Estudio
histórico-genético de la diferencia sexual y el sexismo en el pensamiento de
Immanuel Kant
Con un breve
epílogo: El rol de las mujeres en la historia universal[1]
Historical-genetic Study of Immanuel Kant´s Sexual Difference
and Sexism Thought
With a brief Epilogue: On the Role of Women in
Universal History
Natalia Andrea Lerussi·
Universidad de Buenos Aires/ CONICET, Argentina
Resumen
En el
presente artículo me propongo estudiar la diferencia sexual y el sexismo en el
pensamiento de Immanuel Kant desde un punto de vista histórico-genético y
también, la relación que existe entre la tesis de la diferencia sexual y su
concepción de historia universal. Defiendo una tesis principal, aunque al final
añado, a modo de epílogo y sólo de manera esquemática, una tesis secundaria.
Según la tesis principal Kant cambió la concepción que tenía de la diferencia
sexual y el sexismo entre la década de 1760 y 1770, posición que se estabiliza en
líneas generales hasta el final de su vida (o, más precisamente, hasta 1798,
cuando publica su Antropología en un sentido pragmático). El resultado
es que el sexismo de Kant se agudiza entre la década de 1760 y 1770 cuando se
estabiliza y, por lo tanto, que en el período de madurez el filósofo es más
sexista que en su juventud. La tesis secundaria -por ahora, más un mapa de
orientación para una investigación futura que un resultado definitivo- es que
conviven de manera coherente en el pensamiento de Kant, al menos a partir de
1775/6, una concepción universal de la historia y la tesis de la diferencia
sexual.
Palabras
clave
KANT; DIFERENCIA
SEXUAL; SEXISMO; FEMINISMO; HISTORIA UNIVERSAL
Abstract
In the present paper I study Kant´s thought on sexual
difference and sexism from an historical-genetic point of view, but also the relationship
between the “sexual difference” position and Kant´s universal history. I defend
a main thesis, but I add at the end, a secondary thesis, as a schematic
epilogue. According to the main thesis, Kant changed his conception of sexual
difference and sexism between the 1760s and 1770s, position that in general
stabilized until the end of his life (or, more precisely, until 1798 when he
published the Anthropology from a Pragmatic point of View). The result
is that Kant´s sexism becomes acuter between 1760 and 1770 when it stabilizes
and thus that during the period of maturity Kant was more sexist than in his
youth. The secondary thesis, although is now more an orientation map where to
look for in the future than a definitive result, is that Kant´s universal
conception of history coexists coherently, at least since 1775/6, with Kant´s
sexual difference thesis.
Keywords
KANT; SEXUAL DIFFERENCE; SEXISM; FEMINISM; UNIVERSAL HISTORY
Introducción
En el presente trabajo ofrecemos un estudio
histórico-genético de la concepción que Immanuel Kant tenía de la diferencia
sexual, esto es, la idea de que la especie humana se divide en dos sexos
distintos, y del sexismo según el cual hay una jerarquía entre los sexos por el
cual uno (el sexo de las mujeres) debe estar subordinado al otro (el de los
varones) en algunos (a lo que llamo, sexismo “blando”) o en todos los ámbitos
(a lo que llamo, sexismo “fuerte”).[2]
Además, ofrecemos en el Epílogo una reflexión sobre el vínculo entre la defensa
simultánea por parte de Kant de las ideas de una diferencia sexual y de
historia universal.[3]
Que existe una diferencia que divide al género humano
en dos tipos o sexos (la terminología actual refiere a los “sexos” en los
términos de “géneros”) es una premisa que Kant asume e incluso justifica en su
pensamiento temprano y tardío (GSE, AA 02: 228; Anth, AA 07: 303). Gracias a
esta diferencia se logra la “mayor unidad del vínculo social” (V-Anth/Fried, AA
25: 702; V-Anth/Pillau, AA 25: 836, V-Anth/Menschenkunde, AA 25: 1188; Anth
Dohna: 319, ed. Kowalewski: 334; Anth, AA 7: 303).[4]
Esta diferencia es tematizada por Kant como la “cuestión de las mujeres” (Frauenzimmer),
puesto que las mujeres y no los varones (cuya identidad se confunde con el
universal “hombre”), son los seres humanos cuya sexualidad debe ser estudiada y
clarificada (por ejemplo, GSE, AA 02: 229, V-Anth/Fried., AA 25: 698;
V-Anth/Menschenkunde, AA 25: 1189; Anthropologie Dohna: 317/320, ed.
Kowalewski: 332/5; Anth, AA 07: 303/4).
Dado que, para que la unión de los dos sexos sea
perfecta es necesario que uno de ellos tenga lo que al otro le falta
(V-Anth/Collins, AA 25: 234; V-Anth/Parow, AA 25: 453; V-Anth/Fried, AA 25:
702; V-Anth/Mron, AA 25: 1393),[5]
esta diferencia expresa una oposición. Toda cualidad que se afirma de un sexo
en su calidad de tal no se encuentra en el otro en tanto que tal, sino que más
bien es expresada por una contraparte (GSE, AA 02: 242, V-Anth/Collins, AA 25:
235; V-Anth/Fried, AA 25: 697, 702, 707; Anthropologie Dohna: 317, ed.
Kowalewski: 333; Anth, AA 07: 307/8).
Por lo tanto, todas las características que tengan las mujeres en tanto
que mujeres (es decir, no en tanto seres humanos en general) no se encuentran
en los varones y son paralelas a características opuesta a las de los varones,
en su calidad de varones. Así, por ejemplo, si se dice que las mujeres son
cobardes o temerosas, por la lógica de esta diferencia que expresa opuestos,
los hombres no deberían serlo; por el contrario, deberían ser, valientes y
temerarios.[6] Así,
de hecho, califica Kant a hombres y mujeres y tanto Pauline Kleingeld (1993,
pp. 136; 2019) como Charlotte Sabourin (2021, pp. 247ss) y Genevive Lloyd
(1981: 67) han sacado conclusiones interesantes respecto a las consecuencias
que esto tiene en la concepción kantiana del papel de las mujeres en la
ilustración y el Estado.[7]
A lo largo de su vida Kant vinculó cualidades superiores y activas con el sexo
masculino, y cualidades pasivas y/o inferiores, con las mujeres, por lo cual
ellas debían estar subordinadas a aquéllos en algunos o todos
ámbitos. Así, Kant siempre defendió una posición que reconocemos como “sexista”,
aunque, como veremos, de mayor o menor grado.
