CON-TEXTOS KANTIANOS.

International Journal of Philosophy N.o 9, Junio 2019, pp. 252-273

ISSN: 2386-7655

Doi: 10.5281/zenodo.3253101


Conocimiento y donación entre Rickert y Heidegger Knowledge and Givenness between Rickert and Heidegger STEFANO CAZZANELLI

Universidad Francisco de Vitoria de Madrid, España


Resumen

En el presente artículo analizamos el problema de la donación en la filosofía neokantiana de Heinrich Rickert y la crítica que Martin Heidegger le dirigió desde el marco de la fenomenología. Gracias a un análisis previo de las estructuras fundamentales de la teoría del conocimiento de Rickert, intentaremos mostrar cómo la interpretación rickertiana de la donación permite captar algunos aspectos esenciales de las diferencias entre Kant y la filosofía transcendental de los valores. Finalmente, mostraremos cómo Heidegger critica la reducción de la donación a una categoría teorética por un lado y extiende su ámbito de aplicación al horizonte preteorético por el otro.


Palabras clave

Rickert, Heidegger, donación, neokantismo, fenomenología.


Abstract

In this paper we will analyze the problem of givenness in Heinrich Rickert’s Neo-Kantian philosophy and the critique Martin Heidegger aimed at it from the phenomenological framework.

Thanks to a previous analysis of the basic structures of Rickert’s theory of knowledge, our intention is to show how his interpretation of givenness allows to capture some essential features of the difference between Kant and the transcendental philosophy of values. Lastly, we will show how Heidegger, on the one hand criticizes the reduction of givenness to a theoretical category and, on the other hand, widens its scope to the pre-theoretical horizon.


Keywords

Rickert, Heidegger, Givenness, Neo-Kantism, Phenomenology



El realismo crítico y las ciencias empíricas ven en los datos sensoriales, en los datos perceptivos, algo originario, el punto cero del que tiene que partir el análisis tanto del objeto que se quiere conocer como del conocimiento mismo de este objeto. Al contrario – como acabamos de ver–, para Rickert, los datos sensoriales no son de por sí un punto de partida, sino el punto de llegada de una articulación transcendental entre materia y forma. En cierto sentido, el neokantiano está inscribiendo las ciencias y el realismo filosófico en la misma ingenuidad de la que estos pretenden sustraerse cuando consideran como origen de sus investigaciones los datos sensoriales y no los objetos del mundo exterior. Creer que las percepciones son algo inmediatamente dado es todavía un planteamiento ingenuo precrítico:


Lo dado es lo que se experimenta inmediatamente y la experiencia es lo que toda ciencia de la experiencia tiene que presuponer en la medida en que quiere ser ciencia de la experiencia. Nosotros, sin embargo, no podemos aceptar lo que se da (das Tatsächliche oder Gegebene) como algo último desde el punto de vista teorético cognoscitivo. Nosotros intentamos remontarnos detrás de la experiencia y hacer de esta un problema (p. 376).


El hecho de que Rickert no acepte el darse de los datos sensoriales como un punto de partida filosófico adecuado le acerca evidentemente a Heidegger.11 En este sentido, se puede entender que en el curso del semestre de invierno de 1919-1920 Heidegger celebre la categoría de la donación de Rickert como un paso hacia delante en la comprensión de la actitud teorética. Ella, de hecho, perfora el horizonte de las ciencias empíricas –y del realismo crítico–, introduciendo a una capa más originaria, más cercana a la vida preteorética aunque, como en breve veremos, permaneciendo todavía embaucada en la actitud teorética. Afirma Heidegger: “Problema de la donación: 1) una donación que en cierto sentido se origina por el trabajo de las ciencias; 2) una donación que, según su sentido, está necesariamente dada previamente a ese trabajo y a su posible acción. – (La categoría rickertiana de donación)” (Heidegger 1993, p. 71). Que esta identificación entre categoría de la donación rickertiana y predonación apunte hacia la vida histórica –aunque no la alcance–, es cuanto el propio Heidegger reconoció a Rickert en una misiva redactada el día en que terminó el curso del que estamos hablando y al que hace referencia con estas


11 Para un cuadro general acerca de la relación entre Rickert y Heidegger véase Hobe 1971. Respecto de la relación entre Heidegger y el neokantismo, con referencias interesantes al problema de la donación, véase Carman 2010, Denker 2004, Lehmann 1964 y Steinmann 2004.

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palabras: “He intentado alcanzar la misma vida histórica viviente, es decir, la experiencia fáctica del mundo-ambiente cuya aclaración fenomenológica ha extendido y confirmado lo que usted ha puesto de manifiesto, para una actitud específicamente teorético-cognoscitiva (erkenntnistheoretische Einstellung), en la categoría de donación” (Heidegger-Rickert 2002, p. 48). Lo que Rickert elaboró para la teoría del conocimiento, es decir, en un horizonte teorético, fue “extendido y confirmado” por Heidegger en el horizonte preteorético de la vida misma.

