RESUMEN

Como demuestran los resultados de la última elección presidencial en Francia de 2017, el malestar europeo se refleja cada vez más en el espejo de la campaña electoral, y con ello el de los franceses: la desconfianza hacia el futuro en la UE expresada por parte de la sociedad francesa ha sido de manera generalizada uno de los componentes de las votaciones de este principio de siglo, ampliando la línea divisoria entre proeuropeos y antieuropeos y dibujando un futuro donde Francia y Europa deben repensar sus vínculos.

Palabras clave: Elecciones presidenciales en Francia; campaña electoral de 2017 en Francia; soberanismo; europeísmo; antieuropeísmo.

ABSTRACT

As evidenced by the results of the last presidential election in France of 2017, European unrest is increasingly reflected in the mirror of the election campaign, and in the same time in the French minds: the distrust towards the future in the EU expressed by the hexagonal society was generally one of the constituents of the votes in this beginning of XXIst century, expanding the dividing line between pro-Europeans and anti-Europeans and drawing a future where France and Europe must rethink their ties.

Keywords: Presidential election in France; 2017 election campaing in France; sovereignism; europeanism; antieuropeanism.

Cómo citar este artículo / Citation: Vayssière, B. (2020). El reto europeo en las últimas elecciones presidenciales francesas: la confirmación de una nueva línea de fractura. Historia y Política, 44, 81-‍111. doi: https://doi.org/10.18042/hp.44.04

SUMARIO

  1. RESUMEN
  2. ABSTRACT
  3. I. INTRODUCCIÓN
  4. II. LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES FRANCESAS, UN REFLEJO DE LA EXCEPCIONALIDAD NACIONAL
    1. 1. Características
    2. 2. EL Presidente en el día a día europeo
  5. III. EL AUGE DEL TEMA EUROPA EN LOS ÚLTIMOS AÑOS
    1. 1. Premisas: de un consenso permisivo se pasa a las primeras dudas
    2. 2. Europa en las turbulencias
  6. IV. LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES Y EUROPA, 2007-‍2017
    1. 1. Las campañas de 2007 y 2012
    2. 2. La campaña de 2017: los problemas en suspenso y las problemáticas impuestas a los candidatos
    3. 3. Programas de los candidatos
  7. V. CONCLUSIÓN
  8. NOTAS
  9. Bibliografía

I. INTRODUCCIÓN[Subir]

El 7 de mayo de 2017, pocas semanas después de la celebración de los sesenta años de los Tratados de Roma, los franceses eligieron presidente a Emmanuel Macron. En un contexto que se inició con el brexit, y alimentado por las crisis acerca de la cuestión de los refugiados y de la de la Unión Económica y Monetaria, el presidente no ha podido ignorar las peticiones de refundar el proyecto europeo, que muchos piensan ha llegado a final de ciclo. Emmanuel Macron se apresuró a demostrarlo con uno de sus primeros grandes discursos, pronunciado en la Sorbona unas semanas más tarde y titulado «Iniciativa para Europa», discurso en el que planteó las grandes líneas en materia europea de su quinquenio:

Frente a los grandes retos de nuestro tiempo: defensa y seguridad, las grandes migraciones, el desarrollo, el cambio climático, la revolución digital, la regulación de una economía globalizada, ¿tienen los países europeos los medios para defender sus intereses y sus valores, para ser capaces de garantizar y adaptar su modelo democrático y social único en el mundo? ¿Pueden enfrentarse por sí mismos a todos esos retos? No podemos permitirnos el lujo de conservar las mismas políticas, los mismos hábitos, los mismos procedimientos, el mismo presupuesto. Tampoco podemos elegir un camino de repliegue nacional. La única vía que puede garantizar nuestro futuro es la refundación de una Europa soberana, unida y democrática

Discurso del 26-‍9-2017. Disponible en: https://de.ambafrance.org/Discours-d- Emmanuel-Macron-Initiative-pour-l-Europe.

‍[1]
.

En ese discurso, el presidente se refirió de manera clásica a la Europa protectora (clima, terrorismo, defensa), y añadió un desarrollo original sobre la necesidad de que esta Europa se mostrase también a la altura de los retos democráticos del momento. Cabe suponer que esta inflexión le fue inspirada por la evolución de los debates internos provenientes del juego político francés, donde la cuestión de la democracia europea se planteó de un modo cada vez más crítico, especialmente con ocasión de las elecciones que llevaron a su elección.

De hecho, las últimas elecciones presidenciales han servido para confirmar que desde el punto de vista de la política interna Europa es un tema que divide cada vez más las opiniones. El corte parecía sin embargo relativamente sencillo: los partidos tradicionales (Partido Socialista, derechas del gaullismo y liberal) siempre han apoyado en diversos grados la integración europea, símbolo de progreso y prosperidad. El rechazo a Europa, por su parte, se limitaba en gran parte a los extremos de la escena política (comunistas de siempre, extrema izquierda y extrema derecha). Pero una novedad ha venido abriéndose paso desde hace veinte años, relacionada en primer lugar con la degradación económica y social percibida por nuestros conciudadanos, que la asocian a los horrores de la globalización. Esta desconfianza alimenta un sentimiento de exclusión, donde la Unión Europea (UE en lo adelante) aparece como un factor de caída acelerada.

Es innegable que el tema europeo se ha colado en las últimas campañas electorales y, sobre todo, en detrimento de la UE. Hasta principios del siglo xxi, en efecto, había sido solamente una pieza dentro de un debate nacional que se bastaba por sí mismo, es decir, un referente aburrido, o una invocación vagamente mística. Pero con la aparición en Francia del soberanismo a raíz de las controversias en torno al Tratado de Maastricht —patchwork doctrinal que pone en evidencia el hecho de que las referencias ideológicas convencionales acerca del tema europeo (verificable en otros asuntos) han saltado por los aires—, con la aparición del soberanismo, pues, se observa un hecho paradójico: los antieuropeos (que se presentan como tales con gran variedad de matices) han logrado lo que los grandes partidos proeuropeos y Bruselas no habían logrado hasta ahora, «dar una dimensión europea» al debate nacional.

Observamos este hecho estudiando las tres últimas campañas presidenciales en Francia, y en particular la última, en la que podemos seguir el impacto de las referencias a la defensa de una Europa idealizada y la denuncia de una Europa apátrida de tecnócratas e influyentes, aislada del «pueblo». En este sentido contamos con mucho material electoral a nuestra disposición, sobre todo si nos basamos en los programas de los candidatos; pero también gracias al que proviene de los comentarios políticos formulados durante la campaña por los distintos interventores, que permiten a través de su estudio conocer las imágenes e imaginarios propios de los candidatos y sus supuestos electores: la Europa vivida y la fantaseada aparecen, con todas sus letras o entre líneas, a través de las tres votaciones que vamos a estudiar, entre 2007 y 2017. Otros datos numéricos pueden completar este material, datos que permiten estudiar la actitud de los franceses ante el tema europeo en una perspectiva diacrónica, para no focalizar el análisis exclusivamente en los períodos electorales ligados a la campaña presidencial. Estos datos son: los resultados de las elecciones europeas, los del referéndum sobre el Tratado Constitucional europeo de 2005, y estadísticas diversas, sobre todo aquellas vinculadas a las encuestas de opinión realizadas en Francia

Todas las encuestas de opinión citadas en este artículo son conformes a las reglas de la Comisión Nacional de Sondeos y aplican el método de cuotas.

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y que permiten un seguimiento de las tendencias fuertes, que las campañas presidenciales no hacen sino exacerbar. Partiendo de la observación de que una elección no se reduce a un resultado en números, se trata de demostrar que es, ante todo, una confrontación de representaciones que ilustra al investigador acerca de los desafíos y expectativas del electorado a través de la identificación de las temáticas que atraviesan los debates públicos, temáticas que pueden reducirse a veces a una realidad en filigrana que surgirá durante la siguiente campaña, mientras que otras irán en aumento, como en el caso del tema europeo que aquí nos ocupa.

Con este estudio, podremos preguntarnos cómo, a través de estas campañas, la clase política hace vivir a «Europa» en el espacio público, y cómo estas campañas revelan la relación de los franceses con la UE en particular, así como su relación con la política en general: el tema «Europa», convertido en lugar común de controversias normativas en el pensamiento político y en el compromiso partidario de nuestros conciudadanos ‍[3], quizás contribuya a aclarar un poco más el replanteamiento de las directrices del antagonismo que ha representado hasta ahora el dúo Estado/nación.

II. LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES FRANCESAS, UN REFLEJO DE LA EXCEPCIONALIDAD NACIONAL[Subir]

1. Características[Subir]

Antes de responder a esta problemática, se precisará de qué tema estamos hablando. En el panorama de las elecciones que marcan el ritmo de la vida política francesa, la que se refiere a la Presidencia de la República tiene un estatuto particular. Para este análisis, sacaremos provecho de sus temas centrales al mismo tiempo que de su historia.

Esta votación se distingue en primer lugar por su objeto: elegir un monarca republicano, especificidad francesa que no tiene realmente equivalencia en ningún otro lugar de Europa. Es necesario recordar la fuerza del poder ejecutivo de la V República, resultado de una larga lucha que enfrentó a los partidarios de un Gobierno fuerte con los defensores de un poder legislativo fundamental, que parecían haber ganado definitivamente la partida con la IV República. Pero esta se derrumbó, en un contexto específico sobre el que no vamos a insistir, y del que resultaría la ruptura con la tradición republicana francesa, dando una sola cabeza al Estado. La verdadera novedad consiste en que esta cabeza, de acuerdo con la aplicación de de Gaulle, va a dirigir realmente el poder ejecutivo, lejos de la dicotomía que cabía haber imaginado en un principio con la otra figura importante que representaba el primer ministro. Este «superpoder presidencial» ‍[4], verificable entre otras cosas por el hecho de que el presidente no es responsable ante el Parlamento (a diferencia del primer ministro), explica en gran parte por qué la campaña que sirve para nombrarlo tiene tanta importancia a los ojos de los franceses: «institución más popular»

Ibid.: 9.

‍[5]
, «foco de la vida política francesa» ‍[6] (aunque a menudo en detrimento de los debates de fondo), esta elección ha utilizado los ingredientes dramáticos ofrecidos por la sencillez de su desarrollo y su objetivo, así como por la personalización del juego político que fomenta.

De hecho, las elecciones presidenciales, desde que existen en la forma que conocemos hoy (1965), promueven, a través de los sondeos o los medios televisivos, el despertar de la opinión pública, un concepto de ciencia política hasta entonces inalcanzable. La reciente reforma del quinquenio no redujo ese interés, puesto que refuerza aún más el poder del presidente, debido a la simultaneidad de las elecciones presidenciales con las legislativas. En estas condiciones, el presidente electo es además el jefe de la mayoría parlamentaria, convirtiéndose en el hiperpresidente, cuya primera encarnación fue «Starkozy» ‍[7], que veía en su primer ministro François Fillon un mero «colaborador» ‍[8]. En cualquier caso, no debemos dejar de señalar que este presidente tan omnipresente (incluso cuando se autodefine como «normal») debe hacer frente a una opinión pública cada vez más volátil y crítica. Desde la instauración del quinquenio, ningún presidente saliente consiguió revalidar su cargo (lo cual había sido prácticamente la norma hasta entonces). Podemos hablar de una desacralización ‍[9] que afecta a la figura presidencial y a otros símbolos de la vida política, a los ojos de una opinión que ha multiplicado los medios para hacerse escuchar con los nuevos canales que ofrecen las redes sociales ‍[10]. Por lo tanto, la campaña presidencial es aún más un indicador de la intromisión, en ese momento supremo de la vida política nacional, de los grandes debates internacionales y sociales que formatean las principales problemáticas del momento, y condicionan las representaciones a ojos de los franceses. Esta imposición de la coyuntura global, en un marco que atañe en apariencia a los asuntos internos, genera un interés creciente por la cuestión europea, a la cual el elector, a favor o en contra, es cada vez más sensible.

