El
primer Kant ante la metafísica: una aproximación histórica a los orígenes de
una actitud intelectual
—I. Declaraciones y
precedentes—
The Earliest Kant
in the Face of Metaphysics: a Historical Approach to the Origins of an Intellectual
Attitude
—I. Statements and
Precedents—
Paulo Sergio Mendoza Gurrola·
Universidad Nacional Autónoma de México, México
Resumen
Este
trabajo tiene como objetivo contribuir, desde el punto de vista de la
Kantforschung y empleando los referentes de la Quellengeschichte, al
conocimiento de las actitudes del joven Kant ante la metafísica tal y como
están expresadas en su más temprana obra sobre las ‘fuerzas vivas’ de
1747-1749. La amplia gama de doctrinas metafísicas que envolvió la formación
universitaria de Kant tuvo como su principal característica el pluralismo:
aunque podemos distinguir algunas tradiciones filosóficas diferentes entre sí
como el aristotelismo neoescolástico, el eclecticismo pietista y el
racionalismo wolffiano, durante los años en los que Kant fue un estudiante de
la Universidad de Königsberg —e incluso algunos años antes—, contra la creencia
tradicional, ninguna orientación doctrinal tuvo predominio alguno. Esta
situación plural generó un ambiente intelectual peculiar, diferente al de las
otras universidades alemanas, el cual tuvo una relevante influencia sobre las
primeras actitudes intelectuales de Kant ante la metafísica.
Palabras
clave
Kant
precrítico; metafísica; aristotelismo neoescolástico; eclecticismo pietista;
wolffismo
Abstract
This paper aims to contribute, from the Kantforschung
view and employing the Quellengeschichte referents, with the knowledge of the
young Kant’s attitudes in the face of metaphysics, just as they were expressed
in his earliest work on ‘linving forces’ of 1747-1749. The broad range of
metaphysical doctrines which enveloped the Kant’s university formation had as
its main characteristic the pluralism: although we can distinguish some
different philosophical traditions such as neo-scholastic Aristotelianism,
pietistic eclecticism or Wolffian rationalism, during the years when Kant was a
student at University of Königsberg—and even some years before—, against
traditional belief, no doctrinal orientation had any predominance. This plural
situation generated a peculiar intellectual environment, different from that of
other German universities, which had a relevant influence on the Kant’s first
intellectual attitudes in the face of metaphysics.
Key words
pre-Critical Kant; metaphysics; neo-scholastic
Aristotelianism; pietistic eclecticism; Wolffianism
Introducción
Como corresponde a una figura que, como muy pocas
otras, ha impactado tan decisivamente en la manera como concebimos hoy en día
el mundo y a nosotros mismos, Immanuel Kant ha suscitado una cantidad de
estudios, críticas y comentarios tan vasta y variada en torno a su obra, que
resulta casi imposible hacer una organización o, siquiera, un recuento de ella.
En todo caso, según Hinske (1994), esta amplia producción de estudios kantianos
puede clasificarse en tres líneas fundamentales: la filología de la obra de
Kant (Kantphilologie), la
investigación histórica y biográfica en torno a la figura de Kant (Kantforschung) y la filosofía a partir
del pensamiento de Kant (Kantianismus). No
es difícil percatarse de que esta última línea, la del kantismo o filosofía kantiana
en sus diversas vertientes y orientaciones, ha sido con mucho la más cultivada;
no obstante, en tiempos recientes, particularmente de cara al tercer centenario
del nacimiento del Maestro de Königsberg, se ha formado una creciente y cada
vez más clara conciencia no sólo de la importancia que tiene la relación que
debe haber entre estas tres líneas fundamentales, sino incluso de su necesaria
interdependencia para un correcto y más preciso desarrollo de cada una de
ellas.
Este
trabajo se enmarca propiamente en la línea de la Kantforschung, que recientemente se ha enriquecido
metodológicamente con los aportes de la historiografía intelectual y,
particularmente, de la Quellengeschichte,[1] y tiene como
propósito principal presentar una aproximación a la noción de ‘metafísica’ y a
la percepción que el primer Kant tiene de su situación en el ambiente
intelectual de su época. Para quienes intentan comprender al menos las líneas
generales de un pensamiento como el kantiano, en el que la noción de
‘metafísica’ aparece dentro de una gama tan amplia de significados, cumpliendo
funciones diversas y provocando actitudes diferentes y, en no pocas ocasiones,
encontradas, esta aproximación resulta a todas luces pertinente y útil. Para
lograr tal aproximación, en la primera parte de este trabajo se presentan las
declaraciones explícitas y alusiones a la metafísica que el joven Kant
concentra en un pasaje de su obra más temprana: Pensamientos sobre la verdadera estimación de las fuerzas vivas y
crítica de las demostraciones de las que Leibniz y otros mecánicos se han
servido en este litigio, junto con algunas consideraciones previas que
conciernen a las fuerzas de los cuerpos en general (de aquí en adelante: ‘Fuerzas vivas’);[2]
posteriormente, en la segunda parte, se presenta un panorama de la situación de
la metafísica en la Albertus-Universität
Königsberg antes del ingreso de Kant; finalmente, se ofrecen algunas
consideraciones finales en torno al pluralismo que marcó el amplio espectro de
doctrinas metafísicas que encontró Kant al matricularse en la Albertina.
1. El deseo de una ciencia
cabalmente fundada: la metafísica en las Fuerzas
vivas
Aun cuando la primera publicación de Kant no es una
obra estrictamente filosófica sino más bien de mecánica, y particularmente
referida al singular episodio por el que atravesó el desarrollo
teórico-científico de esta disciplina desde el final del siglo XVII y hasta
casi la mitad del siglo XVIII: la controversia de las fuerzas vivas,[3] las primeras
palabras que aparecen en ella sí lo son: el primero de los tres capítulos que
conforman a las Fuerzas vivas es
considerado por el mismo Kant como un “preámbulo metafísico (metaphysische Vorbereitung)” (§15: 39/GSK, AA 01: 28.2). Además de adoptar una serie de principios y
conceptos propios de la metafísica leibniziana, entre los que destaca
particularmente el concepto de ‘fuerza’, emparentado con la doctrina
aristotélica de la ἐντελέχεια,[4] en este preámbulo
Kant hace una profesión que, por lo demás, parece constituir la marca de toda
una época que estaría pronta a terminar: la convicción de que los fundamentos
de la ciencia natural —con la mecánica a la cabeza— hunden sus raíces en la metafísica.
Si se tiene en mente el ambicioso propósito de las Fuerzas vivas,[5] tanto el tono
prometedor y entusiasta con el que el joven Kant va recurriendo a conceptos y
principios metafísicos como la audacia con la que va construyendo diversos
argumentos a lo largo de todo este breve capítulo empujan por igual al lector a
experimentar un profundo desconcierto tan pronto comienza a leer el parágrafo
final de este capítulo:
No puedo prometerme conseguir algo
decisivo e irrefutable en una consideración que es meramente metafísica, por
eso me remito al siguiente capítulo que, por medio de la aplicación de las
matemáticas, tal vez pueda alcanzar mayor poder de persuasión. Nuestra
metafísica, como muchas otras ciencias, sólo se encuentra de hecho en el umbral
de un conocimiento cabalmente fundado; Dios sabe si se le verá transponerlo. No
es difícil ver sus debilidades en mucho de lo que emprende. Muy a menudo se
encuentra que la mayor fuerza de sus demostraciones es el prejuicio. Nada hay
tan culpable de ello como la tendencia predominante de los que tratan de
acrecentar el conocimiento humano. Gustosamente querrían tener una gran
filosofía, pero sería deseable que también fuese sólida. Para un filósofo, casi
la única compensación por su esfuerzo es poder sosegarse finalmente, tras una
fatigosa investigación, con la posesión de una ciencia cabalmente fundada (§19:
41-42/GSK, AA 01: 30.28-31.7).