Intentemos aclarar el sentido de esta extensión y confirmación. Lo que Heidegger aprecia de la categoría de la donación rickertiana es que desvela una estructura previa de lo que inmediatamente se nos da. El problema de Heidegger en estos años es la comprensión de la vida fáctica, la cual se caracteriza de manera esencial por un entramado de presupuestos y prejuicios debido a su radical historicidad. La vida no se nos da de manera inmediata y tampoco se nos da de una vez por todas, sino que tiene que ser constantemente llevada a donación, recuperada de su tendencia a esconderse. Esto significa que la vida se ofrece de manera inmediata ocultándose y que, para comprenderla en su originariedad, es necesario destruir los estratos que velan su auténtica donación. Desde el punto de vista fenomenológico hay que evitar la identificación entre donación y visión inmediata (la evidencia y la donación ingenuamente entendidas) y esto implica que lo que inmediatamente vemos no es lo que se nos da inmediatamente: lo inmediato no es el dato – y menos aún los datos sensoriales– sino algo previo que Heidegger identifica con la significatividad preteorética. Afirma Heidegger: “Lo fenomenológicamente visible no debe ser interpretado como lo fenomenológicamente dado […] No debo asombrarme de no ver la significatividad no destacada. Es preciso distinguir de lo fenomenológicamente visible aquello que, si bien es necesario según el sentido, no está destacado y, por ende, no es visible” (Heidegger 1993, p. 218). Estas palabras, además de aclarar la diferencia entre donación y visión, son muy útiles en la medida en que vuelven a centrar el problema de la fenomenología en la cuestión del sentido que –en nuestra opinión– es la clave de lo transcendental.

Los datos sensoriales de las ciencias empíricas y del realismo crítico son quizá lo que se ve inmediatamente, una vez se asume la actitud teorética, pero no son lo originario desde el punto de vista de una teoría del conocimiento –como demuestra la categoría de la donación de Rickert– y menos aún desde el punto de vista del origen del significado de los fenómenos. Esto significa que están doblemente alejados del origen por estar inscritos en un horizonte teorético y por no ser lo originario en este mismo horizonte. Por otra parte, tampoco inscribiéndonos en el horizonte preteorético se puede asumir lo que se ve como el dato fenomenológicamente originario. Esta sería una nueva forma de ingenuidad, ya que la inmersión en la esfera de las vivencias no es –una vez más– un punto de llegada, sino el punto de arranque de todos los problemas auténticamente fenomenológicos: “Solo ahora empiezan las dificultades fundamentales. Esta situación no es una arribada salvífica sino más bien el punto de embarque” (Heidegger 1994, p. 37). Las vivencias que intuimos, que inmediatamente vemos y vivimos, deben ser comprendidas, interpretadas, es decir,


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llevadas a donación, a aquella donación que solo ahora asume el significado de lo inmediatamente originario desde el punto de vista del origen del sentido de la vida fáctica. Por esta razón, Heidegger afirma que el ámbito del origen no nos es dado en la vida en sí:


El ámbito del origen no nos es dado. No sabemos nada de él desde la vida práctica. Nos es lejano, y debemos acercárnoslo metódicamente. Así pues: 1) El ámbito del origen, el campo de objetos de la fenomenología, no es dado en la vida en sí. 2) […] Por esencia, el ámbito del origen nunca es dado en la vida en sí. Siempre tiene que volver a ser captado (Heidegger 1993, p. 203).


Esta digresión acerca de la donación en Heidegger es necesaria para comprender la crítica de este a Rickert, pero sobre todo para la apreciación de la categoría de la donación que antes hemos citado. Ahora, de hecho, podemos comprender que “extender y confirmar” la categoría de la donación rickertiana significa, para Heidegger, trasladar su ámbito de aplicación de la esfera teorética a la preteorética. Así como en el horizonte teorético la categoría de la donación desvela una estructura previa en los datos perceptivos demostrando que estos tienen que ser interpretados como el resultado de una síntesis entre un contenido y una forma categorial, del mismo modo Heidegger encontrará en las vivencias preteoréticas inmediatamente dadas una estructura previa que es necesario interpretar y llevar a donación si se quiere comprender el sentido propio de estas vivencias. En otras palabras, la categoría de la donación rickertiana tiene el gran mérito de remontarse a lo originario en la esfera teorética, superando como no originarios los datos sensoriales. Heidegger, por analogía, hará lo mismo en la esfera preteorética: supera las vivencias inmediatas para remontarse a su estructura previa. Evidentemente, el límite de Rickert consiste, para Heidegger, en su limitación a la esfera teorética y en no percatarse de que el origen de lo teorético se encuentra en la vida fáctica preteorética.

