El primer Kant ante la metafísica: una aproximación histórica a los orígenes de una actitud intelectual

—I. Declaraciones y precedentes—

 

The Earliest Kant in the Face of Metaphysics: a Historical Approach to the Origins of an Intellectual Attitude

—I. Statements and Precedents—

 

Paulo Sergio Mendoza Gurrola·

Universidad Nacional Autónoma de México, México

 

Resumen

 

Este trabajo tiene como objetivo contribuir, desde el punto de vista de la Kantforschung y empleando los referentes de la Quellengeschichte, al conocimiento de las actitudes del joven Kant ante la metafísica tal y como están expresadas en su más temprana obra sobre las ‘fuerzas vivas’ de 1747-1749. La amplia gama de doctrinas metafísicas que envolvió la formación universitaria de Kant tuvo como su principal característica el pluralismo: aunque podemos distinguir algunas tradiciones filosóficas diferentes entre sí como el aristotelismo neoescolástico, el eclecticismo pietista y el racionalismo wolffiano, durante los años en los que Kant fue un estudiante de la Universidad de Königsberg —e incluso algunos años antes—, contra la creencia tradicional, ninguna orientación doctrinal tuvo predominio alguno. Esta situación plural generó un ambiente intelectual peculiar, diferente al de las otras universidades alemanas, el cual tuvo una relevante influencia sobre las primeras actitudes intelectuales de Kant ante la metafísica.

 

 

Palabras clave

 

Kant precrítico; metafísica; aristotelismo neoescolástico; eclecticismo pietista; wolffismo

 

Abstract

 

This paper aims to contribute, from the Kantforschung view and employing the Quellengeschichte referents, with the knowledge of the young Kant’s attitudes in the face of metaphysics, just as they were expressed in his earliest work on ‘linving forces’ of 1747-1749. The broad range of metaphysical doctrines which enveloped the Kant’s university formation had as its main characteristic the pluralism: although we can distinguish some different philosophical traditions such as neo-scholastic Aristotelianism, pietistic eclecticism or Wolffian rationalism, during the years when Kant was a student at University of Königsberg—and even some years before—, against traditional belief, no doctrinal orientation had any predominance. This plural situation generated a peculiar intellectual environment, different from that of other German universities, which had a relevant influence on the Kant’s first intellectual attitudes in the face of metaphysics.

 

Key words

 

pre-Critical Kant; metaphysics; neo-scholastic Aristotelianism; pietistic eclecticism; Wolffianism

 

Introducción

Como corresponde a una figura que, como muy pocas otras, ha impactado tan decisivamente en la manera como concebimos hoy en día el mundo y a nosotros mismos, Immanuel Kant ha suscitado una cantidad de estudios, críticas y comentarios tan vasta y variada en torno a su obra, que resulta casi imposible hacer una organización o, siquiera, un recuento de ella. En todo caso, según Hinske (1994), esta amplia producción de estudios kantianos puede clasificarse en tres líneas fundamentales: la filología de la obra de Kant (Kantphilologie), la investigación histórica y biográfica en torno a la figura de Kant (Kantforschung) y la filosofía a partir del pensamiento de Kant (Kantianismus). No es difícil percatarse de que esta última línea, la del kantismo o filosofía kantiana en sus diversas vertientes y orientaciones, ha sido con mucho la más cultivada; no obstante, en tiempos recientes, particularmente de cara al tercer centenario del nacimiento del Maestro de Königsberg, se ha formado una creciente y cada vez más clara conciencia no sólo de la importancia que tiene la relación que debe haber entre estas tres líneas fundamentales, sino incluso de su necesaria interdependencia para un correcto y más preciso desarrollo de cada una de ellas.

Este trabajo se enmarca propiamente en la línea de la Kantforschung, que recientemente se ha enriquecido metodológicamente con los aportes de la historiografía intelectual y, particularmente, de la Quellengeschichte,[1] y tiene como propósito principal presentar una aproximación a la noción de ‘metafísica’ y a la percepción que el primer Kant tiene de su situación en el ambiente intelectual de su época. Para quienes intentan comprender al menos las líneas generales de un pensamiento como el kantiano, en el que la noción de ‘metafísica’ aparece dentro de una gama tan amplia de significados, cumpliendo funciones diversas y provocando actitudes diferentes y, en no pocas ocasiones, encontradas, esta aproximación resulta a todas luces pertinente y útil. Para lograr tal aproximación, en la primera parte de este trabajo se presentan las declaraciones explícitas y alusiones a la metafísica que el joven Kant concentra en un pasaje de su obra más temprana: Pensamientos sobre la verdadera estimación de las fuerzas vivas y crítica de las demostraciones de las que Leibniz y otros mecánicos se han servido en este litigio, junto con algunas consideraciones previas que conciernen a las fuerzas de los cuerpos en general (de aquí en adelante: ‘Fuerzas vivas’);[2] posteriormente, en la segunda parte, se presenta un panorama de la situación de la metafísica en la Albertus-Universität Königsberg antes del ingreso de Kant; finalmente, se ofrecen algunas consideraciones finales en torno al pluralismo que marcó el amplio espectro de doctrinas metafísicas que encontró Kant al matricularse en la Albertina.

 

1. El deseo de una ciencia cabalmente fundada: la metafísica en las Fuerzas vivas

Aun cuando la primera publicación de Kant no es una obra estrictamente filosófica sino más bien de mecánica, y particularmente referida al singular episodio por el que atravesó el desarrollo teórico-científico de esta disciplina desde el final del siglo XVII y hasta casi la mitad del siglo XVIII: la controversia de las fuerzas vivas,[3] las primeras palabras que aparecen en ella sí lo son: el primero de los tres capítulos que conforman a las Fuerzas vivas es considerado por el mismo Kant como un “preámbulo metafísico (metaphysische Vorbereitung)” (§15: 39/GSK, AA 01: 28.2). Además de adoptar una serie de principios y conceptos propios de la metafísica leibniziana, entre los que destaca particularmente el concepto de ‘fuerza’, emparentado con la doctrina aristotélica de la ἐντελέχεια,[4] en este preámbulo Kant hace una profesión que, por lo demás, parece constituir la marca de toda una época que estaría pronta a terminar: la convicción de que los fundamentos de la ciencia natural —con la mecánica a la cabeza— hunden sus raíces en la metafísica. Si se tiene en mente el ambicioso propósito de las Fuerzas vivas,[5] tanto el tono prometedor y entusiasta con el que el joven Kant va recurriendo a conceptos y principios metafísicos como la audacia con la que va construyendo diversos argumentos a lo largo de todo este breve capítulo empujan por igual al lector a experimentar un profundo desconcierto tan pronto comienza a leer el parágrafo final de este capítulo:

 

No puedo prometerme conseguir algo decisivo e irrefutable en una consideración que es meramente metafísica, por eso me remito al siguiente capítulo que, por medio de la aplicación de las matemáticas, tal vez pueda alcanzar mayor poder de persuasión. Nuestra metafísica, como muchas otras ciencias, sólo se encuentra de hecho en el umbral de un conocimiento cabalmente fundado; Dios sabe si se le verá transponerlo. No es difícil ver sus debilidades en mucho de lo que emprende. Muy a menudo se encuentra que la mayor fuerza de sus demostraciones es el prejuicio. Nada hay tan culpable de ello como la tendencia predominante de los que tratan de acrecentar el conocimiento humano. Gustosamente querrían tener una gran filosofía, pero sería deseable que también fuese sólida. Para un filósofo, casi la única compensación por su esfuerzo es poder sosegarse finalmente, tras una fatigosa investigación, con la posesión de una ciencia cabalmente fundada (§19: 41-42/GSK, AA 01: 30.28-31.7).

