La distinción crítica en la Estética Trascendental.
Una interpretación a propósito de la supuesta existencia extra-mental de las
cosas en sí
The critical distinction in Transcendental Aesthetic.
An interpretation concerning the supposed extra-mental existence of things in
themselves
Nicolás Silva Sepúlveda·
Universidad
Alberto Hurtado, Chile/ LMU München, Alemania
Resumen
En
el último tiempo, varias interpretaciones del idealismo trascendental sostienen
que Kant afirma la existencia extra-mental de cosas en sí. Se argumentará que
lo anterior es insostenible desde el marco de la Estética Trascendental. Para
ello dividiré la exposición en cuatro partes. Primero, presentaré cómo estas
interpretaciones coinciden en esta afirmación. Segundo, distinguiré las
motivaciones que conducen a tal afirmación. Tercero, argumentaré que la
distinción crítica entre fenómenos y cosas en sí debe diferenciarse de una
distinción empírica. Para ello, analizaré cómo aparece la distinción crítica en
la Estética Trascendental y cómo Kant reformula la distinción empírica entre
cualidades primarias y secundarias, mostrando que su formulación clásica supone
objetos fuera de nosotros en sentido trascendental. Finalmente, cerraré
argumentado que las interpretaciones metafísicas necesitan interpretar la
distinción entre fenómenos y cosas en sí suponiendo objeto fuera de nosotros en
sentido trascendental, lo que es incompatible con el planteamiento de la
Estética Trascendental.
Palabras
Clave
Cosa
en sí, distinción crítica, Estética Trascendental.
Abstract
In recent times, several interpretations of
transcendental idealism sustain that Kant affirms the extra-mental existence of
things-in-themselves. It will be argued that the above is untenable from within
the framework of Transcendental Aesthetics. For this purpose, I will divide the
exposition into four parts. First, I will present how these interpretations
coincide in this claim. Second, I will distinguish the motivations that lead to
such a claim. Third, I will argue that the critical distinction between
appearances and things in themselves must be distinguished from an empirical
distinction. To do so, I will analyze how the critical distinction appears in
the Transcendental Aesthetics and how Kant reformulates the empirical distinction
between primary and secondary qualities, showing that its classical formulation
presupposes objects outside of us in the transcendental sense. Finally, I will
close by arguing that metaphysical interpretations need to interpret the
distinction between appearances and things-in-themselves by assuming objects
outside us in the transcendental sense, which is incompatible with the approach
of the Transcendental Aesthetic.
Keywords
thing in itself, critical distinction, transcendental
aesthetic.
1. Introducción
al problema del texto
Primero conviene aclarar qué se va a entender por
lecturas metafísicas de la cosa en sí a lo largo del texto. Con esta expresión me
refiero de manera general a todas las posiciones que entienden que la expresión
‘‘cosa en sí’’ refiere o supone una entidad extra-mental que existe por sí
misma de manera independiente del hecho que un sujeto la perciba. En otras
palabras, me refiero a todas las posiciones que afirman, conceden o asumen como
verdadera la siguiente afirmación ‘las cosas en sí existen de manera
extra-mental’ (en lo sucesivo A1). Es preciso señalar que con esta primera
decisión tomo distancia de la usual clasificación sobre el idealismo
trascendental y la cosa en sí que ha imperado en el último tiempo en el medio
de habla inglesa[1], la cual separa a grandes rasgos entre lecturas de
dos mundos y de doble aspecto. Tomé esta decisión porque varias lecturas que
aceptan el rasgo aspectual[2] de la distinción entre fenómeno y cosa en sí,
afirman que hay cosas en sí mismas y que ellas funcionan - en distintas formas
según cada interpretación - como el fundamento de los fenómenos.[3] Así, pese a que estas últimas interpretaciones no
afirman la existencia de dos mundos, sí comparten con las lecturas de dos mundos
un punto interpretativo central, a saber, ambas afirman A1.[4] Por esta razón, juzgo que sus diferencias pueden
ser obviadas para efectos del argumento del presente texto.
Ahora bien, lo más usual es que estas interpretaciones
asuman A1 aproblemáticamente, o bien, se defiende que Kant no puede probar tal
afirmación y que él simplemente la asume.[5] De esta manera, no es infrecuente encontrar toda
clase de afirmaciones al respecto. Por mencionar sólo algunos ejemplos.
1.
Existen
cosas en sí mismas, es decir, cosas que tienen propiedades intrínsecas, (…) (Langton 1998, p. 13)
2.
De acuerdo
con la interpretación del idealismo trascendental que defiendo, la distinción
de Kant entre las cosas en sí y las apariencias es la distinción entre las
cosas que tienen una existencia genuina e independiente (...) La idea es que
ser una cosa en sí es existir simpliciter, mientras que ser una
apariencia es existir sólo como contenido del pensamiento o de la conciencia. (Van Cleve 1999, p.49)
3.
Sobre la
base de estos dos supuestos, a saber, en primer lugar, que el mundo causalmente
determinista de los sentidos es limitado, y en segundo lugar, que las cosas
existen realmente en sí mismas aunque no puedan ser conocidas, Kant llega a la
tesis de que debe haber una causa última del mundo de los sentidos fuera de sí
mismo. (Kraus 2013, p. 158)
4.
En el caso
de Kant, el mundo, entendido como la suma total de todo lo que tiene realidad,
comprende varios niveles, entre los que destaca (a) un nivel fundamental, que
llamaré "nivel trascendental", (...) El nivel trascendental de la
realidad es el ámbito suprasensible en el que existen las cosas en sí mismas;
puede caracterizarse como un nivel de realidad independiente de la mente. (Jauernig 2021, p.38)
Precisamente, criticar este punto en común que
guardan todas estas teorías es uno de los objetivos de este trabajo, ya que es
inconsistente con puntos centrales de la filosofía teórica kantiana.[6] La crítica
se desarrollará en el siguiente orden de exposición: Primero, se tematizarán
los motivos interpretativos detrás de las llamadas interpretaciones
metafísicas. Segundo, se buscará mostrar que Kant diferencia entre una
distinción crítica entre fenómenos y cosas en sí y una distinción empírica
entre los mismos términos. Dicho de manera más concreta, comentaré cómo leo la
distinción crítica a partir de su primera formulación en la Estética
Trascendental (en lo sucesivo ET) a propósito de las conclusiones de las
exposiciones metafísica y trascendental. A paso seguido, se argumentará que la
distinción empírica es una reformulación de la distinción clásica entre
cualidades primarias y secundarias porque tal como se encuentra formulada, por
ejemplo, en Locke, es insostenible para Kant. Finalmente, el texto cerrará argumentando
que las interpretaciones metafísicas necesitan interpretar la distinción entre
fenómenos y cosas en sí desde un esquema semejante al de Locke, al afirmar A1.
Dicho con otras palabras, afirmar A1, tal como lo hacen estas interpretaciones,
trae consigo afirmar la existencia de objetos fuera de nosotros en sentido trascendental,
lo cual es incompatible con la tesis central de la ET, a saber, la idealidad
trascendental del espacio y tiempo.
