Las filosofías políticas de Kant y Marx[1]
The Political Philosophies of Kant and Marx
Howard Williams·
Universidad de Aberystwyth, Reino Unido
Resumen
En este ensayo se examinan las filosofías
políticas de Kant y Marx. Sin dejar de reconocer sus diferencias, se analizan
los temas comunes a ambos, a saber: la idea de crítica, los problemas
relacionados con la libertad, la igualdad, el mejoramiento humano y el
cosmopolitismo, para, finalmente, evaluar los contrastes y plantear así las lecciones
que pueden extraerse del análisis comparativo entre ambos pensadore.
Palabras clave
Crítica, libertad, igualdad,
cosmopolitismo.
Abstract
This essay
examines the political philosophies of Kant and Marx. While recognizing their
differences, it analyses certain shared topics between them; namely, the idea
of critique, problems related to freedom, equality, human improvement, and
cosmopolitanism. The study concludes with an evaluation of contrasts and
suggests the lessons that can be extracted from the comparative analysis of
these two thinkers.
Key Words
Critique, Freedom, Equality, Cosmopolitanism.
Aun reconociendo que hay varias
diferencias de envergadura entre los enfoques con que Kant y Marx abordan la
filosofía política, este artículo sostiene que hay también varios temas comunes
a ambos. Primero se resaltan estos temas comunes en relación con la crítica, la
libertad, la igualdad, el mejoramiento humano y el cosmopolitismo y después se
examinan y evalúan los contrastes más marcados en ambos enfoques. Aunque Kant
muestra mayor sabiduría política y mayor respeto por el derecho, Marx muestra
una mejor comprensión de las fuerzas sociales y políticas. Unidos, Kant y Marx
presentan un ambicioso programa para la mejora política y social aún no
realizado.
1.
Introducción
Voy a examinar las filosofías políticas de
Kant y Marx desde dos puntos de vista. Primero, consideraré las semejanzas que
muestran Kant y Marx en sus enfoques acerca de la política y de la sociedad y,
segundo, examinaré las diferencias más marcadas entre ambos enfoques. Concluiré
hablando de la importancia de estos contrastes y evaluaré lo que se puede
aprender de esta relación. He sido muy selectivo al plantear este debate, y me
he centrado exclusivamente en las comparaciones y en los contrastes más
provechosos que se pueden extraer de sus puntos de vista.
2.
Investigación crítica
Una semejanza que destaca inmediatamente
es el compromiso de ambos con un enfoque crítico. La coincidencia en los
títulos de sus obras principales, Crítica
de la razón pura y El Capital:
Crítica de la economía política, no es accidental. Marx y Kant comparten la
misma tradición filosófica alemana, tradición a la que este último dio su mayor
impulso con su trilogía de trabajos críticos. Kant creyó que vivía en una época
de ilustración cuyo sello distintivo era que todo debía someterse a la crítica[2], y elogió a su gobernante
Federico el Grande por señalar el camino, al alentar a los individuos a pensar
por sí mismos en asuntos religiosos y políticos. Para Kant, el príncipe
destacaba como el «primero en haber liberado al género humano de la minoría de
edad, cuando menos por parte del gobierno, dejando libre a cada cual para
servirse de su propia razón en todo cuanto tiene que ver con la conciencia»[3]. Sostuvo que los filósofos
deberían esperar que se les diera permiso para expresar libremente sus
opiniones en sus trabajos académicos[4]. Sus debates deberían ser
accesibles al gran público y fomentar así una cultura ilustrada entre la
población en general. Esto puede conllevar legítimamente una “crítica franca”
de la legislación ya promulgada[5] y podría llevar a un
círculo virtuoso, donde los legisladores incorporaran a su trabajo las ideas
que un debate público abierto y crítico podría generar y conducir así a mejores
acuerdos y leyes públicas.
Marx realizó su mayor contribución al
pensamiento sociopolítico al someter a la relativamente nueva disciplina
“economía política” a una crítica exhaustiva. «Marx siempre vio su teoría como
crítica: una práctica deconstructiva/reconstructiva asociada al descubrimiento
de condiciones y consecuencias sociales y políticas vinculadas a las ideas,
creencias y prácticas predominantes»[6]. Para Marx, la crítica es
una práctica abierta a todos y siempre debe estar presente en la vida social y
política actual. La idea de crítica de Marx no requiere solamente la libertad
de expresión (un requisito previo también para Kant), sino también el permiso y
la capacidad para actuar políticamente a fin de poder lograr el cambio. El
enfoque de Marx hacia la crítica y la valoración del papel que esta desempeña
es desde el principio más combativo a nivel social que el de Kant, para quien
el tipo más apropiado de crítica debe provenir de los académicos, cuya tarea
es, ante todo, fomentar el debate. Marx quiere ir mucho más allá del estudio
académico. El pensamiento crítico debería estar comprometido con la actividad
política; de hecho, debería ser una forma de movilización política. Como joven
filósofo en la década de 1840, estaba dispuesto a unirse a sus compañeros
filósofos alemanes en la condena del atraso de las condiciones de Alemania,
pero estas palabras debían ir seguidas de acciones. Se burla de sus contemporáneos
por su pasividad con respecto a las relaciones sociales existentes. Con razón
han puesto de manifiesto el atraso social y político de las condiciones de
Alemania. «La lucha contra el presente político
del pueblo alemán es la lucha contra el pasado de los pueblos modernos»[7]. Alemania mantiene el
sistema político derrocado en la Revolución francesa, un anticuado Antiguo
Régimen, y los filósofos críticos deben ser parte del movimiento político que
ponga fin a ese Régimen.
Esto contrasta con el planteamiento
kantiano de la investigación crítica. Kant consideraba que en tiempos de
Federico el Grande Prusia estaba más desarrollada que otros Estados europeos,
debido a la manera que tenía de fomentar la libertad de pensamiento. También
considera que únicamente los gobernantes pueden crear una esfera de libre
expresión para los filósofos, que no deberían aspirar a ser gobernantes. Marx,
de forma más controvertida, quiere transformar la filosofía en política. Aquí,
con su idea de la práctica revolucionaria, disuelve en muchos aspectos la
distinción entre público académico y público lector. Aparentemente exige que
aquellas personas de la calle que forman el público lector se conviertan en
académicos y que los académicos, a su vez, pasen a formar parte del público
políticamente comprometido[8]. Marx quiere someter «la
misma realidad político-social moderna a la crítica»[9] y, a la vez que realiza
esta crítica, alentar nuevas formas de acción política que subviertan esa
realidad. El pensamiento nuevo, por sí mismo, no puede crear un mundo nuevo;
una realidad nueva y mejor tiene que venir provocada por la revolución. Para
Marx esta crítica tiene que volverse militante. «[Cierto es que] el arma de la
crítica no puede suplir a la crítica de las armas, que el poder material tiene
que ser derrocado por el poder material, pero también la teoría se convierte en
un poder material cuando prende en las masas»[10]. Aunque Marx se distancia
del paradigma kantiano de la reforma política pacífica desde arriba[11], no deja de rendir
homenaje a la inspiración ética que los escritos políticos de Kant pueden
aportar. Aferrándose a la crítica de la religión que estaba tan de moda en
estos tiempos en Alemania, Marx ve en este pensamiento progresista una pista
del futuro radicalismo político que espera que contagie a su nación. «La prueba
evidente del radicalismo de la teoría alemana, y por tanto de su energía
práctica, está en saber partir de la decidida superación positiva de la
religión. La crítica de la religión desemboca en el postulado de que el hombre
es la suprema esencia para el hombre y, por consiguiente, en el imperativo
categórico de echar por tierra todas aquellas relaciones en que el hombre es un
ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable»[12]. Kant considera la crítica
como una forma de informar a los movimientos políticos progresistas dirigidos
por políticos que no son filósofos. Marx considera que los movimientos
políticos progresistas están formados por críticos conscientemente
comprometidos con cambiar el mundo.
3.