2. EL Presidente en el día a día europeo[Subir]

El reto europeo nunca ha estado ausente de las campañas nacionales, y algunos estudios demuestran que este, en determinadas proporciones, ha influido en la decisión de los electores ‍[11]. Pero esa realidad en muchas ocasiones se oculta por la peculiaridad de una elección que no puede ser puesta bajo presión por acontecimientos en apariencia ajenos a sus principios.

El sistema político francés es efectivamente un régimen casi único en Europa y en el mundo. El poder del presidente es, ya se ha dicho, imponente, tanto más al estar legitimado —otra excepción— por el pueblo. En Francia, efectivamente, el jefe del Estado es el representante del país en Europa y en el ámbito internacional, y desempeña por lo tanto un papel destacado en la diplomacia, a la que está acostumbrado a llamar su «dominio reservado». Así, el presidente tiene la responsabilidad de negociar y ratificar los tratados y encabezar la delegación francesa en todos los encuentros importantes, internacionales o europeos.

Dentro del marco europeo, que es el que nos interesa aquí, es necesario señalar un punto concreto: la UE, debido a los compromisos que han sido los de Francia desde 1950, no puede surgir de una organización diplomática clásica. Al fin y al cabo, está a medio camino entre el modelo confederal y el supranacional, «federación de Estados naciones», lo que significa que el jefe del Estado es un actor entre otros en la escena europea, donde la integración se produce por capilaridad, utilizando los caminos del derecho, de la economía y, cada vez más, de la sociedad civil. En este sentido, el presidente francés siempre ha buscado, en palabras de Georges Bidault, «construir Europa sin deshacer Francia» ‍[12], lo que conduce a una práctica compartida entre la búsqueda de una confederación que conserve las soberanías nacionales (de Gaulle, Pompidou) y la reactivación de la configuración original para salvaguardar al máximo los derechos de los Estados (Giscard d’Estaing, Mitterrand, Chirac), cumpliendo estas dos opciones las tres claves básicas: seguridad nacional, conservación del rango económico y búsqueda del ideal europeo

Ibid.: 215-217.

‍[13]
.

En este escenario europeo, el presidente sigue siendo especialmente visible en una situación a la que los franceses se han acostumbrado, sobre todo porque sigue siendo la única en materia comunitaria que goza de gran cobertura de prensa: las reuniones periódicas relacionadas con el Consejo Europeo, celebraciones solemnes en las que el jefe del Estado se encuentra con sus homólogos con la perspectiva de avanzar en los casos más difíciles e impulsarlos vigorosamente. Cabe resaltar la excepcionalidad de Francia a la vista de todos en estos Consejos: la canciller Angela Merkel representa a su país, en lugar del presidente alemán Franck-Walter Steinmeier, y en el caso de Italia, el presidente del Consejo es el verdadero representante de su país, y no el presidente de la República Italiana. De paso, esta realidad nos recuerda que la UE se basa en una estructura intergubernamental (eso sí) en la cumbre.

Más allá de estas citas mediáticas, en realidad muy formales, los presidentes franceses se apoyan desde hace algunos años en un contexto específico, el de la crisis europea, para recordar su papel en la UE. Esta crisis es múltiple, y ocupa cada vez más la agenda política nacional, así como las editoriales de periódicos hasta el momento indiferentes (deudas soberanas, brexit, reforma de la PAC

Política agrícola común (PAC)

‍[14]
). Por su responsabilidad en materia europea, se coloca en primer plano, por las buenas o no tanto, a los jefes del Ejecutivo para intentar sofocar esta tormenta que afecta a la UE y, a través de ella, al país. Así, desde el comienzo de la crisis financiera de 2008, la canciller alemana tuvo que defender varias veces los planes de ayuda a Grecia ante el Bundestag. Esta acción se produjo simultáneamente con Nicolas Sarkozy, activismo europeísta no carente de falsos acordes, pero que mostró a los franceses a un presidente hablando y actuando en nombre de una Europa que ya no era tan virtual, ni tan virtuosa.

Los franceses han fortalecido una impresión que estaba en germen desde el Tratado de Maastricht, e incluso desde el punto de inflexión que fue el episodio representado en 1983 por François Mitterrand, cuando, contradiciendo las promesas electorales que habían ayudado a su elección en 1981, mostró que el presidente, todopoderoso a la luz de la Constitución francesa, no lo puede todo a nivel de la UE. El jefe del Estado recién elegido entra en un sistema en el que descubre enseguida que se encuentra en situación de subordinación (y que a menudo anula las ofertas del candidato, pero dándole al mismo tiempo un chivo expiatorio ideal para explicar su impotencia); y, como Europa forma parte cada vez más de la política interna y no de la política exterior, el presidente necesita desenvolverse con socios institucionales, como el primer ministro, que tiene bajo su autoridad a la Secretaría General de Asuntos Europeos (SGAE), organismo encargado de garantizar «la coherencia y la unidad de la posición francesa en el seno de la Unión Europea».

Así, la función presidencial francesa, pensada y aplicada en un contexto nacional que ha hecho de ella, de entrada, una institución específica tanto desde el punto de vista político como simbólico, es la que da mayor impacto a los grandes asuntos políticos y sociales que atraviesan el país y la que otorga mayor visibilidad a los temas que preocupan a los franceses.

Entre estos últimos, Europa ha ganado, indiscutiblemente, una importancia creciente.

III. EL AUGE DEL TEMA EUROPA EN LOS ÚLTIMOS AÑOS[Subir]

1. Premisas: de un consenso permisivo se pasa a las primeras dudas[Subir]

Desde el advenimiento de la democracia en Francia, y a pesar de numerosas interrupciones, los programas se deciden con las fracturas clásicas entre representantes: laicos/clérigos, centralistas/regionalistas, patronos/obreros, urbanos/rurales, todo ello dentro de la escisión derecha/izquierda. Europa, en este sentido, es simplemente un catalizador entre otros de esta separación, sin que se le reconozcan virtudes propias en un debate vivido, en primer lugar, como nacional. De hecho, no hay referencias específicas al tema europeo en las primeras campañas presidenciales de la V República, fenómeno observable hasta las elecciones que desde 1979 se le dedican específicamente, consideradas por los observadores, como «secundarias« ‍[15]. Europa es una «religión para iniciados» ‍[16], basada en un consenso blando que no implica ningún debate particular, y que gira en torno a la idea inicial de «reencarnación» de Francia

Brzezinski (

Brzezinski, Z. (1997). Le Grand Echiquier. Paris: Bayard Editions.

1997
): 91. Al mismo tiempo, el autor escribe que la CEE aparece como la «redención» de Alemania.

‍[17]
. En síntesis, aparece como en Le fait du Prince («ordeno y mando»). En este caso es el presidente es quien se presenta a los ojos de los franceses como artífice de una instrumentalización de la Comunidad Económica Europea (CEE) y luego de la UE al servicio del poder nacional.

Europa, tal como fue concebida inicialmente, se adaptaba bien a esta instrumentalización, presentada como una herramienta neutral de la prosperidad colectiva que cualquiera podría disfrutar como deseara; una Europa funcional que caminaba sobre los cristales rotos de lo que se empieza a conocer como el método Monnet. De ahí la «pasión blanda» (François Furet) de los franceses, que evitan esforzarse por comprender un instrumento poco popular, pero útil. Después de De Gaulle otros presidentes se mostraron más bien europeístas (Giscard, Mitterrand) o eurorazonables (Pompidou, Chirac), pero sin romper con la idea de que Europa no es un tema de campaña significativo. De hecho, el debate europeo se mantuvo mucho tiempo al margen de las elecciones presidenciales, y se ha tocado más bien en referéndums propuestos por el presidente; por ejemplo, sobre la entrada del Reino Unido en 1972 o el del Tratado de Maastricht en 1992. Respecto a este último, hay que recordar cómo François Mitterrand lo utilizó con miras electoralistas, esperando beneficiarse de una consulta «con resultado conocido de antemano» para reactivar su propio partido, que estaba perdiendo prestancia ‍[18].

Las relaciones de los franceses en el Viejo Continente se verían sin embargo desestabilizadas por los cambios resultantes de la revolución de terciopelo de 1989. Europa, que había sido ideológica antes de ser geográfica, recupera bruscamente su verdadera dimensión, más allá del Muro de Berlín, y remite a representaciones políticas e históricas que hasta entonces parecían de otro tiempo. Especialmente, la estrategia de la ampliación, reactivada muy pronto por los alemanes, empezando por la RDA, dibuja una «nueva Europa» más al centro y al este

Kenneth R. Weinstein, «L’Europe, fille de la France» (Europa, hija de Francia), La Croix, 27-05-2005.

‍[19]
. Francia se ve especialmente afectada por una nostalgia de los tiempos de la Guerra Fría y desconfía de lo que está viendo cambiar ante sus ojos. Por supuesto, no hay que exagerar la novedad de este debate; la desconfianza respecto de Europa cuenta con toda una historia ‍[20], especialmente en Francia, desde la Comunidad europea de defensa (CED) hasta el «Llamamiento de Cochín»

El llamamiento de Cochín es un texto comunicado el 6 de diciembre de 1978 por Jacques Chirac, entonces alcalde de París. Su publicación entraba dentro del marco de la precampaña de su muy nuevo partido, el Rassemblement pour la République (RPR) (Unión por la República), para las elecciones europeas de junio de 1979, las primeras elecciones con sufragio universal del Parlamento Europeo. Dicho texto denunciaba, significativamente, la política «antinacional» de la Europa federal de un «partido de lo extranjero», es decir, en el espíritu del partido firmante, la Union pour la démocratie française (UDF) (Unión por la Democracia Francesa), partido de centro-derecha creado el 1 de febrero de 1978 a iniciativa de Valéry Giscard d’Estaing, entonces presidente de la República.

‍[21]
, pasando por la crisis de la silla vacía, que son pequeños pasos de proporciones cuidadosamente medidas.

En los años noventa, Europa va apareciendo bajo un prisma mucho más negro, nutre los discursos políticos nacionales e, incluso, el programa de las presidenciales, especialmente con el tema de la fractura social, aparecido como una filigrana debido a los ajustados resultados del referéndum sobre el Tratado de Maastricht, que favorecerá en gran parte a la candidatura de Jacques Chirac en 1995. Ese mismo referéndum provocó además la creación de una nueva corriente, la de los soberanistas, que se encuentra tanto a la izquierda (Jean-Pierre Chevènement) como a la derecha (Philippe Séguin, Philippe de Villiers o Charles Pasqua) ‍[22], y en la sociedad civil (entre los que destaca el presidente de Peugeot-Citroën, Jacques Calvet). Se llegaría a la creación de partidos que rompen con las formaciones convencionales (a la izquierda el Movimiento de los Ciudadanos, a la derecha el Movimiento por Francia), o a cumbres muy mediáticas en las que se debate acerca de Europa, como en el encuentro televisivo entre Philippe Séguin y el presidente François Mitterrand, el 3 de septiembre de 1992. Al mismo tiempo, en relación directa con controversias renovadas con motivo del Tratado de Maastricht, y en un contexto dramático (la guerra en la antigua Yugoslavia), algunos van a confesar un federalismo que se había guardado recónditamente desde hacía mucho tiempo, reclamando «más Europa» para levantar Francia. Esta evolución nos recuerda que en materia doctrinal es posible «cambiar las líneas» y «politizar» un tema que no lo estaba hasta entonces, en contacto directo con la coyuntura y los cambios que simboliza: Europa, a finales del siglo xx, conoce sin duda esa tendencia ‍[23].

