RESUMEN
Este artículo estudia el discurso político de Helios Gómez, un artista gitano comprometido con el anarquismo y el comunismo alternativamente en el tiempo de entreguerras. El análisis contextualiza su relato sobre la nueva sociedad soviética como modelo a seguir en el amplio corpus de literatura de este género y, a la vez, lo interpreta a la luz de las culturas políticas que le dan sustento. Además, propone entender la identidad gitana de este artista gráfico como clave de su capacidad para convertir un discurso común en un discurso utópico lleno de atrevimiento proyectivo, reivindicando la igualdad étnica como parte de la justicia social. El artículo atiende al entrecruzamiento de marcos identitarios diversos —políticos, de clase, étnicos— que constituyen el entramado a partir del cual se construyó una demanda de reconocimiento de derechos para la minoría gitana, marginada en los procesos de modernización política.
Palabras clave: Helios Gómez; arte político; pueblo gitano; URSS; comunismo; anarquismo.
ABSTRACT
This article studies the political discourse of Helios Gómez, a Romani artist, who committed first to anarchism and then to communism in the interwar period. The analysis sets his account of the new Soviet society as a model to follow in the context of the large body of literature on the genre and at the same time interprets it in the light of the political cultures on which it draws. Moreover, it sets out to understand the Romani identity of this graphic artist as the key to his capacity for transforming a common discourse into a utopian discourse full of projective boldness, one that called for ethnic equality as part of social justice. The article addresses the different intersecting identitarian contexts—political, class, ethnic—that constitute the framework from which to claim recognition of rights for the Roma minority, marginalized in the processes of political modernization.
Keywords: Helios Gómez; political art; Roma people; USSR; communism; anarchism.
Este trabajo tiene por objeto ahondar en las claves del proceso histórico de formación
de la identidad gitana en España y su entrecruzamiento con otras identidades de tipo
político[1]. Con este fin, se analiza el discurso de un artista gitano, Helios Gómez, que en
los años 1930 se comprometió con el anarquismo y el comunismo alternativamente. Este
artículo se ocupa de un fragmento acotado de su discurso, el referido a la revolución
bolchevique y la construcción de la sociedad soviética como modelos políticos deseables.
Se trata de un relato que se enmarca dentro del amplio caudal de literatura nacional
e internacional sobre el «País de los Soviets» y su mítica revolución publicada en
el tiempo de entreguerras. En España, como ha mostrado Rafael Cruz, la batalla por
contar la experiencia soviética en la versión más conveniente para cada causa y apropiarse
de su gran capital simbólico —tanto en positivo como en negativo— generó una notable
producción periodística y literaria Rafael Cruz ( Cruz, R. (1997). ¡Luzbel vuelve al mundo! Las imágenes de la Rusia Soviética y la
acción colectiva en España. En R. Cruz y M. Pérez Ledesma (eds.). Cultura y movilización en la España contemporánea (pp. 273-302). Madrid: Alianza.
Helios Gómez ( Helios Gómez. Dibujos en acción, 1905-1956. 2010. Sevilla: Centro de Estudios Andaluces.1905-1956) fue uno de los muchos viajeros que acudieron a la nueva Rusia en peregrinación política,
al decir de Hollander; uno más de aquellos que compusieron sus experiencias según
sus necesidades y referencias culturales La Rambla (durante un tiempo subtitulado «ciutadanía» o «esport i ciutadanía»), se publicó entre
1931 y 1935. Aunque la última de las entregas de Gómez anunciaba la continuación de
los reportajes, se interrumpieron tras su detención en octubre de 1934.
Con este fin, se ha analizado el discurso procurando una interpretación densa y contextualizada.
A partir de la propuesta de Gamson sobre la estructura tripartita básica de cualquier
discurso político pensado para dar sentido a la acción —detección de una injusticia,
propuesta de intervención y definición de una identidad— No es este lugar para citar lo investigado desde hace décadas en torno a estas culturas
políticas, antes incluso de que el concepto anidara en la historiografía española.
Para el comunismo como cultura puede encontrarse un análisis a la vez sintético y
completo en Cruz ( Cruz, R. (2001). Como Cristo sobre las aguas. La cultura política bolchevique en España.
En A. Morales Moya (ed.). Las claves de la España del siglo
xx.
Ideologías y movimientos políticos (pp. 187-202). Madrid: Sociedad Estatal Nuevo Milenio.
Barrio Alonso, A. (2015). La cultura política libertaria. En C. Forcadell y M. Suárez
Cortina (coords.). La Restauración y la República, 1874-1936. Historia de las culturas políticas en
España y América Latina (pp. 255-283). Madrid-Zaragoza: Marcial Pons Historia-Prensas de la Universidad de
Zaragoza.
García, H. (2015). ¿La República de las pequeñas diferencias? Cultura(s) de izquierda
y antifascismo en España, 1931-1939. En I. Saz y M. Pérez Ledesma (coords.). Del Franquismo a la democracia, 1936-2013. Historia de las culturas políticas en
España y América Latina (pp. 207-237). Madrid-Zaragoza: Marcial Pons Historia-Prensas de la Universidad de
Zaragoza.
En segundo lugar, recurro aquí al marco conceptual que proporciona el estudio de las
identidades como constructos socioculturales, cambiantes históricamente, según ha
sido entendido por Leerssen, entre otros. Desde esta óptica, la identidad gitana tiene
mucho de construcción discursiva por parte de la sociedad mayoritaria, que se ha servido
para su cohesión interna de la potencia normativa de una alteridad definida en términos
culturales. Asumiendo que los estereotipos fabricados desde fuera han tenido un peso
decisivo en la formación de la identidad colectiva gitana, una investigación como
esta, que se interesa por la capacidad de resistencia, creación y resignificación
de los sujetos interpelados, debe esforzarse por contextualizar continuamente las
voces de aquellos gitanos que pudieron hablar en nombre propio y el del que consideraron
su pueblo, situándolas en el juego de interpelaciones mutuas entre el «yo» («nosotros»)
y los «otros» sobre el que se edifica cualquier identidad, considerando su naturaleza
esencialmente híbrida Beller y Leerssen ( Beller, M. y Leerssen, J. (eds.) (2007). Imagology: The Cultural Construction and Literary Representation of National Characters.
Amsterdam; New York, NY: Rodopi.
Kommers, J. (2007). «Gypsies». En M. Beller y J. Leerssen (eds.). Imagology: The Cultural Construction and Literary Representation of National Characters.
A Critical Survay (pp. 171-174). Amsterdam: Rodopi.
A partir de tales planteamientos, este trabajo estudia distintas facetas del relato soviético de Helios Gómez para profundizar en su cosmovisión y plantear una reflexión sobre la identidad de los sujetos históricos que la pueblan. El artículo se inicia con un breve apartado dedicado a trazar las coordenadas básicas de su trayectoria vital. Esta aproximación está basada en buena medida en datos y testimonios recogidos por otros investigadores y no pretende ofrecer una investigación biográfica original. Sin embargo, resulta imprescindible como primer marco de inteligibilidad, además de servir para recordarnos que los finales de las historias que contamos desde nuestro presente fueron menos previsibles para sus protagonistas en el pasado.