Orientación hacia el futuro
Una segunda semejanza en los enfoques de
Kant y Marx es que ambos están altamente orientados hacia el futuro en sus
filosofías políticas. Kant tomo como orientación en su filosofía política y
jurídica la posibilidad de una paz perpetua en un mundo de Estados
republicanos. Esta orientación está sustentada en la concepción kantiana de una
comunidad ética que juega un papel fundamental en su filosofía moral y
religiosa. Marx toma como orientación, en cambio, un futuro socialista donde
«los expropiadores son expropiados»[13], donde los propietarios
capitalistas de los medios de producción –aquellos que adquieren este estatus
únicamente al privar a la mayoría de la población de cualquier derecho de
propiedad– son privados de su propiedad. En esta sociedad futura se habría
socializado la producción. «Ésta [la negación de la producción capitalista] no
restaura la propiedad privada, sino la propiedad individual, pero sobre la base
de la conquista alcanzada por la era capitalista: la cooperación y la propiedad
común de la tierra y de los medios de producción producidos por el trabajo
mismo»[14]. El principal propósito
del análisis crítico de Marx de la sociedad capitalista actual es tratar de
demostrar cómo esa sociedad, a través de su propio impulso, tiende
necesariamente en dirección a un sistema económico planificado con la propiedad
común de la tierra y de los medios de producción.
La orientación de Kant hacia el futuro se
revela de forma muy llamativa en Idea
para una historia universal en clave cosmopolita, donde argumenta que no
debemos suponer que la historia ocurre enteramente sin un plan, lo que sería
una suposición degradante. Con el desarrollo de la ciencia hemos llegado a ver
nuestro entorno natural como un todo bastante bien ordenado. Kant considera de
poco valor apreciar con respeto y admiración la «magnificencia y sabiduría de
la creación»[15]
en la esfera natural, donde no hay seres racionales involucrados, y mirar la
esfera humana como si no hubiera inteligencia y sabiduría en el trabajo. Por lo
tanto, Kant desea hacer «un ensayo filosófico para elaborar la historia
universal conforme a un plan de la Naturaleza que aspire a la perfecta
integración civil de la especie humana»[16].
Marx está firmemente orientado hacia el
fin de la explotación y opresión estatal. Esto se debe lograr mediante una
revolución socialista que desde el primer momento debe tener una dimensión
global. El propósito detrás de este cambio constante hacia mejor es alcanzar
una situación donde «podrá superarse enteramente el estrecho horizonte del
derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡de cada cual
según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades!»[17]. Marx y Engels depositan
grandes esperanzas en la clase trabajadora, el proletariado, ya que, según
ellos, representa la única clase enteramente progresista de la sociedad
moderna. Y a medida que esa clase adopta el socialismo y la democracia se
establece como modelo de gobierno político en los Estados avanzados, la especie
humana se desarrollará hacia una sociedad más racional y planificada donde la
guerra y los conflictos interestatales serán cosa del pasado. Marx y Engels
proclaman en el Manifiesto comunista
que «los comunistas consideran indigno ocultar sus puntos de vista e
intenciones. Declaran abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados
mediante la subversión violenta de todo orden social existente. Las clases
dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no
tienen otra cosa que perder en ella que sus cadenas. Tienen un mundo que ganar»[18], y completan este
espeluznante llamamiento a las armas con el lema «¡Proletarios de todos los
países, uníos!»[19].
Estas ideas radicales han jugado un
importante papel en la historia mundial durante los dos últimos siglos y, por
supuesto, ponen de manifiesto muchas divergencias entre las filosofías
políticas de Kant y Marx, diferencias de las que nos ocuparemos más tarde. Sin
embargo, el modelo que sigue Kant es poner el énfasis en el presente, que se ve
como un preludio a desarrollos progresivos clave aún por venir y como un punto
que bien puede estar sujeto al juicio futuro de las generaciones venideras.
Desde ningún punto de vista deben los líderes actuales permitirse ser
complacientes. Se les anima a que comprendan y evalúen cuál podría ser su
contribución a una futura sociedad mejor, ya que cualquiera con conocimiento de
la historia de su propia sociedad es probable que se preocupe por cómo sus
descendientes verán su contribución a la mejora de su sociedad. Kant subraya
que debemos «encauzar tanto la ambición de los jefes de Estado como de sus
servidores hacia el único medio que les puede hacer conquistar un recuerdo
glorioso en la posteridad»[20], y piensa que el patrón
para medir esto debe ser «lo que los pueblos y sus gobiernos han hecho a favor
o en contra de un punto de vista cosmopolita»[21]. El mismo patrón de
medida es evidente en la orientación de Marx hacia el futuro: debemos juzgar el
éxito de los movimientos políticos no solamente en relación con su capacidad de
ejercer influencia sino, ante todo, en términos de su contribución al objetivo
cosmopolita, que él concibe como una comunidad global de trabajadores.
Marx y Kant esperan con impaciencia un
mañana planificado. Kant indica de forma contundente en varios de sus escritos
que la historia humana es actualmente el resultado de fuerzas en conflicto que
los mismos humanos no controlan completamente. Podemos discernir un patrón en
la historia, pero es un patrón que nosotros, en tanto que observadores históricos,
imponemos a los acontecimientos. De hecho, desde un punto de vista moral,
tenemos la obligación de considerar, al menos, que la historia humana no se
interpone en el camino de nuestra mejora gradual como especie. En el
tratamiento de los varios puntos de vista desde los cuales se puede observar la
historia en El conflicto de las
Facultades[22]
–como un continuo progreso; como un continuo declive; o como vacilando si hacia
una u otra dirección, pero en el fondo estancada–, Kant da a entender que el punto
de vista desde el que uno mira la historia no debe estar determinado únicamente
por lo que parecen ser los hechos, sino que más bien debemos permitir que
nuestra capacidad moral impacte sobre nuestra evaluación. «Aquello que la razón
nos presenta como algo puro, pero al mismo tiempo, dada su influencia para
marcar una época, como algo que el alma humana reconoce como deber […], ha de
tener un fundamento moral»[23]. La especie humana debe
fijarse la meta de perseguir sus objetivos «como ciudadanos racionales del
mundo [cosmopolitas], según un plan globalmente concertado»[24].
Kant tiene bastante claro que por el
momento no podemos estar orgullosos de la historia del género humano como
totalidad, pues el progreso parece aleatorio y a menudo involuntario. Considera
que desde una perspectiva filosófica debemos tomar el control y planificar
nuestro futuro. El plan que adelanta para alcanzar una paz perpetua es parte de
esta idea. «No puede uno librarse de cierta indignación al observar su [de los
seres humanos] actuación en la escena del gran teatro del mundo, pues, aun
cuando aparezcan destellos de prudencia en algún que otro caso aislado,
haciendo balance del conjunto se diría que todo ha sido urdido por una locura y
una vanidad infantiles e incluso, con frecuencia, por una maldad y un afán
destructivo asimismo pueriles»[25]. Es cierto que Kant
concibe ese futuro planificado como parte de algo que la naturaleza ha querido
para nosotros, pero lo que es seguro es la voluntad de que la especie humana
debe tener mayor control sobre los acontecimientos. Lo que se necesita es que
los individuos se comporten como los ciudadanos racionales del mundo que por
principio ya son.
El futuro planificado que deberíamos tener
delante de nosotros es todavía más evidente en la filosofía política de Marx.
El Manifiesto comunista presenta un
proceso de la historia humana controlado por las luchas de clase que fomentan
que este conflicto de clase se haga mundial. La expansión del capitalismo por
todos los territorios del mundo trae a su paso guerras entre naciones
capitalistas avanzadas rivales. Es un proceso que no está controlado por los
seres humanos, sino que es provocado por el sistema económico capitalista del
que son parte. Marx nos anima a superar el azaroso y conflictivo desarrollo
económico del que inevitablemente formamos parte, reemplazando el modo de
producción capitalista por otro donde los propios productores estén al mando.
