RESUMEN
Este artículo analiza la reinvención de la Semana Santa en España tras la Guerra Civil. Aunque es claramente un «rito de victoria», la Semana Santa, festividad anual y popular, se convirtió en parte de la vida corriente de la España provincial de la postguerra. El artículo examina el caso de Valladolid, sosteniendo que la Semana Santa desde el primer momento incluyó y sirvió a los intereses municipales y comerciales. Las liturgias de la Semana Santa ayudaron a definir un nacionalcatolicismo emergente, que proporcionó una alternativa al falangismo desde del momento mismo de la victoria. La cooperación en la revitalización de la Semana Santa del ayuntamiento, la diócesis y, en Valladolid, una institución cultural estatal como el Museo Nacional de Escultura, denotaba también una concepción de la política claramente paternalista. La Semana Santa de Valladolid era un claro ejemplo de una tradición inventada qu encarnaba el colapso del tiempo histórico para evocar una España católica e imperial. Esta aparente atemporalidad, con su «orden natural», permitió una recreación historicista de la España «eterna», que contrastó agudamente con el fascismo. En Valladolid, donde el arte barroco desempeñaba un papel clave en la reconstrucción de la Semana Santa, sirvió como un vehículo cultural para entrelazar ciertos valores estéticos y políticos. En su formalidad y su efecto teatral, la Semana Santa era totalmente característica del nacionalcatolicismo. Sin embargo, como transformación performativa, la Semana Santa asumió una plasticidad que le permitiría convertirse en el único «rito de victoria» que pudo sobrevivir a la dictadura.
Palabras clave: Ritos de victoria; nacionalcatolicismo; tradición inventada; Semana Santa; régimen de Franco.
ABSTRACT
This article looks at the (re)invention of Holy Week in post-Civil War Spain. Although clearly a “rite of victory”, Holy Week proved to be both durable and popular, a regular, annual event that became part of the social fabric of postwar provincial Spain. Taking the case of Valladolid, the article shows that Holy Week involved municipal and commerical interests from the start. The liturgies of Holy Week helped to define an emergent National Catholicism, which provided an alternative to Falangism from the very moment of victory. But the co-operation of town hall, diocese and, in Valladolid, a state cultural institution, the Museo Nacional de Escultura, also demonstrated a highly paternalistic conception of politics. Valladolid Holy Week was a clear example of invented tradition, collapsing historical time to evoke Catholic, imperial Spain. This apparent timelessness, with its “natural” social and religous order allowed a historicist recreation of “eternal” Spain, which contrasted sharply with fascism. In Valladolid, a key role was played by Baroque art. The article explores this mobilisation of Baroque art, which acted as a cultural shorthand for these intertwined aesthetic and political values. In its formality, its performance and display, Holy Week was entirely characteristic of National Catholicism. As an urban performance, however, Holy Week assumed a plasticity that allowed it change its meanings over time and to become the only “rite of victory” to survive the dictatorship.
Keywords: Rites of victory; National Catholicism; invented traditions; Holy Week; Franco regime.
La Semana Santa, junto con las corridas de toros, se ha considerado desde hace mucho
tiempo una festividad española por excelencia. Por una parte, los capirotes y las
cruces de Semana Santa se convirtieron en una imagen estereotípica de la «España eterna»,
plasmada en la teatral serie fotográfica España Mística (Ortiz Echagüe, J. (1943). España mística. Madrid: Bolaños y Aguilar.1943) de José Ortiz Echagüe y reproducida continuamente en los noticieros del NO-DO[2]. Por otra parte, estas ceremonias están consideradas por académicos como «ritos de
victoria», es decir, «instrumentos de la memoria» que «recordaban los sacrificios
de la Guerra y los pecados del periodo republicano, permaneciendo en el recuerdo y
en las conciencias de los españoles» Cf. Rina Simón ( Rina Simón, C. (2015b) La experiencia de Dios en el Nuevo Estado: militarización y
fascitización de la Semana Santa, 1936-45. Amnis. Revue de civilization contemporaine Europes/Amériques, 14. Disponible en: https://amnis.revues.org/2670#text.
Hernández Burgos, C. (2011). Granada azul: La construcción de la ‘Cultura de la Victoria’ en el primer franquismo,
1936-1951. Granada: Comares.
En contraste con otros «ritos de victoria», la Semana Santa fue a la vez exitosa y
popular. Su atractivo fue más allá de la retórica oficial, que hasta ahora ha sido
el principal foco de atención en el análisis histórico. Giuliana di Febo inicialmente
hizo una distinción entre «ritos de guerra» —fundamentalmente la sacralización de
la guerra de los nacionales como «cruzada»— y «ritos de victoria», los cuales se centraban
la autoridad carismática y en la figura del dictador Febo ( Febo, G. di. (2002). Ritos de guerra y de victoria en la España Franquista. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Los «ritos de victoria» analizados por di Febo son hechos aislados que tuvieron lugar
en 1939 —el larguísimo desfile de la victoria, la presentación de la espada de Franco
al Cristo de Lepanto— y que ejemplifican claramente la sacralización del poder dictatorial
de Franco. Esta selección también muestra cómo esta denominación se usa como abreviación
para expresar tanto la imposición absoluta de la victoria militar al final de la Guerra
Civil como el ritualismo de un régimen que se definía en gran medida en base a grandiosas
liturgias públicas. Estudios recientes han analizado estas liturgias en términos de
«religión política», aplicando el modelo de la Italia fascista desarrollado por Emilio
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Sin embargo, otro espectáculo falangista tuvo fines claramente historicistas: por
ejemplo, cuando la Sección Femenina se apropió del castillo de La Mota para las celebraciones
de la victoria en mayo de 1939 Richmond ( Richmond, K. (2003). Women and Spanish Fascism: The Women’s Section of the Falange, 1934-59. London and New York: Routledge. Disponible en: https://doi.org/10.4324/9780203380727.
