RESUMEN

Los miembros de los Gobiernos que llevaron a cabo los procesos de la transición democrática en Grecia y España provenían de los sistemas políticos que las democratizaciones reemplazaron. Los ejemplos más destacados son los presidentes del Gobierno Adolfo Suárez y Constantino Karamanlís. El último, aunque no había colaborado con los coroneles, fue primer ministro durante el sistema de democracia «limitada» anterior de la dictadura. Durante las transiciones, los partidos que encabezaron, la UCD y la ND, se presentaron como partidos centristas o centroderechistas con un discurso más liberal que conservador. El objetivo era conquistar el voto moderado del centro, una estrategia que resultó correcta en las elecciones generales que fueron celebradas en estos países durante la segunda mitad de los setenta. El presente artículo tratará de un estudio comparado de estos dos partidos y Gobiernos desde los comienzos de las transiciones y hasta el fin de su hegemonía política en 1981-‍1982. Además, el estudio examinará el discurso político de los dos partidos, su influencia electoral, así como los cambios políticos y sociales en los dos países y su impacto en la estrategia de estos dos partidos.

Palabras clave: Democratización; centrismo; UCD; ND.

ABSTRACT

The members of the government that led the democratic transition in Greece and Spain originated from the political systems which the democratization aimed to replace. The most notable examples were Constantino Karamanlis and Adolfo Suárez. Although the former did not collaborate with the Coronels’ dictatorial regime, he was prime minister during the period of «limited» democracy before the dictatorship. During the transitions, the political parties they led, ND and UCD, were presented as centrist/right centrist parties with a more liberal than conservative political discourse. The strategy was to attract the centrist vote and it was proven a correct decision in the first democratic elections. This article aims to a comparative study of these political parties and governments from the begging of the democratizations to the end of their political hegemony in 1981/1982. Moreover, the study will focus on their political discourse, their electoral influence, the social and political changes in the two countries and the impact they had on the strategy of these parties.

Keywords: Democratization; centrism; UCD; ND.

Cómo citar este artículo / Citation: Balios, S. I. (2022). El centrismo y los partidos gubernamentales durante las transiciones democráticas en Grecia y España (1974-‍1982). La UCD y la ND: del Gobierno a la oposición. Historia y Política, 48, 79-‍107. doi: https://doi.org/10.18042/hp.48.04

SUMARIO
  1. RESUMEN
  2. ABSTRACT
  3. I. INTRODUCCIÓN
  4. II. LOS INICIOS DE LAS DEMOCRATIZACIONES
  5. III. LA MODERACIÓN COMO FORMA DE DEMOCRATIZACIÓN
  6. IV. LOS LÍMITES DEL MODERANTISMO COMO INSTRUMENTO DE COMPARACIÓN
  7. V. CONCLUSIONES
  8. NOTAS
  9. Bibliografía

I. INTRODUCCIÓN[Subir]

Los procesos de las transiciones democráticas en Grecia, España y Portugal han suscitado un inmenso interés entre las distintas ramas de las ciencias sociales. Los politólogos han sido los que a través de varias teorías han intentado explicar el proceso de cambio político en estos países desde su estudio en paralelo[1]. Sin embargo, en los últimos años han aparecido investigaciones sociológicas e históricas que pretenden dar un nuevo enfoque a los estudios de la transitología. En términos generales, podríamos decir que estos trabajos realizan un estudio comparado más que un análisis en paralelo de los tres países[2].

Además, los estudios historiográficos comparados han aumentado sustancialmente en los últimos años, posibilitando el estudio de los tres países desde un punto distinto al de la politología u otras ciencias sociales. Asimismo, los historiadores han intentado comparar diversos temas que van más allá de la historia política, como por ejemplo las relaciones bilaterales, el impacto de la integración europea, las memorias del pasado y la justicia transicional, así como la aparición de nuevas culturas/contraculturas juveniles. La metodología de la historia comparada nos permite reevaluar los procesos de las democratizaciones en el sur de Europa desde un ángulo de análisis distinto, sin subestimar las peculiaridades nacionales, pero considerando también las influencias que posiblemente ejercieran otros factores internacionales[3].

Por lo tanto, la comparación de la transición española y la Metapolitefsi griega[4] es decir, la elección de la historia comparada como forma de analizar y estudiar los dos procesos, puede ayudar a la mejor compresión de la España posdictatorial y de la Grecia democrática. Existen varias razones que justifican la comparación de los dos países y la exclusión de Portugal, como la cuestión monárquica, la presencia de los moderados conservadores en el poder, el gradual aumento de los partidos socialistas y la proyección de la Europa comunitaria como la única forma de garantizar la consolidación de las instituciones democráticas. Por otra parte, la comparación entre España y Grecia conlleva algunos problemas metodológicos que es importante analizar antes de proceder al estudio.

Por ejemplo, una aproximación comparada a los partidos centristas, la Unión de Centro Democrático (UCD en España) y la Unión de Centro o la Unión de Centro Democrático a partir de 1976 (UC, EDIK en Grecia), carece a primera vista de aquellos elementos que permiten su elección como unidades de estudio. Primero, a pesar de las similitudes, estos dos partidos estuvieron en el poder en momentos muy diferentes, ya que la hegemonía política de la UC en Grecia se produjo durante el periodo 1963-‍1965, en la época previa a la Dictadura de los Coroneles, mientras que la UCD gobernó después de la muerte de Franco, siendo el primer partido elegido democráticamente. Durante los primeros años de la Metapolitefsi, la UC/EDIK pasó de ser la segunda fuerza política en 1974 a desaparecer en las elecciones de 1981. Sin embargo, aunque la UCD y la UC comparten algunos elementos, como la gradual disminución de su influencia social y la eventual desaparición y/o limitación sustancial de la misma durante los años ochenta, no es fácil justificar su comparación. Asimismo, fue diferente el papel que jugaron los dos partidos en los procesos de democratización y, junto con lo anteriormente mencionado, se hace evidente que la elección de estos dos partidos como tema de análisis, aunque parece lógico por ser dos partidos ideológicamente cercanos al centrismo político, es difícil de justificar.

Pero enfocando el tema desde un punto de vista más amplio, más allá de la terminología que utilizaban los partidos o la catalogación que se hace desde la politología, podemos encontrar otros factores que merecen ser investigados. Por tanto, observando los dos procesos democratizadores y comparando los Gobiernos encabezados por Constantino Karamanlís y Adolfo Suárez con el discurso oficial de la época posterior de la Dictadura de los Coroneles y del tardofranquismo respectivamente, se percibe la utilización de un discurso generalmente menos polémico y, sobre todo, incluyente, centrado en términos como consolidación democrática, reconciliación y futuro común. Sin embargo, a partir de los años 1980-‍1981 se produjo un giro hacia discursos más dinámicos y polémicos, pero lo que interesa en este estudio es el periodo de 1974-‍1981, momento en que el sistema de partidos estaba por establecer.

Por lo tanto, enfocándonos en el centrismo visto desde un punto de vista amplio y no como una ideología con un programa político articulado, quizás sea más fácil entender las similitudes existentes entre los dos países. Esta perspectiva nos conduce a dirigir el estudio principalmente hacia los partidos gubernamentales y el papel que jugó el centrismo en su estrategia electoral. Esto se debe a que ambos partidos, como veremos, reclamaron el voto centrista para conseguir el poder y adaptaron un discurso moderado a pesar de que tenían una relación estrecha con los sistemas políticos que quisieron reemplazar. Por lo tanto, el presente trabajo no es una comparación de los dos partidos centristas, sino principalmente de los dos partidos y Gobiernos que llevaron a cabo las transiciones democráticas en Grecia y España.

