RESUMEN
El objetivo de este artículo es analizar la relación existente entre la crisis finisecular y el nacimiento de la experiencia fascista en Francia teniendo en cuenta el caso de Georges Valois, cuyo recelo contra el orden liberal decimonónico es paradigmático. Con el objetivo de entender el proceso de fascistización nacido de la desidia contra la Tercera República, el estudio pone en relación el marco cultural y las concepciones nacionalistas resultantes de la derrota de Sedan. A su vez, todos estos elementos se conectan con la biografía intelectual de Georges Valois a partir de un enfoque interdisciplinar. Por esta razón, se ha utilizado un análisis de largo recorrido que considere las coyunturas y los cambios generacionales para comprender cómo de porosas eran las culturas políticas y cómo el fascismo surgió del campo de la contrarrevolución.
Palabras clave: Georges Valois; fascistización; contrarrevolución; crisis finisecular; fascismo.
ABSTRACT
The aim of this paper is to examine the relationship between the fin-de-siècle crisis and the birth of the Fascist experience in France taking into account the case of Georges Valois, whose discontent at the liberal order built in the 19th Century serves as a model. In order to understand the process of fascistization as the result of the revolt against the Third Republic, the work puts together the cultural framework and the national conceptions that emerged after the Sedan’s default. At the same time, all of these issues are connected by an interdisciplinary approach to the intellectual biography of Georges Valois. For this reason, a long term analysis that considers conjunctions as well as generations shifts has been used to a better comprehension of how mutable the political cultures were and how fascism emerged from the counterrevolutionary political space.
Keywords: Georges Valois; fascistization; counterrevolution; fin-de-siècle crisis; fascism.
SUMARIO
La figura de Alfred-Georges Gressent (1878-1945), más conocido como Georges Valois, es digna de atención. Pese al rol que desempeñó en la historia del fascismo en Francia, su trascendencia, recientemente replanteada[1], es menor de la que cabría esperar de quien fue el fundador de Le Faisceau, el primer partido fascista en suelo francés en una fecha tan temprana como el 11 de noviembre de 1925. Las razones de la disolución del partido en 1928 se pueden situar en 1926, cuando graves problemas de carácter endógeno, como las discusiones acerca de la idoneidad de acoger tránsfugas comunistas, como el exalcalde del Périgueax, Marcel Émile Delagrange, y la escisión del mayor acreedor, el perfumista François Coty, convergieron con dificultades exógenas: la concurrencia por un mismo electorado con formaciones similares y la victoria conservadora de Raymond Poincaré en los comicios de 1926. Este fracaso a la hora de articular un partido de masas fascista lo llevaría a reconsiderar sus posturas anarcosindicalistas. En junio de 1928 impulsó, junto con antiguos miembros de Le Faisceau como Jacques Arthuys, un efímero Parti Républicain Syndicaliste. De nuevo en la izquierda política, su trayectoria acabó en la Résistence. Fue capturado y deportado al campo de concentración nazi en Bergen-Belsen, donde moriría en febrero de 1945.
Todas estas circunstancias, que se pueden comprender como fracasos en lo político
y mala suerte en lo personal, junto con lo trágico de su muerte, sirven para explicar
la amnesia sobre un personaje con una trayectoria tan zigzagueante. Sin embargo, como
ha puntualizado Allen Douglas
Las siguientes páginas trataran de proporcionar explicación a una de esas vidas ejemplares.
Se pretende hacer de la peripecia política de Georges Valois un espacio hermenéutico
que nos permita entender, más allá de su propia evolución, la sustancia de un periodo
de crisis, del que su drama personal nos proporciona algunas claves fundamentales
Sin embargo, no deben olvidarse los años primerizos. Lo que acabó con una escisión-expulsión
de la AF empezó con una trayectoria militante en el campo de la izquierda: un anarquismo
heterodoxo cuyos valores se asemejarían a los de un anarquista de derechas Ory ( Ory, P. (1985). L’Anarchisme de droite ou du mépris considéré comme une morale, le tout assorti de
réflexions plus générales. París: Bernard Grasset.
Richard, F. (1988). L’anarchisme de droite dans la littérature contemporaine. París: Presses Universitaires de France.
