SUMARIO
El dosier que aquí presentamos, «Franquismo e identidad nacional española: una mirada desde abajo», es uno de los frutos de una investigación compartida en el marco de un proyecto dirigido desde la Universidad Complutense de Madrid por el profesor Javier Moreno Luzón, y desde la Universidade de Santiago de Compostela por Xosé M. Núñez Seixas, acerca de las dinámicas de construcción nacional en la España del siglo xx, contempladas desde la raíz, es decir, a partir de la sociedad civil, sus redes, asociaciones y formas de sociabilidad, así como sus creencias e identidades de otras naturalezas[1]. Los textos fueron presentados y objeto de discusión conjunta en el marco de un coloquio celebrado en la Residencia de Estudiantes de Madrid los días 21 y 22 de mayo de 2015. Una de las líneas del proyecto se centraba en el análisis de la construcción, percepción y mutaciones de la identidad española durante el franquismo, tema que acomuna, desde distintas perspectivas, a los textos que conforman este dossier. Por un lado, la visión desde la raíz, desde la sociedad civil, sus ritos, prácticas y asociaciones; por otro, la perspectiva teórica desde arriba, y el papel intermedio que desempeñaron algunos agentes de nacionalización como el Ejército.
En el cada vez más nutrido panorama de estudios sobre el nacionalismo español y la articulación sociopolítica y cultural de la identidad nacional española en la época contemporánea, el siglo xix es contemplado como el período crucial para entender el fracaso, éxito o camino intermedio de la identidad nacional española en su transición desde un imaginario (post)imperial y dinástico hacia una nación moderna. Sin embargo, el largo siglo xx, y el franquismo en particular, permanecen a menudo en un lugar indefinido, cuando no en un relativo limbo historiográfico. Su lugar ha sido a veces el de un epílogo de una guerra civil fratricida cuyo fracaso nacionalizador se convertía en profecía autocumplida, es decir, como una suerte de guinda de un fracaso cuyas raíces eran muy anteriores. O bien ha sido contemplado como un período en el que pervivieron las identidades nacionales heredadas de la época anterior, sus insuficiencias y limitaciones, y se mantuvieron hibernadas a la espera de tiempos mejores. Se negaba así, de forma implícita, la capacidad tanto del régimen franquista como de la sociedad civil para elaborar propuestas proactivas, cambios en la matriz identitaria heredada desde la década de 1930. Y, de paso, se olvidaba la relevancia del cambio generacional y social acaecido durante los casi cuarenta años de dictadura para influir en los sentimientos de pertenencia nacional.
Sin embargo, los artículos aquí reunidos se insertan en un cada vez más nutrido corpus de estudios que matizan y profundizan en vías alternativas[2]. Como en todo proceso de construcción nacional, en permanente cambio y resignificación, no se trata de ver el franquismo como un período en el que la botella de la(s) identidade(s) nacionale(s) estaba medio llena o medio vacía, sino de contemplar esa época como una sucesión de momentos de continuidades y cambios, en los que los contenidos de la identidad española heredada se renovaron o mudaron, adquiriendo nuevos significados, ganando relevancia o perdiéndola. Y, por tanto, como un período en el que los agentes de nacionalización clásicos (escuela, Ejército, Administración del Estado, red de comunicaciones) se veían complementados, desafiados o matizados por la agencia e iniciativas de la propia sociedad civil, sus asociaciones y prácticas, ritos y creencias compartidas, que impregnaban en buena medida la vida cotidiana de la mayoría de la población.
Los artículos aquí reunidos presentan una combinación de perspectivas que les otorgan a la vez pluralidad y complementariedad. En primer lugar, Fernando Molina (Universidad del País Vasco) utiliza el telescopio para desarrollar una sugerente interpretación general en la que combina, por un lado, las perspectivas teóricas acerca del carácter de la represión y la coerción franquista y el papel de la violencia en la construcción de las identidades, y por otro, los enfoques clásicos del nation-building y de la nacionalización cultural y, de modo específico, las miradas que inciden en el peso del nacionalismo tribal o banal. Su conclusión es palmaria: la nacionalización banal del tardofranquismo no fue capaz de imponerse a la identificación entre violencia represora, contenidos nacionalcatólicos y referentes de identidad españoles que había caracterizado al primer franquismo, por lo que el continente franquista impregnó de modo decisivo al contenido (la nación española), y no fue capaz de generar una cultura pública que asegurase su reproducción al mutar el régimen político.