2. Las motivaciones para la lectura metafísica
¿Cuáles son las motivaciones para esta llamada lectura
metafísica de la expresión cosa en sí? Nos parece que se pueden distinguir dos
grandes motivaciones: una textual y otra metafísica.
La motivación textual surge a partir de una serie de
pasajes en los cuales Kant precisa la relación entre fenómenos y cosas en sí.
Más concretamente, en estos pasajes afirma que, por un lado, los fenómenos
exigen la existencia/presencia de las cosas en sí y, por otro lado, que las
cosas en sí (o una causa inteligible) son el fundamento de los fenómenos. El
pasaje más representativo de la primera afirmación se encuentra en A251, donde
Kant afirma: “se sigue también, de manera natural, del concepto de un fenómeno
en general: que a éste debe corresponderle algo que no es, en sí, fenómeno
(…)’'[7]. En el caso de la segunda afirmación, se puede
señalar el texto de Prolegomena (AA 04 314-5) como uno de los pasajes
más claros y emblemáticos. Ahí se nos dice:
En efecto,
si consideramos, como es justo, los objetos de los sentidos como meros
fenómenos, por lo mismo admitimos al mismo tiempo, que en el fundamento de ellos
yace una cosa en sí misma, aunque a ésta no la conozcamos tal como está
constituida en sí misma, sino que conozcamos sólo su fenómeno, esto es, el modo
como nuestros sentidos son afectados por este algo desconocido. Por
consiguiente, precisamente porque admite fenómenos, el entendimiento acepta
también la existencia de cosas en sí mismas, y, por tanto, podemos decir que la
representación de tales seres que yacen en el fundamento de los fenómenos, por
tanto, la representación de seres meramente inteligibles no sólo es admisible,
sino también inevitable.[8]
Por otra parte, la segunda es una motivación a la
que llamaré metafísica porque involucra una toma de posición con respecto a las
entidades que hay. Si bien esta motivación metafísica admite varias gradaciones
y formulaciones en las distintas interpretaciones, nuevamente hay un mínimo
denominador común en sus distintas enunciaciones que trasciende las diferencias
de cada caso. Ese mínimo denominador común se puede formular como la siguiente
tesis metafísica:[9] Hay entidades que son independientes tanto en sus
propiedades, relaciones y existencia de las condiciones de la experiencia y,
por motivo de lo anterior, son incognoscibles como objetos de la experiencia.
Así, estas entidades poseen un grado más fundamental de realidad que los
fenómenos, en la medida en que ellas no dependen de condiciones externas a
ellas mismas para ser lo que son. Estas entidades más fundamentales e
independientes serían las cosas en sí.
Planteadas de esta manera las cosas, resulta clara
la manera en que dan respuesta a los interrogantes que plantean los textos
mencionados en la motivación textual: las cosas en sí, al ser entidades más
fundamentales en el sentido descrito, se hayan a la base de los fenómenos, ya
que estos no pueden explicarse ni pueden ser por sí mismos, en la medida que
son objetos condicionados por la forma de la experiencia. Como bien indica Patt
(1987, p.11), esta motivación surge con el propósito de evitar un idealismo
subjetivo absoluto que se asoma si sólo se consideran las condiciones de la
representación y se olvida la realidad en sí misma, independiente de toda
condición subjetiva, que subyace a las representaciones.[10] Sin esta base que ofrecería la realidad mediante
las cosas en sí, finalmente, sólo habría representaciones subjetivas sin
fundamento. Nuevamente, citaré un conjunto de evidencias textuales del mismo
grupo de autores para que no haya lugar a dudas de que sobre este punto hypotheses
non fingo:
•
Lo que Kant
exige en numerosos lugares como necesario y da por sentado no es el concepto de
la cosa en sí, sino la existencia extramental de una multiplicidad de cosas en
sí que nos afectan. (Adickes 1924, p.3)
•
Algunos de
los principales puntos de vista de Kant sobre noumena y fenómenos pueden ser enumerados
como sigue. (1) Ciertamente hay un elemento nouménico en el mundo; de lo
contrario, "deberíamos caer en la absurda conclusión de que puede haber
apariencia sin nada que aparezca" (Bxxvii). (2) El elemento nouménico nos afecta
de algún modo, dando lugar a las representaciones a través de las cuales se presentan
y constituyen los fenómenos. (Ver, por ejemplo, A190/B235 y Prolegómenos,
pp. 61-62.) (3) Una mayor parte de las características del mundo caen en el
lado fenomenal en la línea de lo que Descartes o Locke creían. En particular,
el espacio y el tiempo (y, por tanto, casi todas las cualidades primarias de
Locke) son meramente fenoménicos, siendo el espacio y el tiempo "formas de
intuición" más que características de las cosas en sí mismas. Esto, por supuesto,
es el corazón del idealismo trascendental de Kant. (Ver A26-28/B42 - 44 y Prolegómenos,
pp. 36-37.) (4) Las cosas en sí mismas son incognoscibles por los seres
humanos. (Véase A30/B45 y A44/B62.) Sólo podemos tener conocimiento respecto a lo
que se da en la intuición, y las cosas en sí mismas no están así dadas. (Van Cleve 1999, p.147)
•
Kant afirma
que las cosas, tal como son en nuestra experiencia, dependen de la mente y no
son metafísicamente últimas, y que deben basarse en un aspecto de la realidad
que es totalmente independiente de nuestras mentes, pero que es incognoscible. (Allais 2010, p.3)
•
Otra forma
de decir que las cosas en sí mismas fundamentan las apariencias es decir que
las apariencias son apariencias de las cosas en sí mismas; son como las cosas
en sí mismas se nos aparecen, o, más exactamente, ellas son lo que las cosas en
sí se nos aparecen como. (Jauernig 2021, p. 246)
A la luz de todo lo anterior, es fácil apreciar que
hay un orden de prioridad en las motivaciones de estas interpretaciones. El
centro de gravitación en estas lecturas descansa en la motivación metafísica y
no en la motivación textual.
3. Las dos distinciones
Como se mencionó en la introducción, Kant diferencia
entre una distinción crítica entre fenómenos y cosas en sí y una distinción
empírica entre los mismos términos, las cuales propongo caracterizar y
nominalizar de la siguiente manera:
1.
Una distinción
en sentido crítico entre perspectivas distintas y que llamaré distinción crítica.
2.
Una
distinción en sentido empírico entre distintas entidades empíricas o fenómenos y que llamaré distinción empírica.
Es importante recalcar que se tomó la decisión de
hablar no de sentidos, sino de distinciones diferentes porque, en estricto
rigor, las distinciones mencionadas tienen relata diferentes y, por
tanto, son heterogéneas. La confusión entre ellas surge porque las expresiones
ocupadas en la distinción son equívocas. Por este motivo, prefiero nominalizar
a cada una de las distinciones para evitar de raíz una confusión innecesaria.
