RESUMEN
Este artículo explora la dimensión simbólica de la boina y el sombrero en la historia social del siglo xx español. El uso de un amplio material principalmente iconográfico y hemerográfico —fotografías, viñetas de prensa, carteles publicitarios, filmaciones y crónicas periodísticas— permite reconstruir la lucha de clases alegórica que libraron la boina como representante habitual de las clases populares y el sombrero como exponente del estilo de vida de las clases medias y altas, al menos hasta mediados del siglo xx, en que se inició su decadencia. El artículo aborda además dos variables de gran importancia en el desarrollo de esta dicotomía indumentaria: el factor generacional y de género en la adopción de actitudes transgresoras identificadas con el llamado sinsombrerismo. Aunque el hilo conductor del artículo es la relación de poder y sumisión que gira en torno a la boina y al sombrero, plantea asimismo algunos casos significativos en los que la adopción de tal o cual prenda respondía a un principio electivo de su portador, y no, como era habitual, a la función socialmente selectiva que solía llevar aparejado el uso de estas prendas.
Palabras clave: Simbolismo; cambio social; género; lucha de clases; moda.
ABSTRACT
This article explores the symbolic dimension of the beret and the hat in the social history of twentieth-century Spain. The use of a wide range of iconographic and hemerographic material—pictures, newspaper sketches, advertisement posters, films and journalistic chronicles—enables us to reconstruct the allegorical class struggle waged by the beret and the hat as common head coverings of the popular and middle/upper classes respectively, at least until the mid-century, when their popularity began to decline. The article also addresses two variables of great importance in the development of this clothing dichotomy: generational and genre factors, which became crucial in the adoption of transgressive attitudes identified with the hatless movement in the 1930s. Although the connecting thread of the article is the relationship of power and submission that revolves around the beret and the hat, it also considers some significant cases in which the choice of one head covering or the other responded to an «elective» principle on the part of its wearer, and not to the socially selective function usually linked to the use of these garments.
Keywords: Symbolism; social change; genre; class struggle; fashion.
Me hacía recordar esto algo que vi con mis ojos siendo casi niño, yendo en el tren a Granada, donde tenía que examinarme. Viajaba en mi mismo coche de primera el líder, no sé bien si socialista o ácrata, llamado Sol y Ortega. Poco antes de llegar a su estación de destino, donde iba a celebrarse el acto, se quitó la corbata, se pasó a un coche de tercera clase y cambió su sombrero por una boina.
José María Pemán, Mis almuerzos con gente importante (1970)
Los rojos no usaban sombrero.
Cartel publicitario de la sombrerería Brave, de Madrid(1939)
En 1987, Gilles Lipovetsky lamentaba que el estudio de la moda no fuera reconocido
como un tema de investigación académica, y más recientemente Anna Pelka señalaba el
escaso interés que la instrumentalización política del cuerpo femenino ha despertado
en la historiografía española[2]. Sin embargo, desde el ensayo sociológico publicado por Georg Simmel hace más de
un siglo, titulado escuetamente «Fashion», se ha avanzado considerablemente en el
conocimiento de las implicaciones sociales y simbólicas de la indumentaria, ligadas
por lo general a identidades de clase, territorio y género que la moda ha potenciado
de forma no tan banal como podría parecer. En palabras del propio Simmel, «man has
ever had a dualistic nature» Ibid.: 542.
La atención que la historiografía ha empezado a prestar al fenómeno se traduce en
un número creciente de títulos publicados en las últimas décadas, en algunos casos
referidos a la historia social y política de tal o cual prenda. Sobre el sombrero
disponemos del libro de Hilda Amphlett sobre la evolución de su tipología a lo largo
de los tiempos y el de Colin McDowell, que incide en su condición de marcador social
y signo de autoridad en las más diversas épocas y civilizaciones Se encontrará una sumaria aproximación al tema en el viejo libro de Michael Batterberry
y Ariane Batterberry ( Batterberry, M. y Batterberry, A. (1977). Mirror, Mirror: A Social History of Fashion. New York: Holt Rinehart and Winston.
De Baecque ( De Baecque, A. (1997). Body Politics. Corporeal Metaphor in Revolutionary France, 1770-1800. Stanford, California: Stanford University Press.
Featherstone, M., Hepworth, M. y Turner, B. S. (eds.) (1991). The Body. Social Process and Cultural Theory. London; New Delhi: SAGE Publications. Disponible en: https://doi.org/10.4135/9781446280546 Albizua Huarte ( Albizua Huarte, E. (2006). El traje en España. Un rápido recorrido a lo largo de su
historia. En J. Laver. Breve historia del traje y la moda. Apéndice (pp. 283-359). Madrid: Cátedra.
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Pasalodos Salgado, M. (2000). El traje como reflejo de lo femenino. Evolución y significado. Madrid, 1898-1915 [tesis doctoral]. Universidad Complutense de Madrid. Disponible en: https://bit.ly/2vpbwhP
Abundan, por lo demás, los testimonios sobre la importancia que, desde la más remota
antigüedad, los observadores más conspicuos han otorgado al uso del cuerpo como emisor
de mensajes dotados de una cierta intencionalidad social o política. La ropa que vestían
los protagonistas de la historia y los gestos con que acompañaban sus palabras constituían
un lenguaje cargado de significado, unas veces explícito y de fácil interpretación
y otras mero camuflaje de sus intenciones ocultas. Cuenta Plutarco en su vida de Julio
César que Cicerón fue el primero en sospechar que tras el semblante afable del futuro
dictador se escondía «un ánimo tiránico». «Sin embargo —añadía Cicerón—, cuando veo
su cabellera arreglada con tanta distinción y a César rascándose con un dedo, ya no
me parece posible que a este hombre se le haya metido en la cabeza una idea tan criminal
como la destrucción de la constitución romana» Cit. Plutarco ( Plutarco (2007). Vidas paralelas. Madrid: Editorial Gredos.
Los escritores y los filósofos han sido probablemente más sensibles que los historiadores
a este tipo de mensajes, en ocasiones equívocos, como el de Julio César. Siglos después
del episodio narrado por Plutarco, la monarquía absoluta hacía del cuerpo del rey
la principal metáfora de un poder ilimitado que la iconografía oficial revestía de
un simbolismo exuberante. Tal era el objetivo de lo que se ha dado en llamar el «departamento
de gloria» dirigido por Colbert en tiempos del Rey Sol y citado de pasada por Burke
en su obra sobre «la fabricación de Luis XIV»
Tanto la ropa como la forma de peinarse y cubrirse la cabeza mostraban la ruptura
de los viejos códigos de la sociedad estamental y el espíritu igualitario de los nuevos
tiempos, no solo en Francia: «La manía caprichosa de peinarse», escribió en febrero
de 1791 un periódico español, «se ha apoderado de todos los estados y clases sociales»
La movilidad social provocada por el fin del Antiguo Régimen tuvo un inmediato reflejo
en la moda, cada vez más cosmopolita y mesocrática, tal como señalaron a menudo escritores
y periodistas en la primera mitad del siglo xix. En 1830, Balzac se ocupaba del asunto en su Traité de la vie élégante, en el que señalaba el trasfondo social que tuvieron en el pasado reciente las discusiones
sobre unos pantalones o unas pelucas. «Ces choses, futiles en apparence», decía Balzac,
«représentaient ou des idées ou des intérêts […]. Tantôt la chaussure annonce un privilège;
tantôt le chaperon, le bonnet ou le chapeau signalent une révolution» Antonio María de Segovia, cit. por Escobar (ibid.). R. Mesonero Romanos, «El sombrerito y la mantilla» (septiembre de 1835), recogido
en Mesonero Romanos ( Mesonero Romanos, R. (1845). Escenas matritenses. Madrid: Imprenta y Librería de D. Ignacio Boix.