Marx y Engels condenan cómo el capitalismo permite que el pasado domine el
futuro: «En la sociedad burguesa el trabajo vivo no es más que un medio para
multiplicar el trabajo acumulado. En la sociedad comunista, el trabajo
acumulado no es más que un medio para ampliar, enriquecer y mejorar el proceso
vital de los trabajadores»[26]. Por trabajo acumulado se
refieren aquí a capital, que entienden únicamente como el producto ahorrado del
trabajo anterior, generado por la actividad no remunerada de los empleados de
los capitalistas. «En la sociedad burguesa el pasado domina, en consecuencia, sobre
el presente; en la comunista, el presente sobre el pasado. En la sociedad
burguesa el capital es independiente y personal, mientras que el individuo que
trabaja es dependiente e impersonal»[27]. Nuestros preparativos
para el futuro deben dominar la planificación de la sociedad actual.
4.
Enfoque revolucionario sobre el conocimiento
En tercer lugar, Marx, al igual que Kant,
que somete a la filosofía a una revolución copernicana, donde el sujeto es
puesto en el centro de nuestro conocimiento, busca también transformar el campo
del conocimiento humano y llevar a la filosofía, más allá de lo que él
considera como su habitual modo contemplativo o reflexivo, a asumir un papel de
transformación activa. Según Marx, el objetivo de mejorar la sociedad va
acompañado del objetivo de conocer de la manera más completa y exacta posible
tanto a nosotros mismos como al mundo. Este parecer es expresado de la manera
más notable en la segunda tesis sobre Feuerbach, en la que dice que «[e]l
problema de si a propósito del pensamiento humano puede o no hablarse de verdad
objetiva no es un problema teórico, sino práctico.
El hombre ha de acreditar la verdad, esto es, la potencia y realidad, la
cismundaneidad de su pensamiento en la práctica misma. La disputa acerca de la
realidad o irrealidad del pensamiento –un pensamiento aislado de la práctica–
es una disputa netamente escolástica»[28]. Ambos difieren
marcadamente en la atención que prestan a los detalles metodológicos que la
persecución de estos objetivos radicales implica. Marx solamente presta
atención de pasada a la nueva epistemología que adopta: su propósito es
demostrar su valor en su actividad académica. La actividad académica de Kant
está dominada, por el contrario, por la idea de probar la validez de su nuevo
método copernicano. La epistemología se halla en el corazón de la empresa
filosófica kantiana, mientras que la empresa filosófica de Marx está guiada por
el objetivo de acabar con todas las condiciones inhumanas. La nueva y radical
epistemología de Marx queda apenas sin teorizar, mientras que la filosofía de
Kant está dedicada en un grado extraordinario al asunto de explicar
detalladamente cuál es la epistemología más apropiada.
El radicalismo epistemológico de Marx se
muestra más claramente en su crítica de la ideología. Este nuevo enfoque
crítico sobre la epistemología se observa ampliamente en el libro que escribió
con Engels a mediados de la década de 1840, La
ideología alemana. Pero es en el «Prólogo» a la Contribución a la crítica de la Economía política, publicado en
1859, donde Marx expresa de forma más concisa y notable el enfoque
revolucionario que adopta hacia el conocimiento. Ahí comenta sobre su
metodología:
En la producción social de su existencia,
los hombres establecen determinadas relaciones, necesarias e independientes de
su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio
evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas
relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la
base real sobre la cual se alza un edificio jurídico y político, y a la cual
corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de
la vida material determina el proceso social, político e intelectual de la vida
en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino,
por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia.[29]
El método de Marx parece tomar una
dirección radicalmente opuesta a la de la revolución copernicana de Kant, que
devuelve al sujeto cognoscente el eje del conocimiento. Kant parece sugerir que
la existencia está determinada en gran parte por nuestra conciencia, mientras
que Marx entiende nuestra conciencia desde nuestra existencia. Sin embargo,
Marx es atraído de nuevo por el mayor subjetivismo de Kant en lo que a nuestro
conocimiento se refiere cuando subraya que esta conciencia es siempre la de
individuos humanos prácticamente activos. Para Marx no hay otro ser que aquel
del que somos conscientes, solo existe conciencia de nuestro ser social que
surge por las relaciones que son «necesarias e independientes de nuestra
voluntad»[30].
5.
Igualdad
Tanto Kant como Marx tienen poderosos
argumentos en pro de la igualdad, si bien es cierto que la interpretan de
manera diferente. Marx no solo hace hincapié en la igualdad ante la ley (a la
que considera como una igualdad “burguesa”), sino también sobre una mayor
igualdad en la distribución de la renta y la riqueza. Kant, aunque no se siente
del todo cómodo con la desigualdad de riqueza y renta, le presta mucha menos
atención, e incluso cree que bajo determinadas condiciones este tipo de
desigualdad puede resultar ser un estímulo para el progreso humano. Aunque está
preocupado por que nuestras oportunidades en la vida sean en general las mismas,
no prevé cambios drásticos de inmediato en la distribución de la propiedad para
hacer frente al problema.
El compromiso de Kant con la igualdad está
expresado de la manera más notable en su Fundamentación
de la metafísica de las costumbres, donde comenta que «el ser humano, y en
general todo ser racional, existe
como fin en sí mismo, no meramente como
medio para el uso a discreción de esta o aquella voluntad, sino que tiene
que ser considerado en todas sus acciones, tanto en las dirigidas a sí mismo
como también en las dirigidas a otros seres racionales, siempre a la vez como fin»[31]. Exhibe el mismo
compromiso con la igualdad en su ensayo Probable
inicio de la historia humana, donde afirma que «[al ser humano] no le era
lícito tratar así [como a los animales] a ser
humano alguno, sino que había de considerar a todos ellos como copartícipes
iguales en los dones de la Naturaleza»[32].
Por lo tanto, desde el punto de vista
político, Kant cree que deben eliminarse todos los obstáculos a la igualdad de
los individuos ante la ley. «De esta idea de la igualdad de los seres humanos
en la comunidad, en cuanto súbditos, resulta también la siguiente formulación:
«A cada miembro de la comunidad le ha de ser lícito alcanzar dentro de ella una
posición de cualquier nivel (de cualquier nivel que corresponda a un súbdito)
hasta el que puedan llevarle su talento, su aplicación y su suerte. Y no es
lícito que los cosúbditos le cierren el paso a merced de una prerrogativa hereditaria (como privilegiados para
detentar cierta posición) […]»»[33]. Marx tenía puntos de
vista muy complejos sobre la igualdad. Creía firmemente que la distribución
heredada de la riqueza provocada por el desarrollo no regulado del capitalismo
debía rectificarse, pero de ninguna manera creía que todos debieran tener
inmediatamente la misma cantidad de riqueza. En su opinión, la distribución de
riqueza dependería en gran parte de la condición de la sociedad que se estaba
transformando hacia el socialismo. En las primeras etapas de dicha
transformación podría muy bien permitirse una participación desigual en la
riqueza y en las rentas, a fin de que la transformación se lleve a cabo de la
manera más eficaz posible. Incluso después de la instauración completa de una
sociedad socialista la distribución no debe ser completamente igualitaria, pues
las necesidades de cada individuo son diferentes: pueden ser solteros, estar
casados, tener hijos, ser jóvenes o viejos, y estas diferencias deben ser
tenidas en cuenta. Marx es totalmente consciente de que el objetivo a largo
plazo que expresa como «de cada cual según sus capacidades, a cada cual según
sus necesidades»[34]
sólo se puede alcanzar lentamente.
6.
