CON-TEXTOS KANTIANOS.
THE GENETIC AND THE TRASCENDENTAL RELATED TO THE PROBLEM OF LANGUAGE IN KANT’S PHILOSOPHY
Universidad Complutense de Madrid, España
Ya Kuno Fischer, al explicar la distinción entre la vieja y la nueva escuela kantiana de Jena, había trazado una línea divisoria fundamental entre dos modos comprehensivos antagónicos de evaluar el programa crítico. Dichos modelos tienen sin duda un claro paralelo con las interpretaciones contemporáneas representadas respectivamente por las lecturas fenomenológicas antipsicologistas y las derivas naturalizantes desarrolladas bajo el paraguas de las recientes investigaciones de las ciencias cognitivas. Kuno Fischer había subrayado la distancia entre la filosofía de la identidad representada por Fichte, Schelling, Hegel o Reinhold y una crítica de la razón o doctrina de la experiencia interna del alma de corte antropológico o psicologista como la de J. F. Fries.
En Le Problème du Langage chez Kant se hace de esta distinción el hilo conductor desde el que abordar la cuestión del lenguaje en la filosofía kantiana, presente ya en los debates contemporáneos a Kant, como muestra la publicación de la pregunta de 1772 de la Real Academia de las Ciencias de Berlin cuyos frutos se hicieron rápidamente visibles en investigaciones como el Abhandlung über den Ursprung der Sprache de Herder, la disertación de J. D. Michaelis, o el libro de Tetens Über den Ursprung der Sprachen und der Schrift. En 1756 Maupertuis había pronunciado una conferencia sobre el origen del lenguaje que fue respondida por J. P. Süssmilch, cuyo libro Versuch eines Beweises, dass,
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die erste Sprache ihren Ursprung nicht vom Menschen, sondern allein vom Schöpfer erhalten habe impulsó un debate desde el cual Kant pudo elevar su perspectiva trascendental. La historia de la Real Academia de las Ciencias de Berlin muestra una vez más el curso fecundo de las preocupaciones de los autores franceses, en esta ocasión, sobre el problema del origen del lenguaje, hacia el campo conceptual de los filósofos alemanes. En el caso de Kant, su relación con el problema del lenguaje parece haber estado marcada casi ininterrumpidamente por una doble ambigüedad. De un lado las escasas menciones de Kant al respecto en las obras del canon publicadas por él y la exigua labor de investigación
―si lo comparamos con otros aspectos clásicos de la filosofía kantiana― que ha hecho de este tema su objeto de estudio. Por otro lado, la enorme centralidad del problema del significado o del lenguaje, si atendemos al lugar sistemático que Kant le atribuye explícitamente y a las funciones que parece conferirle en el marco de la Analítica trascendental, así como la enorme influencia que sus posiciones han ejercido en la filosofía del lenguaje y de la semántica contemporánea, con referencias directas por ejemplo en el marco de los planteamientos del indio K. K. Bagchi sobre metalenguaje, la reflexión sobre semántica trascendental de Z. Loparic, la distinción subrayada por J. P. Nolan entre Sinn y Bedeutung o los trabajos de Béatrice Longuenesse, de los que este libro es deudor en muchos aspectos.