Jean-Claude Drouin ha dicho de Georges Valois que no es un desconocido, sino más bien
un mal conocido
Alfred-Georges Gressent nació en el seno de una familia trabajadora. Criado por sus
abuelos, su primera toma de consciencia fue el republicanismo gambettiano de su abuelo,
con el cual se sintió identificado una vez pisó la Exposición Universal de 1889. En
sus recuerdos, destaca la percepción maravillada que pudieron tener tantos contemporáneos
al visitar los pabellones y extasiarse ante los avances tecnológicos. Su impresión
fue que el progreso y la república iban de la mano Id., 37.
Si bien su primera manifestación política llegaría con la publicación de un artículo
en el periódico anarquista Les Temps Nouveaux
Id., 23. Jean Grave en sus memorias puso en tela de juicio su colaboración ( Grave, J. (1973). Quarante ans de propagande anarchiste. París : Flammarion.
Montusès ( Montusès, E. (1913). Le député en blouse. París: E. Figuière.
Con diecisiete años, se embarcó hacia Singapur. En los viajes transatlánticos se percató
de la superficialidad de la civilización expuesta en la Exposición, otrora fuente
de admiración. La estada colonial y el contacto con su jefe Chaumette le abrieron
nuevos horizontes mentales. Cayó en la cuenta que los parámetros bajo los cuales había
sido educado no servían para medir los esprits libres de los mestizos como su jefe Chaumette
La razón de su partida se debió al rechazo que obtuvo de su abuelo cuando le explicó
con doce años que quería explorar el mundo científico, sinónimo de humanidad y de
progreso. Un año más tarde, volvió a intentarlo, sin suerte Charles Maurras empezó a trabajar en L’Observateur Français en 1887 y llegaría a ser jefe de redacción un año después. Giocanti ( Giocanti, S. (2010) [2006]. Charles Maurras: el caos y el orden. Barcelona: Acantilado.
Sobre el químico, diría que era un burgués vil, porque le despidió al pensar que estaba
preparando explosivos cuando lo encontró en el laboratorio trabajando. Su empleo terminaría
con el despido y la amenaza de denunciarlo a la policía Id., 69.
Fueron esas circunstancias materiales, un cúmulo de vicisitudes y malos tratos, lo
que le terminó empujando hacia el anarquismo. Sin embargo, sus posturas políticas
distaban mucho del colectivismo o del cooperativismo. Su anarquismo individualista
aborrecía tanto el liberalismo ciudadano republicano como la idea de igualdad y solidaridad
interclasista. Otro ejemplo de la heterodoxia en las culturas políticas lo aportó
la figura de Jean Dieudonné, conocido como Lucien Dieudonné, cuyos valores humanistas
y su rechazo a la propaganda por el hecho fascinaron al joven Id., 115-116.
En su proceso de concienciación política, Gressent advirtió los límites del republicanismo
de su abuelo: su tutor creía en el valor del esfuerzo como mecanismo de ascenso social.
Sin embargo, la república no ofrecía las oportunidades para la movilidad que ambos
anhelaban. El sistema escolar solamente abría las puertas a una burguesía que amaba
la ciencia para enriquecerse. Al darse cuenta de la rentabilidad del progreso, volteó
los eslóganes republicanos y abrazó el anarquismo como la única opción que garantizaba
la libertad del espíritu Id., 100-101.
Linz ( Linz, J. J. (1978) [1976]. Some notes to toward a comparative study of fascism sociological
historical perspective. En W. Laqueur. Fascism. A reader’s guide: analyses, interpretations, bibliography (pp. 3-127). Berkeley y Los Angeles: University of California Press.
En correspondencia directa con las experiencias vividas, lo que más pesaba en el anarquismo
de Gressent era el individualismo aristocrático y no la vertiente colectivista: su
anarquismo no era democrático, sino meritocrático
En líneas generales, su anarquismo era individualista, de corte marcadamente elitista,
más propio del pensamiento pequeñoburgués que de las corrientes obreristas, forjado
en las malas vivencias laborales y moldeado por su propia idea de cómo debía ser la
igualdad social. De hecho, su deriva anarquista respondió a la voluntad de aplicar
un verdadero modelo republicano de movilidad social El anarquismo de derechas quería hacer del individuo un sujeto palpable, concreto,
en la línea de Édouard Drumont o Léon Daudet ( Richard, F. (1988). L’anarchisme de droite dans la littérature contemporaine. París: Presses Universitaires de France.
