RESUMEN
La evidente significación política de la obra de Antonio Machado no ha recibido una gran atención. Entre la numerosa bibliografía machadiana, las consideraciones de carácter político en absoluto son comparables a las de carácter estrictamente literario, filosófico o hasta religioso. Y esta observación es aplicable al tema del patriotismo y el nacionalismo. La notable influencia política que alcanzó Antonio Machado a lo largo de la II República y, especialmente, la Guerra Civil, y su significado como símbolo antifranquista a la lo largo de la dictadura, no oculta el dato de que su formación política y la consistencia de su consiguiente cosmovisión política no se caracterizan por su solidez.
Palabras clave: Guerra Civil; Segunda República; franquismo; Antonio Machado; nacionalismo.
ABSTRACT
The unquestionable political signification of Antonio Machado’s literary work has not been accompanied by parallel scholarly attention to this dimension of his writing. The copious bibliography on Machado has not abounded in reflections on the political aspects of his work comparable to considerations of its literary, philosophical or even religious features. This observation is also applicable to the topic of patriotism and nationalism. The remarkable political influence that Antonio Machado exerted during the period of the Second Republic and, especially, the Spanish Civil War, and his significance as an anti-Francoist symbol throughout the Dictatorship must not conceal the fact that Machado’s political preparation and the resultant consistency of his political worldview were not characterized by their soundness.
Keywords: Spanish Civil War; Second Spanish Republic; Francoism; Antonio Machado; nationalism.
SUMARIO
Resulta evidente la significación política de la obra de Antonio Machado. Ya en los años de la II República, Machado es una personalidad respetada e influyente en la vida pública española. Por lo que hace a su actividad política, Paul Aubert ha hecho inventario de algunos datos significativos: el 21 de octubre de l913 se adhiere a la Liga de Educación Política; el 9 de julio de l915 firma el Manifiesto de adhesión a las naciones aliadas; el 18 de enero de l917 el de la Liga Antigermanófila; el 26 de febrero de l922 el Manifiesto por la libertad de cátedra; el 4 de marzo de l922 el Manifiesto de la Liga Española para la Defensa de los Derechos del Hombre, y en l926 el de Alianza Republicana[1]. Había sido un miembro activo de la Agrupación al Servicio de la República cuyo mitin de presentación en Segovia había presidido. En los años treinta fue miembro del Consejo Nacional de Cultura y del Patronato de Misiones Pedagógicas, e integrante del Comité Mundial para la Defensa de la Cultura. Su autoridad se agiganta en el desarrollo de la Guerra Civil. Los dirigentes republicanos del período 1936-1939 respondieron con diligencia a la rotunda actitud del poeta a favor de la legalidad. En noviembre de l936, a instancias de Alberti y León Felipe, el poeta accede a ser evacuado junto a su familia del Madrid en guerra a Valencia. Allí es alojado primero en la Casa de Cultura y después en un chalé en Rocafort, en las cercanías de la nueva capital de la República. En Valencia se incorpora plenamente a los trabajos de propaganda y prensa del Gobierno republicano, colaborando en Cuadernos de la Casa de Cultura, Hora de España, el Servicio Español de Información y en gran número de periódicos. En los años de la guerra fue presidente del Patronato de la Casa de Cultura, vicepresidente del Consejo Nacional de Teatro, presidente honorario de la Alianza de Intelectuales Antifascistas y presidente de honor del Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. En los últimos momentos de vida de la República será trasladado a Barcelona, una vez más con su familia, alojado en el Hotel Majestic, primero, y en Torre Castañar, un chalé aristocrático en el Paseo de San Gervasio, después. Allí continúa su labor en defensa de la República. De Barcelona será evacuado a la frontera, hasta llegar a su destino final en Collioure.
Después de la guerra, Antonio Machado será objeto de recuperación por un sector de la Falange. Dionisio Ridruejo y los hombres del grupo Escorial llevarán a cabo esta tarea tras una previa despolitización de un Antonio Machado presentado como un manipulado por el bando republicano a lo largo de la Guerra Civil:
Don Antonio Machado, viejo, aunque fresco en sus facultades literarias, fue uno de
estos secuestrados morales. Fue el propagandista «propagandeado». Su ingenuidad de
viejo profesor desaliñado le hacía bueno para creer honradamente toda patraña y, sin
más datos ni averiguación de ellos, consideró a los de enfrente tal como los próximos
a él se los presentaban y a ellos mismos tal como en el plácido aislamiento quisieron
presentárselo Ridruejo ( Ridruejo, D. (1941). El poeta rescatado. En Obras Completas de Antonio Machado. Madrid: Espasa Calpe.
Iraviedra, A. (2001). El poeta rescatado. Antonio Machado y la poesía del Grupo Escorial. Madrid: Biblioteca Nueva.
Santonja, G. (1994). Antonio Machado y su ‘recuperación’ durante los primeros tiempos
del franquismo. En P. Aubert (ed.). Antonio Machado hoy (pp. 429-440). Madrid: Casa de Velázquez.
