RESEÑA REVIEW

Castillo, Alejandra (2019). Crónicas feministas en tiempos neoliberales. Santiago de Chile, Chile: Palinodia. 180 páginas.

“Una crónica tiene que ver con el tiempo. Con el tiempo que pasa y con el tiempo que queda anotado en brevísimos escritos” (2019, p. 11); con estas palabras Alejandra Castillo abre el prólogo de Crónicas feministas en tiempos neoliberales y nos ubica inmediatamente en su materia central: el tiempo y, para ser más precisa, nuestro tiempo. El tiempo de la escritura y el tiempo de la política. Es el tiempo encapsulado en breves líneas que se aglomeran ágil y astutamente para exponer, provocar, polemizar e incitar al debate. Responder a las interpelaciones que estos breves textos difuminan es tarea de la audiencia.

“¿Cómo intervenir críticamente en el contexto agudo de privatización de los medios de comunicación? ¿Cómo intervenir el tiempo presente cuando éste se narra desde las imágenes, desde las redes sociales?” (p. 12). Estas son las preguntas que movilizaron estas breves crónicas escritas entre inicios de 2014 y fines de 2018. Crónicas que fueron publicadas por entregas en el blog de Antígona feminista y en El desconcierto y que ahora se nos ofrecen en formato libro. Para esta ocasión, los textos fueron editados y organizados para una lectura diferente. En el libro, ellos no se ordenan secuencialmente, como lo quisiera la crónica convencional que se alinea con Cronos, sino que se agrupan por ejes de afinidad (seis en total), siempre desde una postura feminista. Es decir, sin dejar de exhibir los pactos patriarcales con los que se trama la política neoliberal, esta reagrupación trastoca el tiempo de la crónica, que es también el tiempo de la escritura. Esta versión nos ofrece un texto complejo en el que convergen la gubernamentalidad paterna, la democracia neoliberal, las ruinas de la universidad; al tiempo que expone la potencia de las estéticas corporales, la política de la literatura; sin dejar de manifestar sus posiciones frente a algunos feminismos. Veintinueve crónicas en total, más un prólogo de la misma autora.

La escritura. Los textos guardan de crónica lo que dicen de actualidad, del presente; pero que al intentar responder al ritmo de los tiempos, esto es, dispersarse por el espacio virtual, requieren precisar su forma: exigen dosis de brevedad y de concisión para enfrentar el vértigo de la interfaz. De ahí la redefinición de la crónica y del formato blog que las aloja inicialmente. De ahí también las intervenciones que Castillo realizara en diarios alternativos (como El desconcierto), pues no se trata de abandonarse a la supuesta anarquía del algoritmo, que aleatoriamente lo expande todo, lo expolia todo, lo ordena todo. La opción por un blog o un diario tiene su apuesta, porque lo que importa no es la exhibición, la autopromoción, ni la hipervisibilidad. Tampoco el escribir por escribir. Sabemos bien que por muy impersonal que parezca, por muy disponible que se ofrezca, incluso horizontal o democrática; la web rearticula y segmenta las relaciones de fuerzas, que en el orden del día son privadas y trabajan para los grandes conglomerados que son los que dictaminan el orden de la política hegemónica. La inferfaz no es neutra. Nos obliga, por tanto, a actuar en concordancia, a ser partisanos; pero no a la vieja usanza cuando se enfrentaban dos bandos, sino en el sentido de tener una postura clara, vehemente y crítica. Todo ello en un espacio donde hay poco margen de maniobra y donde la instantaneidad de la imagen es lo que cuenta.

El tiempo. La crónica, acosada por la aceleración del ritmo virtual, debe ser corta para su pronta deglución. Extensión, velocidad, concisión, sí, esas son las exigencias de la interfaz. No hay lugar para los detalles ni para la sucesión de hechos. Pero a Castillo tampoco el interesan los detalles ni los hechos, sino que va al grano, lanza los dardos (Véanse las cuatro crónicas reunidas en “Ruinas de la universidad”). Escucha el tiempo. Asiste el tiempo. Por eso, escribe oportunamente sobre el acoso sexual en la universidad, se posiciona públicamente a favor del aborto en medio de los debates parlamentarios o sobre el acuerdo de Unión Civil, para mencionar solo algunas situaciones que tocan estas crónicas.