Nuestra hipótesis principal es que estudiando los partidos gubernamentales comprenderemos mejor el papel que jugaron el centrismo y el discurso moderado para los objetivos políticos y electorales de la UCD en España y de la ND en Grecia durante esta etapa. Dicho de otra manera, el objetivo de este artículo es estudiar el papel que desempaño el espacio político del centro para los dos partidos y Gobiernos durante las transiciones democráticas en Grecia y España, considerando que nos ayudará como instrumento de análisis de los sistemas políticos que fueron establecidos después de la desaparición de los sistemas autoritarios durante los años setenta. Más bien, en la última sección haremos referencia a la estrategia centrista de otros actores políticos y su significado para la consolidación del nuevo sistema de partidos en los dos países. Así, el objetivo principal del presente trabajo es estudiar el peso político que adquirió el centrismo como espacio político durante las transiciones democráticas en Grecia y España, con especial énfasis en los Gobiernos de la UCD y de la ND.

En ambos casos hubo cambios sociales significativos durante los años 1950-‍1970, aunque es muy difícil realizar una comparación de los sistemas de producción de los dos países debido al distinto nivel de industrialización y el tamaño de la economía española. Estos cambios fueron consecuencia, en gran medida, del desarrollo económico de la posguerra y resultaron, entre otros, en el aumento del sector servicios, la expansión de los principales centros urbanos, la aparición de una clase media y el aumento sustancial del número de estudiantes universitarios[5]. Sin embargo, estos cambios implicaron una nueva percepción ciudadana; es decir, a lo largo de los años cincuenta, sesenta y setenta la forma en que los ciudadanos participaban en la política cambió sustancialmente. Además, esta transformación afectó de manera distinta a las generaciones que habían vivido las guerras civiles, a los que habían crecido los años siguientes y a las nuevas generaciones que no tenían experiencia propia de los años de la contienda.

Durante los años setenta, es decir, la década en la que tuvieron lugar los procesos de la transición democrática, las sociedades española y griega habían cambiado sustancialmente respecto a los primeros años de la posguerra. Así, el presente artículo también examinará la influencia que ejercieron los cambios sociales en las decisiones de los Gobiernos de la UCD y ND en la adopción de un discurso menos polémico y conciliador en esta etapa. Debemos tener en cuenta que las democratizaciones fueron complejos procesos de cambio político, iniciados por distintas razones, pero influidos por factores parecidos, como por ejemplo el equilibrio de poder interno en los comienzos, los distintos objetivos de los actores políticos, las demandas sociales y las influencias de actores internacionales durante la época de la détente en las relaciones de los dos bloques de la Guerra Fría.

II. LOS INICIOS DE LAS DEMOCRATIZACIONES[Subir]

Después de los sucesos en la isla de Chipre durante la semana del 15 a 23 de julio de 1974, que comenzaron con el golpe contra al presidente Makarios, seguido por la invasión del ejército turco el día 20, se hizo evidente la incapacidad del Gobierno dictatorial griego —liderado extraoficialmente por el brigadier Dimetrios Ioannidis—. El presidente de la República y los jefes del Estado Mayor decidieron ceder el poder a un Gobierno civil. Fue un hecho muy importante por dos razones: primero, porque la decisión no fue de Ioannidis sino de militares que, a pesar de ser oficialmente superiores, ejercieron menos poder durante los ocho meses que duró aproximadamente el régimen del brigadier, como era el caso del presidente de la República, el general Gizikis. Segundo, porque demostró la incapacidad de los militares de seguir gobernando, abriendo el camino para la formación de un Gobierno civil casi siete años después del golpe de Estado de 1967. En la reunión convocada por los militares se decidió recurrir a Constantino Karamanlís —que estaba exiliado— para formar Gobierno[6]. A partir de este momento, fue responsabilidad de los civiles manejar la crisis abierta en Chipre, que realmente era un enfrentamiento bélico entre Grecia y Turquía.

En España, la mayoría de los científicos sociales consideran como inicio de la transición democrática la muerte de Francisco Franco el 20 de noviembre de 1975 o el nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno a principios de julio de 1976. Sin embargo, la elección de una u otra fecha no ha generado polémica entre los investigadores, aunque según nuestra opinión, fue la muerte de Francisco Franco en 1975 lo que permitió que la transición se desarrollara casi en paralelo con los respectivos procesos en Grecia y Portugal, debido a la importancia de la presencia del general en el mantenimiento de la cohesión entre los distintos sectores del régimen. A pesar de las diferencias entre los dos procesos democratizadores, existían en sus inicios algunos problemas comunes para los dirigentes gubernamentales, de manera que la posibilidad de una reacción violenta de aquellos sectores que no deseaban un cambio político, como lo era el Ejército en ambos casos, entre otros factores, hicieron que dichos procesos fueran realmente bastante inestables.

La formación de los nuevos Gobiernos de Constantino Karamanlís y Adolfo Suárez fueron hechos significativos. En el primer caso, no era la primera vez que se formaba un Gobierno civil después del golpe de 1967, ya que existió el fracasado intento de la apertura política iniciada por Georgios Papadópulos en noviembre de 1973, cuando Spiridon Markezinis había ocupado la presidencia del Gobierno hasta el golpe de Ioannidis. Pero la decisión de recurrir a Karamanlís marcó un giro importante porque, independientemente de la opinión de Ioannidis, el presidente de la República que él había elegido y los jefes militares devolvieron el poder a los civiles que el Ejército había derrocado en 1967. En el segundo caso, la elección de Adolfo Suárez era signo de la voluntad de Juan Carlos I de seguir un camino autónomo de los militares y los fieles a la herencia franquista. En cualquier caso, como suele ocurrir cuando hay cambios gubernamentales, los nuevos dirigentes hicieron sus declaraciones programáticas para explicar sus objetivos políticos.

El nuevo dirigente griego, poco después de haber regresado y jurado como primer ministro, se dirigió al pueblo a través de la televisión. Aunque centró su discurso en los sucesos de Chipre, dijo que, una vez resuelta la crisis en la isla, la preocupación principal de su Gobierno sería la restauración del sistema democrático y el establecimiento de una democracia progresista y verdadera en la cual cabrían todos los griegos[7]. Aunque Karamanlís no presentó un plan de democratización —que de todos modos no sería posible debido a las circunstancias que condujeron a la formación del gobierno de unidad nacional—, sí dio muestras de volver al sistema democrático previo y de la necesidad de un sistema incluyente, si consideramos que su referencia a la participación «de todos los griegos» se dirigía a aquellos que la democracia anterior no incluía.

En España, Adolfo Suárez, en su primer mensaje televisado después de su nombramiento en julio de 1976, hizo referencia a una normalización democrática y a una reforma política, repitiendo la frase que había utilizado en defensa de la Ley de Asociaciones Políticas: «Tenemos que elevar a la categoría política de lo normal, lo que a nivel de calle es simplemente normal»[8]. Pocos días después, en sus declaraciones programáticas, el nuevo dirigente del Gobierno pareció aún más ambicioso, declarando su disposición a hablar con la oposición y haciendo referencia a la diversidad de los pueblos de España, subrayando la unidad del país[9]. Por lo tanto, en ambos casos los nuevos dirigentes mostraron su deseo de implementar cambios sustanciales en los sistemas políticos. En cualquier caso, sería un error asumir que Constantino Karamanlís o Adolfo Suárez poseían un plan concreto de democratización o que, en sus primeros días, sus objetivos políticos estuvieran claramente definidos. También hay que tener en cuenta que ambos procedían de los sistemas políticos que sus Gobiernos reemplazaron, y que en el caso de Grecia consideraron la necesidad de desarrollar un sistema sin el déficit democrático del sistema político de la posguerra, lo cual fue derrocado por los coroneles en 1967.

