos individuales que constantemente pueden ser valorizados y, a la vez, producir valor. Esta ofensiva sensible transfirió a cada uno la responsabilidad y la audacia para poner los recursos en funcionamiento de la forma más eficiente posible. Y así como la fatiga fue la manifestación de agotamiento de esos cuerpos exigidos por el capitalismo industrial, la depresión, la ansiedad y el estrés son algunas de las formas en que se expresa el agotamiento que produce esta organización de la vida basada en el fracking corporal.
En estas páginas hemos explorado el cuerpo como una fuente cooptada por los mecanismos de producción de valor en el capitalismo contemporáneo. Indagamos, en primer lugar, su configuración como una propiedad individual que estructura la mercancía fuerza de trabajo y que organizó en términos fisiológicos la vida del trabajador industrial. Este argumento procuró mostrar que la relación de propiedad del cuerpo emerge como una condición necesaria a esta formación social basada en la producción de valor, funcionalizando una estructura subjetiva constitutiva de la figura del trabajador asalariado. A partir de allí mostramos cómo las transformaciones del capitalismo neoliberal exploraron nuevas dimensiones subjetivas para la producción de valor y, al ampliar las fuentes corporales de las cuales se extrae riqueza, mercantilizó aspectos de la vida humana anteriormente no explorados, desarrollando mecanismos extractivistas dinamizados en la figura del empresario de sí.
Al llegar a este punto es necesario recuperar la crítica al realismo corporal mencionada al inicio de este trabajo, para reconocer que el procedimiento por el cual se amplían las fronteras productivas corporales es también un procedimiento de producción de esas nuevas fuentes de valor. Habíamos señalado anteriormente que el cuerpo no es una realidad a priori que posee un conjunto de componentes naturales a la espera de ser utilizados. Mirar al cuerpo como un envase de recursos a valorizar forma parte de una experiencia histórica concreta, en este caso la del capitalismo neoliberal, que se expresa en el cuerpo.
La expresión realismo corporal busca incorporar una variable al “realismo capitalista”, categoría explorada por Mark Fisher para mostrar la persistencia de una atmósfera que afecta y condiciona la vida en el capitalismo, tanto a nivel cultural como en el mundo del trabajo y la educación, actuando “como una barrera invisible que impide el pensamiento y la acción genuinos” (Fisher, 2016, p. 41). El capitalismo, al igual que las atribuciones al cuerpo, han sido naturalizadas de tal forma que se presentan como reales y a la vez aparecen como necesarias e inevitables. El realismo corporal se inscribe en el conjunto de mediaciones que presentan como un hecho empírico las elaboraciones ideológicas solidarias con este tiempo histórico, en el que el cuerpo deviene un nicho de mercado, una cantera de recursos pre-existentes a la espera de ser extraídos, valorizados y comercializados por el sujeto emprendedor.
Sin embargo, a pesar de la insistente retórica capitalista, la ofensiva sensible neoliberal no opera, como afirmaba Miguel Ángel, retirando el material excedente para “descubrir” el potente cuerpo de David que preexiste en el mármol. No hay en las entrañas naturales del cuerpo un conjunto de disposiciones preexistentes a esta formación social que el programa neoliberal develó y se dispuso explotar. Las modulaciones del capitalismo son también las modulaciones de las formas de producción del cuerpo.
La gramática del neoliberalismo hunde sus raíces en la concepción empirista del sujeto. Supone que las capacidades subjetivas existen naturalmente en cada uno y es necesario extraer esa esencia que se esconde detrás de la escoria que obtura las posibilidades de auto-valorización. Para la retórica neoliberal es necesario realizar una operación de abstracción, un procedimiento de depuración del sujeto, análogo al que el empirismo realiza sobre su objeto de conocimiento (Althusser, 1976). Es necesario retirar lo inesencial para obtener la verdad-capital preexistente. Cuando se trata del sujeto producido en las tramas de la sensibilidad neoliberal, la operación es la de anular las emociones negativas para develar el núcleo valorizable presente en cada uno.
