RESUMEN
Este artículo estudia la historia reciente de rechazos a la infancia gitana en las escuelas estatales españolas en un momento de intentos de cambios sociales y políticos, tras siglos de sostenida exclusión educativa. Se analizan eventos sucedidos en un periodo de 35 años en el que se produjo una transformación en el tratamiento político y percepción social de la cuestión gitana. El texto se centra en la intensificación a partir de la década de 1980 tanto de la incorporación escolar de la infancia gitana como del subsecuente ciclo de protestas antigitanas. El artículo identifica, por un lado, los distintos factores que contribuyeron al aumento de la conflictividad étnica en las escuelas estatales y muestra, por otro lado, el creciente fracaso de las protestas antigitanas, al desencadenar una creciente contestación social en contra de la vulneración de derechos fundamentales de la infancia.
Palabras clave: Gitanos; antigitanismo; escolaridad; protesta social.
ABSTRACT
This article studies the recent history of rejection of Gypsy children in Spanish state schools during a time of significant social and politics changes and after centuries of sustained educational exclusion. The analysis deals with events occurring in a thirty-five years period during which there was a transformation in the political treatment and social perception of the gypsy question. The article focuses on the increasing numbers of Gypsy children joining the school system from the 1980s onwards and the subsequent series of anti-Gypsy protests. The article identifies, on the one hand, the various factors that contributed to the increase in ethnic conflict in state schools; it shows, on the other, the increasing failure of anti-Gypsy protest, as it unleashed a social reaction against the violation of fundamental child rights.
Keywords: Roma; anti-Gypsyism; schooling; social protest.
SUMARIO
En mayo de 1970 «corrieron rumores» de que «iban a ser declarados como subnormales» los menores de un «poblado gitano» cercano a una barriada zaragozana donde se acababa de construir una nueva escuela pública en un contexto de escasez generalizada de plazas escolares. La iniciativa partiría de «círculos oficiales del magisterio» y habría sido trasladada a la Delegación de Educación. Sus responsables, aunque desmintieron dichos rumores, admitieron la realización específica a los niños gitanos de unas previas «pruebas de nivel» que no superaron estos. También subrayaron el amplio rechazo que el intento de escolarización de aquellos niños venía concitando entre la mayoría del vecindario. La prensa local del tardofranquismo, que confirmó y criticó tibiamente el boicot vecinal, se declaraba dispuesta a admitir una salida al conflicto que pasara por una nueva escuela donde pudieran educarse separadamente los menores rechazados[2].
Quince años después, en enero de 1985, los antidisturbios cargaban varios días contra centenares de madres mientras bloqueaban el acceso de una treintena de menores gitanos a un colegio público, el Severo Ochoa, del barrio de Vicálvaro (Madrid)[3]. En un primer momento, antes del estallido etnicista, estaba previsto que los niños rechazados se concentraran en un aula diferenciada del centro. Y solo mientras durara la reparación de la «escuela gitana» de la cual provenían, ubicada en un asentamiento chabolista cercano. Sin embargo, a raíz de la litigación supracomunitaria que concitó aquel mediático boicot etnicista de los ochenta, avanzaría el derecho a la educación no segregada de menores gitanos. Y esto tanto en el Severo Ochoa, donde al final llegaron para quedarse más niños gitanos de los provisionalmente contemplados, como en muchos otros colegios madrileños y estatales.
A pesar de los costes crecientes y fracasos recurrentes que irán cosechando las protestas
populares para preservar la exclusión gitana de las escuelas estatales, en septiembre
de 1991 centenares de manifestantes impidieron el regreso de unos pocos niños gitanos
a las aulas del pueblo de Mancha Real, en Jaén. En el curso de violentas manifestaciones
antigitanas, sus familias se habían visto meses antes expulsadas del pueblo[4]. En estos años las asociaciones gitanas, acompañadas y apoyadas en Mancha Real por
autoridades como el defensor del Pueblo y el delegado del Gobierno, convirtieron la
vuelta de los niños gitanos a clase en una escenificación cabalmente articulada en
la cual la protesta por el agravio específico sufrido se articuló con una reivindicación
global de los derechos fundamentales de la minoría. Derechos que no podrían seguir
conculcándose, como acaba de ocurrir en Mancha Real y había sucedido pocos años antes
en otros pueblos de la provincia jiennense donde también fueron expulsadas familias
gitanas. Por los sucesos etnicistas del colegio de Mancha Real, en enero de 1995,
la Audiencia Provincial de Jaén condenaba de manera pionera en España a decenas de
(madres) participantes a cuantiosas multas por conducta agresiva, racista y xenófoba «Cuatro gitanos de Mancha Real, solos en las aulas en el primer día de clases», El País, 17-9-1991.
Este tipo de manifestaciones de antigitanismo La Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI), en su Recomendación
de política general núm. 13, adoptada el 24 de junio de 2011, conceptualiza el «antigitanismo»
como una forma de racismo persistente, violenta y banalizada basada en el origen cultural
de las personas romaníes, que reúne raíces sociales pero sigue reproduciéndose institucionalmente.
Como apunta Sierra ( Sierra, M. (2018). Historia gitana: enfrentarse a la maldición de George Borrow. Ayer, 109 (1), 351-365.
En lo que concierne al campo educativo, durante los veinticinco años que median entre el primero y último de los tres casos citados cambiaron las condiciones escolares y el tratamiento institucional reservado a la infancia gitana. A su vez, cambiaron las condiciones de posibilidad de los boicots escolares y los marcos de significados desplegados durante las movilizaciones para preservar o recomponer la exclusión gitana de los colegios públicos. Finalmente, cambiaron las reacciones frente a estos sucesos por parte de funcionarios y poderes públicos, medios de comunicación y sectores del movimiento asociativo gitano.
Este artículo reconstruye esa historia reciente de revueltas contra la tardía y asimétrica
incorporación de la infancia gitana a las escuelas españolas. Incorporación casi siempre
restringida a centros públicos situados en barriadas obreras que también asistieron
a la multiplicación de programas de realojo durante estos años. El trabajo identifica
los distintos efectos conflictivos de la escolarización de menores gitanos en paralelo
al cambio en las intervenciones y prioridades de los poderes públicos en materia de
escolaridad gitana. Revela la progresiva configuración de un nuevo orden de legitimidades
en cuanto al trato escolar dispensable a la infancia gitana. Ese nuevo orden de legitimidades
será construido también en el marco de los propios conflictos donde el derecho a la
educación de la minoría era violado. El análisis se concentra en acciones discriminatorias
y movilizaciones acaecidas en escuelas públicas hasta mitad de los noventa. Aunque
se revelan algunos pocos casos en centros concertados de los noventa, apenas se aborda
la sucesión y trama de situaciones discriminatorias que, pese a los avances en el
sistema público, han ido conformando en las últimas décadas la extendida exclusión
gitana de la red escolar concertada Tampoco se aborda la nueva formación de «escuelas-guetos» en algunos colegios públicos
de las periferias urbanas evitados ya sistemáticamente por la población no gitana.
