Reivindicación de la teleología en la filosofía política de Kant

Vindication of Teleology in Kant’s Political Philosophy

 

Guillermo López Morlanes·

Universidad Autónoma de Madrid, España

 

Reseña de: Huseyinzadegan, D., Kant’s Nonideal Theory of Politics, Evanston, Illinois, Northwestern University Press, 2019, 204 pp. ISBN: 978-0-8101-3987-9.

Famosa es la frase de Marx en carta a su yerno Lafargue hablando sobre los supuestos marxistas franceses. La anécdota del «Je ne sui pas marxiste» se ha convertido en santo y seña de los adeptos a ciertos pensadores y filósofas que, tal vez violentando el pretendido sentido que la consigna marxiana pudiera tener, buscan afirmar su interpretación del pensamiento de ese su maestro como la más fiel, pura o leal a la letra e incluso al espíritu de aquel a quien siguen, situándose polémicamente frente a las lecturas y dogmas triunfantes (y errados) de la tradición o escuela en torno a ese ahora fetiche. Acabar con el «fetiche del nombre del maestro» fue una de las consignas del pensamiento de Walter Benjamin, y de este dictum intenta hacerse cargo la investigadora norteamericana Dilek Huseyinzadegan alejándose tanto de cierto Kant como de cierto kantismo. «The real Kant was racist, sexist and Eurocentric; a real Kantian political philosophy, however, can hope to move beyond racism, sexism and Eurocentrism and can hope to achieve a diverse cosmopolitanism if only we, the Kantians, first admit and analyze the distorted grounds and consequences of the past formulations in earnest» (p. 167). Desde aquí se escribe Kant’s Nonideal Theory of Politics.

El mismo título del libro anuncia y delimita de forma precisa su objeto de estudio. A partir de una lectura atenta y minuciosa de unos pocos de los más conocidos textos de la filosofía política de Kant, Huseyinzadegan despliega lo que se ha dado en llamar en los estudios kantianos en lengua inglesa una nonideal theory, una teoría no-ideal dentro y a partir del pensamiento de Kant. No ha de entenderse, pues, la afirmación arriba referida como una renuncia al trato riguroso con y del corpus kantiano, todo lo contrario. Huseyinzadegan se detiene allí donde Kant se enfrentar con las variables contingentes de la política (cuestiones históricas, culturales y geográficas) para concluir que, lejos de ser estos momentos meramente anecdóticos o de escasa importancia, suponen un material irrenunciable para su argumentación más abstracta. El tratamiento que estas variables reciben por parte de Kant toma como fundamento de inteligibilidad la teleología como principio regulativo; elemento que la autora pretende rehabilitar frente a una amplia gama de estudiosos deseosos de desprenderse de este espinoso dispositivo kantiano.

Opera a lo largo de toda la propuesta de Huseyinzadegan y permite esta recuperación productiva de la teleología la distinción entre teoría política ideal y no-ideal (nonideal) tomada de precedentes como John Rawls o Charles Mills, nunca presente de forma explícita en la letra de Kant. Mientras que por teoría ideal hemos de entender una teoría «más o menos utópica», arquetípica, de una sociedad perfectamente justa realizable bajo condiciones totalmente favorables, la teoría no-ideal se centra en las limitaciones a la factibilidad y viabilidad de una propuesta teórica ideal o normativa, propone una «teoría transicional» que atienda a la distancia entre la teoría pura y la realidad; es una teoría que tiene en cuenta las condiciones contingentes del mundo a la hora de movernos en él y comprende que solo es posible llevar a término unos determinados ideales políticos de forma gradual y bajo la exigencia de atenerse a una contextura siempre cambiante.