El propio Ridruejo rectificaría esta apreciación del poeta aceptando su condición
de pensador y el calado de su filosofía en el conjunto de su obra De Torre y de Albornoz ( Torre, G. de y Albornoz, A. de (1964). Ensayo preliminar. En A. Machado. Obras: poesía y prosa. Buenos Aires: Losada.
Albornoz, A. de (1993). Presencia de Antonio Machado en la España Peregrina. En P.
L. Ávila (ed.). Antonio Machado hacia Europa (pp. 233-241). Madrid: Visor Libros.
Rubio, F. (1994). La herencia de la poesía de Antonio Machado en la postguerra. En
P. Aubert (ed.). Antonio Machado hoy (pp. 419-428). Madrid: Casa de Velázquez.
Muñoz Soro, J. y García Fernández, H. (2010). Poeta rescatado, poeta del pueblo, poeta
de la reconciliación: la memoria política de Antonio Machado durante el franquismo
y la transición. Hispania, 234, 137-162. Disponible en: https://doi.org/10.3989/hispania.2010.v70.i234.160.
Muñoz Soro, J. (2013). Despojos despojados. Los intentos de repatriación de los restos
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Rebollo Sánchez, F. (2008). Antonio Machado. Entre la literatura y el periodismo. Madrid: Fragua.
La significación política del poeta no se ha traducido en una paralela atención a este aspecto de su obra. Entre la numerosa bibliografía machadiana, las consideraciones de carácter político en absoluto son comparables a las de carácter estrictamente literario, filosófico o hasta religioso. Y esta observación es aplicable al tema del patriotismo y el nacionalismo que ahora nos ocupa.
La notable influencia política que alcanzó Antonio Machado a lo largo de la II República
y, especialmente, la Guerra Civil, y su significado como símbolo antifranquista a
lo largo de la dictadura, no oculta el dato de que su formación política y la consistencia
de su consiguiente cosmovisión política no se caracterizan por su solidez. Creo que
lo ha visto muy bien, en paralelo a la observación antes citada de Ridruejo, el hispanista
francés Serge Salaün: «La formación política de Machado es muy […] relativa y muy
personal, nada doctrinal, algo mesiánica y utópica, con resabios del idealismo esencialista
decimonónico, pero este candor ideológico es quizás lo que le sitúa en un lugar aparte
en la batalla política de la época y le granjea el respeto de todo el mundo»
Es verdad que esta debilidad de su personalidad política convive con un conjunto de
valores que Antonio Machado heredó de su ambiente familiar y de su paso por la Institución
Libre de Enseñanza. De su ambiente familiar hay que destacar la influencia de su abuelo
y de su padre
«La Institución inició a Antonio Machado en el aprendizaje de valores morales muy
característicos del espíritu institucionalista: tolerancia, respeto al trabajo, gusto
por cierta austeridad de vida e incluso por cierta pobreza, ideal reformista y patriótico,
rechazo de todo dogmatismo, sentido del trabajo y de la igualdad entre los hombres,
amor y gusto por la verdad»
La falta de solidez de sus ideas políticas se refleja en el tema del patriotismo y el nacionalismo y se pone de manifiesto también en su visión de Castilla y el paisaje soriano. Pero esa ausencia de congruencia política tendrá también su reflejo en otras cuestiones colaterales a las que luego aludiré, como pueden ser la presencia de un significativo componente antisemita, su misoginia o su enemiga al republicanismo moderado.
Por lo que hace a su visión de Castilla y del paisaje soriano, su condición de entusiasta cantor de esos escenarios no impide reconocer el calado de su crítica a los mismos. En «A orillas del Duero» expresa su desolación ante un paisaje y, especialmente, ante un paisanaje que no duda en condenar:
¡Oh, tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla hacia la mar!
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora Machado ( Machado, A. (1989). Obras Completas. Madrid: Espasa-Calpe y Fundación Antonio Machado.
En Campos de Castilla se incluye «Por tierras de España», una despiadada crítica hacia un sector del paisanaje soriano:
El hombre de estos campos que incendia losa pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talando los robustos robledos de la sierra…
Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde su alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.
Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guardan su presa y llora la que al vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan su fortuna y maladanza.
El numen de estos campos es sanguinario y fiero;
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
—no fue por estos campos el bíblico jardín—;
son tierras para el águila, un trozo del planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín Id., 495.
No es entusiasmo precisamente el que se respira en a «Orillas del Duero» hacia las ciudades castellanas:
¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!
¡Castilla, tus decrépitas ciudades!
¡La agria melancolía
que puebla tus sombrías soledades!
¡Castilla varonil, adusta tierra,
Castilla del desdén contra la suerte,
Castilla del dolor y de la guerra,
tierra inmortal, Castilla de la muerte! Ibid., 499.
Una crítica al paisanaje soriano que todavía se hace más hiriente en su romance «La tierra de Alvargonzález»:
Mucha sangre de Caín
tiene la gente labriega,
y en el hogar campesino
armó la envidia pelea.