Muchas investigaciones se han ocupado de estudiar la
cuestión de las mujeres en la obra de Kant.[8]
Se basan en obras publicadas donde Kant se ocupa expresamente del tema, sea el
texto temprano Sobre lo bello y lo sublime, de 1764 o de textos tardíos,
la primera parte de la Metafísica de las costumbres, esto es, la
“Doctrina del derecho” de 1797 y/o la Antropología en sentido pragmático
(Antropología) de 1798. Ahora, estas investigaciones o bien niegan
expresamente que hay un desarrollo o cambio de posición de las tesis expuestas
en estas fuentes o bien asumen tácitamente que tal cambio no existe.[9] Pues bien, en el presente artículo se pone a
la luz que hay cambios de posición manifiestos en el pensamiento de Kant sobre
las mujeres a lo largo de esos años. Tomaremos como fuentes los textos
publicados mencionados y también los manuscritos de sus Lecciones de
antropología que Kant comienza a dictar en 1772/3 hasta las Lecciones de
1791/92, donde los registros del presente tema son recurrentes.[10]
Para mostrar estos cambios de posición voy a tomar cuatro ejes: 1) la
característica central de las mujeres; 2) algunas características de la
moralidad de las mujeres conectadas, a partir de un momento, con su rol en el
juego sexual; 3) las relaciones de poder dentro del matrimonio; 4) el rol
histórico-social de las mujeres. He tomado estos cuatro ejes -que no son
exhaustivos sobre lo que Kant pensaba sobre las mujeres, sino sólo
ilustrativos- porque permiten sacar conclusiones interesantes sobre la tesis que
quiero mostrar: que hay cambios manifiestos en la concepción que Kant tenía de
las mujeres a lo largo de su vida, específicamente entre la década de los 60s´
y de los 70s´, cuando se estabiliza, más aún, que dicho cambio implica una
agudización de su posición sexista.[11]
Que hay una diferencia sexual, que esa diferencia
sexual sea marcada como el sexo de las mujeres, que dicha diferencia constituya
una oposición o contraste que expresa una jerarquía, el sexismo, en la que el
sexo masculino se encuentra por encima del sexo femenino y por la cual éste
está subordinado al primero son ideas que recorren todo su pensamiento. Ahora,
lo que cambia es la apreciación sobre las características principales y la
moralidad de las mujeres, sobre si las mujeres, por sus características,
constituyen una diferencia que las subordina a los varones en algunos
ámbitos, pero no en todos, por ejemplo, no en el matrimonio, a lo que llamo
“sexismo blando”, o si son inferiores y deben estar subordinadas a los varones
en todos los ámbitos, incluso en el matrimonio, a lo que llamo “sexismo
fuerte”. Y también cambia su pensamiento sobre las mujeres cuando incorpora la
idea de que ellas tienen un rol en el desarrollo histórico-social. En 1764 el
sexismo de Kant es “blando”. Si bien parece asumir que las mujeres no deben
participar activamente en el espacio político y las ciencias y que, por lo
tanto, ellas deben subordinarse a los varones en esos espacios,[12]
una idea que será constante en los años posteriores también,[13]
por ejemplo, en la vida matrimonial ellas no quedan subordinadas a ellos, sino
que Kant defiende un principio de co-gobierno regido por dos principios
diferentes, sexualmente marcados. Esta idea es abandona a la mitad de los 70´s
y hasta la Antropología publicada a finales de los 90´s Kant defiende en
líneas generales otra posición. Desde entonces sostiene que, mientras en el
matrimonio los esposos gobiernan bajo leyes, las esposas comandan
despóticamente o según su capricho. No hay, por lo tanto, un “doble gobierno”
en el interior del matrimonio, sino un gobierno masculino y un despotismo
femenino. Así, a partir de la década de los 70´s Kant asume lo que llamo
“sexismo fuerte” por el cual en ningún ámbito (ni siquiera en el matrimonio)
rige la igualdad, sino que en todos los ámbitos debe haber una subordinación de
las mujeres respecto a los varones. Como veremos estos cambios de ideas según
las relaciones de poder dentro del matrimonio son paralelos a otros cambios de
posición en los ejes restantes. Esto evidencia que el sexismo de Kant se
endurece a medida que madura su pensamiento filosófico.[14]
El presente trabajo está
organizado en dos secciones. La sección I está dividida, a la vez, en tres
parágrafos que se ocupan, cronológicamente, del pensamiento de Kant sobre las
mujeres en los ejes propuestos: así, en el parágrafo 1) estudiaremos el texto,
de 1764, Sobre lo bello y lo sublime; en el parágrafo 2) analizaremos
las Lecciones de antropología que registran el tema propuesto, esto es, desde
1772/3 hasta comienzo de los 90´s; y, en el parágrafo 3) estudiaremos la
presencia de los ejes indicados en las dos obras publicadas en 1797 y 1798,
correspondientemente, la “Doctrina del derecho” y la Antropología en sentido
pragmático. Con esto a la vista podremos sacar algunas conclusiones sobre
las variaciones que sufre el pensamiento de Kant sobre las mujeres a lo largo
de las décadas y que ilustraremos en un cuadro comparativo al final de la
sección I. En la sección II o Epílogo voy a detenerme, aunque
más no sea esquemáticamente, en mostrar cómo el rol que tienen las mujeres en
el desarrollo histórico-social, de manera clara a partir de mediados de los
70´s, se integra en la visión de la historia universal tal y como Kant la
expone en un pasaje central de Probable inicio de la historia humana.
Propondremos allí una lectura que permite componer de manera coherente las
ideas de la “diferencia sexual” y la “historia universal” en el pensamiento de
Kant sin por ello subordinar una idea bajo la otra. Sugiero allí allanar un
camino para una interpretación alternativa al de otras líneas de lectura que
defienden que hay una contradicción entre el universalismo (entendido como
igualitarismo) de Kant y su concepción de las mujeres (Roldan Panadero 2013;
Kleingeld 1993), o que defiende que no hay contradicción, pero al precio de
subordinar o bien su concepción de las mujeres bajo el universalismo (Hay 2013;
Mikkola 2011; Varden 2020; Nagl-Docekal 1997; Mosser 1999; Baron 1997) o bien
el universalismo bajo su concepción de las mujeres (Lloyd 1981; Grimshaw 1986;
Schott 1988; Sedwig 1997).
SECCIÓN I
1) Sobre
lo bello y lo sublime (1764)
Sobre lo bello y lo
sublime
reelabora los dos conceptos centrales de la estética de mediados del siglo
XVIII. En la tercera sección “De la diferencia de lo sublime y lo bello en la
interrelación de los dos sexos” se ocupa de vincular la teoría estética con la
teoría de los sexos que comenzaba a ser un motivo de preocupación de la
intelectualidad europea.
La característica principal bajo la que se comprende a
las mujeres en este opúsculo es la “belleza”. Las mujeres son consideradas el
“bello sexo” no sólo ni principalmente porque son bellas, sino porque todas sus
perfecciones e inclinaciones se dirigen y deben dirigirse, a través de la
educación, hacia lo bello. La belleza, y no la obligación, es el fundamento de
la acción de las mujeres (GSE, AA 02: 228, 232).[15]
El peor reproche que puede hacerse a ellas (Kant no se refiere a la moral
objetiva, sino a lo que “hiere más”) no es el de ser impúdicas, como a veces se
cree, sino repugnantes o feas (GSE, AA 02: 232).[16]
El pudor o vergüenza [Schamhaftigkeit] que, admite, se refiere especialmente,
aunque no, de manera exclusiva, al bello sexo (GSE, AA 02 234), es una
consecuencia y no la causa de la tendencia a querer gustar.
Respecto a su moralidad, Kant considera que las
mujeres tienen un “carácter virtuoso y son dueñas de sí misma desde muy
temprano” (GSE, AA 02: 229), tienen “empatía, bondad natural y compasión” y
prefieren lo bello a lo útil (GSE, AA 02: 232), son limpias y delicadas, les
gusta la alegría y tienen buen humor (GSE, AA 02: 229). Entre las cualidades se
destaca la modestia [Bescheidenheit] (GSE, AA 02: 235), una “noble
sencillez que acompaña todas las acciones”. El bello defecto de las mujeres es
la vanidad, algo que, en realidad, es bueno porque deben estar preparadas para
enviudar. Ahora, la vanidad las hace competir entre sí (GSE, AA 02: 232).
La fascinación que hay entre hombres y mujeres recubre
el instinto sexual y es un gran medio de la naturaleza para conseguir su
propósito (GSE, AA 02: 235), esto es, los matrimonios y, se puede suponer, la
reproducción. En el matrimonio la pareja debe constituir “una solo persona
moral, animada y gobernada por el entendimiento del hombre y el gusto de la
mujer” (GSE, AA 02: 242). Esto significa que ambos deben gobernar, aunque de
diferente manera, la mujer, específicamente, a través del gusto. Ahora el
principio de co-gobierno no tiene impacto en ámbitos por fuera del matrimonio.
Como adelantamos arriba, si bien Kant aquí no menciona explícitamente la
exclusión política de las mujeres -algo que, probablemente, daría por sentado-
sí indica que es inadecuado que participen en el ámbito de la ciencia (GSE, AA
02: 229), algo que no podía tomar como obvio porque conocía a notables mujeres
científicas, como Madame du Châtelet o Madame Dacier, a quienes menciona en
esta obra con desdén. Esto significa que Kant defiende en 1764 una posición
sexista, pues su concepción implica que las mujeres deben ser excluidas y, por
lo tanto, deben subordinarse a los varones en el ámbito del conocimiento y las
ciencias y, presuntamente también, en el ámbito público, aunque se trata de un
sexismo “blando”, puesto que en el matrimonio rige un principio de co-gobierno.
Dicho sintéticamente, en 1764 la característica
fundamental de las mujeres es la belleza, su moralidad es virtuosa, en el
matrimonio co-gobiernan con el marido a partir de un principio específico, el
gusto. El co-gobierno no se aplica a otros ámbitos, pues las mujeres en tanto
mujeres son expresamente excluidas del ámbito científico y, por lo tanto, deben
quedar subordinadas a los varones en la producción de la ciencia. El sexismo
del Kant de este período es blando. No hay en este período una concepción
histórica de la diferencia sexual.
2) Lecciones
de antropología: 1772/1773-1791/2
Las Lecciones de antropología que Kant dicta a partir
del invierno de 1772/1773 (semestre cuyos manuscritos corresponden a los
alumnos Collins y Parow) expresan un giro en el pensamiento de Kant sobre las
mujeres en los ejes que estamos tomando como referencia, aunque recién en las
Lecciones que dicta en 1775/6, recogidas en el manuscrito Friedländer, el
contraste con la posición que sostenía en Sobre lo bello y lo sublime se
hace más evidente. En estas últimas Lecciones aparece por primera vez de manera
nítida la idea de que las mujeres tienen un rol histórico o histórico-social
específico.
