RESUMEN
Margaret Hilda Thatcher ha sido una de las políticas más influyentes en el proceso de construcción europea desde su liderazgo del Reino Unido durante un periodo de cambio y profundización en Europa. Su popularidad entre británicos y europeos es todavía alta y sus ideas liberales continúan de actualidad. La participación de la mujer de Estado británica en cuestiones cruciales como el Acta Única Europea o el cheque británico ha tenido consecuencias que afectan aún al conjunto de Europa. Asimismo, la fuerza icónica de su figura ha sido ampliamente utilizada con fines partidistas durante la campaña que precedió al referéndum británico que ha desembocado en el brexit. La presente investigación indaga sobre la figura de Thatcher desde una perspectiva singular, analizando sus contribuciones al avance del proceso de construcción europea y su bloqueo a la integración en algunos campos. El análisis directo de sus acciones, amén de sus frecuentes declaraciones respecto a la integración europea, son el pilar básico de la investigación realizada, cuyo objetivo es desenmarañar la posición de Thatcher con respecto a la Unión Europea. Las fuentes primarias son cardinales en la pesquisa, y se complementan con fuentes secundarias de alta calidad académica que han tratado el tema perpendicularmente. El problema de separar el mito de la realidad, de discernir el personaje real de la imagen, altamente manipulada por diversas corrientes para aprovecharse de su popularidad hoy en día aun alta, ha sido el mayor reto de esta investigación.
Palabras clave: Thatcher; Reino Unido; Unión Europea; cooperación europea; integración europea.
ABSTRACT
Margaret Thatcher has been one of the most influential politicians in the European building process as she was the head of one of the most outstanding member states of Europe. Numerous British and European citizens continue to share her ideas currently so her importance goes beyond her period in politics. Her participation in different European developments such as the Single European Act or the British Rebate has consequences that still affect the whole of Europe. In addition, the iconic strength of his figure has been widely used during the campaign that preceded the British referendum that led to the brexit. The present investigation explores the figure of Thatcher from a unique perspective when analyzing her contributions to the process of European construction in the context of her contributions and her concerns to the integration process. The direct analysis of her actions and her statements regarding European integration are the basic pillar of the research carried out, with the aim of clarifying Thatcher’s position with regard to the European Union. Therefore, primary sources are essential, complementing secondary sources of high academic quality that have treated the subject tangentially. The problem of separating myth from reality, of discerning a character highly manipulated by different political actors to take advantage of her popularity, even today high, has been the greatest challenge of this research, whose results clearly reflect a Thatcher united to Europe, but not to the European Union.
Keywords: Thatcher; United Kingdom; European Union; European cooperation; European integration.
SUMARIO
Thatcher ha sido considerada euroescéptica, defensora de la soberanía nacional y de la independencia de los Estados miembros frente a las instituciones europeas. Pero, ¿realmente era contraria a la integración europea? ¿O pregonaba una Europa alternativa? La influencia de Thatcher en Europa y en el plano global es evidente; su liberalismo político, social y económico aún hoy en día, pese a las crisis del sistema, son defendidos vehementemente por una parte relevante de la sociedad. No obstante, respecto a Europa, ¿cuál era su verdadera posición? ¿Qué Europa defendía? Estas cuestiones son el centro de la investigación desarrollada que pretende alumbrar las ideas defendidas por una política relevante del siglo xx.
La idea de Thatcher sobre Europa estaba fundamentalmente influida por el concepto de lealtad de los ciudadanos a las estructuras sociales y su relación con el Estado. El concepto de transferencia de dicha lealtad desde el plano nacional al internacional era una acción difícilmente aceptable por la británica. Thatcher consideraba la construcción europea, basada en la integración, como una utopía que podía poner en riesgo las sociedades, libertades, y forma de vida de Occidente. La primera ministra británica pensaba que siglos de historia habían hecho de las naciones Estado los receptores finales de la lealtad ciudadana y de la soberanía popular. El defensor natural de las libertades individuales era el Estado, y por tanto sería antinatural transferir dicha lealtad a un nivel superior, un plano artificial creado en las Comunidades Europeas por funcionarios públicos y soñadores irresponsables. La UE suponía una clara apuesta hacia posiciones federalistas y neofuncionalistas en la integración europea desde las posiciones defendidas por Thatcher.
La Dama de Hierro apoyaba la colaboración en Europa, pero fundamentada en el intergubernamentalismo, única manera efectiva y duradera de construir una Europa común; enfoque similar al del presidente francés Charles de Gaulle. Ambos líderes estaban involucrados con el proyecto europeo como demuestra el hecho de que ninguno defendiera la retirada de sus respectivos países de las Comunidades Europeas. Eran conscientes de los beneficios que Europa otorgaba a sus países y ninguno quería destruir el proceso de construcción europea. En realidad, sus intenciones iban más encaminadas a una redirección, transformando un movimiento supranacional en un proyecto cooperación nacional entre los Estados participantes[1].
El liberalismo de Thatcher tuvo una influencia determinante en su posición sobre la integración de Europa. Quizá sea complicado señalar un pensador u hombre de Estado que predispusiera a Thatcher de manera determinante con respecto al proceso de construcción europea, pero es evidente que diversos intelectuales influenciaron su pensamiento político y su manera de entender la sociedad: Adam Smith y su visión del capitalismo; Darwin y el evolucionismo social; Keynes y las finanzas del Estado, y Friedrich Von Hayek en contra del intervencionismo del Estado son las fuentes principales del pensamiento político de la británica que se pueden identificar plausiblemente en su manera de entender el sueño europeo.
La investigación se ha conducido a partir de dos vertientes principales: un análisis de los principales acontecimientos políticos relacionados con Thatcher y las Comunidades Europeas, y un examen de las ideas de Thatcher y su influencia innegable en Europa y el Reino Unido.
Los hechos son irrefutables y la visión europea de Thatcher es claramente representada e, incluso en ocasiones, implementada. Por tanto, posteriores manipulaciones de los más euroescépticos británicos quedan al descubierto tras este análisis. En cuanto al debate ideológico, nada mejor que dar voz a la propia Thatcher quien en un conocido discurso en el Colegio de Europa dejó clara sus posiciones ideológicas respecto a la integración europea.
Margaret Thatcher nació en octubre de 1925 en Grantham, una pequeña población del
este de Inglaterra. Pasó su infancia en una comunidad pequeña y religiosa, lo que
podría explicar parcialmente su enfoque conservador hacia la sociedad. Durante estos
años el Reino Unido todavía era una de las principales potencias mundiales, con colonias
repartidas por todo el planeta. En 1922 la población del Imperio británico ascendía
a 458 millones de habitantes aproximadamente, representaba un cuarto de la población
mundial e incluía a 38 países bajo su control. Thatcher creció con el pensamiento
de que el suyo era el país más grande y poderoso del mundo, idea que facilita la asimilación
de su enfoque nacionalista Thatcher. Interview. Woman’s Own, 31, 8-10-1987.