Esta operación de retirar la escoria es lo que, bajo diversas formas, se mercantiliza por parte de la industria que vende salud mental, bienestar individual o realización personal. Lo que normalmente no se contempla es que la industria emocional debe antes producir esas variables subjetivas que luego promete eliminar o potenciar. Ansiedad, depresión, pereza, estrés, cansancio, pensamientos negativos componen una constelación de sensaciones perjudiciales que son vistas como residuos que impiden el acceso al verdadero capital individual. Al adoptar una concepción empirista se desconoce que estas sensaciones son, sin embargo, producidas en el centro de la gramática vital del neoliberalismo. Lo mismo ocurre con ese núcleo capital que puede ser explotado para producir más-valor. Adaptabilidad, flexibilidad, resiliencia, felicidad y todos aquellos atributos exigidos al individuo empresario de sí aparecen como base común, natural y universal, percepción que contribuye a la convicción de que no hay barreras más que voluntarias para alcanzar el éxito. La supresión de todo componente social y cultural en la estructura del relato vital tiene su fundamento más profundo en la concepción empirista del sujeto y contribuye a invisibilizar las conexiones existentes entre el funcionamiento estructural de una formación social y las formas de vida y experiencias subjetivas que tienen lugar en ella.
El cuerpo no es un objeto real del que se extrae una cualidad para mercantilizarla. La sensibilidad que se espera del trabajador-emprendedor no deviene mercancía, sino que es siempre-ya mercancía. La sensibilidad emprendedora es, en primer lugar, un producto del neoliberalismo. Las emociones, capacidades, habilidades y competencias que el neoliberalismo promueve son productos de su retórica de valorización constante y no una extracción de la esencia real del cuerpo. Por lo tanto cuando decimos que el capitalismo neoliberal expande las fronteras productivas corporales, nos referimos antes que nada al crecimiento de la producción de variables subjetivas mercantilizables. Más que una valorización empirista del cuerpo, lo que ocurre es una neoliberalización del cuerpo, es decir, la producción ya como capital de los componentes subjetivos necesarios para la vida neoliberal.
Al igual que los fenómenos extractivistas sobre la naturaleza, estas producciones corporales naturalizadas por las condiciones actuales de vida en el capitalismo neoliberal han sido adoptadas por el amplio espectro político, sin distinciones sustantivas en las posiciones gubernamentales de izquierda a derecha, de progresistas a conservadores. Esto se explica porque el neoliberalismo no se reduce a un programa político y económico, sino que se ha capilarizado en la trama vital y estructura la forma en la cual interpretamos y comprendemos el mundo.
Si nos propusimos relativizar el realismo corporal es para recordar que otras formas de producir el cuerpo son posibles y que nada impide que otras relaciones, más allá de las que se organizan en términos de propiedad y extracción, puedan entrar en el horizonte de la vida humana. Si es factible pensar una vida estrictamente humana, debemos anular toda afirmación que a priori nos indique que no hay alternativa. La vida es humana cuando se organiza sobre la posibilidad de tener alternativas, de pensar otras experiencias posibles, otras formas de organizar el hecho de vivir juntos, otras relaciones con el cuerpo, con los otros, con el mundo y con nosotros mismos.
Adorno, Theodor (2008). Crítica de la cultura y sociedad. En Theodor Adorno. Crítica de la cultura y sociedad I (pp. 9-25) (Manuel Sacristán, Trad.). Akal.
Althusser, Louis (1976). Prefacio: de “El Capital” a la filosofía de Marx. En Louis Althusser y Étienne Balibar. Para leer el capital (pp. 18-80) (Marta Harnecker, Trad.). Siglo XXI.
Álvaro, Daniel (2023) (Coord). Diseño de la vida, filosofía y neoliberalismo. Instituto de Investigaciones Gino Germani.
Antunes, Ricardo (2001). ¿Adiós al trabajo? Ensayo sobre las metamorfosis y la centralidad del mundo del trabajo (Lucio Argañaraz, Trad.). Cortez.
Arnoux, Irma (2003). Les droits de l'être humain sur son corps [Los derechos de los seres humanos sobre sus cuerpos]. Presses Universitaires de Bordeaux.
Baud, Jean-Pierre (1993). L'affaire de la main volée: une histoire juridique du corps [El asunto de la mano robada: una historia jurídica del cuerpo]. Du Seuil.
Baudrillard, Jean (2000). El espejo de la producción (Irene Agoff, Trad.). Gedisa.
Behares, Luis (2014). Ego patrocinante y políticas de enseñanza. En Doris Bolzán (Org.) Encontro Internacional de Investigadores de Políticas Educativas (pp. 113-119), Universidade Federal de Santa Maria, Santa Maria, RGS.
Boltanski, Luc y Chiapello, Eve (2002). El nuevo espíritu del capitalismo (Alberto Riesco Sanz, Trad., Marisa Pérez Colina, Trad., Raúl Sánchez Cedillo, Trad.). Akal.