El análisis e interpretación de las dinámicas que concurren en los episodios de etnicismo
escolar está apoyado y se construye sobre la base de distintas aportaciones teóricas
sobre etnicidad, etnicismo y conflicto étnico unificadas sobre todo en su rechazo
a las concepciones primordialistas y ahistóricas de la etnicidad que proyectan imágenes
estáticas del antagonismo étnico Un trabajo de Río ( Río, M. A. (2002). Visiones de la etnicidad. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 98 (2), 79-106.
La señalada, en cambio, es la cuestión que tratará de responder la teoría de la competición
étnica Nagel ( Nagel, J. (1995). Resource Competition Theories. American Behavioral Science, 38 (3), 442-458. Disponible en: https://doi.org/10.1177/0002764295038003006.
Nagel, J. y Olzak, S. (1997) Movilización étnica en los nuevos y en los viejos estados.
Una ampliación del modelo de competición. Zona Abierta, 79, 5-39.
Olzak ( Olzak, S. (1992). The Dynamics of Ethnic Competition and Conflict. Stanford: Stanford University Press.
Wilkes, R. y Okamoto, D. (2002). Ethnic Competition and Mobilization by Minorities
at Risk. Nationalism and Ethnic Politics, 8 (3), 1-23. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13537110208428667.
En segundo lugar, este artículo apoya la hipótesis sobre el papel clave que juegan
las agencias estatales como actores estructurantes de las divisorias y tensiones interétnicas,
resultando el Estado a su vez principal foco de expresión de demandas y agravios interétnicos.
En esta línea, un estudio Parte de la bibliografía sustantiva sobre el papel del Estado en procesos de etnogénesis
fue resumida por Río ( Río, M. A. (2002). Visiones de la etnicidad. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 98 (2), 79-106.
En el marco teórico explicitado destacan los trabajos de sociología histórica de la
protesta racial en Estados Unidos a cargo de Olzak con otras autoras Olzak ( Olzak, S. (1992). The Dynamics of Ethnic Competition and Conflict. Stanford: Stanford University Press.
Olzak, S., Shanahan, S. y West, E. (1994). School Desegregation, Interracial Exposure
and Antibusing Activity in Contemporary Urban American. American Journal of Sociology, 100 (1), 196-214. Disponible en: https://doi.org/10.1086/230503.
Olzak, S. y McEneaney, E. (1996). Poverty, Segregation and Race Riots: 1960 to 1993.
American Sociological Review, 61 (4), 590-613. Disponible en: https://doi.org/10.2307/2096395.
Olzak, S. y Shanahan, S. (2003). Racial Policy and Racial Conflict in the Urban United
States, 1869-1924. Social Forces, 82 (2), 481-517. Disponible en: https://doi.org/10.1353/sof.2004.0019.
Los cambios en los niveles de contacto y exposición interracial en las escuelas afectaron
a las tasas de acción colectiva étnica […]. En particular, la ruptura de los patrones
de segregación en las escuelas que antes eran formalmente blancas expandieron las
disputas locales por el acceso a las oportunidades, y la distribución de recursos
educativos […]. Estos conflictos invocaban, tanto a miedos de la población blanca
al contacto interracial, como a la percepción de que la competición racial por recursos
escasos se incrementaría aún más Olzak et al. ( Olzak, S., Shanahan, S. y West, E. (1994). School Desegregation, Interracial Exposure
and Antibusing Activity in Contemporary Urban American. American Journal of Sociology, 100 (1), 196-214. Disponible en: https://doi.org/10.1086/230503.
Lieske J. A. (1978). Group Disorders in Urban Schools. The Effects of Racial Desegregation
and Social Emancipation. Urban Affairs Quaterly, 14, 79-101. Disponible en: https://doi.org/10.1177/107808747801400104.
El peso que ejerce el pasado segregativo en el conflicto étnico ya había sido abordado
por la sociología neoweberiana del conflicto social. Para Parkin
El artículo mostrará cómo las nociones de Parkin son claves para explicar la historia reciente de las relaciones y conflictos con la comunidad gitana en España. Se sostiene que la comunidad gitana, en otras épocas privada de facto de derechos civiles y políticos, acabará convirtiéndose en el «objetivo natural» de las acciones excluyentes de la población mayoritaria. Esto sucederá especialmente cuando los poderes públicos retiran el apoyo sistemático que antes prestaban a la segregación escolar de los gitanos, como sucedió en muchos colegios públicos españoles antes inaccesibles para los gitanos.
La multiplicación desde los ochenta de niños gitanos en escuelas estatales y la proliferación de protestas civiles contra la inclusión étnica en ellas representan, por tanto, dos fenómenos interdependientes. Puede hablarse para estos años de un ciclo de conflicto étnico. Por un lado, la quiebra de los límites étnicos prevalecientes en muchos colegios estatales precipitó, sobre todo a lo largo de los ochenta, decenas de protestas civiles contra la presencia de alumnado gitano. En ellas se desplegaron habituales prejuicios contra los gitanos y nuevos agravios sociales, como el que incidía en el muy desigual reparto entre los barrios y colegios de distintas clases sociales del nuevo alumnado. Sin embargo, al violarse en ellos derechos cada vez más protegidos y objetivados institucionalmente por las propias leyes educativas, los episodios de etnicismo escolar serán los más costosos de sostener. Los que más fracasos cosechan a medida que avanza la democracia. De hecho, nada más saltar a la luz pública, estos casos desencadenarán multisectoriales reacciones y litigaciones supralocales que contribuirán a la problematización y denuncia social de las condiciones de postergación educativa que seguiría atravesando buena parte de la infancia gitana en España.
De esta manera, las revueltas contra la inclusión escolar acabarán, en cambio, estructurando
oportunidades y dinámicas de reivindicación proactiva para la consolidación y el avance
de derechos ante la escuela y otros ámbitos. Esta misma dinámica fue explicada por
McAdam
Otros estudios Olzak ( Olzak, S. (1992). The Dynamics of Ethnic Competition and Conflict. Stanford: Stanford University Press.
Wilkes, R. y Okamoto, D. (2002). Ethnic Competition and Mobilization by Minorities
at Risk. Nationalism and Ethnic Politics, 8 (3), 1-23. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13537110208428667.
Metodológicamente el trabajo se sustenta en una estrategia de «análisis de eventos»
a través de la explotación (principalmente) de prensa local y nacional del tardofranquismo,
la transición y la democracia Véase Olzak ( Olzak, S. (1989). Analysis of Events in the Study of Collective Action. Annual Review of Sociology, 15, 119-141. Disponible en: https://doi.org/10.1146/annurev.so.15.080189.001003.
Río, M. A. (2008). Usos y abusos de la prensa como fuente de datos sobre acciones
colectivas. Empiria. Revista de Metodología de las Ciencias Sociales, 16, 59-84. Disponible en: https://doi.org/10.5944/empiria.16.2008.1390.