[…]
La codicia de los campos
ve tras la muerte la herencia:
no goza de lo que tiene
por ansia de lo que espera.
[…]
¡Oh tierras de Alvargonzález,
en el corazón de España,
tierras pobres, tierras tristes,
tan tristes que tienen alma.
[…]
… pobres campos solitarios
sin caminos ni posadas,
¡oh pobres campos malditos
pobres campos de mi patria! Ibid., 536.
Con motivo de un recital de este romance en el Burgo de Osma hace un par de veranos,
recuerdo el comentario que me hizo un asistente al mismo: «Este Machado no tenía una
buena idea de nosotros, los sorianos». Un comentario que recordaba las reacciones
de la prensa local a la publicación del poema «Por tierras del Duero» en Tierra Soriana
Sobre este incidente y la conexión general de Antonio Machado con Soria pueden verse
las colaboraciones de Martínez Laseca ( Martínez Laseca, J. M. (2006). Antonio Machado. Su paso por Soria. Soria: Diputación de Soria.
Martínez Laseca, J. M. 2007). Antonio Machado, casi unas memorias. Soria: El Mundo, Diario de Soria.
Martínez Laseca ( Martínez Laseca, J. M. 2007). Antonio Machado, casi unas memorias. Soria: El Mundo, Diario de Soria.
Estamos en todo caso ante el mismo Antonio Machado que no se cansó a lo largo de su obra de cantar su entusiasmo por el paisaje soriano:
¡Soria fría!La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana
¡tan bella!, bajo la luna.
[…]
… tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria,
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais! colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!
[…]
… ¡Gentes del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de luz y de riquezas! Machado ( Machado, A. (1989). Obras Completas. Madrid: Espasa-Calpe y Fundación Antonio Machado.
Y en el propio romance «La tierra de Alvargonzález» cambia radicalmente la perspectiva en su referencia al paisaje:
La hermosa tierra de España
adusta, fina y guerrera
Castilla de largos ríos,
tiene un puñado de sierras
entre Soria y Burgos como
reductos de fortaleza
como yelmos crestonados,
y Urbión es una cimera Ibid., 523.
En «Glosando a Ronsard y otras rimas» expresa su profunda nostalgia por un paisaje soriano que le perseguirá de por vida:
… De aquel trozo de España, alto y roquero,
hoy traigo a ti, Guadalquivir florido,
una mata de áspero romero.
Mi corazón está donde ha nacido,
no a la vida, al amor, cerca del Duero…
¡El muro blanco y el ciprés erguido Ibid., 662.
En l932, contesta al anuncio del homenaje que habrá de rendirle la ciudad: «Nada me
debe Soria, creo yo, y si algo me debiera sería muy poco en proporción a lo que yo
le debo: el haber aprendido en ella a sentir a Castilla, que es la manera más directa
y mejor de sentir a España. Para aceptar tan desmedido homenaje sólo me anima esta
consideración. El hijo adoptivo de vuestra ciudad ya hace años que ha adoptado a Soria
como Patria ideal» Ibid., 1800. Vol. III.
Es en este mismo año cuando Antonio Machado escribe quizás su más sentido elogio de
Soria y de Castilla: «Y hombres de otras tierras, que cruzamos sus páramos, no han
podido olvidarla. Soria es, acaso, lo más espiritual de esa espiritual Castilla, espíritu
a su vez de España entera. Nada hay en ella que asombre, o que brille y truene; todo
es allí sencillo, modesto, llano» Ibid., 1801.
Ibid., 2164. Vol. IV.
Esta ambivalencia por el contexto social y cultural en que toma cuerpo su adorado paisaje soriano y castellano, esta simultánea presencia de Caín y Abel, tiene su reflejo en su visión poética de España. En primer lugar, su crítica a la España tradicional:
Este hombre no es de ayer ni es de mañana,
sino de nunca; de la cepa hispana
no es el fruto maduro ni podrido,
es una fruta vana
de aquella España que pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la cabeza cana Ibid., 560. Vol. II.
En «El mañana efímero» remata esta crítica:
La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
… Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste:
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar de la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones Ibid., 567.
En «Proverbios y cantares» insiste en esta descalificación de la España tradicional:
– Nuestro español bosteza,
¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
– El vacío es más bien en la cabeza Ibid., 581.
Una crítica que no impide la expresión de esperanza en una nueva España a lo largo de su obra poética:
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza.
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con una hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea Ibid., 568.
En «Proverbios y cantares» escribe:
Ya hay un español que quiere
vivir y vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón Ibid., 582.
En su «Elogio a D. Francisco Giner los Ríos» expresa su confianza en el futuro de España:
Allí el maestro un día
soñaba un nuevo florecer de España Ibid., 588.
Una confianza que reitera en su recuerdo a Azorín:
¡Oh tú, Azorín, escucha: España quiere
surgir, brotar, toda una España empieza!