La entrada en L’Art social fue decisiva para su formación. Allí corroboró sus posturas elitistas en un ambiente
donde la consciencia política y la estética se entremezclaban. La revista mensual,
dirigida por Gabriel de la Salle, participaba del ambiente decadentista coetáneo Para De la Salle, la decadencia existía en una clase, la burguesa republicana, la
cual, ávida de materialidad, no tenía más ideales que en sus apetitos (De la Salle,
1881: 5).
Id., 123 y 131.
Con este bagaje, encaró el caso Dreyfus, situándose a favor del capitán ultrajado.
La coyuntura del proceso reveló lo que el boulangismo había enunciado: la discordancia
dentro de las culturas políticas y los matrimonios entre aparentes ideologías incasables.
No obstante, el affaire también sirvió como revulsivo para repensar trayectorias personales. En La Petite République, el 9 de agosto de 1896, Jaurès subrayó el impacto que tuvo la toma de postura favorable
al capitán en el espacio anarquista debido a su progresivo alejamiento de la acción
directa y su acercamiento a organizaciones sindicales y a organismos representativos
Desde su perspectiva, Gressent veía que la conjunción revolucionaria e institucional,
eje de la causa dreyfusard, estaba sujeta a unos límites naturales. Por un lado, había un factor personal: un recelo notorio a los exponentes de la izquierda
que procedían de las filas de la burguesía, tales como Édouard Herriot, Léon Blum
o el mismo Jaurès
El desengaño que experimentó le hizo replantearse la posición desde la cual implantar
un sistema que no impidiese ascender socialmente a aquellos sin rentas pero con talento.
El viraje fue más una translación de perspectiva que un cambio radical, el cual se
fue fraguando en el curso de los eventos del caso Dreyfus, pero que tuvo, sobre todo,
un punto de inflexión durante su experiencia en el regimiento de infantería 46 en
la caserna de Fontainebleau en 1900, cuando fue llamado para el servicio militar.
Las lecturas de Paul Bourget y Maurice Barrès, junto con la vida en comunidad con
sus compañeros de servicio, le hicieron darse cuenta que la disciplina militar permitía
al hombre ser plenamente dueño de su espíritu Id., 149.
La reconsideración de su hermenéutica lo condujo a indagar más hondo en sus creencias,
a ir un paso más allá en su cosmovisión. Si había optado por postulados anarquistas
porque le parecía que el marxismo, el socialismo y AF eran opciones inapropiadas por
falaces y vacías Id., 151.
La culminación del viraje tuvo lugar cuando experimentó la alteridad fuera de Francia.
Tras dejar el regimiento, pasó el año nuevo de 1901 en Suiza. Las conversaciones con
unos relojeros y un inspector agrario helvéticos le hicieron darse cuenta de la ineficacia
de una república porque Francia no tenía los enemigos ni los condicionantes exteriores
del país alpino. Además, tuvo consciencia del impacto pernicioso del caso Dreyfus
en la nación francesa. Tras su paso por Suiza, se mudó al imperio ruso, donde trabajó
como preceptor para una familia acomodada. El impacto que le causó esa tierra a medio
camino entre Occidente y Asia le supuso un revulsivo interno: se percató de su condición
nacional. Así, el pedido que hizo a París para que le trajesen los libros de Maurice
Barrès no se reducía a un simple encargo. Por aquel entonces, el lorenés era el referente
de toda una generación porque había sabido vincular una patria física, la tierra,
con una tradición heredada, consiguiendo elevar un espíritu francés por encima de
intereses personales y egoístas
De vuelta a París en 1903, empezó a trabajar en la casa editorial Armand Colin. Su
condición de padre de familia le cambió la forma de entender las relaciones humanas.
Se aisló de sus antiguas amistades obreristas y buscó el afecto en la familia, en
aquellos de su sangre que antes había despreciado por tratarse de pequeñoburgueses
egoístas. Se acordó de las palabras de su abuela sobre que democracia, socialismo
y anarquismo no valían nada si no eran favorables a la familia y al trabajo Id., 198-200.
Un año después se haría palpable la mutación introspectiva que vivía desde 1901. El
detonante fueron los efectos de la reforma educativa de 1902 emprendida por el Gobierno
Waldeck-Rousseau La reforma, promovida por Georges Leygues sacó a relucir la politización que experimentaron
muchos profesores durante la mediatización del affaire Dreyfus. Véase: Prost ( Prost, A. (2008). De l’enquête à la réforme. L’enseignement secondaire des garçons
de 1898 à 1902. Histoire de l’éducation, 119, 29-80. Disponible en: https://doi.org/10.4000/histoire-education.1843.