«Cada dibujo de Helios Gómez valía un buen artículo de los más conocidos líderes revolucionarios»,
recuerda el hijo de un compañero de militancia, que los copiaba con admiración en
su cuaderno infantil El recuerdo de Josep Pamies en Tjaden ( Tjaden, U. (1996). Helios Gómez : artista de corbata roja. Tafalla: Txalaparta.
Helios Gómez había venido al mundo en 1905 en Triana, un barrio sevillano de tradicional
poblamiento obrero y gitano, cuna de trabajadores dedicados a la artesanía de la cerámica
y la forja del hierro que, llegado el momento, se vieron obligados a diversificar
con ocupaciones en el sector portuario e industrial. A lo largo de su vida, a pesar
de los muchos exilios y viajes, Helios Gómez volvería una y otra vez a Sevilla, manteniendo
un vínculo que daría a su militancia obrerista la consistencia del origen. Porque
lo cierto es que había empezado a trabajar siendo un adolescente, pintando cerámica
en alguna factoría trianera con trece o catorce años; algo mas tarde fue también ocasional
jornalero en el campo La mayoría de los datos proceden de Tjaden ( Tjaden, U. (1996). Helios Gómez : artista de corbata roja. Tafalla: Txalaparta.
Gómez Plana, G. y Mignot, C. (2010). Seis naranjas y tres granadas: vida y sueño de
un artista comprometido. En Helios Gómez. Dibujos en acción, 1905-1956 (pp. 13-21). Sevilla: Centro Estudios Andaluces.
Romero, P. G. (2010). Helios Gómez, un artista lumpen. En Helios Gómez. Dibujo en acción, 1905-1956, 23-39. Sevilla: Centro Estudios Andaluces.
Pero el joven obrero era a la vez un joven aprendiz de artista; mientras militaba,
también cursaba estudios nocturnos en las Escuelas de Artes y Oficios y de Bellas
Artes, y frecuentaba los espacios de vanguardia estética de la ciudad. Pronto su nombre
apareció ilustrando un libro y protagonizando su primera exposición individual. Los
lugares no son casuales: el libro, Oro molido, fue una iniciativa en la que le implicó Alaiz; y la exposición tuvo lugar en el Kursaal,
un café cantante que alojaba tanto actuaciones de flamenco como reuniones de sindicalistas
o veladas literarias ultraístas. En 1926, la ocasión de exponer esta vez ya en Madrid
le proporcionó críticas elogiosas tanto en la prensa general como en la emblemática
revista Mediodía Oro Molido; Novela original, Sevilla, Barral (1923); la primera exposición, calificada de «futurista», en La Unión, 11-7-1925; noticia de la exposición madrileña en El Sol, 31-3-1926; Mediodía, 2 (1926): 13.
También pronto llegó la necesidad, convertida en virtud, de salir de una ciudad donde
se había significado políticamente. En Madrid primero y Barcelona después, continuó
exponiendo y exponiéndose. Su arte se caracterizaba ya por la combinación de constructivismo,
cubismo y bicromía en blanco y negro, un estilo propio dentro de las vanguardias del
momento. Pero aún habría que madurar, a la par que su posición ideológica, en el periplo
europeo que se vio obligado a realizar a partir de 1927 huyendo de la persecución
policial. En un par de años conoció París, Bruselas, Ámsterdam, Moscú y Berlín. En
todos estos sitios colaboró con grupos vinculados al internacionalismo obrero; pero
lo de Berlín fue sin duda especial. Allí su arte creció en contacto con George Grosz,
trabajó con el Socorro Rojo y publicó su primera carpeta de dibujos, Días de ira, un retrato dolorido de la vida del pueblo español Prologada por Romain Rolland y dedicada «A todas las víctimas del fascismo mundial»,
la edición berlinesa es de 1930.
En 1930 volvió a España y se instaló en Barcelona. Allí participó intensamente en
aquella esfera pública proletaria que estaba formándose en la capital europea del
anarquismo Por qué me marcho del anarquismo, julio 1930.
En aquel congreso, Bullejos «mantuvo una dura polémica con Helios Gómez»; Tuñón de
Lara ( Tuñón de Lara, M. (1978). Luchas obreras y campesinas en la Andalucía del siglo
xx.
Jaén (1917-1920), Sevilla (1930-1932). Madrid: Siglo XXI.
La discusión sobre su fidelidad política no paralizó al «artista del proletariado»;
de hecho, los años de la II Republica fueron para él un continuo entrar y salir de
la cárcel, detenido por múltiples motivos «Artista del proletario» y, por ello, «místico de una nueva causa», según El Sol, 3-5-1932.
Tanto esta carpeta como Días de ira han sido reproducidas en Helios Gómez. Dibujos en acción, 1905-1956 (2010).
En Barcelona vivió también las elecciones que dieron la victoria al Frente Popular
y, más tarde, la sublevación militar contra la República. Se implicó entonces en la
lucha armada, sin abandonar la batalla de la propaganda gráfica. «La pistola al cinto
para combatir y en la mano el lápiz», según le retrataba un periódico en 1936 Crónica, 18-10-1936.
El epílogo de su historia tuvo por escenario la sórdida España de los años 40 y 50:
Sevilla y Barcelona, bastantes años de cárcel y algunos menos de «libertad» vigilada,
pintor por devoción y obligación (la capilla de la Modelo) La información sobre esta etapa de su vida y el poema reproducido a continuación,
en Gómez ( Gómez, H. (2006). Poemas de lucha y sueño, 1942-1956. Introducción de Gabriel Gómez Plana y Caroline Mignot. Barcelona: Associació Cultural
Helios Gómez.
Paseábamos
por los jardines de Puchkin
Esperando la hora señalada
para la reunión de la célula.
Llegábamos alegres
solo hasta la puerta,
porque, al instante,
te perdía, Erika.
Una honda zanja de frío
era entre los dos abierta
petrificando
todo lo íntimo y dulce
de nuestra existencia;
¡Mi princesa de la risa!
No me atrevía a mirarte
para no verte tan seria.
Te transfigurabas,
eras la camarada Erika […]
Nuestro cerebro
era banderilleado
con frases estereotipadas:
el informe,
las tesis aprobadas,
y el comentario,
siempre banal y favorable,
de nuestra prensa.
Pero este largo poema político-amoroso en el que establece distancia con el comunismo soviético está escrito en 1946, tras experiencias como la persecución de los excamaradas, los campos de reclusión, las cárceles franquistas… Es un discurso que da forma a la memoria intentando enjugar el desencanto y reencontrarse con quien se desearía haber sido. Antes de ello, Helios Gómez tuvo una gran ilusión, la de que la URSS era una utopía a la vez cumplida y en construcción en la que encontrarían sitio todos los hombres de ideas y acción como él, sin distinción social o étnica. Así lo contó en sus «Dos años entre los bolcheviques», dando forma a una experiencia que, junto a todo lo que tuviera de propaganda comunista, le permitió imaginar una revolución calé.