Este pasaje, desalentador en algún sentido, resulta al
mismo tiempo sumamente informativo acerca del modo como Kant percibe la
situación de la disciplina metafísica en las postrimerías de la primera mitad
del siglo XVIII: por una parte, mucho antes de que Kant hubiera incursionado en
el ámbito académico profesional,[6] ya
percibía la metafísica como una tierra de nadie, en donde todas las
consideraciones, sin importar su índole ni su profundidad, parecían poder
ocupar un lugar por igual y, en consecuencia, nada podía tornarse “decisivo e
irrefutable”; por otra parte, este pasaje toca algunos temas particulares que
de algún modo anticipan o bien algunas de las críticas que el Kant de la
filosofía crítica dirigiría a la metafísica o bien algunas de sus decepciones
respecto de ella; la cantidad de estos temas amerita al menos una sucinta
enumeración:
[1] La incapacidad
demostrativa de la metafísica—. Resulta revelador que,
ante la incapacidad de la metafísica de procurar a sus afirmaciones un ámbito
demostrativo, el joven Kant se vea impulsado a buscar este ámbito en “la
aplicación de las matemáticas”, un recurso del que echará mano durante toda la
carrera que en este momento apenas se vislumbra para “alcanzar mayor poder de
persuasión”.
[2] La metafísica echa en
falta un conocimiento cabalmente fundado—. Muy probablemente
se trataba de un ‘secreto a voces’ que la causa de la incapacidad demostrativa
que padecía la metafísica era la falta de un conocimiento cabalmente
fundamentados (einer recht gründlichen Erkenntniß). Al encontrarse la
metafísica carente de fundamentos suficientemente sólidos y al hallarse, a
diferencia de la matemática, sólo “en el umbral” de adquirir conocimientos
perfectamente asentados en ellos, no resulta desconcertante que en semejante
situación “la mayor fuerza de sus demostraciones es el prejuicio”. Nada más
alejado del ideal impuesto por la nueva ciencia moderna. Ahora bien, con la
frase “Dios sabe si se le verá transponerlo”, no se ve claro que en este
momento Kant se vea a sí mismo haciéndose cargo determinantemente de la tarea
de hacer que la metafísica logre ir más allá del umbral de un conocimiento
cabalmente fundado, sin embargo, hay ya un cierto mérito en el solo hecho de
apuntar cuál es y en qué consiste el problema por el cual el joven filósofo no
continúa llevando su disertación a través de disquisiciones metafísicas y por
el cual se ve obligado a recurrir a la aplicación de las matemáticas.
[3] La tendencia a
acrecentar el conocimiento humano es causa de la desdeñable situación de la
metafísica—. Viene a continuación lo que, para sorpresa
de muchos, es la causa de estos males que aquejan a la metafísica: ¡“La tendencia predominante de los que tratan
de acrecentar el conocimiento humano”! Ciertamente, hará falta una crítica de
la razón para ponderar en todas sus dimensiones la magnitud y complejidad de un
problema que ahora sólo se anticipa muy simplificadamente: la tendencia a
acrecentar los conocimientos —que en la primera gran Crítica aparecerá como una característica connatural de la razón
humana— es la causa de las más profundas dificultades con que la metafísica se
topa para constituirse en un conjunto de conocimientos cabalmente
fundamentados.
[4] La tarea del filósofo
no consiste en acumular conocimientos; consiste en fundamentarlos—. Con
cierta ironía, Kant señala que “los que tratan de acrecentar el conocimiento
gustosamente querrían tener una gran filosofía, pero sería deseable que también
fuese sólida”. Acrecentar los
conocimientos para tener una gran filosofía
parece ser entendido por Kant como una tendencia erudita exclusivamente cuantitativa: pareciera que la
preocupación enciclopedista —predominante en la época— de acumular y hacer
acopio de la mayor cantidad de conocimientos ofusca a los espíritus y los
incapacita para consagrarse a la tarea de hacerlos sólidos, es decir, de fundamentarlos,
lo cual es claramente una labor epistemológica y metodológica eminentemente cualitativa. Esta última es “casi la
única compensación” que tiene el filósofo, piensa el joven Kant: sus esfuerzos
deben estar encaminados, contrariamente al científico, no a la acumulación de
la mayor cantidad de conocimientos, sino a “la posesión de una ciencia
cabalmente fundada (eine recht
gründlichen Wissenschaft)” (Mendoza Gurrola 2018, pp. 251-253).
El desconcierto que provocan estas declaraciones
provoca naturalmente que inmediatamente alguien se pregunte tanto por el ambiente
intelectual que envolvió de manera próxima al joven Kant en su etapa de
formación en la Universidad ‘Albertina’ de Königsberg (1740-1746) como por el
trasfondo cultural del mundo académico alemán a finales de la segunda mitad del
siglo XVIII, y hasta qué punto y de qué manera este ambiente y este trasfondo
influyeron para que, al término de sus estudios, el impetuoso filósofo de
veintidós años formulara la consideración en torno a la metafísica que acabamos
de revisar.
2. La metafísica en Königsberg antes de Kant
Quizás lo primero que hay que decir acerca de la
institución en la que Kant realizó sus estudios filosóficos es que, al ser la
segunda más antigua universidad protestante, fundada por Alberto I de Prusia en
1544 —tan sólo antecedida por la Philipps-Universität
Marburg, fundada en 1527—, la Albertus-Universität
Königsberg no carecía de importancia, aun cuando no figuraba entre las
principales universidades de Alemania —pero, hay que mencionarlo, tampoco se
encontraba entre las más pequeñas—. Ya en el siglo XVIII la Universidad de
Königsberg era considerada menos importante que la recién fundada en 1694 Friedrichs-Universität Halle, pero ambas
eran las dos universidades más grandes de toda Prusia, y la ‘Albertina’ la
única en toda la Prusia Oriental. Si bien es cierto que estaba geográficamente
aislada, lo cual traía consigo ciertas desventajas —por ejemplo, la demora en
la llegada de las novedades científicas y literarias procedentes de Leipzig, el
gran centro editorial de la época, o la baja calidad con la que eran enseñadas,
si es que lo eran, algunas disciplinas—,[7] su localización resultaba
también relativamente estratégica: además de atraer a estudiantes de aquella
vasta y remota zona prusiana, también fue el punto de convergencia de
estudiantes polacos, lituanos y procedentes de otras naciones bálticas,
volviéndola una suerte de ‘universidad internacional’ —lo cual muy
probablemente influyó en las ideas sobre cosmopolitismo que sostendría Kant en
su época madura—.
