Tras su aparición en los años setenta, la historiografía italiana de género prefirió centrar su foco principal de atención en las épocas tardomedieval y moderna y, al contrario de lo sucedido en otros países con experiencias pasadas de regímenes o importantes movimientos fascistas, no tanto en la contemporánea en general o en el Ventennio fascista en particular. Ciertamente, ya entonces aparecieron obras pioneras como Sposa e madre esemplare, de Piero Meldini, hasta llegar a la publicación de How Fascism ruled Women: Italy, 1922-1945, de la norteamericana Victoria de Grazia, pronto convertido en el clásico que sigue siendo hasta nuestros días. Pero, a principios de esos mismos noventa, Luisa Passerini criticaba a la historiografía contemporánea italiana por los «gravi ritardi» —cincuenta años tras la caída del fascismo y veinte después de la publicación del libro de Meldini— en cuestiones de género. Tras ello se ocultaba el desinterés por el tema (mujeres y fascismo) de una profesión eminentemente masculina aún (como la propia Passerini evidenció con valentía), pero también era perceptible una cierta «reticencia» de numerosas historiadoras feministas a la hora de afrontar un análisis específico de las fascistas, que podía presentar —probablemente no solo en Italia— determinadas dificultades. Desde entonces, el panorama historiográfico ha evolucionado y en las dos últimas décadas el conocimiento sobre las fascistas italianas ha mejorado bastante gracias a la publicación, dentro y fuera del país, de importantes obras, como por ejemplo sobre las mujeres en el campo italiano (Willson), las organizaciones femeninas del PNF, o la imagen de las mujeres difundida (Dittrich-Johansen) por los documentales Luce (Gioia).
Con su Donne in onda nel ventennio fascista, Laura Branciforte pone ahora el foco no en las mujeres ante las cámaras, sino en aquellas tras los micrófonos y al otro lado de los receptores de radio de la Italia de entreguerras. En el país cisalpino la radio surgió, además, en femenino, pues de una mujer fue la voz que inauguró sus emisiones. Pese a ello, y pese al elevado número de mujeres que trabajaron en ella durante su primera década y media, también Branciforte parte de la constatación previa de la ausencia de estudios que hayan historiado a las mujeres que trabajaron en la radio italiana, una ausencia que incluso da título a su primer capítulo. Por ello, la historiadora de la Universidad Carlos III de Madrid se propone «una ricostruzione al femminile della radio» (p. 11), de estas donne elettriche (denominación acuñada por la autora ya en un estudio anterior) y de su —menguante— protagonismo en las ondas durante una cronología que abarca desde 1924, cuando se fundó la primera concesionaria estatal, hasta 1940, entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial.
Surgida en la primera postguerra mundial como un medio de comunicación de masas, la irrupción de la radio no solo coincidió con el surgimiento de la sociedad y la política de masas (y la extensión del sufragio femenino), sino también con la aparición de los fascismos y, en la península itálica, con la consolidación del régimen de Mussolini hacia un régimen totalitario. Se trata de una coincidencia nada banal puesto que —como afirma la propia autora— la radio constituye un «spazio simbolico di frontiera tra due sfere, quella pubblica/politica e quella privata/domestica» (p. 14), con la consiguiente carga de género que tenían no solo ambos espacios (el político y el pretendidamente apolítico), sino también el territorio de frontera entre ellos.
Uno de los principales aciertos de la obra de Branciforte es haber contextualizado su tema en una perspectiva internacional. Así, antes de centrarse en el caso italiano, expone (cap. 2) la relación entre mujer y radio en cuatro países (Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y España), escogidos de forma consciente con carácter representativo. Especialmente en Estados Unidos destaca con claridad cómo en los primeros años su carácter descentralizado como país y las potencialidades de la radio comercial permitieron un radio boom (p. 28) que abrió nuevas posibilidades profesionales a las mujeres como locutoras, si bien no las libró, por ejemplo, de repetidas y contradictorias críticas de los oyentes a sus voces. No obstante, la consolidación en los años treinta de las grandes networks conllevó la profesionalización «al masculino» (p. 31), con los grandes nombres (hombres) de la radio norteamericana y la progresiva marginación de las voces femeninas, algo que se ha proyectado también a los estudios de la radio de aquella época.