Ahora bien, pese a este interés por cuestiones de realización práctica, no se debe olvidar que la perspectiva no-ideal pretende seguir siendo plenamente teórica, esto es, ha de entenderse como una propuesta todavía abstracta (si bien a un nivel menor que en la teoría ideal), filosófica, no como un mero recetario político o una legislación positiva. En este sentido, la intención no es primeramente normativa sino descriptiva, comprensiva. Igualmente es necesario tener en cuenta que, si bien el acento se pone sobre este segundo polo, la autora insiste con frecuencia en que la relación entre ambos enfoques es el de complementariedad; aunque ciertamente la primacía de la teoría ideal es clara en el sistema de Kant, Huseyinzadegan se esfuerza por mostrar no ya cómo es necesaria esa teoría no-ideal para suprimir o reducir la distancia entre una proyección ideal y su realización en el mundo hoy (es decir, en cualquier circunstancia o momento), sino también busca enseñar que esta atención teórica a las condiciones contingentes de la realidad histórica, política, cultural, geográfica y antropológica jugó un papel fundamental para Kant a la hora de formular su teoría política, especialmente sus ideas sobre el cosmopolitismo.

Para ello, la apuesta fuerte del libro es la recuperación de la teleología en filosofía política. Protagonista aquí es el principio de finalidad (según traducen Morente o Aramayo) o de conformidad a fin (Oyarzún), el principle of purposiveness o, en alemán original: Zweckmässigkeit, propuesto por la autora como principio rector de su teoría no-ideal (frente al del Recht, derivado a priori, que regiría en su teoría política ideal). Este principio nombra en Kant la relación entre lo que es objetivamente contingencia y lo que es subjetivamente legalidad, esto es, en el lenguaje de la Crítica del Juicio (o de la Facultad de juzgar o del Discernimiento), la «legalidad de lo contingente». Principio regulativo, en terminología de la primera Crítica, por cuanto le sirve a un entendimiento finito como el nuestro para orientarse y buscar (y dar) sentido a esa pluralidad de lo contingente de manera no dogmática sino, en palabras de la autora, «negociadora» con la realidad empírica. Aplicado a la teoría política, afirma Huseyinzadegan, este principio regulativo teleológico permite a Kant ofrecer una teoría no-ideal que ayuda a guiar nuestras acciones a fin de realizar nuestros ideales en el mundo. Este ejercicio de rescate de principios teleológicos en filosofía en base a esta distinción de idealidad y no-idealidad teórica –algo que pasa por ubicarlos en el sistema crítico– es lo que permitirá, cree Huseyinzadegan, salvar elementos de la filosofía política kantiana aún útiles hoy; lo que significa, por el contrario, que habrá que deshacerse de otros muchos elementos de la filosofía kantiana que no tienen cabida en nuestro tejido sociopolítico actual. Esta labor se lleva a cabo en tres fases o momentos que buscan enlazar las reflexiones estrictamente políticas con las variables contingentes históricas, cultural/antropológicas y natural/geográficas.

Historia y política se funden en el pensamiento kantiano siguiendo un patrón teleológico bajo la forma de la particular filosofía de la historia desarrollada en Idea para una historia universal en clave cosmopolita. Huseyinzadegan propone la siguiente tesis: lejos de ofrecer Kant una guía moral universal para guiar nuestra conducta, el cosmopolitismo sería la propuesta que, en el intento de describir conceptualmente la historia empírica como un todo, expresa el objetivo de la historia universal. Dicho de otro modo, participa en la construcción de la propuesta cosmopolita una teoría de la historia universal desde el dato empírico (de abajo arriba). Esta teoría sobre la historia, elaborada hipotética y teleológicamente, constituiría para Kant un requisito necesario para hacer viables los objetivos políticos, esto es, para orientarnos en el pensamiento y en el mundo, algo que hacemos de manera tentativa, formulando conjeturas (de forma falibilista, llega a afirmar la autora). En el terreno histórico siempre nos movemos en una cierta indeterminación epistémica, pero no podemos dejar de formular hipótesis racionales para entender y actuar. Este sería también, según Huseyinzadegan, el origen de la idea del cosmopolitismo y la clave del método para formular una teoría no-ideal de la política: a partir de una descripción adecuada de la realidad empírica trazada desde un hilo conductor hipotético se alcanza a prescribir luego un objetivo futuro. La importancia de este principio teleológico que actúa como patrón de la construcción del relato histórico radica en la necesidad de buscar un sentido (a la manera de las leyes de la naturaleza) a la rapsodia de datos empíricos contingentes fruto de la libertad humana. Ese concepto hipotético de una historia universal habrá de ser, pues, el principio constructor que nos permita urdir un relato histórico con fines políticos cosmopolitas: teóricamente, para describir las siempre cambiantes circunstancias; y prácticamente, pues a partir de esa narración podremos extraer prescripciones para cambiar esa realidad descrita (se habla, en este sentido, de una «historia pragmática»). Huseyinzadegan insiste una y otra vez en que las hipótesis tienen carácter subjetivo, pues el campo en el que se aplican rehúye la necesidad objetiva que caracteriza a otros saberes científicos. Esto no significa sino que diferentes hipótesis son posibles, diferentes narrativas históricas son viables para alcanzar muy diversos objetivos políticos, siempre sujetos a revisión crítica. Así, aunque la propuesta política kantiana esté plagada de elementos racistas, sexistas o eurocéntricos, la metodología teleológica kantiana de una teoría no-ideal como filosofía de la historia puede seguir operando hoy superando estos obstáculos: un kantismo sin cierto Kant.