 

Este pasaje, desalentador en algún sentido, resulta al mismo tiempo sumamente informativo acerca del modo como Kant percibe la situación de la disciplina metafísica en las postrimerías de la primera mitad del siglo XVIII: por una parte, mucho antes de que Kant hubiera incursionado en el ámbito académico profesional,[6] ya percibía la metafísica como una tierra de nadie, en donde todas las consideraciones, sin importar su índole ni su profundidad, parecían poder ocupar un lugar por igual y, en consecuencia, nada podía tornarse “decisivo e irrefutable”; por otra parte, este pasaje toca algunos temas particulares que de algún modo anticipan o bien algunas de las críticas que el Kant de la filosofía crítica dirigiría a la metafísica o bien algunas de sus decepciones respecto de ella; la cantidad de estos temas amerita al menos una sucinta enumeración:

 

[1] La incapacidad demostrativa de la metafísica—. Resulta revelador que, ante la incapacidad de la metafísica de procurar a sus afirmaciones un ámbito demostrativo, el joven Kant se vea impulsado a buscar este ámbito en “la aplicación de las matemáticas”, un recurso del que echará mano durante toda la carrera que en este momento apenas se vislumbra para “alcanzar mayor poder de persuasión”.

[2] La metafísica echa en falta un conocimiento cabalmente fundado—. Muy probablemente se trataba de un ‘secreto a voces’ que la causa de la incapacidad demostrativa que padecía la metafísica era la falta de un conocimiento cabalmente fundamentados (einer recht gründlichen Erkenntniß). Al encontrarse la metafísica carente de fundamentos suficientemente sólidos y al hallarse, a diferencia de la matemática, sólo “en el umbral” de adquirir conocimientos perfectamente asentados en ellos, no resulta desconcertante que en semejante situación “la mayor fuerza de sus demostraciones es el prejuicio”. Nada más alejado del ideal impuesto por la nueva ciencia moderna. Ahora bien, con la frase “Dios sabe si se le verá transponerlo”, no se ve claro que en este momento Kant se vea a sí mismo haciéndose cargo determinantemente de la tarea de hacer que la metafísica logre ir más allá del umbral de un conocimiento cabalmente fundado, sin embargo, hay ya un cierto mérito en el solo hecho de apuntar cuál es y en qué consiste el problema por el cual el joven filósofo no continúa llevando su disertación a través de disquisiciones metafísicas y por el cual se ve obligado a recurrir a la aplicación de las matemáticas.

[3] La tendencia a acrecentar el conocimiento humano es causa de la desdeñable situación de la metafísica—. Viene a continuación lo que, para sorpresa de muchos, es la causa de estos males que aquejan a la metafísica: ¡“La tendencia predominante de los que tratan de acrecentar el conocimiento humano”! Ciertamente, hará falta una crítica de la razón para ponderar en todas sus dimensiones la magnitud y complejidad de un problema que ahora sólo se anticipa muy simplificadamente: la tendencia a acrecentar los conocimientos —que en la primera gran Crítica aparecerá como una característica connatural de la razón humana— es la causa de las más profundas dificultades con que la metafísica se topa para constituirse en un conjunto de conocimientos cabalmente fundamentados.

[4] La tarea del filósofo no consiste en acumular conocimientos; consiste en fundamentarlos—. Con cierta ironía, Kant señala que “los que tratan de acrecentar el conocimiento gustosamente querrían tener una gran filosofía, pero sería deseable que también fuese sólida”. Acrecentar los conocimientos para tener una gran filosofía parece ser entendido por Kant como una tendencia erudita exclusivamente cuantitativa: pareciera que la preocupación enciclopedista —predominante en la época— de acumular y hacer acopio de la mayor cantidad de conocimientos ofusca a los espíritus y los incapacita para consagrarse a la tarea de hacerlos sólidos, es decir, de fundamentarlos, lo cual es claramente una labor epistemológica y metodológica eminentemente cualitativa. Esta última es “casi la única compensación” que tiene el filósofo, piensa el joven Kant: sus esfuerzos deben estar encaminados, contrariamente al científico, no a la acumulación de la mayor cantidad de conocimientos, sino a “la posesión de una ciencia cabalmente fundada (eine recht gründlichen Wissenschaft)” (Mendoza Gurrola 2018, pp. 251-253).

 

El desconcierto que provocan estas declaraciones provoca naturalmente que inmediatamente alguien se pregunte tanto por el ambiente intelectual que envolvió de manera próxima al joven Kant en su etapa de formación en la Universidad ‘Albertina’ de Königsberg (1740-1746) como por el trasfondo cultural del mundo académico alemán a finales de la segunda mitad del siglo XVIII, y hasta qué punto y de qué manera este ambiente y este trasfondo influyeron para que, al término de sus estudios, el impetuoso filósofo de veintidós años formulara la consideración en torno a la metafísica que acabamos de revisar.

 

2. La metafísica en Königsberg antes de Kant

Quizás lo primero que hay que decir acerca de la institución en la que Kant realizó sus estudios filosóficos es que, al ser la segunda más antigua universidad protestante, fundada por Alberto I de Prusia en 1544 —tan sólo antecedida por la Philipps-Universität Marburg, fundada en 1527—, la Albertus-Universität Königsberg no carecía de importancia, aun cuando no figuraba entre las principales universidades de Alemania —pero, hay que mencionarlo, tampoco se encontraba entre las más pequeñas—. Ya en el siglo XVIII la Universidad de Königsberg era considerada menos importante que la recién fundada en 1694 Friedrichs-Universität Halle, pero ambas eran las dos universidades más grandes de toda Prusia, y la ‘Albertina’ la única en toda la Prusia Oriental. Si bien es cierto que estaba geográficamente aislada, lo cual traía consigo ciertas desventajas —por ejemplo, la demora en la llegada de las novedades científicas y literarias procedentes de Leipzig, el gran centro editorial de la época, o la baja calidad con la que eran enseñadas, si es que lo eran, algunas disciplinas—,[7] su localización resultaba también relativamente estratégica: además de atraer a estudiantes de aquella vasta y remota zona prusiana, también fue el punto de convergencia de estudiantes polacos, lituanos y procedentes de otras naciones bálticas, volviéndola una suerte de ‘universidad internacional’ —lo cual muy probablemente influyó en las ideas sobre cosmopolitismo que sostendría Kant en su época madura—.