El autor de Le Problème du Langage chez Kant adopta una posición decidida sobre la importancia de la reflexión kantiana desde un punto de partida según el cual el lenguaje es un objeto de reflexión explícito en Kant, que ostenta una posición arquitectónica relevante y claramente definida la cual, aunque no permea la totalidad de la filosofía kantiana como su hilo conductor, sí ocupa un lugar estratégico de notable prioridad en su teoría del conocimiento. De esta manera, Raphaël Ehrsam se distancia tanto de lecturas críticas como las de Hamann o Herder que habían sostenido que el problema del lenguaje carecía sintomáticamente de un articulación suficiente en la filosofía kantiana, bien ocasionada por el privilegio atribuido por Kant a la matemática, bien como consecuencia del carácter trascendental a priori otorgado a los principios del conocimiento, como de lecturas que, aunque reconocen que la cuestión del lenguaje está presente de modo subterráneo en la filosofía kantiana, consideran que el tratamiento queda siempre limitado a una perspectiva local, fragmentaria e implícita. La posición de Ehrsam diverge asimismo de aquellas interpretaciones que, como la lectura semántica de W. Hogrebe, consideran que el problema del lenguaje constituye en realidad la clave de bóveda de todo el proyecto crítico. El libro permite por lo demás revisitar cuestiones apasionantes, como el papel de la cópula en los enunciados (en el fondo lo que permite comprender la relaciones de las representaciones con la apercepción trascendental, a nivel de la lógica trascendental) o si la filosofía trascendental misma puede entenderse como filosofía del lenguaje y si es compatible con el enfoque genético. El autor trata así de conciliar las declaraciones claramente antipsicologistas de Kant diseminadas a lo largo de su obra con su descripción de la génesis del lenguaje en el individuo y en la especie. De este modo, trata de demostrar que la teoría kantiana de la adquisición de conceptos excluye toda posibilidad teórica de dar cabida a un reduccionismo empirista. Distingue así con precisión entre el momento de
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adquisición de las categorías ―pues, como sabemos, Kant es un perspicaz crítico del innatismo― de las condiciones de posibilidad de su validez objetiva. En esta línea, la tesis del autor es que el problema de la relación entre lo genético y lo trascendental contiene en su seno la cuestión más fundamental del lenguaje.
R. Ehrsam sostendrá a lo largo del libro que el lenguaje desempeña al menos cuatro funciones esenciales vinculadas respectivamente a la formación de conceptos, la estructura de las reglas gramaticales, la construcción de la identidad o la personalidad en el plano práctico y la educación moral, articulados a partir de varios loci claves del pensamiento kantiano: el concepto de epigénesis de la razón pura y la idea de la adquisición originaria. En efecto, la teoría de la epigénesis se inscribe abiertamente en la línea que el autor pretende hacer valer bajo esa peculiar aleación de los planos genético y trascendental. Así, de igual modo que Kant no acepta el innatismo en el plano de la teoría del conocimiento, no admite que la forma de un ser vivo se encuentre por completo preformada en el germen, sino más bien que la actualización de dichas características depende de la demanda empírica de la emergencia de determinadas disposiciones. La validez universal de las categorías posibilita su aplicación a la experiencia sin depender ni de la falibilidad de lo empírico, como en la generatio aequivoca, ni de una arbitraria coincidencia con disposiciones innatas y separadas de las condiciones sensibles de la experiencia. La afirmación de N. Sánchez Madrid sobre el estatuto de la noción de epigénesis bien podría entenderse en todos los respectos sustituyendo el término “razón” por el término “lenguaje”: “Así, pues, el alcance de la noción kantiana de epigénesis no se reduce a una mera valoración metodológica, sino que apunta al fondo de la pregunta por el hombre, al arrojar luz sobre el modo en que nos hallamos ya siempre precedidos por la Razón y, al mismo tiempo, proyectados hacia ella”1. La adquisición de las categorías es perfectamente compatible con el carácter universal y necesario de los conceptos puesto que se obtiene por reflexión sobre la forma o la estructura de las representaciones, no sobre sus contenidos. Respecto de la segunda figura, el autor lleva a cabo un recorrido muy iluminador sobre el concepto de la “adquisición originaria” en el corpus jurídico frecuentado por Kant, tomando pie fundamentalmente en los textos de S. Pufendorf, G. Hufeland y H. Jakob. El denominador común de las distintas definiciones vertidas es la idea de que el término se empleaba para designar aquello que, no siendo de nadie, comienza a pertenecer a otra persona sin mediación alguna en forma de tradición o intervención divina. Cuando Kant distingue la adquisición originaria de la derivada en continuidad con esta línea de pensamiento, subraya precisamente el carácter no innato de lo originario. Los derechos adquiridos no corresponden al hombre en virtud de su mera humanidad, sino que se requiere la mediación de un acto jurídico como condición de posibilidad de su validez. La adquisición originaria tiene por tanto un momento genético puesto que en definitiva se trata de una Er-werbung, de un acto empírico por el cual se posee lo que antes no pertenecía a nadie, pero a su vez, debe ser compatible con el principio universal del
1 Sánchez Madrid, N.: “La función de la epigénesis en la Antropología kantiana: las condiciones de ejecución de una historia natural del hombre” en Thémata. Revista de Filosofía, nº 39, 2007, p. 327.