A partir de 1772/3 y por las próximas décadas la mujer
más que definirse por la belleza, se define por ser, por naturaleza,
“artificial” (künstlich), se trata de una compensación por la menor
fuerza que la naturaleza le ha otorgado (V-Anth/Collins, AA 25: 234;
V-Anth/Fried, AA 25: 699; V-Anth/ Pillau, AA 25: 836; V-Anth/Mensch, AA 25:
1188; V-Anth/Mron, AA 25: 1392; Anthropologie Dohna: 317, ed. Kowalewski: 332).
La menor fuerza natural es así contrapesada con artificios mediante los cuales
la mujer logra una superioridad específica sobre el varón (V-Anth/Collins, AA
25: 234; V-Anth/Parow, AA 25: 452/3), aunque dicha superioridad esté
circunscripta, como veremos inmediatamente, al dominio que ejerce la mujer
sobre el deseo (sexual) del varón. Frente al (deseo sexual del) varón la mujer
es fuerte, esto es, el varón -que es naturalmente el más fuerte- tiene su
debilidad en la mujer, en sus artificios (V-Anth/Collins, AA 25: 235,
V-Anth/Parow, AA 25: 453; V-Anth/Pillau AA 25: 836; V-Anth/ Fried, AA 25: 702).
Así, una característica de la mujer que aparece como una novedad en estas
Lecciones y que se sostendrá hasta finales de los 90´s se define por el
rol que cumple en el juego sexual. El deseo (sexual) de las mujeres no debe
quedar fijado a ningún varón, porque ellas no eligen a su compañero, sino que
son elegidas por él (V-Anth/Collins, AA 25: 235, V-Anth/Fried, AA 25: 708/9;
V-Anth/Menschen, AA 25: 1192; V-Anth/Mron, AA 25: 1396; Anthropologie Dohna:
321, ed. Kowalewski: 336). Como son la parte elegida, no la parte que elige, no
deben mostrar su deseo hacia el varón, sino que deben esconderlo, mostrarse
pudorosas (sittsam) y honradas (V-Anth/ Fried, AA 25: 708-710). En esto
se cifra el arte de las mujeres respecto a los varones y el poder que tienen
para dirigirlos. El pudor por el cual controla su propio deseo sexual y resiste
a la satisfacción del deseo del varón es el gran arte de la mujer para
dominarlo.[17]
Todo en la mujer se refiere a las apariencias, incluso
la moralidad (V-Anth/Parow, AA 25: 453; Anthropologie Dohna: 326, 329, ed.
Kowalewski: 340, 343). En contraste directo con lo que defiende en 1764, a
partir de este período se afirma que la mujer no tiende hacia lo bello. En
realidad, ahora Kant considera que ella tiene un gusto tosco, a diferencia del
varón que tiene un gusto fino. La mujer es el objeto del gusto de los varones,
por eso, aunque no tiende hacia lo bello, aunque no sabe apreciar lo bello como
el varón, la mujer tiene o debe tener una apariencia bella (V-Anth/Fried, AA 25:
707, 719; V-Anth/ Pillau, AA 25: 837, V-Anth/Mensch, AA 25: 1191; V-Anth/Mron,
AA 25: 1394; Anthropologie Dohna: 321, 330, ed. Kowalewski: 336, 344). El sexo
es bello por su apariencia, no por inclinación natural.[18]
El hecho de ser objeto (y no “sujeto”) del gusto tiene consecuencias en la
moralidad de las mujeres: en ellas la coquetería está justificada
(V-Anth/Collins, AA 25: 236, V-Anth/Fried, AA 25: 711; Anthropologie Dohna:
321, ed. Kowalewski: 336), siempre se encuentran entre ellas en una guerra de
celos (V-Anth/Collins, AA, XXV, 236; Anthropologie Dohna: 325, ed. Kowalewski:
339) de competencia y envidia (V-Anth/Fried AA 25: 712/3, V-Anth/Mron, AA 25:
1395; Anthropologie Dohna: 324, 328, ed. Kowalewski: 338, 341).[19]
La moralidad de las mujeres se basa en su reputación pública u honor, esto es,
en lo externo (V-Anth/Collins, AA 25: 237, V-Anth/Fried
AA 25: 720; V-Anth/Mensch, AA 25: 1193; V-Anth/ Mron AA 25: 1394; Anthropologie
Dohna: 324, 326, 333, ed. Kowalewski: 338, 340, 347). Además, las mujeres
son tacañas, no están comprometidas con la reciprocidad, no dan nada, porque no
han ganado nada (V-Anth/Collins, AA 25: 237). Más aún, si no fuera por la
inclinación masculina hacia ellas, su sexo “no valdría nada” (V-Anth/Collins,
AA 25: 238). Así, en contraste con lo señalado en Sobre lo bello y lo
sublime, la moralidad de las mujeres se presenta a partir de aquí en
adelante como algo corrupto.[20]
Pues bien, en el manuscrito Friedländer de 1775/1776,
además de repetir las tesis que hemos recogido arriba aparecen dos novedades:
respecto a las relaciones de poder entre los sexos Kant ya no cree que, dentro
del matrimonio, haya un “doble gobierno”.[21]
Gobierna el hombre bajo leyes del entendimiento, mientras que la mujer comanda
o domina caprichosa o despóticamente: “El dominio en la casa es una cuestión de
la mujer, el gobierno, sin embargo, del hombre. El dominio puede suceder por
capricho, el gobierno, por el contrario, según la ley” (V-Anth/Fried, AA 25:
716/7, además: 703).[22]
Estas ideas se estabilizan hasta los últimos registros que tenemos de sus
Lecciones de antropología (V-Anth/Pillau, AA 25: 836; V-Anth/Mensch, AA 25:
1190 y 1193; V-Anth/Mron, AA 25: 1397; Anthropologie Dohna: 317/8, 323, 332,
ed. Kowalewski: 332/3, 338, 346) y hasta finales de la década de 1790, como
veremos abajo.[23] Esto
significa que las mujeres no deben participar en el gobierno, ni siquiera en el
único ámbito donde se desarrolla su vida, el ámbito matrimonial. Kant no niega
que ejerzan poder sobre sus maridos, pero defiende que ese poder se ejerce de
manera no racional. Así, en el único ámbito donde las mujeres tienen poder, lo
ejercen sin razón. Esto es lo que hemos llamado “sexismo fuerte”.
Pero además en las Lecciones de 1775/6 hay una segunda
tesis importante. A partir de ahora las mujeres tienen una función
histórico-social. La mujer es un producto del desarrollo de la sociedad y a la
vez es promotora de ese desarrollo.
En primer lugar, Kant sostiene que el fin de la
naturaleza en la división de los sexos es la reproducción y conservación de la
especie para lo cual ha previsto ciertas disposiciones animales. En particular,
la reproducción de la especie, que se produce en el regazo de las mujeres,
exige que los hombres las protejan (V-Anth/Fried, AA 25: 700, V-Anth/Mensch, AA
25:1189). Pero hay un segundo fin que tiene la naturaleza a través de dicha
división: “que exista un estado social” (ein gesellschaftlicher Zustand):
Es cierto que el trato social es
provocado por el orden burgués, esto es a través de la coerción. Pero la mayor
unificación de la sociedad y el estado más perfecto de la sociedad deben
hacerse sin coerción. Eso no se consigue sino a través de la inclinación, es
decir, a través de las mujeres. V-Anth/Fried, AA 25: 699/700. Véase más sobre
este punto en: 704, 706.