Como era usual entre las
universidades protestantes alemanas, la de Königsberg tenía cuatro Fakultäten: de teología, de filosofía,
de derecho y de medicina. Sin duda, la más importante de todas era la de
teología; la de filosofía, en cambio, era conocida como la ‘facultad inferior’,
además de que era evidente la influencia y dominio que la facultad de teología
ejercía sobre la de filosofía: muchos teólogos enseñaban filosofía y gran parte
del curriculum philosophicus estaba
diseñado en función de los intereses teológicos del momento; aún durante los
dos primeros tercios el siglo XVIII en la Albertus-Universität
la filosofía era considerada invariablemente una ancilla theologiae. Asimismo, a partir del hecho de que la doctrina
protestante ortodoxa —que al menos hasta la década de los 1720 se enseñaba
prevalentemente en la facultad de teología de la Universidad de Königsberg— se
apoyaba principalmente en la filosofía aristotélica, resulta comprensible que,
a pesar de que ya venía decayendo en importancia e influencia, cuando Kant
realiza sus estudios filosóficos el neoaristotelismo todavía representaba una
orientación de cierta relevancia en la facultad de filosofía. Además de la
facción ortodoxa, en medio de un ambiente marcado por la libertad de expresión
y de cátedra que motivó la incursión por parte de algunos profesores de esta
facultad en los desarrollos filosóficos de algunos pensadores más recientes,
hacia 1715 comienza a figurar por primera vez el entusiasta grupo de los
wolffianos, el cual se vería reducido hacia 1725 por las restricciones que
contra ellos consiguiera infligir el partido de los pietistas, que, al contar
con la simpatía y el favor del rey Friedrich Wilhelm I, pudieron salir del
relativo aislamiento en el que se encontraban y consiguieron un poder sin precedentes
en la facultad de teología de la Albertina pero también fuera de ella.[8] Sin
embargo, a mediados de la década de 1730 aconteció un hecho de gran relevancia
en la historia intelectual de la Universidad de Königsberg: Franz Albert
Schultz (1692-1763) se volvería el líder de la facción pietista;[9] se
trataba de un teólogo pietista egresado de la Universidad de Halle, pero que
tenía la peculiar convicción de que la filosofía wolffiana no sólo no era
opuesta, sino que inclusive era compatible con el pietismo, y muchos de sus
ensayos estuvieron encaminados a formular ideas pietistas empleando
terminología y métodos wolffianos. Habiendo estudiado en Halle con Christian
Wolff (1679-1754), su liderazgo en la universidad Königsberg se caracterizó,
entre otras cosas, por una mayor apertura e incluso por una cierta promoción
del pensamiento wolffiano, sin que esto significara el retorno de la libertad
de cátedra y de expresión de antaño. Éste era más o menos el ambiente
intelectual de la facultad de filosofía al momento en el que ingresa Kant: un
partido pietista dominante, una facción ortodoxa venida a menos y un disminuido
grupo de wolffianos que en la segunda mitad de la década de 1730 comenzaba a
recuperarse (Kuehn 2001a, pp. 13-15; 2001b, pp. 37-38.65-71).
Ahora bien, ¿qué podemos saber acerca
de la situación y el tipo de metafísica que se enseñaba en la Universidad de
Königsberg en medio de este ambiente intelectual? Gracias al minucioso trabajo
de reconstrucción de la historia de la cátedra de lógica y metafísica en la
Albertina que realiza Sgarbi 2010,[10] podemos contar con un
amplio espectro de las doctrinas metafísicas que Kant pudo encontrar durante su
formación filosófica. De entrada, hay que tener en cuenta que la fundación de
esta cátedra se remonta a 1552 y fue llamada de “dialéctica”, y no fue sino
hasta el siglo XVII que recibió el nombre de “lógica” y posteriormente de
“lógica y metafísica”. Hasta principios del siglo XVIII, las lecciones
impartidas bajo esta cátedra se situaban invariablemente en el marco de la
Escolástica Alemana, en la que predominaba el neoaristotelismo; esto puede
inferirse fácilmente no sólo a partir del hecho de que el profesor Paul Rabe
(1656-1713), el último gran aristotélico alemán del siglo XVIII y el puente
entre la filosofía escolástica y las nuevas tendencias modernas dominadas por
el empirismo inglés y el racionalismo de Leibniz y Wolff (Sgarbi 2009), enseñó
lógica y metafísica en Königsberg desde 1703 hasta su muerte en 1713, sino
también a partir del hecho de que su principal contribución en el campo de la
metafísica, su Cursus philosophicus,[11] fue el manual más
utilizado por él y por los profesores de la facultad de filosofía de la Albrecht-Universität Johann Böse
(1683-1719), Hieronymus Georgi (1659-1717), Heinrich Oelmann (1676-1725),
Michael Gehrke (1679-1721), Johann David Kypke (1692-1758) y Thomas Burckhard
(1686-1744), quien todavía basó explícitamente en el manual de Rabe su curso de
metafísica del semestre de invierno de 1743-1744 (Sgarbi 2010, pp. 35-46), momento
en el que el joven Kant estaba matriculado en la Albertina. La influencia del Cursus philosophicus de Rabe resultaría
claramente notoria, como lo muestra, entre otras cosas,[12] la publicación en 1916 en
Königsberg de la Filosofía propedéutica o
fundamentos prerrequeridos de filosofía para la conducción y el método del Curso
filosófico del profesor Raben breve y muy
claramente distribuída en tres tomos junto a una triple filosofía del
profesor Hieronymus Georgi,[13] que,
como lo indica el título, se trata de una guía para el uso del Cursus philosophicus del profesor Rabe.
En este Cursus, la metafísica aparece
formando parte de la ciencias teóricas e incluye a la ontología, que trata del ens qua ens (ente en cuanto ente) —lo
cual evoca a todas luces el “τό ὄν ᾗ ὄν” de Met., Γ, 1, 1003a, 21—; a la noología,
que versa sobre los primeros principios del ser en cuanto ser y que constituye
una ciencia propedéutica para la metafísica; y, finalmente, a la pneumatología, que estudia las substancias inmateriales
(Sgarbi 2010, pp. 56-57).
Enfrentados con el aristotelismo
neoescolástico del partido ortodoxo, y, particularmente, con la importancia que
esta tradición filosófica le atribuía a la metafísica, los pietistas
encontraron un apoyo para sus propias ideas en el movimiento de la filosofía
ecléctica alemana, que se volvería muy popular a principios del siglo XVIII.[14]
Siguiendo la actitud de menosprecio hacia la metafísica que caracterizaba el movimiento
ecléctico, los pietistas de Königsberg la consideraron definitivamente
subordinada a la teología, y por esta razón, cuando consiguieron el dominio de
la facultad de teología, lograron que regularmente se impartiera en ella la
metafísica y no en la facultad de filosofía (Sgarby 2010, p. 57). Entre los
profesores de este peculiar grupo se encuentra Johann Jakob Rohde (1690-1727),
que imparte por vez primera la asignatura de metafísica durante el semestre de
verano de 1720 y emplea los Elementos de filosofía
teórica del gran teólogo pietista y filósofo ecléctico Johann Franz Budde,[15] para
quien la metafísica podía ser una ciencia sólo si consideraba al ente en cuanto
ente, pero no en sentido abstracto, como lo hacía la Escolástica, sino en tanto
Ente primero (Ens primum), el cual es
Dios, y con ello la metafísica deviene teología (Sgarby 2010, p. 58). Para el
semestre de invierno de 1720-1721, son los profesores Christian Gabriel Fischer
(1686-1751) y Heinrich Oelmann los que emplean los Elementa philosophiae theoreticae para sus cursos de metafísica y
no Rohde, quien emplea en su lugar la Doctrina
de los universales, a la cual llaman metafísica de Friedrich Gentzken;[16] Rohde
volverá a utilizar el manual de Budde a la par de la Introducción a la filosofía de la corte[17] del
gran teólogo pietista Christian Thomasius en su curso de metafísica impartido
durante el semestre de verano de 1721; para los cursos de metafísica de los
semestres de invierno de 1723-1724 y de verano de 1724, el profesor Rohde se
apoya en otra obra de Budde: las Tesis
teológicas sobre ateísmo y superstición,[18]
para después emplear, hacia sus últimos cursos de metafísica durante los
semestres de verano de 1725 y de invierno de 1725-1726, los Escritos filosóficos[19] del
gran metafísico neoescolástico de Königsberg del siglo XVII Abraham Calov
(1612-1686) (Sgarby 2010, pp. 38-41), con lo cual se confirma la hipótesis de
Sgarby de que “hubo en Königsberg un caso llamativo [el de Rohde] en el cual la
metafísica de Aristóteles fue usada para legitimar a la filosofía ecléctica”
(2010, p. 58).