Libertad
Tanto Kant como Marx defienden firmemente
la libertad[35],
aunque cada uno lo hace a su manera. En el plano político Kant considera la
libertad como nuestro único derecho innato, y le da un significado muy
específico. Tiene una comprensión republicana de la libertad como libertad de la
dominación. Según Kant: «Nadie me puede obligar a ser feliz a su modo (tal como
él se imagina el bienestar de otros seres humanos), sino que es lícito a cada
cual buscar su felicidad por el camino que mejor le parezca, siempre y cuando
no cause perjuicio a la libertad de los demás para pretender un fin semejante,
libertad que puede coexistir con la libertad de todos según una posible ley
universal (esto es, coexistir con ese derecho del otro)»[36]. No es una libertad de
interferencia indeseada que es meramente egoísta. De hecho, es una condición de
la libertad que afirmamos que es igualmente válida para todos los demás. Como
dice Kant en su filosofía del derecho, la libertad es «la independencia con
respecto al arbitrio constrictivo del otro» y tiene que «coexistir con la
libertad de cualquier otro según una ley universal»[37].
Aunque el concepto de libertad de Marx
muestra evidencias de la misma preocupación de Kant –quizá presente en ambos
por la lectura de la filosofía política de Rousseau– porque los intereses
particulares de los individuos deberían estar comprendidos en el todo social[38], Marx lo presenta en
términos más históricamente específicos como la libertad que puede lograrse por
una sociedad en la que se han eliminado las diferencias de clases. A Marx no le
gusta discutir sobre la libertad en abstracto. Es muy probable que considerara
la noción kantiana de libertad externa, derivada de la idea de libertad como
derecho innato, como una noción del derecho burgués. En su ensayo de 1843 Sobre ‘La cuestión judía’ Marx se
refiere a «los llamados derechos del hombre», que son diferentes de los
«derechos de los ciudadanos», y que «no son otra cosa que los derechos del
miembro de la sociedad burguesa, es decir, del hombre egoísta, del hombre
separado del hombre y de la comunidad»[39]. Marx denota este tipo de
libertad como «el derecho de hacer y emprender todo lo que no dañe a otro»[40] y no tiene una
consideración muy elevada de este, pues para él es insuficiente. Tiene en mente
un concepto de libertad más socializado. La visión burguesa de la libertad
establece «el límite dentro del cual puede moverse todo hombre sin perjudicar
al otro»[41],
lo que Marx considera como «la libertad del hombre como mónada aislada,
replegada sobre sí misma»[42]. Marx prefiere una forma
socializada de libertad donde la independencia individual se negocia
completamente en el marco de un contexto público. En términos generales, tenía
la expectativa de que esta forma socializada de libertad incorporara
completamente todas las características positivas del “derecho burgués”, pero
yendo más allá en la independencia que ofrece sobre el control no autorizado y
no consensuado sobre los demás. Desgraciadamente, Marx guarda silencio sobre
muchas de las características que la sociedad debe comprender mientras esta
transición tiene lugar y sobre cómo se lograría el acuerdo social consensuado.
Confía demasiado en una ficticia solidaridad de clase de los miembros de la
clase trabajadora y en la supuesta uniformidad del punto de vista entre los
comunistas sobre cómo se va a alcanzar esta solidaridad.
Para Kant, se sigue inmediatamente de
nuestro derecho innato a la libertad que todos disfrutamos de «igualdad innata,
es decir, la independencia, que consiste en no ser obligado por otros sino a
aquello a lo que también recíprocamente podemos obligarles»[43]. Estos son derechos que
poseemos en virtud de nuestra condición como seres humanos, únicos habitantes
racionales del planeta. Parece haber muy poca duda de que Marx compartiría la
misma creencia y, en particular, bien podría enfatizar una nueva dimensión de
nuestra libertad innata que Kant advierte, a saber, «la cualidad del hombre de
ser su propio señor (sui generis iuris)»[44]. Sui generis significa que algo es completamente de su propio género
o único. Por tanto, para Kant, únicamente el ser humano está en posición de
poder afirmar un derecho a la independencia. Sin embargo, Marx pone mucho
énfasis en la incapacidad para conseguir esta independencia por parte de la
inmensa mayoría de seres humanos. Marx se preocupa particularmente por la
condición de los miembros de la clase trabajadora moderna, quienes, aunque en
apariencia tienen el derecho de afirmar su independencia en el mercado de
trabajo, una vez bajo el gobierno de sus empleadores capitalistas pierden casi
por completo su independencia. Para Marx, el sistema de salario conduce al
trabajador a una forma de esclavitud. En el primer volumen de El Capital habla del mercado de trabajo
como «un verdadero Edén de los derechos humanos innatos. Lo que allí imperaba
era la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham. ¡Libertad!, porque el
comprador y el vendedor de una mercancía, por ejemplo, de la fuerza de trabajo,
sólo están determinados por su libre voluntad. Celebran su contrato como
personas libres, jurídicamente iguales. El contrato es el resultado final en el
que sus voluntades confluyen en una expresión jurídica común. ¡Igualdad!,
porque sólo se relacionan entre sí en cuanto poseedores de mercancías, e
intercambian equivalente por equivalente. ¡Propiedad!, porque cada uno dispone
sólo de lo suyo. ¡Bentham!, porque cada uno de los dos se ocupa sólo de sí
mismo». Sin embargo, «[al] dejar atrás esa esfera»[45], hay un orden de cosas
enteramente diferente. Marx destaca la dependencia, y la consiguiente falta de
libertad, que la forma de producción capitalista parece generar. Gran parte de
sus escritos críticos sobre economía y política se centra en cómo esta
dependencia y esta inseguridad pueden ser superadas. Desde el punto de vista de
Marx, la división moderna del trabajo dentro de las fábricas capitalistas
atrofia necesariamente el desarrollo de los individuos involucrados. El sistema
de producción requiere frecuentemente que los individuos se dediquen a la
continua repetición de la misma tarea, a menudo muy simple. Los análisis del
sistema de producción capitalista moderno le llevan a la conclusión de que, si
los individuos han de ser libres e iguales en el sentido que propone Kant,
entonces la producción tiene que ser organizada de una manera nueva y distinta.
Como todo el sistema social y político se basa en la forma de producción
capitalista, también concluye que el sistema político tiene que transformarse
para permitir que la mayoría de la sociedad (aquellos que ganan su salario
vendiendo su fuerza de trabajo) determinen su dirección. El primer paso hacia
esa revolución que pone fin a la sociedad capitalista es, para Marx, «la
elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la democracia»[46]. El objetivo de emancipar
a las personas es para Marx, al igual que para Kant, el hilo conductor de sus
escritos políticos[47]; simplemente, esa
emancipación se ve de manera distinta. Marx ve la realización de la libertad de
modo inmanente y social, algo que ocurre como resultado del desarrollo de los miembros
de la raza humana como productores e intercambiadores de productos. Sin
embargo, se basa en un compromiso, similar al de Kant, con la dignidad y el
valor de cada uno de los seres humanos.
7.
Cosmopolitismo
El cosmopolitismo, y el internacionalismo
que implica, es un rasgo prominente del pensamiento de ambos autores. En el Manifiesto comunista Marx y Engels
adoptan un punto de vista notablemente internacionalista. Dejan muy claro que
no ven el futuro comunista únicamente en términos de un proceso de emancipación
nacional. De hecho, expresan sus dudas sobre si los lazos nacionales significan
algo para los miembros de la clase trabajadora. «[E]l trabajo industrial
moderno, el moderno sojuzgamiento bajo el capital, que es el mismo en
Inglaterra y en Francia, en Norteamérica y en Alemania, ha despojado al
proletariado de todo carácter nacional»[48]. Recalcan, no obstante,
que primero debe tener lugar la liberación de la clase trabajadora dentro del
contexto del Estado nacional, aunque el proceso no se puede detener aquí. «Por
su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la
burguesía es primero una lucha nacional. El proletariado de cada país debe
acabar, naturalmente, en primer lugar, con su propia burguesía»[49]. Marx y Engels prevén que
la clase trabajadora llegue al poder, en primera instancia, dentro de los
diversos Estados nacionales. Pero su emancipación no acaba aquí. El triunfo del
movimiento comunista en un país requiere que la clase trabajadora de otros
Estados también tome el control de sus sociedades. Marx y Engels se consideran
a sí mismos comunistas y, desde su punto de vista, «[l]os comunistas no son un
partido especial frente a los demás partidos obreros. No tienen intereses
separados de los intereses de todo el proletariado»[50]. El proletariado no está
confinado en un solo país: a medida que se desarrolla el capitalismo, la clase
trabajadora se convierte en la clase predominante en todo el mundo. El
comunismo de Marx busca siempre, por tanto, mantener una dimensión internacional.