Como era usual entre las universidades protestantes alemanas, la de Königsberg tenía cuatro Fakultäten: de teología, de filosofía, de derecho y de medicina. Sin duda, la más importante de todas era la de teología; la de filosofía, en cambio, era conocida como la ‘facultad inferior’, además de que era evidente la influencia y dominio que la facultad de teología ejercía sobre la de filosofía: muchos teólogos enseñaban filosofía y gran parte del curriculum philosophicus estaba diseñado en función de los intereses teológicos del momento; aún durante los dos primeros tercios el siglo XVIII en la Albertus-Universität la filosofía era considerada invariablemente una ancilla theologiae. Asimismo, a partir del hecho de que la doctrina protestante ortodoxa —que al menos hasta la década de los 1720 se enseñaba prevalentemente en la facultad de teología de la Universidad de Königsberg— se apoyaba principalmente en la filosofía aristotélica, resulta comprensible que, a pesar de que ya venía decayendo en importancia e influencia, cuando Kant realiza sus estudios filosóficos el neoaristotelismo todavía representaba una orientación de cierta relevancia en la facultad de filosofía. Además de la facción ortodoxa, en medio de un ambiente marcado por la libertad de expresión y de cátedra que motivó la incursión por parte de algunos profesores de esta facultad en los desarrollos filosóficos de algunos pensadores más recientes, hacia 1715 comienza a figurar por primera vez el entusiasta grupo de los wolffianos, el cual se vería reducido hacia 1725 por las restricciones que contra ellos consiguiera infligir el partido de los pietistas, que, al contar con la simpatía y el favor del rey Friedrich Wilhelm I, pudieron salir del relativo aislamiento en el que se encontraban y consiguieron un poder sin precedentes en la facultad de teología de la Albertina pero también fuera de ella.[8] Sin embargo, a mediados de la década de 1730 aconteció un hecho de gran relevancia en la historia intelectual de la Universidad de Königsberg: Franz Albert Schultz (1692-1763) se volvería el líder de la facción pietista;[9] se trataba de un teólogo pietista egresado de la Universidad de Halle, pero que tenía la peculiar convicción de que la filosofía wolffiana no sólo no era opuesta, sino que inclusive era compatible con el pietismo, y muchos de sus ensayos estuvieron encaminados a formular ideas pietistas empleando terminología y métodos wolffianos. Habiendo estudiado en Halle con Christian Wolff (1679-1754), su liderazgo en la universidad Königsberg se caracterizó, entre otras cosas, por una mayor apertura e incluso por una cierta promoción del pensamiento wolffiano, sin que esto significara el retorno de la libertad de cátedra y de expresión de antaño. Éste era más o menos el ambiente intelectual de la facultad de filosofía al momento en el que ingresa Kant: un partido pietista dominante, una facción ortodoxa venida a menos y un disminuido grupo de wolffianos que en la segunda mitad de la década de 1730 comenzaba a recuperarse (Kuehn 2001a, pp. 13-15; 2001b, pp. 37-38.65-71).

Ahora bien, ¿qué podemos saber acerca de la situación y el tipo de metafísica que se enseñaba en la Universidad de Königsberg en medio de este ambiente intelectual? Gracias al minucioso trabajo de reconstrucción de la historia de la cátedra de lógica y metafísica en la Albertina que realiza Sgarbi 2010,[10] podemos contar con un amplio espectro de las doctrinas metafísicas que Kant pudo encontrar durante su formación filosófica. De entrada, hay que tener en cuenta que la fundación de esta cátedra se remonta a 1552 y fue llamada de “dialéctica”, y no fue sino hasta el siglo XVII que recibió el nombre de “lógica” y posteriormente de “lógica y metafísica”. Hasta principios del siglo XVIII, las lecciones impartidas bajo esta cátedra se situaban invariablemente en el marco de la Escolástica Alemana, en la que predominaba el neoaristotelismo; esto puede inferirse fácilmente no sólo a partir del hecho de que el profesor Paul Rabe (1656-1713), el último gran aristotélico alemán del siglo XVIII y el puente entre la filosofía escolástica y las nuevas tendencias modernas dominadas por el empirismo inglés y el racionalismo de Leibniz y Wolff (Sgarbi 2009), enseñó lógica y metafísica en Königsberg desde 1703 hasta su muerte en 1713, sino también a partir del hecho de que su principal contribución en el campo de la metafísica, su Cursus philosophicus,[11] fue el manual más utilizado por él y por los profesores de la facultad de filosofía de la Albrecht-Universität Johann Böse (1683-1719), Hieronymus Georgi (1659-1717), Heinrich Oelmann (1676-1725), Michael Gehrke (1679-1721), Johann David Kypke (1692-1758) y Thomas Burckhard (1686-1744), quien todavía basó explícitamente en el manual de Rabe su curso de metafísica del semestre de invierno de 1743-1744 (Sgarbi 2010, pp. 35-46), momento en el que el joven Kant estaba matriculado en la Albertina. La influencia del Cursus philosophicus de Rabe resultaría claramente notoria, como lo muestra, entre otras cosas,[12] la publicación en 1916 en Königsberg de la Filosofía propedéutica o fundamentos prerrequeridos de filosofía para la conducción y el método del Curso filosófico del profesor Raben breve y muy claramente distribuída en tres tomos junto a una triple filosofía del profesor Hieronymus Georgi,[13] que, como lo indica el título, se trata de una guía para el uso del Cursus philosophicus del profesor Rabe. En este Cursus, la metafísica aparece formando parte de la ciencias teóricas e incluye a la ontología, que trata del ens qua ens (ente en cuanto ente) —lo cual evoca a todas luces el “τό ὄν ὄν” de Met., Γ, 1, 1003a, 21—; a la noología, que versa sobre los primeros principios del ser en cuanto ser y que constituye una ciencia propedéutica para la metafísica; y, finalmente, a la pneumatología, que estudia las substancias inmateriales (Sgarbi 2010, pp. 56-57).

Enfrentados con el aristotelismo neoescolástico del partido ortodoxo, y, particularmente, con la importancia que esta tradición filosófica le atribuía a la metafísica, los pietistas encontraron un apoyo para sus propias ideas en el movimiento de la filosofía ecléctica alemana, que se volvería muy popular a principios del siglo XVIII.[14] Siguiendo la actitud de menosprecio hacia la metafísica que caracterizaba el movimiento ecléctico, los pietistas de Königsberg la consideraron definitivamente subordinada a la teología, y por esta razón, cuando consiguieron el dominio de la facultad de teología, lograron que regularmente se impartiera en ella la metafísica y no en la facultad de filosofía (Sgarby 2010, p. 57). Entre los profesores de este peculiar grupo se encuentra Johann Jakob Rohde (1690-1727), que imparte por vez primera la asignatura de metafísica durante el semestre de verano de 1720 y emplea los Elementos de filosofía teórica del gran teólogo pietista y filósofo ecléctico Johann Franz Budde,[15] para quien la metafísica podía ser una ciencia sólo si consideraba al ente en cuanto ente, pero no en sentido abstracto, como lo hacía la Escolástica, sino en tanto Ente primero (Ens primum), el cual es Dios, y con ello la metafísica deviene teología (Sgarby 2010, p. 58). Para el semestre de invierno de 1720-1721, son los profesores Christian Gabriel Fischer (1686-1751) y Heinrich Oelmann los que emplean los Elementa philosophiae theoreticae para sus cursos de metafísica y no Rohde, quien emplea en su lugar la Doctrina de los universales, a la cual llaman metafísica de Friedrich Gentzken;[16] Rohde volverá a utilizar el manual de Budde a la par de la Introducción a la filosofía de la corte[17] del gran teólogo pietista Christian Thomasius en su curso de metafísica impartido durante el semestre de verano de 1721; para los cursos de metafísica de los semestres de invierno de 1723-1724 y de verano de 1724, el profesor Rohde se apoya en otra obra de Budde: las Tesis teológicas sobre ateísmo y superstición,[18] para después emplear, hacia sus últimos cursos de metafísica durante los semestres de verano de 1725 y de invierno de 1725-1726, los Escritos filosóficos[19] del gran metafísico neoescolástico de Königsberg del siglo XVII Abraham Calov (1612-1686) (Sgarby 2010, pp. 38-41), con lo cual se confirma la hipótesis de Sgarby de que “hubo en Königsberg un caso llamativo [el de Rohde] en el cual la metafísica de Aristóteles fue usada para legitimar a la filosofía ecléctica” (2010, p. 58).