En los años 30, centenares de observadores, intelectuales y militantes continuaron
visitando la URSS, buscando conocer de primera mano la sociedad nacida de la revolución
y respondiendo en muchos casos a invitaciones cursadas por la burocracia cultural
soviética
El relato de esta experiencia en sus reportajes compone el retrato de una sociedad
(casi) perfecta, cuyas diversas facetas pueden entenderse a la luz de los referentes
básicos de su cultura política. De los distintos niveles de descripción de la comunidad
ideal destaca, en primer lugar, la solución de lo económico, pilar fundante de la
felicidad social. El logro de un crecimiento fulgurante y sostenido vendría a asegurar,
según este relato, tanto el mantenimiento material de la población, antes en la miseria,
como el poder de resistencia del nuevo Estado proletario ante las agresiones del mundo
capitalista (encarnadas en la figura del saboteador). El incremento de la producción
sería también agrícola, pero es Leningrado como epicentro del desarrollo fabril el
símbolo preferido de esta fábula económica a la soviética. Leningrado heroica no solo por la revolución de octubre, sino también por el esfuerzo
perseverante de sus trabajadores en la edificación del socialismo. Leningrado motor
de la electrificación del país, suministradora de bienes industriales, fábrica de
maquinaria que incluso se disputan los países capitalistas y puerto que ofrece a diario
el «magnífico espectáculo de nuevas dársenas en construcción» La Rambla, 17-9-1934. El elogio de la colectivización agraria en La Rambla, 20-8-1934.
El trabajo entregado de los obreros era la primera clave de este milagro económico
para Helios Gómez, conocedor en carne propia del coste humano del proceso de producción.
El éxito viene de esos hombres y mujeres que han hecho suya una revolución que les
da el sostén antes negado por el antiguo régimen, fuera zarista o burgués. Con su
«entusiasmo fecundo», son protagonistas de su emancipación y partícipes en un proyecto
común que sienten como propio. Esta es, dice —y pinta—, la diferencia esencial con
el mundo del trabajo capitalista, que encadena al obrero al «ensangrentado engranaje»
de unos medios de producción controlados por explotadores. Y esta es la fuerza del
proyecto soviético, que hará imparable su triunfo. Por eso, ya, ha vuelto la alegría:
«¡Moscú después de siete años de luchas y privaciones ya no conoce las lágrimas! Moscú
está llena de optimismo. En ninguna ciudad creo que la gente ríe como aquí. Se ríe
mucho, casi por cualquier cosa, con una risa clara de recién nacido, en el club, en
el teatro, en la fábrica, por todos lados risas sanas y francas que sacuden cordialmente
a las personas; es como si la risa también se hubiera colectivizado» La Rambla, 6-8-1934.
No sería escaso el valor de esta fuerza a los ojos de quien estimó mucho el humor
y lo usó en su vida política, según recuerdan varios de sus conocidos Así la anécdota de Helios orador que, al dirigirse a la tribuna, se para a la vista
del estado maltrecho de los asistentes —brazos en cabestrillo, muletas, caras de privación—,
y bromea: «¡Compañeros!: ¿Os imagináis que podamos hacer la revolución con este material
humano?»; Tjaden ( Tjaden, U. (1996). Helios Gómez : artista de corbata roja. Tafalla: Txalaparta.
La Rambla, 17-9-1934.
Fábricas que a la vez funcionaran como escuelas, esta era la fórmula. La formación de los obreros, que el Estado había conseguido organizar en el mismo espacio laboral, era lo que permitía aprovechar el esfuerzo formidable de los trabajadores para que fuera extraordinariamente productivo (se exponen aquí ante el lector los consabidos datos «objetivos» sobre el crecimiento de los distintos sectores económicos). Así funciona, dice Helios Gómez, la fábrica-escuela «Stalin» en Leningrado, que a la vez que aventaja a la industria capitalista produciendo las turbinas más potentes, enseña a sus obreros. Estos, sin separarse de las máquinas, se convierten en «competentísimos ingenieros». La ligazón entre el éxito económico y la formación técnica se amplifica a través del proyecto de erradicación del analfabetismo: Leningrado, precisamente, era la primera ciudad en lograrlo.
Encontramos aquí el segundo pilar del modelo soviético según la interpretación del
artista sevillano: el socialismo en el poder lleva a la práctica el sueño de la universalización
de la educación y la cultura. Lo está haciendo ya, argumenta, dando cifras sobre el
crecimiento del número de escuelas y de niños escolarizados desde el triunfo bolchevique;
es una «revolución cultural». Porque no se trata ya solo de la creación de instituciones
pedagógicas que acogen a las nuevas generaciones, se trata también del cambio en qué
y cómo aprenden los niños en la escuela soviética. Buscando la empatía de sus lectores,
Helios Gómez encarna el modelo en una escuela que visita en Moscú. Allí, da igual
que sean las clases de dibujo, que precisamente están recibiendo los niños cuando
él llega, que otras materias —Geografía, Química, Historia (esta última es la que
más le gusta, organizada según el Manifiesto Comunista)—. Todo se enseña, dice, con métodos antitéticos a los de la escuela tradicional,
pues el maestro socialista intenta estimular el interés de los alumnos empleando el
diálogo y relacionando la teoría con la práctica. Por si fuera poco, la disciplina
es autogestionada por los chicos; también hay tiempo para el recreo y la comida caliente;
incluso, puestos a pedir, la joven directora tiene rasgos dulces e inteligentes La Rambla, 10-9-1934.
Fácil intuir en este paraíso escolar la realización imaginativa de todos los deseos
propios convertidos en demanda universal de una infancia feliz. Y, como la narración
de Helios Gómez comparte con otras el valor simbólico otorgado a la risa, en esta
escuela los alumnos tienen esa «sonrisa clara y feliz» que es «exclusiva de los niños
soviéticos». Entre las imágenes que ilustran el reportaje hay dos fotografías destinadas
a resaltar el contraste en la suerte de los niños del país antes y después de la revolución:
la primera representa a un chiquillo asustado, delgado y envuelto en harapos; es el
niño abandonado antes de 1917, informa el pie de la imagen. La segunda retrata a otro
con un libro en la mano, vestido cumplidamente, casi rollizo y con una sonrisa de
satisfacción desafiante; es el hijo de la revolución. Hay también fotografías de jardines
infantiles y comedores escolares, que subrayan la sensación de orden y bienestar El uso de las fotografías en estos reportajes incorpora, como en este caso, un discurso
paralelo o de refuerzo, que en otros momentos se formula directamente como fotomontaje.