Bernis, C. (1988). El traje burgués. En G. Menéndez-Pidal (ed.). La España del siglo xix vista por sus contemporáneos. Tomo I (pp. 455-479) y Tomo II (pp. 343-362). Madrid: Centro de Estudios Constitucionales.
Avanzado el siglo xix, Galdós presenta en un pasaje de Fortunata y Jacinta el ascenso de la clase media al poder como un proceso inseparable de la evolución
de la moda hasta llegar a constituirse lo que él llama el «imperio de la levita»:
un abigarrado «organismo mesocrático» en el que se entremezclan los ferrocarriles,
el parlamentarismo, la deuda pública y la maquinaria política y administrativa del
Estado. Del sombrero dirá un personaje de Galdós en Miau que es «cosa esencialísima» para conseguir medrar en la estructura jerárquica del
Estado liberal Pérez Galdós ( Pérez Galdós, B. (1989). Miau. Madrid: Alianza Editorial.
Lo que se propone en las páginas siguientes es una aproximación a la historia de dos elementos clave en el atuendo del siglo xx, la boina y el sombrero, especialmente representativos de la evolución de la España contemporánea por simbolizar identidades sociales y generacionales a menudo en conflicto, tal como muestran las múltiples fuentes disponibles, desde la prensa de la época, sobre todo sus fotografías, ilustraciones y viñetas, hasta los testimonios de los contemporáneos y el abundante material gráfico conservado. Boina y sombrero fueron la expresión de una polarización extrema, de una verdadera lucha de clases en la que cada parte podía reconocer fácilmente a sus enemigos y a sus aliados: la boina como prenda masculina característica de las clases bajas y el sombrero como símbolo de las capas medias y altas. La evolución de ambas prendas coincide en líneas generales en su auge y declive, con una etapa de plenitud en el primer tercio del siglo y otra de progresiva decadencia a partir de la Guerra Civil, sobre todo del sombrero. La caída en desuso de este último, acelerada a partir de los años sesenta, refleja la crisis de los estrictos códigos vestimentarios del pasado y también probablemente la superación de los antagonismos sociales de principios de siglo, o al menos el deseo de hacerlos menos ostensibles en el atuendo al uso.
Tal como afirmó en su día Roland Barthes en sus Elementos de semiología, «llevar una boina o un sombrero de copa no tiene el mismo significado» Consulta en línea en la web de la Real Academia Española:
Ibid.: Ibid. Cit. Shubert ( Shubert, A. (2018). Espartero, el Pacificador. Madrid: Galaxia Gutenberg.
La Dinastía, 19-3-1884.
A principios del siglo xx su expansión territorial por el resto de España convertía esta prenda en un importante
factor de unificación del atuendo popular, amoldado poco a poco a un modelo común,
en cierta forma nacionalizador, aunque de origen periférico. A partir de 1900, la
iconografía del movimiento obrero muestra a algunos de sus integrantes con boina o,
más frecuentemente, con gorra, aunque no siempre resulte fácil distinguir entre una
y otra. De manera probablemente excepcional, gorra, sombrero y barretina permiten
reconocer, en una ilustración de Solidaridad Obrera, los distintos sectores sociales a los que el periódico anarquista dirige en febrero
de 1908 su mensaje de emancipación social: clase obrera, menestralía y clases medias
proletarizadas «Seguidme: allí residen vuestros derechos», Solidaridad Obrera, 13-2-1908; imagen reproducida por Olivé y Serret ( Olivé y Serret, E. (1978). La pedagogía obrerista de la imagen. Barcelona; Palma de Mallorca: José J. de Olañeta.
Reproducido en ibid.: 94.
La iconografía socialista fue más uniforme y giró principalmente en torno a la gorra Aunque las ilustraciones de El Socialista con ocasión del 1.º de Mayo abundan en formulaciones alegóricas e incluso mitológicas
del significado de esa fecha, aquellas que tienen una factura más realista reflejan
el predominio de la gorra en la clase obrera o, al menos, en la forma en que los socialistas
suelen representarla; véase, por ejemplo, los números de El Socialista de los días 1-5-1913 («La manifestación que pasa», que incluye como involuntarios
espectadores de una manifestación obrera a dos burgueses con sombrero de copa) y 1-5-1919
(«En marcha», con algún campesino participando en la manifestación proletaria).
Fotos accesibles en el Archivo Fotográfico de la Agencia Efe, Efevisual (
«El 1.º de mayo de 1905», El Socialista, 1-5-1905.
Darío ( Darío, R. (1907). España Contemporánea. París: Garnier Hermanos.
Formaba parte, por ejemplo, del uniforme asignado a porteros, conserjes y mozos de
recados del muy elitista Casino de Madrid en el siglo xix. Zozaya ( Zozaya, M. (2015). Identidades en juego. Formas de representación social del poder de la elite en un
espacio de sociabilidad masculino, 1836-1936. Madrid: Siglo XXI Editores.
Pese a haber ampliado notablemente su radio de acción, la boina siguió asociada durante
mucho tiempo a sus orígenes vasconavarros. No es casualidad que fueran tres personajes
vascos —uno de ellos de adopción—, Pío Baroja, Miguel de Unamuno e Indalecio Prieto,
quienes ponderaran sus cualidades y reivindicaran públicamente su uso. Baroja, usuario
habitual, distinguía entre quienes llevaban boina o txapela ancha y boina «chica» —chapelaundis y chapelchiquis—, haciendo de su tamaño un indicador de su amplitud de miras o de su cerrazón mental.
El caso de los chapelchiquis era similar al de los portadores de barretina en Cataluña, unos y otros nacionalistas
dedicados a «excitar el odio interregional [y a] fomentar el kabilismo español» Miguel de Unamuno: «La boina», El Liberal, 5-12-1906.
En su apego a la boina, que le acompañó al exilio, había algo de añoranza de la patria
chica cuando se trasladó a Madrid y de nostalgia de su libertad personal sacrificada
en aras de la vida formal —el matrimonio— y de la política parlamentaria, a la que
se incorporó en 1918 al ser elegido diputado por primera vez. «La primera boina que
entró al Congreso fue la mía», recordará años después Ibid.: 75.
«Li és molt fácil a un poble canviar de vestit i treure’s la corona imperial per
a posar-se una modesta gorra socialista»; «Les martingales alemanyes», La Campana de Gràcia, 2-4-1921.
Sirva como muestra el hecho de que el buscador de la Biblioteca Virtual de la Prensa
Histórica del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ofrezca treinta resultados
a la búsqueda de «gorra obrera» o «gorra del obrero» —la inmensa mayoría correspondientes
al primer tercio del siglo xx—y solo ocho a «boina obrera» o «boina del obrero» (
La función de la boina como elemento nacionalizador adquirió carácter oficial al aprobarse
en 1926 el reglamento que instauraba el uniforme único en el Ejército Real orden circular de 31-7-1926, Colección Legislativa, 279. Fue suprimida por real orden del 25-8-1930 debido a que «no ha dado resultado práctico
ni saben llevarla marcialmente la mayoría de nuestros soldados». Fue sustituida por
la «gorra de visera, más marcial que la boina» (Diario Oficial del Ministerio del Ejército, 26-8-1930).
Véase, por ejemplo, la foto, probablemente de 1924 (no se especifica el lugar, pero
podría ser Barcelona), accesible en EFE/EFEVISUAL: efespsix922658.