Historiadores que evalúan la fiabilidad de la prensa como fuente de datos sobre conflictos
subrayan que al explotarla «tenemos más riesgos de información insuficiente que de
información falsa» Véase Río ( Río, M. A. (2008). Usos y abusos de la prensa como fuente de datos sobre acciones
colectivas. Empiria. Revista de Metodología de las Ciencias Sociales, 16, 59-84. Disponible en: https://doi.org/10.5944/empiria.16.2008.1390.
A diferencia de otros países desigualmente urbanizados e industrializados, pero que
desarrollaron sistemas escolares de masas desde principios del siglo xix, en España la incorporación escolar de la infancia de clases populares presenta, aún
con variaciones regionales, un significativo retraso y muchas desviaciones con respecto
a otras sociedades europeas
Las experiencias anteriores de socialización escolar de menores gitanos pueden calificarse
de puntuales; pero no de anecdóticas, si tenemos en cuenta que durante las mismas
se reprodujeron las lógicas punitivas, estigmatizadoras y de desigualdad de trato
que han configurado históricamente el tratamiento estatal de la llamada «cuestión
gitana» Gómez-Alfaro ( Gómez-Alfaro, A. (2009). Legislación histórica española dedicada a los gitanos. Sevilla: Consejería de Igualdad y Bienestar Social.
Gómez-Urdáñez, J. L (2017). Las medidas sobre los gitanos en el reinado de Carlos
III: ¿De la extinción a la asimilación? Andalucía en la Historia, 55, 16-17.
Río, M. A. (2017). Los poderes públicos y los asentamientos de gitanos: siglos xv a xviii. Andalucía en la Historia, 55, 8-11.
«Informe Campomanes y Valiente», de 1778, citado por Leblon ( Leblon, B. (1993) Los gitanos de España. Barcelona: Gedisa.
Gomez-Alfaro ( Gómez-Alfaro, A. (1991). La reducción de los niños gitanos. Historia de la educación: revista interuniversitaria, 10, 187-202.
Salinas, J. (2009). Un viaje a través de la historia de la escolarización de gitanas
y gitanos españoles. Anales de Historia Contemporánea, 25, 167-188.
Hay paralelismos entre la secuencia de planes contra el conjunto de la población gitana
(como las distintas redadas) y la elaboración de planes específicamente dirigidos
a la infancia gitana. Ahora bien, salvo en el caso de hijos de madres y padres recluidos,
el alcance de estos proyectos fue muy limitado. Fracasaron por diversos motivos. El
principal, la resistencia de las familias gitanas a la separación. Otro motivo fue
la renuencia de las autoridades locales borbónicas a la creación de las «juntas de
caridad y escolarización» que se encargarían de niñas y niños gitanos, así como las
carencias de medios estatales para las infraestructuras de internamiento. Jugó también
un papel importante el rechazo de los no gitanos a mezclarse con los gitanos, incluyendo
la negativa de muchos maestros artesanos a admitir gitanos bajo su tutela «Memoria de los géneros trabajados por algunas hijas de los antes llamados gitanos
que se hallan establecidos en el cuartel quinto de esta ciudad de Barcelona», carta
de 23-11-1785 de Francisco de Zamora Aguilar a Floridablanca, cit. en Gómez-Urdáñez
( Gómez-Urdáñez, J. L (2015). El comienzo de la integración de los gitanos en Cataluña.
Anatomía de la Historia. Disponible en: https://bit.ly/2NvYN14.
Más tarde, en el xix y buena parte del xx, las ideologías racistas biologicistas permearon incluso los muy localizados esfuerzos
de escolarización de gitanos que se producen en estos años, como el proyecto del padre
Manjón en las Escuelas del Ave María, prolongado hasta 1930. A la vez que los escolarizaba,
este religioso concebía a los gitanos como pueblo incapaz de civilizarse pese al contacto
con «pueblos cultos». Como «raza», su degeneración sería hereditaria y se extendería
a la parte física, intelectual y moral. Más exactamente, los trataba como «mendigos
de raza» dominados por la holgazanería, la astucia, el engaño y la impudicia Manjón ( Manjón, A. (1948). Lo que son las escuelas del Ave María. Modos de enseñar. En A.
Manjón. Obras selectas, vol. 5 (pp. 6-31). Alcalá de Henares: Imprenta talleres penitenciarios de Alcalá
de Henares.
Abajo, J. (2010). El padre Manjón y la escolarización de la infancia gitana. I Tchatchipen, 72, 27-35.
En 1971 se estimó en menos del 5 % la población gitana en edad escolar en centros
oficiales Instituto de Sociología Aplicada ( Instituto de Sociología Aplicada (1982). El libro blanco de los gitanos españoles. Madrid: Secretariado Nacional Gitano.
Fernández-Enguita, M. (1999). Niños gitanos en la escuela paya. Un estudio sobre relaciones interétnicas en el sistema
educativo. Barcelona: Ariel.
Orden de creación del Patronato Escolar de los Suburbios de 4 de agosto de 1942 (BOE,
26 de febrero 1943).
El trabajo de campo de San Román en poblados chabolistas madrileños del tardofranquismo
—ocupados en sus orígenes por gitanos y no gitanos— reveló que los nuevos colegios
públicos que se construían en barrios cercanos a los poblados chabolistas resultaban
«inaccesibles para los gitanos». En un contexto de «escasez de plazas escolares para
todos», en las nuevas escuelas cercanas a los núcleos chabolistas tenían «preferencia
payos sobre gitanos» chabolistas. Para los últimos, concluye San Román, las nuevas
escuelas resultaban «inaccesibles»
A partir de los sesenta, en los cada vez más extensos y segregados poblados chabolistas
gitanos aumentaron las actividades de entidades vinculadas a la iglesia católica.
La acción educativa de estas entidades fue limitada: cosechó fracasos generalizados
en términos de resultados y sobre todo mantuvo y naturalizó durante décadas la segregación
étnica ante la escuela, contribuyendo con ello a dificultar la posterior aceptación
vecinal en colegios públicos de los menores gitanos procedentes de estos centros segregados.
Lograron incrementar el porcentaje de niños escolarizados, pero rara vez sirvieron
a su objetivo de adaptar al alumnado gitano para cruzar a un sistema educativo mayoritario.
Lo que encontrábamos eran altas tasas de desescolarización incluso en los barrios
con escuelas, altos niveles de absentismo, a profesores no especialistas y a niños
hacinados sin distinción por edades San Román ( San Román, T. (1980). La Celsa y la escuela del barrio. En M. Knipmeyer, M. González
Bueno y T. San Román. Escuelas, pueblos y barrios. Tres ensayos de antropología educativa (pp. 163-263). Madrid: Akal.
Garrido, M. y Torres, J. (1986). El problema de la educación gitana. En T. San Román
(comp.) Entre la marginación y el racismo. Reflexiones sobre la vida de los gitanos (pp. 129-140). Madrid: Alianza.