Id., 43.
En 1904, sumado al reencuentro con sus orígenes familiares y el rechazo a la intelectualidad,
Gressent vivió su primera experiencia sindical en Armand Colin, la cual encontró decepcionante.
El desenlace de los acontecimientos le condujo a la conclusión que su jefe, Max Leclerc,
pese a ser un republicano arquetípico, no era un capitalista reaccionario, sino alguien
cuya función era capitanear una empresa para evitar luchas cainitas entre obreros.
Gressent quiso trasladar la disciplina, el orden y la jerarquía de Fontainebleau en
el plano económico, repudiando la igualdad democrática que se había impuesto en los
sindicatos con el dreyfusismo Id., 206.
En 1927 escribiría que los verdaderos orígenes intelectuales y sentimentales del
fascismo provenían del socialismo soreliano. Valois ( Valois, G. (1927a). Le fascisme. París: Nouvelle Librairie Nationale.
Por ejemplo, véase la voz «fascismo» de la Enciclopedia Treccani en 1932, escrita
por él y Giovanni Gentile, donde pone de soslayo la importancia de figuras como Charles
Péguy y Georges Sorel.
Con veinticinco años, Gressent culminó el proceso reflexión que emprendió en las estepas
rusas abrazando abiertamente la religión y la monarquía como opciones verdaderamente
opuestas a la Tercera República. La publicación de L’homme qui vient: philosophie de l’autorité (Valois, G. (1906). L’homme qui vient: philosophie de l’autorité. París: Nouvelle Librairie Nationale.1906), que sería publicado con la ayuda de Charles Maurras por recomendación de Paul Bourget En 1927, Valois escribió que entró en AF accidentalmente tras ver representada la
Tête d’or (1889, 1894) de Paul Claudel, porque la pieza tenía el valor de no ser monárquica,
sino prefascista. En Valois ( Valois, G. (1927a). Le fascisme. París: Nouvelle Librairie Nationale.
Valois, G. (1921). D’un siècle à l’autre. Chronique d’une génération (1885-1920). París: Nouvelle Librairie Nationale.
Valois ( Valois, G. (1921). D’un siècle à l’autre. Chronique d’une génération (1885-1920). París: Nouvelle Librairie Nationale.
Soucy, R. (1989) [1986]. Le fascisme français. 1824-1933. París: Presses Universitaires de France.
Sin embargo, el encuentro de Valois con lo trascendental no fue una flor en un desierto.
Richard Griffiths demostró cómo la generación del cambio de siglo buscó en la religiosidad
elementos explicativos alejados del materialismo, el laicismo y el republicanismo Griffiths ( Griffiths, R. (1966). The Reactionary Revolution. The Catholic revival in French literature, 1870/1914.
Londres: Constable & Company Ltd.
Gugelot, F. (1998). La Conversion des intellectuels au catholicisme en France, 1885-1935. París: CNRS Éditions.
En L’Homme qui vient, Valois se esforzó en dar coherencia a un régimen que tuviera como valor más preciado
el esfuerzo. Partiendo de esta premisa, criticó sistemáticamente la democracia por
asfixiar bajo el yugo del igualitarismo las capacidades innatas de los individuos.
A su vez, se mostró igual de feroz con el socialismo porque convertía los obreros
en una turba de holgazanes. Sin embargo, sus críticas no se hicieron extensibles ni
al anarquismo ni al socialismo revolucionario porque según sus criterios el anarquista
era un hombre de orden en busca de penetrar en el mundo de los negocios
Para Valois, cuando los esclavos se rebelan es porque los aristócratas han fracasado
en su tarea de guiarlos. La revolución se convierte en un camino que tiene que abrirse
al talento Id., 60.
En cierta medida, Valois respiraba un air du temps que se remontaba a los inicios del primer socialismo. Se pueden trazar algunos puentes,
prudentes, entre lo que planteó el antiguo anarquista y la doctrina sansimoniana.
Valois recuperó la alianza histórica de la que habló Saint-Simon en Du système industriel (Saint-Simon, H. de (1821). Du système industriel. París: Antoine-Augustin.1821), la cual consistía en el acuerdo entre el monarca y los capitanes de industria,
siendo estos últimos jefes naturales y permanentes del pueblo Saint-Simon ( Saint-Simon, H. de (1821). Du système industriel. París: Antoine-Augustin.
Para ello, el parlamento que ideó no se tiene que confundir con la institución liberal-democrática.