Sin embargo, esta tendencia a la politización del tema Europa no es observable en los escrutinios que conciernen directamente al continente Europa, como lo demuestra la evolución, siempre en caída libre, de la tasa de participación de los franceses en las elecciones europeas. Desde la primera campaña de junio de 1979, en la cual esta tasa se fijó en 60,7 % (frente a 61,9 % de media para el conjunto de la CEE)

«La participación electoral desde 1979 —elecciones europeas 2014— CEVIPOF», disponible en: cevipof.com (consultado el 11-‍01-2020).

‍[24]
, la participación no ha cesado de disminuir, hasta alcanzar 44 % en 2014 (¡e incluso 40 % en 2009!). De hecho, es la abstención la que en cada ocasión ha sido la gran ganadora en los escrutinios, lo que favorece notablemente el voto protestatario, como lo muestra el auge del Front National (FN) (Frente Nacional) o el éxito moderado de otras formaciones soberanistas tanto de derecha como de izquierda. ¿Qué dice esta tendencia a propósito del comportamiento de los franceses con respecto a Europa? Pues no es nada más que la traducción del desplazamiento de los debates políticos en Francia hacia unas temáticas que se pueden calificar de radicales, y que entran en contradicción con el discurso vagamente consensual que había hasta entonces, sostenido el proyecto europeo. Europa, entonces identificada con sus instituciones de Bruselas, es ahora asociada a todo lo que da origen a la desdicha del pueblo (asumida como una entidad en toda regla)

IFOP, Le Figaro, Fundación Robert Schuman: «Les Français et l’Europe, 60 ans après le Traité de Rome» («Los franceses y Europa, 60 años después del Tratado de Roma»), marzo 2017, IFOP n.°187.

‍[25]
: la apertura de fronteras, que facilitaría la invasión migratoria y la derrota económica de Francia

IPSOS Global @dvisor tracker 2011-‍2016, julio de 2016. Esta encuesta, llevada a cabo entre 2011 y 2016 en veintidós países del mundo, muestra que para el 87 % de los franceses el número de inmigrantes está en aumento constante desde los últimos cinco años.

‍[26]
, así como la victoria del neoliberalismo, que asestaría un golpe fatal a la identidad del país

IPSOS, L’Opinion: «Les Français et le libéralisme» («Los franceses y el liberalismo»), tercera campaña, 20-‍5-2016.

‍[27]
. Este auge de los recelos es observable en el campo político sin importar el escrutinio, y se refuerza con el tiempo, trascendiendo las fronteras partidistas y expandiéndose incluso en el seno de las formaciones políticas clásicas, raramente acusadas de extremistas. La encuesta Los franceses y Europa, que el IFOP realiza regularmente desde el 2011, muestra la evolución de esta degradación: la del 2013, particularmente, ilustra una actitud paradoxal de los franceses, quienes cada vez más conscientes del mundo exterior a través de las crisis que el país atraviesa (euro, migraciones, etc…), otorgan un rol más importante a Europa, pero no hacen sino constatar las fallas del sistema y los defectos de su construcción. Es una UE en bancarrota la que surge, que ya no salva más a sus miembros de las dificultades planetarias, y que además concede un sustento costoso a algunos de ellos (los países del sur). En esta misma encuesta, 74 % de las personas interrogadas declararon que en el momento de votar (al año siguiente en las elecciones europeas) querían expresar sus recelos con respecto de Europa, frente a 25 % que deseaba respaldarla

IFOP, Sud-Ouest, «Les Français et l’Europe» («Los franceses y Europa»), 24-‍11-2013.

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.

2. Europa en las turbulencias[Subir]

Este mismo fenómeno de sospecha se expresa con incidencias similares en el proceso electoral de las consultas nacionales y en las campañas presidenciales en particular, debido a la reintroducción de palabras que expresan esta nueva desconfianza respecto de una UE que ya no se califica de tan inofensiva como antes: la palabra pueblo en particular, y la ola de movimientos populistas que se autodenominan con una palabra hasta entonces menospreciada. La antigua imparcialidad ya no puede ser reivindicada en este momento en que Europa participa, especialmente, en las etapas electorales, sobre todo en los aspectos emocionales, de donde había estado excluida hasta entonces. Esto se produce sobre todo en las presidenciales ‍[29], y tiende a acercar a los candidatos a este pueblo por ellos invocado.

La desconfianza hacia Europa no es específica de esta última, y es comprensible en un movimiento más general de denuncia de la globalización, entre la pérdida de las ideologías (tan preciosas en la mitología política en el hexágono de Francia) y la incapacidad creciente de proyección hacia el futuro ‍[30]. La obsesión por el declive y el compromiso defensivo del modelo francés aumentan la audiencia de los «nacionalistas republicanos» ‍[31], que significa el renacimiento del interés por la nación al amparo del republicanismo, permitiendo que la crítica a Europa no necesite asociarse ya más a los extremos, por lo que resulta cada vez más transpartidista.

En este sentido, el debate sobre Europa en Francia no es más que un subconjunto de una ambivalencia mucho más profunda, de la cual los franceses dan testimonio a través de su relación con el mundo exterior: por un lado, la proyección del país sobre ese mundo según las aspiraciones idealistas y universalistas que impregnan su cultura y sus representaciones; por otro lado, la temática cada vez más apremiante en el espíritu colectivo de una excepcionalidad francesa que, evocada primeramente en el sector de la cultura, subraya la consciencia de una especificidad particular del país en comparación con el resto del mundo ‍[32]. Esta excepcionalidad francesa, expresada primero en el marco del GATT

General Agreement on Tariffs and Trade (GATT), hoy Organización Mundial del Comercio (OMC).

‍[33]
para asegurar la defensa de las características culturales del país frente a la mundialización, no ha sido forzosamente integrada por parte de nuestros socios europeos y ha significado para algunos el repliegue de Francia sobre sí misma ‍[34]. Esta oscilación entre vocación de universalidad y defensa de la singularidad alcanza todas las temáticas que conciernen el debate cultural, pero también político, económico y social en el hexágono francés desde hace una treintena de años: mundialización en primer lugar, pero también, como consecuencia, el rol de Francia en el mundo, hasta llegar al tema de la identidad francesa, ampliamente abordado, bajo un tono generalmente polémico, tanto por los ensayistas de gran éxito de público —desde Régis Debray (Debray, R. (1999). Le code et le glaive. Après l’Europe, la nation? Paris: Albin Michel.‍1999) hasta Alain Finkielkraut (Finkielkraut, A. (2013). L’identité malheureuse. Paris: Stock.‍2013)— como en el nivel político más elevado, notablemente en lo que concierne a la creación, finalmente cancelada, de la Casa de la Historia de Francia propuesta por Nicolas Sarkozy en 2011.

Esta actitud no revela la adopción de posturas de contingencia, sino el resultado del relanzamiento de tres rasgos culturales particulares de los franceses, expresados en su alteridad tanto a nivel europeo como mundial: el jacobinismo exacerba las características de una soberanía propia, inalterable e indivisible, lo que evidentemente entra en contradicción con la fuerte separación de poderes del universo comunitario; el antiliberalismo, que se formula de numerosas maneras en el país desde Colbert, se convierte incluso en «iliberalismo» ‍[35] y estigmatiza aún más a una Europa de la cual se denuncian sus características esencialmente mercantilistas; el galicismo, históricamente ligado a un problema estrictamente religioso, desborda por amplio margen este ámbito y constituye el cimiento doctrinal del Estado moderno en Francia, poco compatible con los principios de una Europa ampliada en la cual la soberanía se diluye en un gran conjunto que se parece cada vez más a un marco federal. Estos tres sustratos alimentan por efecto de capilaridad cuatro tendencias antieuropeas que pueden manifestarse a todo lo largo del eje político, expresando ideologías críticas que se suceden o se adicionan según el contexto: la eurofobia de extrema derecha que preconiza un nacionalismo cerrado; el soberanismo republicano que defiende la nación como única sede de la democracia; el «localismo ruralista» que se retoma contra una Europa acusada de aplastar las diferencias, y el «anti-liberalismo altermundista» que rechaza la lógica de mercantilización de la cual Europa sería un vector ‍[36].

Sin embargo, los tres rasgos culturales que hemos identificado al inicio no se presentaron siempre en oposición a Europa, sino al contrario. Y es que, siguiendo el acercamiento gaulista que presidió la conversión pragmática de Francia al mercado común cuando de Gaulle accedió al poder en 1958, la CEE se convirtió en un vector privilegiado del poderío nacional. No en la perspectiva federal, sino como medio por el cual Francia obtuvo un pedestal que le dio más peso a su acción política (ante todo mundial), y una mejoría incontestable de su situación económica en una época en la cual el crecimiento era fuerte. Mientras esta configuración funcionó, Francia no se opuso a la profundización que necesitaba el proceso europeo porque el país veía en ello un medio de conciliar sus intereses nacionales con una construcción europea que no los ponía en peligro. La remodelación geopolítica que trajo consigo la caída del Muro de Berlín y la aceleración del proceso de integración fueron vividos como un funesto cambio de situación, como lo mostraron en su momento los muy bajos resultados del referéndum a favor del Tratado de Maastricht el 20 de septiembre de 1992 (51,04 %)

El Tratado de Maastricht es el tratado fundador de la Unión Europea, a la que estructura alrededor de tres pilares: las Comunidades Europeas, la política exterior y de seguridad comunitaria, y la cooperación policial y judicial en materia penal. El tratado instituye igualmente una ciudadanía europea, refuerza los poderes del Parlamento Europeo e instituye la Unión Económica y Monetaria.

‍[37]
. A partir de este último, el proceso de integración europea pasó por una transferencia de competencias cuyo objetivo final, el federalismo, ya no fue más tema tabú (aunque siguió siendo polémico): el compromiso, la alianza y la influencia se convirtieron en catalizadores inevitables de una política europea cada vez más integrada; acciones y convenciones que son, por las razones antes enumeradas, bastantes extrañas a la práctica y a la cultura francesas.

Estos factores reunidos explican el malestar de la opinión francesa, malestar que vimos se expresa ahora de manera franca en la arena pública. Existe una ambivalencia profunda en los franceses frente a la UE, ambivalencia que se refleja en el espejo de la UE misma, la cual permanece como horizonte de expectativas al mismo tiempo que como catalizador de inquietudes para muchos de ellos. Esta ambivalencia acentúa el malestar político de las formaciones no preparadas para representar esta esquizofrenia francesa en lo relativo a Europa, y afecta la credibilidad de aquellos partidos políticos cuya ideología ya no se considera adaptada por parte de un electorado cada vez más crítico.

IV. LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES Y EUROPA, 2007-‍2017[Subir]

1. Las campañas de 2007 y 2012[Subir]

Una secuencia nueva parece abrirse luego del 29 de mayo de 2005, a raíz del referéndum sobre el Tratado Constitucional europeo, escrutinio muy seguido por el público, con 69,34 % de participación. Aunque algunos hombres políticos lamentaron que Europa hubiese sido «tomada como rehén» en el debate (Lionel Jospin, primer ministro socialista), el cambio de situación no hace sino confirmarse a favor del rechazo (18 de marzo

Según las curvas gráficas presentadas en los sondeos efectuados a todo lo largo del período por el Instituto CSA para France 3, France Info, Le Figaro, Le Parisien y Marianne.