Cabanas, Edgard (2019). Psiudadanos, o la construcción de individuos felices en las sociedades neoliberales. En Eva Illouz (Comp.), Capitalismo, consumo y autenticidad. Las emociones como mercancía (pp. 233-263) (Stella Mastrangelo, Trad.). Katz.
Cavallero, Luci y Gago, Verónica (2019). Una Lectura feminista de la deuda. Tinta Limón y Fundación Rosa Luxemburgo.
Dardot, Pierre y Laval, Christian (2015). La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal (Alfonso Díez, Trad.). Gedisa.
De Boni, Ignacio y Seré, Cecilia (2024). Vivir en deuda. Explotación neoliberal y captura del tiempo. Bajo el Volcán. Revista del Posgrado de Sociología, BUAP, 6(10), 123-160. https://doi.org/10.32399/ICSYH.bvbuap.2954-4300.2024.5.10.747
Dejours, Christophe, Deranty, Jean-Philippe, Renault, Emmanuel y Smith, Nicholas (2018). The Return of Work in Critical Theory. Self, Society, Politics [El retorno del trabajo en la teoría crítica. Yo, sociedad, política]. Columbia University.
Dickenson, Donna (2007). Property in the Body: Feminist Perspective [Propiedad en el cuerpo: perspectiva feminista]. Cambridge University.
Durand, Jean-Pierre. (2007). The Invisible Chain Constraints and Opportunities in the New World of Employment [La cadena invisible: limitaciones y oportunidades en el nuevo mundo del empleo]. Palgrave Macmillan.
Ehrenberg, Alain (2011). Le culte de la performance. Fayard.
Esposito, Roberto (2017). Personas, cosas, cuerpos (Albert Jiménez, Trad.). Trotta.
Featherstone, Mike (2000). Body Modification: An Introduction. En Mike Featherstone (Org). Body Modifications [Modificaciones corporales]. (pp. 4-7). Sage.
Federici, Silvia; Gago, Verónica y Cavallero, Luci (2021) (Eds.). ¿Quién le debe a quién? Ensayos transnacionales de desobediencia financiera. Tinta Limón.
Feher, Michel (2021). El tiempo de los investidos: Ensayo sobre la nueva cuestión social (Marisa Pérez, Trad.). Traficantes de sueños.
Fisher, Mark (2016). Realismo capitalista. ¿No hay alternativa? (Claudio Iglesias, Trad.). Caja Negra.
Foucault, Michel (2002). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión (Aurelio Garzón del Camino, Trad.). Siglo XXI.
Foucault, Michel (2007). Nacimiento de la biopolítica (Horacio Pons, Trad.). Fondo de Cultura Económica.
Fraser, Nancy (2023). Capitalismo caníbal (Elena Odriozola, Trad.). Siglo XXI.
Gago, Verónica y Mezzadra, Sandro (2017). A Critique of the Extractive Operations of Capital: Toward an Expanded Concept of Extractivism. Rethinking Marxism 29 (4), 574-591. https://doi.org/10.1080/08935696.2017.1417087
Gambarotta, Emiliano (2023). Crítica corporal de lo político. Técnica y estética en el estudio del cuerpo y del deporte. Prometeo.
Gatens, Moira (2008). Politicizing the Body: Property, Contract, and Rights. En John Dryzek, Bonnie Honig y Anne Phillips (Eds.). The Oxford Handbook of Political Theory [El manual de Oxford de teoría política]. (pp. 677-693). Oxford University. https://doi.org/10.1093/oxfordhb/9780199548439.003.0037
Grosfoguel, Ramón (2016). Del «extractivismo económico» al «extractivismo epistémico» y al «extractivismo ontológico»: una forma destructiva de conocer, ser y estar en el mundo. Tabula Rasa, 24, 123-143. https://doi.org/10.25058/20112742.60
Gudynas, Eduardo (2009). Diez tesis urgentes sobre el nuevo extractivismo. Contextos y demandas bajo el progresismo sudamericano actual. En: AAVV. Extractivismo, política y sociedad (pp. 187-225). Quito: CAAP/CLAES.
Gudynas, Eduardo (2010). Imágenes, ideas y conceptos sobre la naturaleza en América Latina. En: Montenegro, L. (ed.). Cultura y naturaleza (pp. 267-292). Bogotá: Jardín Botánico José Celestino Mutis.
Harvey, David (2005). Breve historia del neoliberalismo (Ana Varela Mateos, Trad.). Akal.
Horkheimer, Max y Adorno, Theodor (2009). Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos (Juan José Sánchez, Trad.). Trotta.