Durante la Segunda Guerra Mundial, conflicto que le impactó enormemente, Thatcher estudió Química en la Universidad de Oxford, donde se convirtió en presidente de la Organización Estudiantil Conservadora, lo cual unió su vida a este partido político definitivamente. En los años cincuenta presentó su candidatura al Parlamento en dos ocasiones, aunque infructuosamente. Finalmente fue elegida a su tercer intento, en 1959. Se le asignó un cargo menor en la Administración de Harold Macmillan entre 1961 y 1964. El siguiente mandato conservador, liderado por Edward Heath en 1970, concedió a Thatcher una posición con más relevancia, ya que obtuvo un cargo como secretaria de Estado de Educación.
Edward Heath y los conservadores fueron derrotados en las elecciones de 1974 y Thatcher se convirtió un año después en líder del partido. Fue la primera mujer que lideró un partido político europeo occidental en un Estado de relevancia internacional. Algunos pensaron que era simplemente una sustituta temporal, un puente hasta conseguir un nuevo líder, pero ella consolidó su posición durante los años posteriores y ganó las siguientes elecciones parlamentarias en el Reino Unido, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar el puesto de primera ministro en este país.
Su primer mandato, de 1979 a 1983, estuvo muy influido por la crisis económica y las políticas correctoras implementadas por el Gobierno en el Reino Unido. Otro punto importante fue la guerra de las Malvinas, en la que Thatcher, con su enérgica posición, se ganó el respeto de la mayoría de los británicos. Su segundo mandato, de 1983 hasta 1987, estuvo marcado por una gran huelga organizada por los sindicatos británicos que no tuvo éxito, lo que fortaleció la determinación y las reformas económicas de Thatcher. Muchas de las transformaciones de esta época tenían como propósito conseguir una economía más privatizada y reducir el papel del Estado en la misma. Thatcher buscaba un sistema económico liberal y sembrar un precedente al que se uniesen muchos otros países en el mundo. La cuestión irlandesa y el IRA fueron otros asuntos importantes durante este período; de hecho, Thatcher fue víctima de un ataque terrorista en octubre de 1984.
Durante su tercer mandato (1987-1990) hubo más reformas, especialmente en educación, impuestos y el sistema sanitario. Por último, el fin de la llamada Guerra Fría supuso también un hito en el ocaso de su carrera.
Pese a sus éxitos y popularidad, su fuerte carácter, su particular estilo de liderazgo
y sus ideas sobre Europa llevaron al partido conservador a una revuelta interna que
terminó con la sustitución de Thatcher por John Major en noviembre de 1990. Thatcher
continuó como miembro del Parlamento y contribuyó con importantes intervenciones en
los debates parlamentarios relacionados con Bosnia y Maastricht, hasta 2002, cuando
se retiró de la vida pública de forma definitiva
En el período que siguió al fin de la Segunda Guerra Mundial, las relaciones entre el Reino Unido y el proceso de construcción europeo fueron problemáticas. En el aclamado discurso de Winston Churchill en 1946 en Zúrich, la posición del Reino Unido se enmarcaba dentro de un apoyo a la integración europea, que específicamente incluía a Alemania y Francia, ya que era un justo proceder para evitar futuros conflictos armados en el continente. De acuerdo con esta idea, el Reino Unido debería haber sido un aliado de la integración europea, un promotor, pero nunca una parte activa de la misma. El país tenía su propio lugar en el plano internacional al lado de potencias mundiales como los Estados Unidos o la URSS.
Durante las negociaciones para la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del
Acero, el Reino Unido, como uno de los principales productores mundiales de ambas
materias, participó en el proceso de negociación, pero se retiró cuando la esencia
supranacional de la Comunidad fue definida e incluida en el proceso. Esta situación
se repitió con las negociaciones del Tratado de Roma y la consecuente creación del
Mercado Común, en las que, de manera reiterativa, el carácter supranacional de la
nueva comunidad hizo que el Reino Unido abandonase el proyecto Kerikmäe y Gräzin ( Kerikmäe, T. y Gräzin, I. (2000). Euroopa Liit ja õigus. Tallinn: Õiguskirjastus.
El Gobierno británico trató de impulsar ideas alternativas basadas en el libre comercio
con acuerdos gubernamentales en Europa. En 1959 se firmó el Tratado de Estocolmo,
fundando la Asociación Europea de Libre Comercio, que fundó un área de libre comercio
de mercancías industriales, que excluía la producción agrícola, entre el Reino Unido,
Dinamarca, Suecia, Noruega, Portugal, Austria, Irlanda y Suiza. Sin embargo, la AELC
no resolvió los persistentes problemas económicos del Reino Unido Thatcher, M. y Butt, R. (1981). Interview for Sunday Times. Sunday Times, 3.
Finalmente, en 1973 el Reino Unido, junto con Dinamarca e Irlanda, se convirtieron en miembros de pleno derecho de las Comunidades Europeas. A las negociaciones le siguieron los procedimientos ordinarios, como aceptar la Comunidad en toda su extensión, con sus políticas, instituciones y tratados.
Durante de la Segunda Guerra Mundial Europa sufrió una destrucción considerable, por lo que numerosos países decidieron subvencionar su sector agrícola durante la posguerra para evitar hambrunas y mantener la paz social en una Europa delicada y en pleno proceso de reconstrucción. Las ciudades no eran capaces de proporcionar soluciones habitacionales ni puestos de trabajo a una potencial inmigración masiva proveniente del medio rural. Los efectos de dicha intervención estatal fueron inmediatos, ya que la producción agrícola se incrementó y estos países europeos sortearon la dependencia del mercado internacional para alimentar a su población.
Sin embargo, esta medida también tuvo efectos negativos colaterales, concretamente
la sobreproducción y los problemas financieros derivados del crecimiento incontrolado
de los subsidios, que se incrementaban a la par que la producción, además de precios
artificialmente altos para los consumidores finales y daños al medio ambiente. La
situación estaba fuera de control, especialmente en Francia, donde el 25 % de la fuerza
laboral se concentraba en el sector agrícola y el Estado se encontraba al borde de
la bancarrota financiera. Una vez finalizado el conflicto en Argelia, de Gaulle expresó
públicamente en diversas ocasiones que el principal problema de Francia era la situación
de crisis generada por la protección del medio rural nacional y el potencial desplome
del sector agrario. Su plan para resolver esta amenaza para Francia pasaba por las
Comunidades Europeas: usar los fondos comunitarios para pagar los subsidios de los
agricultores franceses y aprovechar el mercado europeo para absorber el excedente
de sobreproducción
La Política Agraria Común se aprobó con el Tratado de Roma, pero solamente sus principios generales; el desarrollo e implementación de un sistema de trabajo efectivo se retrasó durante años hasta que la presión del general de Gaulle forzó a los otros miembros de las Comunidades a aceptar la implementación efectiva de la PAC.
Como se ha mencionado anteriormente, de Gaulle no quería que el Reino Unido se uniera
a la Comunidad Europea hasta que la PAC estuviera aprobada completamente porque durante
las negociaciones los británicos podrían haber cercenado la amplitud de esta política,
protegiendo así los intereses británicos
La PAC se basó en aranceles comunes con impuestos elevados para la producción externa, reglas de mercado común, organizaciones de mercado para diferentes productos, que reportaban más beneficios a la producción continental (agricultura francesa), pagos monetarios a los agricultores relacionados con la producción y otras normas proteccionistas a nivel europeo.