El profesor Heinrich Oelmann tiene el
mérito de haber empleado por vez primera en Königsberg un texto escrito en
alemán y no en latín para dirigir su curso de metafísica del semestre de verano
de 1721: los Pensamientos Racionales
acerca de Dios, el mundo y el alma de los hombres, así como todas las cosas en
general o Metafísica alemana,[20] del gran filósofo
ilustrado racionalista Wolff. Oelmann había venido utilizando mayoritariamente
desde el semestre de verano de 1715 el Cursus
philosophicus de Rabe, que intercala en el semestre de invierno de
1716-1717 con el antiguo manual aristotélico-neoescolástico Metafísica divina de Calov,[21] para
emplear finalmente los Elementos de
filosofía teórica del pietista ecléctico Budde en el semestre de invierno
de 1720-1721; después de haber introducido la obra de Wolff en el verano de
1721, Oelmann utiliza en el siguiente semestre de invierno de 1721-1722 la
traducción alemana de la Introducción a
la filosofía de la corte (Einleitung zur Hoff-Philosophie) de Thomasius,[22] y,
posteriormente, en su curso del semestre de verano de 1722, emplearía
simultáneamente tanto la obra de Wolff como la de Thomasius, para, finalmente,
a partir del semestre de invierno de 1722-1723 volver a usar únicamente la Metafísica alemana de Wolff de manera
ininterrumpida hasta el semestre de invierno de 1724-1725 (Sgarbi 2010, pp. 37-40),
el último en el que Oelmann impartió un curso de metafísica en la Universidad
de Königsberg, apenas unos cuantos meses antes de la expulsión de Christian
Gabriel Fischer a raíz de un informe por
el que pietista Georg Friedrich Rogall (1701-1733)[23] lo acusaba de wolffiano
ante el rey Wilhelm Friedrich I. La Metafísica
alemana vuelve a ser utilizada dos años después por el mismo Rogall,[24]
extrañamente, en sus cursos de metafísica de los semestres de invierno de
1726-1727 y de verano de 1727 (Sgarbi 2010, p. 41), para conseguir que a partir
de 1727 quedara explícitamente prohibido explicar textos wolffianos en
Königsberg (Kuehn 2001b, p. 69).
La Metafísica alemana de Wolff no vuelve a emplearse como manual en la
Universidad de Königsberg sino hasta el semestre de verano de 1736, con el
curso de metafísica a cargo del profesor Konrad Gottlieb Marquardt (1694-1749);
al mismo tiempo, el profesor Karl Andreas Christiani (1707-1780) utiliza las Instituciones de filosofía wolffiana de
Ludwig Philipp Thümmig (1697-1728),[25] que volverán a figurar
explícitamente como manual para los cursos de metafísica a cargo del profesor
Karl Heinrich Rappolt (1702-1753) de los semestres de verano de 1743, cuando
Kant era estudiante, y, posteriormente, en el de 1753, el mismo semestre en el
que Friedrich Johann Buck (1722-1786) empleara la wolffiana Metafísica alemana como base de su curso
de metafísica, la cual no volvería a figurar más como libro de texto en los
cursos de metafísica de la cátedra de lógica y metafísica, por lo menos no
hasta el momento en que Kant la adquiere en propiedad en 1770 (Sgarbi 2010, pp.
50-55).
Algunas consideraciones
finales
La primera obra de Kant es un reflejo transparente de
los sentimientos encontrados que se iban suscitando a finales de la primera
mitad del siglo XVIII ante los crecientes desarrollos de la nueva ciencia de la
naturaleza, por un lado, y al franco declive de la metafísica, por otro. Por una
parte, los principios metódicos y epistémicos de la nueva ciencia de la
naturaleza, marcados por la inducción y el razonamiento matemático, así como
por el recurso a la experiencia como criterio de evidencia, infundían una
desbordada confianza; por otra parte, los procedimientos y los criterios
gnoseológicos de la metafísica, dirigidos tanto por la deducción y el
razonamiento silogístico como por la especulación y el análisis conceptual,
generaban una pronunciada desconfianza. Por un lado, en las Fuerzas vivas no faltan alusiones a la
conveniencia de dejarse guiar por el ejemplo de las nueva ciencia natural que,
gracias a la aplicación de la matemática y la geometría, ha logrado
constituirse en un conocimiento probado y convincente; pero, por otro lado,
tampoco faltan referencias a la lamentable situación en la que se encuentra la
metafísica, cuyos principales indicios son su incapacidad demostrativa, su
falta de un conocimiento fundado y su tan desesperado como vano afán erudito,
en marcado en el enciclopedismo de la época. Sin embargo, lejos de aconsejar
abandonar a la metafísica a su ocaso, Kant advierte la necesidad de conducirla
hacia el estado de un conocimiento cabalmente fundado (Mendoza Gurrola 2018, p.
251), y en este punto formula lo que podría considerarse la línea neurálgica de
su propio proyecto filosófico: la tarea del filósofo consiste en fundamentar
conocimientos, es decir, en la labor epistemológica de dilucidar los principios
fundamentales del conocimiento y de buscar el método apropiado para
conformarlos. Al igual que otros pensadores, Kant se embarca en este proyecto
epistemológico de fundamentación que, entre otras cosas, asume como uno de sus
puntos cruciales la cuestión del método, lo cual resonará incluso hasta la
misma cristalización de su filosofía crítica madura.
Respecto de las condiciones que
prepararon el ambiente académico e intelectual de la formación de Kant, la
figura de Schultz fue determinante para disminuir el sectarismo que hasta
entonces había prevalecido en Königsberg y que presentaba como partidos
claramente distintos y antagónicos a los ortodoxos aristotélicos, a los
pietistas eclécticos y los racionalistas wolffianos; con la instauración de un
ambiente de mayor apertura y tolerancia Schultz ciertamente no terminó por borrar
toda diferencia en las orientaciones doctrinales, pero sí promovió un mayor
intercambio de ideas e, incluso, fomentó la aparición de posiciones intermedias
y más o menos ambivalentes en distintos problemas y discusiones, como el caso
de Rohde, que emplea la metafísica aristotélica para justificar la filosofía
ecléctica, o como el caso de Kypke, quien, procedente del aristotelismo
ortodoxo, se mostró abierto al wolffismo en la misma línea de Shultz e incluso
parece haberse adherido a él. En todo caso, es notorio que de este ambiente más
tolerante emerge en Königsberg una nueva clase de eclécticos más
receptivos y más independientes que los de las décadas de 1720 y 1730 —y
que los que todavía se encontraban apostados en la Friedrichs-Universität Halle—, la clase de eclécticos que más
nutrió al cuerpo docente con el que Kant iniciaría su formación filosófica.
