RESUMEN
La colaboración entre el centroderecha de España y Portugal durante las transiciones a la democracia adquiere su significado completo en el marco de lo que se denomina corriente de retorno de las transiciones ibéricas: periodo en que la Transición española, convertida en un referente de cambio político para buena parte de la opinión pública occidental a partir de 1977, comenzó a influir en la compleja realidad portuguesa del momento, en pleno reflujo posrevolucionario. El éxito de la Unión de Centro Democrático y la labor de los gobiernos de Adolfo Suárez —que al alimón con la oposición consiguieron importantes logros en los ámbitos político, económico y social— se convirtió en un referente para un PSD luso en pleno proceso de reubicación ideológica y lucha por el poder. De esta manera, las sinergias establecidas con la UCD constituyeron el principal apoyo exterior de la coalición Aliança Democrática, que supuso la llegada de la derecha al Gobierno de Portugal por vez primera tras la vuelta de la democracia.
Palabras clave: Democratización; transición ibérica; partidos políticos; centroderecha; Portugal.
ABSTRACT
The collaboration between the center-right of Spain and Portugal during the transitions to democracy acquires its full meaning in the framework of what is called the «ebb flow» of the Iberian Transitions: a period in which the Spanish Transition, turned into a reference of political change for a part of western public opinión from 1977 onwards, when it began to influence the complex post-revolutionary Portuguese reality. The success of the Unión de Centro Democrático and the governments of Adolfo Suárez —which together with the opposition achieved important achievements in the political, economic and social spheres— became a benchmark for a Portuguese PSD, which was in a process of ideological relocation and fight for power. Therefore, the synergies established with the UCD constituted the main external support of the Aliança Democrática coalition, which led to the arrival of the right to the government of Portugal for the first time after the return of democracy.
Keywords: Democratization; Iberian Transition; political parties; center-right; Portugal.
En el ámbito de los estudios transnacionales sobre las democratizaciones ibéricas, aunque de forma paulatina vayan apareciendo trabajos que señalan la innegable interconexión peninsular desarrollada en el periodo —extensible a la etapa contemporánea e incluso cronologías anteriores—, el peso que todavía poseen las historiografías con una perspectiva exclusivamente nacional y la equivocada persistencia en presuponer que entre dos modelos opuestos de acceso a la democracia no caben grandes interacciones —con un Portugal inicialmente revolucionario y una España reformista— convierte en novedosa cualquier aproximación sobre las sinergias y convergencias de determinados actores peninsulares del momento, como es el caso del Partido Social Democrata portugués (PSD) y la Unión de Centro Democrático española (UCD).
Principales representantes del centroderecha de sus respectivos países durante las transiciones, más allá de sus numerosas concomitancias —como el hecho de que no contaran con el posicionamiento ideológico propio de los partidos democristianos europeos— y sus reconocidas diferencias —la UCD surgió como un partido ligado al poder, al contrario que el PSD—, que entre ambos tuviera lugar de manera verificable una importante interacción entre 1977 y 1982, confirmando de paso la existencia de la denominada corriente de retorno y constituyendo de hecho uno de sus principales exponentes, los hace merecedores de un estudio detallado que profundice en la caracterización de dicha relación, la cual ha sido prácticamente ignorada por la producción historiográfica[2].
Tras la inicial influencia de la revolución portuguesa en la encrucijada en la que se encontraba nuestro país —la denominada «corriente de ida»—[3], con la inminente muerte de Franco y la ausencia de un proyecto claro de futuro entre la apuesta rupturista de la mayoría de la oposición y las vacilaciones entre distintos tipos de reforma por parte del régimen, y entre estas y el inmovilismo del búnker, la corriente de retorno —marco contextual de nuestro objeto de estudio— fue la influencia posterior que, con un flujo geográfico inverso, comenzó a ejercer la Transición española en nuestro vecino ibérico a partir de 1977-1978[4]. El sorprendente y casi inesperado éxito de la misma, generado en un sistema político más asimilable a patrones europeos occidentales, fue ampliamente valorado tanto por los poderes internacionales como por importantes sectores de la sociedad portuguesa, que en pleno reflujo posrevolucionario pretendieron corregir los excesos de la etapa precedente para ir adaptándose a los patrones de la CEE, en un contexto aun influido por la dialéctica de bloques propia de la Guerra Fría, a pesar de la distensión alcanzada tras la Conferencia de Helsinki.
En esa convergencia europea desde sus diferenciados orígenes es donde se entiende plenamente tanto la experiencia de la corriente de retorno de las transiciones ibéricas como la influencia y colaboración desarrollada entre el PSD y la UCD, sobre todo en lo que respecta a la aparición de Aliança Democrática (AD), coalición creada entre el PSD, el Centro Democrático Social (CDS) y el minoritario Partido Popular Monárquico (PPM) en 1979, donde el partido español fue en todo momento el referente y principal soporte exterior. Sobre esta cuestión trataremos de arrojar luz, en esta ocasión desde la perspectiva del lado portugués, afectado de manera específica por el referido contexto de la corriente de retorno, valiéndonos para ello de las distintas publicaciones oficiales del partido como Povo Livre, periódico de los socialdemócratas, y Pelo Socialismo, órgano de las juventudes del PSD.
Aunque la prensa oficial constituya una fuente de indudable interés para determinar qué aspectos le interesaba transmitir públicamente a la organización —y cuáles omitió—, permitiendo documentar de igual manera diversos hechos que se recogen en sus páginas, la ausencia de un archivo propio del actualmente segundo partido en número de votos y escaños de Portugal, dificulta la indagación a través de documentación interna, algo que facilitaría responder algunos interrogantes que aún hoy se ciernen al respecto y sobre los que tan solo podremos apuntar algunas hipótesis en estas páginas.
A pesar de que la aleccionadora experiencia previa en Portugal supuso una importante enseñanza para los grupos del espectro conservador o de centroderecha en España[5], en el sentido de preparar su organización e implantación de cara a futuros cambios y así evitar una posición subalterna frente a unas organizaciones de izquierda más bregadas en la lucha opositora y con conexiones en el poderoso movimiento sindical, ni los democristianos antifranquistas del llamado Equipo, que fracasaron estrepitosamente al no conseguir un solo diputado en las elecciones de junio de 1977 —a pesar del apoyo y asesoramiento que recibieron de la CDU alemana[6]—, ni los modestos resultados de la federación de siete asociaciones políticas de distintas familias del régimen que formaron Alianza Popular, que recibió igualmente el padrinazgo de la Fundación Hans Saidel de los socialcristianos bávaros de la CSU, consiguieron hegemonizar bajo sus siglas al electorado de centroderecha español, algo que sin embargo sí logró la UCD, por más que su nacimiento fuera apenas unas semanas antes de los comicios y no dispusiera en un primer momento de soporte internacional comprable a los anteriores[7].
