RESEÑA REVIEW
Franklin Delano Roosevelt (2019). Discursos políticos del New Deal (Edición, traducción y estudio introductorio de José María Rosales). Madrid, MD: Tecnos. 272 páginas.
En pleno debate sobre qué significa ser liberal y qué no, la editorial Tecnos nos ofrece una colección de textos que ejemplifican una de las configuraciones clásicas de este modo de pensar en el siglo xx: una serie de discursos e intervenciones públicas de Franklin Delano Roosevelt en las que se justifican las particulares medidas adoptadas durante el comienzo de su mandato y que recibieron el nombre de New Deal. Así, el lector en lengua hispana puede acceder, en sus propios términos, a las justificaciones que un determinado liberalismo ofrece para hacer frente a un contexto de crisis económica generalizada.
Los veinte textos ofrecidos en traducción de José María Rosales se produjeron entre 1932 y 1936; es decir, con excepción del primero, todos fueron elaborados durante el primero de los cuatro mandatos de Roosevelt como presidente. El que abre la serie, por su parte, es aquel en el que aceptó ser candidato demócrata a la presidencia de la nación. No obstante, es preciso destacar el magnífico estudio preliminar que antecede a dichos discursos.
En las páginas introductorias, José María Rosales comienza destacando algo que no puede hoy obviarse: cómo la oratoria presidencial estadounidense es objeto de análisis académico. Así, el objetivo principal del estudio introductorio es evidenciar el talante comunicativo del presidente y cómo su liberalismo se incardina con determinados giros retóricos que conllevan un acercamiento hacia el público para confirmar la legitimidad obtenida en las urnas (a mi modo de ver, de la mano de un paternalismo pedagógico muy evidente, por ejemplo, en su primera charla junto a la chimenea, p. 47) a través de ciertas apelaciones emotivo-sensibleras (por ejemplo, en p. 55). Naturalmente, para que dicha cercanía no fuese estéril se convirtió en algo crucial la relación con la prensa y el manejo de los distintos canales con los que llegar a la ciudadanía. En este sentido, las “Charlas junto a la chimenea” resultan, desde su propio nombre, muy aclaradoras, y también el modo de encarar unas ruedas de prensa que, como bien se señala en el estudio preliminar, no dejaban de estar subrepticiamente guiadas por la imposición presidencial y no tanto por un mutuo acuerdo de colaboración entre el mandatario y los medios.
Y es que son discursos políticos -como bien evidencia el título del libro- lo que se ofrece aquí: se trata del modo que Roosevelt tuvo de presentar a la ciudadanía estadounidense la toma de medidas a veces difíciles de asimilar tanto en el plano económico (rescate a la banca y reintegración de la ciudadanía en el mercado laboral, ayudas a las granjas y potenciación del consumo interno, etc.), con cierta mediación keynesiana, como en lo relativo a la atribución a sí mismo de poderes allende el Congreso. En este segundo sentido, Rosales se asegura de evidenciar que la larga estancia de Roosevelt en su cargo presidencial se alejó de cualquier parecido con la tiranía tanto por el profundo convencimiento democrático del propio Roosevelt como, ante todo, por los contrapesos que tiene el poder presidencial según el diseño constitucional estadounidense. De este modo, lo que en el estudio introductorio se denominan órdenes ejecutivas (y que en nuestros términos llamaríamos gobierno por decreto) fueron siempre, pese al elevado número de ocasiones en que se produjeron incluso con mayoría absoluta demócrata en Congreso y Senado, algo en cierta medida justificado. En este sentido, ya en su primer discurso como presidente avanza el propio Roosevelt que pueden verse alteradas en ocasiones las cuotas habituales de poder entre el ejecutivo y el legislativo (y de forma muy clara solicitará una ampliación de sus poderes respecto a la banca en la conferencia de prensa del 8 de marzo de 1933, p. 36, que reconocerá en la ya mencionada primera charla junto a la chimenea, p. 49). Rosales destaca atinadamente la importancia de las órdenes ejecutivas relativas a la renovación del Tribunal Supremo que, precisamente, acabaría validando buena parte de dichas órdenes (muy especialmente desde 1937).