El profesor Heinrich Oelmann tiene el mérito de haber empleado por vez primera en Königsberg un texto escrito en alemán y no en latín para dirigir su curso de metafísica del semestre de verano de 1721: los Pensamientos Racionales acerca de Dios, el mundo y el alma de los hombres, así como todas las cosas en general o Metafísica alemana,[20] del gran filósofo ilustrado racionalista Wolff. Oelmann había venido utilizando mayoritariamente desde el semestre de verano de 1715 el Cursus philosophicus de Rabe, que intercala en el semestre de invierno de 1716-1717 con el antiguo manual aristotélico-neoescolástico Metafísica divina de Calov,[21] para emplear finalmente los Elementos de filosofía teórica del pietista ecléctico Budde en el semestre de invierno de 1720-1721; después de haber introducido la obra de Wolff en el verano de 1721, Oelmann utiliza en el siguiente semestre de invierno de 1721-1722 la traducción alemana de la Introducción a la filosofía de la corte (Einleitung zur Hoff-Philosophie) de Thomasius,[22] y, posteriormente, en su curso del semestre de verano de 1722, emplearía simultáneamente tanto la obra de Wolff como la de Thomasius, para, finalmente, a partir del semestre de invierno de 1722-1723 volver a usar únicamente la Metafísica alemana de Wolff de manera ininterrumpida hasta el semestre de invierno de 1724-1725 (Sgarbi 2010, pp. 37-40), el último en el que Oelmann impartió un curso de metafísica en la Universidad de Königsberg, apenas unos cuantos meses antes de la expulsión de Christian Gabriel Fischer  a raíz de un informe por el que pietista Georg Friedrich Rogall (1701-1733)[23] lo acusaba de wolffiano ante el rey Wilhelm Friedrich I. La Metafísica alemana vuelve a ser utilizada dos años después por el mismo Rogall,[24] extrañamente, en sus cursos de metafísica de los semestres de invierno de 1726-1727 y de verano de 1727 (Sgarbi 2010, p. 41), para conseguir que a partir de 1727 quedara explícitamente prohibido explicar textos wolffianos en Königsberg (Kuehn 2001b, p. 69).

La Metafísica alemana de Wolff no vuelve a emplearse como manual en la Universidad de Königsberg sino hasta el semestre de verano de 1736, con el curso de metafísica a cargo del profesor Konrad Gottlieb Marquardt (1694-1749); al mismo tiempo, el profesor Karl Andreas Christiani (1707-1780) utiliza las Instituciones de filosofía wolffiana de Ludwig Philipp Thümmig (1697-1728),[25] que volverán a figurar explícitamente como manual para los cursos de metafísica a cargo del profesor Karl Heinrich Rappolt (1702-1753) de los semestres de verano de 1743, cuando Kant era estudiante, y, posteriormente, en el de 1753, el mismo semestre en el que Friedrich Johann Buck (1722-1786) empleara la wolffiana Metafísica alemana como base de su curso de metafísica, la cual no volvería a figurar más como libro de texto en los cursos de metafísica de la cátedra de lógica y metafísica, por lo menos no hasta el momento en que Kant la adquiere en propiedad en 1770 (Sgarbi 2010, pp. 50-55).

 

Algunas consideraciones finales

La primera obra de Kant es un reflejo transparente de los sentimientos encontrados que se iban suscitando a finales de la primera mitad del siglo XVIII ante los crecientes desarrollos de la nueva ciencia de la naturaleza, por un lado, y al franco declive de la metafísica, por otro. Por una parte, los principios metódicos y epistémicos de la nueva ciencia de la naturaleza, marcados por la inducción y el razonamiento matemático, así como por el recurso a la experiencia como criterio de evidencia, infundían una desbordada confianza; por otra parte, los procedimientos y los criterios gnoseológicos de la metafísica, dirigidos tanto por la deducción y el razonamiento silogístico como por la especulación y el análisis conceptual, generaban una pronunciada desconfianza. Por un lado, en las Fuerzas vivas no faltan alusiones a la conveniencia de dejarse guiar por el ejemplo de las nueva ciencia natural que, gracias a la aplicación de la matemática y la geometría, ha logrado constituirse en un conocimiento probado y convincente; pero, por otro lado, tampoco faltan referencias a la lamentable situación en la que se encuentra la metafísica, cuyos principales indicios son su incapacidad demostrativa, su falta de un conocimiento fundado y su tan desesperado como vano afán erudito, en marcado en el enciclopedismo de la época. Sin embargo, lejos de aconsejar abandonar a la metafísica a su ocaso, Kant advierte la necesidad de conducirla hacia el estado de un conocimiento cabalmente fundado (Mendoza Gurrola 2018, p. 251), y en este punto formula lo que podría considerarse la línea neurálgica de su propio proyecto filosófico: la tarea del filósofo consiste en fundamentar conocimientos, es decir, en la labor epistemológica de dilucidar los principios fundamentales del conocimiento y de buscar el método apropiado para conformarlos. Al igual que otros pensadores, Kant se embarca en este proyecto epistemológico de fundamentación que, entre otras cosas, asume como uno de sus puntos cruciales la cuestión del método, lo cual resonará incluso hasta la misma cristalización de su filosofía crítica madura.

Respecto de las condiciones que prepararon el ambiente académico e intelectual de la formación de Kant, la figura de Schultz fue determinante para disminuir el sectarismo que hasta entonces había prevalecido en Königsberg y que presentaba como partidos claramente distintos y antagónicos a los ortodoxos aristotélicos, a los pietistas eclécticos y los racionalistas wolffianos; con la instauración de un ambiente de mayor apertura y tolerancia Schultz ciertamente no terminó por borrar toda diferencia en las orientaciones doctrinales, pero sí promovió un mayor intercambio de ideas e, incluso, fomentó la aparición de posiciones intermedias y más o menos ambivalentes en distintos problemas y discusiones, como el caso de Rohde, que emplea la metafísica aristotélica para justificar la filosofía ecléctica, o como el caso de Kypke, quien, procedente del aristotelismo ortodoxo, se mostró abierto al wolffismo en la misma línea de Shultz e incluso parece haberse adherido a él. En todo caso, es notorio que de este ambiente más tolerante emerge en Königsberg una nueva clase de eclécticos más receptivos y más independientes que los de las décadas de 1720 y 1730 —y que los que todavía se encontraban apostados en la Friedrichs-Universität Halle—, la clase de eclécticos que más nutrió al cuerpo docente con el que Kant iniciaría su formación filosófica.