Salinas, J. (2009). Un viaje a través de la historia de la escolarización de gitanas
y gitanos españoles. Anales de Historia Contemporánea, 25, 167-188.
Instituto de Sociología Aplicada ( Instituto de Sociología Aplicada (1990). Estudio sociológico. Los gitanos españoles 1978. Madrid: Secretariado General Gitano.
¿Y en el caso del alumnado que, pese a todo, trató de acceder en aquella época a escuelas
oficiales? Para estos años, y sobre todo si la denuncia provenía de círculos eclesiásticos,
la prensa local ya podía integrar casos reveladores de desigualdad de trato escolar
reproducido a bajo coste político. En 1974 un medio vigués denunciaba que «nuevamente»
el Apostolado-Secretariado Gitano de la ciudad no encontraba plazas escolares disponibles
para niños gitanos a quienes (al menos en esta ciudad) trataba de matricular en colegios
públicos «Discriminación hacia los gitanos», El Pueblo Gallego, 27-09-1974.
Desde mediados de los setenta, una vez irrumpen nuevos medios durante la Transición, crece la huella en la prensa de casos de discriminación oficial. Un caso llamativo se dio en 1980 en los campamentos veraniegos madrileños organizados por el nuevo gobierno municipal de izquierdas. La presencia de una veintena de niños gitanos procedentes de poblados de la zona sur concitó el rechazo y abandono «de los responsables del campamento», así como de un amplio sector de padres de los otros niños. El bajo coste político de la discriminación de los niños gitanos en esos años se percibe a través de las declaraciones de una funcionaria y política cuya valoración naturalizaba la segregación:
La Inspectora de Educación y edil de UCD, Ana María García de Armendáriz, culpó al
ayuntamiento por su improvisación, y por no haber hecho una «selección adecuada» de
los niños, puesto que al ser actividades para el intercambio cultural, «no todos los
niños están preparados para ellas». Señaló que las normas que regían en las colonias
debían exigir unos patrones de conducta normales y que, para aquellos que no los cumplieran,
se debían buscar centros especiales «Niños gitanos excluidos de un campamente veraniego», El País, edición de Madrid, 13-7-1980.
Las élites profesionales, aunque se posicionaban crecientemente en defensa de la educación
de la infancia gitana, apelaban a la segregación escolar como fórmula educativa dispensable
a la minoría. De hecho, la escuela reservada a los gitanos se concebía como un necesario
dispositivo asimilador y resocializador, en lugar de como un espacio de nivelación
de oportunidades y promoción social. Las representaciones dominantes en los setenta
sobre la escolaridad dispensable a los gitanos admiten, incluso, paralelismos con
las fórmulas ampliamente ensayadas en otros países de escuelas segregadas por clase
social, degradadas académicamente, así como principalmente enfocadas a la moralización
y socialización anticipatoria de la clase obrera en la disciplina fabril «Editorial”, Diario femenino, 28-05-1970.
Las denuncias por casos de discriminación vecinal u oficial eran tibias. Aumentaban
las voces reclamando soluciones al abandono educativo de la población gitana. Pero
la segregación —la ausencia de socialización interétnica en un espacio clave como
las aulas— apenas se cuestionaba en estos años. El de 1978 se cita como fundamental
para el avance de los derechos en democracia de la población gitana, aunque se olvidan
algunos retrocesos. Por un lado, tras una pionera y gran manifestación gitana el 7
de junio en la Puerta del Sol «Protesta gitana”, El País, 7-6-1978, p. 23.
Desde su promulgación el 14 de mayo de 1943 hasta su derogación en 1978 a instancias
de las Cortes, los arts. 4 y 5 del Reglamento de la Guardia Civil permitían «vigilar
escrupulosamente» los asentamientos, «movimientos» y «modo de vivir» de la población
gitana, tratada como una categoría predelictiva relegada al furgón de cola de las
políticas sociales. La supresión de los artículos, tras una histórica intervención
del diputado gitano Ramírez Heredia, en BOE, 107, de 12 de junio de 1978, p. 243.
Una iba a construirse en Burgos. Este caso revelará nuevamente la vigencia axiológica
y la naturalización de la segregación educativa de los gitanos. Presionado por «protestas
del vecindario cercano», el Ayuntamiento burgalés paralizó «la construcción de la
escuela para niños gitanos». Varias asociaciones gitanas de la época ya denunciaron
aquella discriminación, de la cual también se hizo eco el principal periódico progresista
de la época. Finalmente, tras las denuncias y reacciones supralocales que se produjeron,
el Ayuntamiento regresó a su plan inicial frenado por protestas del vecindario y reinició
la obra de la escuela gitana «La coordinadora de asociaciones gitanas repudia la actuación del Ayuntamiento de
Burgos», El País, 28-05-1978, p. 26.
Ibid.
El relato histórico emprendido para recuperar la memoria de los movimientos vecinales
y luchas contra la discriminación urbana en España
Estas movilizaciones estaban vinculadas a la multiplicación de nuevas interdependencias
competitivas entre gitanos y no gitanos, como las que suponen variaciones del precio
de las viviendas en función de la composición étnica de los barrios
Junto al de las expectativas segregativas rotas, un más limitado (por las fuentes)
análisis
En este marco más amplio de tensión y conflictividad étnica se ubican también las
revueltas frente a la incorporación de los gitanos a las escuelas. Proceso que ha
llegado a ser definido como «avalancha»… «En muchos colegios públicos aparecen por
primera vez en esta época niños gitanos, y en otros se multiplica su número desde
proporciones desdeñables hasta proporciones mucho más importantes»
En primer lugar, están las gitanas y gitanos diversos, aunque casi siempre invisibles
frente al poder homogeneizador de los estereotipos. Una parte de la población gitana
tradicionalmente alejada de la norma escolar diversificaba en estos años sus condiciones
vitales y actitudes frente a la «escuela paya», especialmente a medida que los nichos
económicos y fórmulas tradicionales de inserción laboral gitana desaparecían
En segundo lugar, en la incorporación escolar gitana influyó sobre todo la nueva panoplia
de normas y de acciones administrativas conformadoras de una nueva estructura de oportunidades
escolares para la minoría. Las primeras medidas de educación compensatoria en España
de principios de los ochenta se establecieron pensando especialmente en la «integración»
de «grupos» en «condiciones de inferioridad en el sistema educativo» como los gitanos El Real Decreto 1.1174/83 sobre Educación Compensatoria, del 27 de abril de 1983
(BOE de 11 de mayo), establece la «decidida voluntad de realizar una política compensadora
de las de desigualdades sociales en materia educativa, buscando la integración de
aquellos grupos cuyas condiciones de inferioridad en el sistema educativo, por su
baja capacidad económica, su nivel social, lugar de residencia, etc., son manifiestamente
acusadas en relación a las condiciones que el propio sistema educativo ofrece, con
carácter general, a todos los alumnos y alumnas».