Era un espacio de encuentro entre corporaciones, asociaciones económicas y profesionales
a partir de una representatividad no proporcional
Es importante no olvidar el peso de la cultura socialista no marxista a la hora de
presentar una alternativa al liberalismo. El industrialismo sansimoniano era un proyecto
que no debe enmarcarse dentro de un marco liberal. Sin embargo, eso no lo convertía
mecánicamente en una propuesta obrerista
Tras el viraje, Valois puso por escrito que se sintió intelectualmente huérfano. Lo
que buscaba era una postura moderna, alistarse con hombres sin apego por un pasado
feudal
En el prefacio de la Enquête, Maurras puso de relieve su objetivo de reorganizar Francia bajo un sistema monárquico,
el más apto por ser intemporal
En su entrevista con Maurras, le explicó su visión de la sociedad y le expuso su modelo
de sistema político y de clase. Unos planteamientos que no se podían desligar de su
anterior participación en la izquierda. Como explicó al antiguo felibre, lo que buscaba
era adaptar a la realidad monárquica sus nociones organizativas socialistas. Como
relataría después, el peso de su formación de juventud aún se haría notar pese al
viraje. A diferencia de los marxistas, distinguía una clase social de otra económica
El ingreso en AF le costó viejas amistades. Tras la publicación de L’Homme qui vient, el periódico socialista Les Temps Nouveaux —donde supuestamente publicó de joven— afirmaría con sorna que Valois dejó de ser
anarquista para convertirse en el bufón del Maître Maurras «De la liberté suisse à l’unité française» ( Maurras, C. (1926) [1916]. De la liberté suïsse à l’unité française. En C. Maurras.
Quand les Français ne s’aimaient pas. Chronique d’une renaissance, 1895-1905 (pp. 183-235). París: Nouvelle Librairie Nationale.
Maurras, C. (1926) [1916]. De la liberté suïsse à l’unité française. En C. Maurras.
Quand les Français ne s’aimaient pas. Chronique d’une renaissance, 1895-1905 (pp. 183-235). París: Nouvelle Librairie Nationale.
Robert Soucy vio que la aproximación del joven realista al colectivismo no tenía nada
de socialista, pero sí mantenía unos puntos de contacto con posturas izquierdistas,
sobre todo en lo referente a la defensa de sindicatos independientes en una coyuntura
en la que el corporativismo era un subterfugio para desmantelarlos
Los años siguientes fueron, para Valois, de acomodación teórica entre los principios
de sus dos grandes maestros: Maurras y Sorel. Si la etapa como anarquista fue de formación
humana, con el aprendizaje de unos valores, las décadas en AF corresponden a las de
su maduración política. El primer maridaje entre maurrassismo y sorelismo se materializó
en La Cité Française (1910), donde se agruparon Georges Sorel, Édouard Berth, Pierre Gilbert y Jean Variot.
El proyecto de revista que quiso impulsar no consiguió ver la luz debido a malentendidos
con Variot Las razones de la ruptura se desconocen en exactitud. Según Variot, Sorel quería
que fuera él el redactor jefe de la revista. En Valla ( Valla, J.-C. (2003). Georges Valois. De l’anarcho-syndicalisme au fascisme. París: Éditions de la Librairie Nationale.
Para entender esa voluntad de confluencia, se tienen que rastrear los acontecimientos
que tuvieron lugar en 1908 y que marcaron tanto al monarquista como al sindicalista
revolucionario. Un fenómeno, el de confluencia entre culturas políticas de la izquierda
y de la derecha, que tuvo un gran ascendente en Italia, gracias a la influencia del
sorelismo y los vínculos con los maximalistas y sindicalistas revolucionarios italianos,
sobre todo con los contactos entre Arturo Labriola con el nacionalista Enrico Corrradini
Entre 1908 y 1911, Maurras consiguió que AF ganase la hegemonía del espacio católico
tras la condena papal de la otra plataforma rival, Le Sillon
En medio de las nuevas prácticas políticas y del nuevo lenguaje, la République des camarades, como se conoció durante esos años la vida parlamentaria, caracterizada por el aumento
de dietas, el tuteo entre políticos o la pérdida de independencia individual en nombre
de la disciplina del partido, que pasaron a regir la política
El Cercle Proudhon dio vida en 1919 a unos Cahiers. En él quería homenajear a Proudhon por sus aportaciones en el campo contrarrevolucionario.