‍[38]
), postura que se expresa sin rodeos en el momento del referéndum de 29 de mayo de 2005 (54,68 %), permitiendo así verificar el estallido de las fronteras políticas en lo referido a la negativa de integración. Los sondeos realizados durante la campaña confirman una tendencia general a querer sancionar a Europa, sin distinción de partidos, a causa principalmente del carácter demasiado liberal del texto propuesto

Sondeo IPSOS para Dell, Le Figaro, Europe 1, 29-‍5-2005.

‍[39]
o por temores de que ese mismo texto pusiese en peligro la identidad nacional

Sondeo SOFRES para TF1, RTL, Le Monde, 29-5-2005.

‍[40]
. Los sondeos postelectorales confirman el retroceso del apoyo eurófilo entre todas las categorías socioprofesionales, y en particular entre aquellas menos favorecidas

Estos diferentes sondeos son los de la SOFRES, presentados y analizados en Reynié (

Reynié, D. (2005). 29 mai 2005, un paysage dynamité. La lettre de la Fondation Schuman, 215.

2005
).

‍[41]
. Europa se inscribe así, a sus expensas, en el debate que alimenta las críticas hechas en Francia sobre la fractura social que separa la Francia de arriba de la de abajo, debate que ya había sido reanimado en su tiempo por el referéndum sobre el Tratado de Maastricht. El «no» repercute en el proyecto europeo y en el balance de los diversos dirigentes que se han ido sucediendo, conduciendo a la condena de «los compromisos postkeynesianos que han suscrito, en el marco de la Unión Europea, todos los gobiernos de Francia —tanto de derechas como de izquierdas— desde mediados de la década de los años 80» ‍[42].

No se puede olvidar este sustrato observando las campañas presidenciales siguientes, tanto la de 2007 como la de 2012. Se observan incluso referencias directas, como en la candidatura y la campaña de José Bové, opuesto al «proyecto liberal de Constitución europea» con óptica altermundialista, o en las de los candidatos soberanistas que unían su tradicional rechazo a Europa a los resultados del referéndum de 2005. La campaña presidencial de 2007 permanecerá, sin embargo, en la línea de las anteriores, desperdiciando así la oportunidad de huir de ambigüedades y adoptar una orientación en materia europea, como en el caso de las primarias del PS, que excluyeron cualquier posible debate sobre Europa (ocurriría lo mismo en 2012). El programa del futuro vencedor, Nicolas Sarkozy, fue bastante revelador de la primacía de las cuestiones de nivel nacional sobre cualquier otro tipo de consideraciones, tanto más cuanto que se presentó como un diario de campaña en línea, constantemente actualizado con la consideración de los comentarios y quejas de los electores ‍[43]. Sarkozy se definió como un «liberal partidario del orden» por parte de su promotor, especialmente por el tema de «trabajar más para ganar más», por la rebaja de la presión fiscal, o la invocación de un «Ministerio de Inmigración y de Identidad Nacional». La temática del «orden justo» no era más europea que la del otro favorito, la candidata del PS Ségolène Royal, que defendió un programa centrado en lo social y en las reformas que condujeran a la VI República, con referencias al orgullo nacional y, en particular, a la rehabilitación de la bandera

«Pacte présidentiel» («Pacto presidencial»), en línea en el sitio web Désirs d’avenir (Deseos de porvenir), presentado por la candidata el 11-‍2-2007 en Villepinte.

‍[44]
.

Esta infravaloración de la dimensión europea, que concierne tanto a las élites como a la opinión pública, contrasta con el programa que va a imponerse rápidamente al nuevo presidente electo, Nicolas Sarkozy, cuyos primeros expedientes candentes se referían a la cuestión del nuevo tratado europeo —efectivamente presentado y formalizado en Lisboa el 13 de diciembre de 2007—, la presidencia francesa de la UE en 2008, la mediación en el conflicto entre Georgia y Rusia, y las medidas adoptadas tras la crisis de las subprimes para que Europa actúe en favor de los bancos con la finalidad de estabilizar y tranquilizar los mercados financieros.

Esta infravaloración de la temática europea sería menos flagrante en 2012. ¿Cómo pasarla por alto tras una coyuntura donde el debate comunitario es cotidianamente reanimado, con la crisis del euro en directo a partir de 2010, crisis que llevó a la política de limitación del gasto público (la famosa regla de oro presupuestaria), o indirectamente fomentado a partir de la degradación de la nota triple A de Francia por parte de la agencia de calificación Standard and Poor’s el 13 de enero de 2012? Esta dimensión europea se revelaría, por otra parte, en la puesta en escena que los dos principales candidatos exhibieron en sus encuentros con los protagonistas importantes de los países socios en el seno de la UE (David Cameron y Angela Merkel en el caso de Nicolas Sarkozy, Sigmar Gabriel y Massimo D’Alema en el caso de François Hollande) ‍[45]. En el curso de esa campaña, Nicolas Sarkozy fue quien evocó más el tema europeo en relación con las principales preocupaciones de los franceses (protección de la economía nacional, fortalecimiento del control de los flujos migratorios

«Lettre aux Français» («Carta a los franceses»), publicada en tirada de seis millones de ejemplares a partir del 6-‍4-2012.

‍[46]
). François Hollande sería también bastante prolijo, con la idea de que el crecimiento económico francés se basa en primer lugar en el de Europa

«60 engagements pour la France» («60 compromisos para Francia»), 26-‍1-2012.

‍[47]
. François Bayrou, por su parte, insistió especialmente en el éxito de Alemania, pero para defender en mejores condiciones la necesidad de «producir en Francia» ‍[48]. La cantinela antiliberal que había caracterizado las campañas precedentes, y que para muchos recubría la ofensiva soberanista contra Europa, tanto de derechas como de izquierdas, se expresó también en el curso de este escrutinio: se encuentra, por ejemplo, en el programa del FN, que denuncia la moneda común europea y llama a salir de la zona euro para «recuperar nuestra libertad monetaria»

«Mon projet pour la France et les Français. Projet présidentiel de Marine Le Pen» («Mi proyecto para Francia y los franceses. Proyecto presidencial de Marine Le Pen») (2012): 2; Labbé y Monière (

Labbé, D. y Monière, D. (2013). La campagne présidentielle de 2012. Votez pour moi! Paris: L’Harmattan. Disponible en: https://doi.org/10.1522/030373499

2013
): 119-‍123.

‍[49]
. Sin embargo, el estigma de los retos europeos existe también en el seno de los partidos «de gobierno» de aquel momento, con la voluntad que expresó Hollande de renegociar el Tratado sobre la Estabilidad, la Coordinación y la Gobernanza, o la amenaza de Sarkozy de retirarse del espacio Schengen en caso de violentarse los intereses franceses.

Por tanto, se puede notar una banalización del discurso crítico a propósito de Europa en el seno del mundo político en su totalidad, a través de un proceso discursivo que juega con la ambigüedad de los franceses en general en lo concerniente al tema europeo, oscilando entre el reconocimiento de la procedencia y validez de una cooperación a mayor escala y la denuncia de lo que tal cooperación puede significar en materia de pérdida de autonomía de acción para el Estado. El tema estrictamente europeo, sin embargo, seguirá siendo secundario en comparación con los relacionados con los debates sociales y de seguridad, característica que seguiría aumentando tras el asunto Merah

Los atentados de marzo de 2012 en Francia o las matanzas de marzo de 2012 en Toulouse y Montauban, acabaron con la vida de siete personas: tres militares, de los cuales dos eran de confesión musulmana, y cuatro civiles, de ellos tres niños de una escuela judía, asesinados por el terrorista islamista franco-argelino Mohammed Merah.

‍[50]
, que salpicó toda la campaña a partir del mes de marzo y que colocó todavía más en el primer plano los asuntos de seguridad.

Se percibe, por tanto, una cierta tendencia durante las campañas de 2007 y 2012, pero sin que sea posible definirla de forma clara: ¿es Europa objeto de debate o no lo es? Algunos de los hechos citados parecen sugerir que las cuestiones europeas solo sirven para alimentar oposiciones específicas características del espacio nacional, absorbidas a su vez por las fracturas existentes ‍[51], pero su repetición y la sombra perdurable del referéndum de 2005 llevan más bien a pensar que ya existe una oposición estructural entre el principio de integración y el principio de independencia ‍[52]. Hay que señalar en cualquier caso que el soberanismo no logra, en esta configuración, convertir el debate europeo en una base suficientemente sólida para constituir un verdadero partido estable e influyente ‍[53].

2. La campaña de 2017: los problemas en suspenso y las problemáticas impuestas a los candidatos[Subir]

La campaña de 2017 se inscribe en un contexto de consultas electorales marcadas por un fuerte reto europeo: antes de la misma, las presidenciales austriacas en diciembre de 2016 y las legislativas neerlandesas de marzo de 2017 parecieron alcanzar la dimensión de un referéndum sobre la UE, y el resultado siempre fue la victoria del candidato proeuropeo (Alexander Van der Bellen en Austria, Mark Rutte en los Países Bajos). Pero había fuertes tensiones en el ambiente. Añadamos a este elemento un ingrediente que se encuentra presente en las diferentes elecciones del período en otros países, fuera del caso francés: la desconfianza creciente respecto de las élites tradicionales

Chatham House, «The Future of Europe: Comparing Public and Elite Attitudes» («El futuro de Europa: comparando actitudes públicas y de élites»), 20-‍6-2017.

‍[54]
, que hizo decir a Jacques Attali ya en 2015 que «el próximo presidente será[ía] un desconocido»

Entrevista de Jacques Attali por Christophe Barbier, L’Express, n.° 3350, 16-‍9-2015.

‍[55]
. Se podrían añadir los efectos del debate sobre el brexit, muy fuertes en Francia (donde algunos comienzan a hablar de un «frexit»), efectos que revelan por contraste un país que ha pasado a ser mayoritariamente euroescéptico, el segundo en Europa después de Grecia

Pew Research Center, «Euroskepticism beyond Brexit» («Escepticismo europeo más allá del Brexit»), 7 de junio de 2016: Francia registra solo un 38 % de opiniones favorables a Europa, frente al 51 % de media en los otros países, ¡Reino Unido incluído!

‍[56]
.

Es cierto que Europa se refleja en todos los aspectos de la crisis múltiple a la que se enfrentaban los franceses desde los meses anteriores (o que aparecía en segundo plano, como un fantasma): recesión en la zona euro, inestabilidad de los países fronterizos con la UE y estancamiento de la integración económica y social, todo ellos temas que alimentan un rechazo creciente hacia Europa

Según el Pew Research Center en su Global Attitudes Survey (mayo de 2014), el 69 % de los franceses piensa que la UE no comprende las necesidades de los ciudadanos (53 % en Alemania), mientras que el 42 % solamente considera que favorece la prosperidad (47 % en Alemania). Este mismo instituto señala una disminución del número de franceses que tienen una mala imagen de la UE, que descendería hasta el 61 % dos años más tarde, nivel que en cualquier caso, continúa siendo alarmante.

‍[57]
. Una aparente paradoja se impone en las diversas encuestas: los franceses no parecen ni querer avanzar hacia un mayor grado de integración ni retroceder hacia un repliegue nacional. Se trata de encontrar un nuevo equilibrio, y este resultó ser un tema interesante para los candidatos en 2017, que lo incluyeron en sus respectivos programas.