En lo que toca a las principales
orientaciones filosóficas que envolvieron la formación del pensamiento
kantiano, por una parte, la presencia todavía significativa del aristotelismo
neoescolástico en la facultad de filosofía durante los años en Kant fue
estudiante, sobre todo a través de la obra de Paul Rabe, ha sido un factor
descuidado o, la más de las veces, ignorado en el nacimiento, formación y ulterior
desarrollo de la filosofía kantiana. Un estudio más pormenorizado nos
permitiría apreciar la presencia de la tradición aristotélica incluso en puntos
nodales de la filosofía crítica de Kant tales como las doctrinas de la
dialéctica trascendental, de las categorías, del esquematismo y de la tabla de
los juicios (Sgarbi 2009, pp. 280-289).
Por lo que toca al pensamiento
wolffiano, por una parte, hay que reconocer que éste nunca fue predominante en
Königsberg, aunque tampoco logró ser totalmente desterrado incluso en los
momentos en los que recibió más ataques; por otra parte, el grupo que de alguna
manera se apegó al wolffismo no era monolítico ni mucho menos homogéneo:
aglutinó a personajes como Heinrich Oelmann, quien, por un lado, provenía del
aristotelismo neoescolástico ortodoxo y, por otro, no tuvo problema alguno en
enseñar con los textos pietistas eclécticos de Budde y Thomasius; además, tuvo
el mérito de introducir la Metafísica
alemana de Wolff a Königsberg, con lo que fue también el primero en emplear
textos en lengua alemana y no en latín. El mismo Christian Gabriel Fischer, que
había sido expulsado a causa de su abierto wolffianismo, había enseñado
metafísica en el semestre de invierno de 1720-1721 con los Elementos de filosofía teórica de Budde, el gran fundador de la
tendencia enciclopédica ecléctica dentro del pietismo.
Finalmente, la facción pietista, aun cuando contaba
con sus propios adalides —como Thomasius, Budde o Gentzken—, más que promover
una orientación doctrinal particular, destacó por el cultivo de un acentuado
pluralismo filosófico muy bien expresado bajo el rótulo de ‘filosofía
ecléctica’, y que en Königsberg parece haber permeado suficientemente; pero sin
duda lo más destacable del eclecticismo pietista regiomontano es que, gracias a
la impronta de Schultz, parece haber perdido muy pronto su nota antiwolffiana;
muestra de esto es el caso del ya mencionado profesor Kypke, al que habría que
añadir los casos de Christiani y de Martin Knutzen (1713-1751), los cuales
debieron haber resultado muy desconcertantes para los pietistas de Halle, a
quienes los seguía caracterizando un marcado animus antiwolffiano.
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· Esta investigación fue realizada con el
apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a través del
Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, siendo yo becario del Centro de
Estudios Clásicos del Instituto de Investigaciones Filológicas de esta misma
Universidad bajo la asesoría del Dr. Bernardo Berruecos Frank, a quien dirijo
mi más profundo agradecimiento. E-mail de contacto: psmendoz@gmail.com
[1] Para efectos de una historiografía de las
fuentes, muy probablemente Hinske sea quien ha presentado la clasificación más
clara y completa de las fuentes del pensamiento kantiano: [1] declaraciones del propio Kant; [2] referencias en la correspondencia (Briefwechsel), en los manuscritos póstumos (Nachlass) y en los apuntes de los cursos universitarios que dictó
Kant; [3] referencias explícitas o
implícitas a Kant en otros autores; [4]
profesores universitarios de Kant; [5] manuales
y libros de texto empleados por Kant en sus lecciones y, [6] finalmente, el ambiente en torno a la filosofía kantiana (2006,
pp. 114-117).
[2] Los Gedanken
von der wahren Schätzung der lebendigen Kräfte und Beurtheilung der Beweise,
derer sich Herr von Leibniz und andere Mechaniker in dieser Streitsache
bedienet haben, nebst einigen vohergehenden Betrachtungen, welche die Kraft der
Körper überhaupt betreffen fueron escritos por Kant al término de sus
estudios filosóficos en la Universidad ‘Albertina’ de Königsberg y presentados
ante el decano para su censura en 1746, pero —probablemente no habiendo sido
aceptados— fueron finalmente entregados a la imprenta en 1747; sin embargo, su
impresión y publicación no tuvieron lugar sino hasta 1749. Esta obra figura en
las páginas 1-181 del primer volumen de la edición académica. Me apoyaré en la
traducción castellana de Arana Cañedo-Argüelles (ver bibliografía). — Para la
citación de esta obra, indicaré en primer lugar el parágrafo y la página de la
traducción castellana y, en segundo lugar, después de una línea diagonal,
localizaré cada pasaje en la edición académica empleando la convención ‘GSK, AA
01’ seguida de la página y de las líneas con números arábigos separados por un
punto.
[3] Esta controversia se originó por la obra
leibniziana Breve demostración del
memorable error de Descartes y otros acerca de la ley natural, según el cual
quieren que la misma cantidad del movimiento sea siempre conservada por Dios, y
del cual se sirven en materia mecánica (Brevis Demonstratio Erroris memorabilis
Cartesii et aliorum circa Legem naturalem, secundum quam volunt a Deo eandem
semper quantitatem motus conservari, qua et in re mechanica abutuntur), de
1686, que suscitó el mismo año una corta observación del
cartesio-malebranchiano Abbé François de Catelan publicada en la revista Nuovelles de la République des Lettres,
fundada por Pierre Bayle en 1684 y dirigida por él hasta 1687. Esta corta
observación mereció que Leibniz dedicara una réplica y una respuesta también
publicadas en las Nouvelles de la
République des Lettres en 1687, dando lugar a una discusión que dividiría a
geómetras y mecánicos en dos grandes partidos: el de los cartesianos, quienes
consideraban a la fuerza como una propiedad física (sc.: una propiedad extensa)
y sostenían que la fuerza que causaba el movimiento de los cuerpos se medía a
partir del producto de la masa por la velocidad (F=mv), y el partido de los leibnizianos o “de las fuerzas vivas”,
quienes aseguraban que en los cuerpos había una fuerza más allá de —e incluso
anterior a— la mera extensión (sc.: la
vis viva) y sostenían que la correcta medición de la fuerza que
originaba el movimiento de los cuerpos se obtenía a partir del producto de la
masa por el cuadrado de la velocidad (F=mv2).
Esta controversia se prolongaría por seis décadas hasta los trabajos Traité de dynamique (1743), de Jean le Rond d’Alembert, y De la force de percussion et de sa veritable
mesure (1746), de Leonhard Paul
Euler, tratados que convencionalmente ponen fin a esta disputa y de los que
desafortunadamente Kant parece carecer de toda noticia al momento de la
publicación de su propio trabajo en 1749. ― Véase el muy pormenorizado estudio
de la controversia de las fuerzas vivas incluido en los apartados II y III de Arana
Cañedo-Argüelles 1988, pp. 225-293. Un estudio más reciente acerca del
significado histórico y filosófico de la controversia en torno a las fuerzas
vivas lo presenta Schönfeld 2000,
pp. 20-35.
[4] Kant recupera el concepto metafísico de
‘fuerza’ del Espécimen dinámico para
admirar las leyes de la naturaleza acerca de la fuerza de los cuerpos y para
descubrir las acciones mutuas y restituirlas a sus causas (Specimen Dynamicum pro admirandis Naturae
legibus circa corporum vires et mutuas actiones detegendis et ad suas causas
revocandis), de 1695:
Se dice que un cuerpo
que está en movimiento posee una fuerza. Porque todo el mundo llama actuar a
esto: vencer obstáculos, comprimir resortes, desplazar masas… De no verse más
allá de lo que enseñan los sentidos, se consideraría esta fuerza como algo comunicado
al cuerpo exclusivamente desde el exterior, y de lo que carece cuando está en
reposo. Toda la muchedumbre de filósofos anteriores a Leibniz era de esta opinión, exceptuando tan sólo a Aristóteles. Se cree que la obscura
entelequia de este hombre constituiría el secreto de las acciones de los
cuerpos. Ninguno de los escolásticos que siguieron a Aristóteles ha comprendido
este enigma, y quizá tampoco ha sido hecho para que alguien pudiera
comprenderlo. Leibniz, al que la razón humana tiene tanto que agradecer, fue el
primero en enseñar que en los cuerpos reside una fuerza esencial, que les
corresponde antes incluso que la extensión. Éstas son sus palabras: Est aliquid praeter extensionem imo
extensione prius [hay algo más que la extensión o, mejor dicho, anterior a
la extensión] (§1: 29/GSK, AA 01: 17.9-23).