Naturaleza, cultura y política también se imbrican desde una raíz teleológica. En esta segunda parte del libro, Huseyinzadegan bucea en las imágenes, metáforas y analogías biológicas kantianas, como aquellas que hablan del cuerpo vivo o del organismo político; en este terreno, el natural-antropológico, se hace hincapié en la necesidad de atender a la escritura kantiana y de rastrear en ella las señas teleológicas. El cuidado prestado por Kant a este tipo de expresiones invita a pensar la política desde las condiciones de los sujetos vivientes, finitos e imperfectos: así, por ejemplo, hemos de ver el ideal cosmopolita, al igual que desde consideraciones históricas, desde parámetros biológicos y culturales. El cosmopolitismo se presenta entonces primeramente no como ideal moral, sino como una etapa y objetivo cultural y político hacia la culminación del proceso civilizatorio en clave antropológica, esto es, de forma análoga, como el desarrollo gradual de un organismo hacia su perfección. La utilización de estas metáforas teleológicas no es en absoluto casual y responde, como en el caso de la historia, a la insuficiencia del lenguaje mecanicista y determinista de las ciencias naturales y de la gramática moral para dar cuenta de la organización de la vida en común, política. La sensibilidad lingüística kantiana incide en la condición humana, radicalmente finita, que ni se deja describir como máquina ni como ángel, dios o ser divino, perfecto; por el contrario, es mostrada como siempre perfectible, y en este sentido las expresiones teleológicas apuntan a los procesos de mejora antropológica y moral del ser humano. El principio teleológico juega aquí en la relación entre partes y todo, permitiendo entender las acciones aisladas y hechos individuales como dirigidas hacia una unidad mayor que orienta y da sentido al conjunto. Comunidad que se orienta hacia ese cosmopolitismo, esto es, hacia la mejor (y única) condición política para progresar moralmente. Huseyinzadegan defiende aquí una lectura pretendidamente polémica del cosmopolitismo kantiano: desde las coordenadas antropológicas y culturales no-ideales desde la que lee la teoría de Kant, el ideal cosmopolita no se presenta como fin en sí mismo, sino que se postula como medio (medio a alcanzar, objetivo político por conseguir) para desarrollar plenamente nuestra moralidad: un estadio intermedio en el proceso de transición del estado de naturaleza a la plena sociedad civil.