Illouz, Eva (2019). Introducción: emodities o la invención de los commodities emocionales. En: Illouz, E. (comp.). Capitalismo, consumo y autenticidad. Las emociones como mercancía (pp. 7-43) (Stella Mastrangelo, Trad.). Katz.
Lazzarato, Maurizio (2013). La fábrica del hombre endeudado. Ensayo sobre la condición neoliberal (Horacio Pons, Trad.). Amorrortu.
Linhart, Danièle. La comédie humaine du travail. De la déhumanisation taylorienne à la sur-humanisation managériale [La comedia humana del trabajo. De la deshumanización tayloriana a la sobrehumanización empresarial]. Érès.
López Álvarez, Pablo (2023). El cuerpo expuesto. Implicaciones políticas de los procedimientos de subjetivación del trabajo. Bajo Palabra, 33, 23–48. https://doi.org/10.15366/bp2023.33.001
Macpherson, Crawford (2005). La teoría política del individualismo posesivo. De Hobbes a Locke (Juan-Ramón Capella, Trad.). Trotta.
Maiso, Jordi (2016). Crisis del capitalismo y precarización de la existencia: algunas coordenadas para la crítica ante la nueva barbarie. En Palmar Álvarez Blanco y Antonio Gómez Quiñones (Coords.) La imaginación hipotecada. Aportaciones al debate sobre la precariedad del presente (pp. 91-101). Libros en Acción.
Marcuse, Herbert (1983). Eros y civilización (Juan García Ponce, Trad.). Sarpe.
Marx, Karl (1980). Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, Tomo. II (Pedro Scaron, Trad.). Siglo XXI.
Marx, Karl (2006). El Capital: el proceso de producción del capital. Libro I, Tomo I (Pedro Scaron, Trad.). Siglo XXI.
Marx, Karl (2007). Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858. Tomo I (Pedro Scaron, Trad.). Siglo XXI.
Marx, Karl (2008). Contribución a la crítica de la economía política (Pedro Scaron, Trad.). Siglo XXI.
Massuh, Gabriela (2014). El robo de Buenos Aires. Sudamericana.
Mau, Soren (2023). Compulsión muda. Una teoría marxista del poder económico del capital (Ediciones Extáticas, Trad.). Extáticas.
Navarro, Clara (2021). Prólogo. Algunos apuntes para la lectura de La sustancia del capital de Robert Kurz. En Robert Kurz. La sustancia del capital. Enclave de libros. https://doi.org/10.2307/j.ctv2gz3v6b.3
Nicoli, Massimiliano y Paltrinieri, Luca (2015). Qu'est-ce qu'une critique transformatrice ? Contrat psychologique et normativité d'entreprise. En Christian Laval, Luca Paltrinieri y Ferhat Taylan (Dir.). Marx & Foucault. Lectures, usages, confrontations [Marx y Foucault. Lecturas, usos, comparaciones]. (pp. 323-338). La Découverte. https://doi.org/10.3917/dec.laval.2015.01.0323
Pateman, Carole (2002). Self-Ownership and Property in the Person: Democratization and a Tale of Two Concepts. The Journal of Political Philosophy, 10(1), 20-53. https://doi.org/10.1111/1467-9760.00141
Penchansky, María Celina (2021). Reflexiones en torno a la propiedad del cuerpo en clave feminista. Revista de Estudios de Género: La Ventana, 6(53), 111-146.
Phillips, Anne (2011). It’s my body and I’ll do what I like with it: bodies as objects and property. Political Theory, 39(6), 724-748. https://doi.org/10.1177/0090591711419322
Roldán, Diego (2010). Discursos alrededor del cuerpo, la máquina, la energía y la fatiga: hibridaciones culturales en la Argentina fin-de-siècle. História, Ciências, Saúde – Manguinhos, Rio de Janeiro, v. 17, n. 3, jul-set, 643-661. https://doi.org/10.1590/S0104-59702010000300005
Sadin, Eric (2022). La era del individuo tirano. El fin de un mundo común (Margarita Martínez, Trad.). Caja Negra.
Schmidt, Alfred (1976). El concepto de naturaleza en Marx (Julia Ferrari y Eduardo Prieto, Trad.). Siglo XXI.
Scott, Russell (1982). Le corps notre propriété. Balland.
Seman, Pablo y Viotti, Nicolás (2018). New age spirituality in argentina: cultural change and epistemological challenge. International journal of Latin American religions. 3(3), 1-19. https://doi.org/10.1007/s41603-018-0064-3
Sennett, Richard (2000). La corrosión del carácter: las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo (Daniel Najmías, Trad.). Anagrama.