Emerling ( Emerling, J. (2012). Photography: History and Theory. New York: Routledge.
Resulta significativo que los enemigos de este modelo pedagógico son retratados aún
con mayor detalle: la crítica a la religión y el clero se extiende por varios de los
artículos de la serie, desbordando el tema escolar. No basta así con que la escuela
pública visitada esté emplazada en un antiguo convento, puntual guiño anticlerical.
El peligro de la religión se retrata aún más minuciosamente con ocasión de la visita
realizada al «Museo Anti-religioso» de Moscú La Rambla, 13-8-1934 y 20-8-1934.
La lámina 9 de Días de ira, titulada «La religión», representa una fila de obedientes mártires y se acompaña del
pie: «Huye de la vida / el pueblo idiotizado / por la cruz, / ahogando en sus entrañas
/ la santa rebeldía / de la luz».
La emancipación del poder religioso cobra en el relato un lugar tan determinante que
solo puede plantearse desde su función distópica. En este punto, la representación
de Helios Gómez comparte y se sirve de imágenes propias del anticlericalismo que recorre
transversalmente varias culturas políticas españolas del primer tercio del siglo xx La Parra y Suárez Cortina ( La Parra, E. y Suárez Cortina, M. (1998). El anticlericalismo español contemporáneo. Madrid: Biblioteca Nueva.
Cueva Merino, J. de la (2007). Anticlericalismo e identidad anticlerical en España:
del movimiento a la política (1910-1931). En C. Boyd (ed.). Religión y política en la España contemporánea (pp. 165-86). Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
El anticlericalismo del relato se materializa también en dibujos que Helios Gómez
emplea con libertad de artista: la misma imagen que representa a un grupo de frailes
tripudos y tonsurados que, armados con rifles y metralla, disparan contra la multitud
desde lo alto de un campanario le sirve tanto para ilustrar el artículo del reportaje
de La Rambla sobre Rusia como para denunciar a la Iglesia española en la carpeta Viva Octubre! En el primer caso, el pie de la imagen informa: «Un grupo de eclesiásticos ataca a
tiros una manifestación obrera en Rikov, año 1929»; en el segundo, el pie «En el nombre
del padre, del hijo, del espíritu santo» acompaña una escena situada en España La Rambla, 13-8-1934 y lámina 7 de Viva Octubre! Dessins sur la Revolution Espagnole (1935).
Una tercera novedad, junto a los logros económicos y culturales, aparece descrita
con admiración. Según Helios Gómez, «La mujer soviética está completamente liberada»,
título del reportaje dedicado a contar que la revolución bolchevique ha logrado una
auténtica igualdad de género colocando a la mujer en un lugar de libertad y dignidad.
Defiende efusivamente la filosofía que inspira esta faceta de la revolución y las
medidas del Estado en este orden. Como otros (y otras), rechaza el feminismo occidental,
vana lucha de sexos. Remitiéndose a Lenin, considera que la emancipación de la mujer
solo se conseguirá a través de la revolución proletaria; su esclavitud en la sociedad
capitalista deviene de su consideración como propiedad privada del hombre, por lo
que la supresión de esta institución la liberará automáticamente La Rambla, 1-10-1934. La supeditación de la causa de la mujer a la causa obrera y la crítica
al feminismo como planteamientos comunes puede ilustrarse con la respuesta de María
Teresa León —quien también viajó a la URSS precisamente en 1932— al ser preguntada
por el lugar de las mujeres: «No sé nada de mujeres [...] no trato sino con hombres
[...], las escritoras son escritores [...], no tienen sexo. Yo creo que ya hemos sobrepasado
el feminismo y que eso no interesa ante los grandes problemas de la hora, que son
problemas de la humanidad... No siento solidaridad de sexo, de inteligencia sí»; Salim
Grau ( Salim Grau, S. (2007). Memorias de un olvido. Textos desconocidos de María Teresa
León. En B. Mariscal y M. T. Miaja de la Peña (coords.). Actas del XV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas «Las dos orillas»
(pp. 523-534). México: Fondo de Cultura Económica.
La evolución de los discursos emancipatorios en Stites ( Stites, R. (1978). The Women’s Liberation Movement in Russia: Feminism, Nihilism, and Bolshevism, 1860-1930.
Princeton, New Jersey: Princeton University Press.
Esta revolución laboral y cívica le parece aún más prometedora, porque puede traer transformaciones en la articulación sexual y familiar de la sociedad. Gracias a la liberación de la mujer, asegura, están empezando a surgir nuevas relaciones tanto entre hombres y mujeres como entre progenitores e hijos. La emancipación femenina pone fin a una familia basada en el patriarcado, a la vez que la regenera moralmente; una verdadera libertad sexual sustituye entonces a la doble moral burguesa (y al libertinaje asociado). Y para que la mujer tenga apoyo en esta batalla, el Estado promueve leyes sobre el matrimonio y el divorcio que permiten «a la mujer romper las cadenas de la esclavitud sexual». La mujer soviética puede ser también una madre liberada, porque la ley sobre el aborto, la protección laboral en situación de maternidad y los comedores públicos hacen compatible la responsabilidad familiar con la dignidad femenina. El resultado, «una nueva generación sana física y moralmente».
¿Valoración excesivamente optimista de los efectos del Código Familiar de 1926 precisamente
en vísperas de que Stalin cerrara toda esperanza para una «verdadera libertad sexual»? El significado cultural de este giro de género en Hoffman ( Hoffman, D. L. (2003). Stalinist Values. The Cultural Norms of Soviet Modernity, 1917-1941. Ithaca, NY: Cornell University Press.
Goldman, W. (1991). Working-class Women and the “Withering Away” of the Family. Popular
Responses to Family Policy. En S. Fitzpatrick, A. Rabinowitch y R. Stites (coords.).
Russia in the Era of NEP: Explorations in Soviet Society and Culture, (pp. 125-123). Bloomington and Indianapolis: Indiana University Press.
Utopía en un sentido proyectivo práctico; Jameson ( Jameson, F. (2009). Arqueologías del futuro: el deseo llamado utopía y otras aproximaciones de ciencia
ficción. Madrid: Akal.
Más allá de si Helios Gómez llegó históricamente tarde al descubrimiento de una justicia de género a la soviética, surgen entonces nuevas cuestiones. Entre ellas, su capacidad para dar forma a una esperanza igualitaria que debió resultarle especialmente querida, la de la igualdad racial —si empleamos sus propios conceptos—. El reconocimiento de derechos a través de la diversidad étnica dio pie, a partir de su viaje a la URSS, a un impulso emancipador que luego continuó reelaborando desde España. Si en 1936 Helios Gómez consideró posible demandar para los calé un espacio de derecho y dignidad, en medio de la Guerra Civil, fue porque la experiencia soviética hizo imaginable un proyecto político socialista que contemplara la diversidad étnica, a pesar de que los logros en este terreno estuvieran empezando a ser pasado precisamente entonces bajo Stalin.