3.1 La distinción crítica
Para abordar la primera distinción propuesta,
conviene volver al momento de la ET, donde Kant por primera vez formula
la distinción crítica. Estos son los textos en los que se exponen las
conclusiones generales de las exposiciones metafísica y trascendental de
espacio y tiempo.[11] Los textos correspondientes que enuncian esta conclusión dicen:
Nuestras
exposiciones enseñan, según esto, la realidad (es decir, la validez objetiva)
del espacio con respecto a todo aquello que pueda presentársenos exteriormente
como objeto; pero a la vez [enseñan] la idealidad del espacio con respecto a
las cosas, cuando son consideradas por la razón en sí mismas, es decir, sin
prestar atención a la constitución de nuestra sensibilidad. (A28/B44)
Nuestras
afirmaciones enseñan, por tanto, la realidad empírica del tiempo, es decir, su
validez objetiva con respecto a todos los objetos que puedan jamás ser dados a
nuestros sentidos. (…) En esto consiste, pues, la idealidad trascendental del
tiempo, según la cual éste, si se hace abstracción de las condiciones
subjetivas de la intuición sensible, no es nada, y no puede contarse entre los
objetos en sí mismos (sin la relación de ellos con nuestra intuición) ni como
subsistente ni como inherente. (A35/B52)
Lo primero digno de ser señalado es la unidad que
presentan ambos textos con respecto tanto a lo que sostienen como a los motivos
que aducen para sostenerlo. Por lo anterior, juzgo que no es necesario
distinguir un comentario específico para el caso del tiempo y otro para el caso
del espacio. En segundo lugar, importa resaltar que dos expresiones son
utilizadas en estos textos como intercambiables: realidad empírica y validez
objetiva.[12] Señalado lo anterior, para comentar estos textos citados
conviene atender a la manera como Kant introduce estas conclusiones generales
para aclarar el sentido que tiene esta conclusión general. En ambos casos se
explicita, en primer lugar, en relación con qué espacio y tiempo no son nada ni
pueden ser atribuidos y, en segundo lugar, en relación con qué espacio y tiempo
poseen validez objetiva.
Con respecto al primer punto señalado, los textos de
espacio (A26/B42) y tiempo (A34/B52) son coincidentes con respecto a qué no son
nada ni puede ser atribuidos: no son nada, ni pueden ser atribuidos si se
prescinde o se abstrae de las condiciones subjetivas de nuestra forma de
intuir, esto es, si se prescinde de las condiciones de la sensibilidad. Dicho
en otras palabras, en relación con las cosas en sí mismas, espacio y tiempo no
son nada porque ellos son formas de la sensibilidad humana. Así, fuera del
campo que abre y limita la sensibilidad humana, espacio y tiempo no son nada,
ya que ambos son formas de la sensibilidad. En este contexto, se puede apreciar
que aquí la expresión idealidad trascendental, tal como señala Zöller
(1984, p. 47), significa no ser nada en relación con la perspectiva de las
cosas en sí y se opone al segundo miembro de la conclusión general: la realidad
empírica o validez objetiva del espacio y tiempo.
Ahora bien, en este momento del comentario conviene
detenerse, ya que aquí es donde aparece con mayor claridad, por un lado, la
distinción crítica en la ET y, por otro, la función que cumple en el argumento.
La distinción crítica aparece en función de la investigación que busca
determinar qué son espacio y tiempo. Más concretamente, la distinción aparece
cuando se niega que las respuestas previamente mencionadas sobre espacio y
tiempo (i.e. que sean cosas, propiedades de cosas o relaciones entre cosas)
sean admisibles. Sólo cuando se abre la posibilidad de prescindir de las
condiciones de la sensibilidad aparece la posibilidad de una perspectiva para
considerar una cosa en sí y precisamente para decir que desde esa posibilidad
espacio y tiempo no son nada. Sin embargo, esta perspectiva de la cosa en sí se
abre sobre la base de la perspectiva de las condiciones de la sensibilidad, o
con otras palabras, la perspectiva de los fenómenos. Para decirlo en los
términos de Prauss (1974, p. 38), la perspectiva de lo ‘en sí’ es una negación
y como tal supone lo que es negado y sin ello no tiene sentido. Lo negado en
este caso es la perspectiva de la sensibilidad o de sus objetos, esto es, los
fenómenos. Así, en primer lugar, la distinción crítica, diferencia entre dos perspectivas:
la perspectiva de la sensibilidad humana y la perspectiva de lo en sí (que
prescinde de las condiciones de la primera perspectiva y, por tanto,
corresponde a su negación). En segundo lugar, la diferencia se introduce para
marcar un contraste: desde la perspectiva de la sensibilidad humana, espacio y
tiempo son formas puras de la sensibilidad; desde la perspectiva de lo en sí,
espacio y tiempo no son nada ni puede ser atribuidos a nada que se diera dentro
de esa perspectiva, ya que espacio y tiempo no son ni sustancias, ni
propiedades de cosas en sí, ni relaciones entre cosas en sí mismas.[13] Por lo demás, es importante insistir en que Kant
introduce esta perspectiva de lo en sí de una manera puramente negativa
y, en consecuencia, no señala nada determinado sobre la perspectiva de lo ‘en
sí’ ni de lo que se daría en ella,[14] es decir, en la perspectiva de lo en sí no se
está en condiciones de hablar de objetos, ya que para nosotros los objetos sólo
tienen sentidos en función de las condiciones de la sensibilidad. Donde ellas
no rijan, no hay en propiedad objetos para nosotros.[15] Señalé esto porque en B55, Kant introduce la
distinción entre fenómeno y cosa en sí como una distinción de ‘lados’ que posee
el objeto.
Pero no
tuvieron en cuenta que ambos, sin que sea preciso negarles su efectiva realidad
como representaciones, pertenecen empero solamente al fenómeno, el cual tiene
siempre dos lados, uno por el cual se considera al objeto en sí mismo
(prescindiendo de la manera de intuirlo, por lo cual, precisamente, la
naturaleza de él sigue siendo siempre problemática); y el otro, por el cual se
mira a la forma de la intuición de ese objeto, [forma] que no debe ser buscada
en el objeto en sí mismo, sino en el sujeto a quien [el objeto] se aparece, y
que sin embargo corresponde efectiva y necesariamente al fenómeno de ese
objeto. [cursiva nuestra]
Esta manera de formular la distinción sugiere que
habría que suponer un objeto que subyace a los lados y que les da unidad a ambos.
Ahora bien, ¿cómo se justifica esta suposición? El único camino del que se
dispone para ser informados de un objeto es la intuición sensible. Sin embargo,
este hipotético objeto, que subyace a los lados fenoménico y en sí, no nos
puede ser entregado sensiblemente, ya que él mismo no es un fenómeno. Una
lectura de esta clase asume que hay lados del objeto sin reparar en que, si un
objeto tiene lados, los tiene con respecto a algo. Un objeto, por sí mismo, no
posee múltiples lados[16] más que en la interacción con un sujeto que introduzca
las perspectivas. Por este motivo, juzgué que conviene interpretar que estos
dos lados no corresponden al objeto, sino que son perspectivas posibilitadas
por el sujeto al considerar el objeto. Por otra parte, como la perspectiva de
lo en sí se abre sólo a partir de la negación de las condiciones
sensibles, se entiende que en estricto rigor en ella no aparece nada para
nosotros, ya que en esta perspectiva no se puede determinar qué sería lo
que se presentaría, sólo se puede decir qué es lo que se niega para abrir la posibilidad
de esta perspectiva.