Hoy, cuando la precarización viste los ropajes de la autogestión, todo entra en la lógica del cálculo, hasta los movimientos vitales más cotidianos: “la cocina es una pesadilla cuando trabajas en casa. La loza se acumula. Los trastos. Es lo que hacemos, ‘autogestionar’ la vida desde que la precarización se volvió irremediable. Comer parece una pérdida de tiempo, pero es lo básico para seguir operando” (Prado Bassi, 2018). Reparaba bien Eugenia Prado Bassi (2018) en texto publicado en El desconcierto, titulado “Noticias falsas: El tiempo nos parece simultáneo y la cabeza un hervidero." Ahí donde la precarización es tal, se calcula hasta el comer. Esto es inexorable y es involuntario, porque tiempo es lo que falta. Siempre falta. Se dilata y peligra la concentración, la productividad. Por eso nos habituamos a tener el computador encendido hasta altas horas de la noche, a responder correos a cualquier hora, a ver el whatsapp de tanto en tanto. Ese es el tiempo del neoliberalismo. Es el tiempo del agotamiento, de la ocupación perpetua. Lo sabemos, lo habitamos. Es el tiempo en el que la frontera entre la voluntad y autoexplotación se difumina. 24/7 disponible. Es ahí donde la pregunta de Castillo por cómo intervenir críticamente el presente cobra intensidad y urgencia. Intensidad en la medida en que lo que está en juego es la disputa por la producción de relatos. Urgencia porque de manera inédita nos enfrentamos a la producción y circulación de noticias falsas como modo de gobierno.

La política. ¿Qué política? La política de la escritura, de la crónica. Aquella que interviene espacios. Que opta por la grafía, allí donde se espera mera imagen. Aquella que incita a la polémica, sin concesiones. Que exhibe las tramas patriarcales, sus desdoblamientos y mascaradas. La que toma posición.

La Política. ¿Cuál política? La que se pliega al ritmo de los tiempos, la institucional, la corporativa. La que habla la lengua neoliberal. La que sabe de crecimiento, ganancia, negocios e inversión. La que promueve la igualdad de oportunidades, la equidad de género, donde género es sinónimo de mujeres, o del empoderamiento femenino que engarza con créditos. Porque la igualad a secas la pone en jaque. La igualdad, es “entendida como justicia redistributiva, transformación del orden androcéntrico y posibilidad cierta de participación e injerencia en lo político social," como bien lo indica la autora en “La literatura de la política feminista” (p. 124). La igualdad así entendida implica repensar el espacio de lo en-común y alojar en el centro la capacidad de acción de los sujetos. La igualdad de oportunidades, tal como la promueve la democracia corporativista, la disecciona, individualiza.

Esa política en a que el orden de la justica es invertido: “Es injusto que los pobres paguen la educación de los ricos," consignaba un eslogan de la última campaña presidencial de Sebastián Piñera, que buscaba convencer a sus votantes de que la gratuidad no podría entrar en su agenda. Y no solo no entraba, sino que no era deseable, por lo que habría que cancelarla. Pero la justicia, nos recuerda la autora, implica responsabilidad política y garantías institucionales.

Pero no, ni la justicia, ni la igualdad son los principios de esta política. Tampoco la democracia, que hace ya un buen tiempo se ha puesta al servicio del mercado y del interés privado, la democracia neoliberal reducida a una mera cifra –que es en lo que ha devenido el voto– y a merced de los inversionistas. La democracia neoliberal, así entendida, es uno de los nudos que Castillo viene trabajando hace un buen tiempo y al que dedica un espacio en Disensos feministas (2016).

El feminismo. Esa es la política que privilegia y que convoca a Castillo desde su primer libro, República masculina y la promesa igualitaria (2018). Pero entre sus diversas modulaciones me interesa insistir en dos gestos claves a los que la autora apela o en los que repara insistentemente. El primero lo toma del feminismo de Julieta Kirkwood. Porque ahí se erige otra forma de entender la política:

Kirkwood plantea un feminismo no tan interesado en el movimiento y no siempre descrito desde la palabra, un feminismo disidente cuyo mecanismo no será otro que el de la letra. Un feminismo del retraso de la letra. Un feminismo afirmado en el gesto moroso de leer y sobre-escribir la historia desde esquinas inesperadas (p. 160).