Los candidatos empezaron por analizar los grandes problemas europeos del momento. El primero fue el futuro de la zona euro. Idealmente, la moneda común debería favorecer la integración económica, garantizar la estabilidad monetaria y ejercer una influencia mundial, con reparto de la prosperidad. Sin embargo, la moneda cayó en 2009, tras haber alcanzado su punto alto en 2008: la construcción económica se muestra entonces desequilibrada

Allianz, Monitor France-Allemagne, febrero de 2017.

‍[58]
, entre una unión monetaria con disciplina fiscal coherente y una unión bancaria y financiera insuficiente, que hace que resulte frágil la posibilidad de gestionar las crisis (lo cual se ilustra en las reacciones divergentes de los países tras la burbuja financiera de 2008). Hay que tener en cuenta la aportación de nuevos sistemas, como el Mecanismo Europeo de Estabilidad (2012)

El Mecanismo Europeo de Estabilidad es un sistema de gestión de crisis financieras de la zona euro que sustituye al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera y al Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera que habían sido creados en respuesta a la crisis de la deuda pública en la zona euro.

‍[59]
, el cual, sin embargo, resulta cuestionable para muchos franceses, que ven en su contenido una inspiración sobre todo alemana

IFOP, «L’image de l’Allemagne en France» («La imagen de Alemania en Francia»). Esta encuesta, que se realiza anualmente desde hace ocho años, muestra resultados degradados entre 2012 y 2019.

‍[60]
.

En cuanto a la integración económica y social, la conclusión es también negativa, con fallos evidentes. Por una parte, el mercado único puede aparecer como avanzado, pero no está suficientemente estructurado, especialmente en los sectores más modernos, organizados con base nacional (sector de las telecomunicaciones, sector digital), mientras que el mercado de capitales no está verdaderamente integrado (como lo demuestra la existencia en el corazón de la UE de los paraísos fiscales, recordado por el asunto LuxLeaks en noviembre de 2014

Luxemburgo Leaks es el nombre del escándalo financiero que revela los contenidos de varios centenares de acuerdos fiscales muy ventajosos celebrados con el fisco luxemburgués por firmas de auditoría, por cuenta de clientes internacionales.

‍[61]
) y los instrumentos de desarrollo regional no parecen estar a punto. En cuanto a la Europa social, se considera a la zaga

Sondeo Eurobaromètre, 18, 27-‍3-2017.

‍[62]
: Europa se ve simplemente desreguladora, sentimiento que se expresa de forma dominante en Francia (inversamente a lo que ha demostrado en el Reino Unido la campaña del brexit).

Por último, la inestabilidad de los países fronterizos con la UE no deja indiferentes a los franceses, y menos aún a los candidatos. Se traduce, a raíz de la crisis siria, en la llegada de refugiados, drama humanitario que favorece reacciones aisladas, ampliamente ilusorias. La respuesta europea a este tipo de situación había sido hasta ahora la ampliación territorial, como sucedió tras la caída del Muro de Berlín. Pero la UE ha alcanzado ya casi los límites geográficos continentales de Europa, y por lo tanto una eventual ampliación no podría ser una solución, salvo muy marginalmente. Además, el verdadero problema del momento, recordado por noticias macabras en Francia, es el terrorismo, contra el cual ni la UE ni sus Estados miembros, parecen tener respuesta. Todo esto plantea la cuestión de la defensa de las fronteras y reactiva la problemática de la seguridad, así como, por lo tanto, la de la política de defensa europea. Francia es uno de los pocos países de la UE que sufraga los gastos que le corresponden, especialmente en África.

Preguntas y respuestas pendientes, pero en un ambiente cada vez más perjudicial para la imagen de la UE. Esta se ve, además, manchada por escándalos, que alimentan la leyenda negra que rodea a sus instituciones, mal comprendidas y por ello poco apreciadas, como la contratación como consejero del expresidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso por el banco de negocios Goldman Sachs en el verano de 2016. Este caso de puerta giratoria es aún peor porque el público asocia este banco con la crisis de 2008. Existen otros temas que alimentan un replanteamiento de Europa del tema europeo y estigmatizan a una Europa alineada con la idea del rigor (con multitud de referencias en esta ocasión al Diktat de los alemanes), ultraliberal y poco democrática: el ejemplo de la elusión del «no» francés de 2005 gracias a la puesta en marcha del Tratado de Lisboa es recurrente, tanto en la izquierda como en la derecha, y nutre la producción de obras muy críticas respecto a los fundamentos de Europa y siguientes pasos, condenando una integración cada vez con menos alternativas de recambio ‍[63].

En 2017 se confirma este avance hacia la politización de Europa. Los candidatos tuvieron que tenerlo en cuenta, debido a las inquietudes expresadas por sus conciudadanos. Por ejemplo, durante la huelga de la fábrica Goodyear en Amiens —convertida en símbolo de las miserias de la mundialización en razón del despido de más de un millar de asalariados de esta fábrica como resultado de un pulso de varios años entre la dirección y los sindicatos, y la posterior condena de ocho de esos asalariados por delito de degradación y secuestro— los dos candidatos ganadores al término de la primera vuelta, Marine Le Pen y Emmanuel Macron, manifestaron sus diferencias al hablar con los trabajadores y, a través de ellos, con todos los franceses —«rapiña» de Europa por un lado, y de la Europa «protectora» por el otro (26 de abril)—.

3. Programas de los candidatos[Subir]

La coyuntura ha contribuido a hacer menos complejo el tema de Europa: entre el brexit, que ha dado un ejemplo concreto de salida de la UE, y la crisis de los migrantes, que ha demostrado en la vida diaria la fragilidad de esa UE frente a las peripecias internacionales. Es necesario añadir los vaivenes de la política interna, que tienen sus repercusiones sobre el posicionamiento de unos y otros en la campaña. Aunque la historia reciente demuestra que los dos principales partidos de gobierno, PS y UMP —convertida en Les Républicains (Los Republicanos)— son tradicionalmente proeuropeos, sus divisiones internas, que se han acentuado en los últimos años, tienen en la disyuntiva del tema europeo un origen indiscutible: algunos miembros de la derecha republicana adoptaron, sin llegar a la ruptura, algunas tesis proteccionistas (por ejemplo, el primer vicepresidente de Los Republicanos, Laurent Wauquiez), mientras que el movimiento de los contestatarios dentro del PS

Los contestatarios es el sobrenombre dado a un grupo de diputados franceses del Partido Socialista (PS), opuestos a la política económica y social de los diferentes Gobiernos bajo la presidencia de François Hollande, juzgada esta última como demasiado liberal.

‍[64]
criticaban sistemáticamente al Gobierno de Hollande por su alineación con las directivas de Bruselas o… de Berlín.

Esta última oposición interna contribuyó extensamente a la renuncia del presidente Hollande —ubicado por entonces en la escala más baja de los sondeos— a presentarse a una nueva legislatura (1 de diciembre de 2016), alimentando indirectamente la crítica a las élites —cualesquiera que ellas sean— y dando lugar a una especie de juego de derribar obstáculos

Este juego, cuyas primeras huellas datan de la Edad Media, consiste en apuntar con una pelota a una pirámide de cajas o latas que deben caer del soporte sobre el cual reposan. En español, es a veces identificado como juego de «derribo de las murallas del castillo».

‍[65]
que se transforma en voluntad de expulsión de los dirigentes políticos

Maarek y Mercier (

Maarek, P. J., Mercier, A. (2018). 2017, la présidentielle chamboule-tout. La communication politique au prisme du «dégagisme». Paris: L’Harmattan.

2018
). El dégagisme, por su nombre original en francés, es un neologismo político que hace referencia a la voluntad de expulsión, por la fuerza o sin ella, de los dirigentes políticos, asumiendo el riesgo de un vacío de poder. Puede identificarse con el eslogan «¡Que se vayan todos!» del 15-M en España.

‍[66]
y finalmente en voluntad de ruptura ‍[67]. Esta tendencia puede ilustrarse con el éxito de venta en librerías del polemista francés Eric Zemmour, cuyos múltiples best-sellers contribuyen a alimentar una visión complotista del declive de Francia ‍[68], y quien nunca se hizo escuchar tanto como durante la campaña de 2017. Varios hechos contribuyeron a radicalizar esta última, notoriamente el affaire Fillon (también conocido bajo el nombre de «Penelopegate»). La cuestión surgió tras la aparición de un artículo en el periódico satírico Le Canard Enchaîné el 25 de enero de 2017, artículo que evocaba sospechas de empleos ficticios de Penelope Fillon, esposa de François Fillon. Surgido en un momento en que este último, candidato de la derecha y del centro del espectro político, aparecía en posición de favorito, el escándalo tuvo un importante eco mediático y provocó durante varias semanas que se pusiesen en tela de juicio las aspiraciones de Fillon por parte de diferentes miembros de su partido. François Fillon rechazó sin embargo la idea de desistir y mantuvo su candidatura a pesar de haberse iniciado una investigación, lo cual contribuyó con creces a la caída de su popularidad

Un sondeo Odoxa, France Info del 10 de febrero de 2017 muestra que la popularidad de François Fillon cayó quince puntos entre la aparición del artículo del Canard Enchaîné (25 de enero) y la primera conferencia de prensa del candidato de la derecha, en la cual intentó justificarse (6 de febrero). El 79 % de los franceses interrogados declararon que sus argumentos no les resultaban convincentes.

‍[69]
.

El affaire Fillon contribuyó a radicalizar todavía un poco más la campaña electoral, multiplicando los temas de discrepancia en el curso de la misma. Entre estos últimos, tres tocan directamente la cuestión europea en los respectivos programas de los candidatos

Los diferentes programas están presentados de manera sintética en el sitio Europe1.fr: https://bit.ly/2R9QTh5 (consultado el 24-‍2-2020).

‍[70]
.

En primer lugar, la cuestión de la soberanía, con multiplicación de candidatos soberanistas (¡ocho de once!) que propugnan simplemente la salida de la UE o su transformación en una comunidad de Estados soberanos. François Asselineau (Union populaire républicaine, Unión Popular Republicana), Jacques Cheminade (Solidarité et Progrès, Solidaridad y Progreso), Nicolas Dupont-Aignan (Debout la France, Pónte de pie, Francia), Jean Lassalle (Résistons!, ¡Resistamos!), Marine Le Pen (Front National, Frente Nacional), Jean-Luc Mélenchon (Les Insoumis, Los Insumisos) coinciden en esa línea, en nombre de Francia o de su pueblo

Cécile Ducourtieux, «Le Pen, Mélenchon: un même danger pour l’Europe» («Le Pen, Mélenchon: el mismo peligro para Europa»), Le Monde, 12-4-2017.

‍[71]
, mientras los candidatos de extrema izquierda Philippe Poutou (Nouveau Parti Anticapitaliste, Nuevo Partido Anticapitalista) y Nathalie Arthaud (Lutte Ouvrière, Lucha Obrera) representan un caso particular, dado que sus proyectos (que se esfuerzan por declarar diferentes) condenan una Europa en manos de los capitalistas, pero no descartan cambiar las hipótesis, dentro del marco comunitario. De todos estos candidatos euroescépticos, la mayoría tiene un pasado antieuropeo de antigua data, lo que muestra el asentamiento del tema en un paisaje político que traduce su permanencia —una excepción, sobre la cual el interesado debió dar explicaciones en varias ocasiones, concierne a Jean-Luc Mélenchon, quien, de hecho, había votado a favor del Tratado de Maastricht—.