De tal manera que, a pesar del resultado final de los procesos de democratización, deberíamos interpretar las primeras declaraciones programáticas de Karamanlís y Suárez como una necesidad de manifestar la diferenciación en el ámbito político y psicológico de los Gobiernos anteriores. En el caso griego, donde el colapso de la dictadura tuvo lugar mientras se producía la crisis bélica en Chipre —que realmente era una crisis greco-turca—, Karamanlís debería mostrar la profundidad del cambio sucedido tanto hacia el interior como hacia el exterior. Era la forma adecuada de asegurar un amplio apoyo político y social frente a los militares que constituían la mayor amenaza para su Gobierno, pero también era necesario subrayar a la comunidad internacional y a Turquía que el Gobierno dictatorial que había provocado los sucesos en Chipre había sido reemplazado por otro que tenía una amplia legitimación. De manera que el cambio de 23-‍24 de julio, consecuencia del fracaso de Ioannidis en Chipre, podría ser utilizado como instrumento político que deslegitimara la política de Turquía en Chipre[10].

En España había, ya desde los años sesenta, una conciencia generalizada de que el futuro político estaría relacionado con la muerte de Franco. A pesar del intento del régimen de institucionalizarse y la elección del príncipe Juan Carlos por el propio Franco como su sucesor al título de rey, la mayoría de los observadores reconocían que era muy difícil hacer estimaciones precisas de cómo evolucionaría el régimen una vez que Franco falleciera. Esta era la opinión tanto de las distintas tendencias del régimen como de la oposición en el exilio, que gradualmente se iba unificando. La desaparición de las dictaduras en Portugal y Grecia había cambiado sustancialmente la realidad en el sur de Europa, convirtiendo a España en la única dictadura en la región. Este cambio tuvo una influencia relevante para los dirigentes españoles y la oposición, así como para el comportamiento de la comunidad internacional hacia España. Las declaraciones programáticas de Adolfo Suarez, lejos de ofrecer garantías de que habría un cambio democrático en el país, incluyeron algunos objetivos reformistas que, realmente, podían tranquilizar a los observadores políticos y a la ciudadanía, con la excepción de los sectores más duros del régimen. Por lo tanto, aunque estas declaraciones de Karamanlís y Suárez eran importantes, no implicaban un proceso de democratización asegurado.

III. LA MODERACIÓN COMO FORMA DE DEMOCRATIZACIÓN[Subir]

Después de haber presentado las declaraciones programáticas había que proceder con el proceso de gobernanza. Ambos Ejecutivos carecían de legitimación, pero habían declarado su voluntad de democratizar el sistema político sin que ello significase que la democratización estuviese realmente iniciada y, aún menos, garantizada. Hay que tener en cuenta que el hecho de haber indicado como objetivo principal un cambio político profundo daba a ambos Gobiernos un carácter transitorio. Es decir, tanto en España como en Grecia los ejecutivos de Constantino Karamanlís y Adolfo Suárez habían creado la esperanza de que un cambio político estaba por venir. Además, mientras Karamanlís había formado su Gobierno en tiempos de crisis nacional, Suárez fue elegido presidente después del fracaso de Carlos Arias Navarro de llevar a cabo un cambio político que fuera más allá de una simple reforma del sistema franquista.

Existe otro elemento que también debemos tener en cuenta para analizar la política de Juan Carlos I y Adolfo Suárez. Mientras la dictadura militar en Grecia tuvo que dejar el poder en cuestión de horas, en España no hubo un colapso del régimen. Mientras Franco moría en su cama en noviembre de 1975, el proceso de democratización en Grecia ya había terminado y Portugal estaba en un complejo camino de democratización, retirada de sus colonias en África y experimentando intentos revolucionarios en el interior. La comunidad internacional —sobre todo Estados Unidos y los Gobiernos europeos— mostró un enorme interés por evitar una portugalización de España, por lo que varios Gobiernos, institutos y partidos políticos decidieron ayudar a los políticos moderados para que se produjera un cambio suave en el país después de la muerte del dictador[11]. Otro factor que debemos considerar, y esto es aplicable en los tres países del sur de Europa, fue el giro hacia la Europa comunitaria y el deseo expresado desde los primeros momentos de las transiciones de participar activamente en el proyecto europeo. Ambos países tenían acuerdos con la CEE, Grecia había firmado el Acuerdo de Asociación en 1961 y España el Acuerdo Preferencial en 1970, lo cual, comparado con el primero, era de menor importancia política. Sin embargo, la llamada «condicionalidad democrática» significaba que la implementación de una democracia liberal era necesaria para que fuera posible un acercamiento con la CEE, algo que el Gobierno español sabía claramente antes del nombramiento de Adolfo Suárez[12].

Mientras tanto, el sistema internacional de la posguerra, marcado por el antagonismo económico, tecnológico e ideológico entre los EE. UU. y la URSS, fue una de las razones principales para el mantenimiento del régimen franquista en España y de la implementación de una democracia semiliberal y anticomunista en Grecia después de la guerra civil. Es decir, a pesar de la situación interna en estos países, el contexto internacional tuvo una influencia importante en la realidad política y social interna. Por lo tanto, en el marco de la Guerra Fría, existía un fuerte anticomunismo en ambos casos, mientras que sus sistemas políticos eran muy diferentes. Pero el comienzo de la llamada détente en las relaciones entre las dos superpotencias durante los años sesenta y setenta supuso un relajamiento del fuerte anticomunismo occidental —buen ejemplo es la política de Ostpolitik de Willy Brandt[13]—. Sin embargo, a pesar de que la amenaza comunista fue utilizada por los coroneles para explicar el golpe de 1967, era una terminología poco justificable a los ojos de los Gobiernos occidentales a la altura de ese año. En cualquier caso, la relajación en la tensión entre las dos superpotencias, en combinación con el proceso de la construcción europea, hizo que la narrativa anticomunista fuese insuficiente para explicar el mantenimiento de las estructuras políticas implementadas en los años cuarenta y cincuenta.

Otro factor de gran importancia para comprender cómo se desarrollaron las democratizaciones en los dos países de estudio fueron los cambios sociales y económicos que tuvieron lugar en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. A pesar de las importantes diferencias entre la economía griega y la española, en ambos casos hubo un crecimiento económico sin precedentes durante los años cincuenta y sesenta. Grecia y España siguieron el camino europeo después de la guerra, marcado por tasas de crecimiento muy altas que permitieron dejar atrás los años de destrucción y de pobreza. El impacto social más significativo fue la aparición de una nueva clase media que residía en los centros urbanos más importantes y el giro hacia la economía de servicios. Sin embargo, simultáneamente tuvo lugar la inmigración de muchos trabajadores a los países de Europa central, sobre todo a Alemania, signo, hasta cierto punto, de los límites del desarrollo económico en comparación con el resto de Europa, pero también una fuente importante de cambios de moneda[14]. Durante estos años los dos países se establecieron como destino turístico para las clases medias europeas, hecho que facilitó la difusión de nuevas costumbres sociales y culturales.