Los británicos habían optado por un modelo diferente en lo referente a la producción
agraria: importaciones baratas desde los dominios imperiales como Australia, Canadá
o Sudáfrica, que liberaron fuerza laboral rural para redistribuirla en las industrias
británicas. Las consecuencias fueron importaciones baratas, ningún coste económico
para el Estado en subsidios y precios relativamente bajos para los consumidores. El
principal efecto secundario fue la reducción del sector agrícola de las islas a una
mínima expresión al ser incapaz de competir con la alta productividad de los productos
agrícolas importados No hay que olvidar que países como Canadá, Australia o Sudáfrica eran considerados
tan británicos como Inglaterra, Escocia o Gales.
En el momento en que el Reino Unido se adhirió a las Comunidades Europeas, el Gobierno
británico sopesó que los beneficios iban a ser superiores a los efectos negativos,
pero infravaloró el peso de la PAC en el presupuesto comunitario
El problema del Reino Unido era que la PAC representaba más del 80 % del presupuesto europeo. Consecuentemente, la mayor parte de los recursos financieros europeos eran transferidos a los Estados a través de esta política agraria. El Reino Unido en el momento de su adhesión tenía un sector agrícola muy reducido, por lo que no recibía muchos beneficios de Bruselas por esta vía. Por otro lado, los británicos importaban la mayor parte de los productos agrícolas y esas transacciones tenían impuestos relacionados con el IVA, lo que hizo que, en proporción, que su monto total en el Reino Unido fuera más alto que en cualquier otro país europeo. Así se incrementó la diferencia entre la contribución monetaria del Reino Unido al presupuesto comunitario y lo que Bruselas reenviaba al Reino Unido a través de las políticas europeas.
Como la economía británica tampoco se encontraba en su mejor momento, el Reino Unido
no consiguió reducir esta diferencia a través de los beneficios de las empresas privadas
en el mercado único, tal y como el Gobierno británico había previsto durante las negociaciones
de adhesión. Según Thatcher, simplemente «no estamos pidiendo un centavo de dinero
de la comunidad para Gran Bretaña. Lo que estamos pidiendo es una gran cantidad de
nuestro propio dinero, más allá de lo que contribuimos a la comunidad, que está cubierto
por nuestros recibos de la comunidad»
El problema alcanzó tal magnitud que el manifiesto laborista para las elecciones de
octubre de 1974 incluía una renegociación de las condiciones de la membresía británica
o, incluso, la posibilidad de que el país abandonara las Comunidades por completo.
Esta disyuntiva hizo que el Gobierno británico convocara un referéndum en 1975 con
el objetivo de preguntar a la población sobre la pertenencia o no a las Comunidades
Europeas. En este momento el Gobierno estaba liderado por el Partido Laborista, y
Margaret Thatcher, como nueva líder del Partido Conservador, apoyó inequívocamente
la opción de la membresía comunitaria, pero bajo una revisión de las condiciones Thatcher. «Speech to Conservative Party Conference». October, reported in the Times Educational Supplement, 1987, p. 12.
Al convertirse en primera ministra, Margaret Thatcher quiso cambiar esta situación argumentando que el Reino Unido estaba contribuyendo desproporcionadamente al presupuesto comunitario y recibiendo muy poco en retorno. La primera ministra convirtió este tema en uno de los principales de la agenda del Consejo Europeo. Así, en muchas de esas reuniones a las que asistían los miembros más importantes de los Gobiernos de los Estados miembros hubo dificultades diplomáticas debido al terco comportamiento de Thatcher y a su enfrentamiento personal con el líder alemán Helmut Kohl y con el francés Françoise Mitterrand.
El presidente del Consejo Europeo, que entonces era el presidente o el primer ministro del Estado que poseía la presidencia de las Comunidades Europeas, decidía el orden del día de las reuniones. El problema británico no era incluido en la agenda comunitaria, pero Thatcher insistía en discutirlo e incluso amenazó con la salida del país de las Comunidades Europeas si la situación no se resolvía. Las palabras de Helmut Kohl son un buen ejemplo de esas dificultades: «La primer ministra británica, que se había aislado por completo al defender su postura, perdió los nervios por completo conmigo. Argumentó que Alemania tenía que apoyar a Gran Bretaña porque las tropas británicas estaban posicionadas aquí».
Finalmente, Thatcher consiguió una reforma muy beneficiosa gracias a su determinación:
dos tercios de la contribución neta de Reino Unido al presupuesto de las Comunidades
debían reembolsarse al Gobierno británico. El desde entonces denominado cheque británico fue una gran victoria de Thatcher al apostar por la singularidad británica dentro
de las Comunidades, lo que abrió el camino a una Europa de distintas velocidades donde
el Reino Unido gozaría de excepciones de acuerdo con sus intereses
El Tratado del Acta Única Europea (AUE) se firmó en 1986 y fue la primera reforma profunda y de amplio espectro de las Comunidades Europeas desde 1957. El AUE introdujo medidas para conseguir un comercio intracomunitario de mayor envergadura, además de cambios institucionales como la generalización del voto por mayoría cualificada en el Consejo y un procedimiento de cooperación que incluyese al Parlamento Europeo en la toma de decisiones. Este tratado también proporcionó cobertura legal para la Cooperación Política Europea.
La idea de Margaret Thatcher, participe activa y fundamental en el desarrollo de este
importante tratado, era implantar un mercado único a nivel europeo, eliminando las
numerosas barreras nacionales existentes para el libre comercio entre los diferentes
Estados de las Comunidades. El liberalismo y la creación de economías de escala dirigían
la política europea de Thatcher que coincidía y superaba la tradicional apuesta británica
por el libre comercio Thatcher. Speech at the College of Europe. Bruges, 20-9-1988, 48-53.
Pero Thatcher no prestó la relevancia adecuada a las consecuencias de sus acciones
en términos de integración, ya que el aumento del comercio europeo abrió la puerta
a una mayor integración a nivel político, económico y social en Europa Por ejemplo, la moneda común, el euro, es consecuencia directa de la implementación
de un mercado europeo, y probablemente inducirá la creación de un Ministerio de Economía
europeo para gestionar el área monetaria común, un paso político muy importante en
términos de integración.
La subestimación del potencial efecto integrador que emanaba de este tratado, o la
sobreestimación de su propio poder e ideas para frenar dicho proceso, pueden explicar
el gran error de Thatcher al traicionar sus propias convicciones políticas
El final de la Guerra Fría significó que la posibilidad de reunificar Alemania se convirtiera en una realidad, pese a la generación de tensiones internas en la Unión Europea, ya que el país se convertiría en el más grande y poderoso de sus miembros, rompiendo así el equilibrio de poder entre los principales socios de la organización, Francia y la República Federal de Alemania.