En segundo lugar está la cuestión del euro: Marine Le Pen, Nicolas Dupont-Aignan, François Asselineau y Jacques Cheminade propusieron «salir de la moneda única» para recuperar la soberanía, y, en respuesta a esta propuesta, Emmanuel Macron (En Marche, En Marcha), François Fillon (Les Républicains, Los Republicanos) y Benoît Hamon (Parti socialiste, Partido socialista) alegaron que la salida del euro tendría graves consecuencias para la economía francesa, especialmente en cuanto a la fuga de capitales y el aumento de la deuda. Jean-Luc Mélenchon recomendó una devaluación del euro, que sería una moneda común, pero dejaría de ser única.

En tercer lugar, la cuestión de una defensa europea: el mismo Jean-Luc Mélenchon fue el único en oponerse firmemente a la misma, mientras que François Fillon, Benoît Hamon y Emmanuel Macron presentaron propuestas más o menos ambiciosas para una cooperación europea aumentada en este ámbito.

Analizando los programas de los cinco candidatos principales, se observa que se posicionan en un amplio espectro, desde el más receptivo al menos receptivo respecto a Europa

«Élection présidentielle 2017: quelle place pour l’Europe?» («Elección presidencial 2017: ¿qué lugar para Europa?»), Toutel’Europe.fr, 11 de abril de 2017 (consultado el 13-‍3-2020).

‍[72]
. Emmanuel Macron ha sido sin duda el que más ha apoyado el proyecto europeo tal como estaba presentado, como argumento de campaña. Favorable al CETA, deseaba además crear un fondo europeo de defensa para financiar equipos militares conjuntos. En su programa, presentó a Europa como un «patrimonio fundamental» y sopesó medidas para resolver el «sentimiento de distanciamiento» que «se ha desarrollado hacia la UE». François Fillon tuvo un discurso menos euroentusiasta, especialmente respecto a los acuerdos de Schengen que deseaba renegociar, pero oponiéndose a cualquier salida de la UE y mostrándose partidario de un eje francoalemán. Benoît Hamon ofreció por su parte un proyecto de reforma del proyecto europeo y de transformación institucional con la creación de un Gobierno de la zona euro, la mutualización de deudas europeas y la instauración de un salario mínimo europeo. El programa de Jean-Luc Mélenchon se dividía en «plan A» y «plan B». El primero proponía una refundación democrática, social y ecológica, mediante renegociación de los tratados. El segundo debía ser activado en caso de fracasar el «plan A», y preveía la opción de la salida de Francia de la UE. Con su proyecto, Marine Le Pen deseaba transformarla en una «Europa de naciones independientes» para devolver a Francia su soberanía (primera de sus 144 propuestas

«Les 144 engagements présidentiels» («Los 144 compromisos presidenciales»), programa del Frente Nacional, 2017.

‍[73]
), poniendo por delante a menudo los ejemplos del brexit y la elección de Donald Trump en Estados Unidos. Para ello, proponía iniciar una negociación con otros Gobiernos, seguida de un «referéndum sobre nuestra pertenencia a la Unión Europea».

Los socios de Francia captaron perfectamente la dimensión europea de la campaña presidencial de 2017, introduciéndose en su agenda mediática: fue especialmente cierto en el caso de Angela Merkel, que recibió ostensiblemente (y aduladoramente según algunos) a los candidatos Fillon (24 de enero), Macron (15 de marzo) y Hamon (28 de marzo), o en otro contexto, Vladimir Putin, que recibió a Marine Le Pen en el Kremlin (24 de marzo). En lo que respecta a las instituciones europeas, se asumió también el reto

Jean-Pierre Stroobants, «La elección presidencial francesa preocupa a Bruselas», Le Monde, 4-4-2017.

‍[74]
, sobre todo después de la primera vuelta, pues habían triunfado las dos consideraciones más opuestas acerca del futuro de Europa. Estableciendo una excepción a la regla, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, llegó a prestar su apoyo claro a Emmanuel Macron. Podría añadirse una dimensión menos nítida de la campaña, que revela el intervencionismo ruso a lo largo de esta a través de trolls

Los trolls son en el cíberlenguaje o lenguaje de internet aquellos que publican mensajes en un foro, chat o red social con la intención de generar polémica, provocar y/o irritar a los participantes.

‍[75]
y la financiación oculta orquestada desde Moscú

T. P. con AFP, «Washington avertit Paris d’une implication “active” de Moscou dans la présidentielle» («Washington advierte a Paris de una implicación “activa” de Moscú en la campaña presidencial»), L’Obs.fr, 30 de marzo de 2017 (consultado el 5 de marzo de 2020); «Influence russe: des campagnes sur les réseaux sociaux à quasiment chaque élection» («Influencia rusa: campañas en las redes sociales en prácticamente cada elección»), Lemonde.fr, 16 de noviembre de 2017 (consultado el 13-‍3-2020).

‍[76]
, siguiendo los métodos ensayados en el marco de elecciones anteriores (y futuras) ‍[77]. La influencia que esta operación de desinformación pudo tener en Francia nos recuerda que en materia europea los rumores tienen mucho mayor impacto en el público que ignora (o casi) la realidad y la agenda de una institución demasiado desconocida, la UE. Es sobre este terreno abonado donde proliferan las fake news o falsas noticias, algunas tan absurdas como las que atribuían a Macron, por ejemplo, la voluntad de incorporar Turquía a la UE

Esta propaganda proviene de la página de Facebook On aime la France (Amamos Francia), en una publicación del 25 de abril de 2017. Esta cuenta de Facebook debe enumerarse dentro de las numerosas páginas de militantes de extrema derecha que se especializaron en la difusión de una verdad alternativa, como lo demostró el proyecto Les Décodeurs (Los descodificadores) (Le Monde) o CrossCheck (AFP). Sobre las relaciones FN-Putin, Vaissié (

Vaissié, C. (2016). Les réseaux du Kremlin en France. Paris: Les Petits Matins.

2016: 167-‍219
).

‍[78]
, o las consideraciones partisanas alrededor del Euromaïdan

Euromaïdan es el nombre dado a las manifestaciones proeuropeas en Ucrania, que comenzaron en la plaza (Maïdan) de la Independencia en Kiev el 21 de noviembre de 2013 a raíz de la decisión del Gobierno ucraniano de no firmar un acuerdo de asociación con la UE.

‍[79]
(del 21 de noviembre de 2013 al 22 de febrero de 2014).

Más allá de las influencias extranjeras en el escrutinio nacional, los resultados de la elección de 2017 demostraron que «en raras ocasiones el soberanismo habría estado tan presente en una campaña presidencial». La primera vuelta (23 de abril) hace sobresalir a un candidato de la línea dura contra Europa (Marine Le Pen, 21,3 %), solo superado por el eurófilo Emmanuel Macron (24,01 %). Fluctuando entre esas dos tendencias, el tema europeo desempeñó entonces un papel importante en la campaña hasta su desenlace, con las tergiversaciones de Marine Le Pen acerca de la salida del euro, alterada por las encuestas que mostraban que los franceses, en su mayoría, no querían

Sondeo IFOP, Le Figaro, Fundación Robert Schuman, 24-‍3-2017.

‍[80]
. Tropezó torpemente en este tema con ocasión del debate situado entre la primera y la segunda vuelta frente a Emmanuel Macron, el 3 de mayo, llegando a confundir euro y ECU y teniendo que sufrir una lección humillante por parte de su adversario. Una manera de demostrar que si los nacionalistas, paradójicamente, habían introducido Europa en la campaña presidencial, no habían sabido captar todas sus sutilezas...

El aumento de las controversias europeas en el transcurso de la campaña presidencial es parte de una constatación más general que arroja luz sobre fenómenos políticos y sociológicos fundamentales relativos al electorado francés. En efecto, su recomposición política y la pérdida de significación de la dicotomía derecha/izquierda para muchos de los electores franceses fueron particularmente visibles en los resultados de la segunda vuelta del 7 de mayo: el ala conservadora (Fillon) y el ala progresista (Hamon y parcialmente Mélenchon) votaron por Emmanuel Macron ‍[81]. Este último logró igualmente conseguir el apoyo de las categorías sociales protegidas de la mundialización: los jubilados (74 %) y los funcionarios (61 %), que le dieron la victoria. En frente, Marine Le Pen obtuvo sus mejores resultados entre los electores que afirman salir adelante «con gran dificultad» (69 %), los obreros (56 %) y los empleados (46 %)

«2nd tour Sociologie des électorats et profil des abstentionnistes» («Segunda vuelta, Sociología de los electores y perfil de los abstencionistas»), disponible en: ipsos.com (consultado el 14-‍3-2020).

‍[82]
.

Estos resultados demuestran una polarización creciente del electorado francés, lo cual no es, sin embargo, nada excepcional, ya que se puede localizar al final de los escrutinios que tuvieron lugar, un año antes, en Estados Unidos, Austria o Reino Unido. Este escrutinio confirma la pérdida completa en Francia, como en los otros países citados, de los referentes políticos tradicionales (lo que puede explicar la elección de un casi desconocido para la presidencia de la República) y obliga a poner en entredicho de manera definitiva las lealtades tradicionales del electorado

Jérome Fourquet, «Qui sont les Français qui soutiennent Emmanuel Macron?» («¿Quiénes son los franceses que apoyan a Emmanuel Macron?»), Slate, 9-2-2017 (consultado el 6-‍2-2020).

‍[83]
.

V. CONCLUSIÓN[Subir]

La mejor manera de ilustrar la irrupción de Europa en el debate presidencial es mencionar la puesta en escena diseñada por Emmanuel Macron la noche de su victoria (7 de mayo de 2017) cuando, avanzando solemnemente hacia los militantes reunidos en torno a la pirámide del Louvre, y ante las cámaras, sonó la música de la Oda a la Alegría, el himno europeo. Esta puesta en escena sirvió ante todo para galvanizar a la opinión pública, dividida sobre la cuestión de sus valores y sus ideales, especialmente los relacionados con el proyecto europeo que debería sustentar. Como declaró el nuevo presidente en esa oportunidad: «La tarea que nos espera, queridos conciudadanos, es inmensa y empieza ya a partir de mañana. Buscará moralizar la vida pública, defender nuestra vitalidad democrática, fortalecer nuestra economía, construir las nuevas protecciones de este mundo que nos rodea, dar un lugar a cada uno, mediante la escuela, el trabajo y la cultura, volver a fundar nuestra Europa y garantizar la seguridad de todos los franceses»

Puede verse el vídeo de ese discurso en: https://bit.ly/3m6gFkP.

‍[84]
.

Así, la campaña presidencial de 2017 generó un eco más amplio que las anteriores de 2007 y 2012 de los debates en torno a la UE, y fue en sí una ilustración de las complejas relaciones establecidas entre Francia, los franceses y Europa desde los inicios del proceso comunitario. Para ellos, esta última sigue siendo un horizonte de expectativas, como instrumento de paz, de estabilidad y de intercambio. Pero aparece también como un factor de cambio impuesto de manera cada vez más imperativa a una naturaleza francesa en peligro. Hoy día, el malestar nacional pone de manifiesto esa ambivalencia de sentimientos, y supone un renovado interés que parece haber quedado demostrado en las últimas citas electorales. Sobre este tema, los sentimientos de los franceses coinciden con los de los demás europeos respecto a la UE: entre los indicadores de confianza con respecto a las instituciones, las encuestas del Eurobarómetro muestran que los referentes a las instituciones comunitarias son los que más han caído en los últimos diez años en la mayoría de los países de la UE

Consultar, por ejemplo, el Eurobarómetro Estándar, 89 (primavera de 2018): «La opinión pública en la Unión Europea. Primeros resultados».

‍[85]
. Aunque esta última desarrolla en ese mismo período importantes esfuerzos de información dirigidos al gran público, sus iniciativas se advierten en primer lugar dependientes de una lógica de comunicación y no de una pedagogía, o de una educación cívica y política ‍[86].