Por tanto, para comprender la moderación política de los respectivos Gobiernos, debemos tener en consideración distintos factores sociales, económicos e internacionales. Estos elementos —tanto externos como internos y que además se relacionaban entre sí— generaron la necesidad de proceder a cambios sustanciales en los sistemas políticos. En cualquier caso, la profundidad de la restructuración política dependía de los equilibrios internos del poder, así como de la voluntad y los deseos de los gobernantes. Dejando a un lado los últimos meses del franquismo y de la Dictadura de los Coroneles, y centrándonos en el periodo de Adolfo Suárez y de Constantino Karamanlís, veremos que la moderación era fundamentalmente un instrumento político que servía para una seria de razones. Es importante tener en cuenta dos factores: por un lado, analizar los equilibrios internos y los objetivos de los distintos actores políticos, tanto en el interior como en el exterior y, por otro lado, los objetivos políticos de los respectivos Gobiernos durante el periodo de las transiciones democráticas.

En el caso de Grecia, la formación del Gobierno de «unidad nacional» se considera el inicio del proceso democratizador que marcó el fin del poder político del Ejército. Pero este último no perdió automáticamente la capacidad de intervenir de nuevo[15], debido también a la influencia de los jefes militares —que no estaban necesariamente de acuerdo con las decisiones del general-presidente— y de los jefes del Estado Mayor. Muchas divisiones estaban estacionadas en la región de Ática, lo que constituía una amenaza permanente para el nuevo Gobierno civil. No es casualidad que en su primer discurso Karamanlís hiciera mención a la iniciativa de los jefes militares que había permitido la formación de un Gobierno civil[16]. También estaba abierta la cuestión de una posible vuelta del rey Constantino. Dado que el referéndum que había abolido la monarquía en 1973 no era válido, lo lógico sería que después de la caída de la dictadura el rey pudiera volver. Así, el general Gizikis permaneció en su cargo, hecho que no solamente demostraba los límites del cambio político en los primeros momentos, sino también permitió que la cuestión monárquica permaneciera cerrada[17]. Además, en estos momentos había un sentimiento de desconfianza por el cambio realizado, pero la izquierda mantuvo una posición de espera, debido al miedo a una intervención militar[18].

En España nadie conocía las verdaderas intenciones de Juan Carlos I ni el potencial que tenían los sectores fieles al franquismo para amenazar cualquier proceso de cambio político. Mientras tanto, los moderados del régimen parecían dispuestos a apoyar un proceso de cambio, mientras que la oposición democrática y los que esperaban una transformación profunda recibieron con decepción el nombramiento de Adolfo Suárez[19]. Los Gobiernos de Suárez y Karamanlís tenían que desarrollar sus políticas en un contexto marcado no solamente por la inseguridad sobre la reacción de aquellos sectores que no querían la democratización, sino también por las expectativas sociales que presionaban en favor de un cambio político profundo. Es decir, existían por lo menos dos corrientes antagónicas, una que buscaba cambios epidérmicos y otra que pedía cambios profundos.

De este modo, la elección de un discurso moderado en el principio de los procesos democratizadores ofreció la posibilidad de demostrar que los nuevos Gobiernos eran algo más que un cambio superficial y al mismo tiempo tranquilizar a los sectores contrarios a la implementación de cambios profundos. Mientras tanto, con la formación de estos Gobiernos comenzó un periodo de inquietud y ninguno de los dos poseía una legitimidad política, institucional o social amplia. Por ejemplo, el rey Juan Carlos I basaba su legitimación en el hecho de haber sido elegido por Franco[20], mientras que Adolfo Suárez había sido elegido por él. En Grecia, Karamanlís, a pesar de haber formado su Gobierno en tiempos de crisis, había sido elegido oficialmente por el presidente Gizikis, el cual también firmó las primeras leyes del nuevo Ejecutivo. El presidente-general fue elegido para ocupar este puesto por Ioannidis pocos meses antes y, además, el propio sistema republicano de 1973 fue implementado por el propio Georgios Papadópulos en 1973 a través de un referéndum, cuya legitimación era discutible.

Las primeras semanas de la Metapolitefsi griega estuvieron marcadas por el conflicto en Chipre y la segunda invasión del ejército turco el 14 de agosto de 1974, que condujo al Gobierno a la idea de abandonar la estructura militar de la OTAN. Sin embargo, la decisión de Turquía de invadir de nuevo Chipre y ocupar casi el 35 % de la isla tuvo implicaciones negativas para sus relaciones con Grecia y creó una situación en Chipre que aún no se ha solucionado. Por lo tanto, hubo algunas consecuencias también para la situación interna en el país heleno, ya que pocos días después Constantino Karamanlís pudo sustituir a los jefes de los altos cargos. Cabe destacar que unos días antes, el primer ministro, con motivo de algunas informaciones que le llegaron sobre un posible intento de asesinato, pudo exigir que varias divisiones de la artillería estacionadas a las afueras de Atenas fuesen trasladadas. El entonces ministro de la Presidencia y luego sucesor de Karamanlís a la presidencia del Gobierno dijo que, a la altura de 1974, el Gobierno no controlaba el Ejército[21]. De igual manera, la participación del teniente general Manuel Gutiérrez Mellado en los Gobiernos de Adolfo Suárez sería muy importante a lo largo de la transición española. Cabe destacar que la composición del primer Gobierno de Adolfo Suárez, respecto a los ministerios de las Fuerzas Armadas, siguió la estructura mantenida durante el régimen franquista: no había un Ministerio de Defensa, sino un ministerio por cada rama encabezado por un militar de alto cargo.

Así, ambos Gobiernos siguieron un camino muy cauteloso respecto a los cuerpos militares, utilizando incluso un discurso tranquilizador para evitar su reacción ante las políticas implementadas. Mientras tanto, desde agosto hasta diciembre 1974 en Grecia y de septiembre de 1976 hasta junio de 1977 en España, los respectivos Gobiernos emprendieron los cambios institucionales que dieron paso a las democratizaciones. Al mismo tiempo tuvo lugar el esfuerzo de minimizar la influencia política de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, Grecia y España se consideran dos contraejemplos respecto a la posición del Ejército durante la democratización. Mientras que en Grecia se produjeron los juicios a los golpistas, a los responsables de los sucesos en la Escuela Politécnica y a algunos torturadores en agosto de 1975, en España, la llamada «reconciliación nacional» se hizo a través de la Ley de Amnistía, la cual no permitió juzgar a personas que hubiesen cometido crímenes durante el franquismo[22]. De todos modos, en los inicios de las democratizaciones Karamanlís y Suárez no poseían garantías frente al Ejército. Por otra parte, la amenaza de un golpe militar era también un instrumento para los dos dirigentes, presentándose como la única garantía frente a la reacción militar durante los primeros comicios electorales.

De todos modos, si el objetivo de los dos líderes era democratizar, el Ejército era la institución que representaba los regímenes que había que reemplazar. Durante los primeros meses de la Metapolitefsi, los que luego fueron juzgados y condenados a muerte, como Georgios Papadópulos y los demás líderes de la dictadura, estaban libres y, si lo deseaban, podían salir del país sin ser arrestados hasta octubre de 1974. Cabe destacar que Dimitrios Ioannidis no fue detenido hasta enero de 1975, indicativo de la inquietud sobre la manera de tratar los exdirigentes de la dictadura[23]. En España, es importante mencionar la complejidad del proceso para la aprobación de la Ley para la Reforma Política, así como para la eventual legalización del PCE[24]. Por ejemplo, mientras que Karamanlís pudo legalizar el Partido Comunista en septiembre de 1974, es decir, antes de que fueran arrestados los golpistas, pero sin que hubiera habido respuesta por los militares, Suárez lo hizo en abril de 1977 y durante las vacaciones de Semana Santa para evitar reacciones por parte de los militares. La legalización del PCE resultó una cuestión muy compleja, tanto porque el propio Suárez no estaba convencido como por el peso simbólico, entre otras razones, que conllevaba dicha decisión[25].