Tiene un programa universal para la emancipación humana. Del mismo modo que
Kant vio el inicio del gobierno republicano en un país como una señal para que
los países vecinos buscaran adoptar una forma de gobierno similar, Marx y
Engels ven a la clase trabajadora de un país como un ejemplo para que los
países del entorno y los países con niveles de desarrollo económico similares
avancen en la misma dirección. En Hacia
la paz perpetua Kant indica el ejemplo que un Estado avanzado de su época
podía dar a otros Estados para que adoptaran una mejor forma de gobierno[51]. Para él, las gentes
ilustradas pueden presentarse como modelo para que otras gentes les sigan. Marx
piensa en una revolución socialista en un país que estimule las perspectivas
del triunfo de la clase trabajadora en cualquier otro lugar.
El cosmopolitismo kantiano emana de una
ética humanista. De hecho, es una figura clave en esa tradición y debe ser
visto como una importante fuente de los puntos de vista humanistas de Marx.
Kant expresa su visión cosmopolita humanista al final de su Doctrina del
Derecho como una «idea racional de una comunidad pacífica universal, aunque todavía no amistosa, formada por todos
los pueblos de la tierra que pueden establecer relaciones efectivas entre sí»[52]. Mientras que el núcleo
de las razones de Marx para la comunidad cosmopolita reside en el rasgo
compartido de la necesidad de cada ser humano de trabajar (particularmente
experimentado por los productores directos bajo el capitalismo) y en que la
consiguiente riqueza es un producto de este trabajo, el núcleo de razones de
Kant descansa en las implicaciones morales de nuestra presencia física en una
esfera (lo que significa que nuestros caminos deben cortarse cualquiera que sea
la dirección en que nos movamos). Nuestra presencia común en el globo fuerza la
interacción entre nosotros y nos crea la necesidad (para que podamos disfrutar
de libertad e igualdad) de regular esta interacción. Y Kant sostiene firmemente
que la interacción social nos fuerza a desarrollar nuestros talentos, por la
rivalidad que surge entre nosotros. Es muy interesante el que Kant haga una
consideración sobre la posibilidad de nuestra posesión común de la superficie
terrestre y su reserva de riqueza producida por la naturaleza. Sin embargo,
esta idea de la posesión común es para Kant una noción simbólica, moral, que
subyace a la posterior posesión individual basada en la ley y garantizada por
los Estados soberanos establecidos. La idea tiene implicaciones legales para lo
que deberíamos hacer en el presente; no es una afirmación de hecho sobre el
pasado de ninguna persona en particular. Para Kant, en base a esta idea, un
Estado nacional tiene derecho a tratar de regular la forma que deba adoptar
ahora la propiedad.
El cosmopolitismo de Marx minimiza el
papel que los Estados nacionales tienen en la salvaguarda de la propiedad y
enfatiza, en su lugar, el futuro derecho de una clase trabajadora dominante a
nivel mundial a regular la propiedad en la forma que se considere conveniente a
fin de empoderar a toda la humanidad. Creo que es justo concluir que Kant
presta más atención que Marx al problema de cómo podríamos desplazarnos desde
una posición internacional precaria de competencia no regulada a un futuro
mundo cosmopolita. Marx deja mucho al azar y es demasiado optimista respecto a
cómo las revoluciones de la clase trabajadora en un país conducirán a un orden
internacional más armonioso. Kant enfatiza la necesidad de tener un movimiento
orgánico suave desde un orden legal de base nacional a un orden legal
cosmopolita exitoso. Marx parece sentirse demasiado atraído por el modelo de
cambio revolucionario que Europa había experimentado con la transición de
Francia desde un sistema monárquico a un orden republicano. Es muy fácil ser
sabio retrospectivamente, sin embargo, las dificultades experimentadas por la
Revolución de Octubre en Rusia y los subsiguientes intentos para alcanzar un
orden internacional más en sintonía con su estructura socialista interna
parecen demostrar las enormes dificultades que subyacen a una transformación
revolucionaria del orden mundial como la concebida por Marx. Los trabajadores
del mundo fueron entonces incapaces de unirse de forma exitosa; mientras que el
viejo orden burgués, tan despreciado por Marx, mostró una enorme capacidad de
recuperación ante el reto que planteaba el marxismo revolucionario en todo el
mundo.
8.
Mejoramiento humano
Kant y Marx están firmemente centrados en
la mejora del ser humano. Ambos desean ver nuestras características creadoras
humanas desarrolladas al máximo. Lo cierto es que cada uno lo aborda desde
diferentes perspectivas. Para Kant, este mejoramiento tiene que ser, ante todo,
logrado por los propios individuos y para sí mismos. Nos vemos obstaculizados
como seres morales por nuestra propensión al mal radical. La evidencia le
sugiere a Kant que podemos considerar esta propensión como innata. Pero esto no
significa que deba triunfar siempre o inevitablemente. Kant piensa simplemente
que nuestra mejora no puede descartarse. Debemos tratar de aprender a frenar
nuestra propensión al mal radical.
Aunque Kant reconoce que el contacto
social con otros puede intensificar en gran medida nuestra tendencia al mal[53], cree, sin embargo, que
esa propensión se origina en los propios seres humanos. Marx se inclina más por
pensar que el mal que observamos en los seres humanos puede ser atribuido a su
contexto social. Sostiene que no podemos separar a los individuos de su
contexto social: los humanos, como dice en sus tesis sobre Feuerbach, no
existen fuera de la sociedad. «El individuo abstracto» pertenece, en realidad,
«a una determinada formación social»[54]. Nuestro mejoramiento
solo puede ocurrir en el contexto de una sociedad humana ampliamente mejorada.
Solo «[e]n una fase superior de la sociedad comunista […] podrá superarse el
estrecho horizonte del derecho burgués»[55].
Mientras que el interés principal de Kant
en el mejoramiento humano recae sobre el carácter del individuo (si bien es
cierto que en un contexto social y político) y sobre la búsqueda de una mayor
virtud a través de un enfoque más cualificado de aquellos factores que, a la
vez, nos impiden y nos ayudan a cumplir con nuestro deber, el de Marx recae
sobre las circunstancias de nuestro trabajo –las circunstancias bajo las que
directamente reproducimos nuestras vidas– y sobre conseguir que esas
circunstancias sean lo más propicias posibles para la satisfacción de nuestras
necesidades. Esas circunstancias favorables deberían ser perseguidas en la fase
avanzada de la sociedad comunista que está por venir. En esas circunstancias la
división del trabajo no esclavizará al productor tal y como lo hace ahora. Bajo
condiciones capitalistas el productor está obstaculizado, primero, por la
división entre trabajo intelectual y físico y, segundo, por la naturaleza
repetitiva y especializada de su trabajo. Deberíamos ser liberados de tales
condiciones limitantes y atrofiantes. La importancia dada a las condiciones
externas diferencia a Marx de Kant. Sin embargo, ambos coinciden de nuevo
cuando Marx subraya el papel que el trabajo gratificante puede jugar en la vida
de un individuo. Al explicar la importancia de la búsqueda de la virtud como
objetivo primordial de la existencia humana, Kant también señala la importancia
de desarrollar las habilidades latentes en nosotros para realizarnos. Para Kant
la persona virtuosa persigue fines que también son deberes, y entre los
principales deberes, está el desarrollo de nuestros poderes naturales. «El
cultivo (cultura) de las propias facultades naturales (las facultades del
espíritu, del alma y del cuerpo), como medio para toda suerte de posibles
fines, es un deber del ser humano hacia sí mismo– El ser humano se debe a sí
mismo (como ser racional) no dejar desaprovechadas y –por así decirlo– oxidadas
la disposición natural y las facultades, de las que su razón puede hacer uso
algún día»[56].