En lo que toca a las principales orientaciones filosóficas que envolvieron la formación del pensamiento kantiano, por una parte, la presencia todavía significativa del aristotelismo neoescolástico en la facultad de filosofía durante los años en Kant fue estudiante, sobre todo a través de la obra de Paul Rabe, ha sido un factor descuidado o, la más de las veces, ignorado en el nacimiento, formación y ulterior desarrollo de la filosofía kantiana. Un estudio más pormenorizado nos permitiría apreciar la presencia de la tradición aristotélica incluso en puntos nodales de la filosofía crítica de Kant tales como las doctrinas de la dialéctica trascendental, de las categorías, del esquematismo y de la tabla de los juicios (Sgarbi 2009, pp. 280-289).

Por lo que toca al pensamiento wolffiano, por una parte, hay que reconocer que éste nunca fue predominante en Königsberg, aunque tampoco logró ser totalmente desterrado incluso en los momentos en los que recibió más ataques; por otra parte, el grupo que de alguna manera se apegó al wolffismo no era monolítico ni mucho menos homogéneo: aglutinó a personajes como Heinrich Oelmann, quien, por un lado, provenía del aristotelismo neoescolástico ortodoxo y, por otro, no tuvo problema alguno en enseñar con los textos pietistas eclécticos de Budde y Thomasius; además, tuvo el mérito de introducir la Metafísica alemana de Wolff a Königsberg, con lo que fue también el primero en emplear textos en lengua alemana y no en latín. El mismo Christian Gabriel Fischer, que había sido expulsado a causa de su abierto wolffianismo, había enseñado metafísica en el semestre de invierno de 1720-1721 con los Elementos de filosofía teórica de Budde, el gran fundador de la tendencia enciclopédica ecléctica dentro del pietismo.

Finalmente, la facción pietista, aun cuando contaba con sus propios adalides —como Thomasius, Budde o Gentzken—, más que promover una orientación doctrinal particular, destacó por el cultivo de un acentuado pluralismo filosófico muy bien expresado bajo el rótulo de ‘filosofía ecléctica’, y que en Königsberg parece haber permeado suficientemente; pero sin duda lo más destacable del eclecticismo pietista regiomontano es que, gracias a la impronta de Schultz, parece haber perdido muy pronto su nota antiwolffiana; muestra de esto es el caso del ya mencionado profesor Kypke, al que habría que añadir los casos de Christiani y de Martin Knutzen (1713-1751), los cuales debieron haber resultado muy desconcertantes para los pietistas de Halle, a quienes los seguía caracterizando un marcado animus antiwolffiano.

 

Bibliografía

 

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· Esta investigación fue realizada con el apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a través del Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, siendo yo becario del Centro de Estudios Clásicos del Instituto de Investigaciones Filológicas de esta misma Universidad bajo la asesoría del Dr. Bernardo Berruecos Frank, a quien dirijo mi más profundo agradecimiento. E-mail de contacto: psmendoz@gmail.com

[1] Para efectos de una historiografía de las fuentes, muy probablemente Hinske sea quien ha presentado la clasificación más clara y completa de las fuentes del pensamiento kantiano: [1] declaraciones del propio Kant; [2] referencias en la correspondencia (Briefwechsel), en los manuscritos póstumos (Nachlass) y en los apuntes de los cursos universitarios que dictó Kant; [3] referencias explícitas o implícitas a Kant en otros autores; [4] profesores universitarios de Kant; [5] manuales y libros de texto empleados por Kant en sus lecciones y, [6] finalmente, el ambiente en torno a la filosofía kantiana (2006, pp. 114-117).

[2] Los Gedanken von der wahren Schätzung der lebendigen Kräfte und Beurtheilung der Beweise, derer sich Herr von Leibniz und andere Mechaniker in dieser Streitsache bedienet haben, nebst einigen vohergehenden Betrachtungen, welche die Kraft der Körper überhaupt betreffen fueron escritos por Kant al término de sus estudios filosóficos en la Universidad ‘Albertina’ de Königsberg y presentados ante el decano para su censura en 1746, pero —probablemente no habiendo sido aceptados— fueron finalmente entregados a la imprenta en 1747; sin embargo, su impresión y publicación no tuvieron lugar sino hasta 1749. Esta obra figura en las páginas 1-181 del primer volumen de la edición académica. Me apoyaré en la traducción castellana de Arana Cañedo-Argüelles (ver bibliografía). — Para la citación de esta obra, indicaré en primer lugar el parágrafo y la página de la traducción castellana y, en segundo lugar, después de una línea diagonal, localizaré cada pasaje en la edición académica empleando la convención ‘GSK, AA 01’ seguida de la página y de las líneas con números arábigos separados por un punto.

[3] Esta controversia se originó por la obra leibniziana Breve demostración del memorable error de Descartes y otros acerca de la ley natural, según el cual quieren que la misma cantidad del movimiento sea siempre conservada por Dios, y del cual se sirven en materia mecánica (Brevis Demonstratio Erroris memorabilis Cartesii et aliorum circa Legem naturalem, secundum quam volunt a Deo eandem semper quantitatem motus conservari, qua et in re mechanica abutuntur), de 1686, que suscitó el mismo año una corta observación del cartesio-malebranchiano Abbé François de Catelan publicada en la revista Nuovelles de la République des Lettres, fundada por Pierre Bayle en 1684 y dirigida por él hasta 1687. Esta corta observación mereció que Leibniz dedicara una réplica y una respuesta también publicadas en las Nouvelles de la République des Lettres en 1687, dando lugar a una discusión que dividiría a geómetras y mecánicos en dos grandes partidos: el de los cartesianos, quienes consideraban a la fuerza como una propiedad física (sc.: una propiedad extensa) y sostenían que la fuerza que causaba el movimiento de los cuerpos se medía a partir del producto de la masa por la velocidad (F=mv), y el partido de los leibnizianos o “de las fuerzas vivas”, quienes aseguraban que en los cuerpos había una fuerza más allá de —e incluso anterior a— la mera extensión (sc.: la vis viva) y sostenían que la correcta medición de la fuerza que originaba el movimiento de los cuerpos se obtenía a partir del producto de la masa por el cuadrado de la velocidad (F=mv2). Esta controversia se prolongaría por seis décadas hasta los trabajos Traité de dynamique (1743), de Jean le Rond d’Alembert, y De la force de percussion et de sa veritable mesure (1746), de Leonhard Paul Euler, tratados que convencionalmente ponen fin a esta disputa y de los que desafortunadamente Kant parece carecer de toda noticia al momento de la publicación de su propio trabajo en 1749. ― Véase el muy pormenorizado estudio de la controversia de las fuerzas vivas incluido en los apartados II y III de Arana Cañedo-Argüelles 1988, pp. 225-293. Un estudio más reciente acerca del significado histórico y filosófico de la controversia en torno a las fuerzas vivas lo presenta Schönfeld 2000, pp. 20-35.

[4] Kant recupera el concepto metafísico de ‘fuerza’ del Espécimen dinámico para admirar las leyes de la naturaleza acerca de la fuerza de los cuerpos y para descubrir las acciones mutuas y restituirlas a sus causas (Specimen Dynamicum pro admirandis Naturae legibus circa corporum vires et mutuas actiones detegendis et ad suas causas revocandis), de 1695:

 

Se dice que un cuerpo que está en movimiento posee una fuerza. Porque todo el mundo llama actuar a esto: vencer obstáculos, comprimir resortes, desplazar masas… De no verse más allá de lo que enseñan los sentidos, se consideraría esta fuerza como algo comunicado al cuerpo exclusivamente desde el exterior, y de lo que carece cuando está en reposo. Toda la muchedumbre de filósofos anteriores a Leibniz era de esta opinión, exceptuando tan sólo a Aristóteles. Se cree que la obscura entelequia de este hombre constituiría el secreto de las acciones de los cuerpos. Ninguno de los escolásticos que siguieron a Aristóteles ha comprendido este enigma, y quizá tampoco ha sido hecho para que alguien pudiera comprenderlo. Leibniz, al que la razón humana tiene tanto que agradecer, fue el primero en enseñar que en los cuerpos reside una fuerza esencial, que les corresponde antes incluso que la extensión. Éstas son sus palabras: Est aliquid praeter extensionem imo extensione prius [hay algo más que la extensión o, mejor dicho, anterior a la extensión] (§1: 29/GSK, AA 01: 17.9-23).