Las mujeres deben dar el “tono a las conversaciones”,
sin ellas el trato es “tosco, aborrascado e insocial”, si bien esto no es
suficiente para hacer que una conversación sea interesante (V-Anth/Fried, AA
25: 705). Además, sostiene que los fines naturales de la mujer deben estudiarse
en las sociedades civilizadas, no en las sociedades rudas donde la diferencia
sexual no ha emergido con claridad. El carácter de la mujer sólo puede
descubrirse en sociedad porque su naturaleza es lo artificial. Veamos esta
cita:
En consecuencia, la naturaleza
femenina debe estudiarse no en la simplicidad sino en su desarrollo, en el
estado donde la estructura del arte ha podido desarrollarse más, en otro estado
la naturaleza femenina no puede ser estudiada. Si uno toma a las naciones
rudas, entonces la mujer es indistinguible del hombre… Ella no tiene ninguna
oportunidad de desarrollar su arte en el estado rudo, por lo tanto, en ese
estado no podemos estudiar la naturaleza del sexo femenino, sólo la naturaleza
de la humanidad en general (V-Anth/Fried, AA 25: 699. Esto se repite en:
V-Anth/Mensch, AA 25: 1188; V-Anth/Mron, AA 25: 1393; Anthropologie Dohna: 318,
ed. Kowalewski, 333).[24]
Pues bien, eso que se manifiesta de la mujer en el
estado civilizado es el refinamiento que es un producto del desarrollo social,
pero también un medio a través del cual la mujer refina a toda la sociedad,
específicamente, fortalece y modera a los varones:
La naturaleza femenina se
manifiesta pues en el estado refinado, así podemos decir que la naturaleza del
sexo femenino hace que el estado sea refinado. Esta naturaleza femenina se
llama debilidad en sentido físico y mecánico (…) pero como fuerza motriz del
hombre, esta debilidad es una gran fuerza motriz, por lo que se da fuerza y se
modera al hombre. (V-Anth Fried, AA 25: 699/700. Esta idea se repite en
V-Anth/Pillau, 25: 836; V-Anth/Menschen AA 25: 1189; V-Anth/Mron AA 25: 1394).[25]
Decíamos arriba que la mujer es naturalmente débil, su
fuerza, su fuerza frente al varón, consiste en el desarrollo de artificios.
Éstos, que aquí son referidos como “refinamiento”, dan fuerza y moderan al
hombre. El artificio o refinamiento está vinculado en la mujer con ser la parte
que “resiste” en el juego sexual (V-Anth/Fried, AA 25: 709/10), en oposición a
la parte masculina que es la parte que propone. Es decir, aquí el artificio
está vinculado con el control que la mujer ejerce sobre su propia sexualidad y
a través de ese control, sobre la sexualidad del varón. Es decir, vimos arriba,
con el pudor (V-Anth/Fried, AA 25: 714). La función de la mujer en la historia
de la especie humana consiste, precisamente, en este punto, refinar la sociedad
a través del pudor.
3) Antropología
(1798) y “Doctrina del derecho” de (1797)
En la Antropología Kant continúa, en sentido
general, con las tesis de sus Lecciones de antropología que se remontan a
1775/1776. Respecto a la característica principal de las mujeres señala aquí
que la organización natural de las mujeres requiere “más arte” que la masculina
(Anth, AA, 07: 303) y, aunque en la descripción de la moralidad de las mujeres
sólo se detiene en las características que se refieren a su posición en el
juego sexual (hay un silencio respecto al carácter “corrupto” de la moralidad
de las mujeres, silencio cuya explicación dejamos aquí en suspenso),[26]
se afirman características asociadas a valores negativos. Por ejemplo, cuando
afirma que “a las cosas femeninas se las llama debilidades” (Anth, AA, 07:
303), o que la mujer “no rehúye la guerra doméstica”, a diferencia del varón
que “ama la paz doméstica” (Anth, AA, 07: 304), cuando dice que la “mujer
quiere dominar; el hombre, ser dominado” (Anth, AA, 07: 306); o como cuando
sugiere que la mujer refinada “no oculta su deseo de ser hombre”, mientras que “ningún
hombre querrá ser mujer” (Anth, AA, 07: 307), etc.
Kant se pregunta quién tiene el mando supremo en la
casa:
¿Quién ha de tener, entonces, el
mando supremo en la casa? pues sólo puede ser uno el que reúna todos los
asuntos en un orden concordante con los fines de éstas. Yo diría, en el
lenguaje de la galantería (pero no sin verdad): la mujer debe dominar, y el hombre
regir; pues la inclinación domina, y el entendimiento rige. Anth, AA 07: 309.
Es la misma tesis que sostiene en el Manuscrito
Friedländer. El varón es así quien gobierna la casa, es quien tiene el mando
supremo. La mujer, sin embargo, domina al varón. A continuación, aclara que, en
realidad, todos los seres humanos tienen una inclinación a dominar. Las mujeres
se distinguen por el medio, esto es, el deleite público, dominan a través del
deseo de los varones, algo que las pone mutuamente en rivalidad (Anth, AA 07:
305).[27]
El hombre tiene un “gusto para sí” (Anth, AA 07: 307) y solicita el favor de la
mujer (Anth, AA 07: 305). Ella, en cambio “se hace objeto del gusto para todos”
(Anth, AA 07: 307) y domina al varón rehusándose a su deseo (Anth, AA 07: 305).[28]
Esto es consistente con la concepción que Kant
presenta en la “Doctrina del derecho” sobre el derecho conyugal y el lugar de
la mujer dentro del matrimonio. Si bien allí afirma que la comunidad doméstica
es producto de la unión de “seres libres” (MS, AA 07: 276) y que el matrimonio
es la “unión de dos personas de distinto sexo con vistas a poseer mutuamente
sus capacidades sexuales durante toda su vida” (MS, AA 07: 277) de lo cual se
sigue que “la relación de los casados es una relación de igualdad en cuanto a
la posesión” (MS, AA 07: 278), no encuentra contradictorio esta igualdad y la
ley que dice “del varón en relación con la mujer: él debe ser tu señor (él la
parte que manda, ella la que obedece)” (das Gesetz von dem Manne in Verhältniß auf das
Weib sagt: er soll dein Herr (er der befehlende, sie der
gehorchende Theil) sein. MS AA, VI, 279). Como ha mostrado
Roldan Panadero (1999) la igualdad de posesión no implica la igualdad de
dominio. Kant justifica la desigualdad de domino cuando:
… la base de esta dominación se
encuentra sólo la superioridad natural de la capacidad del varón sobre la mujer
[natürliche
Überlegenheit des Vermögens des Mannes über das weibliche] a la hora
de llevar a cabo el interés común de la casa y del derecho a mandar, fundado en
ella; cosa que puede derivarse, por tanto, incluso del deber de la unidad y la
igualdad con vistas al fin. MS AA, VI, 279.
Aunque Kant afirma la igualdad de posesión del varón y
mujer dentro del matrimonio defiende, al mismo tiempo, una jerarquía en la que
el varón es señor de la esposa, tiene el derecho a
mandar sobre ella, por el cual ella tiene la obligación de obedecerlo. Ahora,
la ley que está en juego rige sobre un derecho de “dominio” de varón sobre la
mujer, no sobre un derecho de “gobierno”. Pero nótese que esto no es
incoherente con lo que afirma un año después en la Antropología y
veíamos arriba, según la cual la mujer domina y el varón gobierna en la casa.
Lo que aquí Kant estaría afirmando es que, incluso si la mujer domina dentro de
la casa, no tiene derecho a hacerlo, pues el señor de la casa, el derecho de
dominio lo tiene el esposo.[29]
En cualquier caso, puesto que no podemos ingresar aquí en los detalles del
problema del matrimonio en la obra en cuestión, sí nos interesa subrayar que, a
partir de este pasaje queda claro que, dentro del matrimonio, la mujer no tiene
el mismo estatuto jurídico que el varón, y sabemos que afuera tampoco, puesto
que Kant en esta obra justifica la exclusión de las mujeres de la ciudadanía
plena (MS, AA 07: 314/5).[30]
Pues bien, regresando a la Antropología, vemos
que en este período reaparecen las tesis sobre la génesis y la función de las
mujeres en la historia. En primer lugar, repite la idea según la cual no es
posible conocer a las mujeres en el rudo estado de naturaleza, sino sólo y en
la medida en que ellas se vinculan con lo artificial, en sociedades
civilizadas. Aunque aclara que esto no significa que las características
femeninas sean el producto de la civilización, sino que la civilización da la
ocasión para que lo femenino en las mujeres se desarrolle y se vuelva
reconocible (Anth, AA 07: 304). Además, repite las ideas que sostiene desde las
Lecciones Friedländer al afirmar que la naturaleza tiene dos sabios fines al
establecer la diferencia sexual, en primer lugar, la conservación de la
especie, por el cual el sexo femenino reclamaría protección del masculino
(Anth, AA 07: 305),[31]
pero además la cultura de la sociedad y su refinamiento[32]
a través del “pudor” de las mujeres, el cual en esta obra es definido como “una
coerción ejercida sobre uno mismo, que esconde la pasión” (Anth, AA 07: 152):
Como ella [la naturaleza] quería
infundir también los sentimientos más refinados, que forman parte de la
cultura, a saber, los de la sociabilidad y la decencia, hizo que este sexo [el
femenino] dominara al masculino por su pudor [Sittsamkeit],[33] su expresividad en el lenguaje y
en los gestos, prudente desde temprano, con pretensiones de que el sexo
masculino lo tratase con suavidad y amabilidad, de manera que este último, por
su propia generosidad, se ve atado, de manera invisible, por un niño, y se ve
conducido, si no directamente a la moralidad misma, sí a aquello que es la
vestidura de ésta, el decoro decente [dem gesitteten Anstande], que
sirve de preparación y de incitación a aquélla (Anth, AA 07: 306).