La fórmula ganadora resultó ser una variopinta coalición de pequeños partidos o grupos liberales, democristianos y socialdemócratas, en donde el protagonismo recayó casi por completo en la figura de Suárez. Los antecedentes de la misma se sitúan en la gestación de una organización centrista que incluyó al Partido Popular de José María de Areilza y Pío Cabanillas, al grupo Tácito —reformistas de la zona intermedia entre el régimen y la oposición—, a antiguos miembros de FEDISA, fundada también por Cabanillas, además de distintos grupos regionales. Surgió así una coalición que se llamó Centro Democrático[8], cuya endeble estructura y ausencia de bases llevó a una concentración de recursos en torno al Gobierno para poder suplir dicha debilidad —gracias a la maquinaria del Ministerio de la Gobernación o de RTVE—, permitiendo que los problemas de coordinación fueran resueltos por la imposición del líder en torno a la figura del presidente, de creciente popularidad tras el éxito de la Ley para la Reforma Política, pero necesitado de un vehículo partidista en el que apoyarse en el futuro Parlamento electo[9], aunque eso supusiera una incuestionable ventaja respecto al resto de siglas concurrentes, algo que se potenció con una ley electoral favorecedora.
A diferencia de la estrecha colaboración del SPD alemán con el PSOE, la CDU y el FDP renunciaron a la idea de que la UCD se modelara a su imagen y semejanza tras las primeras elecciones, evitando así dañar los frágiles equilibrios de una organización improvisada e ideológicamente ambigua que todavía se encontraba en construcción, como señala Antonio Muñoz[10]. Sin embargo, y contra todo pronóstico, de cara a las elecciones de marzo de 1979 la UCD ya había superado dichos hándicaps, presentándose como un partido estructurado y con liderazgo. En apenas año y medio consiguió diluir los partidos fundadores en una organización unificada y sólida con presencia en todo el territorio nacional, articulando un discurso centrista con capacidad de atracción y revalidando, de hecho, su victoria electoral en aquellos comicios.
En el lado portugués, el especial contexto rupturista desarrollado durante el denominado Processo Revolucionário em Curso (PREC), que tuvo lugar entre el 25 de abril de 1974 y noviembre de 1975, hegemonizado por el MFA y el Partido Comunista Português (PCP), forzó a los elementos sobrevivientes de la derecha a adaptarse a las exigencias de la coyuntura interna, ya que no solo los sectores próximos al régimen depuesto fueron excluidos, sino también aquellos aperturistas que apostaron por el cambio pero que se opusieron al nuevo escenario político. Esto hizo que las organizaciones partidarias que surgieron para representar al espacio conservador o centrista, el CDS y el Partido Popular Democrático —luego renombrado Partido Social Democrata—, se tuvieran que afirmar inicialmente como de centro o incluso socialdemócratas, valiéndose de una retórica progresista no marxista (en el caso del PPD/PSD) con tal de reforzar sus credenciales antifascistas y como prueba de un compromiso democrático que se ponía en duda[11]. Esta realidad específica explicaría la excentricidad ideológica del PPD/PSD, quien al buscar un posicionamiento moderado en un contexto de deriva revolucionaria acabó ocupando el espacio socialdemócrata[12], que por entonces el Partido Socialista (PS) no ocupaba aún, ante la identificación que se hizo durante el PREC entre fascismo y capitalismo, que movió todo el sistema de partidos luso hacia la izquierda[13].
En la génesis del PPD/PSD, creado en mayo de 1974, tuvo mucho peso la llamada ala liberal, que participó en la frustrada experiencia aperturista de Marcelo Caetano con las elecciones a la Asamblea Nacional de 1969. Diputados que abandonaron finalmente el parlamento en 1973 tras comprobar la incapacidad del Estado Novo para realizar reformas democratizadoras. Entre ellos estuvieron Francisco Sá Carneiro[14], Joaquim Magalhães Mota o Francisco Pinto Balsemão, compartiendo una experiencia política común que les sirvió como entrenamiento para la fundación de lo que sería el Partido Popular Democrático[15].
Otros grupos de oposición moderada, articulados a través de las leyes asociativas del régimen que contribuirían igualmente a la formación del partido, fueron diversos participantes del SEDAS —organización semilegal de estudios que también nutrió las filas del PS—, representantes del movimiento cooperativo cultural, asociaciones de trabajadores católicos, así como grupos de estudiantes universitarios[16].
Sin embargo, tras la caída del Estado Novo, de la misma forma que el resto de partidos —a excepción del PCP como organización opositora hegemónica durante el salazarismo—, el PPD/PSD tuvo que desarrollar su estructura casi de la nada, algo que en parte estuvo detrás de la ventaja competitiva de la que disfrutaron los comunistas durante el PREC, motivando la necesidad de encontrar un padrinazgo internacional que ayudara a suplir dichas carencias con apoyo financiero y como legitimización interna[17]. Padrinazgo que tanto el PS como el CDS encontraron —y disfrutaron— de la mano de los socialdemócratas y los democristianos alemanes occidentales, pero no así el PPD/PSD, más allá de su reiterada solicitud de adhesión a la Internacional Socialista —petición que nunca llegó a ser aceptada— teniendo en cuenta el trabajo que venían realizando con el PS. Así las cosas, como señala Frain, el hecho de que el partido en sus comienzos acabara siendo viable como organización política sin conexiones formales con fondos internacionales hizo de él un caso único[18].
Ante esa ausencia y las comentadas debilidades iniciales, el PPD/PSD se encomendó, de manera semejante a como ocurrió con la UCD, al liderazgo carismático de Sá Carneiro como forma de conglomerar la gran diversidad de sus miembros y votantes, así como suplir en cierto modo la indefinición de su programa —con la diferencia de no detentar el poder en aquel momento—. Algo que pudo estar detrás —junto a otros elementos propiciatorios como su excelente penetración en el norte conservador— del buen resultado en las elecciones de abril de 1975, al quedar como segunda fuerza más votada por detrás del PS de Mário Soares, pero muy por delante del PCP de Álvaro Cunhal o de la otra opción más identificada con el centroderecha, el CDS encabezado por Freitas do Amaral.
Por tanto, el análisis concreto del PPD/PSD revela un partido que sociológicamente nació en el centroderecha, pero que rápidamente se movió hacia el centroizquierda por las mencionadas exigencias del momento, regresando paulatinamente hacia el que era su posicionamiento natural durante el periodo posrevolucionario que nos ocupa, en un contexto de competición electoral y lucha por el poder. Adaptación no exenta de complicaciones ante las distintas sensibilidades internas; algo que también experimentó en buena medida el PS, coincidiendo en el tiempo con la corriente de retorno y la exitosa experiencia de la centrista UCD en el Gobierno español, que de manera casi inevitable ejercería una poderosa influencia en el proceso.