Sin embargo, a pesar de las conspiraciones militares y los fallidos intentos que hubo en los meses y años siguientes, con los sucesos de 23 de febrero de 1981 en España como el ejemplo más destacado, asegurarse de que no habría una reacción militar mientras se produjera el proceso de transición institucional era un requisito necesario para que el discurso moderado hacia la oposición pudiese convertirse en acciones políticas. De manera que los respectivos Gobiernos podrían acercarse a la oposición y comenzar los cambios políticos necesarios. En ese momento el discurso moderado tenía que dirigirse a la oposición sin crear nuevos desafíos para los Gobiernos.

La legalización de los partidos de la oposición y, sobre todo, de los partidos comunistas, era un paso importante para la democratización. Además, el comunismo se consideraba hasta entonces una amenaza nacional, siendo su prohibición y la persecución de los miembros de dichos partidos una de las características principales de los sistemas políticos establecidos tras las guerras civiles, de los que procedían los dirigentes de Grecia y España. Evidentemente, la legalización de los partidos comunistas y su participación en las elecciones significaría un cambio importante en las reglas del juego político que, combinado con la desaparición gradual del Ejército como factor de influencia, obligaría a los conservadores a adoptar un discurso distinto. Además, la legalización de los partidos comunistas era, en ambos casos, también una oportunidad para demonstrar a los observadores extranjeros, como la CEE, la profundidad del cambio político que estaba sucediendo en el interior.

Es decir, en el nuevo sistema no solo iban a existir nuevos actores políticos que competirían por el poder, sino que además no existirían los mecanismos estatales para minimizar el potencial electoral de las demás fuerzas políticas, como solía ocurrir en el sistema griego de 1949 a 1967. Además, en el nuevo sistema político griego —pero podemos sostener lo mismo para el caso español— habían emergido nuevas expectativas sociales y las viejas divisiones políticas habían perdido, en parte, su valor sociopolítico, como había ocurrido con el anticomunismo[26]. No obstante, las divisiones del pasado seguían influyendo en los discursos partidistas, pero el establecimiento de un sistema incluyente y ajeno a los sistemas anticomunistas de la posguerra significaba que las divisiones políticas no podrían trasladarse al aparato institucional.

El 23 de septiembre, y con motivo las elecciones generales que se iban a celebrar en dos meses, el Gobierno heleno publicó el decreto sobre la fundación y funcionamiento de partidos políticos. Todos los partidos deberían entregar una declaración al Tribunal Supremo que confirmara que no tenían como objetivo derrocar al sistema democrático. De todos modos, la ley que había prohibido el partido comunista fue eliminada, por lo que el propio Karamanlís declaró que el Gobierno consideraba que las razones que impusieron la prohibición «de algunas formaciones políticas» ya no existían y su objetivo ahora era el establecimiento de una democracia para todos que respetasen las leyes democráticas. Cabe destacar que los archivos oficiales publicados de Constantino Karamanlís caracterizan la decisión de legalizar a los comunistas como necesaria para realizar una política de olvido que sería clave para la «unión nacional»[27].

La legalización de los partidos políticos era un hecho significativo, ya que indicaba que serían estos los que asumirían la representación política de la ciudadanía y no otras instituciones estatales. En este asunto reside una de las diferencias entre los dos casos de estudio: en Grecia, como la dictadura había durado siete años, existían formaciones políticas que representaban las distintas corrientes ideológicas. En España, mientras que los socialistas y los comunistas seguían funcionando en la clandestinidad y, sobre todo, en el exilio, el conservadurismo y el centrismo carecían de una formación política que los representase. Por ejemplo, mientras que Constantino Karamanlís había fundado en 1958 la Unión Nacional Radical (ERE) —que además era el partido que formó Gobierno poco antes del golpe de 1967—, Adolfo Suárez carecía de una afiliación de partido. Por tanto, la ideología conservadora de Karamanlís era conocida, pero Adolfo Suárez no poseía una ideología política concreta. Dicho de otra manera, el conservadurismo español carecía de una organización política organizada, ya que fueron las estructuras del régimen y el Movimiento las que obtuvieron el monopolio de la representación de la ciudadanía al ser los partidos políticos ilegalizados durante la dictadura. Por ello, mientras en Grecia se utilizaba el término restauración de la democracia, la terminología utilizada en España separa la transición de los sistemas anteriores.

En cualquier caso, los acontecimientos de los últimos años de los sesenta y principios de los setenta habían generado cambios en el comportamiento de los partidos políticos. Es decir, la détente y los demás cambios sociales, políticos y económicos analizados anteriormente, junto con las peculiaridades de cada país, tuvieron un impacto profundo en los sistemas políticos que comenzaban a construirse. Por ejemplo, la escisión de los comunistas en 1968 tuvo como resultado la aparición en Grecia del KKE, el partido comunista ortodoxo, el KKE del interior, el partido eurocomunista, así como de la EDA, la formación legalizada de la izquierda durante los cincuenta y setenta. En el centrismo también hubo escisiones, con la fundación del PASOK, liderado por Andreas Papandréu, hijo de Jorge Papandréu, primer ministro centrista de 1963 a 1965 y líder de la Unión del Centro, ahora liderada por Jorge Mavros. Es importante mencionar que la Unión del Centro se había dividido, por lo menos, en dos corrientes después de la llamada Apostasía de 1965, cuando algunos diputados centristas apoyaron los planes del rey Constantino II de derrumbar a Jorge Papandréu, un acontecimiento que provocó una crisis política que terminó con el golpe de los coroneles.

En la derecha, el colapso total del régimen de los coroneles, el prestigio que tenía Karamanlís en aquellos momentos y el hecho de no haber colaborado con la dictadura, concedieron una ventaja a los conservadores bajo el liderazgo de su viejo líder. De todos modos, Karamanlís decidió la no reactivación de la ERE y fundó el partido de Nueva Democracia (ND) en octubre de 1974. A pesar de la fuerte relación entre los mecanismos, el personal político y la tradición conservadora con la ERE, la fundación de un nuevo partido que incorporaba el término nueva era indicativo del deseo de alejarse de la herencia del pasado[28].

En España, el Partido Comunista (PCE) y el Partido Socialista (PSOE) tenían una larga trayectoria política, habían liderado la oposición en el exilio e, igual que sus homólogos griegos, su programa político se vio afectado por los cambios ideológicos de la época. A partir de 1973-‍1974 comenzó la colaboración de los distintos partidos y grupos de la oposición, primero en dos heteróclitas formaciones lideradas por estos dos partidos, en las que se reunieron también monárquicos y personas que en algún momento habían colaborado con el régimen franquista[29]. Mientras tanto, Manuel Fraga fundó Alianza Popular, en la cual se reunieron siete formaciones constituidas por personas conectadas con el régimen, y cabe destacar que uno de sus candidatos para el Senado fue el expresidente Carlos Arias Navarro. Por tanto, la AP ocupó la parte derecha-extrema derecha del espectro político antes de las primeras elecciones democráticas[30].