Ahora corresponde tratar el segundo miembro de la
conclusión general. Antes de abordar los textos mismos, conviene dar un paso
atrás y tematizar dos puntos. Primero, la gramática profunda de las expresiones
validez objetiva y realidad empírica. Esto con el fin de
delimitar el uso de las expresiones. Segundo, juzgué pertinente presentar
también estos términos subrayando los otros términos de los cuales se
distinguen, i.e., validez subjetiva y realidad absoluta. Esto con
el propósito de precisar el significado de ambas expresiones y poder explicar
por qué Kant las ocupa como equivalentes. En el primero de los puntos
indicados, se puede ver un paralelo con lo expuesto anteriormente sobre la
expresión idealidad. En este caso, también ocurre que ambas expresiones
se establecen respecto a algo, es decir, la expresión completa es validez
objetiva/ realidad empírica en relación con.[17] Esto se
puede apreciar fácilmente en las siguientes frases que escribe Kant:
Nuestras exposiciones
enseñan, según esto, la realidad (es decir, la validez objetiva) del espacio
con respecto, a todo aquello que pueda presentársenos exteriormente como objeto
(…). (A28/B44)
Nuestras
afirmaciones enseñan, por tanto, la realidad empírica del tiempo, es decir, su validez
objetiva con respecto a todos los objetos que puedan jamás ser dados a nuestros
sentidos. (A35/B52)
Conviene
precisar que, si bien posteriormente se pueden indicar pasajes en la misma ET
en que Kant utiliza estas expresiones sin precisar esta relación (p.e. A36/B53), interpreto que Kant da por
supuesta tal relación, ya que, si no fuera así, estaría hablando de una
realidad o validez que no se establece con respecto a algo, es decir, estaría
hablando de una relación absoluta. Esta forma de entender la realidad, se verá luego,
es precisamente criticada por Kant como inadecuada para captar lo que son
espacio y tiempo. Ahora bien, en ambos casos aquello con respecto a lo cual se
delimita la relación de realidad/validez es lo mismo, a saber, objetos que
pueden ser dados a nuestra sensibilidad por el sentido interno o externo.
Independientemente de cómo se entiendan las expresiones validez objetiva
o realidad empírica, el texto es claro en señalar que cuando se atribuye
estas últimas dos expresiones a espacio y tiempo sólo se hace en relación con
los objetos de los sentidos, esto es, a los fenómenos.
Pasando
al segundo punto mencionado en el párrafo
anterior, ahora corresponde contrastar las expresiones validez objetiva y
realidad empírica con sus correspondientes contrapartes, esto es, validez
subjetiva y realidad absoluta, con el fin de poder adquirir un
concepción más delimitada y precisa del significado de ambas expresiones.
Comenczaré con el caso del par validez objetiva/subjetiva. El texto más
claro en el que Kant marca el contraste entre ambas es el texto de Prolegomena
(AA 04 298), donde presenta la distinción entre juicios de experiencia y de
percepción[18]. El texto sostiene:
Los juicios
empíricos, en la medida en que tienen validez objetiva, son juicios de experiencia;
pero a los que son válidos sólo subjetivamente los llamo meros juicios de
percepción. (…) Todos nuestros juicios son, primero, meros juicios de
percepción; valen solamente para nosotros, esto es, para nuestro sujeto, y sólo
después les damos una referencia nueva, a saber, una referencia a un objeto, y
pretendemos que ello sea válido para nosotros también en todo tiempo, y que sea
igualmente válido para cualquier otro; porque cuando un juicio concuerda con un
objeto, todos los juicios sobre el mismo objeto deben también concordar entre
sí, y así, la validez objetiva del juicio de experiencia no significa otra
cosa, sino la necesaria validez universal del mismo.
Se aprecia que a partir del texto citado se marca la
diferencia entre validez objetiva y validez subjetiva: 1) con respecto a qué se
establece la validez, 2) la extensión de su validez, 3) la modalidad de su
validez, y 4) los juicios que las expresan. Así, la validez subjetiva se
establece por medio de una relación entre el sujeto empírico y sus sensaciones,
no implica ni universalidad[19] ni necesidad y toma la forma de un juicio de
percepción. La validez objetiva, en cambio, se establece con relación a los
objetos, implica tanto universalidad como necesidad y toma la forma de un
juicio de experiencia. Así, aquello que es subjetivamente válido expresa el
estado de un sujeto a propósito de una percepción. Por lo tanto, aquello
expresado en este juicio de percepción no se puede, finalmente, atribuir a un
objeto en sentido estricto.[20] Por tanto, algo que posee validez subjetiva no es
ni universal ni necesario en relación con el objeto[21] que produce la percepción, ya que está referido al
sujeto que percibe.[22] En cambio, aquello que es objetivamente válido expresará,
por medio de un juicio de experiencia, determinaciones universales y necesarias
(en caso de ser más de una) de un objeto en un marco de condiciones
determinadas (en el caso de la ET, en el marco del espacio y tiempo). Así, lo
que es objetivamente válido expresará cómo es necesariamente el objeto en el
marco de estas condiciones. Esto, finalmente, equivale a decir que a lo que se
le atribuye validez objetiva es una condición necesaria del objeto, porque, si
se suprime lo que posee validez objetiva, finalmente, el objeto condicionado
por esta validez no sería posible.