Con diferentes estribaciones, se trata de un fenómeno común a todos estos países, lo que permite a la autora reflexionar sobre ciertas coincidencias en materia de género entre formas de gobierno ideológicamente diversas (p. 16). Así, en todos ellos la emisión de las noticias —consideradas, sin duda, algo muy racional y objetivo— se convirtió rápidamente en territorio reservado a voces masculinas, mientras que las mujeres eran reducidas a anunciadoras o a dar voz a programas —normalmente breves y/o escritos y dirigidos por hombres— en los que se exaltaba una domesticidad (niños, moda, hogar) cada vez más nacionalizada. No obstante, Branciforte no se detiene en esta intención performativa de género y señala también la heterogeneidad y ambigüedad tanto de los discursos de feminidad como de la mera presencia de mujeres trabajando en la radio. En cambio, en el caso alemán, el carácter conservador y pretendidamente apolítico de la radio dejó mucho margen a propagar valores como la maternidad, la raza y la nación, lo cual con los nazis ya en el poder permitió una transición, en numerosos programas y contenidos, mucho menos brusca de lo que habría cabido esperar. Para España la autora destaca la feminización de las ondas durante los años de la Segunda República, pero con un perfil concreto: mujeres jóvenes, con estudios y conocimiento de lenguas extranjeras, y procedentes de familias acomodadas y religiosas. Es precisamente la mirada comparada la que permite a Branciforte poner en valor, por ejemplo, la bibliografía española sobre radio y mujeres, en comparación con otros países, carentes de tales aproximaciones biográficas o siquiera de estudios sobre el tema.
El núcleo del libro está conformado por los cuatro capítulos siguientes, dedicados respectivamente a los inicios de la radio en Italia y, con ella, de las mujeres en la radio italiana (cap. 3); a sus protagonistas, las locutoras y anunciadoras pioneras (cap. 4); a la programación y los contenidos protagonizados por mujeres (cap. 5) y, por último, al protagonismo femenino en los contenidos musicales y publicitarios (cap. 6). La principal fuente primaria utilizada son las publicaciones periódicas oficiales de las dos concesionarias estatales (p. 27): la pionera URI (Unione Radiofonica Italiana), con su revista Radioorario, y su sucesora EIAR (Ente Italiano Audizioni Radiofoniche) en 1926, con su Radiocorriere y sus Annuari. Sin embargo, no queda claro si el reducido recurso a fuentes de archivo (tanto de ambas concesionarias como, por ejemplo, ministeriales) responde a su eventual destrucción durante la guerra o a otras razones. Precisamente al tratar de los diferentes ministerios competentes es cuando surgen dos de los escasos errores factuales, al mencionar (p. 84) que el nuevo Ministero della Cultura Popolare asumió el control del EIAR el 26 de septiembre de 1935 (cuando el ministerio no fue creado hasta mayo de 1937) y situar a Galeazzo Ciano como su ministro (della Cultura Popolare) cuando lo había sido de la Prensa y Propaganda hasta junio de 1936, fecha en que pasó a encargarse de la cartera de Exteriores.