Así, como vemos, en los ejes propuestos, las
características y moralidad de las mujeres, las relaciones de poder dentro del
matrimonio y la función histórico-social de las mujeres, Kant continúa en su Antropología,
casi punto por punto (“casi”, porque se abstiene de afirmar el carácter
corrupto de la moralidad de las mujeres, lo cual no niega que sigue
asociándolas a valores morales negativos), con las tesis expuestas en las
Lecciones de antropología Friedländer que, según vimos, contrastan con las
ideas defendidas en 1764. A partir de 1775/6 y hasta el final de su vida el
tipo de sexismo que defiende Kant es “fuerte” pues aquí las mujeres no toman
parte del gobierno ni siquiera dentro del matrimonio. Lo interesante del caso
es que esto sucede en el mismo momento que Kant otorga una función histórico-social
a las mujeres. Así cabe preguntarnos cuál es el vínculo entre el creciente
sexismo de Kant, su concepción de la diferencia sexual y de la “historia
universal”. Una aproximación al problema de este vínculo la desarrollamos en el
Epílogo.
Cuadro comparativo
|
1764 |
1772/3 |
Período desde 1775/6 a 1791/2 |
Período 1797 y/o 1798 |
Característica
central de las mujeres |
Belleza |
Artificial |
Artificial |
Artificial |
Moralidad de las
mujeres |
Virtuosa |
Orientada a las apariencias/corrupta |
Orientada a las apariencias/corrupta |
No se afirma expresamente su carácter
“corrupto” pero se asociada a valores negativos |
Relaciones dentro
del matrimonio |
Co-gobierno |
Co-gobierno
(ahora valorado negativamente) |
Gobierno racional del esposo / Dominio
despótico de la mujer |
Gobierno racional del esposo / Dominio
despótico de la mujer |
Rol histórico-social |
- |
- |
A través del pudor las mujeres refinan y
civilizan toda la sociedad |
A través del pudor las mujeres refinan y
civilizan toda la sociedad |
SECCION II
Epílogo: El rol histórico-social de las mujeres
En este breve epílogo quisiera presentar
esquemáticamente cuál es mi posición respecto al debate, suscitado en el último
tiempo, sobre la (in)consistencia que habría asumido Kant al sostener una
concepción universal del ser humano, según la cual todos los seres humanos
somos iguales y, al mismo tiempo, una concepción fuerte de la diferencia
sexual, según la cual todos no somos iguales, somos no sólo diferentes, sino
desiguales, pues según el sexo o el género al que pertenecemos (aunque también,
la clase social y la raza, algo que no discutimos en el presente trabajo)[34]
tenemos derechos diferentes y estamos subordinados unos a otros en algunos o
todos los ámbitos.
Se ha sostenido, por un lado, que la posición que Kant
tenía respecto a las mujeres es contradictoria con su concepción universal del
ser humano, con la idea de que todos los seres humanos son racionales e
igualmente dignos de respeto. Así, Kant no podría justificar la idea de que las
mujeres tienen que estar subordinadas a los varones en todos o en algunos
ámbitos (Roldan Panadero 2013, p. 198; Kleingeld 1993, p. 138). Se ha defendido
también que aquí la contradicción es sólo aparente puesto que en realidad Kant
habría sostenido solo una y no las dos posiciones juntas, digamos, el sexismo
por un lado y la concepción universal del ser humano, por otro. Así, algunos
trabajos argumentan que el sexismo adjudicado al filósofo es exagerado (Mikkola
2011, p. 107), debe ser dejado de lado como asunto irrelevante filosóficamente,
pues la posición de Kant se expresaría a través del universal humano (Höffe
1983, p. 208; Sullivan 1989, p. 376, nota 26), su propuesta filosófica sería
neutral desde el punto de vista del género (Hay 2013, p. 51), de la cual el
feminismo podría tomar provecho (Hay 2013, p. 52, 61; Mikkola 2011, pp.
105-107; Varden 2020, pp. 115-137; Nagl-Docekal 1997; Mosser 1999, pp. 322/3; Baron 1997, p. 147).
Otros trabajos también defienden que la contradicción entre las dos posiciones
señaladas es solo aparente, pero esta vez bajo el argumento de que la posición
universal de Kant no es tal, sino que esconde el sexismo; para esta línea de
interpretación la concepción kantiana de “razón” es, en realidad, masculina
(Lloyd 1981, pp. 69/70; Grimshaw 1986, p.
45; Schott 1988, pp. VII, 184-7; Sedwig 1997), no universal. De allí que
Kant sería un sexista coherente (y no, un filósofo universalista
inconsistente).
Kleingeld insiste en un trabajo reciente (2019) que
eliminar una de las dos posiciones nos haría perder de vista elementos
sustantivos del pensamiento de Kant. Kant no habría sido ni un defensor
exclusivo de la igualdad o universalidad, ni tampoco un pensador exclusivo de
la desigualdad. Fue, al mismo tiempo, las dos cosas. En los términos como ella pone
la cuestión (2019, 1993) la pregunta es cómo se debe traducir el término Mensch/en
(ser humano/s) cuando Kant afirma la igualdad de todos los seres humanos, por
ejemplo, el “derecho originario a la libertad” de todos los seres humanos en La
Metafísica de las costumbres (MS, AA 06: 237), pero en un contexto que
hace referencia explícita a un subgrupo de seres humanos, los varones
(implícitamente, blancos). Así: ¿debemos traducir Mensch/en aquí por
“ser/es humano/s” sin más, o debemos traducir el término -como propone Mills
(2019, p. 31)- por “varón/varones blanco/s”? Para ella
ninguna de las dos traducciones expresa de manera completa la posición de Kant,
porque Kant se movió en esa tensión que para Kleingeld es una contradicción,
sin ofrecer una solución. Comparto en
líneas generales la posición de Kleingeld en el sentido que creo, como ella,
que ninguno de los dos elementos se puede eliminar o reducir o silenciar: Kant
concebía que todos los seres humanos son igualmente dignos de respeto, pero al
mismo tiempo sostenía que los seres humanos está divididos en grupos que
implican diferentes derechos y funciones y, así también, diferentes tipos de
subordinación, en todos o algunos ámbitos, una subordinación -aclaro- no voluntaria,
no basada ni en acuerdos ni en contratos, sino por otras razones o motivos o
causas. Lo enigmático para nuestras mentes contemporáneas es justamente
entender qué tipo de pensamiento universal e igualitario, qué tipo de
concepción de la razón y del progreso le permitió a Kant defender, al mismo
tiempo, el universal humano y posiciones sexistas (clasistas y racistas,
también). No comparto, sin embargo, con Kleingeld la tesis de que estas ideas
sean contradictorias en un sentido absoluto, al menos que lo hayan sido para el
mismo Kant. Pues si lo eran, Kant, profesor de lógica de la Universidad de
Königsberg ¿no lo habría notado? Al menos él no pudo ver que había una
contradicción, no importa qué piensen al respecto nuestras mentes
contemporáneas (que, efectivamente, sí ven una contradicción entre estas
tesis).[35]
En el contexto de este trabajo no puedo ingresar a esta cuestión como la
cuestión se lo merece. Quisiera proponer un atajo que muestre al menos
esquemáticamente cómo podrían convivir en el pensamiento de Kant un pensamiento
universal y un pensamiento no universal del ser humano o más precisamente la
idea de una historia universal de la especie humana y la concepción de la
diferencia sexual. Pongo en tensión estos dos elementos porque me permiten
ofrecer un mapa de orientación para una búsqueda futura de solución. Atiéndase
que no pondré en tensión la tesis de la igualdad con el sexismo. Tampoco pondré
en tensión la idea de una historia universal con el sexismo, sino con la tesis,
menos controvertida, aunque igualmente problemática, sobre todo en los términos
como la entiende Kant, de la diferencia sexual. Sostengo que ambas posiciones,
una concepción universal de la historia y la idea de la diferencia sexual,
deben ser adscriptas por igual a Kant como pensamientos filosóficos que, no
sólo son coherentes, sino que se integran en una visión de conjunto, por lo
menos, desde el período del Manuscrito Friedländer.[36]
Para mostrar esto voy a detenerme brevemente en su
concepción de la historia universal tal y como está expuesta en uno de los
opúsculos sobre la historia, esto es, en Probable inicio de la historia
humana. Para Kant la historia es universal porque es la historia de toda la
humanidad, no de algunos pueblos o naciones o razas o sexos, sino de toda la
especie como especie animal, a partir de un origen común, como también como
especie racional, por un fin común, jurídico-político y moral. Todos los
miembros de nuestra especie están atados por un vínculo de origen y de destino
que se integran en una única línea de tiempo. Esta línea del tiempo es un
progreso de la razón hacia lo mejor y el patrón de medida es el desarrollo
jurídico-político y moral de los pueblos, la civilización y la cultura. Así a
través de la historia, todos y no sólo algunos seres humanos van
conquistando condiciones de vida más racionales.[37]
Esta es la idea de una historia universal.