Adolfo Suárez, así como los demás políticos moderados a los que no les parecía atractiva AP, carecía de un partido político. Sin embargo, Suárez había liderado la Unidad del Pueblo Español, fundada en el marco de la Ley de Asociaciones de 1976. Mientras tanto, Suárez necesitaba liderar un partido, la única manera para seguir en la Moncloa, una vez que la Ley para la Reforma Política se hubo aprobado y era cuestión de meses la celebración de elecciones generales. Finalmente, Suárez presidió la Unión de Centro Democrático (UCD), que realmente era fruto de un proyecto que había comenzado a principios de 1977 con el Centro Democrático (CD) con la participación de figuras como Pío Cabanillas y José María de Areilza. Así, Suárez pudo presentase a las elecciones presidiendo un partido que podría considerarse como opositor tanto a AP como a los partidos de la izquierda. Las distintas formaciones que participaron en la UCD aceptaron como líder el actual presidente del Gobierno, cuya figura resultaría importante para mantener la unidad del nuevo partido, así como para que tengan acceso al aparato estatal[31]. Dicho de otra manera, la colaboración entre el CD y el presidente del Gobierno era un acuerdo beneficioso para ambas partes, ya que el primero carecía de un líder conocido y el segundo no había podido montar un proyecto político funcional[32].

Por tanto, en el caso de España el discurso moderado se dirigió tanto hacia la derecha como a la izquierda. De manera que la UCD, bajo el liderazgo de Adolfo Suárez, quiso presentarse como la garantía para el proceso democratizador que acababa de comenzar, proyectando el discurso moderado como la solución más segura entre la izquierda y la derecha, sin tener realmente una ideología política concreta. En Grecia no se presentaron partidos más conservadores que la ND en las primeras elecciones democráticas, pero el propio partido quiso mantener un perfil moderado comparado con la ERE y, por supuesto, con la dictadura, definiéndose como partido centroderechista y de ideología de «radicalismo liberal» o «liberalismo social»[33]. Cabe destacar que el liberalismo griego estaba históricamente relacionado con el centrismo y, en comparación con el partido conservador, menos conectado con la institución monárquica. De tal manera que ambos partidos eligieron desarrollar un discurso moderado que servía para distintas razones: para alejarse del sistema anterior, distanciarse de las demás fuerzas políticas y proceder con el proceso democratizador.

IV. LOS LÍMITES DEL MODERANTISMO COMO INSTRUMENTO DE COMPARACIÓN[Subir]

Las primeras elecciones democráticas en Grecia se celebraron en 17 de noviembre de 1974, el día que se cumplía un año de la represión sangrienta de los sucesos de la Escuela Politécnica. ND, el partido de Constantino Karamanlís, ganó el 55 % del voto popular y 216 de los 300 escaños, un resultado que nunca se ha repetido desde entonces. Cabe destacar que el partido conservador superó el 50 % en casi todos los distritos electorales. El partido centrista obtuvo el 20,4 % del voto, de manera que los dos grandes partidos del periodo 1950-‍1967, que además participaron en el Gobierno formado en el julio anterior, asumieron en total el 75 % de los votos. El PASOK logró el 13,6 % y los tres partidos comunistas/izquierdistas el 9,5 %[34]. En España, en las elecciones de junio de 1977, las primeras después de casi cuarenta años, la UCD liderada por Adolfo Suárez obtuvo el 34,5 %, sin lograr la mayoría absoluta; el PSOE consiguió cerca del 30 % de los votos, mientras que el PCE el 9,5 %. La AP de Manuel Fraga se quedó en el 8,2 %, un nefasto porcentaje para los conservadores.

En los resultados de las primeras elecciones democráticas reside una de las principales diferencias entre los dos procesos transicionales. Mientras que la ND formó un Gobierno de mayoría absoluta, la UCD tuvo que formar un Gobierno sin mayoría absoluta, pero su posición centrista le facilitaría la búsqueda de apoyos tanto hacia la derecha como hacia la izquierda[35]. Esta diferencia debemos analizarla dentro del contexto de los meses y años siguientes y la elaboración de las nuevas constituciones, que sería el primer objetivo de los nuevos parlamentos democráticamente elegidos. Además, existía la cuestión monárquica. Este asunto fue tratado de maneras completamente distintas, ya que en Grecia hubo un referéndum celebrado en diciembre de 1974, mientras que en España la legitimación de la monarquía vino a través de la aprobación de la Constitución por las Cortes y, posteriormente, por el referéndum de diciembre de 1978 para refrendar la nueva Constitución. Cabe destacar que durante el periodo electoral la ND y la UCD se presentaron como la mejor garantía ante una intervención militar.

En Grecia, el referéndum sobre la monarquía se celebró el 14 de diciembre y su resultado fue a favor de la república con el 70 % de los votos. Una vez conocidos los resultados, Constantino Karamanlís, cuyo partido fue oficialmente neutral, declaró que la cuestión sobre la forma del Estado había quedado definitivamente cerrada[36]. Fue un hecho significativo que el líder del partido conservador y tradicionalmente monárquico fuera el que declarara como resuelto un tema que tanto había dividido a la sociedad y al sistema político ya desde la fundación del Estado griego moderno. Sin embargo, muchos miembros del partido conservador votaron por la monarquía y la mayoría de los votos a favor de esta opción procedieron de los que en las elecciones de noviembre habían votado a la ND[37]. De todos modos, existía un acuerdo silenciado —por lo menos en el entorno de los líderes políticos— sobre la necesidad de abolir la monarquía.

Pero no hubo consenso para la aprobación de la nueva Constitución, ya que Karamanlís quiso establecer un sistema en el que el presidente de la República desempañara un papel relativamente importante a través de algunos poderes que le otorgaría la Constitución. Pero los partidos de la oposición no apoyaron este objetivo y acusaron a Karamanlís de que su verdadero objetivo era el establecimiento de una democracia presidencialista. Por lo tanto, la oposición eligió abstenerse en la votación que aprobó la nueva constitución democrática debido a los poderes que se concedieron al presidente de la República y a pesar de que hubo consenso en otros asuntos[38]. En cualquier caso, y debido a que se trataba de una asamblea cuyo objetivo era la revisión de la Constitución, el partido conservador pudo aprobarla, ya que poseía una mayoría amplia.

En España, la elaboración de la nueva carta magna fue resultado del llamado «consenso español». Es decir, las potencias políticas principales participaron activamente en el proceso. Indicativa de la distinta situación en comparación con Grecia fue la discusión en la sesión parlamentaria, que aprobó la Constitución el 31 de octubre de 1978. Buenos ejemplos son los discursos de Felipe González, Santiago Carillo y Manuel Fraga, que apoyaron la nueva Constitución, justificando su decisión sobre todo en la necesidad de lograr la llamada «reconciliación nacional»[39]. Sin embargo, hubo diputados de AP y de partidos regionales de País Vasco o Cataluña que no dieron su voto positivo a la nueva carta magna. Pero el hecho era significativo, ya que las fuerzas políticas que reunían los enemigos de la guerra civil dieron su visto bueno a través de un proceso consensual.

Cabe destacar que el camino para la «reconciliación nacional» implicó también otros procesos importantes en el político y social. Por lo tanto, sería una omisión no hacer referencia a la Ley de Amnistía en España, la cual amnistió los crímenes cometidos por los franquistas y antifranquistas, y a los juicios de los golpistas en Grecia. Como no es objetivo del presente estudio el análisis de este tema, basta mencionar que la Ley de Amnistía en España y algunos eventos en Grecia, como el juicio de los dirigentes del golpe de 1967, la eliminación de los «certificados de creencias sociales» y la destrucción de los archivos policiales sobre la vigilancia civil en 1989, entre otros, eran intentos de distinguir la época democrática de las anteriores.