Pasando ya al núcleo del libro, su capítulo tres se centra en la presencia femenina en la radio, desde las mujeres que aparecían fotografiadas en sus órganos escritos de difusión, con una «continua presenza della figura femminile» (p. 63) que buscaba llegar al máximo público posible al que transmitir los mensajes de propaganda, incluidas las imágenes de género y modelos de mujer caros al régimen fascista, hasta las que prestaban su voz a sus programas como locutoras o, de forma creciente, a la publicidad como anunciadoras. Si bien ello «contribuì fortemente a caratterizzare al femminile la radio» (p. 70), hubieron también de hacer frente a obstáculos particulares, desde las críticas (diversas y a menudo contradictorias entre sí, a las que por cierto sus compañeros hombres no se veían, en cambio, sometidos), pasando por las reticencias expresadas por la Iglesia católica (p. 74-75) hasta llegar a su limitación a determinados tipos de programas y temáticas. A partir de la profesionalización del medio se buscó «virilizar» la radio y reducir la presencia femenina (p. 79 y ss.), considerada totalmente inadecuada para temas pretendidamente objetivos, como los «profesionales» o los «técnicos», para los que se buscó voces «racionales» que aparentemente no podían ser sino masculinas. Pese a coincidir con la svolta totalitaria del fascismo (y a la toma de conciencia de su importancia en tanto que medio de propaganda), como acierta a señalar la autora, se trata de una tendencia también presente en países como Estados Unidos o Gran Bretaña.
El capítulo 4 se centra en las protagonistas concretas, como por ejemplo Maria Luisa Boncompagni, Pia Moretti o Lisa Sergio, cuya agencia es reconstruida mediante estudios prosopográficos de diferente extensión. Dado que la invisibilidad de las ondas hizo que los rostros de muchas de ellas quedaran mayormente en el anonimato para el público, Branciforte, combinando las publicaciones contemporáneas con las entrevistas retrospectivas realizadas a algunas de ellas décadas después (en los sesenta y setenta), señala las dificultades a las que tuvieron que hacer frente estas «voci tuttofare», tanto en el desempeño práctico de su trabajo en un medio todavía en vías de profesionalización, como a la hora de evitar que su carrera no se viera circunscrita a programas de temática «femenina» o dirigidos a un público infantil. Destaca así el caso de Pia Moretti, la primera «radiocronista» italiana (y europea), quien se codeó con los primeros espadas de la radio de su país, que solía salir a la calle micrófono en mano a entrevistar a ciudadanos anónimos y cuya voz fue la que presentó la transmisión de la declaración de guerra de 1940. En cambio, Lisa Sergio destaca por su evolución política, desde su labor como propagandista del fascismo en tanto que traductora y locutora para el extranjero de los discursos de Mussolini —«the Golden voice of Rome», el New York Times dixit) hasta su desencanto y posterior exilio en los Estados Unidos a partir de 1937.
El capítulo 5 se centra en los programas conducidos por estas locutoras. Una clara «settorializzazione» las dirigía hacia contenidos por un lado infantiles y, por el otro, hacia el público femenino, y rara vez les permitía alcanzar puestos de responsabilidad. La mayoría era relegada a ejercer de locutoras de programas dirigidos a un público infantil, lo cual no obstante no quiere decir tampoco carentes de importancia (sobre todo en la vertiente propagandística), puesto que a finales de los años treinta niños y adolescentes pasaron a ser el principal objetivo de la radio. En este sentido, si bien la autora señala el adoctrinamiento intrínseco al mencionar los diferentes apelativos con que eran conocidas las voces femeninas y masculinas que conducían dichos programas infantiles (Zia Radio, Babbo Radio, Nonno Radio o Nonnina Radio, esto es: la Tía, el Papá, el Abuelo o la Abuelita Radio), se echa de menos algún comentario a la a su vez función nacionalizadora de las ondas, puesto que no era sino una «familia nacional» la que la radio reunía —y por tanto, (re)creaba— ante sus receptores repartidos por todos los rincones de la península y sus islas. Por lo que respecta a los programas dirigidos específicamente a un público femenino adulto, Branciforte destaca su «pobreza» temática, pues pese a dirigirse a partir de 1933 de forma cada vez más incisiva a la esfera doméstica, en realidad sus temáticas no eran pensadas para mujeres ni estaban diseñadas por ellas. Más bien eran muestra del interés del Estado fascista por penetrar en la esfera privada e «indicar» a la italiana de la época, «consciente de sus muchos deberes y de sus muchas responsabilidades» (p. 150), cómo cumplir unos y otras, ya fuera en la cocina, con sus hijos, en la vestimenta, la higiene o la decoración de la casa. Todo ello fue siempre en paralelo a la acentuación de las políticas natalistas y autárquicas del régimen, pero también a su creciente carácter totalitario y racista y su ultranacionalismo (también en el plano lingüístico al buscar erradicar del vocabulario de las italianas galicismos reflejo de la influencia de la moda y el estilo franceses).