La geografía y la geopolítica mantienen también una interesante relación con la teoría política kantiana. Su doctrina del derecho (Recht) adopta como premisa cierta visión de las relaciones en el espacio de los cuerpos que lo pueblan; sacándola a la luz, su teoría del cosmopolitismo en relación con el derecho universal de hospitalidad no se muestra como una mera extensión o transposición a la política del imperativo categórico de la ética, más bien se revela como corolario de una argumentación que parte de la reflexión sobre el espacio. La esfericidad de la tierra supone que eventualmente entraremos en contacto unas personas con otras, por lo que ha de implementarse un derecho cosmopolita que regule nuestros movimientos potencialmente conducentes a conflicto. El principio ideal del Recht es desde luego clave en esta cuestión, pero no informa de cómo realizar estas exigencias. Kant adopta entonces un tipo de argumentación teleológica que se detiene en estudiar los fenómenos del comercio internacional y del colonialismo para elaborar una teoría no-ideal ahora al modo de una geografía política que permita hacer factibles los ideales políticos cosmopolitas. Huseyinzadegan muestra cómo la teoría política kantiana alberga en su interior herramientas dirigidas a la práctica que muchas veces son dejadas de lado ante la insistencia en el aspecto ideal, enfoque este último que parece olvidar que Kant también prestó atención a elementos empíricos tan aparentemente peregrinos como la orografía o el clima de cara a proponer un ideal político tan excelso e intangible como la paz. Se halla aquí de nuevo un mandato de conocimiento del mundo empírico (de su historia, de las culturas que lo habitan, de su geografía, también política) como necesidad irrenunciable para la filosofía y la política.

Entre los logros alcanzados en este libro se encuentran el haber subrayado la importancia de la teleología en el pensamiento de Kant, localizando aquellos momentos en que esta conforma una pieza indispensable de la argumentación y reivindicando, con ello, su carácter indispensable dentro del corpus kantiano. El estudio del uso del principio de Zweckmässigkeit permite también, como se ha intentado esbozar, apreciar que la filosofía de la historia, la antropología y la geografía (políticas) son disciplinas fundamentales para elaborar esas teorías no-ideales, en Kant y a partir de él. Pero, aunque tal vez puedan ser estas áreas formas privilegiadas de acceso al problema que aquí nos concierne, Huseyinzadegan insiste en la necesidad de ampliar el rastreo a otros campos y a otros textos kantianos, de manera que podamos obtener un mapa pragmático para orientar nuestro pensamiento lo más completo posible. Se autoproclama, pues, como texto programático; no obstante, se proporcionan suficientes indicios para poder continuar esta tarea.

Esta labor ha de acometerse con la humildad teórica que el uso de principios regulativos teleológicos –esto es, subjetivos y no dogmáticos (críticos), propios de una filosofía de la finitud– exige. En este sentido, se podrán extraer muy diferentes teorías no-ideales que articulen la realización de los objetivos políticos; unas y otros, teorías y objetivos, que habrán de ser declinados siempre en plural. Pues toda unidad conforme a ese principio de conformidad propuesto sea en la historia, en la antropología cultural o en la geografía política, será siempre tentativa, nunca definitiva, en todo momento habrá de ser sometida a crítica por cuanto ha de cumplir la función de orientarnos en un mundo en constante cambio. Y por ese carácter de objetiva contingencia que poseen las acciones humanas libres será necesaria la teleología, único medio por el que podremos teorizar de forma no dogmática sobre la legalidad y el sentido que estas puedan tener.

Queda clara también tras estas precisiones que este libro busca apuntalar un kantismo más «honesto e inclusivo». La perspectiva teleológica, por todo lo dicho, nos recuerda constantemente la diversidad de narrativas históricas, tradiciones culturales y condicionantes naturales que moran sobre la superficie terrestre y la modifican sin cesar, obligándonos a ser sensibles ante esta multiplicidad, irreductible pluralidad y riqueza e impidiéndonos, con ello, a considerar al ser humano como una mera máquina homogénea en cada rincón del globo. Igualmente, esta necesidad de bajar al fango de la heterogeneidad nos impone el deber de revisar y rechazar aquellos aspectos del pensamiento kantiano que, bien por su racismo o por su sexismo o por su colonialismo son inasumibles. Volvemos, así, a la distinción con la que comenzábamos esta recensión: la hipótesis hermenéutica de una teoría no-ideal y las estructuras y métodos teleológicos localizados nos pueden reconciliar con un kantismo que asume las fallas y los fallos del pensamiento de Kant y que recupera en ese mismo gesto, sin duda, lo mejor de él.

 

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· Graduado en Filosofía y Derecho (UCM), cursa el Máster en Filosofía de la Historia: Democracia y Orden Mundial en la Universidad Autónoma de Madrid, donde disfruta de una Ayuda para el Fomento de la Investigación. Contacto: guillermo.lopez.morlanes@gmail.com.