De hecho, el malestar europeo se refleja cada vez más en el espejo de la elección presidencial, y por lo tanto de los franceses: desconfianza frente al futuro expresada por una parte de la sociedad como componente de los votos de abril y mayo de 2017, que determinan un futuro en el cual Francia y la UE deben replantearse sus vínculos. Los dirigentes deben entenderlo, sin estigmatizar a los recalcitrantes en nombre de una moral que ya no tiene razón de ser, cuando en realidad Europa pudo dar pasos hacia adelante en medio de un ensordecedor silencio democrático. Se trata en paralelo de proponer un nuevo contrato europeo que no sea autocentrado, y donde la UE no se confunda con un vago decorado artístico de fondo, lo que podría inquietar aún más en una situación de crisis, en la cual se hace mucho más evidente para los franceses la interdependencia hacia los socios europeos.

No es paradójico que sea en la elección de carácter más nacional donde surja esta nueva forma de mirar a Europa, ya que sigue siendo la que suscita mayor atención entre nuestros conciudadanos y, esperamos, su mayor vigilancia.

NOTAS[Subir]

[1]

Discurso del 26-‍9-2017. Disponible en: https://de.ambafrance.org/Discours-d- Emmanuel-Macron-Initiative-pour-l-Europe.

[2]

Todas las encuestas de opinión citadas en este artículo son conformes a las reglas de la Comisión Nacional de Sondeos y aplican el método de cuotas.

[3]

Lacroix (Lacroix, J. (2008). La pensée française à l’épreuve des Français. Paris: Grasset.‍2008): 16.

[4]

Winock (Winock, M. (2016). Les élections présidentielles en France 1958-2012. Paris: Perrin.‍2016): 8.

[5]

Ibid.: 9.

[6]

Bréchon (Bréchon, P. (2013). Les élections présidentielles sous la VeRépublique. Paris: La Documentation française.‍2013): 19.

[7]

Duhamel (Duhamel, O. (2008). Histoire des présidentielles. Paris: Seuil.‍2008): 228.

[8]

Dive (Dive, B. (2006). La malédiction Matignon. Paris: Plon.‍2006): 6.

[9]

Charaudeau (Charaudeau, P. (2013). La campagne électorale entre légitimité et crédibilité. En P. J. Maarek (comp.). Présidentielles 2012. Une communication politique bien singulière (pp. 19-30). Paris: L’Harmattan.‍2013): 19-‍30.

[10]

Bastien y Blanchard (Bastien, F. y Blanchard, G. (2013). Les internautes face à la communication électorale à l’ère des campagnes postmodernes. En P. J. Maarek (comp.). Présidentielles 2012. Une communication politique bien singulière (pp. 137-148). Paris: L’Harmattan.‍2013) y Koc-Michalska et al. (Koc-Michalska, K., Lilleker, D. y Bagot, P. (2013). Interagir avec les candidats: les stratégies interactives lors de l’élection présidentielle française de 2012. En P. J. Maarek (comp.). Présidentielles 2012. Une communication politique bien singulière (pp. 149-164). Paris: L’Harmattan.‍2013).

[11]

Gebel (Gebel, M. (2000). European Integration, Voters and National Politics. West European Politics, 23 (4), 52-72. Disponible en: https://doi.org/10.1080/01402380008425400‍2000); Sauger et al. (Sauger, N., Brouard, S. y Grossman, E. (coords.) (2007). Les Français contre l’Europe? Paris: Presses de Sciences Po.‍2007), y De Vries y Hobolt (De Vries, C. y Hobolt, S. (2016). Public Support for European Integration. Annual Review of Political Science, 19, 413-432. Disponible en: https://doi.org/10.1146/annurev- polisci-042214-044157‍2016).

[12]

Citado en Bossuat (Bossuat, G. (2006). Faire l’Europe sans défaire la France. 60 ans de politique d’unité européenne des gouvernements et des présidents de la République française (1943-2003). Bruselas: Peter Lang.‍2006): 52.

[13]

Ibid.: 215-217.

[14]

Política agrícola común (PAC)

[15]

Interesante ilustración en el artículo de Wassenberg (Wassenberg, B. (2007). La campagne pour les élections européennes de 1979 en France et en Allemagne: l’image de l’Europe. En M. T. Bitsch, W. Loth y C. Barthel (comps.). Cultures politiques, opinions publiques et intégration européenne (pp. 263-284). Bruselas: Peter Lang.‍2007).

[16]

Duhamel (Duhamel, A. (1998). Une ambition française. Paris: Plon.‍1998): 35.

[17]

Brzezinski (Brzezinski, Z. (1997). Le Grand Echiquier. Paris: Bayard Editions.‍1997): 91. Al mismo tiempo, el autor escribe que la CEE aparece como la «redención» de Alemania.

[18]

Nadeau et al. (Nadeau, R., Belanger, E., Lewis-Beck, M., Cautrès, B. y Foucault, M. (2011). Le vote des Français de Mitterrand à Sarkozy. 1988-1995-2002-2007. Paris: Sciences Po Les Presses.‍2011): 169.

[19]

Kenneth R. Weinstein, «L’Europe, fille de la France» (Europa, hija de Francia), La Croix, 27-05-2005.

[20]

Lindberg y Scheingold (Lindberg, L. y Scheingold, S. (1970). Europe’s Would Be Polity. Patterns of Change in the European Community. New Jersey: Prentice Hall.‍1970).

[21]

El llamamiento de Cochín es un texto comunicado el 6 de diciembre de 1978 por Jacques Chirac, entonces alcalde de París. Su publicación entraba dentro del marco de la precampaña de su muy nuevo partido, el Rassemblement pour la République (RPR) (Unión por la República), para las elecciones europeas de junio de 1979, las primeras elecciones con sufragio universal del Parlamento Europeo. Dicho texto denunciaba, significativamente, la política «antinacional» de la Europa federal de un «partido de lo extranjero», es decir, en el espíritu del partido firmante, la Union pour la démocratie française (UDF) (Unión por la Democracia Francesa), partido de centro-derecha creado el 1 de febrero de 1978 a iniciativa de Valéry Giscard d’Estaing, entonces presidente de la República.

[22]

Cautrès y Strudel (Cautrès, B. y Strudel, S. (2007). Les traces du référendum de mai 2005 dans la campagne présidentielle de 2007. Les Cahiers du Cevipof, 46, 141-148.‍2007): 141-‍148.

[23]

Bartolini y Hix (Bartolini, S. y Hix, S. (2006). La politisation de l’UE: remède ou poison? Notre Europe. Études et Recherches, 1-52.‍2006).

[24]

«La participación electoral desde 1979 —elecciones europeas 2014— CEVIPOF», disponible en: cevipof.com (consultado el 11-‍01-2020).

[25]

IFOP, Le Figaro, Fundación Robert Schuman: «Les Français et l’Europe, 60 ans après le Traité de Rome» («Los franceses y Europa, 60 años después del Tratado de Roma»), marzo 2017, IFOP n.°187.

[26]

IPSOS Global @dvisor tracker 2011-‍2016, julio de 2016. Esta encuesta, llevada a cabo entre 2011 y 2016 en veintidós países del mundo, muestra que para el 87 % de los franceses el número de inmigrantes está en aumento constante desde los últimos cinco años.

[27]

IPSOS, L’Opinion: «Les Français et le libéralisme» («Los franceses y el liberalismo»), tercera campaña, 20-‍5-2016.

[28]

IFOP, Sud-Ouest, «Les Français et l’Europe» («Los franceses y Europa»), 24-‍11-2013.

[29]

Ballet (Ballet, M. (2014). Émotions et élections. Les campagnes présidentielles françaises (1981-2012). Paris: Institut national de l’audiovisuel editions.‍2014).

[30]

Hartog (Hartog, F. (2003). Régimes d’historicité. Présentisme et expériences du temps, Paris: Le Seuil.‍2003).

[31]

Lacroix (Lacroix, J. (2000). Les ‘nationaux-républicains de gauche’ et la construction européenne. Le Banquet, 15, 157-168.‍2000 y Lacroix, J. (2002). Le national-souverainisme en France et en Grande-Bretagne. Revue internationale de politique comparée, 9 (3), 391-408. Disponible en: https://doi.org/10.3917/ripc.093.0391‍2002).

[32]

Boy et al. (Boy, D., Cautrès, B. y Sauger, N. (2010). Les Français, des Européens comme les autres? Paris: Presses de Sciences Po.‍2010): 267-‍277.

[33]

General Agreement on Tariffs and Trade (GATT), hoy Organización Mundial del Comercio (OMC).

[34]

Vargas Llosa (Vargas Llosa, M. (1997). L’exception culturelle? En Les enjeux de la liberté (pp.341-348). Paris: Gallimard.‍1997).

[35]

Holmes y Krastev (Holmes, E., Krastev, I. (2019). Le moment illibéral. Paris: Fayard.‍2019).

[36]

Lacroix y Coman (Lacroix, J. y Coman, R. (2007). Les résistances à l’Europe. Bruselas: Universidad de Bruselas.‍2007).

[37]

El Tratado de Maastricht es el tratado fundador de la Unión Europea, a la que estructura alrededor de tres pilares: las Comunidades Europeas, la política exterior y de seguridad comunitaria, y la cooperación policial y judicial en materia penal. El tratado instituye igualmente una ciudadanía europea, refuerza los poderes del Parlamento Europeo e instituye la Unión Económica y Monetaria.

[38]

Según las curvas gráficas presentadas en los sondeos efectuados a todo lo largo del período por el Instituto CSA para France 3, France Info, Le Figaro, Le Parisien y Marianne.

[39]

Sondeo IPSOS para Dell, Le Figaro, Europe 1, 29-‍5-2005.

[40]

Sondeo SOFRES para TF1, RTL, Le Monde, 29-5-2005.

[41]

Estos diferentes sondeos son los de la SOFRES, presentados y analizados en Reynié (Reynié, D. (2005). 29 mai 2005, un paysage dynamité. La lettre de la Fondation Schuman, 215.‍2005).

[42]

Lequesne (Lequesne, C. (2008). La France dans la nouvelle Europe. Assumer le changement d’échelle. Paris: Sciences Po Les Presses.‍2008): 107.

[43]

Greffet y Vedel (Greffet, F. y Vedel, T. (2011). Les partis politiques sur le web. Paris: Presses de Sciences Po.‍2011).

[44]

«Pacte présidentiel» («Pacto presidencial»), en línea en el sitio web Désirs d’avenir (Deseos de porvenir), presentado por la candidata el 11-‍2-2007 en Villepinte.

[45]

Dehousse y Tacea (Dehousse, R. y Tacea, A. (2012). The French 2012 Presidential election: A Europeanised Context. Les Cahiers européens de Sciences Po, 2, 2-16.‍2012): 7.

[46]

«Lettre aux Français» («Carta a los franceses»), publicada en tirada de seis millones de ejemplares a partir del 6-‍4-2012.

[47]

«60 engagements pour la France» («60 compromisos para Francia»), 26-‍1-2012.

[48]

Bayrou (Bayrou, F. (2012). 2012 État d’urgence. Paris: Plon.‍2012).

[49]

«Mon projet pour la France et les Français. Projet présidentiel de Marine Le Pen» («Mi proyecto para Francia y los franceses. Proyecto presidencial de Marine Le Pen») (2012): 2; Labbé y Monière (Labbé, D. y Monière, D. (2013). La campagne présidentielle de 2012. Votez pour moi! Paris: L’Harmattan. Disponible en: https://doi.org/10.1522/030373499‍2013): 119-‍123.