Entrevista en grupo, cit. en Fernández-Enguita ( Fernández-Enguita, M. (1999). Niños gitanos en la escuela paya. Un estudio sobre relaciones interétnicas en el sistema
educativo. Barcelona: Ariel.
Parte importante de los menores gitanos cuya escolaridad iba a imponerse en centros
públicos procedía de escuelas-puentes. Estos centros pasarán a la irregularidad tras
promulgarse la Ley Orgánica del Derecho a la Educación (LODE), en el verano de 1985 Ley Orgánica 8/1985, de 3 de julio, reguladora del Derecho a la Educación (BOE 159/85
de 4 de julio de 1985).
El desmantelamiento de las escuelas-puente se produjo en pocos años, pero no fue una
demolición automática. Hubo acciones destacables que ofrecen un valioso contrapunto
a los fenómenos discriminatorios reconstruidos. En Barcelona los propios maestros
se unieron para reclamar el cierre de una escuela-puente tardíamente en funcionamiento «Maestros piden el cierre de un colegio instalado en un suburbio», El País, edición de Barcelona, 10-6-1986.
Varios casos dan cuenta de este creciente protagonismo del movimiento asociativo gitano
como sujeto activo en la quiebra de la segregación educativa de la escuela pública.
En junio de 1986 organizaciones gitanas denunciaban que en Burjassot (Valencia) los
colegios negaban la admisión de 47 niños gitanos «Asociaciones gitanas denuncian que dos colegios públicos no admiten a 47 niños gitanos»,
El País, edición de Valencia, 10-6-1986.
«Una asociación gitana de Torrent denuncia una escuela puente ilegal«, El País, edición de Valencia, 10-1-1987.
El episodio más trascendente de lucha gitana contra la segregación educativa se localiza
en Campanillas (Málaga). Una inicial acción gitana contra una escuela-puente está
detrás de una de las resistencias antigitanas más contumaces de la democracia. En
septiembre de 1988 una asociación gitana denunció en un primer momento una «escuela
puente» aún funcionando en una estigmatizada «barriada de transición», Los Asperones,
colindante a Campanillas. La denuncia gitana demostraba la pasividad de la Administración,
que rehuía el conflicto social que la inclusión de los niños gitanos de Los Asperones
desencadenaría en la colindante Campanillas. Frente a la inacción administrativa,
los activistas gitanos de la «Asociación Sociocultural para el Desarrollo del Pueblo
Gitano» aceleraron los acontecimientos. Primero convocaron a la prensa. Luego trasladaron
en autobuses a los niños gitanos de la escuela puente de Los Asperones al centro público
de Campanillas. Finalmente, gracias a la movilización étnica recogida en la prensa
local, la Administración educativa reaccionó. Se comprometió a la escolarización de
los gitanos que hasta entonces postergaba «Educación se compromete esta semana a escolarizar a los treinta niños de una barriada
de transición», Diario Sur, Málaga, 20-9-1988.
Hubo que esperar, sin embargo, hasta comienzos del curso siguiente, septiembre de 1989, para que llegaran al colegio de Campanillas los primeros niños de Los Asperones. Como preveían las autoridades, explotaron disturbios. Una vez más, durante varios días niños gitanos accedían a un colegio entre un cordón policial y cámaras de televisión. Las puertas fueron varios días bloqueadas con silicona. Hubo que intervenir para abortar enfrentamientos entre madres gitanas y no gitanas. Fue incendiada la sede del PSOE de Campanillas. Durante diez días la mayor parte del alumnado estuvo en huelga. Los niños gitanos menores que aún quedaban en la escuela gitana de Los Asperones también hicieron huelga, pero en solidaridad con sus compañeros rechazados en el cercano colegio de Campanillas que les correspondía, el Calderón Púa.
Pese a la tenacidad y cohesión demostrada, la protesta local cedió por la presión
mediática nacional, sumada a la presión judicial de empezar a multar a quienes no
llevaran a los niños a clase. En Campanillas, en uno de los más importantes conflictos
escolares de la España democrática, el activismo gitano desarrolló en origen un papel
clave. Con su acción comprometió a la Administración acelerando la inclusión escolar
de la población gitana «Paralizado un colegio de Málaga para impedir que asistan a clases 14 niños de un
poblado marginal», El País, 5-10-1989, p. 27.
«Niños gitanos sin escuela (sesión continua)», El Sol, 29-9-1989.
Como se apuntaba, junto al nuevo marco legal para la inclusión educativa, el factor
más determinante de aquellas protestas escolares fue la multiplicación en estos años
de los programas de realojamiento de población gitana. Los realojos y los «censos»
previos a estos aumentaron la responsabilidad y a la vez el grado de control de las
distintas administraciones con respecto a la escolaridad gitana. Estas debían ahora
proporcionar el derecho a la educación a decenas de miles de menores realojados procedentes
de hogares cuyas obligaciones escolares aparecían a la vez mucho más objetivadas y
controladas que en los anteriores hábitats. La mayor parte de los menores rechazados
en estos años pertenecían a familias gitanas objeto de operaciones de realojo que,
según se señalaba ya en 1986, «habían erradicado gran parte del chabolismo existente,
incorporando un volumen importante de gitanos a núcleos de población no gitana»
Las tensiones vecinales desencadenadas por el traslado de poblaciones procedentes
de núcleos estigmatizados frecuentemente se trasladaron a las escuelas. Muchas veces
el estallido vecinal, en vez de relacionado con el volumen de estudiantes gitanos
que llegaban, se enmarcaba en tensiones en los barrios más cercanos a los realojos.
En Andújar, todavía en 1990, quedaban trescientos menores gitanos por escolarizar.
El reparto entre los distintos centros de una localidad con más de cuarenta mil habitantes,
reconocían las autoridades, estaba generando tensiones en los distintos colegios.
Sin embargo, siendo ubicuas las tensiones en todos los centros previstos para albergar
alumnado gitano, el conflicto abierto estalló en el centro más cercano a la barriada
gitana de la localidad «Los alumnos de un colegio de Andújar siguen sin ir a clase por asistir cinco niños
conflictivos», El País, 20-11-1990, p. 3.
Otro conflicto similar se produjo, durante el otoño de 1991, en el madrileño barrio obrero de Villaverde. En solo una mañana «treinta» madres reclutaron a muchas más para cerrar un colegio al que asistían veinte niños gitanos entre otros quinientos cincuenta alumnos. La acción vecinal citada se inscribía, en cambio, en las masivas protestas de aquellos mismos días contra la «venta de droga» y contra la instalación en un solar del barrio de familias gitanas procedentes del poblado chabolista de Torregrosa:
Tocan las palmas en clase, bailan encima de las mesas y no le hacen caso a la señorita,
con lo cual ni aprenden ni dejan aprender a los nuestros”. Ésa era una de las razones
que alegaron ayer las madres […]. Al final no entraron ni los suyos ni los otros,
porque lograron convencer a los demás padres […]. Algunas madres se quejaban de que
los niños gitanos introducen drogas en las clases y acostumbran a propinar palizas
a sus vástagos […]. De los 550 alumnos matriculados, 20 son gitanos integrados en
el pueblo y 80 proceden de las casas prefabricadas del barrio de Torregrosa, pero
de estos últimos sólo 40 asisten con cierta regularidad […]. La razón que ocasionó
el piquete de la mañana fueron las becas de comedor del colegio. «Este año había mucha
gente y hemos tenido que retirar a unos 40 «Treinta padres cierran un colegios que acoge a gitanos», El País, edición de Madrid, 9-3-1991.