Margaret Thatcher temía un resurgimiento del poder alemán y su dominio sobre Europa,
así que se opuso firmemente a la reunificación. Françoise Mitterrand en un principio
se alió con ella, pese a los numerosos encontronazos previos en su relación, debido
al temor que aun generaba en Europa una Alemania unida. La posición de la británica
es claramente visible en una conversación entre Thatcher y Charles Powell, secretario
privado para Asuntos Exteriores de la primera ministra: «La primera ministra dice
que el canciller Kohl no tiene sensibilidad hacia los otros países y parece haber
olvidado que la división de Alemania fue el resultado de una guerra que empezó Alemania»
Helmut Kohl convenció a su homólogo francés sobre los beneficios de integrar a una Alemania unida dentro de las Comunidades Europeas, lo que evitaría que el país se convirtiera en un miembro dominante. La nueva Alemania estaría unida a Europa, por lo que sería controlada por las instituciones europeas y su sistema de voto por mayoría cualificada. De acuerdo con este sistema, Francia y Alemania tendrían el mismo número de votos en el Consejo, sin importar que Alemania fuera más poderosa financieramente o tuviera más población. Esta estrategia obtuvo el apoyo francés y supuso un paso fundamental en la creación de la Unión Europea. Thatcher se quedó sola cuando Estados Unidos dio el visto bueno a la reunificación alemana, por lo que sus objeciones fueron obviadas por el resto de los actores implicados.
Dudar en la actualidad del papel preponderante de Alemania dentro de la Unión Europea
sería una quimera, aunque no se ha llegado al nivel de dominación germana previsto
y defendido vehementemente por Thatcher. Pese a la colaboración activa del Reino Unido
con Alemania, los exabruptos de la premier británica referentes al papel alemán en la Segunda Guerra Mundial fueron numerosos
y constantes. La premier británica incluso dudaba de la capacidad germana de actuar
como un socio respetable y respetado en las Comunidades Europeas, ya que «por su propia
naturaleza, Alemania es una fuerza desestabilizadora en lugar de estabilizadora en
Europa»
La idea de Margaret Thatcher sobre Europa era más amplia que la propia Unión Europea, por lo que se quejaba de la identificación entre ambos conceptos. Su descontento iba dirigido a la denominación de antieuropeas de las personas que no apoyaban la integración política europea. Principalmente, Thatcher sostenía que Europa era un concepto mucho más amplio y por tanto también era posible otro tipo de Europa. De acuerdo con Thatcher, Europa es historia, religión, cultura, idiomas y política.
Es historia porque los europeos han tenido un desarrollo histórico similar, ya que se han influido los unos a los otros, han tenido objetivos y amenazas similares, han crecido juntos y han extendido por el mundo las ideas europeas.
Europa es religión debido a las raíces cristianas de la sociedad europea, porque cuando Europa se unió por un vínculo religioso la religión también transfirió de vuelta la antigua sabiduría de griegos y romanos, y especialmente por la aceptación cristiana de la naturaleza única y espiritual del individuo.
También es cultura porque Thatcher habló sobre los movimientos culturales europeos
que extendieron ideas y gustos similares por todo el continente. Es obvio que la idea
de una cultura europea no es homogénea, pero es real
Europa es a su vez idiomas porque, aunque se hablan muchas lenguas diferentes, la mayoría de ellas provienen de la misma familia, el indoeuropeo. Entre la diversidad lingüística del continente, encontramos influencias comunes que revelan raíces europeas, como el latín, que en su tiempo fue la lengua común para los millones de personas que vivían en el Imperio romano.
Europa, de acuerdo con Thatcher, también es política porque la Revolución francesa,
el desarrollo de las naciones Estado y el concepto de democracia son ideas principalmente
europeas que se desarrollaron no solo en un país, sino por todo el continente. Napoleón
extendió las ideas de la Revolución francesa por toda Europa con sus guerras, e incluso,
aunque perdió contra la alianza de potencias europeas, ganó la guerra de las ideas,
ya que cambió Europa para siempre. El surgimiento del Estado nación es una creación
europea, y con la expansión de Europa por todo el planeta otros Estados adoptaron
también esta idea; incluso el concepto de Estado es europeo. Muchos países en Europa
contribuyeron a la creación de estos conceptos y estructuras políticas que hoy en
día parecen universales
Thatcher afirmó en su famoso discurso en el Colegio de Europa en Brujas el 20 de septiembre
de 1988: «Europa no es una creación del Tratado de Roma. La idea de Europa no es de
la propiedad de ningún grupo o institución. Los británicos somos herederos del legado
de la cultura europea como cualquier otra nación. Nuestros lazos con el resto de Europa,
el continente europeo, han sido un factor dominante en nuestra historia»
Según Thatcher, la idea de Europa se sustentaba en pilares mucho más amplios que el concepto de integración europea. Formar parte de esos pilares significaba ser parte de Europa, sin importar si se estuviera a favor o en contra de las Comunidades. Esta idea de Thatcher sobre la usurpación del concepto de Europa por parte de las Comunidades Europeas la usó para defenderse de los ataques en contra de sus políticas relacionadas con el proceso europeo.
Margaret Thatcher estaba en contra del dominio de cualquier Estado por encima de las Comunidades, o de que cualquier país que perteneciera a la organización gozara de una posición privilegiada. La influencia de Francia en las Comunidades Europeas desde su fundación era evidente debido a políticas como la PAC o la Convención de Lomé. De acuerdo con Thatcher, esto era inadmisible porque todos los miembros de la organización deberían tener los mismos deberes y derechos: todos ellos deberían beneficiarse de la organización europea y todos tendrían que tener las mismas obligaciones.
Este pensamiento se puede asociar con las discusiones que Thatcher mantuvo en las reuniones del Consejo Europeo, especialmente con los representantes franceses, sobre la intención de incrementar los beneficios del Reino Unido a través de las Comunidades Europeas, en un intento por igualarlos con los beneficios que Francia estaba recibiendo. Debemos tener en cuenta que desde la creación de las Comunidades Europeas hasta hoy día la influencia de Francia ha ido decreciendo con cada ampliación, hasta el punto de que hoy en día depende por completo de su cooperación bilateral con Alemania. Cuantos más países haya en la Unión y más integrados estén, menos importantes son las posiciones individuales de sus miembros.
La idea básica de Thatcher sobre la esencia de las Comunidades Europeas es bastante
clara: la organización no podía convertirse en un concepto político, una herramienta
para la creación de un Estado europeo. De acuerdo con su visión, las Comunidades Europeas
deberían ser exclusivamente un medio práctico para que los europeos disfrutaran de
la prosperidad y la seguridad en un mundo lleno de naciones y grupos de naciones afines.
Tal como expresó ella misma, «la Comunidad no es un fin en sí mismo. No es un mecanismo
institucional que debe ser constantemente modificado de acuerdo a los dictados de
algún abstracto concepto. No debe ser dosificado por regulaciones interminables. La
Comunidad Europea es la forma práctica por la cual Europa puede asegurar un futuro
próspero y con seguridad de sus pueblos» Thatcher ( Thatcher, M. (1995). The path to power. New York: Harper Collins Publishers.