¿Y ha de helarse en la España que se muere?
¿Ha de ahogarse en la España que bosteza? Ibid., 593.
En la obra en prosa de Antonio Machado el sentimiento patriótico tiene dos tiempos
bien diferenciados: el anterior y el posterior al inicio de la Guerra Civil. Con anterioridad
a l936 el sentimiento patriótico en él resulta manifiestamente contenido. En l923
no oculta su falta de confianza en España: «España cae en cuatro pies. ¿Se levantará?
Probablemente encontrará cómoda la postura y permanecerá en ella largo tiempo» Ibid., 1289. Vol. III.
Ibid., 1316.
Estas manifestaciones de distanciamiento respecto a la realidad española no son obstáculo para la primera definición de un sentimiento patriótico en clara conexión con el ánimo noventayochista. En un artículo en la prensa soriana de l908 expresa rotundamente su abandono de un patriotismo tradicional a favor de un patriotismo de progreso:
Por lo pronto, nuestro patriotismo ha cambiado de rumbo y de cauce. Sabemos ya que no se puede vivir ni del esfuerzo, ni de la virtud, ni de la fortuna de nuestros abuelos; que la misma vida parasitaria no puede nutrirse de cosa tan inconsistente como el recuerdo; que las más remotas posibilidades del porvenir distan menos de nosotros que las realidades muertas en nuestras manos. Luchamos por libertarnos del culto supersticioso del pasado.
[…] Somos los hijos de una tierra pobre e ignorante, de una tierra donde todo está por hacer. He aquí lo que sabemos.
[…] Sabemos que la patria es algo que se hace constantemente y se conserva sólo por
la cultura y el trabajo. El pueblo que la descuida o la abandona, la pierde, aunque
sepa morir Ibid., 1483.
Una idea que conecta con su visión de la patria en una carta a José Ortega y Gasset
de l912: «Muy sinceramente le digo a V. que me encanta eso de que la patria sea lo
que se tiene que hacer. No lo hubiera yo nunca formulado de un modo tan sencillo y
admirable; pero esa patria la he sentido muchas veces con todo mi corazón» Ibid., 1512.
Ibid., 1937. Vol. IV.
Tuñón de Lara (l997): 39.
Hay, sin embargo, en el Machado anterior a la Guerra Civil una visión del patriotismo que desborda los planteamientos de Unamuno, Baroja o Azorín sobre el tema, tal como veremos a continuación.
Por estos años manifestará una reticencia a la idea de España en la que se pone de
manifiesto, con carácter complementario, una misoginia muy acusada en el conjunto
de su obra. Así, en una carta a Juan Ramón Jiménez de l913, esa reticencia a la idea
de España se une a la supuesta condición femenina del país: «Todo esto es femenino.
España es hembra. El argumento de los pantalones carece de valor en un país donde
todo negocio de alguna trascendencia lo rematan las mujeres a escobazos. Esta es la
realidad española» Machado ( Machado, A. (1989). Obras Completas. Madrid: Espasa-Calpe y Fundación Antonio Machado.
Tres escritos de estos años de Juan de Mairena insisten en el tema: «Donde la mujer
suele estar, como en España —decía Juan de Mairena—, en su puesto, es decir, en su
casa, cerca del fogón y consagrada al cuidado de los hijos, es ella la que casi siempre
domina, hasta imprimir el sello de su voluntad a la sociedad entera» Ibid., 1980. Vol. IV.
Ibid., 2027.
Ibid., 2038.
La ambivalencia respeto a la valoración de la realidad española se pone claramente
de manifiesto en su autobiografía de l913: «Tengo un gran amor a España y una idea
completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo» Ibid., 1524. Vol. III.
Ibid., 1529.
De l914 a l934 es posible localizar manifestaciones de Antonio Machado en que se cuestiona
directamente el valor del patriotismo. En una carta a Miguel de Unamuno, la guerra
del 14 es pretexto para el cuestionamiento del mismo: «Esta guerra me parece tan trágica
y terrible como falta de nobleza y de sentimientos, que nos parecían santos y que
son, en realidad, criminales, inhumanos. Yo empiezo a dudar de la santidad del patriotismo» Ibid., 1558.
Ibid., 1600.
Es al mismo admirado Miguel de Unamuno al que manifiesta en l921 su desconfianza en
el porvenir de España: «Mi proximidad a Madrid y más frecuente residencia en la corte
me ha dado, a cambio de algunas ventajas, una mayor desconfianza del porvenir de España.
Es mucha Boecia esta villa coronada. La guerra trajo un cierto incremento de riqueza
(hija del robo, no de la industria) y esta riqueza se manifiesta hasta ahora en un
aumento de bestialidad, de egoísmo, de materialidad» Ibid., 1621.
En su proyecto de discurso de ingreso en la Academia Española de la Lengua, plantea
Antonio Machado la caducidad del sentimiento patriótico: «¿Cuántos siglos durará el
sentimiento de la patria? Y aun dentro de un mismo ambiente sentimental ¡qué variedad
de grados y de matices! Hay quien llora al paso de una bandera, quien se descubre
con respeto, quien la mira pasar indiferente, quien siente hacia ella antipatía, aversión.