De todas formas, su significado podía variar según quién lo llevara y en qué circunstancias.
Dirigentes anarquistas como Salvador Seguí, conocido como El Noi del Sucre Fotografía accesible en EFE/EFEVISUAL: efespsix922333. Julius Ruiz en su reseña de los libros de Miquel Mir, Diario de un pistolero anarquista, Barcelona: Destino, 2006, y Carlos García-Alix, El honor de las injurias, Madrid: T Ediciones, 2007 (Historia y Política, núm. 23, enero-junio de 2010, 321).
Mientras tanto, los hijos más inconformistas de las clases medias y altas empezaron
a verlo como expresión de una concepción obsoleta y opresiva de las relaciones sociales.
De ahí el gesto de liberación protagonizado por diversos miembros masculinos y femeninos
de la generación del 27 que un buen día, a finales de aquella década, decidieron salir
a la calle sin sombrero por creer que su uso estaba, en palabras de Maruja Mallo,
«congestionándonos las ideas». El paseo por la Puerta del Sol de este pequeño grupo
de sinsombreros, formado por Dalí, Lorca, Margarita Manso y la propia Maruja Mallo, provocó una reacción
airada de los transeúntes ante un gesto que interpretaron como una manifestación de
rebeldía y narcisismo. De este episodio arranca el nombre de las sinsombrero que se ha atribuido recientemente a las escritoras y artistas de aquella generación Véase el documental Las sinsombrero. Las mujeres de la generación del 27, que recoge el testimonio de Maruja Mallo (
Balló, T. (2016). Las sinsombrero: sin ellas, la historia no está completa. Barcelona: Espasa.
Balló, T. (2018). Las sinsombrero. 2. Ocultas e impecables. Barcelona: Espasa.
«Banco de parados», La Libertad, 12-4-1933.
Eran tiempos de vanguardismo social y cultural, y tanto el espíritu iconoclasta de
los jóvenes como el desclasamiento de los intelectuales políticamente más comprometidos
favorecían la moda sinsombrerista. El joven Borges, que en su estancia en España trató
muy de cerca a los miembros de la generación del 27, se hizo eco en un artículo publicado
en 1933 de aquella nueva tendencia, muy extendida también fuera de España: «Los intelectuales
son contrarios a la costumbre de usar sombrero» Diario Crítica, Buenos Aires, 8-9-1933
«Sobre la pantalla cómica», La Gaceta Literaria, 15-6-1931.
«En, por, sin, sobre el sinsombrerismo», El Sol, 24-8-1930.
«Los discípulos de Caco trabajan…», El Adelanto. Diario político de Salamanca, 8-7-1931.
En vísperas de la proclamación de la Segunda República la cuestión se prestaba, pues,
a múltiples interpretaciones, tanto en clave social como generacional. Lo cierto es
que, a pesar de los avances del sinsombrerismo entre los más jóvenes, las clases medias
y altas lo mantenían como parte de su atuendo diario, mientras el sombrero de copa
o chistera seguía vigente, de momento, como prenda de postín, muy presente en el musical
hollywoodiense (Top Hat, 1935) y en la alta comedia cinematográfica. La Gaceta Literaria, siempre atenta a los vanguardismos de todo tipo, llamó a la chistera «rascacielo [sic]
de los sombreros» L. Gómez Mesa, «Sobre la pantalla cómica», La Gaceta Literaria, 15-6-1931.
Maura ( Maura, M. (2007). Así cayó Alfonso XIII. Madrid: Marcial Pons.
Todo el mal se debía a que el jefe del Estado era hereditario, y en lugar de ir a
las Academias y llevar chistera o flexible, iba al campo de polo y llevaba corona
o casco con plumas. A buen seguro que lo que el jefe del Estado lleva en la cabeza
tiene más importancia de lo que pudiera creerse, ya que siempre hay relación estrecha
entre lo que cubre la cabeza y lo que la cabeza encubre. Dime qué sombrero llevas
y te diré qué piensas Salvador de Madariaga: «El mal de España», Ahora, 10-1-1936.
Es una teoría parecida a las de Pío Baroja y Ernesto Giménez Caballero sobre la boina: su tamaño y la forma de llevarla revelan una preciosa información sobre la personalidad del portador. Lo más chocante en el párrafo de Madariaga es la relación que establece entre las prendas de cabeza de Alfonso XIII y determinadas manifestaciones de la vida social e institucional de la época. Si hubiera llevado más la chistera en vez del casco con penacho, insinúa, otro gallo le habría cantado. Se deduce que la primera era un atributo de la sociedad civil y del mundo académico, mientras que el segundo representaba un militarismo cortesano y trasnochado. Sobre el simbolismo del «casco con plumas» no cabe ninguna duda. En cambio, es dudoso que una chistera usada con más frecuencia le hubiera hecho parecer un jefe del Estado más próximo a la España real.
Las imágenes y crónicas de las manifestaciones celebradas el 14 de abril de 1931 con
motivo de la proclamación de la II República muestran varios tipos de participantes
según su forma de cubrir o no su cabeza, que era la parte más visible de su anatomía:
hombres con sombrero, con gorra, con boina o descubiertos, estos últimos seguramente
los más jóvenes. Entre las mujeres que, en número mucho más reducido, se distinguen
entre la multitud parecen predominar las jóvenes tocadas con el sombrero tipo cloche o campana Sobre la moda de los sombreros «campana», principalmente entre las mujeres de clase
acomodada y, en general, sobre la rápida evolución del sombrero femenino en el primer
tercio del siglo xx, véanse las ilustraciones de Blanco y Negro recogidas en La Eva Moderna. Ilustración Gráfica Española, 1914-1935. (1997), Madrid: Fundación Cultural Mapfre, catálogo de la exposición del mismo título.
Por el contrario, el sombrero masculino sufrió muy pocas modificaciones desde la Primera
Guerra Mundial hasta los años setenta, en opinión de Hilda Amphlett ( Amphlett, H. (2003) [1974]. Hats. A History of Fashion in Headwear. Mineola. New York: Dover Publications.
La confraternización entre pueblo y clases medias, simbolizada en la convivencia pacífica
de sombreros, boinas y gorras, marcó también el homenaje tributado a Pablo Iglesias
por la Agrupación Socialista Madrileña el 19 de abril y la celebración, unos días
después, del 1.º de Mayo. La multitudinaria manifestación de Madrid estuvo encabezada
por los ministros socialistas Largo Caballero e Indalecio Prieto, el alcalde Pedro
Rico, el diputado socialista y subsecretario del Ministerio de Trabajo Luis Araquistáin
y el escritor y diputado republicano Miguel de Unamuno. Todos aparecen con traje,
corbata y sombrero, excepto Unamuno, que va descubierto y sin corbata, aunque en alguna
fotografía se observa una boina que lleva enrollada en la mano, como si hubiera equivocado
la etiqueta de aquel acto y prefiriera evitar el llamativo contraste entre una prenda
tan popular, elegida erróneamente para la ocasión, y el sombrero burgués que lucen sus acompañantes socialistas en la cabecera de la manifestación Hay numerosas fotos de la cabecera de la manifestación, por ejemplo, las que conserva
EFE/EFEVISUAL, en particular las catalogadas como efespten959507, efespeleven201135
(en ambas, Unamuno con la boina en la mano) y efespeleven201132 (vista general de
la cabecera de la manifestación). También del homenaje a Pablo Iglesias el 19-4-1931
en el Cementerio Civil de Madrid, por ejemplo, efespten959513, efespsix924774 y efespsix924783.