[5] El joven Kant no
escondía la desmedida ambición que guardaba su obra: con ella buscaba “hacer
segura y definitiva la doctrina de las fuerzas vivas” (§1: 29/ GSK, AA 01: 17), con el fin de
“prestar una ayuda oportuna a poner término a una de las mayores desavenencias
que imperan actualmente entre los geómetras de Europa. […] Sin embargo,
independientemente de lo que resulte de ello, me atrevo a pronosticar con
seguridad que, o bien se resuelve pronto esta controversia, o no acabará jamás”
(XIII: 28/GSK, AA 01: 15-16).
[6] No será sino hasta el 27 de abril de 1755
cuando Kant presente la disertación Explicación
sucinta de algunas meditaciones acerca del fuego (Meditationum quarundam de
igne succincta delineatio) para la obtención del grado de Magister, el cual le sería concedido el
12 de junio. Y unos meses después, el
27 de septiembre del mismo año, Kant defendería públicamente la disertación Nueva dilucidación de los primeros
principios del conocimiento metafísico (Principiorum primorum metaphysicae
cognitionis nova dilucidatio), con la que obtendría la venia legendi que le permitiría dictar cursos como Privatdozent en la Albertina de
Königsberg.
[7] Esto era particularmente acentuado en
Königsberg, que “no era en aquel momento […] un emporio cultural donde se
pudiese adquirir fácilmente una buena formación científica: estaba demasiado
alejada de los centros neurálgicos más próximos de la investigación (Leiden),
la actividad editorial (Leipzig), la vida intelectual (Halle) o académica
(Berlín, San Petersburgo). Su Universidad estaba consagrada exclusivamente a la
formación de teólogos, juristas y médicos para nutrir los cuadros de la
administración civil y eclesiástica prusiana” (Arana Cañedo-Argüelles 1988, pp.
296).
[8] Kuehn narra que, además del predominio que el
pietismo tenía en la vida cotidiana de la población regiomontana, los pietistas
lograron también el dominio de la facultad de teología hacia 1725 gracias a una
serie de nombramientos estratégicos hechos por el rey Friedrich Wilhelm I, e
inmediatamente comenzaron a ejercer su poder sin aparente límite: además de
hacer una serie de cambios en la enseñanza de la facultad, por ejemplo,
eliminar todos los cursos de patrística, con la continuada intervención del rey
lograron que en 1726 emitiera un decreto por el cual la teología de Königsberg
debía ser enseñada siguiendo los principios establecidos en la Universidad de
Halle, que se había vuelto el gran centro pietista de la época —esto a la larga
proporcionaría la ventaja, al menos a partir de 1737, de que los estudiantes de
teología graduados de Königsberg fueron los únicos de toda Prusia que estuvieran
exentos de cursar dos años en la Universidad de Halle para conseguir sus grados
y poder dedicarse a la carrera eclesial, lo cual atrajo un gran número de
estudiantes a Königsberg (2001b, p. 65)—; finalmente, en 1728 el rey ordenó que
todo aspirante a ser pastor en la iglesia luterana de la Prusia Oriental debía
presentar un testimonium pietatis et
eruditionis (certificado de piedad y educación) expedido por el pietista
Abraham Wolff (1638-1731), quien había sido nombrado por el mismo rey como
profesor y predicador en el Collegium
Fridericianum (2001b, p. 440 n. 34). Con esta orden, los pietistas
consiguieron el dominio casi absoluto de la facultad de teología y comenzaron a
ejercer en ella un control desmedido y, hasta cierto punto, sin decoro: además
de monopolizar los procedimientos para nombrar y promover profesores —y, con
ello, influir para dejar truncadas las carreras de quienes no se declararan
pietistas—, los estudiantes de teología que desearan conseguir el grado y el testimonium para poder ganarse la vida
ya sea en el ministerio eclesial ya sea en la vida académica como profesores
dependían del visto bueno de las autoridades —seguramente pietistas— y no
podían darse el lujo de disentir abiertamente de los profesores pietistas o de
simpatizar con quienes no lo eran. Por el influjo de facto que la facultad de teología ejercía sobre la de filosofía,
este predominio pietista también tuvo consecuencias en esta última facultad,
afectando hasta casi hacer desaparecer por completo la libertad de expresión y
de cátedra que hasta entonces reinaba en las aulas de la facultad de filosofía
de la Universidad de Königsberg (2001b, p. 68).
[9] La compleja figura de Schultz resulta una pieza
de gran importancia para esbozar el entorno en el que nace el pensamiento de
Kant, no sólo por su papel directivo en la Universidad de Königsberg y porque
para entonces ya se había vuelto una de las figuras más destacadas de la vida
intelectual y social de la ciudad, sino por su cercanía con Kant: Kuehn relata
que la madre de Kant gustaba de llevar a sus hijos a las sesiones de estudio de
la Biblia que dirigía Schultz, que éste visitaba frecuentemente a la familia de
Kant y que, incluso, llegó a asistirla materialmente en alguna situación de
carestía (2001b, p. 37). El mismo Kuehn refiere el hecho altamente probable de
que haya sido Schultz el primero en percatarse del potencial intelectual de
Kant cuando éste era todavía un niño y que convenciese a sus padres de enviarlo
cuanto antes al Collegium Fridericianum
para iniciar una formación que podría posteriormente especializar en teología y
culminar con una prometedora carrera eclesiástica (2001b, p. 46).
[10] Basado en el Vorlesungsverzeichnisse der Universität Königsberg (1720-1840) editado
y publicado en 1999 por Michael Oberhausen y Riccardo Pozzo, Sgarbi presenta un
listado completo de los profesores que impartieron la asignatura de metafísica
en la facultad de filosofía de la Universidad de Königsberg, así como de los
manuales que utilizaron para este efecto desde el semestre de invierno de
1703-1704 hasta el semestre de invierno de 1769-1770 (2010, pp. 35-55), el
semestre previo a aquél en el cual Kant sería nombrado profesor ordinario
asumiendo en propiedad la cátedra de lógica y metafísica.
[11] El Curso
filosófico, o compendio de las principales ciencias filosóficas, a saber de la
dialéctica, de la analítica, de la política, bajo la cual está comprendida la
ética, de la física y de la metafísica, deducido a partir de los principios más
evidentes de la recta razón, dispuesto según el método científico y redactado
con breve y muy claro estilo, para beneficio no solo de los que abiertamente
estudian filosofía, sino y ante todo de aquellos que desean comprender de ella
tanto cuanto puede hacerse uso de ella en las facultades superiores, a saber,
en teología, derecho y medicina (Cursus philosophicus, seu Compendium
praecipuarum scientiarum philosophicarum, Dialecticae nempe, Analyticae,
Politicae, sub qua comprehenditur Ethica, Physicae atquae Metaphysicae, ex
evidentioribus rectae rationis principiis deductum, methoda scientifica
adornatum, et brevi atque perspicuo stylo concinnatum, in gratiam non solum
Philosophiae cultorum ex professo, sed et primis eorum, qui tantum ex ea modo
haurire desiderant, quantum sibi in superioribus Facultatibus usui esse potest
in Theologia nempe, Jurisprudentia et Medicina) fue publicado en Königsberg
en 1703 (Sgarbi 2009, pp. 276-277; Sgarbi 2010, p. 63).