Antes incluso de la aparición de la coalición UCD, ya existieron contactos entre organizaciones del mismo ámbito ideológico de ambos países, como los mantenidos por miembros del Equipo democristiano con representantes del CDS, o la visita a Lisboa de Dionisio Ridruejo —líder de la Unión Social Demócrata (USDE) — muy poco después de la fundación del PPD. Pero el punto culminante sería sin duda la estrecha relación desarrollada entre la Federación Social Demócrata, liderada por Francisco Fernández Ordóñez, y el PPD/PSD, cuyas ejecutivas se reunieron en enero de 1977 en Madrid, apenas unas semanas después de la aprobación de la Ley para la Reforma Política[19].
En el comunicado que se publicó sobre la misma, tras resaltar la existencia de una gran comunidad de intereses entre España y Portugal, acordaron poner en práctica un programa genérico de apoyo mutuo «para la institucionalización, estabilización y garantía de la democracia en los dos países», planteando actuaciones concretas de asistencia recíproca mediante reuniones periódicas[20]. De hecho, en aquel momento se llegó a constituir lo que se denominó Associação Social Democrática Ibérica, con el objetivo de incrementar la actividad de la socialdemocracia en la península (entendida como la corriente centrista que no se declaraba marxista, a diferencia del PSOE y PS), y proyectando ampliar esta alianza a otros países de Europa y América Latina.
Esta iniciativa hacía evidente la necesidad de solventar la orfandad internacional del principal partido de la oposición en Portugal, mientras los socialdemócratas españoles adquirían una relevancia de la que no disponían en el ámbito partidista interno. Aunque en todo momento se especificó que la referida asociación ibérica no buscaba competir con una Internacional Socialista a la que el PPD/PSD seguía aspirando a acceder, por más que fuera evidente la imposibilidad de ese propósito.
Estas relaciones a tan alto nivel resultaban llamativas cuanto menos —de ahí la polémica suscitada en Portugal—, puesto que entonces el PPD/PSD constituía la segunda fuerza en el Parlamento luso, mientras la federación de Fernández Ordoñez era una mera agrupación que acabaría por ser una más de las dieciséis pequeñas formaciones que convergerían en la candidatura liderada por Adolfo Suárez para las elecciones de junio de 1977[21]. Pero lo cierto es que este trabajo previo entre la rama socialdemócrata y el PPD/PSD tuvo continuidad[22], sentando las bases de la estrecha relación que en adelante desarrollarían ambas organizaciones.
Por más que la Transición española estuviera dando sus primeros pasos —se desconocía, por tanto, si finalmente tendría éxito—, en aquel entonces ya se vislumbraba que para el centroderecha luso en general, y para el PPD/PSD en particular, la línea reformista que se comenzaba a practicar en nuestro país resultaba más atractiva que la revolucionaria[23]. De hecho, lo que ocurría al otro lado de la raya ibérica se asemejaba extremadamente al objetivo que varios de los líderes del PPD/PSD se marcaron cuando participaron de la frustrada apertura de Marcelo Caetano, por lo que desde el comienzo fue perceptible su consideración positiva sobre la situación en España[24]. Así las cosas, tras el inicio efectivo del proceso democratizador, el buen resultado electoral de la UCD en las primeras elecciones —que fue celebrado como muestra de «la viabilidad de la social democracia en la península ibérica»[25]— y los primeros compases de la legislatura constituyente fundamentarían la articulación del ejemplo español como un referente, eje conductor de lo que sería la corriente de retorno en este sector de la sociedad lusa.
Sin embargo, a finales de 1977 el PPD/PSD sufrió otra de sus crisis internas, la cual, aunque no llegó a los extremos de la que tuvo lugar en diciembre de 1975 entre el sector progresista y el conservador liderado por Sá Carneiro —fue entonces cuando el PPD/PSD comenzaría a transitar hacia la derecha—, dio lugar a la dimisión y salida de la dirección del propio Sá Carneiro, motivando que el partido se replegara un tanto hacia dentro, a tenor de la ausencia de informaciones sobre España y la UCD en las publicaciones oficiales de la organización.
En un contexto de lucha política por el poder tras la finalización del PREC y el comienzo del periodo constitucional —cuyo texto fue aprobado en abril de 1976—, los desacuerdos internos entre las élites del partido, que divergían sobre la línea ideológica que seguir y las posibles alianzas parlamentarias en un escenario inestable sin mayorías, motivarían el enfrentamiento y la falta de coherencia en las estrategias de actuación[26]. La propuesta de Sá Carneiro acabaría siendo la de permanecer en la oposición contra el PS y el presidente de la República Ramalho Eanes —a cuyo creciente intervencionismo político se opuso—, con la confianza de que al agravarse la pésima situación económica las posibilidades de alcanzar el poder a corto plazo aumentarían[27].
En esta estrategia de polarización también se enmarcaría la creciente crítica hacia la Constitución como explicación del marasmo reinante en Portugal y su intención de reformarla mediante referéndum[28]. Cuestionamiento del statu quo heredero de la revolución en donde el ejemplo español terminaría siendo conceptualizado como referente alternativo dentro del propósito general de construir un nuevo sistema económico y social para el país. Por tal motivo, aunque esta corriente de opinión no fue adoptada por el partido en un primer momento, tras el éxito de Sá Carneiro en el VI Congreso del PSD de julio de 1978 y su regreso consecuente a la dirección, las relaciones con la UCD acabaron por retomarse con un nuevo impulso.
Fue en este nuevo escenario donde se enmarca la asistencia de una nutrida delegación del PSD al I Congreso Nacional de la UCD, realizado en Madrid en octubre de 1978. De hecho, Sá Carneiro llegó a pronunciar un discurso en la sesión inaugural, en la que además de señalar que su partido y la UCD estaban «unidos en lo esencial, en los principios básicos de la democracia […]», contando con «una misma concepción del mundo moderno», resaltó además que el papel de los partidos reformistas y progresistas era fundamental para alcanzar una sociedad avanzada «que acepte la socialización pero rechace la colectivización», en clara oposición al marxismo[29].
De la misma forma, no ahorró elogios a la labor de Suárez y su Gobierno, así como a la figura del rey Juan Carlos, agradeciendo la prioridad otorgada en el programa internacional de la UCD a las relaciones con Portugal. Elogios compartidos por Povo Livre, el órgano oficial del PSD, al señalar que la «evolución reformista de España» constituyó una «verdadera lección al mundo en la construcción de una verdadera democracia, y en la aprobación de una Constitución por consenso […], sin rupturas indeseables, sin caos económico, sin revanchismo vengativo». Destacando, además, el importante papel que tendrían los socialdemócratas españoles en la recién unificada coalición[30].
A esta altura ya resultaba evidente la conceptualización extremadamente positiva de la democratización española por parte de una publicación que, no por casualidad, escogió a Juan Carlos I como una de las «personalidades internacionales» de 1978, junto al recién elegido Papa Juan Pablo II. Al mismo tiempo consideraba que tras la reciente aprobación de la Constitución mediante referéndum quedaba consagrada la democracia, «evitando los enormes costes económicos y sociales de una destructora revolución»[31].