Para cerrar este punto, juzgo que vale la pena
señalar que esta distinción no es una disyunción excluyente. Es decir, no juzgo
correcto sostener que todo lo que posee validez objetiva no posee validez
subjetiva y viceversa. Captar así esta distinción parece errado por al menos
dos motivos: primero, imposibilitaría el tránsito que Kant afirma que hay entre
algunos juicios de percepción a juicios de experiencia.[23] Segundo, tal contraposición parece imposible por un motivo aún más
importante: aquello con respecto a lo cual se establece en cada caso la validez
es diferente. En el caso de la validez objetiva, esta se establece entre los objetos
y un marco de condiciones determinadas (sc. espacio y tiempo); en el
caso de la validez subjetiva, ella se establece entre el sujeto que percibe y
sus sensaciones. Por este motivo, no tiene sentido contraponerlas como si ellas
refiriesen a lo mismo.[24]
Ahora corresponde abordar el segundo par de
conceptos, realidad empírica y realidad objetiva. Para abordar esta distinción
conviene atender a los siguientes pasajes de la ET:
Por el
contrario, le denegamos al tiempo toda pretensión de: realidad absoluta,
aquélla, a saber, por la que él, aun sin tener en cuenta la forma de nuestra
intuición sensible, sería inherente a las cosas de manera absoluta, como
condición o como propiedad. Tales propiedades, que corresponden a las cosas en
sí, no pueden nunca sernos dadas por los sentidos. (A36/B52)
Por el
contrario, aquellos que afirman la realidad absoluta del espacio y del tiempo,
ya los supongan como subsistentes o solamente como inherentes, deben
encontrarse en conflicto con los principios de la experiencia misma. Pues si se
deciden por lo primero (que es, por lo común, el partido de los investigadores
matemáticos de la naturaleza) deben suponer dos no-cosas subsistentes por sí
mismas, eternas e infinitas (el espacio y el tiempo) que existen (sin que haya,
empero, nada efectivamente real) sólo para abarcar en sí todo lo efectivamente
real. (A39/B56)
En los textos citados se considera la posibilidad de
una realidad hipotéticamente absoluta para posteriormente desecharla, ya que
tal posición nos devuelve a una concepción sobre espacio y tiempo que ya se
descartó en las exposiciones de la ET.[25] Según interpreto, esta hipotética realidad absoluta
significaría la afirmación de realidad con respecto a algo que no está en
relación con la forma de nuestra sensibilidad y, por tanto, cuya realidad no
depende de las formas de la sensibilidad, esto es, de las formas espacio y
tiempo. Es decir, el predicado ‘absolutamente real’ expresaría una hipotética
realidad de manera independiente al espacio y tiempo.[26] Según cómo se ha interpretado la ET, es claro que
aquello a lo que se podría atribuir realidad absoluta serían los ‘objetos’ que
habría en la perspectiva de lo en sí.[27] Por otra parte, la realidad empírica como se comentó
previamente es una realidad que se establece con respecto a algo. En este
sentido, cuando se atribuye realidad empírica a algo, lo que se está queriendo
decir es que la realidad atribuida se establece con respecto a lo que se da
empíricamente. O en términos kantianos, una realidad empírica es una realidad
establecida con respecto a fenómenos.
Llegados a este punto, se puede abordar la siguiente
pregunta: ¿Qué clase de realidad poseen espacio y tiempo? Las exposiciones nos
dieron una respuesta clara: espacio y tiempo son formas de la sensibilidad y,
como tales, ellas sólo poseen realidad con relación a aquello que es su
materia, esto es, las sensaciones empíricas que se dan a la sensibilidad. En
este sentido, se entiende que espacio y tiempo, como formas, sólo posean
significado y, por tanto, validez en relación con su materia, i.e., los fenómenos.
Por otra parte, esto tiene como consecuencia que el conocimiento que se tiene
de los fenómenos se fundamenta en las relaciones espacio-temporales que
permiten estas formas y que ordenan la manera en que estos fenómenos afectan a la
sensibilidad. En otras palabras, el conocimiento que se tiene de los fenómenos,
como seres racionales finitos, es un conocimiento de sus relaciones
espacio-temporales. A esto es lo que apunta Kant al decir:
Para
confirmación de esta teoría de la idealidad del sentido externo y del interno
(...) puede servir muy bien la observación [esta]: que todo lo que en nuestro
conocimiento pertenece a la intuición (exceptuados, por tanto, el sentimiento
de placer y displacer, y la voluntad, que no son conocimientos) no contiene
nada más que meras relaciones: de los lugares en una intuición (extensión); [de
la] mudanza de lugares (movimiento); leyes según las cuales esa mudanza es
determinada (fuerzas motrices). (B66-7)
Dicho esto, resulta ahora comprensible el motivo por
el que Kant utiliza realidad empírica y validez objetiva como
equivalentes cuando se los atribuye a espacio y tiempo. El motivo es que ambas
expresiones recalcan 1) con respecto a qué operan espacio y tiempo como formas
de la sensibilidad y 2) delimitan el campo de su significado, esto es, determinan
con respecto a qué espacio y tiempo, como formas de la sensibilidad, tienen un
significado y, por tanto, validez. A partir de esto, se comprende ahora por qué
Kant puede decir con contundencia lo siguiente:
A saber,
ambos, juntamente [sc. espacio y tiempo, agregado NSS], son formas puras de toda
intuición sensible, y por ello hacen posibles [las] proposiciones sintéticas a
priori. Pero estas fuentes de conocimiento a priori se determinan a sí mismas
precisamente por eso (porque son meras condiciones de la sensibilidad) sus límites, a saber; que se
refieren a objetos meramente en la medida en que éstos son considerados como
fenómenos; pero no exhiben cosas en sí mismas. (A39/B56)
3.2. La distinción empírica
Kant fue consciente de que su distinción crítica
podía ser confundida con una distinción empírica y repitió con cierta
insistencia en la KrV (en pasajes como A30/B45, A45/B62 y B69) que tal
confusión era un error.[28] La confusión se basa en que las expresiones fenómeno
y cosa en sí admiten también un significado empírico y, por tanto,
también se puede distinguir entre ambas expresiones en el plano empírico. Sin
embargo, tal distinción empírica no se puede homologar a la distinción crítica,
porque cada distinción se establece con respecto a cosas distintas. Atendiéndase
al que a mi juicio es el más claro de
los pasajes citados al respecto:
Por lo
demás, distinguirnos en los fenómenos aquello que es esencialmente inherente a
la intuición de ellos, y que vale para todo sentido humano en general, de aquello
que les corresponde a ellos de manera solamente contingente, al no ser válido
sobre [la base de] la referencia de la sensibilidad en general, sino solamente
sobre [la base de] una particular disposición u organización de este o de aquel
sentido. Y entonces al primero de estos conocimientos se lo denomina uno que
representa al objeto en sí mismo, pero al segundo [se lo denomina uno que
representa] solamente al fenómeno de él. (A45/B62)
A partir de este texto se puede apreciar bien que
los términos fenómeno y cosa en sí poseen un significado empírico.
De acuerdo con este sentido empírico la expresión cosa en sí significa
el objeto mismo que es intuido, independientemente de las condiciones meramente
subjetivas, y fenómeno significa las impresiones o sensaciones del
sujeto de acuerdo con una disposición meramente empírica y que tienen lugar
cuando este objeto intuido afecta al sujeto. Es importante indicar que Kant
(B70, nota) precisa que estos fenómenos en sentido empírico sólo pueden ser
atribuidos a los objetos en sentido empírico con respecto al sentido de quien
es afectado por el objeto, mientras que no pueden ser atribuidos al objeto
empírico mismo como determinaciones universales y necesarias del mismo.
Retomando la distinción previamente expuesta entre validez subjetiva y objetiva,
se puede redondear el punto al decir: los fenómenos en sentido empírico poseen
sólo validez subjetiva. En cambio, aquello que corresponde a la cosa misma en
sentido empírico posee validez objetiva.