Ahora bien, esta concepción universal de la historia
que conduce a todos los seres humanos hacia lo mejor integra de una manera
coherente la posición que Kant tenía del rol específico que deben jugar las
mujeres en tanto seres sexualmente marcados. El concepto clave que refiere al
aporte específico de las mujeres al desarrollo histórico desde 1775/6 hasta
finales de los 90´s, según vimos arriba, es el pudor (Sittsamkeit). A
través del pudor la especie humana, es decir, las mujeres, controlan el deseo
sexual de la especie humana. Esto conduce a un refinamiento social que
posibilita primero y promueve después, el mundo moral. Entre los textos
publicados que se ocupan de reflexionar sobre la historia hay un pasaje que lo
muestra. En Probable inicio de la historia humana el pudor tiene un
lugar en el comienzo mítico de la consciencia y del mal, representada en la
historia bíblica mediante la metáfora de la hoja de higuera con la cual Adán y
Eva escondieron sus genitales. Kant afirma:
El pudor [Sittsamkeit],[38] una
inclinación a infundir en los otros un respeto hacia nosotros gracias al
decoro… en tanto que verdadero fundamento de toda auténtica sociabilidad,
proporcionó además la primera señal para la formación del hombre como criatura
moral. Un comienzo nimio, pero que hace época al conferir una orientación
completamente nueva a la manera de pensar, siendo más importante que toda la
interminable serie de logros culturales dados posteriormente. MAM AA, 08: 113.
El
pudor es así clave en el comienzo de la historia humana, es, precisamente, su
primer paso y, por lo tanto, el más importante. Pero además el pudor no sólo da
comienzo a la historia humana, sino que también ofrece una apariencia de
moralidad que la promueve. Vimos arriba que el pudor está del lado de la parte
que resiste al deseo y no, de la parte que invita a su concreción, esto es,
está del lado de las mujeres, así como está del lado de los varones, ser la
parte que muestra y no esconde su deseo. El desarrollo del pudor y, por lo
tanto, el comienzo de la historia humana como especie moral es un aporte
específico de las mujeres. Por sus Lecciones de antropología sabemos que es un
comienzo que no existe únicamente en un punto determinado del tiempo pasado, ya
concluido, sino que es un comienzo que actúa en el tiempo presente como
condición necesaria (aunque no suficiente) de la sociabilidad y la moral.
El
pudor tiene un lugar o un rol que cumplir en la historia universal, no atenta
contra el progreso universal de la historia, todo lo contrario, colabora para
ese fin. Ahora, es función de las mujeres, no de todos los seres humanos,
desarrollar el pudor en la historia. Así se integran una visión universal de la
historia y la concepción de la diferencia sexual en el pensamiento de Kant. No
se trata de dos posiciones contradictorias, son puntos de vista no sólo
coherentes sino, además, lógicamente vinculados. La especie humana en su
conjunto progresa hacia lo mejor, hacia un mundo jurídica y moralmente más
racional, hacia formas de civilización y cultura más justa, pero eso no
significa que el papel que cada subgrupo de seres humanos marcados sexualmente
cumple sea el mismo. Como vimos, las mujeres no son ni deben ser parte de la
ciudadanía en un sentido pleno, no son parte ni deben ser parte del desarrollo
de las ciencias, tampoco deben gobernar ni regir dentro del campo más
restringido del matrimonio (idea sostenida desde mediados de los 70s´s hasta
finales de los 90´s), es decir, ellas no participan ni deben participar de la
dirección de esos ámbitos fundamentales del desarrollo de la civilización y la
cultura. En estos ámbitos están subordinadas a los varones. El progreso en
estos ámbitos no queda atascado por esto, todo lo contrario, se realiza a pesar
de (o, quizás, gracias a, aunque ahora no podemos mostrar eso) esta
subordinación.[39]
Lo importante es subrayar que el rol de las mujeres no sólo no impide, sino que
incluso colabora al progreso de la especie en su totalidad: a partir del
control que tienen sobre su deseo sexual y el deseo sexual del varón refinan a
toda la sociedad y colaboran a desarrollar las condiciones de un mundo jurídica
y moralmente más racional y justo.[40]
Se
habrá advertido que no estoy ofreciendo una solución a la discusión arriba
señalada sobre cómo debe ser definida la relación entre el universalismo
entendido como igualitarismo y el sexismo de Kant, ofrezco sólo un mapa
orientativo para la integración de la historia universal y la diferencia
sexual. Prefiero por ahora dejar marcado el camino para explorar en un trabajo
futuro cómo podrían convivir ambas posiciones. Desde mi punto de vista, todo
indica que el progreso, la idea de igualdad y la ilustración, tal y como fueron
defendidos por Kant, no fueron ideas contrarias a la asignación de un lugar
determinado y, presumo también, subordinado de las mujeres.[41] Más
bien lo contrario: expresaron una manera específica de articular lo universal y
la diferencia sexual. Más aún, como vimos en el trabajo, hay una simultaneidad
entre el desarrollo de cierta concepción histórica y el desarrollo de un nuevo
tipo de sexismo más fuerte que el que defendía el filósofo en su juventud. El
sexismo de Kant se agudiza con el correr de los años, se endurece unos años
antes de publicar su primera Crítica, en el mismo momento que desarrolla
su concepción de progreso histórico y se mantiene relativamente estable hasta
el final de su vida.
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[1] Este trabajo fue realizado durante una estancia de investigación en el Center for the History of Women Philosophers and Scientists (Universidad de Paderborn) y en la cátedra de Filosofía alemana clásica de la Universidad Humboldt de Berlín en el verano de 2021 gracias a una beca del DAAD. Agradezco la hospitalidad de lxs Profesores que hicieron posible la estancia, Profesora Dra. Ruth Hagengruber y Profesor Dr. Tobias Rosefeldt. Agradezco también a la Dra. Fiorella Tomassini por sus comentarios críticos y constructivos a una primera versión de este artículo.
· Docente en la
Universidad de Buenos Aires e investigadora adjunta en el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina. Correo electrónico: natalialerussi@gmail.com
[2] Se citan las obras de Kant siguiendo la edición académica indicada en la bibliografía Se consignan los textos siguiendo las siglas y las convenciones provistas por la Kant-Forschungsstelle, es decir, en primer lugar, la sigla del título en alemán, seguidas de AA, que hace referencia a la edición académica, y dos números arábigos referidos, respectivamente, al tomo y a la página. Citaremos también los apuntes Anthropologie Dohna-Wundlacken, que no están recogidos en la edición académica, aunque son relevantes porque constituyen la última fuente completa de las lecciones de antropología de Kant (presumiblemente del semestre 1791/2). La referencia completa se indica en la Bibliografía. Se consigna: Antropología Dohna, ed. Kowalewski, seguidos por dos números que refieren, correspondientemente, al manuscrito original y a la edición de Kowalewski.
[3] En el presente trabajo asumo las distinciones sexuales (hoy comúnmente referidas como “genéricas” o “de género”) ofrecidas en la fuente kantiana sin problematizar, esto es, asumo sin problematizar las identidades sexuales que Kant presupone como “binarias” (mujeres/varones) y las inclinaciones sexuales que Kant asume como heterosexuales. Introducir el campo, por lo demás fundamental, de identidades de género/inclinaciones sexuales visibilizadas por el feminismo en el presente habría complicado el trabajo de una manera infructífera. Un estudio de la concepción kantiana de las sexualidades desde esas identidades es, hasta donde he podido ver, un trabajo pendiente.
[4] Conocer esta división sexual -y se lo hace a través de la experiencia (V-Anth/Fried, AA 25: 707)- tiene una gran utilidad en la vida social, el matrimonio y en la educación (así, por ejemplo: V-Anth/Collins, AA 25: 238). En esta división es donde mejor se expresan los fines de la naturaleza (V-Anth/Fried, AA 25: 697). Atiéndase que en la Antropología Friedländer Kant entiende que esta unidad no significa un estado de tranquilidad y armonía. Por el contrario, implica una tendencia a la sociedad y una tendencia hacia la guerra. En el matrimonio, la mujer es la parte que tiende a la guerra y el hombre, a la paz, tendencias gracias a las cuales la unión es vivificada. V-Anth/Fried, AA 25: 718; V-Anth/Mensch, AA 25: 1189; V-Anth/Mron, AA 25: 1393; Anthropologie Dohna: 320, ed. Kowalewski: 335; Anth, AA 07: 304.