El hincapié que hace Marx en el trabajo en una futura sociedad comunista (que
no es solamente un medio primario para nuestro mantenimiento, sino también el
primer requisito para nuestras vidas), indica una conciencia común a Kant sobre
la importancia de un trabajo gratificante para formar a un ser humano completo.
Para Kant, el desarrollo integral de nuestras facultades naturales nos permite
tener un lugar entre los otros como «miembros provechosos del mundo»[57]. Marx desea que el
desarrollo integral del individuo se considere como «un deber del ser humano
hacia sí mismo» el «cultivar las propias facultades»[58], lo que se asemeja a la
preocupación de Kant.
9.
Puntos de diferencia
La diferencia política más destacada entre
Kant y Marx la presenta el rechazo general de Kant a las políticas
revolucionarias. Creo que este es uno de los principales motivos por el que
muchos importantes estudiosos de Kant son reacios incluso a escuchar hablar de
Kant y Marx en la misma oración. Es bastante comprensible que los
comentaristas, que encuentran en la filosofía política de Kant mucho de lo que
ellos admiran y pueden apoyar, se sientan en casa con la suposición de que
dentro de una sociedad civil ya establecida deberíamos trabajar con las
estructuras políticas existentes para llevar a cabo una mejora en la sociedad.
Encuentran totalmente molesta la creencia de Marx de que el orden existente
tiene que ser derrocado de abajo arriba si realmente queremos progresar.
Comparten el horror de Kant[59] ante la idea de una
completa y repentina transformación de la sociedad, y creen que, una vez que el
estado de derecho ha sido tan fundamentalmente socavado, la sociedad no podrá
ser reparada fácilmente. Del mismo modo que para Kant la elección del método de
reforma se hace de manera deliberada y cuidadosa, también Marx, de forma
deliberada y con mucha reflexión, opta por el camino revolucionario. El
entusiasmo de Marx hacia la revolución puede verse en su visión materialista de
la historia, en su apoyo a las acciones extra legales de las clases y gentes
oprimidas y, sobre todo, en su apoyo a los métodos revolucionarios que muestra
en sus escritos históricos sobre Francia, especialmente en El 18 Brumario de Luis Bonaparte (1852) y La guerra civil en Francia (1871).
La revolución es una poderosa analogía
mecánica que Marx despliega para mostrar el tipo de cambio político del que
está a favor. Marx está escribiendo en la Europa del siglo XIX, donde las
corrientes innovadoras y progresistas de la agitación francesa todavía se
sentían. Claramente se alió con este espíritu progresista que animó a muchos de
los principales personajes de la cultura de su tiempo, incluyendo figuras tan
diversas como los románticos ingleses y Hegel. Por el contrario, Kant prefiere
la analogía de la metamorfosis[60], analogía que presenta en
el momento del impacto directo de la Revolución francesa sobre sus vecinos
europeos y que recomienda firmemente dar un paso atrás frente al entusiasmo político
radical del momento. En contraste con la analogía escogida por Marx, Kant aboga
por una analogía orgánica. A su juicio, los próximos cambios progresistas en
las instituciones políticas deberían desarrollarse de forma más natural desde
el orden existente. Moverse en pos del progreso no debería depender de forma
tan expresa de la destrucción. Más bien, a medida que se modifican las
instituciones, sus características positivas deberían ser incorporadas a las
nuevas normas y organizaciones. Es plenamente consciente de que el orden
jurídico-político nace a través de la fuerza y la dominación, sin embargo, no
cree que este camino debiera repetirse al crear instituciones futuras más
acordes con los derechos innatos de los individuos.
Esto nos lleva a un segundo punto
importante de diferencia entre Kant y Marx. Al rechazar la resistencia y la
rebelión como formas de provocar un cambio político progresista, Kant demuestra
que defiende la reforma de arriba abajo como su método predilecto para
progresar: debemos perseguir «la evolución en lugar de la revolución»[61]. Esta es una mejora que
observa estrictamente los métodos legales. Es conocido que Marx considera a la
ley, principalmente, como una consecuencia ideológica de las estructuras
sociopolíticas dominantes en la sociedad. Como observa en el «Prólogo» a su Contribución a la crítica de la Economía
política, el derecho es una de las «formas ideológicas» «dentro de las
cuales los hombres cobran conciencia de este conflicto» entre las relaciones
económicas que forman la «base» de la sociedad y la «inmensa superestructura»
de ideas que se erige desde esta base[62]. Para Marx, nuestra
existencia social determina nuestra conciencia y no viceversa[63]. Así, dado el estado
actual del derecho –como una de estas formas ideológicas–, no se puede confiar
en él de cara a lograr un cambio político progresista. Al favorecer los
intereses de la clase dominante, uno de sus objetivos explícitos es, en su
opinión, la de frenar el progreso. El derecho establecido no puede sino ayudar a
la clase dominante ya consolidada a preservarse y mantenerse.
Un tercer punto de contraste es su actitud
hacia la religión. Kant reserva un importante espacio para la idea de religión
en su versión del progreso humano. Para él, la religión toma su justificación
de la moral. La esencia del punto de vista religioso consiste en el
cumplimiento de nuestros deberes como obligaciones divinas. «La Religión es (considerada subjetivamente)
el conocimiento de todos nuestros deberes como
mandamientos divinos»[64]. Responder correctamente
a las demandas del imperativo categórico en el ámbito moral conduce
necesariamente al individuo en dirección a la religión. Aunque la práctica
moral no requiere de suyo recurrir a la idea de un ser divino, no obstante, la
razón tiene interés respecto a los resultados de las acciones morales
ensayadas. Sin embargo, la razón también desea verlas como contribuciones a un
sumo bien[65].
Esto solo puede tener lugar bajo la suposición de que lo que yo quiero
corresponde con lo que es querido por «un autor santo y bueno del mundo»[66].
Bajo la influencia de Feuerbach, Marx deja
de lado desde muy temprano la contribución que la religión puede suponer para
la mejora humana, social y política. De hecho, parece creer que la religión es
predominantemente una ideología al servicio del orden existente y que cualquier
persona que quiera emanciparse completamente debe rechazarla. «El fundamento de
toda crítica irreligiosa es que el hombre
hace la religión, y no la religión al hombre. Y la religión es la autoconciencia
y el sentimiento que el hombre tiene de sí mismo cuando aún no se ha encontrado
a sí mismo o ha vuelto a perderse»[67]. Kant también considera
la religión como parte de la condición humana. Pero, para este, la religión no
tiene sus orígenes en los miedos de los seres humanos, sino en su razón. Para
él, la religión surge inevitablemente del esfuerzo de los individuos para
seguir la ley moral. Históricamente ha adoptado numerosas formas, pero en el
fondo todas ellas tienen el propósito de describir vías para que podamos
aproximarnos al sumo bien. Mientras que para Kant la religión tiene que residir
en el núcleo de lo que nos representamos como un futuro más feliz para
nosotros, para Marx la religión no debe tener cabida en el futuro para las
personas racionales. Tal como Marx lo ve, «[s]obreponerse a la religión como la
dicha ilusoria del pueblo es exigir
para este una dicha real. El pugnar
por acabar con las ilusiones acerca de una situación, significa pedir que se acabe con una situación que
necesita de ilusiones. La crítica de la religión es, por tanto, en germen, la crítica de este valle de
lágrimas que la religión rodea de un halo
de santidad»[68].