Nada tan voluble y tan vario como el sentimiento» Ibid., 1784
Ibid., 1815.
En todo caso, Juan de Mairena avanza en Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo una idea sugerente: la distinción entre el amor a España y el sentimiento patriótico:
Yo siempre os aconsejaré que procuréis ser mejores de lo que sois, de ningún modo que dejéis de ser españoles. Porque nadie más amante que yo ni más convencido de las virtudes de nuestra raza. Entre ellas debemos contar la de ser muy severos para juzgarnos a nosotros mismos, y bastante indulgentes para juzgar a nuestros vecinos. Hay que ser español, en efecto, para decir las cosas que se dicen contra España. Pero nada advertiréis en esto que no sea natural y explicable.
[…] Los que hablan de España como de una razón social, que es preciso a toda costa acreditar y defender en el mercado mundial, éstos para quienes el reclamo, el jaleo y la ocultación de vicios son deberes patrióticos, podrán merecer, yo lo concedo, el título de buenos patriotas; de ningún modo el de buenos españoles.
[…] España no ha peleado nunca por orgullo nacional, ni por orgullo de raza, sino
por orgullo humano o por amor de Dios, que viene a ser lo mismo. De esto hablaremos
más despacio otro día Ibid., 1960. Vol. IV.
Esta actitud reticente ante el patriotismo se va a modificar sustancialmente con el inicio de la Guerra Civil. Antonio Machado va a ver en la causa de una nación española víctima de la invasión extranjera con el soporte de un puñado de traidores del interior el motivo fundamental de legitimación de una República que, sin embargo, no duda en ocasiones en calificar de III República a partir de las elecciones de febrero de l936 y que parece dar a entender una tesis apoyada por los sublevados el 18 de julio de l936: las elecciones ganadas por el Frente Popular pondrían fin a una República democrática para dar paso a una República revolucionaria que poco tendría que ver con la surgida el 14 de abril de l931.
De conformidad con este nuevo registro, la patria pasa a ser la invocación de unos señoritos dispuestos a venderla contra la actitud de un pueblo que, sin nombrarla siquiera, está dispuesto a comprarla y salvarla con su sangre (carta a David Vigodsky, entrevista con J. Orozco de l-5-l937, «Juan de Mairena póstumo», marzo de l937, entre otras referencias a una idea repetida en sus escritos de guerra).
La Guerra Civil ha dejado para Antonio Machado de tener el carácter de tal para convertirse
en una guerra de invasión y de traición: «La Guerra Civil, tan desigual éticamente,
pero, al fin, entre españoles, ha terminado hace muchos meses. España ha sido vendida
al extranjero por hombres que no pueden llamarse españoles: quien vende a su patria
se desnaturaliza y ha de sobreentenderse que renuncia a su patria para buscar cobijo
en la patria del comprador» Ibid., 2234.
La guerra actual tuvo, en sus comienzos, una apariencia de Guerra Civil, de una guerra
entre españoles divididos por ideologías encontradas. Esta apariencia no ha podido
mantenerse, porque uno de los bandos, el llamado fascista, ha vendido a la patria
común, con lo cual ipso facto, perdió su nacionalidad. Frente a ellos, los traidores y los invasores unidos, frente
a su máquina de guerra, a ese poder demoníaco y abominable consagrado a la ambición
y al crimen, está España con su magnífico Ejército popular, afirmando su voluntad
de perdurar en la historia, su derecho a conservar la integridad de su territorio
y a disponer libremente de su futuro Ibid., 2255.
Esta visión de la Guerra Civil como una batalla librada por la causa republicana contra
la agresión exterior, es la que le permitirá a Antonio Machado coincidir con la movilización
de la historia que llevan a cabo diferentes instancias republicanas en defensa de
su causa y a subrayar el paralelismo entre este enfrentamiento y la guerra de Independencia:
«Si, mutatis mutandis, el trance de la España de entonces era el de la España actual; entonces como hoy se
luchaba por la integridad de nuestra patria y por el derecho de los españoles a perdurar
en la historia. Sí, no lo dudéis, el guerrillero de ayer, el más ilustre sin duda,
de todos los guerrilleros de su tiempo, abrazaría hoy fraternalmente, con viril efusión
a muchos capitanes no menos egregios de nuestros días» Ibid., 2.243
Ibid., 2.252.
Su visión de la cuestión nacional quedaría incompleta sin una referencia a la visión por el poeta de los nacionalismos periféricos de España. De su escasa simpatía por el catalanismo político da cuenta una referencia a Cambó de l922 como «el cuervo catalán». Pero es en una carta a Guiomar en los años republicanos donde manifiesta abiertamente su crítica al nacionalismo catalán:
La cuestión de Cataluña, sobre todo, es muy desagradable. En esto no me doy por sorprendido,
porque el mismo día que supe el golpe de mano de los catalanes lo dije: «Los catalanes
no nos han ayudado a traer la República, pero ellos serán los que se la lleven». Y
en efecto, contra esta República, donde no faltan hombres de buena fe, milita Cataluña.