Seré, Cecilia (2017). Propiedad del cuerpo: sujeto, derecho y trabajo. (Tesis doctoral. Programa Interdisciplinar en Ciencias Humanas. Universidad Federal de Santa Catarina). https://tede.ufsc.br/teses/PICH0182-T.pdf
Seré, Cecilia (2018). El cuerpo: producción y reproducción de una relación imaginaria. En: Raumar Rodríguez Giménez (Coord). Estudios sobre la educación del cuerpo: perspectivas y problemas (pp. 45-56). Ediciones Universitarias–Universidad de la República.
Seré, Cecilia (2024). La conformación de una sensibilidad neoliberal sobre el cuerpo: fragmentos de una mercantilización individual. Andamios. Revista de Investigación Social, 56, 247-278.
Shilling, Chris (2005). The body in culture, technology and society [El cuerpo en la cultura, la tecnología y la sociedad]. SAGE.
Sontag, Susan (1996). La enfermedad y sus metáforas (Mario Muchnik, Trad.). Taurus.
Sztulwark, Diego (2019). La ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político. Caja Negra.
Turner, Bryan (1989). El cuerpo y la sociedad. Exploraciones en teoría social (Eric Herrán Salvatti, Trad.). Fondo de Cultura Económica.
Vaz, Alexandre (1999). Treinar o corpo, dominar a natureza: notas para uma análise do esporte com base no treinamento corporal. Cadernos CEDES–Corpo e Educação, Campinas, 48, 89-108. https://doi.org/10.1590/S0101-32621999000100006
Vigarello, George (2005). Corregir el cuerpo. Historia de un poder pedagógico (Herber Cardoso, Trad.). Nueva visión.
Vigarello, George y Holt, Richard (2005) El cuerpo cultivado: gimnastas y deportistas en el siglo XIX. En Alain Corbin, Jean-Jaques Courtine y George Vigarello. Historia del cuerpo. Volumen 2: De la Revolución Francesa a la Gran Guerra (pp. 295-354) (Paloma Gómez, María José Hernández y Alicia Martorell, Trad.). Santillana.
Zamora, José Antonio (2013). Subjetivación del trabajo: dominación capitalista y sufrimiento. Constelaciones. Revista de Teoría Crítica, núm. 5, 151-169.
El trabajo forma parte de la actividad académica desarrollada en el Grupo de investigación Estudios sobre el cuerpo en el capitalismo contemporáneo que dirijo en la Universidad de la República (Uruguay). Agradezco a los/as evaluadores/as anónimos/as por los comentarios y observaciones realizadas a una versión anterior de este texto.↩︎
La configuración moderna de la propiedad del cuerpo fue objeto de análisis de mi tesis doctoral (Seré, 2017). El estudio se enfocó en comprender la potencia y los límites del dualismo cartesiano para la formulación del cuerpo como propiedad, análisis que se hizo prestando especial atención a las últimas producciones del autor de las Meditaciones y su correspondencia con la Reina Elizabeth. También fue objeto de esa investigación la formulación del individualismo posesivo (Macpherson, 2005), analizada a partir de autores de la tradición iusnaturalista, especialmente John Locke y Thomas Hobbes. Finalmente el estudio se enfocó en la tradición marxista y la mercancía fuerza de trabajo como forma paradigmática de la propiedad del cuerpo.↩︎
Nos referimos a commodities corporales como variables referidas al cuerpo a partir de las cuales es posible producir valor. Las commodities corporales son resultado de procesos económicos, culturales y subjetivos a través de los cuales se producen bienes referidos al cuerpo que pueden gestionarse con equivalencias a las de cualquier commodity. Esta expresión nos permite operar con cierta dialéctica respecto al cuerpo, configurado como una mercancía y a la vez como una materia prima, es decir, al mismo tiempo que posee valor y puede valorizarse, también produce valor.↩︎
La "crítica del valor" comenzó a tomar forma en Alemania a finales de los años 80, principalmente a través de la revista Krisis y los trabajos de su principal figura, Robert Kurz (1943-2012), quien tomó distancia del marxismo tradicional para enfocarse en el análisis del carácter fetichista de la sociedad capitalista, atendiendo a las categorías de valor, trabajo y mercancía. A principios de la década del 2000, Krisis experimentó una división, lo que llevó a la creación de la revista Exit! por parte de varios de sus referentes. Esta división también implicó una revisión del enfoque teórico de Exit!, influenciada significativamente por las ideas de Roswitha Scholz. Como resultado de esta transformación, la "crítica del valor" adoptó el nombre de "crítica de la escisión del valor" (Navarro, 2021).↩︎