Tal vez ese era precisamente el mensaje que se pretendía difundir con tanta formalidad
indumentaria. La escena se repitió, corregida y aumentada, en la promesa del cargo
de presidente de la república por don Niceto Alcalá-Zamora el 11 de diciembre de 1931.
Aunque el presidente de las Cortes, el socialista Julián Besteiro, había suprimido
el uso, ya residual, de la levita y la chistera en el Parlamento, para aquella ocasión
estableció un solemne ceremonial que incluía la obligación de las principales autoridades
de portar chaqué, corbata de lazo y chistera. Este «aborrecible artefacto», como la
llamó Indalecio Prieto al evocar aquel episodio Hay numerosos testimonios escritos de aquel acontecimiento, por ejemplo, el de Prieto
(ibid.) y el del diputado socialista y secretario de la Mesa del Congreso Juan Simeón Vidarte
( Vidarte, J. S. (1976). Las Cortes Constituyentes de 1931-1933. México: Editorial Grijalbo.
Era difícil, sin embargo, mantener por mucho tiempo el consenso social que acompañó
a la república en su origen. Tachada a menudo de «burguesa» por comunistas y anarquistas
—una definición que parecía avalada por la apariencia de las autoridades republicanas—,
la fuerte polarización social del momento y el efecto limitado de las reformas emprendidas
le enajenaron el apoyo de un sector de las clases populares, situado principalmente
en la órbita de la CNT. Una imagen publicada por la Revista Blanca del mitin celebrado en Zaragoza el 1.º de mayo de 1932 contra la deportación de militantes
anarquistas decretada por el Gobierno da una idea de la importancia que la boina y
la gorra —bastante repartidas entre los asistentes— tenían como seña de identidad
del movimiento obrero más radicalizado, aunque también entre los anarquistas había
clases (al menos en la forma de vestir): el único sombrero que aparece en la fotografía
lo lleva uno de los miembros de la mesa presidencial El pie de foto, titulado «Los grandes mítines de protesta contra las deportaciones»,
informa de que la fotografía reproducida a toda página corresponde al mitin celebrado
en la plaza de toros de Zaragoza el 1 de mayo de 1932 (aunque se publicó un mes después);
La Revista Blanca, 1-6-1932.
Véanse, por ejemplo, las fotos publicadas por ABC los días 21 y 22-2-1933 de la visita al pueblo realizada por la comisión parlamentaria;
las conservadas en EFE/EFEVISUAL (referencias efespnine422270 y efespnine422332) y
las reproducidas en el documentado blog de Salustiano Gutiérrez Baena sobre la historia
de Casas Viejas, en el que se señala, con razón, cómo en las fotos tomadas en el pueblo
en los días posteriores a los sucesos «las diversas prendas de cubrir la cabeza marcan
las diferencias sociales, desde los humildes pañuelos de las mujeres, hasta las mascotas
[sombreros flexibles], pasando por las boinas o gorras» (
La humilde boina negra que se había extendido como principal prenda de cabeza en el
campo español tenía poco que ver, no obstante, con la boina roja carlista, aunque
su origen pudiera ser el mismo. Esta última se convirtió en uno de los principales
símbolos antirrepublicanos, y no solo en el País Vasco y Navarra. Un vecino de Tarazona
(Zaragoza) llegó a ingresar en prisión por negarse a pagar la multa que el gobernador
civil le impuso «por salir de su casa tocado con boina roja» Se trata de Federico Bertodano Roncali. Recogen la noticia ABC y La Nación, en ambos casos el 21-6-1933, y El Siglo Futuro, 17-5-1933, periódico tradicionalista en el que abundan las alusiones al simbolismo
político de la boina roja.
Filmación conservada en el archivo de RTVE/Filmoteca Nacional y disponible en línea:
A pesar de los esfuerzos de Azaña, presidente del Gobierno y luego de la república
tras las elecciones de febrero de 1936, resultó imposible volver a la confluencia
de clases medias y trabajadoras del primer bienio. El espíritu unitario del año 31
se había desvanecido por completo, como se pudo comprobar en la manifestación del
1.º de Mayo de 1936, cuya cabecera muestra una clara radicalización hacia la izquierda
respecto a lo ocurrido cinco años atrás Foto de la cabecera accesible en EFE/EFEVISUAL: efespeleven022114.
A partir de julio de 1936, el uso del sombrero se reducirá a la mínima expresión en
la España republicana, donde muchos dirigentes del Frente Popular lo sustituirán por
la boina o el gorro miliciano, incluso Largo Caballero, hecho insólito en alguien
hasta entonces tan pulcro y convencional en su atuendo. Manuel Azaña, por el contrario,
siguió llevándolo durante la guerra como signo de normalidad y continuidad, al menos
vestimentaria, del régimen nacido el 14 de abril. También el doctor Negrín, aunque
su apariencia como presidente del Gobierno resulte en ocasiones un tanto ambigua:
de cintura para arriba, traje, corbata y sombrero; de cintura para abajo, pantalones
de montar y botas altas. Así fue fotografiado en la visita que realizó a Alcalá de
Henares acompañando a Azaña en noviembre de 1937. Con lo primero avalaba la imagen
de la república como un régimen de orden, homologable a las democracias occidentales,
cuyo apoyo buscaba desesperadamente el doctor Negrín; con lo segundo se presentaba
como un hombre de acción, en sintonía con un entorno bélico y revolucionario Mismo atuendo en una visita a L’Espluga de Francolí (Tarragona) en octubre de 1938;
EFE/EFEVISUAL: efesptwelve261466.
Pero, salvo unas pocas excepciones, más bien en las altas esferas republicanas, la
impresión general es que, tal como escribió Julio Camba en la inmediata posguerra,
los sombreros desaparecieron de la España «roja» «Sombreros en Madrid», artículo de Julio Camba publicado en el diario Ya, 13-5-1939.
La Vanguardia, 4-9-1938.
«El sinsombrerismo se ha enseñoreado de la república», afirmó poco después el mismo
periódico «Sin sombrero», La Vanguardia, 7-11-1938.
Vicente Vega, «El origen del sinsombrerismo», ABC, 30-7-1959.
«Los rojos no usaban sombrero.» Tanto este eslogan de un cartel publicitario de la
sombrerería Brave de Madrid como el artículo antes citado de Julio Camba, ambos de
1939, sugieren una inmediata rehabilitación del sombrero nada más acabar la Guerra
Civil. «Ya hay, de nuevo, civilización», escribió Camba al comprobar su reaparición
en Madrid tras el ostracismo sufrido en los años anteriores, cuando el sinsombrerismo
llegó a ser, según él, la antesala de la dictadura del proletariado. Sin duda, el
paisaje indumentario de la posguerra estuvo determinado por el desenlace de la contienda
y el regreso a la plenitud de su poder de las clases conservadoras, que pasaron en
poco tiempo de esconderse a exhibirse con los atributos que les eran propios, entre
ellos el sombrero. Pero la rehabilitación de este último como elemento de la nueva
cotidianidad resultó más problemática de lo que cabía esperar. Destacaremos tres circunstancias
que iban a dificultar su reinserción en la España de la posguerra: en primer lugar,
la inercia del sinsombrerismo como seña de identidad generacional que afectaba también
a los más jóvenes —y combativos— del bando vencedor; en segundo lugar, el fuerte choque
cultural entre el militarismo imperante en el primer franquismo y el sentido «civilista»
del sombrero, según la caracterización de esta prenda que hizo Salvador de Madariaga
en un artículo escrito poco antes de la guerra «El casco dice militarismo, y el [sombrero] flexible, civilismo; como la boina, carlismo»;
Salvador de Madariaga, «El mal de España», art. cit.