[5] El joven Kant no escondía la desmedida ambición que guardaba su obra: con ella buscaba “hacer segura y definitiva la doctrina de las fuerzas vivas” (§1: 29/ GSK, AA 01: 17), con el fin de “prestar una ayuda oportuna a poner término a una de las mayores desavenencias que imperan actualmente entre los geómetras de Europa. […] Sin embargo, independientemente de lo que resulte de ello, me atrevo a pronosticar con seguridad que, o bien se resuelve pronto esta controversia, o no acabará jamás” (XIII: 28/GSK, AA 01: 15-16).

[6] No será sino hasta el 27 de abril de 1755 cuando Kant presente la disertación Explicación sucinta de algunas meditaciones acerca del fuego (Meditationum quarundam de igne succincta delineatio) para la obtención del grado de Magister, el cual le sería concedido el 12 de junio. Y unos meses después, el 27 de septiembre del mismo año, Kant defendería públicamente la disertación Nueva dilucidación de los primeros principios del conocimiento metafísico (Principiorum primorum metaphysicae cognitionis nova dilucidatio), con la que obtendría la venia legendi que le permitiría dictar cursos como Privatdozent en la Albertina de Königsberg.

[7] Esto era particularmente acentuado en Königsberg, que “no era en aquel momento […] un emporio cultural donde se pudiese adquirir fácilmente una buena formación científica: estaba demasiado alejada de los centros neurálgicos más próximos de la investigación (Leiden), la actividad editorial (Leipzig), la vida intelectual (Halle) o académica (Berlín, San Petersburgo). Su Universidad estaba consagrada exclusivamente a la formación de teólogos, juristas y médicos para nutrir los cuadros de la administración civil y eclesiástica prusiana” (Arana Cañedo-Argüelles 1988, pp. 296).

[8] Kuehn narra que, además del predominio que el pietismo tenía en la vida cotidiana de la población regiomontana, los pietistas lograron también el dominio de la facultad de teología hacia 1725 gracias a una serie de nombramientos estratégicos hechos por el rey Friedrich Wilhelm I, e inmediatamente comenzaron a ejercer su poder sin aparente límite: además de hacer una serie de cambios en la enseñanza de la facultad, por ejemplo, eliminar todos los cursos de patrística, con la continuada intervención del rey lograron que en 1726 emitiera un decreto por el cual la teología de Königsberg debía ser enseñada siguiendo los principios establecidos en la Universidad de Halle, que se había vuelto el gran centro pietista de la época —esto a la larga proporcionaría la ventaja, al menos a partir de 1737, de que los estudiantes de teología graduados de Königsberg fueron los únicos de toda Prusia que estuvieran exentos de cursar dos años en la Universidad de Halle para conseguir sus grados y poder dedicarse a la carrera eclesial, lo cual atrajo un gran número de estudiantes a Königsberg (2001b, p. 65)—; finalmente, en 1728 el rey ordenó que todo aspirante a ser pastor en la iglesia luterana de la Prusia Oriental debía presentar un testimonium pietatis et eruditionis (certificado de piedad y educación) expedido por el pietista Abraham Wolff (1638-1731), quien había sido nombrado por el mismo rey como profesor y predicador en el Collegium Fridericianum (2001b, p. 440 n. 34). Con esta orden, los pietistas consiguieron el dominio casi absoluto de la facultad de teología y comenzaron a ejercer en ella un control desmedido y, hasta cierto punto, sin decoro: además de monopolizar los procedimientos para nombrar y promover profesores —y, con ello, influir para dejar truncadas las carreras de quienes no se declararan pietistas—, los estudiantes de teología que desearan conseguir el grado y el testimonium para poder ganarse la vida ya sea en el ministerio eclesial ya sea en la vida académica como profesores dependían del visto bueno de las autoridades —seguramente pietistas— y no podían darse el lujo de disentir abiertamente de los profesores pietistas o de simpatizar con quienes no lo eran. Por el influjo de facto que la facultad de teología ejercía sobre la de filosofía, este predominio pietista también tuvo consecuencias en esta última facultad, afectando hasta casi hacer desaparecer por completo la libertad de expresión y de cátedra que hasta entonces reinaba en las aulas de la facultad de filosofía de la Universidad de Königsberg (2001b, p. 68).

[9] La compleja figura de Schultz resulta una pieza de gran importancia para esbozar el entorno en el que nace el pensamiento de Kant, no sólo por su papel directivo en la Universidad de Königsberg y porque para entonces ya se había vuelto una de las figuras más destacadas de la vida intelectual y social de la ciudad, sino por su cercanía con Kant: Kuehn relata que la madre de Kant gustaba de llevar a sus hijos a las sesiones de estudio de la Biblia que dirigía Schultz, que éste visitaba frecuentemente a la familia de Kant y que, incluso, llegó a asistirla materialmente en alguna situación de carestía (2001b, p. 37). El mismo Kuehn refiere el hecho altamente probable de que haya sido Schultz el primero en percatarse del potencial intelectual de Kant cuando éste era todavía un niño y que convenciese a sus padres de enviarlo cuanto antes al Collegium Fridericianum para iniciar una formación que podría posteriormente especializar en teología y culminar con una prometedora carrera eclesiástica (2001b, p. 46).

[10] Basado en el Vorlesungsverzeichnisse der Universität Königsberg (1720-1840) editado y publicado en 1999 por Michael Oberhausen y Riccardo Pozzo, Sgarbi presenta un listado completo de los profesores que impartieron la asignatura de metafísica en la facultad de filosofía de la Universidad de Königsberg, así como de los manuales que utilizaron para este efecto desde el semestre de invierno de 1703-1704 hasta el semestre de invierno de 1769-1770 (2010, pp. 35-55), el semestre previo a aquél en el cual Kant sería nombrado profesor ordinario asumiendo en propiedad la cátedra de lógica y metafísica.

[11] El Curso filosófico, o compendio de las principales ciencias filosóficas, a saber de la dialéctica, de la analítica, de la política, bajo la cual está comprendida la ética, de la física y de la metafísica, deducido a partir de los principios más evidentes de la recta razón, dispuesto según el método científico y redactado con breve y muy claro estilo, para beneficio no solo de los que abiertamente estudian filosofía, sino y ante todo de aquellos que desean comprender de ella tanto cuanto puede hacerse uso de ella en las facultades superiores, a saber, en teología, derecho y medicina (Cursus philosophicus, seu Compendium praecipuarum scientiarum philosophicarum, Dialecticae nempe, Analyticae, Politicae, sub qua comprehenditur Ethica, Physicae atquae Metaphysicae, ex evidentioribus rectae rationis principiis deductum, methoda scientifica adornatum, et brevi atque perspicuo stylo concinnatum, in gratiam non solum Philosophiae cultorum ex professo, sed et primis eorum, qui tantum ex ea modo haurire desiderant, quantum sibi in superioribus Facultatibus usui esse potest in Theologia nempe, Jurisprudentia et Medicina) fue publicado en Königsberg en 1703 (Sgarbi 2009, pp. 276-277; Sgarbi 2010, p. 63).