Recalcó los aspectos tecnocráticos del pensamiento proudhoniano
Durante el tiempo que estuvo inmerso en el Cercle Proudhon, dejó su trabajo en Armand
Colin. En 1914 pasó a hacerse cargo de la Nouvelle Livrarie Nationale, editorial de
la plataforma maurrassiana. Cuando la guerra estalló, Valois recordaría cómo la mañana
del 2 de agosto Francia despertó toda su energía Winock ( Winock, M. (2010). El siglo de los intelectuales. Buenos Aires: Edhasa.
La experiencia bélica en Verdún le sirvió para confirmar lo que intuyó en Fontainebleau:
que la sociedad civil tenía que asemejarse en actitud a la vida militar. Condecorado
con Croix de la Guerre y la Legion d’Honneur, tuvo consciencia que la llamada a filas
no solo implicaba el alzamiento de la nación en armas, donde burgueses, obreros y
campesinos luchaban codo con codo formando un nuevo orden armónico, sino cómo la guerra
permitía escalar en función del mérito Id., 273.
En Le Cheval de Troie (Valois, G. (1918a). Le Cheval de Troie. Réflexions sur la philosophie et sur la conduite de la guerre.
París: Nouvelle Librairie Nationale.1918) plasmó las reflexiones sobre el estaticismo bélico, una forma de organización de la vida y del trabajo mediante las armas Id., 110-113.
Id., 245-248.
Una vez desmovilizado, sistematizó en L’économie nouvelle (Valois, G. (1919). L’économie Nouvelle. París: Nouvelle Librairie Nationale.1919) las consideraciones socioeconómicas que maduró durante la guerra. Allí atacaba duramente
a la economía del laissez-faire y al marxismo Criticó que el marxismo solo pensara en el trabajo del obrero como único creador
de valor. En Valois ( Valois, G. (1919). L’économie Nouvelle. París: Nouvelle Librairie Nationale.
El único modelo capaz de conjugar todos esos elementos era el sindicalismo. Un sindicato
verdaderamente obrero y desligado de las agrupaciones de fachada dirigidas por patrones
y burgueses, el cual tenía que erigirse no como una fuerza anarquista, sino como un
agente que garantizara el orden social Id., 9.
Aunque, a grandes rasgos, sus posturas organizativas no habían variado mucho con la
paz, lo cierto es que se aprecia un nuevo énfasis en la construcción del orden social.
Douglas explicó este matiz afirmando que antes de 1914, Valois estaba más cerca de
Sorel, porque su objetivo era organizar los trabajadores sindicalmente como si fuesen
parte de un engranaje, mientras que finalizada la guerra, se acercó a los postulados
del corporativismo tradicionalista de François René de La Tour du Pin porque puso
su empeño en buscar un acuerdo entre corporaciones. La razón del cambio fue el nuevo
horizonte de prioridades de AF: con el armisticio, abandonaron la estrategia de ganarse
la clase obrera y se aproximaron a los barones de la industria
Con la llegada de la paz, Valois observó cómo su generación pasó de ser la heredera
de la derrota de Sedan a erigirse como los hombres de la victoria
Para Yves Guchet, el primer desengaño de Valois fue cuando el Maître no mostró interés
en la propuesta de integrar los excombatientes en la vida social que desde 1916 estaba
elaborando
Los proyectos sindicales se desarrollaron en una coyuntura donde se dejó de monetizar
la deuda flotante para monetizar el crédito
El excombatiente quería erosionar la legitimidad de la república aprovechando la crisis
financiera. Su plan pasaba por recuperar una institución orgánica donde la representación
fuera mediante cuerpos y no individuos Id., 68-69 y 70-71.
No obstante, la campaña no cuajó. Olivier Dard ha señalado que las disensiones entre
Etienne Bernard-Précy, director de la revista de negocios Journée industrielle, y los resultados electorales, nada favorables a la liga, fueron las causas principales «Si esta forma de entender las elecciones, compartida por Mussolini, Boulanger, Paul
Déroulède y Maurice Barrès es, como dice ingenuamente Valois, una «rutina», no es
ni en 1924 ni en 1919 que Action Française la está practicando: es en 1909, hasta en 1908. «Por todos los medios legales», dije
por aquel entonces, y esto es de sentido común». Citado en Guchet ( Guchet, Y. (2001) [1975]. Georges Valois. L’Action Française, Le Faisceau, La République Syndicale. París: L’Harmattan.