En relación con esta idea, el enfoque de Thatcher es claro: mejorando la calidad de
vida de los ciudadanos europeos las Comunidades ganan su sentido de ser. La manera
de implementarlo es favoreciendo la iniciativa personal y empresarial, fomentando
las acciones privadas y reduciendo el rol del Estado a un mero supervisor necesario
del sistema. Los otros dos pilares que sustentaban la concepción de la primera ministra
británica sobre el desarrollo eran el comercio y la industria Thatcher. Speech to the Royal Society (1988): 21. Disponible en:
Margaret Thatcher estaba segura de que no había alternativas posibles a los Estados nación, y por tanto Europa debería construirse sobre la unión de Estados y no sobre la concentración de poder de las instituciones europeas. Este es un ataque claro a otras teorías de integración, principalmente al federalismo y neofuncionalismo, y a la vez es un apoyo a la cooperación intergubernamental. Los tres modelos de integración tienen los mismos objetivos: evitar las guerras y crear un sistema social pacífico y harmónico, pero difieren en la manera de conseguirlo. El federalismo y el neofuncionalismo están basados en la creación de instituciones comunes que prevalecen sobre las naciones Estado porque dentro de sus dogmas se destaca que las naciones políticas no son efectivas cuando se trata de mantener la paz y no son capaces de crear una estructura internacional que mantenga alejadas guerras y miseria. Por tanto, buscan lograr una sociedad en la que se pueda vivir pacíficamente en unidad transfiriendo la lealtad de la población desde el plano nacional al supranacional.
Llegados a este punto, el federalismo y el neofuncionalismo se separan al proponer una integración más política frente a un acercamiento más pragmático basado en la integración parcial de aspectos económicos y sociales con una alta capacidad de generar más integración.
Thatcher, como hizo anteriormente de Gaulle, desestimaba ambas propuestas de integración, apoyando activamente una tercera vía, el intergubernamentalismo, basada en acuerdos entre Estados respetando su singularidad y necesidades.
Una de las objeciones principales de Thatcher sobre el federalismo y del neofuncionalismo
estaba vinculada con el Estado nación, la única institución, según la premier británica, que realmente alcanza de manera efectiva la lealtad de la población y por
tanto la única que puede mantener valores tan importantes como la libertad o la seguridad.
Thatcher pensaba que la concentración de poder en alguna clase de institución supranacional
sería muy dañina y pondría en peligro los objetivos de la integración europea porque
el poder real del proceso era la suma de los puntos fuertes de todas las nacionalidades
que tomaban parte en el mismo. Dado que cada nación en Europa tiene sus propias tradiciones,
costumbres e identidad, sería un error construir Europa sobre una identidad europea
que en realidad no existe. Debería construirse sobre algo que fuera real, como son
las naciones
De todas formas, no deja de sorprender esta posición de Thatcher, ya que ella defendía la idea de la nación británica, una amalgama de diferentes naciones, la inglesa, la escocesa, la galesa y la norirlandesa, incluso algunas de ellas divididas en subnaciones con diferentes idiomas, costumbres y prioridades. El éxito del concepto del Reino Unido como espacio de libertad, democracia y progreso bien podría ser más un ejemplo para una Europa unida a través de la unión de diferentes naciones que un impedimento, como la propia Thatcher defendía.
Además, como complicación añadida, el gobierno de Thatcher fue un hito en el crecimiento
del nacionalismo escocés, contrario a la idea de una nación británica dominada por
la nación inglesa. Otra contradicción en la vida política de Thatcher
La primera ministra británica también estaba en contra de las ideas de los padres
de Europa y de la idea de los Estados Unidos como un modelo de integración, ya que,
para ella, la historia de Estados Unidos era diferente a la de Europa. Así, Estados
unidos se había construido a partir de emigrantes venidos de Europa que escapaban
de la intolerancia y que querían crear una sociedad nueva
La primera ministra británica tenía claro que a su país le convenía estar en Europa,
tanto por motivos económicos (acceso al mercado europeo) como por motivos geoestratégicos
(por la dimensión internacional del concepto de Europa)
El desarrollo de las Comunidades Europeas, finalmente transformadas en Unión Europea pese a las reticencias de Thatcher, no fue de su agrado. El pragmatismo que le caracterizó en numerosas ocasiones hizo que propusiera una nueva manera de integrar Europa, una visión diferente basada en los Estados como centro del proceso. La idea, en general, no era nueva, ya que Charles de Gaulle había intentado una reforma similar del proceso de integración a través del plan Fouchet, pero, de igual manera que Thatcher, su intento fue un fracaso. La inglesa, de todas formas, si esbozó con más detalle su visión de Europa, aportando elementos interesantes al debate sobre la integración en Europa.
En lo referente a la burocracia, Margaret Thatcher era contraria al intervencionismo
excesivo del Estado y del papel de los empleados públicos en general, y en el caso
de los funcionarios europeos de manera especial. Su idea de gobierno, nacional o internacional,
estaba basado en la supervisión: el Estado es solamente un supervisor del sistema
social y económico, establece las normas básicas de convivencia y controla que se
respeten. Por tanto, el Estado proporciona el marco legal y social fuerte para que
la población pueda crecer y desarrollarse. En otras palabras, el Estado da a los ciudadanos
las mismas oportunidades para tener éxito, y después entra en juego la capacidad de
cada individuo para aprovechar dichas oportunidades. Esta visión estaba muy lejos
del modelo de los Estados miembros de las Comunidades Europeas en los años ochenta,
especialmente con Francia y Alemania, donde el concepto de Estado era muy diferente.
En estos países el Estado es un propio agente del sistema al intentar proporcionar
igualdad al reducir las desigualdades sociales, lo que significa un Estado dimensionado,
más tecnócrata y burócrata, mayor nivel de involucración en el sistema e incremento
del papel del Estado para paliar los desequilibrios Las instituciones de las Comunidades Europeas eran de tamaño reducido en la primera
comunidad, la CECA, pero después con la implementación de nuevos tratados y la inclusión
de cada vez más políticas a nivel europeo, las instituciones europeas crecieron. En
la actualidad, la cantidad de burócratas trabajando para la UE podría ser, aproximadamente,
de unas 150 000 personas si contamos también las instituciones auxiliares y las empresas
que proporcionan servicios a la UE. En realidad, no es un número excesivo si lo comparamos
con el número de funcionarios que hay en los Estados miembros. Por ejemplo, en Francia
o en Alemania hay millones de trabajadores públicos. En el Reino Unido hay un número
más reducido, que incluye a más de medio millón, pero aun así supera a los existentes
trabajando para la UE. Si consideramos que la UE se desarrolla a nivel europeo, lo
que significa un radio de acción mucho más amplio que los niveles nacionales pese
a que estos cubren más políticas, el número de funcionarios que trabajan en las instituciones
europeas no parece excesivo.