El sexto y último capítulo está dedicado a los otros dos ámbitos radiofónicos en los que más proliferaron voces femeninas: la publicidad y la música. La aparición y difusión de la radio coincidió con el rápido desarrollo del consumo de masas y, sobre todo, de la cultura publicitaria. Los anuncios supusieron una creciente fuente de financiación para la radio, que tuvo que hacer frente a la competencia de la prensa escrita. Desde el primer anuncio la publicidad de productos comerciales en la radio italiana tuvo voz de mujer, considerada más adecuada para «seducir» al mismo tiempo a un público masculino y femenino. Femeninos eran también los rostros —en ocasiones, muy conocidos; en otras, anónimos— que desde mediados años veinte publicitaban la compra de aparatos de radio en los órganos escritos de las emisoras. Resulta en este sentido interesante cómo la autora se detiene en estas fotografías no solo para constatar este hecho, sino también para fijarse en qué tipos de mujer y de espacios domésticos aparecían representados en estos anuncios y analizar su evolución. A la vez, los utiliza como fuente para poder indagar también en las condiciones sociales de la escucha, esto es, en cómo (re)presentaban escenas de gente escuchando la radio, y concluye subrayando el intento —propio por otro lado de la mayor parte de la publicidad, antes y después de 1945— de representar no unas condiciones reales, sino escenas de clase media-alta o alta que produjeran envidia en el público destinatario de dichos anuncios y fomentaran su consumo y la adquisición de productos.
Por lo que respecta finalmente a la música, la parte final del capítulo acompaña el nacimiento de la radio como el primer y principal medio de difusión musical, pero a la vez apunta su papel como privatizador y domesticador del entretenimiento pues, no en vano, para escuchar música antes de la radio y las grabaciones discográficas, había que salir de casa e ir a teatros, conciertos, etc. También esta popularización y socialización de la música tuvo voz de mujer y se puso al servicio de los proyectos de nacionalización (homogenización) cultural y adoctrinamiento del régimen, ya fuera con la promoción preferente de determinados géneros, como la «música ligera» y las (estereotipadas) canciones populares, o con la retransmisión de acontecimientos políticos como la visita de Hitler a Roma, que —como también acierta a recordar la autora— conforma el trasfondo histórico —y acompaña muchas de las escenas— de Una giornata particolare, de Ettore Scola.
Así pues, con esta variedad de aspectos tratados, Laura Branciforte avanza con este libro en el tema de las mujeres italianas que trabajaron tras los micrófonos de la incipiente radio durante el periodo de entreguerras. Lo hace tanto como las fuentes publicadas que ha consultado parecen haberle permitido y enmarcando primero su objeto de estudio en una muy útil comparación internacional, con el gran acierto además de incluir también regímenes democráticos. En la parte central consigue entrelazar su perspectiva de género con el papel que la radio ejerció como medio de creciente importancia en los proyectos de adoctrinamiento y nacionalización de masas del régimen fascista en los años treinta. Con ello, el libro de Branciforte resultará de útil consulta para quienes estén interesados en investigar a las mujeres como protagonistas y oyentes de la radio italiana durante el fascismo, y también como objeto y receptoras de sus temáticas femeninas, o bien deseen establecer un punto de comparación con, por ejemplo, el caso español.