Además, la potenciación de relaciones no se circunscribió a las ejecutivas, sino que también afectó a sus respectivas organizaciones juveniles, como se pudo comprobar con la participación de la Juventude Social Democrata (JSD) en I Congreso de las Juventudes de UCD (JUCD), celebrado en enero de 1979 en Madrid, en donde se produjo un intercambio de experiencias aprovechando la que disponía la JSD en los ámbitos socioprofesional estudiantil y laboral, planteándose incluso una cumbre conjunta.
Este ambiente de amistad y cooperación fue propicio para la participación de socialdemócratas portugueses en la campaña de la UCD para las elecciones generales de marzo de 1979, con la asistencia de António Lacerda —miembro de la directiva de la JSD— a un mitin de la JUCD en Barcelona, en el que además intervino, así como en sesiones electorales de la UCD y distintos seminarios.
El renovado éxito de la candidatura liderada por Suárez en dichos comicios fue ampliamente celebrado por el PSD. En un editorial de Povo Livre se afirma que el electorado español optó por una «sociedad abierta, creativa y progresiva, semejante a lo que el PSD defiende», consagrando «el acierto de la línea de centro-izquierda salida del I Congreso de la UCD»[32]. También fue destacado el hecho de que Suárez se quedara a tan sólo nueve diputados de la mayoría absoluta, escenario muy apetecible en un Portugal ingobernable, teniendo en cuenta además las aspiraciones electorales de Sá Carneiro.
De hecho, en el referido editorial no faltan los análisis comparativos ibéricos propios de la corriente de retorno, como la mención a que la construcción reformista de la democracia evitó a España «los enormes costes sociales, económicos y culturales de una revolución a la portuguesa», o que, «al contrario de lo que se verificó en Portugal, la UCD promovió la elaboración de una Constitución por consenso», dentro del sobrevenido criticismo de los socialdemócratas al respecto. Señalaba también la diferencia entre la «capacidad y clarividencia política» del rey Juan Carlos como jefe de Estado, en contraposición a los tres presidentes portugueses que habían ocupado el cargo hasta el momento, así como «la estabilidad gobernativa» que suponía contar con dos Gobiernos en tres años del lado español, frente los diez en cuatro años del lado portugués.
Ante tal análisis, no resultaba extraño que se apelara a aprender de la «lección española» y aprovechar las elecciones previstas en 1980 y las posibilidades de reforma constitucional que en ese momento se abrían paso para «construir una sociedad y una economía de tipo europeo occidental», en la que el PSD se comprometía a ofrecer a los portugueses «una opción similar a la que hicieron los españoles»[33].
Dentro de las opciones que el partido barajó de cara al ciclo electoral que se avecinaba[34], acabó imponiéndose la estrategia de establecer una alianza electoral con el CDS y otras organizaciones minoritarias en oposición al PS y, por supuesto, al PCP. La intención de bipolarizar el cuadro partidario luso no consistía solamente en aumentar la separación entre el PSD y el PS, empujando a los socialistas hacia la órbita de los comunistas y haciendo imposible cualquier alianza entre los dos partidos centrales tras tantas especulaciones al respecto[35], sino que también pretendía forzar a los diferentes sectores ideológicos del PS, que igualmente disponía de complejos equilibrios internos entre el sector izquierdista y el moderado, a que escogieran su lugar en el nuevo escenario y definieran claramente su programa político-económico, algo que los colocaba en un brete[36]. Sin olvidar que, por momentos, el presidente Eanes y su intervencionismo fue considerado un rival a batir aún mayor que los socialistas, favoreciéndose aproximaciones coyunturales entre Sá Carneiro y Soares[37].
Aunque Frain considera que la iniciativa de crear una coalición electoral entre el PSD y el CDS se produjo en abril de 1979, tras el rechazo del PS de aunar fuerzas contra Eanes a través de una alianza con los socialdemócratas, lo cierto es que en noviembre de 1978 Sá Carneiro ya hablaba de construir un bloque político y social de «partidos, asociaciones e individualidades con un mismo proyecto», considerando «superada» la anterior «Convergencia», que era la iniciativa que implicaba teóricamente el concurso del PS. Propuesta de un nuevo «bloque» que partió de la dirección del PSD y que ya en aquel entonces recabó el apoyo del minoritario Partido Popular Monárquico[38], pequeña organización que sería uno de los formantes de la futura Aliança Democrática (AD).
Esta explicación estaría más en concordancia con el viaje que el sector afín a Sá Carneiro venía emprendiendo para reubicar al PSD en el espacio del centroderecha, lo que provocó, para más inri, la salida del sector opositor en marzo de 1979, contrario como era a la actuación de la dirección, a la que acusaba de alejarse de la línea socialdemócrata[39]. Esta nueva crisis en el fondo vino a facilitar una mayor cohesión interna del PSD, presto a formalizar el nuevo proyecto una vez desaparecidas las distintas resistencias. Proyecto que, inevitablemente, se tenía que mirar en el ejemplo de sus aliados de la UCD como coalición que era entre corrientes socialdemócratas, democristianas y liberales, además del innegable éxito de la misma[40].
Daba así comienzo el proceso que desembocaría en la formación de Aliança Democrática (AD), coalición en la que no solo participaron el PSD y el CDS como socios mayoritarios, sino que también contó con el concurso del mencionado Partido Popular Monárquico y una escisión conservadora del PS, llamada Manifesto Reformador, además del decidido apoyo de la patronal CIP y otros colectivos similares —como los empresarios afectados por las nacionalizaciones del PREC—[41].
Durante las negociaciones que se desarrollaron a tal efecto, la decisión entre presentar listas separadas o conjuntas resultó compleja. Según señala el historiador Freire Antunes[42], fue gracias a la intermediación de Victor Cunha Rego —embajador portugués en Madrid—, quien «convertido en la eminencia gris de la derecha», no solo intermedió entre la UCD y los partidos lusos, sino que persuadió tanto a Freitas do Amaral como a Sá Carneiro a «imitar a la UCD» y hacer listas conjuntas, siendo de hecho la condición impuesta para «conseguir financiación de los españoles»[43].
Así, en el acuerdo alcanzado quedó planificado un programa de gobierno común en el que se comprometían con la consecución de un poder político estable capaz de afrontar la crisis económica, rechazaban explícitamente al modelo «colectivista» y apostaban por el referéndum para la reforma constitucional, así como adoptaban el compromiso de presentar un candidato común a la Presidencia de la República alternativo a Eanes.