[12] Para poder apreciar con mayor precisión el valor y el impacto de esta obra de Rabe en la historia intelectual de las instituciones educativas regiomontanas de la primera mitad del siglo XVIII, hay que considerar además dos hechos circunstanciales: su difusión universitaria más allá de la facultad de filosofía y su empleo —o al menos de algunas de sus partes introductorias— en el Collegium Fridericianum. Por un lado, las autoridades de la facultad de teología de la Universidad de Königsberg habían dispuesto como prerrequisito a todos los solicitantes que desearan estudiar en ella haber estudiado completamente el cursus philosophicus, y, aunque el manual del profesor Rabe no era el único con el que se podía solventar este cursus, sin lugar a dudas era el más adecuado y al que más recurrieron los estudiantes a partir de la década de 1730; asimismo, era muy plausible que el manual de Rabe haya sido frecuentemente consultado por los estudiantes de las otras facultades, como lo señala la última parte de su largo título “in superioribus Facultatibus usui esse potest in Theologia nempe, Jurisprudentia et Medicina” (puede hacerse uso en las facultades superiores, a saber, en teología, derecho y medicina). Por otro lado, las primeras partes del Cursus de Rabe, que estaban dedicadas a la lógica, esto es, la dialéctica y la analítica, conformaron —con sus debidas ampliaciones— el manual Dialéctica y analítica, el par más útil de las ciencias y el máximamente necesario para la sólida erudición de todos los que discuten (Dialectica et Analytica, scientiarum biga utilissima, omnibusque ad solidam eruditionem contendentibus maxime necessaria), que fue publicado en 1703 en Berlín, cuando Rabe devino profesor ordinario de lógica y metafísica en la Albertina; este manual fue adoptado como texto oficial de lógica y retórica en el Fridericianum en los tiempos en los que Kant fue estudiante del Collegium y resultaba obligatorio para quienes desearan el diploma (Sgarbi 2009, pp. 274-277; Sgarbi 2010, p. 34).

[13] La Philosophia propaedeutica sive Philosophiae Fundamenta praerequisita, ad ductum et methodum Cursus Philosophici b. Professoris Raben in tres tomos iuxta triplicem Philosophiam breviter et perspicue distribute fue empleada por su autor como libro de texto para el curso de metafísica que él mismo impartió durante el semestre de invierno 1715-1716 en la facultad de filosofía de la Albertina (Sgarbi 2010, p. 37).

[14] El grupo de los filósofos pietistas era una tan interesante cuan desconcertante amalgama de pensadores, tan desdibujada y dispersa, que sólo unas cuantas e imprecisas notas pueden dar noticia de ella: mayoritariamente de inspiración pietista y seguidores del teólogo Christian Thomasius (1655-1728) y del astrónomo y matemático Johann Christopher Sturm (1635-1703), no los une más que un eclecticismo con matiz antiintelectualista y una cierta simpatía por el empirismo y el fideísmo religioso sentimental y subjetivista. La extrema disgregación que sufre el grupo de Thomasius hace que muy probablemente la nota que más claramente lo aglutine al inicio sea su oposición al aristotelismo neoescolástico y, a partir de mediados de la década de 1720, la lucha que varios de ellos emprendieron contra Wolff. A este grupo pertenecen pensadores tan dispares como Johann Franz Budde (1667-1729), Andreas Rüdiger (1673-1731), Friedrich Gentzken (1679-1757), Joachim Lange (1698-1765), Adolf Friedrich Hoffmann (1703-1741) y posteriormente Christian August Crusius (1715-1775), quien fuera alumno del anterior (Arana Cañedo-Argüelles 1982, pp. 26-27; Mendoza Gurrola 2018, pp. 26 n. 23; Roldán Panadero 1990, pp. 123-126; Sgarbi 2010, pp. 57-58; Torretti 21980, pp. 25-26).

[15] Además de ser un importante teólogo pietista, Budde fue uno los filósofos más prolíficos y representativos del eclecticismo alemán. En esta línea, construye un sistema filosófico de carácter enciclopédico conformado por tres grandes partes: una filosofía intrumental, una filosofía teórica y una filosofía práctica. Este sistema es desarrollado en sus obras Elementa philosophiae practicae, de 1697, y Elementa philosophiae instrumentalis seu institutionum philosophiae eclecticae, de 1703, que a su vez estaba conformada por los Elementa philosophiae instrumentalis y los Elementa philosophiae theoreticae. Este último volumen, empleado por el profesor Rohde, constaba de seis partes: [1] De homine, que trata sobre anatomía, fisiología, patología, psicología y concluía con la doctrina bíblica del origen del ser humano; [2] De animalibus brutis, plantis, et fossilibus, que estudia los organismos vivos; [3] De terra, aqua, igne, aere, et meteoris, que versa sobre la naturaleza inorgánica; [4] De systemate huius universi, corporibusque coelestibus, que expone las principales teorías cosmológicas e incluye una presentación de las bases de la astrología; [5] De corporum naturalium proprietatibus atque causis, generatim, que trata sobre las características generales de los cuerpos y las leyes que los rigen; y, finalmente, [6] De spiritus, tum creatis, tum increato, seu Deo, que trata acerca tanto de los espíritus creados —alma humana y ángeles— como del no creado —Dios—. Budde es el fundador dentro del pietismo de una tendencia marcada por el enciclopedismo ecléctico, que estaba muy cercana a la tendencia empiricista que caracterizaba a Thomasius y sus estudiantes y seguidores (Abaschnik 2016, pp. 109-110).

[16] La Doctrina universalium, quam vocant Metaphysicam fue publicada en 1720 en Kiel, en cuya universidad Gentzken era profesor extraordinario de filosofía desde 1708 y se volvería profesor ordinario de física y política en 1721 y de lógica y metafísica en 1725. El título de esta obra revela la concepción nominalista de la metafísica, muy acorde al punto de vista de la filosofía ecléctica alemana que Christian Thomasius había popularizado, y que considera a la metafísica como un mero ‘léxico filosófico’; por esta razón Gentzken incluye a la metafísica, junto con la historia de la filosofía y la lógica, en las disciplinas instrumentales, una de las tres grandes partes que conformarían a su Systema philosophiae publicado en tres volúmenes entre 1722 y 1727: la philosophia instrumentalis, la philosophia theoretica y la philosophia practica, división perfectamente concordante con aquella propuesta por Thomasius y por Johann Franz Budde, muy característica de la filosofía ecléctica alemana (Micheli 2016, pp. 263-264).