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Esta idea de «esencia» era recurrente: el pasado contenía la «esencia» del presente,
Castilla era la «esencia» de España. Durante los años de la victoria, la historia
de Castilla la Vieja —que había votado por la derecha durante la Segunda República
y había apoyado el levantamiento de julio de 1936— se utilizó para reforzar esta idea.
Fiel a su naturaleza e historia, Castilla permaneció leal. Esta idea de fidelidad
favoreció a las élites locales, que demostraron ser altamente fuertes a nivel municipal,
pues volvieron a recobrar su posición después del paréntesis republicano Cazorla Sánchez ( Cazorla Sánchez, A. (1999). Dictatorship from below: Local Politics in the making
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Narciso García Sánchez, 2 de marzo de 1944, Archivo Municipal de Valladolid (en lo
sucesivo, AMV), caja 468-9, doc. 74. Él admitió que algunas procesiones en el sur
superaban a las de Valladolid «en riqueza y lujo ostensible».
La confusión de los límites entre historia y leyenda —tanto dentro como fuera de Castilla—
fue un tema central en el nacionalcatolicismo y que resonaba mucho más allá de Falange.
El medievalismo hollywoodense continuó, pero el referente histórico dominante utilizado
para el Nuevo Estado fue el Barroco, referido tanto a la época como al lenguaje visual
del catolicismo español Barreiro López et al. ( Barreiro López, P., Kasten, C. y Locker, T. (eds.). (2014). The Baroque in the Construction
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Febo, G. di. (1987). La Santa de la Raza: Teresa de Avila, un culto barroco en la España franquista. Barcelona: Icaria Editorial.
Dentro del medievalismo falangista el Barroco jugó un papel como «construcción contemporánea
[…] planeada para trascender el tiempo y evocar épocas doradas pasadas»
No es casualidad que las celebraciones de Semana Santa cobrasen un nuevo impulso justo
después de la Guerra Civil y en un contexto muy distinto del que favorecía la «religion
popular», teorizada por los que investigan la sociedad tradicional. Después de la
victoria de Franco la «recuperación» de los rituales de Semana Santa se consideró
como un acto de desagravio por los pecados de la Segunda República Richards ( Richards, M. (2005). «Presenting arms to the Blessed Sacrament»: Civil War and Semana
Santa in the city of Málaga, 1936-9. En C. Ealham y M. Richards (coords.). The Splintering of Spain: Cultural History and the Spanish Civil War, 1936-9 (pp. 196-222). Cambridge: CUP. Disponible en: https://doi.org/10.1017/CBO9780511497025.013.
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Los ejércitos franquistas lucharon en la Guerra Civil en términos de Cruzada, y esta
fue precisamente la característica mitificada por los ritos de victoria. Como señala
di Febo, una guerra adornada con fines sobrenaturales se convirtió en una proyección
mítica a lo largo del tiempo, una reconstrucción de enfrentamientos pasados —de la
Reconquista en particular— y una anticipación de enfrentamientos futuros (y definitivos) Franco Bahamonde ( Franco Bahamonde, F. (1943). Palabras del Caudillo: 19 abril 1937-7 diciembre 1942. Madrid: Editorial Nacional.
La creación del Nuevo Estado se tomó como una oportunidad para reforzar la nación, y se hizo a través de la «España eterna» a imagen y semejanza de la Cruzada. A pesar del énfasis otorgado al año 1936 por historiadores e historiadoras, este hecho conlleva a decir que los ritos de victoria no pueden considerarse como fenómenos aislados. Por el contrario, estos ritos tenían lugar repetidamente, se renovaban generación tras generación y, con el tiempo, pasaban a incorporarse al tejido social de la vida local.
La reconstrucción ritualizada de la Pasión de Cristo durante la Semana Santa fue un
claro ejemplo de un uso del tiempo en términos de ciclo repetitivo. Aunque la Semana
Santa evoca eventos que tienen lugar fuera de un tiempo histórico y para las personas
creyentes cuenta la historia de la redención del mundo, es también una celebración
asociada a una estación concreta del año. La festividad central de la Pascua, junto
con su predecesora la Cuaresma, define y conmemora la primavera en el calendario cristiano,
reafirmando tanto la naturaleza cíclica y estacional de este tiempo sagrado como el
calendario litúrgico, todavía vigente en los años cuarenta en España. La estructura
de la semana también imponía una disciplina temporal concreta ya que los y las participantes
tenían que asistir a liturgias y procesiones específicas, ser puntuales e ir vestidos
con atuendos concretos. Esta repetición anual también convertía a la Semana Santa
en un marcador del ciclo vital ya que se recordaba año tras año Por ejemplo, Gavilán Domínguez ( Gavilán Domínguez, E. (2005). El hechizo de Samana Santa: sobre el lado treatral de
las procesiones de Valladolid. Trama y Fondo, 18, 7-31.
Una noción similar a esta de tiempo cíclico y repetitivo se hizo evidente en varios ritos de victoria seculares, en particular la conmemoración anual de la victoria el 1 de abril que a menudo coincidía con la Semana Santa, como fue el caso del Miércoles Santo en 1942. Una vez que pasó el inicial, improvisado y hasta cierto punto caótico momento de victoria, estas conmemoraciones de la victoria altamente militarizadas se convirtieron en auténticos montajes, en actuaciones repetidas que jugaban un papel como actos de restablecimiento y de demostración de una continuidad de la «verdadera» España. De este modo también obtenían su significado, en parte, a través del acto de repetición, aunque también se especializaban cada vez más. En Valladolid, una de las sedes originales de las JONS y de donde era natural Onésimo Redondo, Falange mantuvo una enorme presencia en los desfiles de la victoria y en las conmemoraciones de, por ejemplo, el mitin de 1933 en el Teatro Calderón, aunque principalmente aparecía representada en Semana Santa a través de una serie de bandas de música. De hecho, dentro de la documentación conservada en el archivo municipal, el partido queda practicamente invisible, sin papel alguno en la organización de la Semana Santa vallisoletana ni antes ni después del cambio de rumbo de la Segunda Guerra Mundial a favor de los aliados en 1943.