Aunque en su momento estas decisiones lograron un cierto acuerdo político, resultaron asuntos muy controvertidos socialmente. Por tanto, consideramos que al analizar estas políticas de olvido en el contexto del discurso moderado, se observa que de algún modo funcionaron como puente entre los periodos transicionales y las democracias. Sin embargo, el Gobierno que decidió la destrucción de las carpetillas policiales de Grecia en 1989 fue un Gobierno de coalición entre los conservadores y el Partido Comunista, constituido casi quince años después de la transición democrática. Pero como ha sido argumentado, esta decisión se parecía mucho al «pacto de olvido español»[40]. Evidentemente, mientras que en España la institucionalización de un proceso reconciliador fue desarrollado durante la transición, en Grecia fue más largo, acabando, a nivel de partidos políticos, casi dieciséis años después de la transición democrática.

En cualquier caso, una vez aprobadas las nuevas constituciones, las jóvenes democracias griega y española entraron en el periodo de normalización de los nuevos sistemas. Por lo tanto, consideramos necesario hacer la distinción entre los procesos de democratización, normalización y consolidación democrática. El primero trata del desarrollo de las instituciones estatales necesarias para la constitución de la democracia. El segundo incluye el periodo entre la democratización y la consolidación democrática y es la etapa en la que aparecen nuevos comportamientos políticos y sociales que hasta entonces no podían ser expresados. En Grecia, por ejemplo, la situación en la calle y la libre expresión de la izquierda fue tan intensa durante los primeros años de la Metapolitefsi que, para muchos, los escasos resultados electorales fueron difíciles de explicar[41]. Es más, durante estas etapas fueron introducidas importantes reformas institucionales de carácter social como, por ejemplo, los cambios en el derecho de familia. Pero se trata sobre todo de un periodo en el que se adoptan nuevas formas de expresión y de comunicación, cambios que, vistos desde su ámbito social, tuvieron un enorme impacto para las democratizaciones. Por último, la consolidación democrática se refiere sobre todo al cambio de poder pacífico que, en nuestros casos de estudio, los politólogos encuentran en 1981 y 1982, cuando los partidos socialistas formaron los primeros Gobiernos no conservadores.

De todos modos, una vez aprobadas las nuevas constituciones y debido a la necesidad de normalizar y consolidar la democracia, los partidos políticos tenían que comenzar la competición para las próximas elecciones generales. Pero debemos tener en cuenta que los sistemas políticos que aparecieron tras las primeras elecciones democráticas no eran sistemas consolidados. Sería imposible, por ejemplo, la repetición del 55 % que asumió la ND en noviembre de 1974 en las elecciones generales que, como tarde, se iban a celebrar en otoño de 1978. Pero el antagonismo partidario no existía solamente entre el partido gubernamental y la oposición, sino que los partidos políticos de afiliación ideológica cercana o parecida también tuvieron que competir para consolidarse. Buen ejemplo, tanto en España como en Grecia, son los partidos socialistas, que durante los años anteriores a su triunfo electoral compitieron con los partidos izquierdistas y centristas para establecerse como los partidos dominantes en su espacio ideológico.

Sobre los partidos socialistas y la izquierda, comunista o no, el discurso más radical que habían adoptado el PASOK y el PSOE a mediados de los años setenta servía para ganarse los votos de la izquierda radical. Pero una vez logrado este objetivo, una vez que los socialistas fueron segunda fuerza y se establecieron como la oposición principal, y además con una diferencia notable respecto a los votos que asumían los demás partidos izquierdistas, el voto centrista era necesario para seguir ampliando su base electoral y ganar las elecciones. No es de extrañar que ambos partidos quisieran moderar su discurso político desde 1977, con el claro objetivo de moverse hacia el centro. Es decir, los partidos políticos moderarían su discurso para ampliar su base electoral[42].

Queda claro que el centrismo y el discurso moderado atrajeron entonces otros actores políticos que aspiraban conquistar el poder a través de un discurso relativamente moderado. Buenos ejemplos son el abandono de la definición marxista en los estatutos del PSOE en 1979 y la moderación del PASOK después de 1977 y, especialmente, en el último periodo antes de las elecciones de 1981. De todos modos, este comportamiento es otro elemento del centrismo como estrategia política y no significa necesariamente la colaboración con las políticas gubernamentales. Pero la necesidad de moverse hacia el centro como requisito previo para ganar las elecciones muestra los cambios que se habían producido en la sociedad griega y española. Es decir, el comportamiento del propio electorado condujo tanto a los conservadores como a los socialistas a adoptar posturas moderadas.

En este sentido, las segundas elecciones celebradas en 1977 en Grecia y en 1979 en España fueron clave para la moderación de los partidos socialistas. Mientras que el PSOE pudo establecerse como la segunda fuerza política en las segundas elecciones democráticas y primeras bajo la nueva Constitución, los líderes del partido comenzaron la transición hacia un discurso moderado y cercano a la socialdemocracia europea, con la vista puesta en las siguientes las elecciones generales, en las que la victoria era el objetivo principal[43]. El PASOK también comenzó a suavizar su discurso después de las elecciones de 1977, que le dieron el segundo lugar, pero no abandonó el radicalismo en su totalidad. En cualquier caso, el líder del partido aseguraba a sus interlocutores europeos que su partido no cambiaría la orientación exterior del país, a pesar de sus declaraciones públicas sobre la necesidad de salir de la CEE y la OTAN[44].

Los partidos gubernamentales experimentaron cambios importantes durante la segunda legislatura de la democracia. En Grecia, Constantino Karamanlís pasó a ocupar la presidencia de la República a partir de la primavera de 1980, cuando se había asegurado la entrada de Grecia en la CEE, que había sido el objetivo principal de su política exterior. Le sucedió Georgios Rallis, hasta entonces ministro de Relaciones Exteriores y político conservador moderado. La UCD, a pesar de haber ganado las elecciones de 1979, entró en una grave crisis interna a partir de 1979 y a comienzos de 1982 Adolfo Suárez presentó su dimisión y fue sucedido por Leopoldo Calvo-Sotelo. Ambos partidos perdieron a sus líderes carismáticos, cuya presencia era importante para presentarse a las elecciones con posibilidad de ganarlas y para mantener la unidad del partido. Pero el futuro de estos partidos, que habían desarrollado un discurso moderado desde los comienzos de las transiciones, resultó muy distinto.

Mientas que la UCD casi desapareció en las elecciones de 1982, hecho sorprendente para un partido gubernamental, la ND, aunque perdió las elecciones de 1981, se estableció como la oposición principal y volvió a gobernar en 1990-‍1993 y entre 2004 y 2009[45]. Además, el partido conservador griego fue el único componente del bipartidismo establecido tras las elecciones de 1977 que sobrevivió a la crisis del sistema de partidos de 2012-‍2019, volviendo a ganar las elecciones en este último año. Aunque no es objetivo del presente trabajo analizar las razones de la desaparición de la UCD, cabe mencionar que mientras que este partido era una coalición de personas y partidos mayoritariamente moderados conservadores que quisieron —por distintas razones— distanciarse de la herencia franquista, así como del proyecto de Manuel Fraga, la ND reclamó el mismo espacio político que ocupaba la ERE, ampliando su influencia hacia el centro después de 1974. Es decir, mientras que la UCD carecía de un programa ideológico concreto, la ND era un partido con raíces ideológicas profundas, reclamando parte de la herencia liberal del siglo xx después de 1974[46].