«Camisa azul y boina colorada», La Vanguardia, 18-7-1939. El artículo dará lugar poco después a un librito del propio Giménez Caballero
con el mismo título: Camisa azul y boina colorada, Madrid: Los Combatientes, 1939.
«Atornillar la boina colorada sobre las cabezas de los españoles». Tal era el designio que, según el escritor falangista, debía guiar al nuevo Estado para alcanzar sus fines totalitarios, concepto de uso común por entonces en el lenguaje falangista. Con la boina roja bien «atornillada» retratará Ignacio Zuloaga a Franco en un famoso cuadro de 1940.
El sombrero no tuvo fácil por tanto su rehabilitación en la España franquista, en
la que encontró una dura competencia en la boina roja, la gorra militar, el tricornio,
el bonete y la teja eclesiásticos y los prejuicios antiburgueses de los sectores más
acérrimos del partido único. Incluso en el aristocrático barrio madrileño de Salamanca
se podía apreciar su declive: «Hoy prevalece el sinsombrerismo», dirá en ABC Melchor Fernández Almagro al reseñar un libro sobre el barrio en enero de 1948 «Crítica y noticias de libros», ABC, 18-1-1948.
En 1940, la revista falangista Fotos lamentaba la caída en desuso del sombrero femenino, que calificaba de «imprescindible
en toda mujer elegante» (cit. Pelka, A. (2014). Mujer e ideología en la posguerra española: feminidad, cuerpo y
vestido. Historia Social, 79, 23-42.
Mientras el sombrero masculino mantenía su estigma burgués, la boina se afianzaba
como expresión de un nacionalismo dotado de una fuerte impronta casticista. «No hay
nada más español ni más cómodo», proclamaba un colaborador de ABC a finales de los años cincuenta Vicente Vega, «El origen del sinsombrerismo», art. cit.
En los años sesenta parecía ya imparable la decadencia del sombrero, tanto en España
como en el resto del mundo, por efecto del cambio generacional, que apuntaba a una
relajación de las costumbres y a una revalorización del pelo masculino como seña de
identidad en detrimento de todo aquello que lo coartara Ignacio Agustí: «El peinado masculino», Triunfo, 23-11-1963.
Por su parte, la boina, aunque contraria al espíritu modernizador del desarrollismo, se benefició de algunas circunstancias que le dieron una nueva y contradictoria visibilidad. La comedia costumbrista que triunfaba en el cine de la época hizo de ella el contrapunto naíf del mundo urbano y de sus nuevos valores —el consumismo y el cosmopolitismo entre ellos— y la elevó a símbolo de una autenticidad perdida, encarnada como nadie por Paco Martínez Soria, por ejemplo, en La ciudad no es para mí (1965). El paleto con boina parodiado por Gila, tanto en sus actuaciones como en sus dibujos, encarnaba, en cambio, un personaje embrutecido y retrógrado, aunque su desubicación en el mundo moderno resultara hilarante. En otros casos, la boina adquiría un significado contestatario e incluso subversivo, a tono con las tendencias predominantes en el resto del mundo entre las nuevas generaciones. Grandes iconos del espíritu de los sesenta como Che Guevara en la célebre foto de Korda y los Panteras Negras norteamericanos le otorgaron un prestigio inusitado, asociado a un imaginario romántico de desobediencia y guerrilla urbana. En España, veteranos comunistas como el escritor Alfonso Sastre y el sacerdote José María Llanos la adoptaron como parte de su imagen pública, pero fue sobre todo un símbolo juvenil y rebelde, más que revolucionario, que rompía con la estética del viejo movimiento obrero.
En los últimos años de la dictadura, entre los altos cargos del Movimiento —los llamados
azules— hizo grandes progresos el traje civil sin sombrero, sobre todo entre los más jóvenes
y dinámicos, como Manuel Fraga. De ahí la sorpresa que causó a principios de los años
setenta la imagen de Fraga, nombrado embajador en el Reino Unido en 1973, paseando
con bombín por el centro de Londres Se puede consultar en línea, por ejemplo, en El Correo Gallego:
La transición democrática fue sinsombrerista. Era el signo de los tiempos. No hubo, contra lo que pensaron en un primer momento Fraga, Areilza o Gil-Robles, un regreso al conservadurismo prefascista, de la misma forma que era imposible restaurar el atuendo de la derecha clásica. La generación política que protagonizó el tránsito a la democracia, con predominio de los nacidos en los años 1930-1940, nunca tuvo el sombrero entre sus hábitos indumentarios. A ninguno de los grandes protagonistas de la transición, Adolfo Suárez, Felipe González o el propio rey Juan Carlos I, se le conoce foto alguna con sombrero. Tampoco a Santiago Carrillo, representante de la generación sinsombrerista de los años treinta. El sombrero quedó, pues, como un vestigio de otra época y de otras generaciones, como se pudo comprobar en el viaje de Claudio Sánchez Albornoz a España en 1976, en el que apenas se desprendió de él desde que, en medio de una gran expectación, el anciano expresidente de la república en el exilio bajó por la escalerilla del avión cubierto con un sombrero marrón (ABC, 24-4-1976). En cuanto a la boina, el proceso de modernización y europeización de España en esta nueva etapa la relegó a una existencia marginal, como cosa extemporánea, casi extravagante. Si acaso potenció su asociación con el nacionalismo vasco e incluso con el terrorismo etarra, volviendo así a sus orígenes vasconavarros. No es casualidad que el nacionalismo abertzale reivindicara la figura de Tomás Zumalacárregui, el caudillo carlista del siglo xix habitualmente retratado con una gran boina roja que parecía dar la medida de su fiereza.
Aunque el sombrero quedó también como referente de otra España, ya desaparecida, la
cultura de la democracia le atribuyó una cierta función alegórica en la evocación
de un mundo de ficción. «Y de un coche surgió una gabardina / y los ojos de un tipo
con sombrero»: estos versos del soneto que Luis Alberto de Cuenca dedicó en 1985 al
editor Francisco Arellano, «disfrazado de Humphrey Bogart»
El papel desempeñado por el sombrero y la boina en la historia social del siglo xx español presenta rasgos comunes a otros elementos de la historia de la moda dentro y fuera de España, aunque el cosmopolitismo del sombrero contrasta en nuestro caso con la vinculación de la boina a un imaginario casticista y, en algunos casos, abiertamente nacionalista. Por el contrario, la gorra tiene un carácter más internacional y urbano y aparece asociada a menudo a la clase obrera; de ahí la expresión «gorra obrera», «gorra del obrero» e incluso «gorra socialista» que encontramos en algunas fuentes, sobre todo en el primer tercio del siglo xx. En comparación con otros elementos indumentarios, las prendas de cabeza tienen la particularidad de desempeñar una función esencial en el momento del saludo y, por tanto, de reflejar con especial precisión las relaciones jerárquicas y de clase que giran en torno al atuendo.