Creo con D. Miguel de Unamuno que el Estatuto es, en lo referente a la Hacienda, un
verdadero atraco, y en lo tocante a enseñanza algo verdaderamente intolerable. Creo,
sin embargo, que todavía cabe una reacción a favor de España, que no conceda a Cataluña
sino lo justo: una moderada autonomía, y nada más. Ortega y Gasset ha dicho a mi juicio
algo muy atinado sobre la psicología del catalanismo. Sánchez Román ha estudiado muy
bien el aspecto jurídico de la cuestión. Veremos. Yo todavía no he perdido todas las
esperanzas Ibid., 1750. Vol. III.
En algún momento de los años republicanos, Juan de Mairena se pronuncia a favor de
un principio de lealtades compartidas, en plena coherencia con el espíritu que anima
al Estado integral republicano: «Cierto es, señores, que la mitad de nuestro corazón
se queda en la patria chica; pero la otra mitad no puede contenerse en tan estrechos
límites; con ella invadimos amorosamente la totalidad de nuestra gloriosa España.
Y si dispusiéramos de una tercera mitad, la consagraríamos íntegramente al amor de
la humanidad entera» Ibid., 2024. Vol. IV.
Su entusiasmo por Castilla o su conciencia andaluza nunca se tradujo en la defensa de sus balbuceantes regionalismos. Ya en plena Guerra Civil, en l937, escribe al respecto:
De aquellos que se dicen gallegos, catalanes, vascos, extremeños, castellanos etc., antes que españoles, desconfiad siempre. Suelen ser españoles incompletos, insuficientes, de quienes nada grande puede esperarse.
—Según eso, amigo Mairena —habla Tortolez en un café de Sevilla—, un andaluz andalucista será también un español de segunda clase.
—En efecto —respondió Mairena—: un español de segunda clase y un andaluz de tercera Ibid., 2335.
En plena Guerra Civil recuerda Machado el significado de la literatura catalana y
tiene un gesto de proximidad a la lengua catalana: «¡Qué bien nos entendemos en lenguas
maternas diferentes, cuando decimos, de este lado del Ebro, bajo un delirio de iniquidades:
«Nosotros no hemos vendido nuestra España». Y el que esto se diga en catalán como
en castellano en nada asegura ni acrecienta su verdad» Ibid., 2475.
Decía antes que en Antonio Machado hay algunos componentes de su cosmovisión política
que sorprenden y sobre los que se ha llamado escasamente la atención. A la misoginia
de nuestro hombre hemos tenido ya oportunidad de aludir a la hora de subrayar el carácter
femenino atribuible a la vida española. El antisemitismo tiene una presencia acusada
en su obra. Carlos Serrano señaló que se trata más de un antisemitismo cultural que
de un antijudaismo racial Machado ( Machado, A. (1989). Obras Completas. Madrid: Espasa-Calpe y Fundación Antonio Machado.
El marxismo, señores, es una interpretación judaica de la Historia. El marxismo, sin
embargo, ahorcará a los banqueros y perseguirá a los judíos. ¿Para despistar? En el
fondo, también es judaica la persecución a los judíos. Y no solamente porque ella
supone la previa existencia del pueblo deicida, sino porque además, y sobre todo,
¿Hay nada más judaico que la ilusión de pertenecer a un rebaño «privilegiado» para
perdurar en el tiempo? «Aquí no hay más pueblo elegido que el nuestro». Así habla
el espíritu mosaico a través de los siglos Ibid., 2108.
Pero el reproche de judaísmo sirve igualmente para descalificar a los rebeldes en
l937: «Los generales se sublevaron por los treinta dineros de Judas, en primer lugar.
En segundo lugar […] por la rencorosa frivolidad, no menos judaica, que no mide nunca
las consecuencias de sus actos» Ibid., 2178.
Ibid., 2219.
Lo cierto es que ignorando los posibles orígenes judíos de los Machado portugueses, nuestro autor realiza esta concesión al ambiente ideológico del momento, un ambiente del que está libre, sin embargo, el grueso del progresismo español.
En conexión con este componente antisemita en su obra hay que poner su simpatía por
Rusia mejor aún que por la URSS y su distancia, siempre mantenida, con la ortodoxia
marxista. En l922 escribe en Los complementarios: «Falta hoy a Rusia metafísica propia, y una de las causas del fracaso de su gran revolución
acaso sea el desmedido tributo que las mentalidades directoras de Rusia rinden necesariamente
al pensamiento alemán, al determinismo económico de Carlos Marx» Ibid., 1233. Vol. III.
Ibid., 1812.