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derecho y gozar de una validez a priori sin la intervención de un fundamento divino. Del mismo modo, a través de un razonamiento apagógico, Kant demostrará que el lenguaje no es innato sino que hace su aparición en la especie y en el individuo en un momento determinado, aunque dicha adquisición no sea sino originaria.
Desde esta perspectiva, el autor estructura el libro conforme al desarrollo de las diversas funciones genéticas atribuidas al lenguaje, abordando en primer lugar su papel en el desarrollo de la normatividad conceptual analizado al hilo del estudio sobre las capacidades de los sordos que surge a su vez como consecuencia de la emergencia del modelo correlacional. En segundo lugar, el autor trata del aprendizaje del lenguaje ligado a la estructura de los discursos partiendo del concepto de gramática definido por Kant en Prol como gramática particular, en V-Lo/Jäsche como gramática general y en V-Lo/ Wiener como doctrina del entendimiento. La tesis fuerte es que la matriz de las reglas gramaticales permite desplegar la forma de los principios trascendentales del entendimiento.
Probablemente uno de los aspectos más sugestivos del libro es la puerta que abre hacia el debate sobre la gramática ―ya con Kant por primera vez desprovista de toda connotación ontológica― en diálogo con los desarrollos de Leibniz, Wolff o Lambert que, como se recordará, dedica una de las cuatro partes del Neues Organon a la semiótica. Kant se ocupa de explicar cómo pueden conciliarse la gramática con las gramáticas, lo universal y necesario con la especificidad de las reglas del lenguaje surgidas en contextos históricos concretos para acabar describiendo las lenguas, en consonancia con el paradigma correlacional, como la ratio cognoscendi de las leyes del entendimiento y a las leyes del entendimiento como la ratio essendi de la gramática general o del fundamento de univocidad de la diversidad de las lenguas. El papel genético de la gramática consistiría en definitiva en la capacidad que proporciona para reflexionar sobre las reglas de gramática implícitas.
El uso de la primera persona tiene también a juicio del autor un valor insoslayable en tanto que posibilita la autorreflexión en el ámbito teorético y la imputación o causa libre por la cual atribuimos responsabilidad moral o jurídica a la persona. En el ámbito práctico existe una relación intrínseca entre el espacio de la enunciación y el ámbito de la formación de leyes; hecho que de nuevo hace del lenguaje una instancia de peso tanto en el ámbito de justificación de la moral como en el ámbito de la educación, pues es el lenguaje ―y nunca las conductas ejemplares de individuos concretos― lo que propicia la formación adecuada de la conducta moral. Los exempla, a juicio de Kant, pueden tener ―como los sentimientos o la religión en otros contextos― una función de Triebfedern o motivo impulsor, pero no son un legítimo fundamento de la acción como los principios trascendentales condensados en enunciados.
El recorrido por estas cuatro raíces del lenguaje permite trazar un mapa muy útil de las distintas posiciones que pueden adoptarse a propósito de la relación kantiana con el problema del lenguaje, revelando asimismo un conocimiento muy amplio por parte del autor de las fuentes kantianas. Una indudable virtud de esta obra consiste en el uso que hace de los manuscritos no publicados directamente por Kant entre los que se encuentran
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algunos elementos de la correspondencia, las reflexiones, el Nachlass o, especialmente, las anotaciones o apuntes de las lecciones impartidas por Kant, de importancia capital para desarrollar adecuadamente el problema del lenguaje, ya que en las obras canónicas no aborda esta cuestión por extenso al menos hasta 1790. Asimismo este estudio exhaustivo de las fuentes permite apreciar el salto producido a partir del semestre de invierno de 1775 cuando Kant empieza a sustituir el modelo ampliativo-extensional por el modelo correlacional en la explicación de las relaciones entre el pensamiento y el lenguaje desde el cual comienza a definir a las palabras como condición de posibilidad de la estructura lógica.
22 V-Met/Mrongovius: “Unsre gemeine Sprache enthält schon alles das, was die transcendentale Philosophie mit Mühe herauszieht”. AA, 29, 804.
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