La cuestión del reconocimiento e integración de la diversidad aparece en sus reportajes
para La Rambla enunciada fundamentalmente en términos de «nacionalidad», una categoría característica
del léxico político internacional de entreguerras adecuada a la realidad soviética.
Pero él la conjuga de forma muy personal, empleando en ello tanto su sensibilidad
artística como su identidad gitana. Son varios los momentos del relato en los que
se vislumbra una aspiración de armonía interétnica. Por ejemplo, al comentar el movimiento
de los trabajadores de los territorios diversos que componen el país, unidos —dice—
ya no más por la fuerza militar, sino por la voluntad puesta en un proyecto común.
O al tratar de las mujeres soviéticas, cuya pluralidad étnica queda remarcada por
una de las fotografías que acompañan al reportaje. Sobre un pie de foto que afirma
«Las mujeres de todas las nacionalidades de la URSS participaron en la revolución
bolchevique con abnegación y heroísmo», aparecen cuatro jóvenes cuya similar sonrisa
contrasta con la diversidad de sus físicos, desde rusas «blancas» vestidas con ropa
moderna a circasianas adornadas con su traje tradicional La Rambla, 6-8-1934 y 1-10-1934 respectivamente.
Pero es en el espacio dedicado al arte, especialmente relevante tanto por la sensibilidad
del observador como por establecer aquí su único —importante— reparo al modelo soviético,
donde Helios Gómez concentra sus reflexiones sobre la esperanza de un futuro de diversidad
e integración étnica. La gran variedad de tradiciones culturales que existe en la
URSS es para él un manadero de arte auténtico, arte enriquecido por las vetas de las
raíces nacionales y étnicas que se integran en la nueva Rusia. «Desde los samoyedos
en el extremo norte a los turcomanos del Asia central», dice, el país y su arte son
el resultado de la colaboración de múltiples nacionalidades. Este es su valor y su
potencia, tanto en términos artísticos como de forma global. La comparación con Europa
occidental lo pone blanco sobre negro: como cualquier conocedor de las vanguardias
concedería, desde finales del siglo xix se valora lo primitivo y popular como raíces del arte verdadero (el primer ejemplo
que le viene a la mano es Francia y Gauguin). A partir de entonces, Occidente ha buscado
la inspiración en África, México u otros universos exóticos que aporten frescura y
autenticidad al arte moderno. La URSS está, asegura el artista, en las mejores condiciones,
porque dentro de sí misma tiene «su propia Polinesia, su África, su México y su Oriente
Próximo» La Rambla, 24-9-1934.
El antiguo imperio zarista a cuya transformación asistía ahora el artista gitano habría
castigado en el nombre de la civilización la manifestación de las diversas culturas
nacionales, sometiéndolas a la hegemonía rusa. Frente a ello, Helios Gómez podía observar
los resultados de la nueva política de multiculturalismo institucionalizado, auspiciadora
de la diversidad étnica, en los primeros tiempos del nuevo régimen Simon ( Simon, G. (1991). Nationalism and Policy Toward the Nationalities in the Soviet Union: From Totalitarian
Dictatorship to Post-Stalinist Society. Boulder: Westview Pr.
Slezkine, Y. (1994). The USSR as a Communal Apartment, or How a Socialist State Promoted
Ethnic Particularism. Slavic Review, 53 (2), 414-52. Disponible en: https://doi.org/10.2307/2501300.
El Teatro fue la única organización romaní que sobrevivió a las medidas contra los
nacionalismos que Stalin tomó de forma más agresiva a partir de 1936. Sobre la Unión,
O’Keeffe ( O’Keeffe, B. (2010). “Backward Gypsies”, Soviet Citizens. The All-Russian Gypsy Uniom,
1925-28. Kritika: Explorations in Russian and Eurasian History, 11 (2), 283-312. Disponible en: https://doi.org/10.1353/kri.0.0158.
Lemon, A. (1991). Roma (Gypsies) in the Soviet Union and the Moscow Teatr Romen. Nationalities Papers, 19 (3), 359-72. Disponible en: https://doi.org/10.1080/00905999108408208.
No es extraño que el reconocimiento y la dignificación de la minoría romaní le parecieran
aún más modélicos recordados desde la España de 1936, inmerso en una contienda vivida
como parte de la pugna internacional entre fascismo y comunismo, según explicó en
una entrevista para el semanario Crónica.
Llama la atención que, bajo el antetítulo de «Un gran artista revolucionario: Helios
Gómez» (en un cuerpo menor de letra), el título propiamente del reportaje sea «Los
gitanos en la guerra civil». Es una iniciativa periodística excepcional, que convierte
efímeramente en protagonistas de la vida nacional a quienes nunca habían sido considerados
ciudadanos de hecho y pleno derecho. En buena medida, el foco lo maneja el propio
entrevistado, que vuelca la conversación hacia la reivindicación de las capacidades
y derechos de su «raza». Emplea la palabra el periodista («Helios Gómez es sevillano,
trianero, de esa raza de artistas intuitivos, individualistas, celosos de su libertad,
que forjan filigranas de hierro en las fraguas de la Cava y decoran con espontaneidad
genial las maravillas cerámicas de la Cartuja»), presentando en aparente positivo
un buen puñado de tópicos que, justamente, el entrevistado pretende combatir. Pero
también Helios Gómez utiliza la categoría, habitual en el léxico científico y político
de aquel tiempo; en su caso para demandar el reconocimiento de la raza de los gitanos,
que ha conservado como tal «su pureza aborigen», dice, y es tan raza como la judía
o la árabe Crónica, 18-10-1936.
Dos ideas fundamentales se complementan en estas reflexiones, y el nexo de unión pasa
por la URSS y su modelo de integración étnica. Por un lado, apela a los españoles
para que reconozcan las capacidades del pueblo gitano y, a la vez, dejen de pensarlos
a través de los estereotipos «de pintoresquismo, de picardía, de un falso casticismo
de pandereta». El gitano no es vago o juerguista por naturaleza, sino que está capacitado
como cualquier otro «para el trabajo, para el arte y para las concepciones ideológicas».
Si alguien no le cree, que mire fuera, porque «ese tópico es peculiar de los países
[como España] que viven retrasados políticamente»: «Una de mis mayores emociones en
Rusia fue comprobar que los gitanos han sido allí totalmente integrados en la visa
social. En la gran República de los Soviets, los gitanos tienen la misma categoría
social que todos los demás habitantes». Y, por si alguien lo duda, da detalles de
esta integración, que es tanto económica como cultural. Explica al periodista, por
ejemplo, que los gitanos soviéticos trabajan en la agricultura en sus propios koljoses,
«organizados y dirigidos por gitanos»; o que el Gobierno ha empleado su proverbial
habilidad en el manejo de la ganadería para que se ocupen de ese comercio en varias
regiones y críen monturas para «la famosa caballería roja» Un decreto de 1926 había fomentado en la URSS la sedentarización de los romaníes
nómadas a través de la distribución de tierras y la apertura de cooperativas. Hubo
también medidas de fomento cultural, creándose colegios, periódicos y clubs; Klímová-Alexander
( Klímová-Alexander, I. (2005). The development and institutionalization of romani representation
and administration. part 2: Beginnings of modern institutionalization (nineteenth
century—World War II). Nationalities Papers, 33 (2), 155-210. Disponible en: https://doi.org/10.1080/00905990500088354.