[50]

Los atentados de marzo de 2012 en Francia o las matanzas de marzo de 2012 en Toulouse y Montauban, acabaron con la vida de siete personas: tres militares, de los cuales dos eran de confesión musulmana, y cuatro civiles, de ellos tres niños de una escuela judía, asesinados por el terrorista islamista franco-argelino Mohammed Merah.

[51]

Harmsen (Harmsen, R. (2005). L’Europe et les partis politiques nationaux: les leçons d’un non-clivage. Revue internationale de politique comparée, 1, 77-94. Disponible en: https://doi.org/10.3917/ripc.121.0077‍2005): 77-‍94.

[52]

Magnette (Magnette, P. (2003). Le régime politique de l’Union européenne. Paris: Presses de Sciences Po.‍2003). Para un debate más general, Roger (Roger, A. (2008). Clivages et partis politiques. En C. Belot, P. Magnette, P. y C. Saurugger (comps.). Science politique de l’Union européenne (pp. 197-213). Paris: Economica.‍2008).

[53]

Reungoat (Reungoat, E. (2009). Les difficultés d’implantation d’un parti souverainiste en France (1992-2009). Les Cahiers Irice, 4, 113-128. Disponible en: https://doi.org/10.3917/lci.004.0113‍2009).

[54]

Chatham House, «The Future of Europe: Comparing Public and Elite Attitudes» («El futuro de Europa: comparando actitudes públicas y de élites»), 20-‍6-2017.

[55]

Entrevista de Jacques Attali por Christophe Barbier, L’Express, n.° 3350, 16-‍9-2015.

[56]

Pew Research Center, «Euroskepticism beyond Brexit» («Escepticismo europeo más allá del Brexit»), 7 de junio de 2016: Francia registra solo un 38 % de opiniones favorables a Europa, frente al 51 % de media en los otros países, ¡Reino Unido incluído!

[57]

Según el Pew Research Center en su Global Attitudes Survey (mayo de 2014), el 69 % de los franceses piensa que la UE no comprende las necesidades de los ciudadanos (53 % en Alemania), mientras que el 42 % solamente considera que favorece la prosperidad (47 % en Alemania). Este mismo instituto señala una disminución del número de franceses que tienen una mala imagen de la UE, que descendería hasta el 61 % dos años más tarde, nivel que en cualquier caso, continúa siendo alarmante.

[58]

Allianz, Monitor France-Allemagne, febrero de 2017.

[59]

El Mecanismo Europeo de Estabilidad es un sistema de gestión de crisis financieras de la zona euro que sustituye al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera y al Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera que habían sido creados en respuesta a la crisis de la deuda pública en la zona euro.

[60]

IFOP, «L’image de l’Allemagne en France» («La imagen de Alemania en Francia»). Esta encuesta, que se realiza anualmente desde hace ocho años, muestra resultados degradados entre 2012 y 2019.

[61]

Luxemburgo Leaks es el nombre del escándalo financiero que revela los contenidos de varios centenares de acuerdos fiscales muy ventajosos celebrados con el fisco luxemburgués por firmas de auditoría, por cuenta de clientes internacionales.

[62]

Sondeo Eurobaromètre, 18, 27-‍3-2017.

[63]

Cohen (Cohen, A. (2012). De Vichy à la Communauté européenne. Paris: Presses universitaires de France. Disponible en: https://doi.org/10.3917/puf.cohe.2012.01‍2012); Booker y North (Booker, C. y North, R. (2016). La Grande Dissimulation: histoire secrète de l’UE. Paris: L’Artilleur.‍2016); Joly (Joly, M. (2017). L’Europe de Jean Monnet. Paris: Centre national de la recherche scientifique editions.‍2017) y Riondel (Riondel, B. (2017). Cet étrange Monsieur Monnet. Paris: L’Artilleur.‍2017).

[64]

Los contestatarios es el sobrenombre dado a un grupo de diputados franceses del Partido Socialista (PS), opuestos a la política económica y social de los diferentes Gobiernos bajo la presidencia de François Hollande, juzgada esta última como demasiado liberal.

[65]

Este juego, cuyas primeras huellas datan de la Edad Media, consiste en apuntar con una pelota a una pirámide de cajas o latas que deben caer del soporte sobre el cual reposan. En español, es a veces identificado como juego de «derribo de las murallas del castillo».

[66]

Maarek y Mercier (Maarek, P. J., Mercier, A. (2018). 2017, la présidentielle chamboule-tout. La communication politique au prisme du «dégagisme». Paris: L’Harmattan.‍2018). El dégagisme, por su nombre original en francés, es un neologismo político que hace referencia a la voluntad de expulsión, por la fuerza o sin ella, de los dirigentes políticos, asumiendo el riesgo de un vacío de poder. Puede identificarse con el eslogan «¡Que se vayan todos!» del 15-M en España.

[67]

Perrineau (Perrineau, P. (2017). Le vote disruptif, les élections présidentielles et législatives de 2017. Paris: Presses de Sciences Po.‍2017).

[68]

Zemmour (Zemmour, E. (2014). Le suicide français. Paris: Albin Michel.‍2014 y Zemmour, E. (2016). Un quinquennat pour rien. Paris: Albin Michel.‍2016).

[69]

Un sondeo Odoxa, France Info del 10 de febrero de 2017 muestra que la popularidad de François Fillon cayó quince puntos entre la aparición del artículo del Canard Enchaîné (25 de enero) y la primera conferencia de prensa del candidato de la derecha, en la cual intentó justificarse (6 de febrero). El 79 % de los franceses interrogados declararon que sus argumentos no les resultaban convincentes.

[70]

Los diferentes programas están presentados de manera sintética en el sitio Europe1.fr: https://bit.ly/2R9QTh5 (consultado el 24-‍2-2020).

[71]

Cécile Ducourtieux, «Le Pen, Mélenchon: un même danger pour l’Europe» («Le Pen, Mélenchon: el mismo peligro para Europa»), Le Monde, 12-4-2017.

[72]

«Élection présidentielle 2017: quelle place pour l’Europe?» («Elección presidencial 2017: ¿qué lugar para Europa?»), Toutel’Europe.fr, 11 de abril de 2017 (consultado el 13-‍3-2020).

[73]

«Les 144 engagements présidentiels» («Los 144 compromisos presidenciales»), programa del Frente Nacional, 2017.

[74]

Jean-Pierre Stroobants, «La elección presidencial francesa preocupa a Bruselas», Le Monde, 4-4-2017.

[75]

Los trolls son en el cíberlenguaje o lenguaje de internet aquellos que publican mensajes en un foro, chat o red social con la intención de generar polémica, provocar y/o irritar a los participantes.

[76]

T. P. con AFP, «Washington avertit Paris d’une implication “active” de Moscou dans la présidentielle» («Washington advierte a Paris de una implicación “activa” de Moscú en la campaña presidencial»), L’Obs.fr, 30 de marzo de 2017 (consultado el 5 de marzo de 2020); «Influence russe: des campagnes sur les réseaux sociaux à quasiment chaque élection» («Influencia rusa: campañas en las redes sociales en prácticamente cada elección»), Lemonde.fr, 16 de noviembre de 2017 (consultado el 13-‍3-2020).

[77]

Vaissié (Vaissié, C. (2016). Les réseaux du Kremlin en France. Paris: Les Petits Matins.‍2016).

[78]

Esta propaganda proviene de la página de Facebook On aime la France (Amamos Francia), en una publicación del 25 de abril de 2017. Esta cuenta de Facebook debe enumerarse dentro de las numerosas páginas de militantes de extrema derecha que se especializaron en la difusión de una verdad alternativa, como lo demostró el proyecto Les Décodeurs (Los descodificadores) (Le Monde) o CrossCheck (AFP). Sobre las relaciones FN-Putin, Vaissié (Vaissié, C. (2016). Les réseaux du Kremlin en France. Paris: Les Petits Matins.‍2016: 167-‍219).

[79]

Euromaïdan es el nombre dado a las manifestaciones proeuropeas en Ucrania, que comenzaron en la plaza (Maïdan) de la Independencia en Kiev el 21 de noviembre de 2013 a raíz de la decisión del Gobierno ucraniano de no firmar un acuerdo de asociación con la UE.

[80]

Sondeo IFOP, Le Figaro, Fundación Robert Schuman, 24-‍3-2017.

[81]

Guilluy (Guilluy, C. (2018), No Society. La fin de la classe moyenne occidentale. Paris: Flammarion.‍2018):105 y ss.

[82]

«2nd tour Sociologie des électorats et profil des abstentionnistes» («Segunda vuelta, Sociología de los electores y perfil de los abstencionistas»), disponible en: ipsos.com (consultado el 14-‍3-2020).

[83]

Jérome Fourquet, «Qui sont les Français qui soutiennent Emmanuel Macron?» («¿Quiénes son los franceses que apoyan a Emmanuel Macron?»), Slate, 9-2-2017 (consultado el 6-‍2-2020).

[84]

Puede verse el vídeo de ese discurso en: https://bit.ly/3m6gFkP.

[85]

Consultar, por ejemplo, el Eurobarómetro Estándar, 89 (primavera de 2018): «La opinión pública en la Unión Europea. Primeros resultados».

[86]

Cautrès (Cautrès, B. (2014). Les Européens aiment-ils (toujours) l’Europe? Paris: La Documentation française.‍2014).

Bibliografía[Subir]

[1] 

Ballet, M. (2014). Émotions et élections. Les campagnes présidentielles françaises (1981-‍2012). Paris: Institut national de l’audiovisuel editions.

[2] 

Bartolini, S. y Hix, S. (2006). La politisation de l’UE: remède ou poison? Notre Europe. Études et Recherches, 1-52.

[3] 

Bastien, F. y Blanchard, G. (2013). Les internautes face à la communication électorale à l’ère des campagnes postmodernes. En P. J. Maarek (comp.). Présidentielles 2012. Une communication politique bien singulière (pp. 137-‍148). Paris: L’Harmattan.

[4] 

Bayrou, F. (2012). 2012 État d’urgence. Paris: Plon.

[5] 

Booker, C. y North, R. (2016). La Grande Dissimulation: histoire secrète de l’UE. Paris: L’Artilleur.

[6] 

Bossuat, G. (2006). Faire l’Europe sans défaire la France. 60 ans de politique d’unité européenne des gouvernements et des présidents de la République française (1943-‍2003). Bruselas: Peter Lang.

[7] 

Boy, D., Cautrès, B. y Sauger, N. (2010). Les Français, des Européens comme les autres? Paris: Presses de Sciences Po.

[8] 

Bréchon, P. (2013). Les élections présidentielles sous la VeRépublique. Paris: La Documentation française.

[9] 

Brzezinski, Z. (1997). Le Grand Echiquier. Paris: Bayard Editions.

[10] 

Cautrès, B. (2014). Les Européens aiment-ils (toujours) l’Europe? Paris: La Documentation française.

[11] 

Cautrès, B. y Strudel, S. (2007). Les traces du référendum de mai 2005 dans la campagne présidentielle de 2007. Les Cahiers du Cevipof, 46, 141-‍148.

[12] 

Charaudeau, P. (2013). La campagne électorale entre légitimité et crédibilité. En P. J. Maarek (comp.). Présidentielles 2012. Une communication politique bien singulière (pp. 19-‍30). Paris: L’Harmattan.

[13] 

Cohen, A. (2012). De Vichy à la Communauté européenne. Paris: Presses universitaires de France. Disponible en: https://doi.org/10.3917/puf.cohe.2012.01.

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