El recorrido por la relación simbólica que boina y sombrero establecieron a lo largo del siglo xx permite poner de manifiesto:
la vieja conciencia de que el lenguaje del cuerpo es parte esencial del lenguaje del poder, articulado mediante mensajes complejos que pueden expresar u ocultar sus verdaderas intenciones, como en el caso de Julio César que exponíamos al principio;
la existencia de estrictos códigos indumentarios —que incluyen, pero no solo, los dress codes formalmente establecidos— referidos a relaciones sociales de dominación, obediencia o rebelión;
las posibilidades que ofrecen las prendas de cabeza —boinas, gorras y sombreros en su amplia gama— para simbolizar no solo una realidad polarizada y conflictiva, sino también, según los testimonios analizados, alianzas políticas y sociales por lo general coyunturales, como la que significaron la Solidaritat Catalana en 1907 o el triunfo republicano del 14 de abril de 1931;
la enorme riqueza de las fuentes iconográficas de la época —fotografías, viñetas de prensa, filmaciones, carteles publicitarios— y su capacidad para convertir en símbolo y dar rango histórico a los elementos más banales de la vida cotidiana, y
el carácter cambiante, pese a ciertas constantes que se mantienen en el tiempo, de
los significados atribuidos a tal o cual prenda, hasta el punto de llegar a representar
a lo largo de su evolución clases sociales e ideologías distintas y hasta contrapuestas.
La dialéctica boina/sombrero, por ejemplo, suele responder a una lógica elemental:
sumisión/poder, abajo/arriba. Como dijo Georg Simmel en su viejo ensayo sobre el tema,
la dicotomía social producida por la moda significa al mismo tiempo unión y exclusión:
por un lado, «union with those in the same class, the uniformity of a circle characterized
by it, and, uno actu, the exclusion of other all other groups»
No es casualidad que la chistera —top hat en inglés— represente la más alta jerarquía en el universo de los tocados masculinos, tanto por su característica altura como por sus llamativos brillos y reflejos, y que su función alegórica en la sátira social haya perdurado mucho después de su desaparición como prenda de etiqueta. En cuanto al sombrero convencional, fue tradicionalmente una prenda selectiva, conformadora de un universo burgués y mesocrático del que estaban excluidos los desposeídos, los portadores de boina. Pero la creciente movilidad social del siglo xx le dio también una dimensión «electiva» a medida que su uso, forzosamente con traje, estuvo al alcance de los sectores económica o ideológicamente emancipados de las clases trabajadoras. Así como la boina sugería una resignación carpetovetónica ante el destino —a diferencia de la gorra proletaria, más combativa e internacionalista—, el sombrero confería dignidad y autoestima, valores muy apreciados por líderes obreros como Pablo Iglesias, Largo Caballero y Salvador Seguí, que lo adoptaron como parte de su indumentaria en cuanto las circunstancias se lo permitieron. En su caso, no era un signo de aburguesamiento, pese a lo que dijeran sus detractores; al contrario: era una forma de expropiación, de momento solo simbólica, de los privilegios de la burguesía y de todo aquello que la hacía poderosa y temida. Ya no representaba solo la arrogancia de los explotadores, sino el orgullo de una clase que anunciaba a través de sus líderes, liberados de la etiqueta impuesta a los pobres, el ascenso imparable de los trabajadores a la plenitud de sus derechos. El sombrero adquirió igualmente un carácter electivo cuando en los años anteriores a la Guerra Civil un número creciente de jóvenes de ambos sexos ejercieron el derecho a no llevarlo e inventaron el sinsombrerismo como una opción personal que desafiaba el orden establecido.
Con el tiempo, la boina se convirtió también en una prenda electiva, y no solo fruto de la necesidad y la miseria. En los años veinte y treinta, muchachas pertenecientes a la clase media ilustrada y urbana la eligieron como símbolo de un ideal de emancipación que, por un lado, las alejaba de los estereotipos femeninos al uso y, por otro, las acercaba al pueblo. Como toda transgresión, tuvo algo también de moda internacional y mundana reconocible en la imagen de algunas mujeres de fuerte personalidad y carisma, como Coco Chanel, Greta Garbo, Michèle Morgan y Marlene Dietrich. Lo mismo ocurrirá en los años sesenta, cuando la boina se aleje progresivamente de su rusticidad tradicional y se asocie con algunos de los principales iconos de un mundo rejuvenecido, desde un mito erótico como Brigitte Bardot hasta un mártir de la revolución como Che Guevara. En la España del tardofranquismo cubrió, como se ha visto, una amplia gama de significados que le permitieron iniciar un nuevo ciclo histórico como expresión contradictoria del desarrollismo: auge del antifranquismo, crisis del mundo rural, reaparición del nacionalismo vasco… Prenda guerrillera, atributo del paleto o txapela, la boina desplegará en pocos años un sorprendente abanico de usos y significados, hasta que con la transición democrática pareció regresar a sus orígenes territoriales e ideológicos: el País Vasco, Navarra y el nuevo carlismo abertzale.
El carácter polisémico de los símbolos y su evolución a veces insospechada no les privan, como se ha podido comprobar, de una profunda coherencia histórica que la historia social y cultural debe ayudar a comprender.
[1] |
Este artículo es resultado del proyecto de investigación HAR2016-77416-P «Diccionario de símbolos políticos y sociales. Claves iconográficas, lugares de memoria e hitos simbólicos en el imaginario español del siglo xx», financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. |
[2] |
Lipovetsky ( Lipovetsky, G. (1987). L’empire de l’éphémère. La mode et son destin dans les sociétés modernes. París: Gallimard.1987): 11 y Pelka ( Pelka, A. (2014). Mujer e ideología en la posguerra española: feminidad, cuerpo y vestido. Historia Social, 79, 23-42. 2014): 23. |
[3] |
Simmel ( Simmel, G. (1957) [1904]. Fashion. The American Journal of Sociology, 17 (6), 541-558. Disponible en:
|
[4] |
Ibid.: 542. |
[5] | |
[6] |
Amphlett ( Amphlett, H. (2003) [1974]. Hats. A History of Fashion in Headwear. Mineola. New York: Dover Publications.2003) y McDowell ( McDowell, C. (1992). Hats: Status, Style, and Glamour. Londres: Thames and Hudson. 1992). |
[7] | |
[8] |
Burger-Roussennac y Pastorello ( Burger-Roussennac, A. y Pastorello, T. (2015). Se vêtir de/en politique. Quelques usages politiques du vêtement. Cahiers d’histoire. Revue d’Histoire Critique, 11-17. 2015). |
[9] |
Morales Muñoz ( Morales Muñoz, M. (2002). Cultura e ideología en el anarquismo español (1870-1910). Málaga: Centro de Publicaciones de la Diputación de Málaga.2002). |
[10] | |
[11] | |
[12] |