Así las cosas, la serie de discursos que esta recopilación ofrece comienzan con la aceptación de Roosevelt del cargo de candidato demócrata a la presidencia estadounidense. En dicho discurso queda manifiestamente claro su posicionamiento liberal y la propuesta de lo que será un plan con guiños al utilitarismo milliano clásico (búsqueda del mayor bien para el mayor número) a desarrollar en la forma de ese nuevo contrato (New Deal) que todo el mundo conoce. En esta línea aparece, ya desde 1932, su propuesta de eliminar estructuras estatales innecesarias para aligerar el gasto (pp. 128 ss.); y, en el plano comunicativo, encontramos un pretendido afán de publicidad que se considera a sí mismo como opuesto a la deshonestidad. De esta manera, la propuesta que ya como candidato formula se reduce, ante todo, a dos objetivos para el pueblo estadounidense: trabajo y seguridad. El resto de los discursos irán orientados a mostrar cómo lograr ambos polos atendiendo fundamentalmente a la política nacional y dejando de lado (salvo excepción que comentaré un poco más abajo) la política internacional en un contexto de auge de los totalitarismos de distinto signo en Europa: el Estado tendrá como única finalidad esencial la protección de los individuos, aunque para ello sea necesario un intervencionismo puntual evidente (y pretendidamente científico, p. 75) en el caso de la economía y el mercado laboral. De hecho, considera Roosevelt que una ayuda estatal a la empresa privada con las finalidades aquí expuestas en modo alguno puede tomarse como una interferencia en la libertad (p. 90), sino que es gastar dinero para, precisamente, ahorrar dinero (pp. 166 y 171). La retórica rooseveltiana, pues, construye un triángulo entre Estado, empresa y libertad cuyos límites no están plenamente claros aunque sus elementos estén bien integrados (al menos, en la teoría).
La clave del planteamiento rooseveltiano para revitalizar el comercio y proporcionar trabajo (en lugar de meras subvenciones que, salvo casos concretos, no dejan de ser un “narcótico,” p. 103) a todos aquellos que carecían de él es, como probablemente se sabe, doble. Por una parte, y como salida inmediata, se generará un inmenso caudal de obra y trabajo público (véase, por ejemplo, p. 87) regido por un plan en siete puntos (pp. 106-108); por otro lado, y de manera más sostenida en el tiempo -sin perder de vista la supervisión a la banca, etc.-, se desarrollará un intento por favorecer la contratación de trabajadores por parte de la empresa privada (p. 77); y todo ello junto a medidas como la abolición del trabajo infantil, leyes que mejoren las relaciones entre empleados y empleadores (p. 135) o el establecimiento de una seguridad social (en el sentido estadounidense del término, como bien se aclara en notas del editor) más eficiente (pp. 127 ss.). Estas propuestas, naturalmente, van de la mano de un ideal de igualdad entre los estadounidenses (p. 59) que -dicho sea de paso- el tiempo se ha encargado de desmentir, tal y como puede verse por ejemplo en el texto de Christopher Lasch La rebelión de las élites y la traición a la democracia. Asimismo, el planteamiento rooseveltiano se incardina en un planteamiento que comprende el progreso de tono meliorista y universalista (pp. 61-62); meliorismo y universalismo que, para autores como John Gray (1994, pp. 10-11), son propios del liberalismo clásico.
Ni que decir tiene que todo el planteamiento de Roosevelt se sostiene en un aspecto retóricamente bien presentado pero difícilmente controlable en la práctica, a saber: el derecho al beneficio disociado del afán desmedido de riquezas (p. 98-99). Se reconoce que algunos tienen más talento para el negocio, pero se apela a la honestidad como contrapeso a la avaricia. Juzguen el lector y el tiempo si tal apelación es pragmáticamente aceptable.
No quiero dejar sin comentar que la selección llevada a cabo por el editor incluye textos que explican -o autojustifican- la no intervención estadounidense en la Guerra Civil española. Dicha no-intervención responde a un intento de coherencia por parte de la propia propuesta rooseveltiana de ser un pretendido agente de la paz internacional (p. 111), con alusiones explícitas al caso español (pp. 179 ss.): solicita el presidente, en rueda de prensa del 29 de diciembre de 1936, que las empresas (fundamentalmente armamentísticas) no vendan munición a ninguno de los bandos a fin de mantener la coherencia con sus tesis generales y, de paso, por ofrecerse como un agente neutral en la contienda.
En definitiva, la colección de discursos ofrecidos por Tecnos resulta una herramienta interesante no solo para comprender los Estados Unidos de los años treinta (que también), sino muy especialmente como piedra de toque respecto a la realidad presente en que el liberalismo y la definición del mismo se hallan en disputa.
Referencias bibliográficas
Gray, John (1994). Liberalismo (María Teresa de Mucha, Trad.). Madrid, MD: Alianza.
Lasch, Christopher (1996). La rebelión de las élites y la traición a la democracia (María Teresa de Mucha, Trad.). Barcelona, CT: Paidós.
Rodolfo Gutiérrez Simón
Universidad Complutense de Madrid
rodolfo.gutierrez@ucm.es
https://orcid.org/0000-0001-9164-5813