El conflicto escolar de Villaverde se cita también porque reúne en un mismo caso las
distintas motivaciones y demandas que, en distintos momentos del repertorio de protestas
escolares, se irán desplegando contra la presencia gitana en las escuelas. Las motivaciones
del rechazo a la presencia gitana experimentaron modulaciones. En un primer momento,
cuando la Administración impone la presencia gitana en aulas hasta entonces monoétnicas,
al nuevo alumnado se le acusará sobre todo de representar riesgos y malas influencias,
ocupando el miedo a la «violencia» un papel destacado
Otro importante episodio de etnicismo escolar, de nuevo ubicable en el rechazo a proyectos
de realojo, fue el de Tremañes (Gijón, 1985). Un año antes el vecindario ya se había
movilizado masivamente, aunque sin éxito, contra la construcción de viviendas para
familias gitanas. Los niños de las familias realojadas formarían parte también del
nuevo colegio que se construía en la zona. La confirmación oficial de la escolarización
temida desató entre enero y marzo de 1985 nuevas protestas, combinadas con amenazas
de boicot popular al nuevo colegio «Padres de alumnos de un colegio gijonés se oponen a la entrada de niños portugueses»,
El País, 11-1-1985, p. 16
No estamos contra la integración, como se ha dicho. Lo que pedimos es que no sea masiva.
Si quieren escolarizar a todos estos niños que los repartan entre todos los colegios
que existen en Gijón. Jesús Gómez, miembro de la comisión gestora establecida por
los padres, rechaza también la posibilidad de que coman juntos, en un mismo comedor,
nuestros hijos con estos otros niños aquejados de enfermedades, suciedad y falta de
práctica en la convivencia social» […]. Anuncian que mantendrán a sus hijos en el
actual centro, aunque sea sin profesores, si siguen sin escucharse ninguna de sus
pretensiones «Vecinos de un barrio de Gijón se oponen a que sus hijos compartan aulas con los
gitanos», El País, 5-3-1985, p. 20
En todos estos y otros muchos casos, los estigmas acumulados por los lugares de procedencia
de los menores gitanos tuvieron un papel crítico en las protestas escolares. No obstante,
el abanico de posibilidades de acciones antigitanas en las escuelas es más amplio.
Hubo boicots escolares, entre ellos el citado de Mancha Real, que se enmarcaron en
estrategias etnicistas de más amplio alcance, como evitar el asentamiento o conseguir
la expulsión de familias gitanas instaladas en las localidades. En 1987, los padres
de ochocientos niños de un colegio en una barriada onubense declararon una huelga
para expulsar a una familia gitana «Huelga de ochocientos escolares para que expulsen de Huelva a una familia gitana»,
Diario 16, Andalucía, 24-10-1987.
«Paro escolar por la llegada de una familia gitana», El País, 10-12-1985, p. 19.
Entre 1976 y 1995 solo el diario El País reportó 213 casos de acción colectiva antigitana en España Para la contabilización de los casos de acción colectiva antigitana entre 1976 y
1995 se han revisado, previa delimitación precisa de las unidades de análisis buscadas,
los índices de El País. Estos incluían fecha y titular de la noticia más localización de la misma en las distintas
secciones del periódico.
El primer editorial fue a raíz de la expulsión de los gitanos de Hernani en enero
de 1980. La segunda, tras los enfrentamientos entre gitanos y no gitanos en el madrileño
barrio de San Cristóbal, también en enero de 1980. El tercer editorial llegó tras
el conflicto escolar de Vicálvaro en enero de 1985. Los dos últimos editoriales llegan
tras la expulsión de los gitanos de Martos en julio de 1986 y de Mancha Real en mayo
de 1991.
El tratamiento periodístico de los conflictos escolares fue además el que más tendió
a enfatizar la «motivación racista» de los manifestantes. Y el que más tendió, al
estallar los casos, a exigir medidas de las autoridades que, primero, abortasen la
discriminación producida en un lugar y, segundo, hiciesen avanzar los derechos postergados
de la infancia gitana en otros lugares. Como se anotaba, el tercero de los cinco editoriales
de El País a raíz de conflictos antigitanos, el 9 de enero de 1985, denunciaba «el racismo» desatado
en el citado colegio Severo Ochoa de Vicálvaro. Exigía firmeza democrática a las autoridades.
Concluía pidiendo avances decididos frente al racismo histórico y la injustificada
postergación de la cuestión escolar gitana. Criticaba también a la autoridad del colegio
por intentar neutralizar en un primer momento el conflicto reservando un aula separada
a los gitanos. Señalaba por último a Vicálvaro como «lugar de una vergüenza que todos
debemos asumir como colectiva» «Little Vicálvaro”. El País, Op., 9-1-1985.
La notable relevancia mediática de los sucesos de Vicálvaro, tanto para la prensa
como para la televisión nacional, puede también valorarse teniendo en cuenta la ausencia
de reportajes y de editoriales tras los sucesos de Torredonjimeno que analizó Río
( Río, M. A. (2003). Violencia étnica y destierro. Dinámicas de cuatro disturbios antigitanos en Andalucía.
Granada: Maristán.
Este conflicto aceleró el cuestionamiento social (y la posterior eliminación) de las
escuelas-puente que prevalecían en Madrid y otras grandes ciudades españolas a primeros
de los ochenta. Tras Vicálvaro, la Dirección Provincial de Educación de Madrid desarrolló
un programa con el objetivo de escolarizar a los aproximadamente tres mil niños gitanos
que aún no tenía educación asegurada en la Comunidad de Madrid. A principios del curso
siguiente «se matricularon 1.132 alumnos gitanos distribuidos en 55 colegios» «Educación inicia la escolarización de 3.000 niños calés», El País, edición de Madrid, 5-2-1986, p. 22.