Falange no tenía el monopolio de la representación de la España eterna. La Semana
Santa era un tema central en las pequeñas ciudades históricas de Castilla y León y
del sur. En las ciudades andaluzas, con sus «coloridas» tradiciones folclóricas y
«animadas» procesiones, la restauración de la Semana Santa en el periodo de la postguerra
marcó una vuelta a un orden «natural» que había sido interrumpido por la revolución
anticlerical Richards ( Richards, M. (2005). «Presenting arms to the Blessed Sacrament»: Civil War and Semana
Santa in the city of Málaga, 1936-9. En C. Ealham y M. Richards (coords.). The Splintering of Spain: Cultural History and the Spanish Civil War, 1936-9 (pp. 196-222). Cambridge: CUP. Disponible en: https://doi.org/10.1017/CBO9780511497025.013.
Hernández Burgos, C. (2011). Granada azul: La construcción de la ‘Cultura de la Victoria’ en el primer franquismo,
1936-1951. Granada: Comares.
Los carteles de 1926 y 1927 llevaban las frases: «Es en el arte la primera de España»
y «Triunfo del arte español»,
El recuerdo del arzobispo Gandásegui se evocaba frecuentemente durante la Semana Santa
en los años veinte y treinta, en gran medida porque él había reconocido «este esplendente
[sic] arte de pasión que supera el arte de la razón» Diario Regional (en lo sucesivo DR) 22 de marzo de 1939.
Actas de la Junta de Patronato, Museo Provincial de Bellas Artes de Valladolid (en
lo sucesivo «Actas»), sesión celebrada el día 18 de marzo de 1921.
Pasos restaurados ( Pasos restaurados. (2000). Valladolid: Museo Nacional de la Escultura.
El ejemplo más claro de este énfasis catequístico fue el Sermón de las siete palabras, una meditación pública sobre las últimas siete palabras de Cristo desde la cruz realizada
por Gandásegui en 1932 Son, de hecho, frases: Lucas 23:34, 43; Juan 19:26-7; Marcos 15:34 (y Mateo 27:46);
Juan 19:28, 30; Lucas 23:46.
«La tradición recobrada», El Norte de Castilla (en lo sucesivo NC), 21 de marzo de 1940.
Las celebraciones de Semana Santa empezaban en Domingo de Ramos con una procesión
infantil, popularmente conocida como «la Borriquilla», inusual tanto por su paso —de
interés histórico, pero de poco mérito artístico— como por su falta de solemnidad Por ejemplo, DR 1 de abril de 1939.
El nuevo nombre también marcó el fin de la ambición de Gandásegui por estructurarse
en torno al «Entierro de Cristo» de Juan Juni, que no era una imagen procesional y
a lo que MNE se opuso.
La procesión de Viernes Santo de 1939 tenía todavía un cariz improvisado DR, 5 de abril de 1939.
DR, 22 de marzo; 14 de abril de 1941; este atuendo nada popular fue reemplazado por el
hábito convencional en 1944;
DR, 31 de marzo; 18 de abril de 1942; la Sagrada Cena fue fundada por un sacerdote.
DR, 18 de julio de 1943.
Cofradías que asisten a la procesión del Santo Entierro, AMV, Caja C.449-89, Doc.
7; Caja C.585-6, Doc 57, sin fecha, pero 1942 y 1943; la Sagrada Familia se convirtió
en la Exaltación de la Cruz en 1944.
Este rápido desarrollo también se hizo patente a través de los numerosos adornos que
acompañaban la procesión de Viernes Santo. Las autoridades civiles, militares y eclesiásticas,
incluyendo Falange, siempre estaban representadas y en la procesión de 1940 aparecieron
lideradas por la Guardia Civil montada DR, 23 de marzo de 1940; 5 y 10 de abril de 1941; 2 y 4 de abril de 1942; 24 de abril
de 1943; 8 de abril de 1944. NC 26 de marzo de 1941; 8 de abril de 1944; 31 de marzo de 1945.
NC, 24 de abril de 1943.
DR, 24 de marzo de 1942; «Cofradía de las Siete Palabras: programa 1942», AVM, Caja C.585-6,
Doc. 43-5; otras «palabras» se añadieron en 1944, 1954, 1959 y 1975. Los ladrones originales, de Gregorio Fernández, pertenecían al MNE; fueron reemplazados por copias en 1965.
La Semana Santa de Valladolid adoptó su forma actual entre los años de postguerra
1939 y 1945. Se brindó gran cuidado con respecto a las tradiciones heredadas de las
seis cofradías históricas de la Edad Moderna Todos fundados en los siglos xv y xvi; Burrieza Sánchez ( Burrieza Sánchez, J. (2004). Cinco siglos de cofradías y procesiones: historia de la Semana Santa en Valladolid.
Valladolid: Ayuntamiento de Valladolid.
El modelo empleado por Moreno ( Moreno, I. (1985). Cofradías y hermandades andaluzas: estructura, simbolimso e identidad. Sevilla: Ediciones Andaluces Unidas.
Rodríguez Becerra, S. (2000). Religión y fiesta: antropología de las creencias y rituales en Andalucía. Sevilla: Signatura.
Este aspecto ciudadano de la Semana Santa no solo era importante bajo un punto de
vista simbólico, sino que también fue una parte integral de su éxito y permanencia.
A diferencia de otras conmemoraciones y ceremonias franquistas, la Semana Santa se
mitificó rápidamente como una celebración popular tradicional en las ciudades de España Barthes (2009) [ Barthes, R. (2009) [1957]. Mythologies. London: Vintage.
El ayuntamiento se responsabilizó de la organización de la Semana Santa en 1941, proclamando
ser la «única de su género en España» y no solo como una fuente de orgullo local,
sino también como algo digno de ver NC 26 de marzo de 1941.
DR 12, 14 de abril de 1941.
Sin embargo, en 1941 la posición de Franco dependía del puro ejercicio del poder militar.