Aunque Kant tiene mucho que decir en sentido crítico sobre la religión
organizada (ni siquiera las creencias protestantes escapan de su crítica)[69], con todo, cree que la
religión tiene un núcleo racional que representa la manera como podemos ser más
receptivos a la ley moral en nuestras vidas. La religión que permanece “dentro
de los límites de la mera razón” adopta una forma mucho más modesta que la del
tipo de creencia religiosa defendida por las confesiones cristianas
establecidas. La búsqueda de la virtud se encuentra, para Kant, en el corazón
de la creencia religiosa. Por el contrario, Marx cree que la vida religiosa
debe dejar, por completo, espacio a la vida secular, donde los problemas que
conducen al discurso religioso se abordan de manera más apropiada. Para Marx,
«[l]a religión es, simplemente, el sol ilusorio que gira en torno al hombre
mientras este no se decide a girar en tomo a sí mismo»[70].
10.
Conclusión
Si bien es verdad que las referencias a
Kant en la obra de Marx son escasas y, en consecuencia, puede parecer que se
inspiró poco en el sistema crítico kantiano, sin embargo, se podría argumentar
que la filosofía kantiana constituye una profunda influencia subyacente al
proyecto de Marx y Engels. En particular, Marx desarrolló su perspectiva
filosófica, que dio forma a su propio sistema crítico, bajo la sombra de la
filosofía de Hegel. Lo hizo por su relación con los Jóvenes Hegelianos, así
como por su temprana fascinación con el sistema filosófico de Hegel. Como
muchos jóvenes estudiantes alemanes de su tiempo, Marx se sintió atraído en su
juventud por el imponente edificio de la filosofía hegeliana y fue incapaz de
resistir el reto intelectual que planteaba[71]. También podemos ver de
forma más explícita esta señal de su respeto y embeleso con la filosofía de
Hegel en muchos de los artículos, capítulos y borradores de libros que escribió
a comienzos de la década de 1840, escritos que entroncan íntimamente con el
sistema hegeliano en sus muchas ramificaciones. Marx intenta aquí realizar una
crítica integral de la filosofía de Hegel y se ocupa no sólo del marco
cuasi-teológico del concepto de espíritu en la filosofía de Hegel, sino también
de su teoría del conocimiento.
De forma consciente, Hegel considera que
está construyendo a partir de algunas de las principales innovaciones
filosóficas de Kant. Acepta varios aspectos de la revolución copernicana de
Kant en el desarrollo de su propio idealismo filosófico. La principal objeción
de Hegel a Kant es que este no ha ido lo suficientemente lejos al hacer del
pensamiento el centro de nuestra experiencia. Hegel lucha contra lo que él
considera los restos nocivos de empirismo en el sistema kantiano y se siente
tan poderosamente atraído por el idealismo trascendental de Kant que llega al
punto de construir su propia Ciencia de
la lógica como una explicación más acabada y objetiva sobre la manera en que
el pensamiento estructura nuestra experiencia[72]. Es por esto que Marx, en
su lucha contra el idealismo de Hegel a comienzos de su carrera intelectual,
está tratando con muchos de los problemas centrales planteados por el legado
del sistema kantiano.
Ya hemos visto que Marx es radical y está
orientado hacia el futuro en su filosofía política de manera similar a Kant.
Comparte con este una visión progresiva de la historia, aunque cada uno
interpreta la teleología de manera diferente y hay claras diferencias en la
epistemología que yace detrás de sus visiones de la historia. Pero Marx, al
buscar ir más allá de la ética y la filosofía política hegelianas regresa a un
territorio que Kant también había ocupado. Marx rechaza la visión de la realización
ética que se encuentra implícita en la sociedad civil moderna (bürgerliche Gesellschaft) y en el
Estado. Marx considera que el Estado moderno es, tal como lo presenta Hegel,
éticamente deficiente. Contrariamente a lo que reivindica Hegel, Marx cree que
los objetivos universales de la sociedad no se realizan en una monarquía
constitucional[73].
En este respecto, Marx se asemeja a Kant al mirar más allá del Estado nación
existente en la búsqueda de una comunidad ética y el mejor sistema de gobierno.
Por supuesto, Marx sigue siendo más radical que Kant en su deseo de trascender
el Estado nacional. Kant aspira a una unión federal de Estados republicanos,
mientras que el objetivo a largo plazo de Marx es la abolición del Estado
capitalista.
La redención, para Marx (y aquí está
totalmente en desacuerdo con Kant) llega solamente a través de la resolución
del conflicto de clase. Y aquí Marx espera que este cambio adopte una forma
revolucionaria. Una de las razones que tiene Marx para buscar el progreso más
allá del Estado nación es que el conflicto de clases va también más allá de las
fronteras nacionales. Para él, la lucha contra el capitalismo se vuelve
necesariamente mundial debido a que el capital tampoco conoce fronteras
nacionales. En la delimitación de su filosofía de la historia Marx está también
planteando, desde luego, una alternativa al modelo hegeliano del avance
progresivo del espíritu (Geist). Marx
rechaza el espíritu y el espíritu del mundo por considerarlos místicos y busca
construir su filosofía de la historia sobre las fuerzas económicas y sociales
de las que puede dar cuenta. Marx interactúa con las filosofías de la historia
de Hegel y Kant en El Capital.
Atribuye a la historia un desarrollo teleológico a través de la influencia de
las fuerzas económicas en transformación sobre la sociedad. Para él, el hilo
conductor de la historia viene dado por los cambios endógenos del proceso
social de producción, distribución e intercambio. Mientras que para Kant la
visión teleológica de la historia depende de modo más firme de un juicio moral
sobre qué fuerzas y tipos de comportamiento social y político se consideran
mejores. El plan para una «perfecta unión civil de la humanidad» debe ser
establecido por un filósofo y no puede ser descubierto únicamente dentro de la
propia historia[74].
La perspectiva de Kant sobre el cambio histórico progresivo es algo más
voluntarista que la de Marx. Un fuerte impulso para el cambio tiene que venir
desde fuera de la economía y la sociedad a través de las propias capacidades
intelectuales de la especie humana. No solo tenemos que descubrir un futuro
mejor para nosotros, también tenemos que inventarlo.
El rechazo a la sociedad civil y al Estado
hegeliano como encarnación de la Sittlichkeit
lleva a Marx de vuelta a Kant. Este no defendió que las relaciones de la
sociedad civil existente fueran necesariamente virtuosas, y alentó a los
individuos a mirar más allá de las relaciones económicas y políticas existentes
para vivir una vida más plena. Esto es particularmente cierto en la esfera
internacional. Kant se queja del «comportamiento inhospitalario de los Estados civilizados de nuestra parte del
mundo, sobre todo de los que se dedican al comercio. Produce espanto la
injusticia que demuestran al visitar
países y pueblos extranjeros, lo que para ellos equivale a una conquista»[75]. Los estados comerciales
necesitan reformarse tanto interna como externamente a fin de cumplir de manera
más estricta con los estándares de justicia. Es innecesario decir que el
rechazo de Marx a la sociedad burguesa es más profundo. No solo critica la
incapacidad de los funcionarios y la gente de negocios para cumplir con los
ideales del servicio público y de la vida pública en general, sino que también
los considera como los principales agentes de una dominación de clase que
mantiene a la sociedad bajo control. El patriotismo no es para Marx la fuerza
positiva que puede ser para Kant, sino que es, más bien, una máscara para la
dominación y explotación de clases y grupos subordinados. En lugar de depositar
su fe en los funcionarios públicos y en el cambio de arriba abajo, Marx, de
forma dramática, deposita sus esperanzas en la que considera es la única fuerza
verdaderamente revolucionaria: el proletariado. Sin embargo, la visión de Marx
no abandona aquí por completo el ámbito de la moral kantiana. Marx está a favor
de una ética de la auto-realización a través de nuestro trabajo creativo, tal
como él y Engels dicen en el Manifiesto
comunista: «el libre desarrollo de cada cual es la condición para el libre
desarrollo de todos»[76]. La visión política de
Marx y Kant se distancia en mayor medida debido a la marginación a la que Marx
somete al derecho en el desarrollo progresivo de la sociedad. Considera el
derecho como una estructura periférica que tiene que cambiar al igual que
cambian las relaciones económicas y políticas. Se le concede poca credibilidad
por sí mismo. Si combinamos esta desconsideración hacia el derecho con la
preferencia de Marx por una política revolucionaria, podemos trazar una
profunda división entre los puntos de vista políticos de ambos. Marx se muestra
como un testarudo radical y Kant como un paciente –tal vez, demasiado paciente–
reformista. Kant es, quizá, más sabio políticamente que Marx, pero tal vez Marx
entiende mejor cómo las fuerzas económicas y sociales pueden sentar las bases
para un exitoso desarrollo. Pero incluso aquellos que desean separarlos en lo
moral y en lo político deben reconocer que lo que anima de manera más intensa a
ambos pensadores es su compromiso compartido con la investigación crítica sin
restricciones, con la libertad (por más que definan esta de manera diferente),
con la igualdad humana y con la comunidad global. Tomados juntos, establecen
una agenda para la mejora de la sociedad humana que supera con creces sus
logros actuales.