La segunda idea defendida de forma relacionada es la de que los gitanos son parte
activa de ese pueblo español que se está jugando épicamente la vida y el futuro en
la Guerra Civil; en consecuencia, defiende, el triunfo de la causa obrera será también
el alba de su nacimiento a la ciudadanía de pleno derecho. La Guerra Civil está demostrando
el valor y el compromiso de los gitanos, sostiene Helios Gómez; y quien no quiera
verlo estará cometiendo el mismo error de interpretación que han cometido «el señoritismo
y los intelectualoides» con el conjunto del «pueblo español» «Señoritismo» e «intelectualoides» son en este caso otra versión del antipueblo (aristócratas,
parásitos, latifundistas…), el antagonista construido por la cultura política comunista;
Cruz ( Cruz, R. (2001). Como Cristo sobre las aguas. La cultura política bolchevique en España.
En A. Morales Moya (ed.). Las claves de la España del siglo
xx.
Ideologías y movimientos políticos (pp. 187-202). Madrid: Sociedad Estatal Nuevo Milenio.
En Sevilla, los gitanos de la Cava, de Pagés del Corro y del Puerto Camaronero se
estuvieron diez días batiendo desesperadamente contra Queipo de Llano. En Barcelona,
los gitanos de Sans, la barriada de mayor significación proletaria, fueron los primeros
que se movilizaron y […] cortaron el paso en la plaza de España a las fuerzas del
Cuartel de Pedralbes. Luego he visto a los gitanos batirse como héroes en el frente
de Aragón, en Bujaraloz y en Pina. Gitanos vinieron con la columna Bayo a Mallorca
y desembarcaron en Puerto Cristo, y allí, en una centuria del Partido Socialista Unificado
de Cataluña, había gitanos que pelearon como leones en un parapeto que se llamó de
la Muerte. Y ahora mismo, en una columna de Caballería que se está formando, los primeros
inscritos son gitanos Crónica, 18-10-1936.
Por todo ello, la victoria del pueblo frente al fascismo será el principio de una nueva era también para ellos: «Yo te digo que de esta guerra civil que alumbrará tantas cosas magníficas ha de salir, también en España, la reivindicación de los gitanos, su integración total a la vida civil». En España como en la URSS; en España gracias a la URSS, podría leerse entrelíneas.
Es muy posible que Helios Gómez fuera considerado en su tiempo un hombre arrojado,
incluso valiente. De hecho, la entrevista arriba citada insiste en el empuje del «artista
revolucionario», ora subrayando el «fervor iluminado» de su mirada, ora recordándonos
el «viril dinamismo» de sus dibujos, siempre celebrando su «vida extraordinaria […]
como una línea recta de formidable ímpetu». Y, como la virilidad sería indudablemente
una virtud política al alza en aquellos tiempos de guerra, se le fotografía luciendo
las heridas de metralla recientes Crónica, 18-10-1936.
Hay gallardías menos evidentes. La de pensar utópicamente se ha enfrentado secularmente a la reprobación de la sociedad mayoritaria que, cuando no la descalifica como ilusoria o ingenua, la considera altamente peligrosa. Sin embargo, con el objeto de explorar el fondo último del universo político aquí estudiado, propongo considerar el valor que conlleva la utopía como forma de pensamiento orientada a la acción. La representación elaborada por Helios Gómez a partir su experiencia soviética no solo se ocupa de las diversas facetas —económica, pedagógica, de género y racial— de lo que sería una organización social deseable; sin conformarse con la descripción de una sociedad feliz, su figuración incluye un impulso político creativo que invita al atrevimiento proyectivo. Y por ello también, aunque sea en un formato periodístico obligadamente breve, su discurso contiene varios de los núcleos duros propios de una utopía fuerte.
Algunos de los temas, los supuestos lógicos y los recursos expresivos que emplea Helios
Gómez para dar forma a su proyecto proceden de una tradición de socialismo utópico,
larga y generosa, que en el caso de España anidó de forma transversal en varias culturas
políticas a fínales del siglo xix y comienzos del xx. Así, las facetas económica y pedagógica del relato de La Rambla recuerdan de forma muy cercana a utopías como la colonia agrícola de corte anarquista
imaginada en una publicación cordobesa de 1908: se describe aquí una comunidad en
la que la satisfacción plena de las necesidades materiales resulta de la organización
racional de la producción y de la participación activa de los trabajadores en una
economía que les pertenece; en la colonia también se ha democratizado la educación
y han desaparecido los curas. Con otros materiales, la misma demanda básica de satisfacción
de las necesidades materiales y de garantías para la dignidad en las condiciones de
vida se plantea en Fue un sueño, un relato de Cipriano López Crespo escrito en 1934 La primera utopía, Esteban Beltrán, Socialismo Agrícola. Leyenda Popular, Córdoba, Imprenta Moderna, 1908. Sobre ella, Calero ( Calero, A. M. (1976). Movimientos sociales en Andalucía (1820-1936). Madrid: Alianza.
López Villaverde, A. L. y Sánchez Sánchez, I. (2004). Honra, agua y pan: un sueño comunista de Cipriano López Crespo (1934-1938). Cuenca: Universidad de Castilla La Mancha.