A pesar del aumento de adornos reales, fue un dictador militar hasta su muerte, con
la ayuda del ejército como significativa fuerza social y política. Rendir honores
militares a imágenes religiosas era un tropo monárquico consolidado —Alfonso XIII
había convertido a la Virgen del Pilar en capitana general del ejército— mientras
que la presencia militar en las procesiones de Semana Santa durante los años cuarenta
reflejaban la brutal realidad de la victoria Por ejemplo, la Cofradía de Cristo Mutilado de Málaga, y la Virgen de la Estrella,
cuyo manto estaba bordado con una estrella por cada malagueño perdido en la Legión
Azul.
NC 8 de abril de 1944.
Esta potente asociación ritual entre el ejército y el Jefe de Estado subraya los orígenes
de la Semana Santa como «rito de victoria», como el duro contexto socio-económico.
A pesar de la pompa, en 1941 las noticias sobre la Segunda Guerra Mundial —que incluían
la inminente invasión de Gran Bretaña— y la epidemia de tifus en Madrid dominaban
las columnas de El Diario Regional. La escasez de papel obligó al periódico a limitarse a una única página antes de los
comienzos de mayo NC 26 de marzo de 1941; DR 16 de marzo de 1941.
El Norte de Castilla aseguraba que el programa de 1941 «traerá a nuestra capital un numeroso contingente
de forasteros» lo cual conllevó a que un considerable esfuerzo fuera destinado a subrayar
el potencial de la Semana Santa como atractivo turístico NC 26 de marzo de 1941.
Ejemplos en AMV, Caja C.489-49; Caja 469-25. «Semana Santa: donativos a Cofradías», AMV Caja 380-48; DR 3 de abril de 1941; Correspondencia entre la diócesis y Vicente Navarro Maciá, Cosechero
de Palma Blanca, AMV Caja C.489-49, documentos 12, 13, 17.
DR 16 de marzo de 1941.
La atención prestada a la procesión de Domingo de Ramos y a las estaciones del Vía
Crucis a mitad de semana muestra la manera en la cual las autoridades seculares y
eclesiásticas querían que la Semana Santa se ampliase. Esto conllevaría a un mayor
gasto en la ciudad y también le proporcionaría una panorámica de la sociedad española.
La ciudad no se limitaba a rezar. Algunas de las celebraciones oficiales eran marcadamente
seculares, e incluso frívolas. Por ejemplo, en 1941 el Ayuntamiento organizó una «grandiosa
función de gala» en el Teatro Calderón el sábado por la tarde, con corridas de toros
la tarde del día de Domingo de Resurrección, seguidas por bandas militares que tocaron
en el Campo Grande a la hora del paseo NC 26 de marzo de 1941; DR 16 de marzo de 1941.
NC 9 de abril de 1944.
La procesión de Domingo de Pascua data de 1960 pero la cofradía de Jesús Resucitado
se había fundado en 1950.
Estos entretenimientos familiares municipales tenían un claro propósito social y comercial.
Sin embargo, en términos políticos, eran muestra de una cultura de «despolitización»
normalmente más asociada con una etapa de desarrollo más tardía de la dictadura que
surgió después de que el hambre y la brutal represión de los años cuarenta acabase.
No obstante, la participación del Ayuntamiento de Valladolid en la Semana Santa siempre
fue en términos comerciales y turísticos, de manera que pudieran asegurar el mayor
número de ingresos durante una semana al año. Esto respondía a una necesidad ya que
en 1944 parecía existir el acuerdo de que «nuestros desfiles procesionales precisan
una propaganda mayor de la que hasta la fecha han tenido» De Narciso García Sánchez, presidente de la Asociación de la Prensa local, al Delegado
Nacional de Propaganda 2 de marzo de 1944, AMV, caja 468-9, doc. 74.
Correspondencia, AMV, Caja 468-9, Doc 5, 15, 24, 25, 39, 40, 72; «Semana Santa 1944»,
AMV, Caja 469-25.
Copia de carta en papel carbón, sin firma ni fecha AMV, Caja 468-9, doc. 3.
En 2014 cuando el Ayuntamiento solicitó reconocimiento a la UNESCO hizo referencia
explícita a la «colección viva del barroco castellano» de la ciudad, una colección
procesional única a la que El Norte de Castilla había descrito como «la culminación del arte imaginero castellano» NC 24 de abril de 1943.
Esto reflejaba, en parte, su habilidad, pero ambos estaban íntimamente unidos a Valladolid:
Juni era el extranjero que había llegado y había hecho suya la ciudad —«el imaginero
francés capta el alma de los labriegos de la tierra llana»— y Fernández había pasado
toda su vida ahí. Se creía que ambos podían acceder a lo sublime. Las Angustias de
Juni —que creó cuando era miembro de la cofradía— era «divinamente humana»; la belleza
de la Dolorosa de Fernández era insuperable como imagen hecha «de mano del hombre»
Todas estas consideraciones —ya fueran de curas, periodistas o historiadores del arte—
se fundamentaban en la idea de que las creencias religiosas eran las creadoras del
arte religioso barroco. El valor teológico se reflejaba en —o incluso dependía del—
valor artístico. La tradición barroca de representar la corporalidad de manera muy
acentuada permitía crear al artista un momento de «síntesis estética y religiosa»
que permanecía congelado en la imagen que había desarrollado DR 22 April 1943.
Agapito y Revilla (1913).