Se encontrará una sumaria aproximación al tema en el viejo libro de Michael Batterberry y Ariane Batterberry ( Batterberry, M. y Batterberry, A. (1977). Mirror, Mirror: A Social History of Fashion. New York: Holt Rinehart and Winston.1977). |
[13] |
De Baecque ( De Baecque, A. (1997). Body Politics. Corporeal Metaphor in Revolutionary France, 1770-1800. Stanford, California: Stanford University Press.1997) y Featherstone et al. ( Featherstone, M., Hepworth, M. y Turner, B. S. (eds.) (1991). The Body. Social Process and Cultural Theory. London; New Delhi: SAGE Publications. Disponible en:
|
[14] |
Albizua Huarte ( Albizua Huarte, E. (2006). El traje en España. Un rápido recorrido a lo largo de su historia. En J. Laver. Breve historia del traje y la moda. Apéndice (pp. 283-359). Madrid: Cátedra.2006) y De Sousa y Congosto ( De Sousa y Congosto, F. (2007). Introducción a la historia de la indumentaria en España. Madrid: Istmo. 2007). |
[15] |
Morales ( Morales, M. L. (1956). La moda. El traje y las costumbres en la primera mitad del siglo xx. Barcelona: Salvat.1956) y Pasalodos Salgado ( Pasalodos Salgado, M. (2003), La moda a principios del siglo xx: inspiración y modernidad. En R. Franch y G. Navarro Espinach (coords.) Textil e Indumentaria (pp. 220-230). Madrid: Universidad Complutense de Madrid.2003). Véase también la tesis doctoral de esta última autora sobre la evolución de la
idea de feminidad a través de la moda en el Madrid fin de siglo, especialmente, el capítulo titulado «Los sombreros: consideraciones generales y evolución»,
Pasalodos Salgado ( Pasalodos Salgado, M. (2000). El traje como reflejo de lo femenino. Evolución y significado. Madrid, 1898-1915 [tesis doctoral]. Universidad Complutense de Madrid. Disponible en:
|
[16] |
Cit. Plutarco ( Plutarco (2007). Vidas paralelas. Madrid: Editorial Gredos.2007): 131. |
[17] |
Burke ( Burke, P. (1995). La fabricación de Luis XIV. San Sebastián: Nerea.1995): 64. |
[18] |
De Baecque ( De Baecque, A. (1997). Body Politics. Corporeal Metaphor in Revolutionary France, 1770-1800. Stanford, California: Stanford University Press.1997): 191-197. |
[19] |
Diario de las Musas, 11-2-1791; cit. Fuentes ( Fuentes, J. F. (1996). Moda y lenguaje en la crisis social del Antiguo Régimen. En J. R. Aymes (ed.). L’image de la France en Espagne pendant la seconde moitié du XVIIIe siècle (85-95). Alicante: Instituto Juan Gil-Albert de Cultura.1996): 90. |
[20] |
Gil Novales ( Gil Novales, A. (1975). Las sociedades patrióticas (1820-1823). Madrid: Editorial Tecnos.1975): 790. |
[21] | |
[22] |
Balzac ( Balzac, H. de (2014). Traité de la vie élégante. Paris: Maxtor.2014): 80. |
[23] | |
[24] |
Antonio María de Segovia, cit. por Escobar (ibid.). |
[25] |
R. Mesonero Romanos, «El sombrerito y la mantilla» (septiembre de 1835), recogido en Mesonero Romanos ( Mesonero Romanos, R. (1845). Escenas matritenses. Madrid: Imprenta y Librería de D. Ignacio Boix.1845): 247-251 (la cita en p. 248). Véase también Bernis ( Bernis, C. (1988). El traje burgués. En G. Menéndez-Pidal (ed.). La España del siglo xix vista por sus contemporáneos. Tomo I (pp. 455-479) y Tomo II (pp. 343-362). Madrid: Centro de Estudios Constitucionales. 1988). |
[26] |
Pérez Galdós ( Pérez Galdós, B. (1989). Miau. Madrid: Alianza Editorial. 1989): 220. |
[27] |
Pérez Galdós ( Pérez Galdós, B. (1887). Fortunata y Jacinta. Dos historias de casadas. Madrid: Imprenta de la Guirnalda.1887): 63. |
[28] |
Castañeda y Alcover ( Castañeda y Alcover, V. (1955). Ensayo de una bibliografía comentada de manuales de Arte, Ciencias, Oficios, Costumbres públicas y privadas de España (siglo xvi al xix). Madrid: Real Academia de la Historia.1955): 236. |
[29] |
Barthes ( Barthes, R. (1970). Elementos de semiología. Madrid: Alberto Corazón.1970): 30. |
[30] |
Consulta en línea en la web de la Real Academia Española: http://web.frl.es/DA.html. |
[31] |
Ibid.: https://bvpb.mcu.es/es/consulta/registro.cmd?id=451067. |
[32] |
Ibid. |
[33] |
Cit. Shubert ( Shubert, A. (2018). Espartero, el Pacificador. Madrid: Galaxia Gutenberg. 2018): 172. |
[34] |
La Dinastía, 19-3-1884. |
[35] |
«Seguidme: allí residen vuestros derechos», Solidaridad Obrera, 13-2-1908; imagen reproducida por Olivé y Serret ( Olivé y Serret, E. (1978). La pedagogía obrerista de la imagen. Barcelona; Palma de Mallorca: José J. de Olañeta.1978): 84. |
[36] |
Reproducido en ibid.: 94. |
[37] |
Aunque las ilustraciones de El Socialista con ocasión del 1.º de Mayo abundan en formulaciones alegóricas e incluso mitológicas del significado de esa fecha, aquellas que tienen una factura más realista reflejan el predominio de la gorra en la clase obrera o, al menos, en la forma en que los socialistas suelen representarla; véase, por ejemplo, los números de El Socialista de los días 1-5-1913 («La manifestación que pasa», que incluye como involuntarios espectadores de una manifestación obrera a dos burgueses con sombrero de copa) y 1-5-1919 («En marcha», con algún campesino participando en la manifestación proletaria). |
[38] |
Fotos accesibles en el Archivo Fotográfico de la Agencia Efe, Efevisual (http://www.efevisual.com/); con gorra, las catalogadas como efespeleven417818, efespeleven577558 y efespeleven417810; votando con sombrero el 8-5-1910: efespsix911436. En adelante, se citará esta fuente como EFE/EFEVISUAL. |
[39] |
«El 1.º de mayo de 1905», El Socialista, 1-5-1905. |
[40] |
Darío ( Darío, R. (1907). España Contemporánea. París: Garnier Hermanos.1907): 10; texto sobre Barcelona fechado el 4-3-1899. |
[41] |
Formaba parte, por ejemplo, del uniforme asignado a porteros, conserjes y mozos de recados del muy elitista Casino de Madrid en el siglo xix. Zozaya ( Zozaya, M. (2015). Identidades en juego. Formas de representación social del poder de la elite en un espacio de sociabilidad masculino, 1836-1936. Madrid: Siglo XXI Editores.2015). |
[42] |
Baroja ( Baroja, P. (1919). Momentum catastrophicum. Madrid: Rafael Caro Reggio.1919): 36. |
[43] |
Miguel de Unamuno: «La boina», El Liberal, 5-12-1906. |
[44] |
Prieto ( Prieto, I. (1975). De mi vida. Recuerdos, estampas, siluetas, sombras. México: Ediciones Oasis.1975): 76. |
[45] |
Ibid.: 75. |
[46] |
«Li és molt fácil a un poble canviar de vestit i treure’s la corona imperial per a posar-se una modesta gorra socialista»; «Les martingales alemanyes», La Campana de Gràcia, 2-4-1921. |
[47] |
Sirva como muestra el hecho de que el buscador de la Biblioteca Virtual de la Prensa Histórica del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ofrezca treinta resultados a la búsqueda de «gorra obrera» o «gorra del obrero» —la inmensa mayoría correspondientes al primer tercio del siglo xx—y solo ocho a «boina obrera» o «boina del obrero» (http://prensahistorica.mcu.es/es/consulta/busqueda.cmd). |
[48] |
Real orden circular de 31-7-1926, Colección Legislativa, 279. |
[49] |