A pesar de las diferencias que este proyecto suponía con respecto a la UCD, la alargada sombra del ejemplo español acompañó desde el inicio a AD. De hecho, el propio Sá Carneiro, en la rueda de prensa tras el acuerdo que constituyó la coalición, tuvo que descartar la reiterada hipótesis de los periodistas de que representara el principio de una futura fusión, que se tornaría en «un traje portugués de la UCD»[44]. Pero lo cierto es que la suspicacia periodística estuvo fundada, más que por la posibilidad real de fusión entre partidos que contaban con una trayectoria independiente que vendría a dificultar ese propósito, por la evidencia de que la organización española constituía el gran referente del nuevo proyecto político. Tal es así, que apenas un día después de la presentación del acuerdo que dio lugar a AD, una nutrida delegación española encabezada por su secretario de Relaciones Internacionales, Javier Rupérez, visitó Lisboa para reunirse conjuntamente con PSD y CDS[45]. Y tan solo un mes después, los líderes de AD visitaron Madrid durante tres días, en los que se reunieron con Adolfo Suárez y el rey Juan Carlos, algo que fue recogido en portada de Povo Livre.
El apoyo brindado por otros actores internacionales, aunque se produjo, en todo caso fue de menor calado que la conexión española. La CDU alemana estuvo centrada en sus tradicionales aliados del CDS, con el viaje de Freitas do Amaral a la RFA a invitación de la Fundación Adenauer a comienzos de octubre de 1979[46]. Sá Carneiro también viajó a EE. UU. en aquel momento para reunirse con el secretario de Estado Cyrus Vance, pero por más que recibiera algún tipo de soporte de Washington, a la luz de lo reflejado en la prensa oficial del partido y la prensa diaria, ningún apoyo exterior llegó a ser comparable al desarrollado por la UCD, teniendo en cuenta el referido hándicap de la ausencia de documentación interna que permita profundizar en esta cuestión.
Una pregunta quizás relevante para categorizar este padrinazgo sería sí, más allá de la ayuda de tipo técnica y de constituir su referente ideológico y estratégico, se podría sumar el apoyo financiero ya mencionado por Freire Antunes, como por otra parte resultaba habitual en este tipo de colaboraciones internacionales y ocurría de hecho con las fundaciones alemanas. Ayuda que el Financial Times dio por segura[47], aunque para Freitas do Amaral tan solo se trató de «marketing electoral y elaboración e interpretación de sondeos»[48], mientras que Javier Rupérez, tras confirmar el auxilio «moral y técnico» de su partido, cuestiona que de haberse producido esa ayuda monetaria —cosa que le extrañaría—, no pasó por sus manos[49].
Lo cierto es que la presencia de personalidades de UCD en actos de AD durante la campaña para las elecciones legislativas de diciembre de 1979 fue abundante, participando no solo en grandes mítines como el de Oporto —al que asistieron Francisco Fernández Ordoñez, Íñigo Cavero o Ignacio Camuñas—, sino también en actos en pequeñas ciudades, como el que tuvo lugar en Bragança organizado por el CDS, en el que estuvo presente una delegación de la UCD encabezada por el diputado por Zamora Víctor Carrascal[50].
Como era de esperar, AD despertó las críticas del resto de partidos no solo por tratarse del definitivo encuadramiento del PSD en el centroderecha y sus posibilidades de victoria, sino porque el importante papel de la UCD en la coalición despertó los habituales recelos nacionalistas lusos hacia una intervención española, con el PCP hablando de una «inadmisible interferencia en los asuntos internos portugueses» tras la visita a Madrid de los líderes de AD[51], o la fuerte oposición mostrada por el PS, que les acusó de «ser una coalición de derechas conseguida en España»[52]. El propio Mário Soares lo calificaría como una «intromisión», algo que fue respondido por Javier Rupérez al recordarle su activa participación en la vida política española, como el apoyo al PSOE en la campaña electoral de 1979[53].
Si para AD resulta meridianamente claro lo que supuso esta conexión ibérica, en el caso de la UCD el padrinazgo ejercido se enmarcó en el propósito de entablar relaciones de cooperación con organizaciones homólogas extranjeras, especialmente de ámbito europeo y latinoamericano, por más que la compleja adscripción ideológica de la coalición dificultaba dicho propósito. Sin embargo, la indefinición por la que optó Adolfo Suárez hasta enero de 1981 —cuando según Rupérez el presidente se decantó definitivamente por la Internacional Democristiana—, permitió no renunciar a ninguna de las posibles opciones, algo que explicaría su diversidad de contactos, tanto con los socialdemócratas del PSD como con los democristianos del CDS[54].
De esta manera, como señala Capilla, las relaciones internacionales de la UCD se plantearon desde una doble perspectiva: una europea centrada en tejer una red que ayudara a apuntalar el proyecto ucedista, y otra latinoamericana con el propósito de proyectar el éxito político de la Transición a los países hermanos al otro lado del Atlántico. En ese esquema, el caso portugués podría considerarse una mezcla de ambos objetivos, aunque con mayor peso del segundo, pues la actividad desarrollada con AD contaba con un innegable fundamento exportador de la experiencia española.
La estrecha relación UCD-AD continuó tras el éxito de la coalición lusa, que alcanzó la mayoría absoluta, con su consecuente llegada al Gobierno a comienzos de 1980. De ahí que el debate dentro del PSD sobre la posible conversión de AD en un partido al estilo UCD siguiera presente y aún se viera reforzada con toda lógica, con posiciones favorables al respecto y otras claramente opuestas[55]. Sin embargo, tanto la crisis en la que el partido de Suárez se iría adentrando a partir de 1979, como la muerte del primer ministro Sá Carneiro a finales de 1980, en un accidente aéreo a las afueras de Lisboa, acabaron por frustrar ambos proyectos políticos cuando apenas se encontraban en la cúspide de su éxito.
Tras las elecciones de marzo de 1979, pese a que Adolfo Suárez y su partido revalidaron la victoria electoral, y en consecuencia podían disponer de unas inmejorables perspectivas de futuro, se produjo un cambio de tercio que acabó por introducir a la UCD en un periodo de crisis, extensible a toda la situación política nacional, que sufrió un evidente deterioro. La creciente actividad terrorista y su reacción expresada en el ruido de sables, el aumento de las disputas partidarias y el fin del consenso —con la moción de censura de mayo de 1980 como exponente—, las consecuencias de la recesión económica, las disensiones sobre la ley del divorcio entre los sectores socialdemócrata y democristiano del partido, las diferencias sobre el proceso autonómico o la política internacional (con la cuestión de la OTAN sobre la mesa) constituyeron elementos propiciatorios de una crisis interna que no tardó en desencadenarse[56]. El liderazgo anteriormente indiscutido del presidente del Gobierno, al menos en apariencia (ya que también fue objeto de envidias y rivalidades), se fue agrietando tanto dentro como fuera, evidenciando las carencias de una organización en la que faltaba cohesión interna y homogeneidad[57] y en cuyas labores de construcción Suárez nunca se implicó del todo.