Por su lado, Luis Velasco (Universidade de Santiago de Compostela) analiza el papel de un agente de nacionalización clásico por antonomasia, el Ejército, y su papel en la construcción y, andando el tiempo, deconstrucción de una identidad nacional más o menos homogénea por parte del franquismo, incidiendo en la cada vez más manifiesta incapacidad de los cuarteles para suplir aquello que la sociedad civil generaba, o lo que la escuela y la esfera pública no proporcionaban, de modo paralelo a los intensos cambios que la sociedad española experimentaba durante el largo período dictatorial. Como muestra el autor, a pesar de que la universalizada mili se convirtió en una experiencia y en un rito de paso compartidos por la práctica totalidad de los varones españoles durante el franquismo, el Ejército no estaba preparado de forma suficiente para adoctrinar y formar en una idea patriótica. Las vivencias individuales y colectivas, y los contextos específicos de cada cuartel, adquirieron de forma progresiva la primacía. En parte porque el servicio militar obligatorio llegaba tarde, en un contexto de ausencia de guerras externas o coloniales de entidad suficiente como para superar las cicatrices legadas por la guerra civil.
A continuación, Mary Vincent (University of Sheffield) se adentra de forma específica en las entrañas del nacionalcatolicismo de la primera posguerra a partir de la esfera local, mediante el estudio de caso de las conmemoraciones de Semana Santa en la ciudad de Valladolid, y resalta tanto su arraigo social como su capacidad movilizadora. Eso la convertía en una alternativa al falangismo y sus mecanismos de adoctrinamiento y movilización, que para la autora configuraban dos universos paralelos. La apelación continua a la imaginería visual y los valores del Barroco, así como al carácter penitencial de la celebración, en una época como los años cuarenta, caracterizados a su vez por el recuerdo sacrificial de la guerra civil, reforzaba los referentes de identidad católicos y su asociación con la idea de nación española. Sin embargo, resalta la autora, a medio plazo el catolicismo resultó ser un nexo social y una cultura pública mucho más visible para mantener la cohesión de los vencedores que las minoritarias conmemoraciones falangistas.
Finalmente, Amaia Lamikiz analiza los mecanismos de construcción identitaria de referente español generados por las asociaciones culturales y recreativas de la sociedad civil en un contexto como el del País Vasco en la larga postguerra, marcado por el decisivo papel que los marcos asociativos también jugaban para la supervivencia y rearticulación de una identidad nacional alternativa, la vasca. Sometidas en parte al control de las autoridades, sobre todo en el caso de las asociaciones tradicionalistas y algunos círculos recreativos, la autora también subraya la relevancia del españolismo regional representado por los círculos y centros fundados por los inmigrantes procedentes de otras provincias, la variedad de propuestas que de ellas emanaba, y la geografía identitaria plural —basada en la recreación de la provincia, de la región o simplemente de la localidad de origen— que encarnaban. Cuando los referentes oficiales de la españolidad adolecían de problemas de legitimación cultural y política, la reconstrucción trivial, pero también discursiva, de un españolismo más o menos plural servía de débil alternativa a quienes compartían una identidad española, fuese semiconsciente o fuese consciente y activa, a menudo espoleada, pero también condicionada, por la competencia del nacionalismo vasco como discurso e identidad política antifranquista.
En definitiva, las aportaciones aquí recogidas muestran una combinación de enfoques desde arriba y desde la base, desde el telescopio al microscopio. Buscan así ofrecer nuevas perspectivas para el estudio de un período, el franquista, y una problemática, las continuidades y discontinuidades de la identidad nacional española durante la dictadura, que está lejos de aún de haber visto respondidos todos sus interrogantes. Pero, sin duda, los autores y autoras de este monográfico contribuyen de modo sustancial a ofrecer algunas respuestas y a alumbrar nuevos campos de estudio y reflexión. Doble motivo para felicitarnos. Como editor, solo me queda dar las gracias a los auténticos protagonistas, los autores y autoras de los artículos aquí recopilados, así como a la redacción de Historia y Política por su acogida de la propuesta, y a los anónimos evaluadores por sus útiles críticas y sugerencias, que han contribuido también al resultado final.
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