La ND tuvo que competir sobre todo con el PASOK, ya que no existía una amenaza seria a la derecha del espacio político a pesar de que un partido extremista y monárquico había logrado entrar en el Parlamento en 1977. Pero la UCD tuvo que hacer frente al incremento de la influencia del PSOE, la pérdida de su líder carismático que había fundado un partido nuevo, la presión de la AP y la crisis interna. Estas amenazas eran suficientes para provocar la disminución electoral de un partido que no tenía un programa ideológico que fuera más allá del centrismo como instrumento de moderación entre los conservadores y los socialistas. De manera que no solo el PSOE asumió parte del electorado centrista, sino que AP también pudo aprovecharse de los votos centristas y del personal político que hasta entonces participaba al proyecto de la UCD[47].

De todos modos, las elecciones de 1981 en Grecia y de 1982 en España marcaron un cambio político significativo para ambos países. La victoria de los partidos socialistas con el 48 % y un año de diferencia puso fin a una larga etapa de Gobiernos conservadores. Sin embargo, mientras que la UCD desapareció, la ND eligió un nuevo líder, el político de la vieja guardia Evangelos Averoff, que para hacer frente a la influencia social del PASOK utilizó un discurso político parecido al de la época de la guerra civil y de la posguerra[48]. En cualquier caso, su sucesor a la presidencia del partido, Constantino Mitsotakis, que procedía del centro liberal de los años sesenta, giró hacia la ideología neoliberal y logró la mayoría absoluta en las elecciones de 1990.

Por un lado, observamos que el estigma ideológico de la ND resultó esencial para establecerse como uno de los dos pilares del bipartidismo griego, siendo sus corrientes internas, desde la derecha liberal hasta las voces extremistas, clave para el mantenimiento de una presencia electoral fuerte. Por el contrario, la utilización casi absoluta del centrismo y la moderación como referencia ideológica de la UCD no le permitieron sobrevivir una vez que las instituciones democráticas se consolidaron. El eslogan de los socialistas en las elecciones que les dieron la victoria, «por el cambio», junto a la moderación de su discurso, sobre todo del PASOK, era un reflejo significativo de los deseos del electorado. Es decir, mientas que la ND y la UCD fueron clave para las democratizaciones, su programa político y su discurso no se hacían eco de las demandas sociales que ahora iban más allá de la democratización de las instituciones.

Por otro lado, las peculiaridades de cada caso también son útiles para comprender el futuro distinto de cada partido. El partido conservador griego, una vez concluida la transición institucional, no tenia, en comparación con la UCD, que manejar cuestiones que fueran excesivamente polémicas. Por ejemplo, la institucionalización del Estado de las autonomías se llevó a cabo después de la aprobación de la nueva Constitución y se trataba de un asunto muy complicado a nivel social, político y económico. Además, el impacto del terrorismo de ETA no era nada comparable a la actividad de grupos terroristas en Grecia durante el mismo periodo.

Más bien, de manera contraria a la ND, la UCD nació como una coalición electoral de socialdemócratas hasta liberares y democristianos, siendo su heterogeneidad un reto difícil de controlar, especialmente una vez acabado el periodo del consenso después de las elecciones de 1979. Además, fue precisamente el periodo en el que aparecieron los problemas internos de la UCD cuando el Gobierno de Suárez tuvo que proceder a importantes decisiones institucionales y políticas, como la construcción de las comunidades autónomas. Los conservadores griegos no tuvieron que tratar problemas semejantes y, además, su líder carismático había ocupado la jefatura del Estado desde 1980. En otras palabras, mientas que la ND pudo establecer su hegemonía política en el nuevo sistema de partido por su capacidad de penetrar al espacio centrista, la UCD fue víctima de sus discrepancias internas y de la capacidad del PSOE y la AP a moverse hacia el centro[49].

V. CONCLUSIONES[Subir]

En el tercer aniversario del PASOK en 1977, un representante del PSOE dio un discurso en el que llegó a calificar a Adolfo Suárez como el «Karamanlís español». Sin embargo, no sería la primera y tampoco la última vez que se hicieran paralelismos con el caso griego en el discurso público español[50]. Pero sería una exageración comparar a los dos políticos que presidieron los Gobiernos que llevaron a cabo las democratizaciones. Es más, la comparación de Grecia y España nos permite entender mejor los procesos de cambio político a través de sus similitudes y diferencias. Ambos países, igual que Portugal, experimentaron grandes cambios sociales y económicos que hasta principios de los años setenta no se trasladaron a los respectivos sistemas políticos.

Además, cuando comenzaron los procesos democratizadores en Grecia y España la posibilidad de una revolución comunista no parecía real, por lo menos a ojos de los ciudadanos. Sin embargo, existía el miedo de un posible contagio de la situación revolucionaria de Portugal a España, pero nunca existió realmente la posibilidad de ruptura con el régimen franquista. Considerando también la necesidad de un sistema democrático para que fuera posible la asimilación de los sistemas políticos con las democracias europeas y su integración en la CEE, así como los cambios sociales a lo largo de los años cincuenta y sesenta, queda claro que existían varias razones que hacían deseable para distintos sectores políticos y sociales el establecimiento de un sistema democrático.

Para lograr este objetivo y encabezar el proceso de cambio político, la moderación pareció un instrumento útil para la ND de Constantino Karamanlís y la UCD de Adolfo Suárez. Como ha sido expuesto en este trabajo, el discurso moderado pudo, en los primeros momentos, funcionar como garantía frente a los que no deseaban cambios sustanciales en los sistemas que reemplazar. Posteriormente, el discurso moderado servía al menos a dos propósitos: el distanciamiento en el plano discursivo de la herencia conservadora inmediatamente anterior y la ampliación de sus apoyos sociales. Por tanto, la comparación de Grecia y España revela la dimensión política que tuvieron el centrismo y el discurso moderado para los gobiernos durante las transiciones democráticas.

En cualquier caso, la moderación del discurso como instrumento electoral pronto atrajo a otros actores políticos, presionando a los Gobiernos conservadores/centristas. Así, no es de extrañar que en ambos casos la nueva dicotomía del sistema político bipartidista fue la de centroizquierda y centroderecha. Por último, existe una diferencia muy importante entre la formación política de Constantino Karamanlís y la de Adolfo Suárez. Se trata de la existencia de unas corrientes ideológicas concretas que permitieron a la ND establecerse como el partido dominante en el espacio liberal/conservador, mientras que la UCD desapareció cuando el sistema democrático se hubo asentado. De manera que es importante considerar también el distinto origen de cada partido, así como las peculiaridades de cada caso para comprender el distinto lugar que aseguraron una vez concluida la democratización a nivel institucional.

NOTAS[Subir]

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[4]

Metapolitefsi significa «cambio instantáneo» y es el término que se utiliza tanto para la democratización de Grecia de 1974 a 1975, así como para el periodo que comenzó después de la Dictadura de los Coroneles. Existen distintas opiniones sobre el fin de este periodo y sigue siendo un tema abierto en el discurso público griego.

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[45]

Por razones de pragmatismo, utilizamos como límite cronológico el inicio de las crisis sociopolítica y económica que comenzó en 2009.

[46]

Sobre la UCD véase: Ortiz Heras (‍2013): 185-‍199.

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Sobre la UCD véase: Jonathan Hopkin (‍1999): 112-‍238.

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