Sin embargo, su dimisión en enero de 1981, con unas relaciones con el rey Juan Carlos prácticamente rotas, no condujo a la tan deseada estabilización del país, que aún se enfrentó a la intentona golpista durante la votación de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo. Presidente que, sin el carisma y el ascendente interno de su antecesor, sería incapaz de frenar la ruptura de la UCD, a pesar de que el Gobierno que lideró entre febrero de 1981 y diciembre de 1982 consiguió reconducir la situación tras el 23F, alcanzando acuerdos socioeconómicos con patronal y sindicatos además de pactar con el PSOE la organización territorial del Estado, aún en construcción, con la aprobación de la LOAPA[58].
Pero como señalaría el propio presidente, la autodestrucción irreversible de la UCD hacía impensable una posible reelección en los siguientes comicios. La esperanza de que el frustrado golpe de Estado reforzase la unidad interna se demostró pronto una quimera, puesto que las divergencias entre Gobierno, grupo parlamentario y partido se potenciaron con debates como el mencionado sobre el divorcio, donde el sector socialdemócrata se apoyó en la izquierda en contra de su propia organización can tal de aprobar el proyecto, elaborado por Fernández Ordóñez como ministro de Justicia. Este sector acabaría abandonando la UCD en noviembre de 1981[59], algo que de manera inevitable tuvo repercusiones en el PSD, teniendo en cuenta que era la corriente socialdemócrata con la que poseían una relación más estrecha.
A pesar de las complejas circunstancias, la colaboración no se interrumpió con la crisis. Rupérez señala que las relaciones a nivel de partido permanecieron intactas, como muestra su visita a Lisboa en 1981 junto a Agustín Rodríguez Sahagún, presidente de la renqueante UCD entre abril y noviembre de aquel año. Aunque también se produjeran momentos de conflicto entre los aliados ibéricos, como la polémica sobre el comando unificado de la OTAN en la península[60] o las complicadas negociaciones para la adhesión de España a la CEE (en donde pesaba mucho la postura francesa), que indirectamente perjudicaban a Portugal[61].
Pero más allá de los inevitables intereses contrapuestos propios del ejercicio del poder, se produjo la referida continuidad, como evidenciaron los encuentros entre las organizaciones juveniles, desarrollados, eso sí, antes de producirse la salida definitiva del sector socialdemócrata, al que las juventudes del PSD mostraron abiertamente su apoyo tras romper con la UCD[62], por lo que podemos intuir una lógica afectación tras la descomposición definitiva del partido español[63]. Sin embargo, a nivel de Gobiernos, los contactos se mantuvieron incluso después de dicha salida, con la visita oficial del primer ministro Pinto Balsemão en enero de 1982, donde además de reunirse con su homólogo Calvo-Sotelo también lo haría con Fernández Ordóñez, líder de los socialdemócratas escindidos.
Sin embargo, AD tampoco pasaba por su mejor momento. La muerte de Sá Carneiro privó a la coalición de su líder natural, potenciando las disensiones internas tanto en el PSD como en AD al carecer de un liderazgo indiscutido, a lo que se sumó el fracaso de diversos objetivos que se habían marcado, como apear a Eanes de la presidencia de la República en las elecciones de diciembre de 1980 —en las que logró revalidar su mandato— o la aprobación de la reforma constitucional en 1982, que finalmente no cumplió con las expectativas al necesitar el concurso de unos socialistas que no apoyaron la revisión de los aspectos económicos de la carta magna.
Sumidos en la desconfianza y el desánimo, con un Pinto Balsemão que no compartía los propósitos de la alianza con el mismo convencimiento que su antecesor, los relativamente malos resultados de las elecciones municipales de diciembre de 1982 sirvieron como excusa para dinamitar el proyecto de AD, que terminó descomponiéndose de manera similar a como unos meses antes hizo la UCD lo hizo apenas unos meses antes.
La influencia de la Transición española en Portugal, por más que haya sido menos atendida que, por ejemplo, los efectos de la misma en América del Sur, constituye a todos los efectos el primer influjo exterior del proceso democratizador español. Su naturaleza reformista, y que quedara acotada con éxito en los márgenes euro-occidentales, la convirtieron en un modelo para todos aquellos sectores que rechazaban vías revolucionarias de cambio político-económico o querían evitar que la asunción de la democracia conllevara un cuestionamiento del statu quo geoestratégico en el que se encontraban.
Uno de esos sectores fue el centroderecha luso, más en concreto el PSD, el cual, en plena reubicación ideológica con la llegada del periodo posrevolucionario tras su desplazamiento inicial a posiciones progresistas, y ocupado en una estrategia de búsqueda del poder, encontró primero en el reducido grupo de los socialdemócratas españoles, y más tarde en la gobernante UCD, un aliado exterior con el que suplir su orfandad internacional, caso único entre los partidos portugueses. Colaboración transformada en padrinazgo cuando, resueltas las dudas internas sobre posicionamiento político, crearon Aliança Democrática, coalición inspirada directamente en el partido español, del que recibieron un importante apoyo en varios aspectos: ideológico, organizativo, electoral y, posiblemente, financiero. Experiencia con la que el centroderecha portugués consiguió llegar al poder por primera vez desde el regreso de la democracia.
Sin embargo, tanto AD como UCD terminaron desintegrándose de forma casi paralela cuando aún gobernaban, víctimas de graves problemas de cohesión ante su disparidad interna, y evidenciando así la complejidad de los procesos de consolidación de organizaciones políticas de reciente creación, en este caso de tipo de centroderecha en contextos postautoritarios conservadores, a pesar de la distinta forma en que las dictaduras ibéricas dieron paso a los sistemas democráticos que los sustituyeron.
Aun así, y quizás precisamente por esa diferencia, fue un PSD en solitario quien, después de haber concluido su tortuoso viaje ideológico, logró erigirse en la fuerza hegemónica del tablero político portugués de la mano de Aníbal Cavaco Silva a partir de 1985, tras el predominio vivido por la izquierda en los primeros compases de la democratización. Justo a la inversa que en España, encaminada hacia la larga gobernanza del PSOE de Felipe González, con una derecha obligada a refundarse antes de volver al poder en 1996.