Estas leyendas sitúan a estas imágenes dentro de una larga tradición católica de esculturas
hierofánticas que milagrosamente cobraban vida. En España estas historias fueron más
predominantes desde el siglo xvi y se centraban en crucifijos e imágenes de la Pasión, el periodo y eventos que precisamente
se recreaba en Semana Santa
Las historias también hacían hincapié en la asombrosa corporalidad de las imágenes
del barroco y en la genialidad de sus creadores. Sin embargo, tal y como señala Walker
Bynum, esta misma habilidad mimética —tan característica del arte renacentista— a
la vez pone el foco de atención en el artificio. Dado su excepcional realismo, y a
pesar de la leyenda según la cual la imagen cobró vida, el Cristo de Juni todavía
estaba hecho de madera. Aunque una vez que se convirtió en una imagen para las procesiones
en 1942 —sustituyendo al tradicional Cristo de los Carboneros que resultó tener carcoma—
la idea de artificio, o ilusión, se acentuó aún más. La tradición de las procesiones
animaba a las propias imágenes y, en teoría, a su «espíritu», es decir, a la verdad
emocional, histórica y religiosa subyacente. El arte era, por tanto, un vehículo para
el espíritu —la esencia— del pasado. Tal y como el escritor, poeta y editor de El Diario Regional, Francisco Javier Martín Abril, señaló en 1941: «Nuestros grandes artistas… creaban
arte más, al mismo tiempo, hacían oración… Lo castizo, aquí, deja paso a lo universal,
es decir a lo auténticamente religioso» «En el umbral de la Semana Santa», DR 4 de abril de 1941.
La Semana Santa era, por tanto, la puesta en escena del arte barroco para poder acceder
a una tradición viva. En 1942 cuando la imagen de Jesús Nazareno se volvió a colocar
en la recién restaurada Iglesia Penitencial de Jesús, al lado de la Plaza Mayor, «las
graves cofradías» iban por las calles «como aquellas penitenciales del s.XVII, dando
escolta a aquel mismo paso antiguo del Nazareno Camino del Calvario» al son de «los
lentos y viejos redobles de tambor de la noche estrellada de todos los tiempos» DR 25 de febrero de 1942.
Junta Pro-fomento de la Semana Santa ( Junta Pro-fomento de la Semana Santa (1947). Guía oficial de la Semana Santa en Valladolid: imaginería castellana. Valladolid: Gerper.
El énfasis en el arte situó al Museo Nacional de Escultura en el centro de la recuperación
de la Semana Santa de Valladolid. En términos prácticos, esto fue en parte un ejercicio
de publicidad ya que, aunque el museo ya había recibido el estatus y título de colección
nacional por Fernando de los Ríos en 1933, había comenzado siendo una institución
provincial Pasos restaurados ( Pasos restaurados. (2000). Valladolid: Museo Nacional de la Escultura.
Pasos restaurados ( Pasos restaurados. (2000). Valladolid: Museo Nacional de la Escultura.
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Acción Cultural Española. (2014). Esto me trae aquí. Ricardo de Orueta (1868-1939): En el frente del arte. Madrid: Acción Cultural Española.
En cambio, después de la Guerra Civil la colección del Museo se reinterpretó bajo
una manera de entender el arte muy sacralizada que difería de la representación secular
y nacionalista durante la República. Aunque, había una clara interpretación de las
imágenes religiosas policromadas como «las creaciones más singulares del genio de
España», ahora estaba particularmente asociado a una profunda sensibilidad religiosa
y propósito, «la concepción espiritual de la vida española» DR 29 de marzo de 1942.
Mientras que «el museo muchas veces es una necrópolis» el Museo Nacional de Escultura
«tiene vida». A pesar de las protestas de expertos y críticos, «partidarios de las
lenguas muertas, el arte muerto», los pasos salieron a la calle, en lo que era una
tradición viva más que un arte muerto Junta Pro-fomento de la Semana Santa ( Junta Pro-fomento de la Semana Santa (1947). Guía oficial de la Semana Santa en Valladolid: imaginería castellana. Valladolid: Gerper.
Cossío ( Cossío, F. (1959). Confesiones: Mi familia, mis amigos y mi época. Madrid: Espasa Calpe.
«Hacia un museo vivo», «Actas», 4 de mayo de 1940.
La colección original del Museo solo constaba de imágenes que no eran objeto de culto;
las que sí recibían culto permanecían dentro de las iglesias. Como institución, ganó
su estatus de colección nacional en la Segunda República y adquirió su colección como
resultado de la secularización producida por la desamortización, que debilitó el poder
económico de la Iglesia y cambió la naturaleza del estado confesional. Su recodificación
después de la Guerra Civil fue altamente política, restituyendo tanto los impulsos
secularizadores de la Segunda República y las (de)codificaciones anticlericales de
la Guerra Civil. Aunque Valladolid no había experimentado el iconoclasmo de la Guerra
Civil, Cossío interpretó la desamortización en términos sorprendentemente similares,
escribiendo cómo las estatuas habían llegado al almacén «como los heridos de una batalla,
cojos, mancos, descalabrados, muertos… Entonces, como ahora, el arte español recibió
un golpe terrible» Cossío ( Cossío, F. (1939). Manolo. Valladolid: Santarem.
La reinterpretación de la desamortización de Cossío incluía a Valladolid dentro de
la España amenazada por la revolución anticlerical, en este caso condonada por miembros
de la Academia de Bellas Artes Actas: 7.
Las procesiones, tal y como fueron «recuperadas» en los años cuarenta, eran puestas
en escena deliberadas de la eterna España católica. Las procesiones de Semana Santa
como actos de liturgia se convirtieron en un vehículo para la inmanencia en un sentido
temporal. Pero también tenían una función espacial y sacralizante, ya que transformaban
las calles de la ciudad en un «templo viviente». Este alarde de «la eterna España»
fue reproducido mecánicamente. La Semana Santa se convirtió en un cliché del NO-DO,
que aparecía editado como un compendio o «mosaico» de tradiciones religiosas. Se presentaba
como atemporal tanto en su simbolismo como por su repetición anual, y era un punto
de referencia familiar para la «Cruzada» franquista. Las celebraciones eran tanto
universales como locales, y representaban tanto la redención del mundo como el carácter
regional de la España eterna, sin contaminar por la secularidad. La Castilla «austera»
contrastaba con la Andalucía «pasional»: «Andalucía, la desgarrada, grita lo que sufre
calladamente Castilla» Tranche y Sánchez-Biosca ( Tranche, R. y Sánchez-Biosca, V. (2002). NO-DO: El tiempo y la memoria. Madrid: Cátedra, Filmoteca Española.