Este nuevo filón de la política nos permite salir de la encrucijada que nos impele a optar entre dos caminos hoy: la calle o las redes sociales. Quizá ambas, pero no las únicas. La relectura y la sobreescritura desde esquinas inesperadas es otra apertura. Otra política. No son excluyentes. Importa quién la invoca, en qué momento y para qué fines. De hecho, esta otra política se revela clave para pensar una educación feminista en la medida en la que busca leer y narrar de otra manera.

¿Qué implica leer de otra manera? Exhibir los dispositivos patriarcales, capitalistas y esencialistas que se alojan en las escrituras heredades, esto es, en el archivo. ¿Qué implica narrar de otro modo? Aquí comparece el tiempo otra vez, pues narrar de otra manera es vérselas con la noción de historia que legamos y esta, lo sabemos bien, es una historia manida, que ha instaurado una versión hegemónica a favor del orden patriarcal, que “de tanto ser contada va constituyendo cuerpos propios e impropios” (p. 38). ¿Cómo narrar de otro modo entonces? En “De la revuelta feminista, la historia y Julieta Kirkwood," texto que Castillo escribió para Mayo feminista. La rebelión contra el patriarcado, editado por Faride Zerán en 2018, su respuesta es radical. Si la historia es un “orden de visibilidad y de dominio” (p. 38), entonces reescribirla es una “operación feminista” como la inaugurada por Kirkwood en “Mujeres e historia," intervención recogida en Feminarios. Ello implica “volver explícito el orden masculino que organiza el relato histórico” (p. 38); en otras palabras, dejar de lado las técnicas de la incorporación de las mujeres en los términos establecidos por el orden dominante, el rescate de mujeres excepcionales y “el vértigo de la primera vez” (p. 38). Una escritura feminista de la historia no es necesariamente aquella que pide la vuelta al original, sino la que intersecta la cita y mira oblicuamente.

El segundo gesto de Castillo es el de reconocer las genealogías y las filiaciones del feminismo. Es lo que ella hace al trabajar con Martina Barros, Amanda Labarca, Elena Caffarena, Simone de Beauvoir, entre otras. Estas genealogías y filiaciones también son sometidas a relecturas que exhiben sus potencias y sus disensos. Disentir no es sinónimo de invalidar. Es mostrar los límites de todo pensamiento y postura, incluso de la propia, incluso la de algunos feminismos, como por ejemplo el feminismo de Silvia Federici o el de Nancy Fraser que la autora critica, y ello no significa cancelarlo, nada más lejano. En “Malentendido Federici," crónica recogida en el eje Posisiciones del libro que reseñamos, Castillo declara: “Estoy firmemente convencida que hacer frente al neoliberalismo implica, primero, asumir el feminismo como una política de lo múltiple que no puede dejar ningún lugar sin ser revolucionado. No existe el verdadero feminismo, este se prueba una y otra vez en luchas y resistencias situadas” (p. 164).

Si el neoliberalismo se aprovecha del consenso, entonces disentir, polemizar, debatir, son formas de esta política. De eso se trata la política con la que este libro busca intervenir la escena neoliberal.

Referencias bibliografía

Castillo, Alejandra (2005). República masculina y la promesa igualitaria. Santiago de Chile, Chile: Palinodia.

Castillo, Alejandra (2016). Disensos feministas. Santiago de Chile, Chile: Palinodia.

Castillo, Alejandra (2018). De la revuelta feminista, la historia y Julieta Kirkwood. En F. Zerán (Ed.), Mayo feminista. La rebelión contra el patriarcado (pp. 35-48). Santiago, Chile: Lom.

Prado Bassi, Eugenia (2018, 20 de agosto). Noticias falsas: El tiempo nos parece simultáneo y la cabeza un hervidero. El desconcierto. Recuperado de: https://www.eldesconcierto.cl/2019/08/20/noticias-falsas-el-tiempo-nos-parece-simultaneo-y-la-cabeza-un-hervidero/.

Mary Luz Estupiñán Serrano

Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, Chile

maryluzestupinan1@gmail.com