El antimarxismo de Antonio Machado, del que hay abiertas manifestaciones incluso en los años de la guerra, no supone ninguna contradicción con la orientación de la propaganda y la política informativa que inspira a los dirigentes republicanos y a los propios dirigentes comunistas. Antonio Machado pasaría así a representar más fielmente la política estalinista de defensa para España de un orden democrático en lugar de una revolución socialista. Máxime cuando Machado sabe combinar su distancia del marxismo con su fervor por la Unión Soviética:
Moscú, en cambio —resumamos en este claro nombre toda la vasta organización de la
Rusia actual—, aunque salude con el puño cerrado, es la mano abierta y generosa, el
corazón hospitalario para todos los hombres libres, que se afanan por crear una forma
de convivencia humana, que no tiene sus límites en las fronteras de Rusia. Desde su
gran revolución, un hecho genial surgido en plena guerra entre naciones, Moscú vive
consagrado a una labor constructora, que es una empresa gigante de radio universal Ibid., 2217. Vol. IV.
Una Rusia que ha sabido trascender su propia condición marxista: «Mi tesis es ésta:
la Rusia actual, que a todos nos asombra, es marxista, pero es mucho más que marxismo.
Por eso el marxismo que ha traspasado todas las fronteras y está al alcance de todos
los pueblos, es en Rusia donde parece hablar a nuestro corazón» Ibid., 2221.
Ibid., 2264.
Otra línea del discurso político machadiano es la de su hostilidad al republicanismo
moderado. Ya en el pasado, Machado ha hecho objeto de su crítica al Partido Reformista.
En Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo Juan de Mairena dirige su crítica expresamente al republicanismo histórico: «!Ojo
al sedicente republicanismo histórico, ese fantasma de la primera República! Porque
los enemigos de esta segunda habrán de utilizarlo, como los griegos lo utilizaron
aquel caballo de madera, en cuyo vientre penetraron en Troya los que habrían de abrir
sus puertas y adueñarse de su ciudadela» Ibid., 2085.
Ibid., 2191.
Es significativo igualmente el distanciamiento de Antonio Machado del mundo urbano, del supuesto refugio del progreso y de la modernidad. En su poesía «En tren» recogida en Campos de Castilla pone de manifiesto el distanciamiento genérico de las ciudades:
¡Este placer de alejarse!
Londres, Madrid, Ponferrada,
tan lindos…para marcharse.
Lo molesto es la llegada Ibid., 509. Vol. II.
Su apócrifo Abel Infanzón escribe en Los complementarios su intencionado elogio de Sevilla sin sevillanos:
Sevilla, y su verde orilla,
sin toreros ni gitanos,
Sevilla, sin sevillanos,
¡oh maravilla! Ibid., 1273. Vol. III.
Una crítica a la que acompaña en lugar destacado la Granada en que ha sido asesinado
García Lorca: «Y es que Granada, pienso yo, una de las ciudades más bellas del mundo
y cuna de españoles ilustres, es también —todo hay que decirlo— una de las ciudades
mas beocias de España, más entontecidas por su aislamiento y por la influencia de
su aristocracia degradada y ociosa, de su burguesía irremediablemente provinciana» Ibid., 2182. Vol. IV.
De esta actitud se salva el Madrid de guerra, que no el Madrid del pícaro y el cucañista anterior a l936:
¡Madrid, Madrid! ¡Qué bien tu nombre suena,
rompeolas de todas las Españas!,
la tierra se desgarra, el cielo truena,
tu sonríes con plomo en las entrañas Ibid., 833. Vol. II.
Una admiración por el Madrid combatiente que reitera en l937: «Madrid ha sabido ser
España. España entera, que es la España leal al Gobierno de nuestra Gloriosa República.
Luchando sin tregua contra los traidores de dentro y los invasores de fuera. Madrid
no tuvo una hora de vacilación, de desconfianza o de cobardía: ni siquiera un momento
de jactancia en que gritase ¡Viva Madrid! Porque siempre ha gritado ¡Arriba el Pueblo!» Ibid., 2196. Vol. IV.
Una palabra final sobre el teatro que Antonio Machado cultivó con éxito con su hermano
Manuel. En principio, y para el tema que nos ocupa, se trata de una cuestión poco
relevante. En primer lugar, porque la compenetración entre ambos hermanos, hace tarea
casi imposible distinguir la contribución específica de Antonio a esta labor dramática.
Por supuesto que en el teatro machadiano es visible la huella de la obra en verso
y en prosa de Antonio. Lo que no es tan fácil, al decir de los expertos en esta obra
teatral, es atribuir estas referencias a uno de los hermanos Entre la amplia obra sobre el teatro de los hermanos Machado, pueden destacarse los
trabajos de Sanmartín ( Sanmartín, R. (2010). La labor dramática de Manuel y Antonio Machado. Granada: Mágina.
Baltanás, E. (2010). La obra común de los hermanos Machado. Sevilla: Renacimiento.
Machado, A. y Machado, M. (1991). Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel y Juan de Mañara. Ed. de Dámaso Chicharro. Madrid: Espasa Calpe.