[17] La Introducción a la filosofía de la corte, o primeras líneas del tratado sobre la prudencia del pensar y del razonar, donde es mostrada la vía media para encontrar la verdad entre los prejuicios de los cartesianos y las ineptitudes de los peripatéticos (Introductio in philosophiam aulicam, seu lineae primae libri de prudentia cogitandi et ratiocinandi, ubi ostenditur media inter praejudicia Cartesianorum, & ineptias Peripateticorum, veritatem inveniendi via) es publicada en Leipzig en 1688; posteriormente, en 1712 aparece una versión en alemán, en esencia con el mismo título: Introducción a la filosofía de la corte, o breve esbozo y las primeras lineas de la prudencia para pensar y concluir razonablemente, por los que se muestra la vía media como ha de encontrarse la verdad entre los prejuicios de los cartesianos y los caprichos incongruentes de los hombres peripatéticos (Einleitung zur Hoff-Philosophie, oder, kurtzer Entwurff und die ersten Linien von der Klugheit zu bedencken und vernünfftig zu schliessen, worbey die Mittel-Strasse, wie man unter den Vorurtheilen der Cartesianer, und ungereimten Grillen der Peripatetischen Männer, die Warheit erfinden soll, gezeiget wird).

[18] En sus Theses theologicae de atheismo et superstitione, de 1717, Budde trata críticamente cuatro tipos de ateísmo: [1] el de Aristóteles o la tesis de la eternidad del mundo; [2] el de Epicuro o la negación de la providencia divina y la libertad humana; [3] el estoico o del destino determinista; y [4] el de Spinoza o panteísmo (Abaschnik 2016, p. 110).

[19] En sus Scripta philosophica de 1651 Abraham Calov introduce la distinción entre la gnostología y la noología: ésta es “la principal disposición de la mente que contempla la afinidad de las cosas en cuanto que los primeros principios del conocer se derivan de ella misma (habitus mentis principalis affinitatem rerum contemplans quatenus ex eadem prima cognoscendi principia fluunt)”, mientras que aquélla “es la principal disposición de la mente que contempla al cognoscible en cuanto tal (est habitus mentis principalis contemplans cognoscibile qua tale)”. En la tradición aristotélica de Königsberg estas disciplinas eran consideradas como una introducción a la Metaphysica divina del mismo Calov y pronto se convirtieron en las disciplinas propedéuticas básicas para tratar el problema de la fundamentación de la metafísica (Sgarbi 2009, p. 273).

[20] Wolff publica sus Vernünftige Gedanken von Gott, der Welt und der Seele des Menschen, auch allen Dingen überhaupt o Deutsche Metaphysik en 1719 en Halle, de cuya universidad era profesor ordinario de matemáticas desde 1707. La Metafísica alemana era uno de los volúmenes de la llamada ‘serie alemana’, que incluía textos sobre lógica, metafísica, ética, política, teología y psicología, y cuyos títulos iniciaban todos con la expresión “Vernünftige Gedanken von… (Pensamientos racionales acerca de…)”, lo cual mostraba el espíritu racionalista ilustrado que animaba a la serie. La Metafísica alemana fue su texto más importante en cuanto al contenido, pero también el más controvertido, lo que ameritó que cinco años después Wolff publicara unos comentarios que explicaban y aclaraban dificultades de esta obra (Shwaiger 2016, pp. 862-863).

[21] En su Metaphysica divina de 1640 Calov define a la metafísica como la ciencia acerca del ente (scientia de ente), y la ubica en un mismo grupo junto con la gnostología y la noología, que constituyen su propedéutica. La metafísica a su vez se subdivide en una [1] metaphysica generalis u ontología, que trata del ente en cuanto ente (ens qua ens) —y que para Calov corresponde al cognoscible que estudia la gnostología (Sgarbi 2009, p. 273)—, y en una [2] metaphysica especialis, que trata al ente en separaciones más pequeñas (ens in abstractione minore), particularmente a las substancias inmateriales y a Dios (Sgarbi 2010, p. 56).

[22] Según Schröder, esta ulterior versión alemana de la Introductio in philosophiam aulicam representa uno de los más significativos comienzos de la Aufklärung: según Thomaius,

 

[L]as personas tenían que tomar sus propias decisiones y elegir entre las diversas teorías la que con consideraran más apropiada (ver especialmente Einleitung zur Hofphilosophie [Introduction to Court Philosophy], 1712, p. 50). Pensar por uno mismo estaba así en el corazón de la filosofía ecléctica de Thomasius, que a su vez tenía como objetivo influir en el funcionamiento de la sociedad en términos prácticos. La introducción del alemán en los procedimientos universitarios oficiales es sólo un ejemplo […]. Si la idea básica de la Ilustración pudiera captarse en el dictum kantiano de que ‘la Ilustración es la emergencia del hombre de su inmadurez autoprovocada’, y que ‘la inmadurez es la incapacidad para usar el propio entendimiento sin la guía de otro’, entonces Thomasius puede ser visto como uno de los primeros defensores de la Ilustración en Alemania (2016, p. 781).

[23] A su llegada a Königsberg, una de las primeras acciones de este ministro de la Iglesia luterana, cuya principal función era velar por los intereses de Friedrich Wilhelm I en la ciudad, fue la expulsión de Christian Gabriel Fischer de la Universidad, de Königsberg y de todo el territorio prusiano el 15 de noviembre de 1725, a raíz de un informe enviado por Rogall a Berlín acusándolo de enseñar en Königsberg siguiendo las ideas de Christian Wolff, quien a su vez había sido expulsado de la Universidad de Halle en 1723 (Kuehn 2016, p. 216; Kuehn 2001b, pp. 25-26.427 n.2; Naragon 2016, p. 635). Esta acción sirvió de advertencia para todo el grupo de wolffianos, quienes no tuvieron más remedio que rendirse públicamente y resignarse a hacer circular las ideas de Wolff al abrigo de las sombras y bajo el riesgo de ser descubiertos y denunciados (Kuehn 2001b, pp. 68-70).

[24] A ejemplo de los pietistas de Halle, donde había obtenido su Magister, Rogall era abiertamente antiwolffiano; no obstante, no siempre fue así: en 1722 estudió filosofía, ciencia natural y matemáticas con Wolff —de donde podemos inferir su buen conocimiento del pensamiento wolffiano—, y poco tiempo después, a raíz de su encuentro con el influyente pietista August Hermann Francke (1663-1727), Rogall se convertiría al pietismo (Naragon 2016, p. 635).

[25] Las Institutiones philosophiae wolffianae difundieron por primera vez en Königsberg la versión latina de la metafísica que Wolff publicó por vez primera sus volúmenes de los años 1730-1737, la cual, aunque no variaba substancialmente de la Metafísica alemana, sí abundaba, profundizaba y, frecuentemente, replanteaba varias de sus cuestiones. Siguiendo el espíritu wolffiano, el manual de Thümmig definía a la metafísica como la ciencia del ente y del mundo en general y de las cosas inmateriales (scientiam entis et mundi in genere rerumque immaterialium) y la dividía en [1] ontología o ciencia primera o del ente en general (scientia entis in genere), en [2] psicología o pneumatología o del alma (scientia animae), en [3] cosmología general o ciencia del mundo en general (scientia mundi in genere), y en [4] teología natural, con lo cual se establecía que los objetos de la metafísica eran el ser en cuanto ser, el alma, el mundo y Dios. Esta obra fue muy popular sobre todo entre los jóvenes profesores de la facultad de filosofía de la Albertus-Universität de Königsberg, y, aunque no aparece explícitamente, se sabe que era preferida por encima de los manuales aristotélicos o eclécticos para enseñar el cursus philosophicus (Sgarbi 2010, pp. 58-59).