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Williams, Howard (2003): Kant’s Critique of Hobbes, Cardiff,
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[1] Este trabajo fue publicado por
primera vez en Kantian Review, 22/4
(2017): 619-640. Traducción a cargo de Guillermo López Morlanes, becario FPU en
el Departamento de Filosofía y Sociedad de la Universidad Complutense de
Madrid.
·
Profesor Honorario distinguido de Teoría Política del Departamento de
Política Internacional de la Universidad de Aberystwyth, Reino Unido. E-mail
de contacto: hlw@aber.ac.uk
[2] Las referencias a la obra de Kant
se hacen siguiendo la edición de la Real Academia Prusiana, indicando el
volumen en números romanos y en arábigos la página. Precede a estos números la
abreviatura del título de las obras en alemán [Anfang: Probable inicio de la
historia humana; Aufklärung: Contestación a la pregunta: ¿Qué es la
Ilustración?; GMS: Fundamentación de la metafísica de las
costumbres; Idee: Idea para una historia universal en clave
cosmopolita; KpV: Crítica de la razón práctica; MS: Metafísica
de las costumbres; Rel.: La Religión dentro de los límites de la mera Razón; SF: El conflicto de las
Facultades; TuP: Teoría y práctica; ZeF: Hacia la paz perpetua].
Seguidamente se indicará la página de la edición en castellano utilizada. En
este caso: Aufklärung, AA 08: 40
(Kant, 2004: 96).
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.,
AA 08: 37; Kant, 2004: 96.
[5] Ibíd., AA 08: 41; Kant, 2004: 97.
[6] Macdonald, 2006: 60.
[7] Marx, 1982: 494; traducción
ligeramente modificada.
[8] Ibíd., p. 497.
[9] Ibíd., p. 494; traducción ligeramente modificada.
[10] Ibíd., p. 497.
[11] Williams,
2003: 188-189.
[12] Marx, 1982:
497.
[14] Ibíd.,
p. 954.
[15] IaG,
AA 08: 30; Kant, 2004: 124.
[16] Ibíd.: 121.
[17] Marx, 2012: 396; traducción
ligeramente modificada.
[18] Ibíd.: 355.
[19] Ibíd.
[20] IaG, AA 08: 30; Kant, 2004: 125.
[21] Ibíd.: 124.
[22] SF,
AA 07: 81; Kant, 2003: 153-154.
[23] Ibíd.,
AA 07: 87; Kant, 2003: 163.
[24] IaG, AA 08: 17; Kant, 2004: 102; traducción ligeramente modificada.
[25] IaG,
AA 08: 17-18, Kant, 2004: 10.
[26] Marx, 2012:
331.
[27] Ibíd.
[28] Marx, 2012: 155-156.
[29] Marx, 2008: 4-5.
[30] Ibíd., p. 4.
[31] MS, AA 04: 428; Kant, 1996: 187; traducción ligeramente modificada.
[32] MAM, AA 08: 114; Kant, 2004: 177-178; traducción ligeramente
modificada.
[33] TP, AA 08: 292; Kant, 2004: 224-225; traducción ligeramente
modificada.
[34] Marx, 2012: 396.
[35] Nota del traductor: el autor
emplea aquí liberty y freedom, términos que etimológicamente
se diferencian por su diferente origen (latino y sajón, respectivamente) pero
que significan lo mismo.
[36] TP, AA 08: 290; Kant, 2004: 221-222; traducción ligeramente
modificada.
[37] MS, AA 06: 237; Kant, 2002: 48-49.
[38] En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Marx
reconoce la influencia de Rousseau en su reflexión sobre la ciudadanía en el
ensayo Sobre ‘La cuestión judía’:
«Rousseau describe acertadamente la abstracción del hombre político».
(Bauer/Marx, 2009: 154).
[39] Ibíd.: 147.
[40] Ibíd.: 148.
[41] Ibíd.
[42] Ibíd.: 148.
[43] MS, AA 06: 237; Kant, 2002: 49.
[44] Ibíd.
[45] Marx, 1980: 214.
[46] Marx, 2012: 336.
[47] Wilde, 1998: 142.
[48] Marx, 2012: 326.
[49] Ibíd.: 327.
[50] Ibíd.: 329.
[51] ZeF, AA 08: 356; Kant, 2018: 88.
[52] MS,
AA 06: 352; Kant, 2002: 192.
[53] Rel., AA 06: 94-95; Kant, 2001: 95.
[54] MARX, Karl
(Kant, 2012: 157).
[55] Ibíd.:
396.
[56] MS, AA 06: 444; Kant, 2002: 311-312.
[57] MS, AA
06: 446; Kant, 2002: 313; traducción ligeramente modificada.
[58] MS,
AA 06: 445-446; Kant, 2002: 312; traducción ligeramente modificada.
[59] «La ejecución formal es la que
conmueve el alma imbuida de la idea del derecho humano con un estremecimiento
que se renueva tan pronto como imaginamos una escena como la del destino de
Carlos l o de Luis XVI», MS, AA
06: 320 n.; Kant, 2002: 153, nota.
[60] MS,
AA 06: 340; Kant, 2002: 178.
[61] SF,
AA 07: 93; Kant, 2003: 163.
[62] Marx, 2008:
5, 355.
[63] Ibíd.:
5.
[64] Rel,
AA 06: 230; Kant, 2001: 186.
[65] Munzel, 2014:
214-215.
[66] KpV,
AA 05: 190; Kant, 2017: 288.
[67] Marx, 1982: 491; trad. ligeramente
modificada.
[68] Ibíd: 491-492.
[69]Rel, AA 06: 176; Kant, 2001: 147.
La “buena conducta de
vida” (Rel, AA 06: 170; (Kant, 2001:
143) se encuentra, para Kant, en el corazón de la creencia religiosa y no en
alguna práctica devota ni en la observancia de reglas de alguna iglesia.
[70] Marx, 1982: 492.
[71] Ibíd.: 10 y ss.
[72] De Boer, 2010: 34-42.
[73] Marx, 1982: 342 y ss. y Lefebvre,
1972: 26.
[74] IaG,
AA 08: 15-31; Kant, 2004: 101 y ss.
[75] ZeF,
AA 08: 358; Kant, 2018: 91.
[76] Marx, 2012:
338.
[77] Las ediciones
en inglés que maneja el autor son: Kant (1991): Political Writings, Hans Reiss (ed.), Cambridge, Cambridge
University Press y Kant (1996): Practical
Philosophy, Mary J. Gregor (ed.), Cambridge, Cambridge University Press.
[78] Las
ediciones en inglés que maneja el autor son: (1970a): Capital: A Critique of Political Economy, London, Lawrence &
Wishart; (1967): Economic and Philosophic
Manuscripts, London, Lawrence & Wishart; Marx, Karl/ Friedrich Engels
(1970b): Writings of the Young Marx on
Philosophy and Society: New York, Doubleday & Co.Marx; y Marx,
Karl/Friedrich Engels (1968): Selected Works,
London, Lawrence & Wishart. Hace
igualmente mención a la edición alemana: (1973): Werke, 4th edn. Berlin, DDR Dietz Verlag.