Este confinamiento en lo teorético tiene en Rickert una doble reducción. Por un lado, el material que viene ordenado por la categoría de donación se reduce a una materia irracional completamente indeterminada y, por otro, la experiencia es reducida y absorbida íntegramente en el pensamiento. En otras palabras, de las vivencias preteoréticas no podemos afirmar nada: podemos comprender nuestro estar inmediato en el mundo solo en la medida en que las categorías –y en primer lugar la categoría de donación o la categoría del ser– visten su esencial irracionalidad: “Este azul y este rojo permanecen a todas luces indeducibles […]. Solo a continuación yo reflexiono que este azul y este rojo los reconozco como efectivos o los juzgo como dados, es decir, atribuyo al contenido la forma de la donación o de la efectividad” (Rickert 1915, p. 377). Para Rickert no hay experiencias puras porque no hay experiencia sin pensamiento. En este sentido, la percepción, como hemos visto, es ya un juicio: percibir es juzgar.

Esta traducción de la experiencia en el juicio, esta extensión del dominio de las categorías hasta el estrato perceptivo, este destierro de todo horizonte precategorial en lo irracional, no podía dejar indiferente a Heidegger que, al contrario, hacía del horizonte preteorético el manantial de toda actitud teorético-categorial y la cuna misma de la filosofía. Toda actividad categorial necesita, para Heidegger, de un terreno previo de

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experiencia concreta en el que insertarse y desde el cual empezar a operar. Este terreno previo es, a su vez, el fruto de una primera elaboración de la vida fáctica la cual, sin embargo, no es la patria de lo irracional. De manera esquemática, los pasos que siguen las ciencias –y también las teorías del conocimiento– son los siguientes: 1) experiencia fáctica del mundo; 2) elaboración del terreno de experiencia (Erfahrungsboden); 3) elaboración del campo temático (Sachgebiet). Para Heidegger, cada ciencia es una lógica concreta de un campo temático determinado fruto de la elaboración progresiva de la experiencia fáctica del mundo. Dicha elaboración consiste en la desvitalización de la vida preteorética, es decir, en la interrupción y consecuente eliminación del plexo de nexos significativos vitales (tendencias y motivaciones) que constituyen lo que en estos años Heidegger define

–citando a Stefan George– como el “tapiz de la vida”.

La teoría del conocimiento de Rickert sería por tanto la lógica concreta de un campo temático fruto de la completa eliminación de la significatividad originaria de la vida, de lo que inmediatamente encontramos en el mundo para traducirlo en meros contenidos inmanentes a la conciencia; estos son ordenados y racionalizados en virtud de categorías que valen y, en último término, de la referencia a valores transcendentes. Para dar cuenta de nuestra experiencia de la realidad, las teorías del conocimiento reducen toda significatividad a meros datos, sean estos sensoriales o contenidos de conciencia. En ambos casos, asistimos a lo que Heidegger llama una sovietización (Heidegger 1993, p.

125) de los fragmentos de significatividad que encontramos en la vida fáctica.

La lógica concreta de Rickert traduce la significatividad en el correlato de una valoración, en un reconocimiento de un valor. Hace esto porque, siguiendo la enseñanza de Windelband, considera la verdad como una norma, un valor, y el conocer, por tanto, como una actividad práctica de reconocimiento de una norma. Por esta razón, todo juicio es siempre un tomar posición (afirmar o negar) frente a un valor reconocido. Juzgando que esta botella es azul experimento un sentimiento de placer fruto del apaciguamiento de mi impulso hacia el conocimiento. Este sentimiento, como el que se ha descrito antes, es la evidencia, la cual me impide juzgar de manera arbitraria. El valor de la verdad se me impone como una necesidad (Sollen), como un imperativo que me insta a juzgar de una manera determinada.

Rickert traslada el origen del significado de la vida fáctica a la esfera transcendente de los valores: en último término, el significarme de algo depende del carácter de valor de la verdad. Y esto vale para todos los juicios, no solo para los estéticos o los morales, sino también para los juicios sobre la realidad: un juicio es verdadero no porque las cosas sean tal y como las presenta el juicio, sino porque el valor transcendente de la verdad me obliga a juzgarlas de esta manera. La realidad, por tanto, se convierte en una especie de la verdad y la verdad es un tipo de valor transcendente. Aquí se pone de manifiesto cómo Rickert, en virtud de una radicalización del principio de inmanencia, ha puesto completamente entre paréntesis la experiencia del mundo concreto, asignando todo el peso de la demostración de la verdad de los juicios a los valores transcendentes.