En las reacciones supralocales (mediáticas e institucionales) frente a episodios posteriores,
pero similares a los de Vicálvaro, concurrirán regularmente una serie de elementos
mucho menos estructurados hasta antes de este trascendente caso. Por un lado, el tratamiento
mediático de los sucesos de Vicálvaro estructuró las reacciones posteriores de toda
la prensa ante nuevos casos. A diferencia de lo que sucedía en la Transición, los
protagonistas de episodios de antigitanismo escolar, tras Vicálvaro, pasarán a ser
frecuentemente representados como encarnaciones del más injusto de los racismos, el
focalizado en niños. Esto introduce una diferencia notable de tratamiento mediático
entre protestas escolares y protestas contra realojos. En las últimas la prensa se
mostraba generalmente más ambivalente a la hora de atribuir motivaciones etnicistas
a los participantes. De hecho, la catalogación más habitual de las protestas contra
realojos era la de «conflicto vecinal». Resultaba en estos casos menos frecuente la
atribución de «racismo» a los manifestantes
El modo en que la propia prensa progresista de la época relató casos ya citados, como
el de la construcción de una «escuela gitana» en Burgos durante 1978, ilustra la escasa
denuncia durante la transición de fórmulas segregativas. Y esto a pesar de que en
estos años aumentó la concentración de alumnado gitano escolarizado en escuelas-puente
La derrota de los manifestantes antigitanos de Vicálvaro fue clave en las otras que posteriormente experimentaron, ya en otros puntos del país meses y años después, quienes sin eficacia también recurrieron a la acción colectiva para intentar excluir al alumnado gitano de escuelas públicas, en lugar de a estrategias personales de exclusión étnica más caras pero legalizadas, como ocurre con las fugas a colegios concertados sin gitanos. También a raíz del conflicto de Vicálvaro se han localizado las primeras evidencias documentales del debate, incipiente entonces, sobre la exclusión de la infancia gitana de las escuelas concertadas españolas. El siguiente documento revela cómo el caso de Vicálvaro influirá en dinamizar los planes de la nueva Administración educativa socialista para las escuelas concertadas. Después de los sucesos madrileños, y de otros meses después como los del barrio gijonés de Tremañes, medios de comunicación y responsables educativos comenzaban a plantear la necesidad de un avance más: imponer y lograr la inclusión gitana en centros concertados sostenidos con fondos públicos:
La integración escolar de los niños de raza gitana, tarea en la que el Ministerio
de Educación afirma sentirse comprometida desde antes de que los últimos incidentes
de Madrid [caso Severo Ochoa] y Gijón [caso Tremañes] actualizasen el problema de
la discriminación escolar de este sector, va a ser en un futuro no muy lejano competencia
no sólo de los centros públicos, sino también de los colegios privados subvencionados
por el Estado, entre los cuales no abundan las iniciativas de este tipo […]. El plan
de integración educativa, después de aplicarse a los colegios públicos, desde donde
hace años se admiten matriculas de gitanos, se extenderá a otros centros que tendrán
que abrir sus puertas por primera vez a una clientela tradicionalmente ajena a sus
instalaciones «Programa oficial para favorecer la integración escolar de los gitanos», El País, 16-4-1986.
Aquellos planes apenas se materializaron, sin embargo. Hasta 1993 no se dictaron medidas
específicas que obligaban a «la redistribución equilibrada de niños pertenecientes
a grupos sociales y culturales desfavorecidos entre centros sostenidos con fondos
públicos, evitando su concentración excesiva» Real Decreto 277/1993 y Real Decreto de 28 de febrero 299/1996 (BOE núm. 62, de 12
de marzo de 1996) de «ordenación de las acciones dirigidas a la compensación de desigualdades
en la educación».
«Ocho colegios religiosos de Palencia se niega a acoger a niños gitano», El País, 23-7-1996, p. 26.
El caso más importante de conflicto étnico en un concertado fue, no obstante, el del
San Juan Bosco de Barakaldo, aunque tuvo lugar en noviembre de 2000. Aquí la Delegación
de Educación impuso también a la dirección del centro religioso la presencia de menores
gitanos, pero fueron entonces los padres quienes se movilizaron convocando una huelga
escolar. La coacción ejercida por los anuncios de actuación de la Fiscalía terminó
aquí también con las protestas «Barakaldo, una herida cicatrizada», El País, 18-11-2000.
A medida que crecían la ilegitimidad y el coste social de oponerse a la presencia
de alumnado gitano, se extendían los agravios por el desigual reparto del alumnado
gitano entre centros. Desigualdad muy marcada entre centros públicos y concertados.
Al comenzar el curso de 1991, en Aitona (Lérida) las familias del colegio público
local se admitían dispuestas a la escolarización de una parte de los niños de familias
gitanas recién empadronadas. Mantuvieron, en cambio, una huelga escolar hasta que
la Administración impuso al centro concertado del municipio la acogida de la mitad
de los nuevos alumnos «Los dos colegios de Aitona niegan la entrada a gitanos», El Observador, Barcelona, 21-09-1991.
A pesar de la extendida exclusión de la infancia gitana de centros concertados, a
finales de los noventa España era valorada «entre los países europeos con un modelo
de escolarización gitana más integrador»
El conflicto del colegio Ruiz Gordoa de Andújar […] nos trae a la memoria sucesos
que ocurrían con mucha frecuencia en los inicios de los ochenta, tales como los de
Vicálvaro, San Blas, etc. Afortunadamente estos hechos se producen ya muy de cuando
en cuando, y tanto padres de alumnos como profesores, han ido asumiendo que los niños
gitanos tienen que incorporarse a la escuela como el resto de los españoles. La fase
por tanto de la incorporación masiva de los niños gitanos a la Enseñanza General Básica
está siendo completada. Entramos en otra etapa en la que nos preocupa son los resultados «Editorial», boletín Gitanos en la prensa, Secretariado General Gitano, 1990, p. 2.
La «incorporación masiva» de la infancia gitana a las escuelas estatales terminó extendiendo, no obstante, nuevas respuestas y estrategias de exclusión. En las noventa se extienden las «fugas» —whyte flight— hacia colegios sin gitanos. A veces estos procesos de exclusión generalmente encubierta han sido tan llamativos que se han convertido en noticia. Fue el caso de Valladolid. En 1989 «cuarenta» familias no gitanas concertaron dar de baja a sus hijos para el siguiente curso. Sospechaban que serían más quienes lo hicieran. Los padres movilizados denunciaban las condiciones en que se estaba produciendo la incorporación del alumnado gitano. La fuga se decidió una vez fracasaron las exigencias de reparto del alumnado gitano entre centros y de agrupación por niveles del alumnado:
Cuarenta padres payos han dado de baja a sus hijos del colegio Pío del Río Orcega
durante las últimas semanas como consecuencia del bajo nivel educativo al que obliga
la presencia de un alto porcentaje de alumnos de etnia gitana. […]. Creen que finalmente
abandonarán el centro unos ciento veinte niños, pues muchos de ellos no han presentado
la baja aún, pero tienen solicitada plaza en otro centro […]. Han planteado con insistencia
al Ministerio de Educación la necesidad de actuar redistribuyendo a la población gitana
del colegio entre otros colegios, u homogeneizando las clases por niveles educativos
[…]. Las asociaciones gitanas han mostrado también su oposición a las propuestas payas «Cuarenta padres han dado de baja a sus hijos en el colegio del Río Orcega», El Norte de Castilla, 22-7-1989.