[5] En las Lecciones de antropología Collins y Parow se dice que, para que la unión de dos personas (varón y mujer) sea perfecta, es “indispensable” que una tenga lo que le falta a la otra. V-Anth/Collins, AA 25: 234; V-Anth/Parow, AA 25: 453. O también que “las características masculinas en una mujer son tan inapropiadas, como lo son las características femeninas en un varón”. V-Anth/Collins, AA 25: 235.
[6] Muchas veces se entienden estas oposiciones de manera algo tosca, por ejemplo, cuando se afirma que las cualidades de las mujeres están asociadas al sentimiento, no a la razón, mientras que las cualidades de los varones están asociados a la razón, no a los sentimientos. Este tipo de distinciones algo toscas son válidas en el caso de Kant, pero no hay que perder de vista que Löchel (2006) ha mostrado algo interesante sobre este punto: si bien es cierto, afirma, que las mujeres están asociadas al sentimiento y los varones a la razón (considerada superior y rectora de los sentimientos), Kant no niega que los varones tengan y deban tener sentimientos y emociones, por el contrario, asocia todo un grupo de sentimientos y emociones positivas a los varones y asocia todo un grupo de sentimientos y emociones negativas a las mujeres. Del mismo modo, Kant no niega, según Löchel, que las mujeres tengan entendimiento, por el contrario, afirma que tienen un entendimiento “bello”, mientras el de los varones es “más profundo”, “noble”, “sublime”.
[7] Vincular estas características a la concepción kantiana de ilustración (el “valor” o la “valentía de servirse del propio entendimiento”) permite entender por qué las mujeres quedan excluidas de este proceso, así como también, por qué son incapaces de ir a la guerra, lo que, a su vez, tiene consecuencias civiles importantes para ellas. Véase Anth, AA 07: 209.
[8] Véase las obras indicadas en la Bibliografía.
[9] Esta falta de atención a los cambios de posición que asume Kant en
relación con las mujeres está, de hecho, justificada en la presunción de que no
existen tales cambios (Posada Kubissa 2015, p. 141): “Volviendo al caso de
Kant, hay que decir que entre 1764 y 1798 este filósofo mantuvo y reafirmó
posiciones idénticas en lo que se refiere a la antropología de los sexos y a su
concepción del ser femenino”. Mikkola (2011, p. 92) afirma que las tesis
sostenidas en 1764 y 1798 son “suficientemente similares como para socavar la
sugerencia según la cual él [Kant] habría cambiado su visión de las mujeres a
lo largo del tiempo”. Además:
Schott 1988, p. 112; Kleingeld 2019, pp. 4-5; Hay 2013, p. 51; Roldan 2013, p.
200; Varden 2020, pp. 89/90, 98.
[10] Varden (2020, p. 104, nota 24) afirma que no es justo hacer uso de este tipo de fuentes para conocer o dar a conocer la opinión que Kant tenía sobre estos temas, pues se trataría de manuscritos de estudiantes varones sobre un tema muy controversial (“la sexualidad y el género”). Entiendo el punto, pero creo que este tipo de fuentes no sólo es útil sino necesario para un estudio histórico-genético del pensamiento de Kant sobre este tema controversial. En realidad, Kant redunda sobre estos temas en textos publicados en dos períodos diferentes, separados por varias décadas de silencio: ¿cómo vamos a perdernos la oportunidad de conocer qué pensaba sobre este tema controversial en las décadas intermedias? Löchel (2006. p. 51) acuerda conmigo en este punto.
[11] Cabe aclarar que estos ejes nos servirán sólo como índices del cambio que el presente trabajo busca mostrar como objeto principal y, por lo tanto, no podrán ser estudiados en profundidad.
[12] Kant siempre pensó que las mujeres no debían ocuparse de la ciencia. Ahora, notemos que en 1764 señala que no deben ocuparse del desarrollo del conocimiento abstracto porque, en el caso de hacerlo (GSE, AA 02: 229), deberían usar barba. Impugna, por lo tanto, su condición de “mujeres” científicas, no su conocimiento científico. En la Anthropologie Dohna (p. 331, ed. Kowalewski: 345) de, presuntamente, comienzos de 1790, afirma nuevamente que las mujeres no deben ocuparse de la ciencia y señala que utilizan los libros como relojes, algo que repetirá en un pasaje muy citado de su Antropología en sentido pragmático (Anth, AA 07: 307). Ahora no impugna a las mujeres científicas en su calidad de mujeres (como en 1764), sino que impugna la seriedad con la que las mujeres se vinculan con la ciencia, esto es, impugna su “ciencia”. Se trata de dos formas de sexismo, aunque la segunda es más fuerte que la primera.
[13] Que las mujeres no deban participar en el espacio público no es tematizado con profundidad en sus Lecciones de antropología, sino asumido como algo que no requiere más que alguna mención pasajera: V-Anth/Fried, AA 25: 703, V-Anth/Mensch, AA 25:1192; V-Anth/Mron, AA 25: 1394/5; Anthropologie Dohna: 320, 331, ed. Kowalewski: 335, 345. La justificación de la exclusión de las mujeres de la ciudadanía plena y la adjudicación a ellas de una ciudadanía pasiva se encuentra en la Metafísica de las costumbres: MS, AA 07: 314/5.
[14] Mosser (1999, p. 350) insiste en distinguir entre el Kant “precrítico” (previo a la publicación de la primera edición de la Crítica de la razón pura, en 1781) y “crítico” para abordar la cuestión de la tensión o contradicción entre el “universalismo” de Kant y lo que él llama, su “sexismo”. Para él es “irresponsable intelectualmente ser negligente respecto a la evolución” (mi subrayado) del pensamiento de Kant, sugiriendo que el Kant “crítico” habría sido más universalista y menos sexista que el Kant “pre-crítico”. No es en absoluto claro cómo saca él esta conclusión. Las fuentes indican, en primer lugar, que la distinción entre un Kant “crítico” y uno “precrítico” no organiza el pensamiento de Kant respecto a las mujeres, pero, además, en segundo lugar, las fuentes indican que desde mediados de la década de 1770 Kant es más sexista que en su juventud (que en 1764). Volveremos sobre este punto.
[15] Susan Moller Okin (1982, p. 82) interpreta que, por el hecho de que se presume que las mujeres no actúan nunca motivadas por el deber (sino por una inclinación hacia la belleza), Kant excluye a las mujeres de la categoría de “todos los seres racionales en tanto que tales”, es decir, del reino moral. Para más bibliografía y un comentario exhaustivo sobre este punto, véase Mikkola (2011, pp. 90ss.).
[16] Ahora bien, por su inclinación al sexo masculino, la mujer no se inclina por lo bello, sino a lo noble. Por su inclinación a agradar a los hombres, procura ser bella. De allí que la mujer debe ser bella y el hombre noble, lo que resguarda “los fines de la naturaleza” (GSE, AA 02: 240). Si se invirtieran las cualidades, los fines de la naturaleza podrían trastocarse y “todo lo que se hace en contra del designio de la naturaleza siempre se hace muy mal” (GSE, AA 02: 242)
[17] En la Anthropologie Dohna Kant señala expresamente que la cualidad específica y la mayor virtud de la mujer es el pudor (arriba vimos que en 1764 el pudor es una virtud derivada de la tendencia a la belleza). Anthropologie Dohna: 329, ed. Kowalewski: 343.
[18] Aunque Kant siga hablando de las mujeres como el “bello sexo”, por ejemplo, en un importante pasaje del texto “Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la ilustración?” (WA AA 08: 35), donde, dicho sea de paso, indica que todas las mujeres encuentran peligrosa la mayoría de edad, es decir, peligroso ilustrarse y devenir autónomas, a partir de 1772/3 Kant abandona la idea de que la belleza sea una característica esencial de las mujeres. Si las mujeres son todavía calificadas como bellas es consecuencia de que ahora son los varones el sujeto del gusto; ellas, su objeto. Así, en la Anthropologie Dohna afirma que se puede llamar todavía a las mujeres “el bello sexo”, aunque pone en duda que lo sean de hecho. En realidad, el nombre está justificado porque la belleza es para ellas un instrumento útil, un instrumento específico de su “arte”. Véase: Anthropologie Dohna: 328, ed. Kowalewski: 343. Volveremos sobre este punto más abajo.