La noción de naturaleza requiere una mención aparte, especialmente atendiendo las transformaciones que operan en el mundo moderno, en el que la naturaleza entra en los registros de la ciencia para ser objeto de conocimiento y de control. La conquista de la naturaleza inspirada en el principio de libertad moderna está en la base de las transformaciones de la naturaleza concebida como lugar de hostilidad y peligro a la percepción de esta como fuente de riqueza y abundancia. Es sustantiva la consideración del ser humano como no-natural aunque paradójicamente su cuerpo se mantiene como naturaleza interna a dominar. Para un tratamiento de este tema existe una profusa bibliografía. Inspiraron este trabajo especialmente las lecturas de Horkheimer y Adorno (2009), Schmidt (1976), Vaz (1999) y Gudynas (2010).↩︎
Desarrollé este asunto de forma preliminar en otro texto (Seré, 2018).↩︎
Para un tratamiento más profundo de estas tres operaciones, cf. Seré (2017).↩︎
La noción de “contrato psicológico” puede contribuir a comprender la dependencia y vulnerabilidad de los trabajadores, especialmente cuando el trabajo se organiza bajo formas posfordistas, tal como veremos en el próximo apartado. El contrato psicológico refiere a un tipo de contrato que no figura en la codificación jurídica de las relaciones salariales pero estructura las creencias y expectativas tácitas que ambas partes presuponen al establecer la relación. Está, a su vez, en la base de las desigualdades que operan en la relación asimétrica entre las partes (Nicoli y Paltrinieri, 2015).↩︎
El argumento de Locke y en general la tradición iusnaturalista que conforma lo que Macpherson (2005) llamó “individualismo posesivo” fueron fundamentales para esta incorporación de la propiedad.↩︎
La denominación, objeto de análisis de trabajos anteriores (Seré, 2017), mantiene sus solidaridades con la idea de ego patrocinante (Behares, 2014).↩︎
La economía es el método. El objetivo es cambiar el corazón y el alma.↩︎
Existen numerosos antecedentes sobre estas operaciones del capitalismo. Señalo algunas que han inspirado este trabajo, aunque no las únicas: Sztulwark (2019); Álvaro (2023); Ehrenberg (2021); Sadin (2020); Feher (2021); Illouz (2019), Cabanas (2019), Seman y Viotti (2018), Sennett (2000), Maiso (2016).↩︎
El uso del genérico masculino, por economía del lenguaje, no supone desconocer los condicionantes de género en relación al trabajo y el peso de las representaciones masculinas de “el trabajador”.↩︎
El término “extractivismo” ha sido utilizado de forma creciente a partir de 2010 y, no exento de críticas, ha servido para señalar los procesos de extracción de un tipo de recursos naturales, ya sea en altos volúmenes o en procesos de alta intensidad. Las actividades a las que hace referencia no son homogéneas y varían según los autores que lo enuncian. De forma más reciente, algunos usos han expandido su área de referencia para mencionar procesos de “extractivismo financiero” (Cavallero y Gago, 2019), “extractivismo urbano” (Massuh, 2014), "extractivismo epistémico" (Grosfoguel, 2016), “extractivismo ampliado” (Gago y Mezzadra, 2015) entre otros.↩︎
Este dominio sobre el cuerpo es presentado con especial claridad por Vaz (1999, p. 91): “O que temos de natureza em nós, nosso corpo, também é visto como algo perigoso e ofensivo pela civilização, devendo por isso mesmo ser dominado, domesticado, apaziguado. Não há senhorio sobre a natureza externa, sobre o espaço e sobre o tempo, se o que há de natural “dentro” de nós não for primeiro dominado. Ao tornar sua própria natureza, seu corpo em objeto de domínio, o ser humano torna-se sujeito, inaugurando uma relação que lhe será própria e determinante, de domínio do segundo em relação ao primeiro. Daí a idéia de que possuímos um corpo, e de que dele podemos dispor, equiparando-se em certo sentido à de que podemos possuir e dispor dos corpos de outros seres humanos ou dos animais.”↩︎
Rama de la psicología experimental que contribuyó a considerar el psiquismo humano como un factor de racionalización, medirlo y disciplinarlo para que contribuya a mejorar la organización productiva (Zamora, 2013).↩︎