Ha venido desde hace años denunciando también estas situaciones, pero ha sido escasa la capacidad del movimiento asociativo gitano para frenar los poderosos mecanismos de segregación intraescolar e interescolar que se dan en la España de la doble red educativa. La reproducción intergeneracional del fracaso escolar entre las distintas generaciones gitanas escolarizadas en las últimas décadas requiere, sin embargo, tomar medidas para diversificar la presencia gitana a lo largo de todo el mapa escolar. Esa es otra asignatura pendiente para el futuro de nuestra convivencia étnica.
Masiva desescolarización en el franquismo en coexistencia con prácticas de discriminación institucional. Aumento a partir de los setenta de la escolarización, pero prevaleciendo la segregación educativa bajo el modelo de escuelas-puente que rara vez atravesaban los menores gitanos. Estos dos hechos definieron las condiciones escolares de la infancia gitana hasta los ochenta.
En esos años, en cambio, se producirá una incorporación sin precedentes de menores gitanos a escuelas estatales. La normativa que se construyó y empezó a aplicar aquellos años hubiera permitido a los poderes públicos imponer proyectos de inclusión y normalización educativa de mayor alcance interclasista. En la práctica, sin embargo, la nueva presencia de escolares gitanos quedó muy limitada a centros públicos de barriadas obreras. Lugares donde se efectuaban también en estos años proyectos de realojamiento de familias gitanas. Grupos que, extraídos la mayoría de las veces de asentamientos estigmatizados y estigmáticos, concitaban intensos rechazos y movilizaciones vecinales. La conflictividad étnica en los barrios se trasladó frecuentemente a sus escuelas. En muchas de ellas la presencia de alumnado gitano pasará, en pocos años, de proporciones desdeñables a proporciones significativas.
En las revueltas escolares contra este nuevo alumnado se materializaron distintas tácticas de presión y boicot popular cuyo grado de disrupción e ilegitimidad social varía. Algunos casos supusieron protestas difusoras de los perjuicios y prejuicios asociados a la presencia de escolares gitanos, como el de la bajada de nivel del resto del alumnado o el de la violencia ejercida como tarjeta de presentación en sociedad también por parte de los menores. Otros casos, en cambio, salieron a la luz pública porque traspasaban el escalón de la protesta y se transformaban en acciones directas de boicot al alumnado gitano. La táctica de presión más recurrente fue, no obstante, la huelga escolar.
La historia de estas revueltas es la de un ciclo de conflicto étnico donde los vecindarios consecutivamente implicados irán cosechando cada vez más predecibles, poderosas y sostenidas reacciones contrarias. La frecuencia en la prensa de este tipo de casos, habituales en los ochenta, descendía a medida que avanzan los noventa. A medida también que se imponían y extendían otras estrategias más individualizadas de exclusión, como la «fuga» a colegios sin gitanos.
Al poner de manifiesto la intransigencia de mayorías adultas, concertadas para negar derechos fundamentales a menores, estos conflictos contribuyeron paradójicamente a crear estados de opinión pública y estructuras de oportunidades políticas que aceleraron y consolidaron medidas contra la histórica marginación escolar de la población gitana. La creciente legitimidad de la presencia gitana en las escuelas públicas fue en parte construida durante las litigaciones en las que desembocaban los conflictos.
El papel que cupo a los propios gitanos en estas batallas contra el etnicismo desatado
en las escuelas estatales quizás no esté suficientemente resuelto en este texto. A
diferencia de otros países con otras comunidades racializadas Olzak ( Olzak, S. (1992). The Dynamics of Ethnic Competition and Conflict. Stanford: Stanford University Press.
McAdam, D. (1999). Marcos interpretativos y tácticas utilizadas por los movimientos:
dramaturgia estratégica en el movimiento americano Pro-Derechos Civiles. En D. McAdam,
J.D. McCarthy y M.N. Zald. Movimientos Sociales. Perspectivas Comparadas (pp. 475-495). Madrid: Istmo,
La tesis reciente de Quintanilla ( Quintanilla, J. (2016). Impacto mediático de Camelamos naquerar en la prensa de la transición democrática
[tesis doctoral]. Universidad de Sevilla. Disponible en: https://idus.us.es/xmlui/handle/11441/33764.
Frente a todo esto, y aunque es una conclusión provisional que exigirá de más exhaustivos análisis futuros, este artículo reconstruye situaciones indicativas de cómo a medida que transcurre la democracia, pero continúan en cambio reproduciéndose episodios de antigitansimo, irá multiplicándose la capacidad denunciante y litigante de las asociaciones gitanas frente a episodios de discriminación escolar. De apenas cuestionar en los setenta el modelo de escuelas segregadas, hemos visto, las asociaciones gitanas pasarán progresivamente a la denuncia de este tipo de colegios desde mediados de los ochenta. A su vez, frente a los casos de etnicismo en las escuelas, las asociaciones gitanas resultarán actores cada vez más activos e influyentes a la hora de imponer —ante medios de comunicación y distintos representantes de los poderes públicos como gestores escolares y funcionarios de justicia— marcos interpretativos sobre la desigualdad de trato y el racismo experimentado históricamente por el pueblo gitano, el cual se materializaría de la manera más injusta, escandalosa y denunciable precisamente en el boicot vecinal a menores gitanos privados de la socialización interétnica en las aulas y del derecho a educarse de manera igualitaria. La reacción de las asociaciones gitanas tras el episodio de discriminación escolar de Mancha Real, donde se dictarán pioneras sentencias por discriminación escolar, representa un botón de muestra en este sentido.
En un plano teórico más general, el artículo sugiere el papel clave del Estado en el curso de las relaciones interétnicas. La exclusión colectiva que se emprende contra minorías, como la población gitana, vendría facilitada por determinadas políticas segregativas vigentes en el pasado que conforman expectativas segregativas de la población civil mayoritaria en ámbitos como la escuela. En el mismo sentido, este trabajo robustece la tesis de que los sistemas de desigualdad y dominación étnica sometidos a procesos desegregativos experimentan una intensificación de las divisorias, antagonismos y conflictos étnicos.
Por último dos consideraciones. Primera: la conciencia crítica emanada del conocimiento
histórico del antigitanismo no basta para contribuir desde las ciencias sociales a
mejorar la imagen de la población gitana y la convivencia étnica Sierra ( Sierra, M. (2018). Historia gitana: enfrentarse a la maldición de George Borrow. Ayer, 109 (1), 351-365.
Segunda: la necesaria investigación y memoria histórica del antigitanismo, a la cual puede contribuir este artículo, debe también dar cuenta de los frágiles y lentos avances registrados en las últimas décadas frente al racismo y la desigualdad de trato hacia la comunidad gitana. En ese sentido, este análisis revela que las situaciones de protesta social y conflictividad etnicista eran menos frecuentes cuando, en cambio, la distribución interétnica de derechos y oportunidades sociales (como las educativas) resultaba mucho más injusta para la población gitana española.
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