Kant aduce varios ejemplos para aclarar su punto, dentro
de los cuales nos parece que el del arcoíris es particularmente pertinente. Al
respecto sostiene en B63 que el arcoíris, entendido como el acontecimiento
visual de un arco multicolor que se despliega en el cielo, es un mero fenómeno
(en sentido empírico), ya que el arcoíris, comprendido físicamente, es un
efecto producido por la interacción entre la luz y la lluvia, siendo esta
última la cosa en sí misma (en sentido empírico) que se halla a la base del
fenómeno arcoíris (en sentido empírico). A partir de este ejemplo, se podría
pensar que con esta distinción empírica Kant busca recoger la distinción entre
cualidades primarias y secundarias, tal como la planteó Locke (Essay, II,
ch. 8, §8-26). De acuerdo con el filósofo inglés, las cualidades primarias expresan
propiedades objetivas de las cosas (p.e. la forma, el tamaño y el peso),
mientras que las cualidades secundarias (p.e. el color, el sonido, el sabor,
etc.) no expresan las propiedades de la cosa, sino que expresan el poder del
objeto para producir tal o cual sensaciones en el sujeto.[29] Debido a esto, Locke puede decir que:
De esto
podemos inferir fácilmente que las ideas de las cualidades primarias de los
cuerpos se asemejan a ellos, y sus patrones existen realmente en los cuerpos
mismos; pero las ideas que producen en nosotros las cualidades secundarias no
se asemejan en absoluto a ellas. No hay nada parecido a nuestras ideas de las
cualidades secundarias que exista en los cuerpos mismos. Todo lo que son en los
cuerpos es un poder para producir esas sensaciones en nosotros. Lo que es
dulce, azul o cálido en la idea no es más que el tamaño, la forma y el
movimiento particulares de las partes imperceptibles de los cuerpos que
llamamos "dulce", "azul" o "cálido". (Essay, II,
ch. 8, §23)
Así, según Locke, estas cualidades secundarias no
existen propiamente al margen de la mente que tiene la idea de esa cualidad.
Hasta aquí Locke.
Es importante señalar que Kant reforma el marco en
el que se inserta esta distinción empírica y, por tanto, no la acepta tal como
la plantea Locke y otros. Para explicar este último punto, atiéndase al
siguiente texto:
Pero esta
diferencia es solamente empírica. Si uno se queda en ella (como acontece
comúnmente) y no considera (como debería acontecer) a aquella intuición empírica,
a su vez, como mero fenómeno, de manera que en ella no se puede encontrar nada
que ataña a alguna cosa en sí misma, entonces se pierde nuestra distinción
trascendental, y en ese caso creemos conocer a pesar de todo, cosas en sí,
aunque por todas partes (en el mundo sensible) aun en la más profunda
investigación de los objetos de él, no tengamos comercio con nada, sino con
fenómenos. (A45/B62) [Cursiva nuestra]
El problema que ve Kant en esta distinción, tal como
está formulada por Locke, es doble. Primero, afirma que si sólo se mantiene
esta distinción empírica se pierde la distinción crítica. Segundo, plantear de
esta manera lo anterior, implica aceptar que se puede tener conocimiento de las
cosas en sí. Por mor de la claridad, también llamaré distinción empírica* a la
distinción empírica tal como la plantea Locke y diré cosa en sí* y fenómeno*
cuando me refiera a los términos dentro de esa interpretación de la distinción.
Así, interpreto que la distinción crítica se perdería cuando uno se mantiene en
la distinción empírica* porque, por un lado, esta distinción da una realidad
independiente de las condiciones de la sensibilidad a los objetos en sí mismos*
y, por otro, para esta distinción empírica lo único que depende de nuestra
sensibilidad son los meros fenómenos*.
La posición que entiende así la distinción empírica*
está obligada a aceptar dos tesis vinculadas que son problemáticas desde la
perspectiva de la filosofía crítica. Primero, dentro de las determinaciones
propuestas por Locke se consideran determinaciones espaciales (como la forma,
el tamaño, etc.). Debido a esto quien sostiene la distinción empírica* tendría
que aceptar también que hay determinaciones espaciales que son independientes
de las condiciones subjetivas de la intuición, lo cual implica aceptar al menos
una de las formas de la posición desechada por Kant en la ET, de acuerdo con la
cual el espacio reviste un carácter cósico (ya sea como propiedad de una
entidad o como una relación entre entidades). Segundo, quien sostiene la distinción
empírica* que aceptar también que hay cosas independientes a nosotros o, dicho
con la expresión de A 373, habría que aceptar cosas fuera de nosotros en
sentido trascendental. Atiéndase al siguiente pasaje de la crítica al cuarto
paralogismo en la primera edición para exponer los dos sentidos de la expresión
afuera de nosotros:
Como, sin
embargo, la expresión: fuera de nosotros lleva consigo una ambigüedad
inevitable, ya que tan pronto significa algo que existe como cosa en sí misma
diferente de nosotros, tan pronto algo que pertenece meramente al fenómeno
externo; por eso, para poner a salvo de la inseguridad este concepto en la
última significación, que es en la que propiamente se toma la cuestión
psicológica acerca de la realidad de nuestra intuición externa, vamos a
distinguir los objetos empíricamente exteriores, de aquellos que podrían
llamarse así en sentido trascendental, llamándolos directamente cosas que se
encuentran en el espacio. (A373)
El texto distingue con claridad dos sentidos del
afuera de nosotros: un sentido empírico y otro trascendental. Lo que está
afuera de nosotros en sentido empírico son fenómenos que ocurren de acuerdo con
las formas de la sensibilidad. En cambio, se dice que algo está fuera de
nosotros en sentido trascendental cuando se quiere afirmar que algo existe en
sí mismo fuera de nosotros, esto es, independiente de las formas de la
sensibilidad. En otras palabras, el sentido empírico de la expresión plantea la
relación entre lo que nos afecta y nuestra sensibilidad y expresa su existencia
en el espacio; el sentido trascendental, en cambio, afirma la existencia de
algo en el espacio independientemente de las condiciones de la sensibilidad.
Ahora bien, Kant es explícito en rechazar el sentido trascendental por motivos
que ya se hallan presentes en la ET. Atiéndase al texto donde se formula ese
rechazo:
[Y] es,
además, imposible que en este espacio sea dado algo exterior a nosotros (en
sentido trascendental); porque el espacio mismo, fuera de nuestra sensibilidad,
no es nada. Por consiguiente, ni el más riguroso idealista puede exigir que se
demuestre que a nuestra percepción le corresponde el objeto fuera de nosotros
(en sentido estricto). Pues si hubiera algo semejante, no podría ser
representado e intuido como exterior a nosotros, porque esto presupone al
espacio, y la realidad efectiva en el espacio, [entendido] como mera
representación, no es nada más que la percepción misma. Lo real de los
fenómenos externos es, por tanto, efectivamente real sólo en la percepción y no
puede ser efectivamente real de ninguna otra manera. (A375-6)
El motivo que funda el rechazo de este sentido
trascendental de la expresión fuera de nosotros es la idealidad
trascendental del espacio.[30] En la medida en que el espacio sólo tiene sentido
con respecto a los fenómenos, preguntar por la existencia de algo que está
fuera trascendentalmente de nosotros no tendría sentido, ya que esto significa
que se pregunta por una relación espacial prescindiendo de la manera en que se
establecen las relaciones espaciales, esto es, por medio de la sensibilidad. A
causa de que se prescinde de las condiciones sensibles, tampoco es posible
tener percepción de algo fuera de nosotros trascendentalmente y, por tanto, no es
posible ni tener una representación de algo así ni tampoco se podría afirmar su
existencia, tal como afirma literalmente el texto. Finalmente, concebir así la
distinción empírica* tiene como resultado la imposibilidad de explicar cómo es
posible el conocimiento universal y necesario que se desprende de las
determinaciones del espacio (p.e. la geometría), ya que la posición que
sostiene la distinción empírica*, al interpretar que el espacio es una
propiedad o una relación de una entidad, se encuentra obligada a afirmar que
las cualidades espaciales se fundamentarían en el o los objetos y de que ellos
nos afecten. Por lo tanto, desde esta interpretación todas estas cualidades
dependerían de la interacción con el objeto que las posee y, por tanto, las
determinaciones serían empíricas, haciendo imposible extraer de ellas juicios
sintéticos a priori. En otras palabras, la distinción empírica* supone
el realismo trascendental, tal como la caracteriza Kant en A369:
A este
idealismo se le opone el realismo trascendental, que considera al tiempo y al
espacio como algo dado en sí (independientemente de nuestra sensibilidad). Así,
el realista trascendental se representa los fenómenos externos (si se admite la
efectiva realidad de ellos) como cosas en sí mismas, que existen independientemente
de nosotros y de nuestra sensibilidad, y que, por consiguiente, también
estarían fuera de nosotros según los conceptos puros del entendimiento.