Para entonces, Valois ya había hecho pública su admiración por el Duce. En enero,
había ido a Italia junto con Mathon y Bernard-Précy, entre otros, para informarse
acerca del estado de la Italia fascista, cuatro meses antes de las elecciones. Antes
de su viaje a Roma, era consciente de los aires caldeados en AF. La tensión llegó
a enturbiar su estancia en la península itálica: la entrevista con Mussolini le valió
la ruptura con Mathon. Para Valois, la razón de la ruptura con el industrial fue Désiré
Ley, artífice de un complot contra su persona. A posteriori, Valois justificaría la ruptura arguyendo que Mathon era un plutócrata
Una vez de vuelta a París, expuso a sus compañeros su teoría acerca de la necesidad
de una revolución en Francia similar a la que se hizo en Fiume. Si el bolchevismo
era una revolución hecha en nombre del internacionalismo, el fascismo se hacía en
nombre de nación Id., 177.
Resulta muy difícil rastrear los intríngulis que propiciaron la ruptura sin entrar
en disquisiciones historiográficas que caigan en el mero positivismo. A grandes rasgos,
los dos motivos que se han esgrimido para explicar la ruptura vienen dados por razones
económicas y por discrepancias doctrinales. En lo que atañe a la ruptura por razones
de financiación, Eugen Weber opinó que las fricciones entre Maurras y Valois se produjeron
en torno al coste de publicar diariamente o semanalmente Le Nouveau Siècle (1925-1928), el cual tenía que sustituir los Cahiers des États Généreaux (1923-1925)
Por lo que respeta a posibles divergencias ideológicas —idea interesadamente explicitada
por Valois tras la ruptura— Id., 88; Huguenin ( Huguenin, F. (2013) [1998]. L’Action Française. Une histoire intellectuele. París: Perrin.
Fue el aburguesamiento de la liga lo que condujo a la reacción de Valois
Este décalage entre inmovilismo y acción culminaría el 11 de noviembre de 1925, cuando se presentó
Le Faisceau en la Salle Wagram. Tras la arenga de Philippe Barrès, hijo del autor
de Les Déracinés, los chemises bleues de la nueva organización emprendieron una marcha sobre el Arco de Triunfo, con el
objetivo de hacer cumplir los votos de los caídos por la patria
Frente a las divergencias tácticas, la ruptura también se explica mediante la afinidad
personal. Las conspiraciones contra Valois fueron comunes dentro de la cúpula: se
quiso persuadir a Maurras de que el antiguo héroe de Verdún seguía sus propios intereses Sérant ( Sérant, P. (1978). Les dissidents de l’Action française. Copernic.
Maurice Pujo abrazó el monarquismo en 1903. Los dos militaron en el campo pro Dreyfus,
si bien, a diferencia del exanarquista, Pujo no solo se distanció en 1899, sino que
abjuró de su postura de juventud.
En definitiva, la creación de Le Faisceau fue la plasmación de la ruptura que acabaría
en una extraña secesión-expulsión. El propósito de la plataforma que acabó por ser
un nuevo partido era recuperar las ideas ensayadas en el Cercle Proudhon y terminar
con el ensimismamiento de las familias antiliberales. A modo de comparación, el impacto
que tuvo Le Faisceau en el campo de la contrarrevolución fue similar al que tuvo AF
cinco décadas atrás: fue la reacción de los jóvenes simpatizantes de la derecha frente
al nacionalismo burgués
Dos décadas más tarde, Maurras rememoraría la marcha de Valois con amargura. El resentimiento
duraría hasta 1943, cuando el anciano felibre lanzó una última invectiva, ya inútil,
a quien fue otrora su compañero
La singularidad de la trayectoria política de Valois puede resultar, sorprendentemente,
poco singular cuando se han abordado los aspectos biográficos de referentes a su formación
política y maduración intelectual. Las trayectorias de los inconformistas tienden
a virar, a dar vueltas, pero lo hacen sobre un mismo polo, rotando en torno a un mismo
eje. Esa es la característica que los diferencia de los oportunistas, de los simples
chaqueteros. Véase, por ejemplo, la sólida trayectoria de Henri Rochefort, quien se
sumó a todas las aventuras que le permitiesen atacar al oportunismo republicano
Pese a todo, Valois no era un individuo puro. No lo es en tanto que no existe la pureza
en la ideología. Más bien, es todo lo contrario: un ejemplo de la porosidad de las
culturas políticas, entendidas más allá de conceptualizaciones abstractas y de un
corpus de ideas. La adaptación del hombre en la coyuntura, junto con la defensa de
unos valores, explica el comportamiento a primera luz errante del personaje. La pregunta
del millón es saber cuándo se hace Valois fascista. Responderla significaría disponer
de la llave de uno de los grandes debates de la historia contemporánea: saber cómo
y cuándo nace el fascismo. En sus tan conocidas como controvertidas tesis, Sternhell
planteó la necesidad de analizar la formación del fascismo con una lente que situara
el punto de partida en la crisis finisecular Sternhell ( Sternhell, Z. (1978). La droite révolutionnaire, 1885-1914. Origines françaises du fascisme. París: Éditions du Seuil.