En este mismo sentido, es posible percibir que en otros momentos del relato asoma
también toda una tradición de pensamiento utópico popular aún menos circunscrita política
y cronológicamente, que en ocasiones formula la felicidad en clave de dicha gastronómica,
en lo que es a la vez la expresión de una necesidad y un acto radical de justicia
social. Así, por ejemplo, cuando retrata la satisfacción del hambre voraz de los artistas
visitantes que, como él, han sido invitados oficialmente a cenar en el Hotel Octubre:
«Los ex generales y ex nobles transformados en camareros que nos servían, comentaban
entre ellos aquel espectáculo, diciendo que no se habían visto análogas escenas desde
el día del triunfo de la revolución, en el 17, cuando las multitudes famélicas invadieron
las cocinas aristocráticas». Para aquellos que hicieran política desde los estómagos
vacíos como él, a quien el compromiso llevó a aguantar días enteros con solo un café
en el cuerpo, esta escena de vuelta de la tortilla encerraría por sí sola toda la
revolución deseable
Lo aprendido siempre es elaborado personalmente, pero aún más si el espacio de socialización
lo constituyen experiencias compartidas generacionalmente. Entre los mimbres de la
utopía compuesta por Helios Gómez, además de referencias tomadas de tradiciones previas,
recibidas en mítines y lecturas, hay otros componentes más netamente biográficos y
en ellos se concentra la carga proyectiva de su discurso. Algunos de estos elementos
son propios de lo que podríamos entender como una «comunidad emocional», con un estilo
propio
Sensaciones compartidas con otros visitantes que eran recibidos como él en Moscú,
una especie de Babel ordenada por la que circulaban viajeros de múltiples procedencias,
con sus guías e intérpretes. Helios Gómez, por ejemplo, estuvo acompañado en sus primeros
paseos por Fred Ellis, un «americano», Peter Alma, un holandés, y Belallitz, un húngaro,
con quienes se entendía combinando francés y alemán. Era un ambiente cosmopolita y
marcadamente intelectual, donde todo llegaba a parecer posible. Incluso armonizar
la «responsabilidad socialista» con la «hospitalidad» de propiciar diversión a los
visitantes. Helios Gómez compone una descripción de las noches de Leningrado como
paraíso festivo, una urbe cosmopolita capaz de satisfacer a los marineros de todo
el mundo que recalan en su puerto: clubs, cafés y locales de bailes al borde del mar;
buenos vinos del Cáucaso además de vodka… Cabaret y socialismo de la mano en un visión
según la cual «brigadas de chicas “alegres”, con una alegría consciente e ideológica,
atienden, solícitas, a los jóvenes marineros que, entre ritmos exóticos y tragos de
vodka, van engullendo también dosis de leninismo revolucionario». Como consecuencia
de aquello, augura, «un buen día en el palo más alto de un barco o un acorazado capitalista,
ondeará una bandera roja […], fruto del recuerdo de una noche en Leningrado» La Rambla, 17-9-1934. Esta dignificación del cabaret contesta el discurso burgués sobre los barrios
obreros de Barcelona, especialmente el Raval, como espacio de desorden moral (barrio
chino, prostíbulo, «la Barcelona andaluza»); Ealham ( Ealham, C. (2005b). La lucha por Barcelona: clase, cultura y conflicto 1898-1937. Madrid: Alianza.
Aunque esta utopía cabaretera parezca muy personal, hay otros dos elementos en los que Helios Gómez pone más de sí mismo y revelan lo más propio de su universo político. Me refiero a la ciudad y el arte, dos cuestiones enclavadas en el corazón del género utópico. Ambas aparecen en su relato, como herramientas para la transformación social y también como figuración o símbolo de la comunidad modélica. Y ambas quedan engarzadas por lo que constituye el eje fundamental de su cosmovisión política: una sensibilidad tan profundamente popular como antielitista. Si le es fácil pensar en los trabajadores como sujetos activos de su propia emancipación y creadores de riqueza o de arte, igual de instintivamente detecta la minusvaloración o el desprecio hacia el pueblo por parte de quienes se pretenden superiores. Su versión de la utopía urbana y su crítica artística así lo manifiestan.
La ciudad futuramente ideal tiene para él nombre propio lleno de resonancias, Moscú,
que para los desheredados del mundo «significa todas sus esperanzas, liberadoras y
justicieras». Líricamente descrita como una «estrella roja y acerada, clavada en el
corazón casi paralizado del mundo capitalista», la ciudad símbolo de la utopía soviética
está en construcción, como la misma sociedad a la que representa La metáfora, tan frecuente, de la estrella, en La Rambla, 6-8-1934.
Junto a la emoción estética ante la creación de otros, Helios Gómez añade a su versión
de esta utopía urbanística el protagonismo de los trabajadores que la construyen con
sus manos. Será obra, dice, del proletariado soviético que se concentra en Moscú llegado
de todas las partes del país. Es un protagonista colectivo muy presente ya en las
calles de la ciudad, donde se mueve de forma a la vez ordenada y alegre, apostilla.
Y aquí, de nuevo, el contraste con la ciudad occidental: mientras que los proletarios
de Londres, Berlín o Nueva York circulan hambrientos y desocupados, conociendo los
grandes almacenes solo por cobijarse del frío, los obreros en Moscú entran y salen
de todos los locales alegres y sonrientes. Ser partícipes de un proyecto propio les
proporciona, además, fuerzas ciclópeas: se han comprometido, por ejemplo, a que pueda
inaugurarse una línea de metro para la inminente celebración del aniversario de la
revolución; para los jóvenes udarniks nada es imposible Esta ciudad de los trabajadores es la contracara de la representación de Barcelona
como ciudad distópica en el sentido propuesto por Ealham ( Ealham, C. (2005a). La calle como memoria y conflicto (Barcelona, 1914-1923). Historia, Antropología y Fuentes Orales, 34, 113-34.
En la nueva sociedad, el arte debería acompañarles en su esfuerzo. Pero no lo hace:
aquí reside la raíz política de una discrepancia a la vez estética. Para quien se
concibe a sí mismo como un artista al servicio de la causa de los trabajadores, el
arte que está promocionando el Gobierno soviético no es verdaderamente revolucionario.
Los burócratas culturales y los artistas oficiales del régimen auspician un tipo de
pintura de un naturalismo trivial que a duras penas disimula la pervivencia de una
«ideología burguesa». Con la excusa de representar temas soviéticos —el proletariado,
sus líderes, los trabajos de edificación del socialismo— se han despreocupado de impulsar
una verdadera revolución estética. Para Helios Gómez, el arte de la revolución «ha
de tener otra misión que la meramente reproductiva»: debe aspirar a cambiar la realidad,
a construir el nuevo mundo y dar fuerza a los trabajadores a los que se dirige Las declaraciones sobre el arte en La Rambla de 30-7-1934, 27-8-1934 y 24-9-1934.
Sostiene que, por el contrario, el arte soviético está en manos de burócratas y esnobs, teóricos y pintores que practican la idea (burguesa) de que el contenido hace a la forma. Las representaciones, en consecuencia, solo son socialistas en su superficie más externa: los temas quedan vacíos de fuerza presentados con un «naturalismo fotográfico patético», «un cromatismo de tarjeta postal y un dibujo de minuciosidad imprecisa». «Oportunistas» de la revolución, ignoran y desprecian el primitivismo estético genial propio de los pueblos soviéticos, el que se manifiesta en sus plurales folklores nacionalistas. Al mantenerse en una tradición estética agotada además de burguesa, estos artistas son incapaces de entrar en contacto con los obreros y emocionarles desde el arte. Así, aunque hagan retratos de Lenin («horribles») y otros líderes dirigidos las masas, no piensan realmente en los trabajadores sino en manipularles.