Machado, A. y Machado, M. (1992). Las adelfas y La Lola se va a los puertos. Ed. de Dámaso Chicharro. Madrid: Espasa Calpe.
Machado, A. y Machado, M. (2005). La prima Fernanda y La duquesa de Benamejí. Ed. de Dámaso Chicharro. Madrid: Espasa Calpe.
Machado, A. y Machado, M. (2008). El hombre que murió en la guerra. Ed. de Dámaso Chicharro. Madrid: Espasa Calpe.
Machado y Machado ( Machado, A. y Machado, M. (1991). Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel y Juan de Mañara. Ed. de Dámaso Chicharro. Madrid: Espasa Calpe.
Machado, A. y Machado, M. (1992). Las adelfas y La Lola se va a los puertos. Ed. de Dámaso Chicharro. Madrid: Espasa Calpe.
Machado, A. y Machado, M. (2005). La prima Fernanda y La duquesa de Benamejí. Ed. de Dámaso Chicharro. Madrid: Espasa Calpe.
Machado, A. y Machado, M. (2008). El hombre que murió en la guerra. Ed. de Dámaso Chicharro. Madrid: Espasa Calpe.
Tengo la impresión de que la presente aproximación a la presencia del patriotismo
y el nacionalismo y, en general, al conjunto de las ideas políticas de Antonio Machado,
pueden proyectar una imagen cuestionadora del poeta. El respeto a su persona me veda
adentrarme en otros temas que habrían de contribuir a ese cuestionamiento. Creo, en
todo caso, que puede concluirse, como señalaba Jorge Guillén, que estamos ante un
personaje complejo: «Sin embargo, aquel personaje —que quiere ser muy sencillo— resulta
a la larga muy complejo, mucho más complejo de lo que parece a primera vista y en
su leyenda y su mito, imágenes siempre simplificadas»
A lo largo de la Guerra Civil no hay un signo de compasión o de solidaridad con las víctimas del proceso revolucionario desencadenado en el bando republicano. Es verdad que las circunstancias eran poco propicias para este tipo de manifestaciones que, en todo caso, no dejan huella en su amplia obra de los años de guerra. En cuanto a su identificación general con la causa republicana a lo largo de la Guerra Civil, es indudable su coherencia con la trayectoria de Machado en los años anteriores. No por ello debe echarse en saco roto la explicación de esta actitud, como la de tantos españoles, por razones estrictamente geográficas. La actitud de su hermano Manuel al que el levantamiento del 36 sorprende en Burgos, resulta un dato no despreciable al respecto. La Guerra Civil puede ser también la responsable de ciertas exageraciones retóricas en el tema de su patriotismo y conciencia nacional. El clima de excitación y de crispación que caracteriza a una coyuntura trágica como una guerra civil no es desde luego un buen marco para la reflexión política o de cualquier otro género.
De su tristeza, de su propensión melancólica, dejan rotundo testimonio las memorias
de su hermano José En esta línea me parecen sugerentes las palabras de Dolores Gómez Molleda ( Gómez Molleda, D. (1992). La España de la concordia en Machado. En J. L. García Delgado
y J. M.ª Serrano Sanz (coords.). Economía española, cultura y sociedad: homenaje a Juan Velarde Fuertes ofrecido por
la Universidad Complutense (pp. 473-488). Madrid: Eudema Universidad.
Albornoz, A. de (1993). Presencia de Antonio Machado en la España Peregrina. En P. L. Ávila (ed.). Antonio Machado hacia Europa (pp. 233-241). Madrid: Visor Libros. |
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Aubert, P. (1994). «Gotas de sangre jacobina». Antonio Machado republicano. En P. Aubert (ed.). Antonio Machado hoy (pp. 309-361). Madrid: Casa de Velázquez. |
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Baltanás, E. (2006). Los Machado. Una familia, dos siglos de cultura española. Sevilla: Fundación J. M. Lara. |
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Baltanás, E. (2010). La obra común de los hermanos Machado. Sevilla: Renacimiento. |
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Gómez Molleda, D. (1992). La España de la concordia en Machado. En J. L. García Delgado y J. M.ª Serrano Sanz (coords.). Economía española, cultura y sociedad: homenaje a Juan Velarde Fuertes ofrecido por la Universidad Complutense (pp. 473-488). Madrid: Eudema Universidad. |
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Machado, A. y Machado, M. (1991). Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel y Juan de Mañara. Ed. de Dámaso Chicharro. Madrid: Espasa Calpe. |
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Machado, A. y Machado, M. (1992). Las adelfas y La Lola se va a los puertos. Ed. de Dámaso Chicharro. Madrid: Espasa Calpe. |
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Machado, A. y Machado, M. (2005). La prima Fernanda y La duquesa de Benamejí. Ed. de Dámaso Chicharro. Madrid: Espasa Calpe. |
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Machado, A. y Machado, M. (2008). El hombre que murió en la guerra. Ed. de Dámaso Chicharro. Madrid: Espasa Calpe. |
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