Si lo recién expuesto es correcto, Kant sólo puede
aceptar la distinción empírica entre cualidades primarias y secundarias después
de haberla reconsiderada dentro del marco de las conclusiones de la ET. Así,
para Kant, la distinción empírica sólo tiene sentido, por un lado, ya habiendo
establecido la distinción crítica entre fenómenos y cosas en sí, gracias a la
conclusión general de la ET, y, por otro lado, insertándose dentro de la
perspectiva de los fenómenos. Es decir, la distinción empírica es una distinción
que se sitúa dentro del plano de los fenómenos y distingue, en consecuencia,
fenómenos. En ella, a diferencia de la distinción crítica, no se niegan las
apariencias para abrir la posibilidad de considerar los objetos mismos en
sentido empírico. Más bien, en la distinción empírica busca diferenciar que las
apariencias subjetivas son entidades diferentes y dependientes de los objetos mismos
en sentido empírico.
4. Conclusión: Las interpretaciones metafísicas y su
compromiso, una evaluación.
Expuesto lo anterior, puedo darle sentido a las
afirmaciones hechas al comienzo de este texto: las interpretaciones metafísicas
al afirmar A1 están obligadas a afirmar la existencia de objetos fuera de
nosotros en sentido trascendental. Sostengo esto porque todas estas
interpretaciones, cuando interpretan la existencia de una cosa en sí, lo hacen
aceptando que esta entidad es independiente a las condiciones de la sensibilidad,
tal como prueban los múltiples testimonios textuales previamente citados. Con
ello, de acuerdo con lo expuesto en la sección anterior, estas interpretaciones
aceptan la distinción empírica* y el realismo trascendental que se halla a su
base. Todo lo cual es incompatible con la tesis de la idealidad trascendental
de las formas de la sensibilidad porque tales posiciones, de una u otra manera,
hacen depender al espacio de entidades que están afuera de nosotros en sentido
transcendental y, con ello, lo hacen independiente de la forma de la
sensibilidad. Dicho con otras palabras, estas posiciones que llamé metafísicas niegan
con su interpretación la conclusión central de la Estética trascendental.
Así, si nuestra interpretación de la distinción
crítica en la ET tiene sentido, estas interpretaciones metafísicas sólo son
capaces de ofrecer una lectura a los pasajes problemáticos al precio de chocar
con una de las tesis centrales de la filosofía crítica tal como es entendida
por el mismo Kant.
A la luz de esto, juzgo que es pertinente admitir la dificultad
que introducen estos pasajes citados y que es necesario ofrecer una
interpretación coherente de lo mismo para toda interpretación de la filosofía
kantiana. Es un desiderátum interpretativo ofrecer una lectura coherente
sobre qué es lo que se sostiene sobre la cosa en sí en A251, B522, B565, Prolegomena
4.314-5, GMS 4.453-4, ÜE 8.215, entre otros. En este sentido, juzgo
que la motivación textual que se encuentra a la base de las llamadas interpretaciones
metafísicas es correcta y, en cierto sentido, al presionar sobre ese punto
lograron mostrar un flanco débil en otras interpretaciones que no se hacían
cargo de ellas (p.e. Prauss 1974, Allison 1983, 2004, Bird 2006, etc.). Sin
embargo, nos parece justo señalar que hay que desechar la motivación metafísica
que se haya a la base de la correspondiente interpretación porque, finalmente, esta
motivación se alinea con presupuestos metafísicos que son más cercanos al
realismo trascendental que al idealismo trascendental y a causa de ello
terminan volviendo incoherente la filosofía teórica de Kant.
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· Doctorando de la Universidad Alberto Hurtado y LMU-München. Correo electrónico : n.silva1988@gmail.comt
[1] Véase, por ejemplo, Ameriks (1982), Wood (2005),
Stang (2018), etc.
[2] Por rasgo aspectual se entiende que la distinción
crítica implica dos formas de consideración del objeto: una que atiende a las
condiciones sensibles y del entendimiento; otra que atiende sólo a las
condiciones del entendimiento. Para pasajes que sugieren esta lectura, véase: B
XXVI, BXXVII, B 55, B 60, B 566; Prol. AA 04, 287-90;
[3] La más famosa de estas lecturas es la propuesta por
Adickes (1924). Una lectura semejante en los últimos años ha sido desarrollada
por Langton (1998) y continuada con variaciones por Rosefeldt (2007, 2016),
Allais (2004, 2015), etc.
[4] Para
una crítica a las posiciones que sostienen A1 y la dimensión aspectual de la
distinción crítica, véase: Stang (2014).
[5] Adickes (1924) y Allais (2010) son de esta opinión.
[6] Es importante subrayar que localizar este común,
no implica ni quiere decir que las interpretaciones mencionadas sean equivalentes
u homologables. Es más, estas interpretaciones discuten frecuentemente entre
ellas. Como consecuencia del planteamiento anterior, el planteamiento y
propósito del trabajo no busca tematizar las diferencias entre las distintas
interpretaciones calificadas como metafísicas, ya que eso implicaría otro trabajo.
El planteamiento es, más bien, aislar y criticar un punto común y extendido en
todas estas interpretaciones, independientemente si que en ellas se encuentre
presente o se termine tomando posición por distintos carices filosóficos (p.e.
fenomenalista o realista o cualquier otro).
Agradezco a un revisor ciego haberme obligado a hacer esta precisión.
[7] Más pasajes en esa dirección: A 251; vgl. A 252, Prol. AA 04 104-5,
BXXVI, BXXVII, B565, B594, etc.
[8] Otros
pasajes que apuntan a esta dirección: B522, B565, GMS AA 04 453-4; ÜE
AA 08 215, entre otros.
[9] Esto no quiere decir que todas las posiciones sean
afines para ver diferencias entre lecturas metafísicas de doble aspecto en la
línea de Langton y lecturas metafísicas de dos mundos en la línea de Jauernig, véase
Jauernig (2021).