[1] |
Este trabajo se ha desarrollado en el marco del proyecto «Construir democracias: actores y narrativas en los procesos de modernización y cambio político en la península ibérica (1959-2008)», Ref. PID2019-107169GB-I00, financiado por MCIN/AEI. |
[2] |
Las primeras investigaciones en ese sentido fueron publicadas en Sabater (2016a). |
[3] |
La historiografía, que ha tratado con más profundidad este periodo, ha definido esta corriente con dos tipos de influencia. Una primera positiva, que mutó a partir de septiembre de 1974 en una influencia mayormente negativa ante el deterioro de la situación en Portugal y la inestabilidad consecuente. La lección que aportó a nuestro país es que la democratización, además de efectiva (evitando seudorreformas superficiales), debía ser distinta a la portuguesa, como finalmente fue (Sánchez, 1995). |
[4] |
La «corriente de retorno» fue enunciada por vez primera en Lemus (2001) y desarrollada por Sabater (2016b). |
[5] |
El proceso revolucionario rupturista liderado por el Movimento das Forças Armadas (MFA) favoreció que la izquierda lusa ocupara una posición preponderante frente a una derecha que no encontró apenas espacio y fue a remolque de los acontecimientos. |
[6] |
A través de la Konrad Adenauer Siftung (Fundación Konrad Adenauer). |
[7] |
La Fundación Adenauer sí que apoyó al grupo de Fernando Álvarez de Miranda, que siguiendo el consejo de los alemanes salió del Equipo para sumarse a la UCD tras los estudios que pronosticaban su victoria. La CDU ofreció su apoyo a Suárez tras su éxito electoral, aunque Helmut Kohl mantuvo sus prejuicios sobre el pasado franquista del presidente (Urigüen, 2016): 228-314. El grupo liberal de Garrigues Walker e Ignacio Camuñas, apadrinado por la Fundación Friedrich Neumann del FDP alemán, también acabó integrándose en la UCD por consejo de sus socios (Muñoz, 2017): 222. |
[8] |
En torno a un programa con cinco líneas básicas: humanismo cristiano, pluralismo político, economía de mercado, repudio al marxismo y reconocimiento al hecho regional (Ortiz, 2003): 187. |
[9] |
Hopkin (2000): 56. |
[10] |
En el proceso de consolidación de UCD, el partido contó con el apoyo de la CDU, que asumió el papel de socio preferente en Europa, mientras los liberales del FDP dieron un paso atrás. La Fundación Konrad Adenauer realizó trabajos de formación, asesoramiento y apoyo logístico, respetando la pluralidad interna de un partido que no llegó a integrarse en la Internacional Democristiana. |
[11] |
Stock (1989): 439-452. |
[12] |
Como señala Frain, el PPD, en oposición a un contexto político radicalizado, «se presentó al país como una izquierda moderada», organización no marxista guiada «por los principios de la socialdemocracia» que, en consecuencia, no se oponía a la economía de mercado, a diferencia de las posturas «colectivistas» del resto de fuerzas políticas. De esta manera, la élite del nuevo partido buscó obtener los apoyos de los anticomunistas, de los demócratas y los reformistas portugueses (Frain, 1998): 34. |
[13] |
Como afirma Antonio Reis, el PREC llevó a una ausencia de alternativa fuera de un socialismo de tendencia colectivista. En ese marco, presentarse como centrista o incluso socialdemócrata te situaba directamente a la derecha del tablero (Reis, 1996): 392. |
[14] |
Sá Carneiro fue miembro de Acção Católica y abogó por el regreso del exilio del obispo de Oporto, Antonio Ferreira Gomes, ante sus críticas al régimen, y defendió como abogado a presos comunistas. Para Oliveira Salazar, lo que Acção Católica pretendía sobre la relación de los católicos con el régimen y la autonomía política de estos constituía una amenaza (Borges, 2016): 427-428. |
[15] |
La oposición que acabaron mostrado al Estado Novo les sirvió para esgrimir credenciales democráticas durante el PREC, a pesar de que desde posiciones izquierdistas se les acusó de colaboracionistas. De la misma forma, estos representantes del ala liberal también contaban con diferenciados matices ideológicos. Magalhães Mota o Pinto Balsemão se situaban a la izquierda de un Sá Carneiro más conservador. |
[16] |
Frain (1998): 28-30. |
[17] |
Aunque lo cierto es que en el caso de los partidos liberal-conservadores alemanes en Portugal contaron con mayores dificultades que en España para encontrar a sus interlocutores ante su menor grado de desarrollo organizativo previo (Urigüen, 2015): 174. |
[18] |
Frain (1998): 46-47, también señala que esa «independencia» fue utilizada por el PPD/PSD para publicitarse como «el partido político más portugués», aunque en realidad también recibiera alguna ayuda económica del SPD alemán, pero en cantidades no comparables a las que dispuso el PS. |
[19] |
La dirección del partido portugués también fue recibida por el presidente Suárez, así como por el rey Juan Carlos, recibimiento al más alto nivel que no estuvo exento de polémica en Portugal, con quejas del propio gobierno socialista de Mário Soares. |
[20] |
Oficio de la Embajada de Portugal en Madrid al Ministério dos Negócios Estrangeiros (14-01-1977), donde se recoge el comunicado conjunto del PSD y la FSD del 13-01-1977 (PEA 15 34/ESP, Arquivo do Ministério dos Negócios Estrangeiros). |
[21] |
Sabater (2019): 207-208. |
[22] |
Una delegación del PPD/PSD asistió al I Congreso de la Federación Social Demócrata española en abril de 1977. Así mismo, el complejo proceso de conformación de la coalición UCD tuvo un especial seguimiento interno, como demuestra el artículo en primera página que le dedicó el órgano de la Juventude Social-Democrata: «Sociais Democratas afastados da corrida eleitoral?», Pelo Socialismo, n.º 84, 11-5-1977. |
[23] |
Como respondió el propio Sá Carneiro a preguntas de un periodista español durante su visita de enero de 1977: «Prefiero siempre las reformas efectivas a una revolución. No somos un partido revolucionario. Los costes de una revolución son siempre muy caros». Véase: «Associação Social Democrática Ibérica fundada pelo PSD e partidos espanhóis», Povo Livre, n.º 131, 19-01-1977, p. 7. |
[24] |
Así lo creía Francisco Pinto Balsemão al considerar que el Gobierno de Arias Navarro era una suerte de «marcelismo», a diferencia de la actitud del nuevo Gobierno de Suárez. (Povo Livre, n.º 133, 2-2-1977, p. 8). |
[25] |
«Saudação aos democratas espanhóis», Povo Livre, n.º 153, 22-6-1977, p. 1. |
[26] |
Sá Carneiro apostaba por una «convergencia» o colaboración entre PS, PPD/PSD y CDS (excluyendo al PCP) para acabar con la inestabilidad política y encarar la crisis económica al entender que era la que más convenía a su partido, al disponer en ese esquema de un papel central. Sin embargo, se oponía a una colaboración exclusiva entre el PPD/PSD y el gobernante PS. |
[27] |
Frain (1998): 112-113. |
[28] |