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Ahora bien, ¿qué significa que la verdad sea un valor? ¿Rickert consigue demostrar este punto clave de la filosofía de los valores? Según Heidegger, la respuesta está clara:


fijamos nuestra atención en estos dos puntos: 1) ¿Rickert ha demostrado el carácter de valor de la verdad? 2) Si lo ha demostrado, ¿significa esto que la lógica es una teoría de los valores y la filosofía es esencialmente ciencia de los valores? Rickert no ha mostrado ninguno de estos dos puntos y esto porque nunca ha visto como tal el problema del valor en general. ¡¡¡He aquí el sentido último de la filosofía de los valores!!! (Heidegger 1999, p. 193).12


Tras esta aclaración acerca del rol de los valores transcendentes en la filosofía de Rickert, recuperamos ahora el problema de la donación. Hemos visto cómo, para Rickert, la donación es fundamentalmente un asunto propio del juicio, una síntesis entre un contenido de conciencia y una forma categorial. Según Heidegger, Rickert elimina de esta manera toda la vertiente precategorial del problema de la donación, es decir, el darse significativo de algo en nuestro estar inmediato en el mundo. Esto resulta evidente no solo por su interpretación de la donación como categoría sino también porque de lo que esta categoría informa no deja de ser, en último término, una mera sensación, una impresión sensible. La significación, por tanto, no solo es el correlato de una referencia a un valor transcendente, sino que su significado está completamente desvitalizado en mera sensación:


Rickert confunde “impresión sensible percibida”, “constatar un contenido de conciencia como dado” y experiencia fáctica trascendente (en ella no se constata ninguna impresión sensible). Esto se debe a que la problemática es transpuesta sin más a una esfera ficticia. Se construye un concepto de experiencia pura –que pertenece a una esfera totalmente distinta que la experiencia fáctica del mundo circundante […]– y se descubre en ella un contenido, sin problematizar en ningún momento su correlato vivencial, y no se problematiza porque se ha compuesto un concepto de conciencia en general que es pura construcción […] Aquello de lo que se tiene experiencia en la experiencia fáctica es transformado en algo encontrado inmanentemente –mediante una falsa absolutización del principio de inmanencia (Heidegger 1993, p. 135).13


Para Rickert, el momento cognoscitivo equivale al momento judicativo y lo que precede a este no comprende nada, no aferra nada, no da nada. Pensar de forma diferente,


12 En el semestre de invierno de 1919-1920, Heidegger corrobora la misma tesis: “¿Por qué es un valor la verdad? La filosofía de los valores, la filosofía axiológica en cuanto ciencia de los valores universales no ofrece respuesta alguna sobre esto, y menos todavía sobre lo que significa valor cómo puedo tener experiencia de valores y saber de ellos” (Heidegger 1993, p. 73).

13 Por completitud citamos esta misma frase de Heidegger tal y como la recogió Oscar Becker en sus apuntes: “Rickert mienta el sentido del juicio de que se constatan determinadas efectividades en el mundo fáctico; pero confunde este sentido con el de un juicio sobre un contenido de conciencia. Confunde el color de la pared (transcendente) con una sensación de color (inmanente). Rickert, bajo la influencia de Lask, reconoce algo último, irracional; pero plantea el problema solo para la donación de algo inmanente, de un contenido de conciencia. No se retiene el sentido de la experiencia fáctica, sino que se ocupa de datos sensibles” (p. 226).

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es decir, conjeturando por ejemplo una intuición donadora capaz de captar cognoscitivamente la vinculación primigenia entre materia y forma, es decir, el dato, es para él una mistificación, un ver ultrateorético de corte místico, digno de Angelus Silesius (Rickert 1915, pp. 291-292).

Heidegger, criticando a Rickert, recuperará el ámbito de la intuición, es decir, el darse originario del aparecer, como un ámbito cognoscitivo. Lo hará remitiéndose al principio de todos los principios de Husserl. Sin embargo, trasladando la categoría de la donación de Rickert de la esfera teorética a la preteorética, se dará cuenta de la necesidad de transformar hermenéuticamente la propia intuición fenomenológica: el acceso a las vivencias no es, como para Husserl, un acceso inmediato, sino que, analógicamente a lo que dijo Rickert para el ámbito teorético, presenta una estructura previa que, para comprenderse, necesita ser interpretada y llevada a donación. Igual que para el neokantiano el objeto perceptivo inmediato esconde una estructura categorial previa (la categoría de la donación), del mismo modo para Heidegger nuestro estar inmediato en el mundo esconde una estructura precategorial que pre-determina el significado de aquello que, inmediata y regularmente, se nos da.


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