Fue suprimida por real orden del 25-8-1930 debido a que «no ha dado resultado práctico ni saben llevarla marcialmente la mayoría de nuestros soldados». Fue sustituida por la «gorra de visera, más marcial que la boina» (Diario Oficial del Ministerio del Ejército, 26-8-1930). |
[50] |
Véase, por ejemplo, la foto, probablemente de 1924 (no se especifica el lugar, pero podría ser Barcelona), accesible en EFE/EFEVISUAL: efespsix922658. |
[51] |
Fotografía accesible en EFE/EFEVISUAL: efespsix922333. |
[52] |
Julius Ruiz en su reseña de los libros de Miquel Mir, Diario de un pistolero anarquista, Barcelona: Destino, 2006, y Carlos García-Alix, El honor de las injurias, Madrid: T Ediciones, 2007 (Historia y Política, núm. 23, enero-junio de 2010, 321). |
[53] |
Véase el documental Las sinsombrero. Las mujeres de la generación del 27, que recoge el testimonio de Maruja Mallo (https://www.youtube.com/watch?v=3HCfe__C7E0). Véase también Balló ( Balló, T. (2016). Las sinsombrero: sin ellas, la historia no está completa. Barcelona: Espasa.2016, Balló, T. (2018). Las sinsombrero. 2. Ocultas e impecables. Barcelona: Espasa.2018). |
[54] |
«Banco de parados», La Libertad, 12-4-1933. |
[55] |
Diario Crítica, Buenos Aires, 8-9-1933 |
[56] |
«Sobre la pantalla cómica», La Gaceta Literaria, 15-6-1931. |
[57] |
«En, por, sin, sobre el sinsombrerismo», El Sol, 24-8-1930. |
[58] |
«Los discípulos de Caco trabajan…», El Adelanto. Diario político de Salamanca, 8-7-1931. |
[59] |
L. Gómez Mesa, «Sobre la pantalla cómica», La Gaceta Literaria, 15-6-1931. |
[60] |
Maura ( Maura, M. (2007). Así cayó Alfonso XIII. Madrid: Marcial Pons.2007): 214-215. Se encontrará una foto de Sánchez Guerra a su salida de la prisión, rodeado de periodistas, en EFE/EFEVISUAL: efesptwelve459901. |
[61] |
Salvador de Madariaga: «El mal de España», Ahora, 10-1-1936. |
[62] |
Sobre la moda de los sombreros «campana», principalmente entre las mujeres de clase acomodada y, en general, sobre la rápida evolución del sombrero femenino en el primer tercio del siglo xx, véanse las ilustraciones de Blanco y Negro recogidas en La Eva Moderna. Ilustración Gráfica Española, 1914-1935. (1997), Madrid: Fundación Cultural Mapfre, catálogo de la exposición del mismo título. Por el contrario, el sombrero masculino sufrió muy pocas modificaciones desde la Primera Guerra Mundial hasta los años setenta, en opinión de Hilda Amphlett ( Amphlett, H. (2003) [1974]. Hats. A History of Fashion in Headwear. Mineola. New York: Dover Publications.2003: 163). |
[63] |
Juliá ( Juliá, S. (1984). Madrid, de la fiesta popular a la lucha de clases. Madrid: Siglo XXI Editores.1984): 11. |
[64] |
Hay numerosas fotos de la cabecera de la manifestación, por ejemplo, las que conserva EFE/EFEVISUAL, en particular las catalogadas como efespten959507, efespeleven201135 (en ambas, Unamuno con la boina en la mano) y efespeleven201132 (vista general de la cabecera de la manifestación). También del homenaje a Pablo Iglesias el 19-4-1931 en el Cementerio Civil de Madrid, por ejemplo, efespten959513, efespsix924774 y efespsix924783. |
[65] |
Prieto ( Prieto, I. (1975). De mi vida. Recuerdos, estampas, siluetas, sombras. México: Ediciones Oasis.1975): 75. |
[66] |
Hay numerosos testimonios escritos de aquel acontecimiento, por ejemplo, el de Prieto (ibid.) y el del diputado socialista y secretario de la Mesa del Congreso Juan Simeón Vidarte ( Vidarte, J. S. (1976). Las Cortes Constituyentes de 1931-1933. México: Editorial Grijalbo.Vidarte, 1976: 283). Se conserva asimismo una breve filmación del desarrollo de los actos, producida por España Film, de 6:42 minutos de duración, accesible en YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=1_15RpDLZLw). |
[67] |
El pie de foto, titulado «Los grandes mítines de protesta contra las deportaciones», informa de que la fotografía reproducida a toda página corresponde al mitin celebrado en la plaza de toros de Zaragoza el 1 de mayo de 1932 (aunque se publicó un mes después); La Revista Blanca, 1-6-1932. |
[68] |
Véanse, por ejemplo, las fotos publicadas por ABC los días 21 y 22-2-1933 de la visita al pueblo realizada por la comisión parlamentaria; las conservadas en EFE/EFEVISUAL (referencias efespnine422270 y efespnine422332) y las reproducidas en el documentado blog de Salustiano Gutiérrez Baena sobre la historia de Casas Viejas, en el que se señala, con razón, cómo en las fotos tomadas en el pueblo en los días posteriores a los sucesos «las diversas prendas de cubrir la cabeza marcan las diferencias sociales, desde los humildes pañuelos de las mujeres, hasta las mascotas [sombreros flexibles], pasando por las boinas o gorras» (http://historiacasasviejas.blogspot.co.uk/2014/01/las-fotos-de-los-sucesos-la-comision.html). |
[69] |
Se trata de Federico Bertodano Roncali. Recogen la noticia ABC y La Nación, en ambos casos el 21-6-1933, y El Siglo Futuro, 17-5-1933, periódico tradicionalista en el que abundan las alusiones al simbolismo político de la boina roja. |
[70] |
Filmación conservada en el archivo de RTVE/Filmoteca Nacional y disponible en línea: http://www.rtve.es/alacarta/videos/archivo-historico/mitin-manuel-azana-materiales-sin-montar/2923636/. |
[71] |
Foto de la cabecera accesible en EFE/EFEVISUAL: efespeleven022114. |
[72] |
Mismo atuendo en una visita a L’Espluga de Francolí (Tarragona) en octubre de 1938; EFE/EFEVISUAL: efesptwelve261466. |
[73] |
«Sombreros en Madrid», artículo de Julio Camba publicado en el diario Ya, 13-5-1939. |
[74] |
La Vanguardia, 4-9-1938. |
[75] |
«Sin sombrero», La Vanguardia, 7-11-1938. |
[76] |
Vicente Vega, «El origen del sinsombrerismo», ABC, 30-7-1959. |
[77] |
«El casco dice militarismo, y el [sombrero] flexible, civilismo; como la boina, carlismo»; Salvador de Madariaga, «El mal de España», art. cit. |
[78] |
«Camisa azul y boina colorada», La Vanguardia, 18-7-1939. El artículo dará lugar poco después a un librito del propio Giménez Caballero con el mismo título: Camisa azul y boina colorada, Madrid: Los Combatientes, 1939. |
[79] |
«Crítica y noticias de libros», ABC, 18-1-1948. |
[80] |
Prieto ( Prieto, I. (1975). De mi vida. Recuerdos, estampas, siluetas, sombras. México: Ediciones Oasis.1975): 73. |
[81] |
En 1940, la revista falangista Fotos lamentaba la caída en desuso del sombrero femenino, que calificaba de «imprescindible en toda mujer elegante» (cit. Pelka, A. (2014). Mujer e ideología en la posguerra española: feminidad, cuerpo y vestido. Historia Social, 79, 23-42. Pelka, 2014: 37). Debía de ser por inercia de los años de la república, pero su uso se recuperó con toda probabilidad en la posguerra. |
[82] |
Vicente Vega, «El origen del sinsombrerismo», art. cit. |
[83] |
Ignacio Agustí: «El peinado masculino», Triunfo, 23-11-1963. |
[84] |
Se puede consultar en línea, por ejemplo, en El Correo Gallego: http://bit.ly/37Nn4ZR. |
[85] |
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