La Constitución de 1976 consagró como «irreversibles» las nacionalizaciones desarrolladas durante el proceso revolucionario, así como definía la economía del país como «de camino al socialismo». Además, mantenía al militar Conselho da Revoluão como órgano fiscalizador de la constitucionalidad de la actividad legislativa. Aspecto todos a los que el PSD fue mostrando paulatinamente su oposición, con la paradoja de que fue uno de los partidos que inicialmente apoyaron dicho texto |
[29] |
«Sá Carneiro no Congresso da UCD», Povo Livre, n.º 223, 25-10-1978, p. 1. |
[30] |
«O PSD no Congresso da UCD espanhola», Povo Livre, n.º 223, 25-10-1978, p. 3. |
[31] |
«Povo Livre escolheu as personalidades internacionais», Povo Livre, n.º 235, 17-01-1979, p. 13. |
[32] |
«Editorial. A lição da Espanha», Povo Livre, nº 242, 7-3-1979, p. 1. |
[33] |
Ibid., p. 2. |
[34] |
Ciclo que se adelantó a finales de 1979 debido al fracaso de los gobiernos de iniciativa presidencial, al no contar con el apoyo de los grupos políticos del parlamento. |
[35] |
Ya que, en el fondo, compartían propósitos como limitar los poderes presidenciales o eliminar el Conselho da Revolução en la futura reforma constitucional. |
[36] |
Frain (1998): 123-124. |
[37] |
Como el acuerdo entre socialistas y socialdemócratas para crear una central alternativa a la CGTP-Intersindical, de mayoría comunista. Mediante la alianza de sus bases sindicales acabó surgiendo la União Geral de Trabalhadores (UGT) a finales de 1978 y comienzos de 1979) (Brandão y Rodrigues, 2013). |
[38] |
«Aniversario do PSD em Cantanhede», Povo Livre, n.º 228, 29-11-1978, p. 4. |
[39] |
Sector que tras su salida crearía la llamada Associação Social-Democrata Independente (ASDI). |
[40] |
Sabater (2016a): 56. |
[41] |
Sabater (2019): 211. |
[42] |
Freire Antunes era próximo al PSD, pues trabajó para el primer ministro Cavaco Silva y llegó a ser diputado. |
[43] |
Freire (2003): 105. |
[44] |
«PSD, CDS e PPD assinaram um acordó de cooperação», Diário de Notícias, 6-7-1979. |
[45] |
«Comunicado conjunto UCD-PSD-CDS», Povo Livre, n.º 260, 11-7-1979, p. 3. |
[46] |
Los tres líderes de la coalición también visitaron a la recién elegida Margaret Thatcher en noviembre de 1979 (Sabater, 2016a): 58. |
[47] |
La embajada portuguesa en Londres comentó dicha información ofrecida por Jimmy Burns en el periódico británico, señalando que «al parecer del periodista, el auxilio moral, técnico y financiero de Madrid sería ahora regular y generoso». Telegrama de la embajada de Portugal en Londres (05-11-1979) (PEA 13 33/ESP, Arquivo do Ministério dos Negócios Estrangeiros). |
[48] |
Sabater (2019): 212. |
[49] |
Entrevista a Javier Rupérez. Junio de 2020. |
[50] |
Sabater (2019): 212-213. |
[51] |
«O cúmulo da hipocrisia», Pelo Socialismo, n.º 200, 22-8-79, p. 12. |
[52] |
«“Coincidência de atitudes” entre a Aliança e a APU —disse Mario Soares no Porto—», Diário de Notícias, 6-11-1979. |
[53] |
«UCD repudia enérgicamente declarações de Mário Soares», Povo Livre, n.º 273, 10-10-1979, p. 5. |
[54] |
Se especuló sobre la posibilidad de crear una especie de Internacional de Centro, proyecto que supondría la fusión de las Internacionales Liberal y Democristiana y grupos al margen de estas como el PSD luso y la propia UCD, aunque Javier Rupérez no compartió el entusiasmo del presidente por esta opción, al considerarla poco realista, pues el esquema partidista internacional estaba muy consolidado y resultaba complejo que pudiera transformarse para adaptarse a las necesidades de una formación tan particular como la UCD (Capilla, 2015): 277-278. |
[55] |
Seleccionamos la opinión expresada en Povo Livre de Fernando Brochado Coelho, el cual afirma que la estrategia de «empujar» a AD hacia la derecha «es ayudada objetivamente por aquellos que alimentan la ilusión de hacer de AD, por la fusión de sus componentes, una UCD portuguesa […]. AD no es una organización suprapartidaria, dispuesta a fusionar a sus componentes, es solo un acuerdo». Véase «O PSD e a Aliança Democrática», Povo Livre, n.º 302, 30-4-1980, p. 13. |
[56] |
Se considera que fue a partir de entonces cuando el Gobierno perdió el control sobre el partido. De hecho, Suárez siempre receló de una UCD poderosa que pudiera contar con autonomía respecto al Gobierno, ya que podría convertirse en una herramienta de control y no de apoyo al ejecutivo (Huneeus, 1985): 210-211. |
[57] |
Ortiz (2003): 193. |
[58] |
Donde no pudo repetir los pactos con el PSOE fue en la política exterior. Calvo-Sotelo trató de superar la «tentación aislacionista» en lo referente a la OTAN tanto del partido de Felipe González como de su antecesor en la Presidencia, apostando por la adhesión (Powell, 2009): 48. |
[59] |
Paralelamente, surgió una plataforma moderada en julio de 1981, liderada por Herrero de Miñón, concebida como paso previo a la creación de una «nueva mayoría» de centro-derecha en colaboración con la Coalición Democrática de Fraga, y que contaba, según Powell, con el «apoyo entusiasta» de la CEOE (Powell, 2009): 55. |
[60] |
En septiembre de 1981, el PSD mostró su oposición y protesta ante la propuesta de Javier Rupérez de establecer un comando unificado de la OTAN en la península, evidenciando los límites del iberismo. Entrevista a Javier Rupérez. Junio de 2020. |
[61] |
En una visita oficial a Grecia en marzo de 1982, el primer ministro Pinto Balsemão reconoció que los problemas de la compleja adhesión europea de España estaban afectando negativamente a la adhesión portuguesa. Motivo por el que uno de los asuntos tratados en la visita oficial a España de enero del mismo año fueron las negociaciones europeas, en las que el Gobierno de Calvo-Sotelo se comprometió a no «globalizar la adhesión» porque los procesos de ambos países eran diferentes, y «respetar la prioridad de Portugal». Véase «Frutuosas conversações de Balsemão em Espanha», Povo Livre, n.º 389, 6-01-1982, p. 1. |
[62] |
António Lacerda, en aquel momento presidente del consejo político nacional de la JSD, además de mostrar su «simpatía y solidaridad» con Francisco Fernández Ordóñez, se preguntaba si no sería oportuno «revivir la federación social-demócrata ibérica». Véase «Situação em Espanha», Jovem Reformista (nuevo nombre de Pelo Socialismo, evidenciando la mudanza ideológica del PSD y sus juventudes), n.º 49, 3-12-1981. |
[63] |
A través de la prensa oficial del partido se puede comprobar una creciente atención hacia otros ámbitos geográficos, como con la escisión socialdemócrata del Partido Laborista británico, con la que el PSD entabló relaciones. Véase «Sociais-democratas británicos: PSD é o partido português que favorecemos nas nossas relações», Povo Livre, n.º 400, 24-3-1982, p. 3. |
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