Precisamente estos tropos se vieron reflejados en el guión de una película encargada
por la ciudad de Valladolid en 1941, dos años antes del primer NO-DO. La ciudad todavía
estaba bajo control militar y la película finalizaba con «un desfile de organizaciones
juveniles o militares», el escudo de la ciudad y una referencia al Glorioso Movimiento.
Comenzaba con las llanuras de Castilla y continuaba con tomas del casco antiguo de
la ciudad, con sus iglesias históricas y jóvenes mujeres con mantillas. El paisaje,
la historia, el carácter local y la fe religiosa convergían en la celebración anual
de la Semana Santa. La voz en off hablaba de cómo «[E]n este estuche de viejos monumentos,
la piedad de Castilla ha conservado la austera joya de sus procesiones pasionales»
y comparaba la procesión de Viernes Santo con «un río piadoso sobre la ciudad, plana
del pueblo emocionado. … La religión es aquí, como esta raza austera y noble, callada
y sentida hondamente». La austeridad se dejaba traslucir por el respetuoso silencio
en las calles, y la emoción quedaba reservada para las imágenes, especialmente «la
Virgen de las Angustias que labrara Juni, quintaesenciando el humano dolor» «Realización de una película de la Semana Santa de Valladolid por la casa “España
Actualidades” 1941» AMV Caja 489-53, guiones: documentos 2 y 9.
Estos temas e imágenes, tan estereotipados como los del NO-DO, se reflejaban en incontables
representaciones —escritas, gráficas y fotográficas— de la Semana Santa en la ciudad.
Además en esta ocasión había un claro propósito comercial detrás de la retórica. La
película había sido encargada para publicitar la Semana Santa pero el producto final
«no responde ni pone de manifiesto la suntuosidad y grandeza de nuestra Semana Santa
vallisoletana». La película fue rechazada por no ser «útil para la propaganda», una
decisión tomada después de haber sido mostrada por segunda vez a las autoridades civiles,
militares y eclesiásticas, cofradías, periodistas y empresarios Carta del alcalde, 14 de julio de 1941 AMV caja 489-53, doc. 39. Correspondencia, AMV caja 489-53, docs. 23, 29, 38; la productora de la película
se quejó de la escasa iluminación y de la imposibilidad de algunas tomas.
La Semana Santa en toda España transformaba las calles de las ciudades en calvarios.
La recreación penitencial de la Pasión de Cristo restituía tanto los pecados del mundo
como los pecados de España de manera espacial y temporal Hernández Burgos ( Hernández Burgos, C. (2015). De la cultura de guerra a la cultura de la victoria:
los vencedores y la construcción de la dictadura franquista, 1936-1951. Pasado y Memoria, 15, 123-148.
Richards, M. (2005). «Presenting arms to the Blessed Sacrament»: Civil War and Semana
Santa in the city of Málaga, 1936-9. En C. Ealham y M. Richards (coords.). The Splintering of Spain: Cultural History and the Spanish Civil War, 1936-9 (pp. 196-222). Cambridge: CUP. Disponible en: https://doi.org/10.1017/CBO9780511497025.013.
Este sentimiento de pertenencia fue clave tanto en la consideración de la Semana Santa
como una tradición viva como en su éxito. De la misma manera en la que la potencia
emotiva de las imágenes radicaba en su relación con la audiencia, los ciudadanos definían
la «ciudad» en igual manera por sus calles y edificios históricos. La puesta en escena
de la Semana Santa transformaba la ciudad a través de la participación de la gente,
tanto como cofrades como espectadores Sobre la Semana Santa como teatro, ver Gavilán Domínguez ( Gavilán Domínguez, E. (2005). El hechizo de Samana Santa: sobre el lado treatral de
las procesiones de Valladolid. Trama y Fondo, 18, 7-31.
DR 13 de abril de 1943.
«Conferencia de Francisco de Cossío en Madrid», NC 29 de marzo de 1942.
No obstante, a pesar de este espíritu «eterno», la transformación de la ciudad durante
Semana Santa era temporal y performativa, y muchos participantes eran conscientes
de esto. Cuando el por entonces disidente falangista Dionisio Ridruejo dio el pregón
en 1952 se refirió a cómo la «natura española» reencarnada en las imágenes del Barroco
transformaban a la ciudad en un «sermón viviente», es decir, en una experiencia didáctica
transitoria DR 23 de marzo de 1940, 9 de abril de 1941, 13 de marzo de 1942; en 1941, a la gente
también se le pidió que sacasen radios a los balcones y sintonizasen Radio Valladolid.
Muchas de estas medidas requerían mediación municipal. No era solo cuestión de restringir
el tráfico o prevenir aglomeraciones de gente, aunque esto también era esencial. Al
menos desde los años treinta los bandos del Ayuntamiento en Semana Santa también regulaban
conductas e insistían en «la compostura y respecto debidos» y se aplicaban multas
a todos aquellos que perturbasen los actos litúrgicos u ofendiesen «los sentimientos
de los concurrentes a ellos» «Bandos de Semana Santa», 1930-1, 1937, 1939, 1941-2, 1944, AMV, legajos 229-22,
487-41, 487-51, 488-5, 488-19, 488-30, 488-36, 488-48.
Bando de 1945, AMV legajo 229-31. Bandos de 1947 y 1948, AMV legajos 255-13, 255-38.
Algunos de estos cambios reflejaban el fin de la ley marcial. Habría menos necesidad
de definir el comportamiento correcto mientras la ciudad estuviese bajo total control
militar. Obviamente, la prohibición de disparar armas de fuego o lanzar petardos el
Domingo de Resurrección no sobrevivió a la Guerra Civil y pocos habrían desobedecido
las normas sociales y religiosas durante los años de máxima represión. La ciudad de
Valladolid había sido controlada por los rebeldes en cuestión de horas —y la provincia
en menos de una semana— pero las detenciones, ejecuciones y desapariciones empezaron
inmediatamente y se cobraron más de dos mil vidas y sobrepasaron los tres mil encarcelados Martín Jiménez ( Martín Jiménez, I. (2000). La Guerra Civil en Valladolid, 1936-9: amaneceres ensangrentados. Valldolid: Ámbito.