En el plano doméstico, Margaret Thatcher estaba reduciendo el papel de las instituciones
regionales en el Reino Unido y, a su vez, incrementando el poder del Estado central
británico. Así, un incremento de los funcionarios trabajando en las instituciones
europeas no era de su agrado; sus políticas domésticas se contradecían con las tendencias
europeas pese a que ella misma expresase sus quejas de manera vehemente: «No hemos
revertido con éxito las fronteras del Estado en Gran Bretaña solo para verlas reimpuestas
a nivel europeo, con un súper Estado europeo ejerciendo un nuevo dominio desde Bruselas»
La antipatía por las instituciones europeas estaba relacionada con su concepción del
rol de los Estados nacionales en el proceso de construcción europeo. No tenía sentido
conceder poder a una tecnocracia europea que no se elegía con los votos de la población,
que no respetaba las prioridades y necesidades nacionales y que podía convertirse
en una fuente de poder totalmente ajena a los ciudadanos, forzándolos y guiándolos
hacia la creación de una estructura política artificial. Así que, de acuerdo con Thatcher,
las instituciones de la Unión Europea deberían ser las mínimas necesarias para asegurar
el funcionamiento del sistema, pero que nunca sustituir a las instituciones nacionales
Margaret Thatcher tenía una idea clara sobre las políticas comunitarias, cuáles deberían
ser europeas y cuáles nacionales. La razón principal para adoptar una política europea
debería ser el beneficio potencial para los Estados y, por lo tanto, el beneficio
para la población europea representada por los mismos. Thatcher pensaba que cualquier
política que no fuera efectiva o cualquier política que beneficiara a una parte no
representativa de los Estados europeos debería ser gestionada desde el plano nacional.
Habiendo dicho esto, está claro que lo que quería era una reforma de las políticas
existentes de las Comunidades Europeas, principalmente de la Política Agrícola Común,
en la que se estaba invirtiendo la mayoría de los recursos financieros del presupuesto
de Europa y desde la que se transfería fondos a algunos países comunitarios, sobre
todo Francia y Alemania. Para ella la situación era indiscutible: si una política
costaba mucho dinero a la CEE, y el Reino Unido, que era uno de los principales contribuidores
económicos de la organización europea, no recibía beneficios por ello, dicha política
estaba mal planteada y debía renacionalizarse. De acuerdo con esta idea, se necesitaba
una reforma dentro de las Comunidades Europeas y sus políticas, reduciendo el ámbito
comunitario y devolviendo la soberanía de estas políticas a los Estados miembros
Las intenciones de Thatcher eran obvias y simples: Europa no debería ir hacia la creación de un Estado supranacional que absorbiera cada vez más políticas de los Estados miembros. La CEE debería ser simplemente una estructura para gestionar la riqueza común generada por algunas políticas en las que un acuerdo entre Gobiernos pudiera proporcionar un beneficio para todos ellos. En otras palabras, una unión pragmática y no política.
El mercado europeo era el principal baluarte comunitario defendido por la británica, que quería que las Comunidades Europeas promovieran la iniciativa privada y la capacidad emprendedora, mejorando así la situación económica de sus Estados miembros. Para hacerlo, su mejor opción era empoderar al comercio: este se desarrollaría de forma más eficiente por sí mismo que si fuera regulado por las instituciones políticas. Su propuesta para Europa era la creación de un mercado interior real para mejorar la efectividad del mercado común aprobado por el Tratado de Roma, que aun adolecía de numerosas trabas al comercio intracomunitario. Lo que quería conseguir Thatcher era que la iniciativa privada estuviera protegida en el marco del derecho europeo para, según ella, acelerar el crecimiento de la economía europea.
Durante la campaña de apoyo a la implementación del mercado único europeo, Thatcher presentó sus ideas al respecto en un discurso en Londres en la jornada de apertura:
Hasta ahora, Gran Bretaña no lo ha hecho lo suficientemente bien en el comercio con
Europa. Es cierto que la dirección de nuestro comercio se ha transformado. La mitad
es ahora con la Comunidad Europea. Pero el balance no es nada satisfactorio, especialmente
en productos manufacturados. El hecho es que, aunque no lo hemos hecho muy bien en
Europa, Europa lo ha hecho muy bien en Gran Bretaña. Nuestra falta nacional de aprovechar
las oportunidades cuando nos unimos a la Comunidad fue parte de un fracaso mucho más
general. En aquellos días, Gran Bretaña estaba a la vanguardia de quienes se resistían
al cambio, luchando para preservar las barreras. Algunos en Gran Bretaña todavía lo
ven de esa manera, pero cada vez son menos. La diferencia es que ahora podemos mirar
hacia adelante con confianza para eliminar las barreras. Tenemos una economía altamente
exitosa. Hemos tenido siete años de crecimiento. La creación de empleo en este país
no tiene parangón en ningún otro lugar de Europa. Tenemos un clima en Gran Bretaña
en el que los negocios quieren tener éxito y pueden tener éxito. Tenemos la oportunidad
de ser líderes mundiales otra vez. La tarea ahora es aprovechar ese espíritu de empresa
para enfrentar el desafío del mercado único
Su objetivo estaba claro, eliminar las limitaciones al comercio, que eran en su mayoría
obstáculos nacionales. Existían numerosas barreras construidas por los Estados miembros
de las Comunidades Europeas para proteger sus agentes económicos nacionales de la
competencia exterior, y que suponían un freno para el desarrollo económico de Europa
y de sus miembros. Por tanto, Thatcher promovía el desarrollo de un nuevo tratado,
el Acta Única Europea, pensando que podría guiar el proceso de construcción europea
a una agenda legal mínima que mejorase la integración disminuyendo la influencia política
de las instituciones europeas. Fue un sorprendente error de juicio por parte de Thatcher
porque lo que ella pensó que sería meramente económico se convirtió en político. El
mercado común aprobado en el Acta Única Europea en 1986 significó la concesión de
grandes poderes a las instituciones europeas porque casi todos los campos económicos
estaban bajo la supervisión de las Comunidades que, en vez de liberalizar y eliminar
las barreras del comercio, tal y como pensaba Thatcher, regularon profundamente el
comercio para eliminar las distorsiones nacionales del mismo. El proceso es simple,
no hay mayor armonización que el desarrollo de leyes comunes ya que no dan lugar a
interpretaciones diferenciadas. Además, el Acta Única Europea significó mayores responsabilidades
para la Comisión Europea; algo que se tradujo en un incremento de los funcionarios
que trabajaban para la organización, lo cual que estaba en contra de los deseos y
las convicciones de Thatcher
Otra consecuencia del Acta Única Europea y de la creación del mercado único apoyado por Margaret Thatcher ha sido la adopción de la moneda común. Debido a un error de juicio, Thatcher no prestó atención a las consecuencias de sus acciones y al poder de la integración europea. El mercado único se creó para eliminar las barreras de mercado entre los Estados miembros de las Comunidades Europeas; esta misma razón se puede aplicar a la creación de la moneda común —para eliminar cualquier distorsión en el comercio que se pudiera producir por el cambio de moneda dentro de Europa, o la incertidumbre de las futuras tasas de cambio, amén de otras exclusivamente de índole política como la reunificación alemana—. Así que la adopción de esta divisa común es una consecuencia del Acta Única Europea, de las acciones de Margaret Thatcher y de la nueva escena internacional consecuencia de la caída de la Unión Soviética y sus Estados satélites en Europa. La primera ministra británica después de ser cesada se convirtió en una ferviente opositora del euro y contraria a la desaparición de la libra esterlina.