Sternhell, Z. (1995). La troisième voie fasciste ou la recherche d’une culture politique
alternative. En G. Merlio (dir.). Ni gauche ni droite: les chassés-croisés idéologiques des intellectuels français et
allemands dans l’entre-deux-guerres (pp. 17-29). Talance: Maison des Sciences de l’Homme d’Aquitaine.
Pese al rechazo de buena parte de la historiografía francesa a las tesis de Sternhell Para la constelación de críticos, véase Winock ( Winock, M. (1983). Fascisme à la française ou fascisme introuvable? Le Débat, 25, 35-44. Disponible en : https://doi.org/10.3917/deba.025.0035.
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polémiques historiénnes. Études françaises, 47 (1), 15-42. Disponible en: https://doi.org/10.7202/1002514ar.
Aunque para Drouin el valoisismo, pese a ser el origen del primer fascismo francés,
no pudiera catalogarse de fascista porque nunca tuvo en su agenda política una revolución
brutal y violenta como otros fascismos europeos Sternhell, Sznaijder y Asheri ( Sternhell, Z., Sznajder, M. y Asheri, M. (1994) [1989]. El nacimiento de la ideología fascista. Madrid: Siglo xxi Editores.
En primer lugar, las muchas propuestas de Valois proseguían el objetivo de establecer
un sistema político que permitiese integrar el individuo dentro de la sociedad. Primero
con su idea de monarquía, donde la suerte del monarca, como Señor de la Paz, era indisoluble
de la nación Citti ( Citti, P. (1987). Contre la décadence. Histoire de l’imagination française dans le roman 1890-1914.
París: Presses Universitaires de Paris.
Valois, G. (1927a). Le fascisme. París: Nouvelle Librairie Nationale.
La segunda reflexión que proponemos es ver el fascismo como un espacio que va más
allá de la existencia de un partido. Esto explica las dificultades que tuvo que afrontar
Le Faisceau a la hora de captar su clientela debido a la competencia con las Jeunesses
Patriotes (1924) de Pierre Taittinger o Les Croix-de-Feu (1927) del coronel François
de La Rocque, junto con el impase electoral que supuso la nueva candidatura de Raymond
Poincaré como opción conservadora en 1926. La metodología propuesta por Philippe Burrin
de abordar el espacio fascista como un campo magnético resultó muy interesante porque
puso de relieve la existencia de pasarelas a través de las cuales trayectorias políticas
socialistas, republicanas y comunistas desembocaban en el fascismo
En tercer lugar, subrayar que el fascismo, como toda cultura política, se entiende
a modo de experiencia individual. Porque el individuo, como expuso Sergio Romano,
es un lugar histórico donde se encuentran todas las fuerzas económicas y morales que
hacen la historia
Por último, el fascismo francés, en este caso el valoisiano, no debe juzgarse a posteriori. Si algo pone de relieve la suerte de Le Faisceau es que el momento de auge del fascismo
ocurrió en los años treinta tras el crac bursátil, cuando consiguió convertirse en
un movimiento de masas. Antes de que los fascismos se hicieran con el Estado, existieron
fascistas como Valois, análogos cronológicamente a la experiencia italiana por lo
que se refiere a la maduración intelectual, pero divergentes en lo que concierne al
asalto al poder. Así, el caso italiano resulta ser la excepción y no la norma. Como
Ferran Gallego ha puesto de relieve, el fascista aparece como el resultado y no la
causa de la fascistización Mientras que la primera oleada se situaría en torno a la victoria del Cartel en 1924,
y en donde cabría situar el periplo político de Valois, la segunda oleada llegaría
con la fascinación del hitlerismo después del ascenso al poder de NSDAP en Alemania
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