Palomares Ibáñez, J. M. (2001). La guerra civil en la ciudad de Valladolid: entusiasmo y represión en la ‘capital
del alzamiento’. Valladolid: Universidad de Valladolid.
Preston, P. (2012). The Spanish Holocaust: Inquisition and Extermination in Twentieth-Century Spain. London: HarperCollins.
Este mensaje no solo estaba reforzado por el uso de referencias metafóricas de la
ciudad como templo sino también por recordatorios detallados sobre el tipo de comportamiento
esperado por todos aquellos que fuesen a ver las procesiones o participasen en ellas.
Debían comportarse en la calle como si estuvieran en la iglesia. Esta recreación de
la ciudad como espacio sagrado que «exige mucho a los habitantes de Valladolid» mostraba
el carácter de la ciudad que «se hace templo para que el rito tenga lugar a cielo
raso (sic)». Aquí «no cabe la nota más o menos colorista sino el silencio impresionante
de una multitud que reza» «Comienza la Semana Santa», DR, 29 de marzo de 1942.
«Vida Cristiana», DR 4 de abril de 1943.
Este poderoso refuerzo del decoro cristiano muestra que no era simplemente la exteriorización
de una fe religiosa que creaba «el respeto, admiración y recogido silencio con que
los fieles presencian el paso del cortejo procesional» NC 24 de abril de 1943.
El decoro siempre fue motivo de preocupación durante la Semana Santa, especialmente
en el caso de las mujeres ya que tanto su vestimenta como su comportamiento eran considerados
como símbolos de la salud moral de la sociedad. De hecho, la exigencia de modestia
excedía la devoción religiosa. La procesión de la Soledad era la única que permitía
a mujeres penitentes, ya que era no mixta, y se les tenía «terminantemente» prohibido
ir sin medias—‘negras y ….densas’—incluso si iban descalzas Notificación del Vicario-General, P. José Zurita, DR 31 de marzo de 1942.
Guía ( Guía [de] Semana Santa: Valladolid (1940).
El decoro de Semana Santa no era solo un asunto religioso. La imagen fotográfica más
famosa de la Semana Santa en los años cuarenta es probablemente la de las mujeres
jóvenes con mantillas, sujetando rosarios y misales y yendo a la iglesia el día de
Jueves Santo, antes de la reserva del Santísimo Sacramento en Viernes Santo, cuando
los sagrarios estaban vacíos. Más que la fe religiosa, su vestimenta y comportamiento
representaba la tradición española, el decoro femenino y —con sus guantes, joyas y
trajes a medida— etiqueta burguesa. El estado de ánimo de la ciudad cambió. En contraposición
a la solemnidad del templo al aire libre de Viernes Santo o durante del Vía Crucis
del miércoles «[l]a calle se convierte el Jueves Santo en gran pasillo de casa familiar» Francisco Javier Martín Abril, «La paz de Jueves Santo», DR 6 de abril de 1944.
NC 31 de marzo de 1945.
Esta visita formal cívica por las autoridades municipales había sido aprobada en 1940,
aparentemente «reestableciendo una antigua costumbre» DR 21 de marzo de 1940.
La expresión más clara de este orden jerárquico de la ciudad era lo que se convertiría
en la liturgia de la Semana Santa vallisoletana más exitosa y característica, el Sermón
de las Siete Palabras. Gandásegui lo introdujo en 1932 siguiendo un modelo latinoamericano
y fue en sus orígenes otra devoción de Semana Santa predicada en la catedral. Sin
embargo, después de la Guerra Civil el sermón se transformó en un evento decisivo.
En contraposición con las procesiones, que se centraban en el movimiento y la imagen
en lugar de la palabra y el texto, y en las que las cofradías laicas desempeñaban
un papel crucial, el sermón era una exposición de la palabra de Dios por un sacerdote.
Su propósito era de catequismo, es decir, instruir a la gente en la doctrina cristiana,
y su mensaje era autoritario. El predicador, elevado sobre la congregación, hablaba
con la voz de Roma. El sermón añadía un nuevo énfasis, en la catequesis, la predicación
y el texto, que se reforzó después de 1948 cuando se añadió a la ceremonia hablada
un pregón que fue normalmente pronunciado por un seglar. Ahora, el significado de
Semana Santa derivaba en parte de la intersección entre palabra e imagen
Esta era claramente la intención después de que el Sermón de las Siete Palabras se hubiera trasladado a la Plaza Mayor en 1943, un momento de éxito clave. Los confines de la plaza eran lo suficientemente grandes para acomodar al púlpito y los pasos, así que los fieles podían ver las «últimas palabras» desde la cruz y oír las meditaciones. Las palabras del clero guiaban la mirada del público, aunque no había manera de comprobar que todo el mundo estuviera escuchando. El efecto teatral era impactante, incluso cuando solo hubo un único paso, el del Cristo crucificado entre dos ladrones, como en 1943. El paso se llevaba a la plaza donde sería flanqueado por dos filas de dignatarios civiles, militares y eclesiásticos al igual que representantes de las cofradías jerárquicamente organizados. Aquellos con asientos se sentaban por orden, y a menudo se distinguían por su vestimenta, mientras que el público permanecía de pie al fondo o miraba desde los balcones. Las fuerzas vivas de la España urbana permanecían reunidas, con una disposición disciplinada y jerárquica, para escuchar la palabra de Dios.
El Sermón de las Siete Palabras era una tradición completamente inventada no solo
en Valladolid sino también en el resto de España. No obstante, se hacía alusión desde
el principio a su existencia «rememorando una antigua costumbre de siglos pasados» DR 24 de abril de 1943.