[19] La utilidad que tienen los celos que tienen las mujeres entre sí es fundamental porque evita que se unan contra los varones (V-Anth/Collins, AA 25: 237).
[20] Además, aunque es un detalle, a diferencia de 1764 donde se sostenía lo contrario, en las Lecciones de antropología Kant sostiene que a las mujeres no les gusta asearse tanto como a los hombres (V-Anth/Collins, AA 25: 237).
[21] En 1772/3 Kant todavía defiende la tesis del co-gobierno en el matrimonio, aunque ahora lo juzga negativamente. Como la mujer gobierna a través de inclinaciones (Neigungen) y no, con entendimiento, que es propio del varón (männliche Verstand, d.h. dirigierende Verstand), cuando toma la dirección de la casa “todo queda trastocado” (V-Anth/Collins, AA 25: 236; V-Anth/Parow, AA 25: 454). Por eso, la tesis de co-gobierno de 1772/3 más bien anticipa lo que dirá tres años después, que repetir lo dicho en 1764.
[22] Los editores del tomo XXV de la Academia remontan esta idea al Emilio de Rousseau (1979, p. 538).
[23] En cualquier
caso, Kant siempre sostuvo en sus Lecciones de antropología que en el matrimonio
la mujer gana libertad, gana dominio sobre las cosas a través del hombre, el
hombre en cambio pierde (V-Anth /Collins, AA 25: 235, V-Anth/Fried AA 25: 714;
V-Anth/Pillau, AA 25: 838, V-Anth/Mensch, AA 25: 1193/4; V-Anth/Mron AA 25:
1397; Anthropologie Dohna: 323, ed. Kowalewski: 337).
[24] Notemos que esta tesis distingue la diferencia varón/mujer de la indiferencia macho/hembra. En este sentido objeto a Löchel (2006, p. 52) la afirmación según la cual, en el siglo XVIII, incluyendo el pensamiento de Kant, no existía la distinción entre sexo y género. Para la distinción entre sexo y género, distinción, por lo demás, algo pasada de moda, véase: Rubin, Gayle (1975). La diferencia sexual es para Kant un producto cultural, no algo dado por naturaleza. Cf. Posada Kubissa 2015.
[25] En el contexto de estas Lecciones el gobierno de las mujeres a través de la debilidad debe ser entendido como un dominio a través de las inclinaciones, no como dirección racional.
[26] ¿El hecho de que se trataba de una obra para publicar lo detuvo a que
se expresara en los términos como lo había hecho durante los 25 años previos ?
¿cambio de posición en este punto entre 1791/2 y 1798 ? A partir de las fuentes
que tenemos a disposición no podemos dar con una respuesta.
[27] Sobre este punto véase Varden (2020, p. 89).
[28] Al igual que en el período previo, aquí señala que esto tiene fundamento en la naturaleza porque la mujer siempre puede enviudar (Anth, AA 07: 304).
[29] El énfasis que pone Varden (2020, p. 92) en el poder que tienen las mujeres sobre los varones en general, las esposas sobre los esposos, en particular, me parece correcto. Kant no niega en este período, todo lo contrario, afirma que las mujeres tienen un gran dominio sobre los varones, pero eso no implica que tengan derecho a hacerlo, que tengan un estatuto igual al de los varones y, menos aún, que sean superiores a ellos.
[30] Cabe aclarar que, en la “Doctrina del derecho”, Kant no toma posición respecto a los ejes restantes que estudiamos en el presente trabajo, es decir, no aborda las temáticas de la naturaleza y moralidad de las mujeres, ni tampoco se ocupa de su rol en la historia. Esto es así, probablemente porque son temáticas antropológicas que exceden las cuestiones jurídicas, objeto específico de esta obra.
[31] El hecho de que la reproducción de la especie implique que las mujeres requieran la protección del sexo masculino está conectado con ideas importantes en las que no podemos detenernos aquí. Puesto que las mujeres reproducen la especie en su regazo son (o deben ser) más temerosas y menos valientes que los varones y no deben participar en la guerra como soldados, lo que, finalmente, las excluye de la ciudadanía plena. Remito a los trabajos de Kleingeld indicados en la Bibliografía y al trabajo de Sabourin (2021) que se ocupan de este problema.
[32] Entre los estudios que hemos podido revisar sólo Mosser (1999, pp. 324/5) y Varden (200, p. 85ss) reparan en el “refinamiento” que aportan las mujeres a la sociedad, tal y como es apuntado en la Antropología publicada.
[33] Aquí hemos intervenido sobre la traducción de Caimi para mantener coherencia en el léxico utilizado en el presente trabajo. Él traduce el término Sittsamkeit por “recato”.
[34] Estudié la cuestión racial en Kant en el trabajo Lerussi (2021).
[35] En realidad, Kleingeld admite que para Kant la igualdad y la desigualdad no eran ideas contradictorias, aunque ella no busca clarificar el punto.
[36] Anticipo que no voy a tomar la vía de, por ejemplo, Bennent (1985, tomado de Kleingeld, 1992, p. 147, nota 4) quien defiende la coherencia entre ambas posiciones, aunque bajo la estrategia de asumir dos niveles discursivos diferentes, filosófico e histórico, al cual corresponderían el universalismo, por un lado, y el sexismo por el otro. Esta línea de interpretación asume que, mientras el universalismo de Kant habría sido su posición filosófica, su sexismo habría sido algo heredado y determinado históricamente. Hay evidencia, sin embargo, que en su propio ambiente de conciudadanos el sexismo era una posición denunciada filosófica y políticamente. Véase: Hulshof (2017), Roldán Panadero (2013). Además, el mismo Kant afirma que la cuestión de la diferencia sexual es “filosófica”. V-Anth/Fried, AA 25: 707. Otra estrategia para resolver la contradicción aparente y que, anticipo, tampoco voy a seguir es la de Mosser (1999, p. 329, nota 28, pp. 337, 350) o Varden (2020, p. 83) quienes señalan que se debe distinguir entre los diferentes “estatutos” de validez de las obras de Kant. Según esta sugerencia, interpretamos, el pensamiento filosófico de Kant tal y como es expuesto en sus obras críticas y del cual se seguiría una concepción universal de subjetividad tiene un estatuto superior al de otras obras, por ejemplo, la Antropología, en la cual se encuentran la tesis de la diferencia sexual y el sexismo. La validez del sexismo quedaría “subsumida” a la validez superior del universalismo. Ahora, esta diferenciación tampoco resuelve el problema: podría hacerlo si las obras de estatuto superior pudieran “contener” a las obras de estatuto inferior, si éstas contuvieran las consecuencias o, al menos, tesis subsumibles a las defendidas en las primeras. Pero ese no es el caso: en ningún sentido la diferencia sexual o el sexismo se siguen lógicamente o son subsumibles al universalismo de Kant. Más bien se trata de posiciones independientes.
[37] Textos clásicos sobre la concepción kantiana de historia universal son los de Kleingeld (1995), Yovel (1989), Philonenko (1986), entre otros.
[38] Aquí hemos intervenido sobre la traducción de Concha Roldan Panadero y Rodríguez Aramayo para mantener coherencia en el léxico utilizado en el presente trabajo. Ellos traducen el término Sittsamkeit por “decencia”.
[39] En el presente Epílogo no pretendo demostrar que el sexismo está integrado a la concepción de historia universal de Kant, no busco demostrar que la exclusión o subordinación de las mujeres sea una condición necesaria del progreso de toda la humanidad. Me conformo con mostrar que la historia universal como progreso implica la diferencia sexual en el sentido que implica el desarrollo del pudor, siendo el pudor una función específica de las mujeres.
[40] Entre la Bibliografía sobre el lugar de las mujeres en la filosofía de Kant el único trabajo que ha advertido este punto, hasta donde hemos podido ver, es Sabourin (2021, p. 236). En este sentido, no acuerdo con el por muchos motivos enorme trabajo de Lloyd (1981, p. 67) quien afirma “Kant no explora la posibilidad de una diferenciación sexual en el proceso de la ilustración”.
[41] No quiero insinuar aquí que la ilustración en bloque haya defendido dicha subordinación. Hubo pensadores ilustrados que sí lo hicieron, pero también hubo pensadores y pensadoras dentro de este gran movimiento (como Mary Wollstonecraft, Olympe de Gouges, Nicolas de Condorcet, etc.) que defendieron, a partir de instrumentos conceptuales típicos de la ilustración, la igualdad de estatuto y la inclusión de las mujeres en la ciudadanía plena. Véase Amorós 1985, 1990. Mi conclusión se debe aplicar al caso de Kant (aunque quizás también haya que incluir aquí a algunos otros pensadores ilustrados).