La moneda común, que Thatcher rechazaba, es consecuencia de sus propias políticas;
es el avance y desarrollo de la integración económica en Europa y el principio de
la integración política al más alto nivel. La creación del euro significó la creación
de una divisa común para la mayoría de los miembros de la Unión Europea, pero el mercado
europeo no está incluso hoy en día completamente integrado; en cierto modo, el mercado
todavía está dividido en circunscripciones nacionales con algunas economías más integradas
que otras. Esto representa un gran peligro de una crisis asimétrica Si hubiera una crisis en Alemania, se extendería rápidamente al resto del mercado
europeo porque la economía alemana se basa en las exportaciones y está muy conectada
con el mercado de las principales economías dentro de la Unión Europea. Eso acabaría
en el Banco Central Europeo, que desarrollaría políticas para frenar esa crisis. Otros
países con economías que no están tan ligadas al resto de Europa tendrían crisis que
no se extenderían a toda Europa. En este caso, el Banco Central Europeo implementaría
una política monetaria para la mayoría del sistema y no ayudaría a la economía en
problemas porque si lo hiciera, podría perjudicar al resto de las economías europeas.
El problema es la pérdida de soberanía en el ámbito monetario de los Estados miembro
de la eurozona, ya que se reducen las herramientas que pueden utilizar en caso de
una crisis nacional.
Siguiendo esta idea, el siguiente paso lógico en el proceso de construcción europeo sería crear algún tipo de estructura política que se llamara Gobierno federal o cualquier otra denominación y que evitara los riesgos de tener una crisis asimétrica en la eurozona. Es evidente que Thatcher no quería una solución así cuando apoyó el mercado único. Las consecuencias de sus políticas de integración económica han sido mucho más efectivas a nivel europeo de lo que ella misma deseaba.
En lo referente a una visión europeísta sobre una defensa común, Margaret Thatcher
pensaba que las Comunidades Europeas deberían centrarse en dos puntos principales:
la economía y la seguridad. Esta línea de pensamiento estaba ligada al hecho de que
el Reino Unido tuviera uno de los ejércitos más poderosos de Europa, por lo que su
papel en un futuro ejército común sería predominante. Por supuesto, de acuerdo con
las ideas de la primera ministra, una comunidad de defensa en los términos que proponían
los franceses en los años cincuenta no era lo más conveniente Esta proposición era una consecuencia de la Guerra Fría, especialmente de la guerra
de Corea y el esfuerzo militar de Estados Unidos. Los estadounidenses querían rearmar
la Alemania Occidental para hacer frente a un posible ataque por parte de la Unión
Soviética, pero el resto de las potencias europeas todavía temían que un nuevo ejército
alemán independiente pudiera llevarles a un nuevo conflicto en Europa. Así que Francia
pensó en una solución parecida a la CECA: la integración, un ejército común que no
pudiera usarse contra sus propios miembros. El problema de la Comunidad Europea de
Defensa era que el ejército es uno de los pilares principales de cualquier Estado,
y la cuestión de la soberanía salió a la luz de nuevo con la posibilidad de crear
un ejército común con los socios de la CECA. ¿Quién iba a controlar y decidir los
asuntos más delicados relacionados con el ejército europeo? Era demasiado peligroso
dejar ese tipo de decisiones en manos de una institución que era tan independiente
como la Alta Autoridad, que fue la predecesora de la actual Comisión Europea. Italia
propuso la formación de una nueva comunidad para resolver este problema, la Comunidad
Política Europea, con un programa federal detallado, instituciones comunes y una política
exterior coordinada. Cinco de los miembros de la ECSC aprobaron ambas comunidades,
pero Francia las rechazó en su Parlamento cuando los comunistas y los conservadores
votaron juntos en contra del germen de un Estado europeo. El problema del ejército
alemán se resolvió con la fundación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte,
pero la influencia de EE. UU. en esta organización era, y todavía es enorme. Europa
obtuvo numerosos beneficios mientras estaba bajo amenaza de la Unión Soviética, pero
después de la Guerra Fría volvieron a surgir voces que reclamaban la constitución
de un ejército europeo para no depender en tanta medida de los EE. UU.
Margaret Thatcher, que era una de las máximas defensoras de la alianza con Estados unidos, también consideró la idea de un ejército europeo, pero que estuviera controlado por los Estados nacionales. Para ella era impensable que alguien en Bruselas pudiera enviar soldados británicos a luchar y posiblemente morir en una guerra externa. Como alternativa, propuso crear un ejército a través del Tratado de Bruselas, firmado en 1948 entre Benelux, Francia y el Reino Unido como una extensión del Tratado de Dunkerque, que se había firmado el año anterior por Francia y el Reino Unido. En un principio, este último era un tratado contra un posible ataque de Alemania, pero con la Guerra Fría se convirtió en un instrumento en contra de la expansión del comunismo. Los partidos del tratado decidieron crear la Organización de Defensa de Europa Occidental, cuyas principales instituciones eran una comisión a cargo del primer ministro y grupos de trabajo que combinaban las capacidades de los ejércitos de los Estados miembros; por tanto, claramente una organización intergubernamental en la que la colaboración sustituía a la integración, tal y como Thatcher quería.
En 1954 otros países como Alemania Occidental e Italia se unieron a la organización que se rebautizó como Unión Europea Occidental. Las instituciones principales eran el Consejo y la Asamblea. La institución con más poder y que lideraba la organización era el Consejo de Ministros. De nuevo podemos observar que no se crearon instituciones supranacionales y que el papel principal estaba a cargo de los Estados. Los aspectos sociales y culturales del Tratado de Bruselas los llevaba el Consejo de Europa para evitar que se duplicaran las responsabilidades dentro de Europa. La Asamblea era un órgano asesor, pero que no tenía ningún poder real.
Esta organización era completamente aceptable para Margaret Thatcher y sus ideas, ya que crear un ejército europeo a través de la Unión Europea Occidental evitaba que cualquier cuerpo supranacional como la Comisión Europea lo controlara, y mantendría todo el proceso bajo la supervisión de los Estados nacionales. Además, salvaba el obstáculo creado por algunos miembros de la UE que son neutrales y no desean desarrollar ninguna política de defensa.
La diferencia entre Thatcher y otros defensores de un ejército europeo radica en la relación con la OTAN y los Estados Unidos. Thatcher imaginaba la Unión Europea Occidental como una colaboración con la OTAN, pero nunca como una herramienta en contra de la predominancia de Estados Unidos en los asuntos globales. De todos modos, la idea de Thatcher todavía pervive y la Unión Europea Occidental está captando más atención por parte de algunos Estados de Europa como la mejor manera de crear el ejército europeo y una defensa común, ya que el brexit ha eliminado el freno británico a la integración en este campo, que se espera sea desarrollado en los próximos años.
La relación entre las Comunidades Europeas y los Estados Unidos era un punto fundamental
para Thatcher, quien defendía una alianza estrecha entre los dos lados del Atlántico.
Para ella, uno de los asuntos políticos más importantes en relación con las Comunidades
Europeas era mantener los lazos tradicionales que unían a los Estados Unidos y a Europa.