Castilla la austera… vuelve a recordar… su grandeza del siglo de oro. Y como en épocas
pasadas, siguiendo una tradición interrumpida por algunas centurias, torna Valladolid
a colocar la Cátedra Sagrada en la Plaza Mayor para enardecer el corazón castellano
al oír aquellas palabras que un Hombre-Dios exclamara al expirar en una Cruz. […]
Después de nuestra Cruzada, vuelve Valladolid, capital que fue un buen día del Imperio
Español, a renovar sus tradiciones de abolengo religioso. Mañana…el pueblo vallisoletano…
acudirá en masa a la Plaza Mayor…a meditar los grandes padecimientos de Cristo y el
amor inmenso que Él tuvo a los pecadores cuando abrió sus brazos divinos en la Cruz P. V. Bayón, «El Sermón de las 7 Palabras», DR, 22 de abril de 1943.
Esta reconstrucción intencionada de un tiempo que nunca tuvo lugar y de un evento
que nunca existió hacía posible una muestra penitencial altamente teatral, y era particularmente
efectivo dado el enclave. Los confines de la Plaza Mayor, delimitados por cada lado
y vigilados desde cada ángulo, proporcionaban el clima adecuado para crear un microcosmos
de la ciudad «austera» y fiel Semana Santa Valladolid, fotografías 5-7.
Por ejemplo, el DR 22 de abril de 1943 recordaba cómo Gandásegui había sido testigo de «la Religión sacrosanta
de nuestros mayores atacada y brutalmente escarnecida públicamente».
Este era un tema recurrente para dos cronistas de la ciudad muy diferentes: Cossío
y Martín Abril. A pesar de sus diferenciadas posiciones políticas —Martín Abril había
sido cedista y miembro de la ACNP y había adoptado una posición algo más disidente
en los años cincuenta, mientras que el arraigado conservadurismo de Cossío se había
visto profundamente afectado por la muerte de un hijo falangista en el frente— ambos
adoptaron un tono lírico en los artículos que publicaron, especialmente en aquellos
en los que trataban costumbres locales y del día a día «La paz del Jueves Santo» DR 6 de abril de 1944.
Lipari ( Lipari, S. (2014). Pasos y Pregones, imágenes y palabras. Humanities, 3 (6), 173-193.
A pesar de la retórica y la emoción transmitida por Martín Abril y Cossío, fue el
reconocimiento a todos aquellos que habían participado en la Semana Santa, y en particular
en el Sermón de las Siete Palabras, el que hizo que fuese todo un éxito. Este sentido
de «representación» proporcionaba plasticidad al evento y permitía sacarle el máximo
rendimiento a su éxito. Se añadieron ornamentos adicionales, especialmente la incorporación
de pregoneros montados con capirotes y capas quienes anunciaban el sermón por la ciudad,
sin cortapisas dada la libertad de no tener que acatarse a ningún pasado histórico
definido NC 8 de abril de 1944.
El éxito del Sermón de las Siete Palabras es indudable y fue motivo de noticia en
el noticiario del NO-DO en 1944 y posteriormente en 1946 N68 y N171. Archivo Histórico Diocesano de Madrid, carta de un párroco de la comunidad, N.ª S.ª
de los Ángeles 3 de Diciembre de 1943, legajo 2585, carpetilla 7.
La Semana Santa de Valladolid desde 1939 se había creado como una muestra del nacionalcatolicismo español. En toda la geografía española la Semana Santa facilitaba la recreación imaginativa del pasado barroco, en un modo específicamente penitencial, de una manera apropiada en momento inmediatamente posterior a la Guerra Civil. La fe católica del pasado imperial se recreó como el «corazón» del nacionalcatolicismo español, es decir, la Hispanidad. Las miniadas, y en ocasiones iluminadas, procesiones, arrojaban luz sobre el pasado y el futuro —el futuro del franquismo en España, y a través del drama de la redención sobre el futuro del mundo. En su formalidad, la puesta en escena de la Semana Santa era típicamente característica del nacionalcatolicismo. El aparato represor del régimen no era solamente visible sino que se celebraba de una forma altamente ritual. Esto era una clara expresión del Nuevo Estado y del nacionalcatolicismo, y no únicamente otro ejemplo entre muchos de las devociones y matices del catolicismo barroco. El Barroco era un vehículo cultural clave a la hora de entrelazar estos valores estéticos y políticos que estaban refundidos en un molde penitencial.
El Sermón de las Siete Palabras de Valladolid demostraba claramente la disciplina
penitencial, un componente clave del nacionalcatolicismo y que se relacionaba con
nociones catárquicas sobre la purificación y la violencia represiva de la postguerra.
Las ceremonias inventadas de Semana Santa parecían ser a la vez históricas y atemporales
pero, por supuesto, no eran así, incluso al tener sus cimientos en un legado histórico
y en una excepcional y rica tradición artística gracias a una indiscutible conexión
con el Barroco. Esto también permitió llevar más allá de la Cruzada de Franco a las
asociaciones históricas —el sentido de profundidad temporal— y dotar de contexto incluso
para aquellas personas que carecían de una profunda fe religiosa. La Semana Santa
tenía connotaciones seculares, algo de sobra conocido por los organizadores, aunque
para las personas creyentes era un drama trascendental y eterno que no solo precedía
al estado Nacional-Católico sino que también perduraría en el tiempo. Pero para todo
el mundo la Semana Santa era un evento anual, una serie de acciones repetidas que
continuaban primavera tras primavera, y estaba arraigada en las vidas de individuos,
familias y de la propia ciudad. Martín Abril capturó este significado cuando años
más tarde escribió: «Pero los días andan, siguen andando… como sigue andando nuestro
corazón» Martín Abril ( Martín Abril, F. J. (1969). Crónica desordenada. Madrid: Editorial Nacional.
El contraste entre Semana Santa y el limitado éxito de otros rituales, especialmente
falangistas, era enorme. La durabilidad de la Semana Santa contrastaba con los ritos
de victoria seculares, que pronto se vieron vacíos de contenido y se convirtieron
en repeticiones de gestos y prácticas que iban gradualmente perdiendo su significado.
En Valladolid, entonces, no vemos el proceso de convertir un rito popular en una ceremonia
oficial Ver Rina Simón ( Rina Simón, C. (2015a). La construcción de los imaginarios franquistas y la religiosidad ‘popular’, 1931-1945.
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