Frente a ese arte vacuo y distante, existe otra clase muy meritoria de creación, esta sí verdaderamente revolucionaria, sostiene Helios Gómez, pero carente del mismo apoyo oficial; un arte que califica de «monumental», «auténticamente realista», «vital y genial», de «extrema izquierda». Se refiere al arte gráfico, a los grabados, dibujos y linóleos de Favorsky, Kravchenco, Kouprianov... Ellos sí sienten la revolución, dice, la practican en su arte y se dirigen realmente al proletariado: representan la realización de una cultura obrera, por sensibilidad y por destino. Con ellos, cuyas obras reproduce en sus reportajes, cobra mayor gravedad la denuncia final, que no es otra que la de que la burocracia cultural del régimen y el grupo de los artistas vinculados a lo que se llamará el realismo soviético están dificultando el surgimiento de un auténtico arte socialista en la URSS, un arte propio de los obreros e independiente de la cultura burguesa.
La refutación del arte que se está institucionalizando revela, por un lado, la importancia
concedida a la creación artística en las concepciones antropológica y social de Helios
Gómez, y, por otro, el atrevimiento de su pensamiento utópico, que cree posible incorporar
la crítica a la caja de herramientas con la que se ha de construir el nuevo mundo.
En el primer sentido, no duda en calificar de muy grave un problema que, de no remediarse,
causará una «catástrofe» en las jóvenes generaciones. La crítica que eleva es, en
consecuencia, radical. «No recuerdo haber visto en mi vida un espectáculo tan burgués,
tan antisoviético y tan antiproletario», asegura con motivo de la inauguración de
la Exposición XV Años de Arte Soviético, a la que había sido invitado. Permitirse
esta crítica en semejantes contextos habla de su esperanza en que el régimen podría
emplearla para rectificar su rumbo. Componerla para sus reportajes en una narración
que convierte el acto cultural oficial en una farsa teatral ridícula es un acto de
libertad satírica que le aleja de todo cálculo de corrección política: según su relato,
el grupo de los artistas oficiales —dirigido por los «capitanes de los pintores oportunistas»
que aparecen con nombre propio– entra en escena vestido con afectación aristocrática,
mientras los demás mortales murmuran «¡Son los pintores, son los pintores!». La Rambla, 24-9-1934.
Instalados en un tiempo que entonces era futuro, sabemos que el régimen estalinista no toleró esta ni otras críticas internas que pretendieron rectificar el rumbo del nuevo Estado y profundizar la revolución. El sueño de Helios Gómez tuvo un final triste, dentro y fuera de la URSS: a la deriva del régimen soviético bajo Stalin hay que sumar el ascenso del nazismo en Europa, el golpe de Estado y la Guerra Civil en España, el estallido de la Segunda Guerra Mundial... Tiempos difíciles sin duda para utopías igualitarias.
Una de las facetas más malparada de la esperanza que la revolución bolchevique inspiró
a Helios Gómez fue la de la igualdad racial. La aspiración del reconocimiento y la
integración de la diversidad étnica tuvo un final realmente brutal, que él conoció.
En la URSS, a partir de 1936 los romaníes dejaron de ser considerados una minoría
nacional, bajo el doble supuesto de que no tenían territorio ni vida económica propios
con los que avalar semejante estatus. Los periódicos, publicaciones y escuelas puestos
en marcha por sus intelectuales fueron cerrados, con el argumento de no reflejar convenientemente
la lucha de clases Klímová-Alexander ( Klímová-Alexander, I. (2005). The development and institutionalization of romani representation
and administration. part 2: Beginnings of modern institutionalization (nineteenth
century—World War II). Nationalities Papers, 33 (2), 155-210. Disponible en: https://doi.org/10.1080/00905990500088354.
Fings et al. ( Fings, K., Heuss, H., Kenrick, D. y Sparing, F. (1997). The Gypsies During the Second World War: From «race Science» to the Camps. Hatfield: University of Hertfordshire Press.
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Por su parte, la España en la que vivió y murió Helios Gómez rizó el rizo cuando el
aparato cultural del franquismo se dispuso a explotar el rédito nacionalista del tópico
gitano: mientras que «lo gitano» estereotipado iba a ser elevado a representación
de la identidad nacional (bien pasado por el almirez del flamenco y otros filtros),
los gitanos reales seguirían siendo despreciados socialmente y maltratados legalmente
De alguna manera, aquí convergen todas las líneas de injusticia social para las que había demandado solución política: la desigualdad económica, la desatención pedagógica, el estigma social…, todo aquello que ha confluido históricamente en la creación de los gitanos como ciudadanos-parias. El oxímoron resulta adecuado para representar de forma general la paradoja de la modernidad política en el caso de los diversos grupos romaníes que viven en Europa y América, ya que la institucionalización de la participación y la igualdad políticas han resultado compatibles con el mantenimiento (legal y cultural) de su marginación cívica. Pasado y presente; porque si reparamos en la situación en la que vive en la actualidad la numerosa minoría romaní de todo el mundo podríamos concluir que la utopía de Helios Gómez sigue teniendo mucho sentido. Sin haberse solucionado los problemas antiguos de marginación y persecución, el rebrote del nacionalismo xenófobo, crisis tan graves como la de los refugiados y otras tensiones recientes convierten a los gitanos en objeto de nuevas (viejas) violencias. Se trata, además, de una violencia institucional y social: desde la política de hostigamiento del Gobierno francés contra las comunidades romaníes instaladas en aquel país hasta las agresiones de la ultraderecha húngara que no tienen contención policial, pasando pogromos antigitanos como el ocurrido hace poco en Loshchynivka (Ucrania), la lista es larga y alarmante.
Precisamos de una conciencia social que, de forma trasnacional, frene tanta violencia demandando a los gobiernos políticas de reconocimiento y representación de esta minoría; y me temo que la carencia de este tipo de conciencia cívica tiene que ver también con el fallo de los historiadores a la hora de construir alguna clase de memoria colectiva sobre este espacio tan escasamente visitado de nuestro pasado. Abrir las puertas de la historia a este protagonista olvidado implica no solo idear herramientas adecuadas para preguntar a las fuentes por un colectivo hasta ahora invisible. Abrir esa posibilidad de reconocimiento histórico pasa también por someter a crítica las categorías sociohistóricas que empleamos al hablar de las identidades y revisar su carga de prejuicios. En el caso de Helios Gómez es frecuente encontrar abordajes que soslayan su condición gitana cuando no directamente la ponen en duda, desde el supuesto de que un dibujante comprometido políticamente es eso, un artista y un anarquista (o comunista). El elemento gitano complica la suma identitaria, acostumbrados a imaginar a los gitanos según dictan los estereotipos: cantaores, bailaoras, tratantes de caballerías, toreros y otros clichés más explícitamente negativos en torno a una comunidad vista como marginal y cerrada. Sin embargo, Helios Gómez se entendió a sí mismo como gitano además de artista y obrero consciente: la elaboración de la experiencia soviética en clave de dignidad calé que acometió en los textos aquí analizados tiene no solo el valor de ser un proyecto de justicia social, sino también el de hablar desde y para una comunidad, la gitana, sentida como propia. Es la historia de alguien que eligió el lugar más negado para construir su identidad.
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