Le desagradaba la idea de construir una Europa como contrapeso al poder de Estados
Unidos en un intento inútil de convertirse en una potencia mundial. Margaret Thatcher
era leal a su alianza con Ronald Reagan y apoyaba por completo su enfoque en contra
de la Unión Soviética. Agradecía el esfuerzo de Estados Unidos por defender Europa
y pensaba que la base de los valores americanos era europea. Por lo tanto, la similitud
entre ambas zonas es mucho mayor que las diferencias. Para Thatcher la grandeza del
Reino Unido dependía de la relación de su país con los Estados Unidos, como bien ilustra
ella misma hablando de su antecesor, «el gran y duradero logro de Harold Macmillan
fue reparar la relación con los Estados Unidos»
El Reino Unido, antes y después de Thatcher, había tenido una relación especial con
Estados Unidos, ya que comparten el idioma, numerosos aspectos culturales, tienen
similitudes económicas, cooperan en asuntos militares y existe un flujo constante
de personas e ideas entre los dos lados del Atlántico Véase nota 14.
Margaret Thatcher ha tenido una gran influencia en la política británica y europea del siglo xx, por lo que no es descabellado hablar de su influencia en el proceso del brexit, pese a haber fallecido con anterioridad.
No cabe duda de que la británica era una defensora de la idea de Europa y confiaba en que sus habilidades y el peso político del Reino Unido le ayudarían a amoldar el proceso de construcción europea a su visión del mismo, pero evidentemente, como hoy sabemos, esa postura fue un fracaso rotundo. La incapacidad de influir el desarrollo de Europa, más allá de la aceptación de la singularidad británica y como consecuencia el desarrollo de la Europa de distintas velocidades, ha creado cierta frustración entre los británicos que en cierta manera ha condicionado el referéndum que condujo al brexit.
Sus primeras acciones relevantes en el ámbito comunitario se refieren al cheque británico, que rompe el principio de igualdad entre los Estados miembros y ayudó a desarrollar el sentimiento de singularidad británico dentro de las Comunidades.
Su visión de una Europa que trascienda a la idea de la Unión Europea es hoy en día poco realista por las sucesivas ampliaciones y acuerdos de asociación, por los que la UE abarca la práctica totalidad del continente europeo.
En definitiva, Thatcher no era contraria a la colaboración de los Estados europeos, pero si a la creación de una entidad unida en Europa que suplantara la labor del Estado como centro regulador y protector de las libertades y tradiciones europeas. Sin embargo, sus acciones, en especial el Acta Única Europea, y sus fracasos para promover su visión alternativa sobre Europa entre los Estados miembros, han conducido a una Unión Europea que no representa su visión y que por tanto ha generado insatisfacción entre sus admiradores.
A través de lo aquí expuesto se puede afirmar que Thatcher no estaba a favor de abandonar el proyecto europeo ni a favor de la actual (y futura) Unión Europea.
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No hay que olvidar que países como Canadá, Australia o Sudáfrica eran considerados tan británicos como Inglaterra, Escocia o Gales. |
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[12] | |
[13] | |
[14] |
Thatcher. Speech at the College of Europe. Bruges, 20-9-1988, 48-53. |
[15] |
Por ejemplo, la moneda común, el euro, es consecuencia directa de la implementación de un mercado europeo, y probablemente inducirá la creación de un Ministerio de Economía europeo para gestionar el área monetaria común, un paso político muy importante en términos de integración. |
[16] |
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|
[29] |
Las instituciones de las Comunidades Europeas eran de tamaño reducido en la primera comunidad, la CECA, pero después con la implementación de nuevos tratados y la inclusión de cada vez más políticas a nivel europeo, las instituciones europeas crecieron. En la actualidad, la cantidad de burócratas trabajando para la UE podría ser, aproximadamente, de unas 150 000 personas si contamos también las instituciones auxiliares y las empresas que proporcionan servicios a la UE. En realidad, no es un número excesivo si lo comparamos con el número de funcionarios que hay en los Estados miembros. Por ejemplo, en Francia o en Alemania hay millones de trabajadores públicos. En el Reino Unido hay un número más reducido, que incluye a más de medio millón, pero aun así supera a los existentes trabajando para la UE. Si consideramos que la UE se desarrolla a nivel europeo, lo que significa un radio de acción mucho más amplio que los niveles nacionales pese a que estos cubren más políticas, el número de funcionarios que trabajan en las instituciones europeas no parece excesivo. |
[30] | |
[31] |
Kavanagh ( Kavanagh, D. (1990). Thatcherism and British politics: the end of consensus? Oxford: University Press.1990): 382. |
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Si hubiera una crisis en Alemania, se extendería rápidamente al resto del mercado europeo porque la economía alemana se basa en las exportaciones y está muy conectada con el mercado de las principales economías dentro de la Unión Europea. Eso acabaría en el Banco Central Europeo, que desarrollaría políticas para frenar esa crisis. Otros países con economías que no están tan ligadas al resto de Europa tendrían crisis que no se extenderían a toda Europa. En este caso, el Banco Central Europeo implementaría una política monetaria para la mayoría del sistema y no ayudaría a la economía en problemas porque si lo hiciera, podría perjudicar al resto de las economías europeas. El problema es la pérdida de soberanía en el ámbito monetario de los Estados miembro de la eurozona, ya que se reducen las herramientas que pueden utilizar en caso de una crisis nacional. |
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Esta proposición era una consecuencia de la Guerra Fría, especialmente de la guerra de Corea y el esfuerzo militar de Estados Unidos. Los estadounidenses querían rearmar la Alemania Occidental para hacer frente a un posible ataque por parte de la Unión Soviética, pero el resto de las potencias europeas todavía temían que un nuevo ejército alemán independiente pudiera llevarles a un nuevo conflicto en Europa. Así que Francia pensó en una solución parecida a la CECA: la integración, un ejército común que no pudiera usarse contra sus propios miembros. El problema de la Comunidad Europea de Defensa era que el ejército es uno de los pilares principales de cualquier Estado, y la cuestión de la soberanía salió a la luz de nuevo con la posibilidad de crear un ejército común con los socios de la CECA. ¿Quién iba a controlar y decidir los asuntos más delicados relacionados con el ejército europeo? Era demasiado peligroso dejar ese tipo de decisiones en manos de una institución que era tan independiente como la Alta Autoridad, que fue la predecesora de la actual Comisión Europea. Italia propuso la formación de una nueva comunidad para resolver este problema, la Comunidad Política Europea, con un programa federal detallado, instituciones comunes y una política exterior coordinada. Cinco de los miembros de la ECSC aprobaron ambas comunidades, pero Francia las rechazó en su Parlamento cuando los comunistas y los conservadores votaron juntos en contra del germen de un Estado europeo. El problema del ejército alemán se resolvió con la fundación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, pero la influencia de EE. UU. en esta organización era, y todavía es enorme. Europa obtuvo numerosos beneficios mientras estaba bajo amenaza de la Unión Soviética, pero después de la Guerra Fría volvieron a surgir voces que reclamaban la constitución de un ejército europeo para no depender en tanta medida de los EE. UU. |
[38] | |
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Véase nota 14. |
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