[10] Es desde esta perspectiva metafísica-realista que
Strawson (1966, p. 40-2, 249-56) crítica el idealismo trascendental de Kant y
juzga que debe ser abandonado para quedarse con lo verdaderamente valioso de su
metafísica de la experiencia.
[11] Digo conclusiones generales porque, en la
sección en que Kant expone las conclusiones de las exposiciones, se pueden
distinguir conclusiones negativas (que recapitulan las posiciones desechadas
sobre espacio y tiempo), conclusiones positivas (que recapitulan qué son para
Kant espacio y tiempo, i.e., formas puras de la sensibilidad) y conclusiones
generales (que engloban las dos conclusiones anteriores, i.e., que espacio y
tiempo son idealmente trascendentales y reales empíricamente). Por último, recuérdese
que las conclusiones negativas de la ET (A26/B42 y A33/B49) son que espacio y
tiempo no son ni entidades que subsistan por sí mismas, ni propiedades de estas
entidades, ni relaciones entre entidades que pudieran subsistir si se abstrae
de todas las condiciones subjetivas de la intuición.
[12] Que ambas expresiones se ocupen como
intercambiables no quiere decir que las interprete como sinónimos exactos. Señalo
esto porque, como argumentaré a lo largo del texto, ambas expresiones en el curso
de la ET apuntan a lo mismo, a saber, precisar en relación con qué espacio y
tiempo (y los predicados que ellos permiten) están correctamente ocupados. Sin
embargo, ambas expresiones poseen contrapartes distintas: la validez objetiva
se distingue de la validez subjetiva, mientras que la realidad empírica se
distingue de la realidad absoluta.
[13] Patt
(1987, p. 238)
[14] El lector atento habrá podido entrever que la
distinción crítica introduce una ambigüedad en relación con las expresiones
“fenómeno” y “cosa en sí”. La ambigüedad consiste en que con ellas me refiero tanto
a la perspectiva como a los objetos que se darían dentro de esta perspectiva.
Por otra parte, hablar de objetos en la perspectiva de lo en sí en el marco de
la ET también es una imprecisión, como arumentaré posteriormente.
[15] Se puede objetar que el texto ya citado A28/B44 sí
da una determinación sobre qué significa considerar algo desde lo en sí, a
saber, significaría considerarlo desde la razón en sí misma. Sin embargo, Kant
no entra a precisar qué querría decir positivamente al considerar algo con la
razón en sí misma. Sólo se limita a repetir el punto ya mencionado: tal
consideración supone prescindir o no tener en cuenta la constitución de nuestra
sensibilidad.
[16] En BXXVII ocurre algo semejante, cuando Kant
menciona que el objeto pose dos significaciones: como fenómeno y como cosa en sí.
Sin embargo, soy estrictos habría que indicar un objeto no tiene dos
significados, sino que esa duplicidad sólo puede ser atribuida a la palabra o
expresión. Por este motivo, es correcto interpretar que Kant menciona y no usa
el término objeto.
[17] En este punto sigo a Zöller (1984, p.54-6). De
acuerdo a este autor, hay que tomar en consideración 3 puntos sobre la
gramática de estas expresiones: 1.Ellas suponen un complemento preposicional.
2. El verbo que se ocupa para construir las frases con estos términos es haben.
3. El número de las expresiones es siempre singular. Para nuestra investigación
me centraré sólo en el primer punto.
[18] Sobra decir que un comentario sobre esta distinción
queda fuera de los límites de este texto. Sin embargo, quien desee puede
provechosamente consultar la interpretación propuesta por Longuenesse (1998, p.
165-197),
[19] La universalidad aquí está siendo entendida de manera tal que el contenido
del juicio sea igualmente válido para cualquier sujeto. Precisamente, esta universalidad
no es alcanzable por medio de un juicio de percepción, ya que este expresa la
relación entre un sujeto particular con sus sensaciones particulares, las cuales
no pueden ser percibidas como tales, en su particularidad, por otro individuo. Agradezco
a uno de los revisores ciegos el habernos obligado a precisar este punto.
[20] Wieland (2001, p.98)
[21] En principio, no es posible descartar que pueda ser
o aspirar a ser universal y necesario para todos los sujetos. Este es el punto
que se trata en los momentos de la cualidad y modalidad del juicio de gusto,
cf. KU AA 05 213-6 y 236-7.
[22] Cf. Longuenesse (1998, p. 172 y ss.). En una línea de interpetación distinta, cf. Wieland
(2001, pg. 98-103.), Vigo (2015, p.168-199) y Enskat (2015, p. 31-53). Agradezco a uno de los revisores ciegos el haber señalado que
el tema se ha trabajado en otra línea interpretativa.
[23] Cf. Proleg. AA 04 298. Agradezco a uno de los revisores ciegos el exigirme esta precisión,
ya que el tránsito entre juicios de percepción a juicios de experiencia es
acotado y, por tanto, hay juicios de percepción que no pueden pasar a ser
juicios de experiencia.
[24] En este punto sigo la lectura de Longuenesse (1998, p.172). Para una línea
de interpretación distinta, Enskat (2015, p.31-53).
[25] Estas son las conclusiones negativas de la ET,
véase: A26/B42 y A33/B49
[26] Aquí conviene subrayar que la cualificación de hipotética atribuida a la realidad
absoluta tiene el siguiente fundamento: Para Kant, terminológicamente la realidad
es una categoría y como tal ella tiene sentido y significado en el marco de un
uso empírico, es decir, siempre y cuando la categoría sea referida y subsuma una
intuición dada a la sensibilidad. Luego, una realidad independiente de tal
referencia siempre será puramente hipotética, porque precisamente una realidad
así es lo que no se da en la experiencia, ya que tal realidad no se alinea con
las condiciones de la experiencia misma. Agradezco a un revisor ciego habernos
obligado precisar este punto.
[27] Formulo esta última frase en condicional y ocupando
‘objeto’ porque, en estricto rigor, como ya se indicó, no es posible hablar de
un objeto en la perspectiva de lo en sí porque para los seres racionales
sensibles un objeto sólo tiene sentido con relación a la sensibilidad. Si hay
objetos en la perspectiva de lo en sí, sólo compartirían con nuestros objetos
el término y, de cualquier manera, no se podría saber.
[28] Este punto es ampliamente reconocido por los
intérpretes, p.e., Vaihinger (1976 [1892], p.358-67, p.460-6), Prauss (1974),
Longuenesse (1998, p.185, nt. 33), Stang (2018, p.9-10), etc.
[29] Locke (Essay, II, ch. 8, §9-10)
[30] Añadido a lo anterior, es pertinente señalar
lo siguiente: en el capítulo III de la Analítica de los Principios Kant niega
la posibilidad de un conocimiento de la cosa en sí. El idealismo sostiene que
lo en sí no se nos puede dar a causa de la idealidad trascendental de espacio y
tiempo. En este sentido un conocimiento de lo en sí es un contrasentido en el
marco del idealismo trascendental porque tal conocimiento exige que se nos dé
aquello que por principio no se nos pue de dar. Agradezco al revisor ciego que
exigió mayor claridad sobre este punto.