[12] Para poder
apreciar con mayor precisión el valor y el impacto de esta obra de Rabe en la
historia intelectual de las instituciones educativas regiomontanas de la
primera mitad del siglo XVIII, hay que considerar además dos hechos
circunstanciales: su difusión universitaria más allá de la facultad de
filosofía y su empleo —o al menos de algunas de sus partes introductorias— en
el Collegium Fridericianum. Por un
lado, las autoridades de la facultad de teología de la Universidad de
Königsberg habían dispuesto como prerrequisito a todos los solicitantes que
desearan estudiar en ella haber estudiado completamente el cursus philosophicus, y, aunque el manual del profesor Rabe no era
el único con el que se podía solventar este cursus,
sin lugar a dudas era el más adecuado y al que más recurrieron los
estudiantes a partir de la década de 1730; asimismo, era muy plausible que el
manual de Rabe haya sido frecuentemente consultado por los estudiantes de las
otras facultades, como lo señala la última parte de su largo título “in superioribus Facultatibus usui esse
potest in Theologia nempe, Jurisprudentia et Medicina” (puede hacerse uso en
las facultades superiores, a saber, en teología, derecho y medicina). Por
otro lado, las primeras partes del Cursus
de Rabe, que estaban dedicadas a la lógica, esto es, la dialéctica y la
analítica, conformaron —con sus debidas ampliaciones— el manual Dialéctica y analítica, el par más útil de
las ciencias y el máximamente necesario para la sólida erudición de todos los
que discuten (Dialectica et Analytica, scientiarum biga utilissima, omnibusque
ad solidam eruditionem contendentibus maxime necessaria), que fue publicado
en 1703 en Berlín, cuando Rabe devino profesor ordinario de lógica y metafísica
en la Albertina; este manual fue adoptado como texto oficial de lógica y
retórica en el Fridericianum en los
tiempos en los que Kant fue estudiante del Collegium
y resultaba obligatorio para quienes desearan el diploma (Sgarbi 2009, pp.
274-277; Sgarbi 2010, p. 34).
[13] La Philosophia
propaedeutica sive Philosophiae Fundamenta praerequisita, ad ductum et methodum
Cursus Philosophici b. Professoris Raben in tres tomos iuxta triplicem
Philosophiam breviter et perspicue distribute fue empleada por su autor
como libro de texto para el curso de metafísica que él mismo impartió durante
el semestre de invierno 1715-1716 en la facultad de filosofía de la Albertina
(Sgarbi 2010, p. 37).
[14] El grupo de los filósofos pietistas era una tan
interesante cuan desconcertante amalgama de pensadores, tan desdibujada y
dispersa, que sólo unas cuantas e imprecisas notas pueden dar noticia de ella:
mayoritariamente de inspiración pietista y seguidores del teólogo Christian
Thomasius (1655-1728) y del astrónomo y matemático Johann Christopher Sturm
(1635-1703), no los une más que un eclecticismo con matiz antiintelectualista y
una cierta simpatía por el empirismo y el fideísmo religioso sentimental y
subjetivista. La extrema disgregación que sufre el grupo de Thomasius hace que
muy probablemente la nota que más claramente lo aglutine al inicio sea su
oposición al aristotelismo neoescolástico y, a partir de mediados de la década
de 1720, la lucha que varios de ellos emprendieron contra Wolff. A este grupo
pertenecen pensadores tan dispares como Johann Franz Budde (1667-1729), Andreas
Rüdiger (1673-1731), Friedrich Gentzken (1679-1757), Joachim Lange (1698-1765),
Adolf Friedrich Hoffmann (1703-1741) y posteriormente Christian August Crusius
(1715-1775), quien fuera alumno del anterior (Arana Cañedo-Argüelles 1982, pp. 26-27; Mendoza Gurrola
2018, pp. 26 n. 23; Roldán Panadero 1990, pp. 123-126; Sgarbi 2010, pp.
57-58; Torretti 21980,
pp. 25-26).
[15] Además de ser un importante teólogo pietista,
Budde fue uno los filósofos más prolíficos y representativos del eclecticismo
alemán. En esta línea, construye un sistema filosófico de carácter
enciclopédico conformado por tres grandes partes: una filosofía intrumental,
una filosofía teórica y una filosofía práctica. Este sistema es desarrollado en
sus obras Elementa philosophiae
practicae, de 1697, y Elementa
philosophiae instrumentalis seu institutionum philosophiae eclecticae, de
1703, que a su vez estaba conformada por los Elementa philosophiae instrumentalis y los Elementa philosophiae theoreticae. Este último volumen, empleado
por el profesor Rohde, constaba de
seis partes: [1] De homine, que trata sobre anatomía, fisiología, patología,
psicología y concluía con la doctrina bíblica del origen del ser humano; [2] De animalibus brutis, plantis, et
fossilibus, que estudia los organismos vivos; [3] De terra, aqua, igne, aere, et meteoris, que versa sobre la
naturaleza inorgánica; [4] De systemate huius universi, corporibusque
coelestibus, que expone las principales teorías cosmológicas e incluye una
presentación de las bases de la astrología; [5]
De corporum naturalium proprietatibus atque causis, generatim, que trata
sobre las características generales de los cuerpos y las leyes que los rigen;
y, finalmente, [6] De spiritus, tum
creatis, tum increato, seu Deo, que trata acerca tanto de los espíritus
creados —alma humana y ángeles— como del no creado —Dios—. Budde es el fundador
dentro del pietismo de una tendencia marcada por el enciclopedismo ecléctico,
que estaba muy cercana a la tendencia empiricista que caracterizaba a Thomasius
y sus estudiantes y seguidores (Abaschnik 2016, pp. 109-110).
[16] La Doctrina
universalium, quam vocant Metaphysicam fue publicada en 1720 en Kiel, en
cuya universidad Gentzken era profesor extraordinario de filosofía desde 1708 y
se volvería profesor ordinario de física y política en 1721 y de lógica y
metafísica en 1725. El título de esta obra revela la concepción nominalista de
la metafísica, muy acorde al punto de vista de la filosofía ecléctica alemana
que Christian Thomasius había popularizado, y que considera a la metafísica
como un mero ‘léxico filosófico’; por esta razón Gentzken incluye a la
metafísica, junto con la historia de la filosofía y la lógica, en las
disciplinas instrumentales, una de las tres grandes partes que conformarían a su
Systema philosophiae publicado en
tres volúmenes entre 1722 y 1727: la philosophia instrumentalis, la philosophia theoretica y la philosophia practica, división
perfectamente concordante con aquella propuesta por Thomasius y por Johann
Franz Budde, muy característica de la filosofía ecléctica alemana (Micheli
2016, pp. 263-264).
[17] La Introducción a la filosofía de la corte, o
primeras líneas del tratado sobre la prudencia del pensar y del razonar, donde
es mostrada la vía media para encontrar la verdad entre los prejuicios de los
cartesianos y las ineptitudes de los peripatéticos (Introductio in philosophiam
aulicam, seu lineae primae libri de prudentia cogitandi et ratiocinandi, ubi
ostenditur media inter praejudicia Cartesianorum, & ineptias
Peripateticorum, veritatem inveniendi via) es publicada en Leipzig en 1688;
posteriormente, en 1712 aparece una versión en alemán, en esencia con el mismo
título: Introducción a la filosofía de la
corte, o breve esbozo y las primeras lineas de la prudencia para pensar y
concluir razonablemente, por los que se muestra la vía media como ha de encontrarse
la verdad entre los prejuicios de los cartesianos y los caprichos incongruentes
de los hombres peripatéticos (Einleitung zur Hoff-Philosophie, oder, kurtzer
Entwurff und die ersten Linien von der Klugheit zu bedencken und vernünfftig zu
schliessen, worbey die Mittel-Strasse, wie man unter den Vorurtheilen der
Cartesianer, und ungereimten Grillen der Peripatetischen Männer, die Warheit
erfinden soll, gezeiget wird).
[18] En sus Theses
theologicae de atheismo et superstitione, de 1717, Budde trata críticamente
cuatro tipos de ateísmo: [1] el de
Aristóteles o la tesis de la eternidad del mundo; [2] el de Epicuro o la negación de la providencia divina y la
libertad humana; [3] el estoico o del
destino determinista; y [4] el de
Spinoza o panteísmo (Abaschnik 2016, p. 110).
[19] En sus Scripta
philosophica de 1651 Abraham Calov introduce la distinción entre la
gnostología y la noología: ésta es “la principal disposición de la mente que
contempla la afinidad de las cosas en cuanto que los primeros principios del
conocer se derivan de ella misma (habitus
mentis principalis affinitatem rerum contemplans quatenus ex eadem prima
cognoscendi principia fluunt)”, mientras que aquélla “es la principal
disposición de la mente que contempla al cognoscible en cuanto tal (est habitus mentis principalis contemplans
cognoscibile qua tale)”. En la tradición aristotélica de Königsberg estas
disciplinas eran consideradas como una introducción a la Metaphysica divina del mismo Calov y pronto se convirtieron en las
disciplinas propedéuticas básicas para tratar el problema de la fundamentación
de la metafísica (Sgarbi 2009, p. 273).
[20] Wolff publica sus Vernünftige Gedanken von Gott, der Welt und der Seele des Menschen,
auch allen Dingen überhaupt o Deutsche
Metaphysik en 1719 en Halle, de cuya universidad era profesor ordinario de
matemáticas desde 1707. La Metafísica
alemana era uno de los volúmenes de la llamada ‘serie alemana’, que incluía
textos sobre lógica, metafísica, ética, política, teología y psicología, y
cuyos títulos iniciaban todos con la expresión “Vernünftige Gedanken von… (Pensamientos racionales acerca de…)”, lo
cual mostraba el espíritu racionalista ilustrado que animaba a la serie. La Metafísica
alemana fue su texto más importante en cuanto al contenido, pero también el
más controvertido, lo que ameritó que cinco años después Wolff publicara unos
comentarios que explicaban y aclaraban dificultades de esta obra (Shwaiger
2016, pp. 862-863).
[21] En su Metaphysica
divina de 1640 Calov define a la metafísica como la ciencia acerca del ente
(scientia de ente), y la ubica en un
mismo grupo junto con la gnostología y la noología, que constituyen su
propedéutica. La metafísica a su vez se subdivide en una [1] metaphysica generalis u ontología, que trata del ente en cuanto
ente (ens qua ens) —y que para Calov
corresponde al cognoscible que estudia la gnostología (Sgarbi 2009, p. 273)—, y
en una [2] metaphysica especialis, que
trata al ente en separaciones más pequeñas (ens
in abstractione minore), particularmente a las substancias inmateriales y a
Dios (Sgarbi 2010, p. 56).
[22] Según Schröder, esta ulterior versión alemana
de la Introductio in philosophiam aulicam
representa uno de los más significativos comienzos de la Aufklärung: según Thomaius,
[L]as personas tenían
que tomar sus propias decisiones y elegir entre las diversas teorías la que con
consideraran más apropiada (ver especialmente Einleitung zur Hofphilosophie [Introduction to Court Philosophy], 1712,
p. 50). Pensar por uno mismo estaba así en el corazón de la filosofía ecléctica
de Thomasius, que a su vez tenía como objetivo influir en el funcionamiento de
la sociedad en términos prácticos. La introducción del alemán en los
procedimientos universitarios oficiales es sólo un ejemplo […]. Si la idea
básica de la Ilustración pudiera captarse en el dictum kantiano de que ‘la Ilustración es la emergencia del hombre
de su inmadurez autoprovocada’, y que ‘la inmadurez es la incapacidad para usar
el propio entendimiento sin la guía de otro’, entonces Thomasius puede ser
visto como uno de los primeros defensores de la Ilustración en Alemania (2016,
p. 781).
[23] A su llegada a Königsberg, una de las primeras
acciones de este ministro de la Iglesia luterana, cuya principal función era
velar por los intereses de Friedrich Wilhelm I en la ciudad, fue la expulsión
de Christian Gabriel Fischer de la Universidad, de Königsberg y de todo el
territorio prusiano el 15 de noviembre de 1725, a raíz de un informe enviado por
Rogall a Berlín acusándolo de enseñar en Königsberg siguiendo las ideas de
Christian Wolff, quien a su vez había sido expulsado de la Universidad de Halle
en 1723 (Kuehn 2016, p. 216; Kuehn 2001b, pp. 25-26.427 n.2; Naragon 2016, p.
635). Esta acción sirvió de advertencia para todo el grupo de wolffianos,
quienes no tuvieron más remedio que rendirse públicamente y resignarse a hacer
circular las ideas de Wolff al abrigo de las sombras y bajo el riesgo de ser
descubiertos y denunciados (Kuehn 2001b, pp. 68-70).
[24] A ejemplo de los pietistas de Halle, donde
había obtenido su Magister, Rogall
era abiertamente antiwolffiano; no obstante, no siempre fue así: en 1722
estudió filosofía, ciencia natural y matemáticas con Wolff —de donde podemos
inferir su buen conocimiento del pensamiento wolffiano—, y poco tiempo después,
a raíz de su encuentro con el influyente pietista August Hermann Francke
(1663-1727), Rogall se convertiría al pietismo (Naragon 2016, p. 635).
[25] Las Institutiones
philosophiae wolffianae difundieron por primera vez en Königsberg la
versión latina de la metafísica que Wolff publicó por vez primera sus volúmenes
de los años 1730-1737, la cual, aunque no variaba substancialmente de la Metafísica alemana, sí abundaba,
profundizaba y, frecuentemente, replanteaba varias de sus cuestiones. Siguiendo
el espíritu wolffiano, el manual de Thümmig definía a la metafísica como la
ciencia del ente y del mundo en general y de las cosas inmateriales (scientiam entis et mundi in genere rerumque
immaterialium) y la dividía en [1] ontología
o ciencia primera o del ente en general (scientia
entis in genere), en [2] psicología
o pneumatología o del alma (scientia
animae), en [3] cosmología
general o ciencia del mundo en general (scientia
mundi in genere), y en [4] teología
natural, con lo cual se establecía que los objetos de la metafísica eran el ser
en cuanto ser, el alma, el mundo y Dios. Esta obra fue muy popular sobre todo
entre los jóvenes profesores de la facultad de filosofía de la Albertus-Universität de Königsberg, y, aunque no aparece explícitamente,
se sabe que era preferida por encima de los manuales aristotélicos o eclécticos
para enseñar el cursus philosophicus (Sgarbi
2010, pp. 58-59).