SUMARIO
La profesora de la Universidad Ludwig Maximilian de Munich Lisa Dittrich presenta en esta voluminosa obra los resultados de su tesis doctoral[1]. Los dos rasgos más destacados de Antiklerikalismus in Europa son el rigor y el carácter de historia comparada en el sentido pleno de la palabra. La autora maneja con similar familiaridad y profundidad un impresionante elenco de fuentes (archivísticas, publicísticas y hemerográficas) de los tres países analizados. Su objetivo es delimitar los contornos de un fenómeno característico de la segunda mitad del xix en el contexto de los conflictos de los Estados nacionales con la Iglesia y la ofensiva desde diversos frentes contra las posiciones sociales y culturales de una institución a la que le costaba encontrar su lugar en un mundo cambiante. En la introducción se reserva espacio para una definición de los términos en torno a los cuales se construyen las tesis de la autora (tales como «esfera pública», «secularización» o «código cultural») y para un meticuloso estado de la cuestión referido a cada uno de los tres países. Para España en concreto afirma que es el caso mejor estudiado, aunque señale una menor densidad de estudios para el período anterior a la Restauración y que, como en los demás, se preste poca atención a la dimensión europea del fenómeno, que es justo el vacío que esta obra viene a colmar. La búsqueda de rasgos comunes no deriva, sin embargo, en esquematismos y simplificaciones; de hecho, se ponen de relieve las peculiaridades nacionales, como en el caso alemán el hecho de que los principales impulsores del anticlericalismo fuesen los liberales por delante de republicanos y socialistas como sucedía en los otros dos países, y que existiese un sector conservador (de matriz protestante) que formaba parte del espectro anticlerical.
Una constante de Dittrich es la consideración del anticlericalismo como un fenómeno transnacional, como se pone de manifiesto en la existencia de escándalos o casos célebres de gran impacto que ella denomina «momentos de cristalización de la movilización social» (p.10) que permiten cuestionar las normas y valores establecidos. Se centra en tres, selección que no incluye curiosamente el affaire Dreyfus, al que dedica escasa atención y dentro de la caracterización del caso francés (pp. 86-88). Estas causes célèbres son el secuestro en Bolonia del niño judío (bautizado en secreto) Edgardo Mortara en 1858, el desarrollo del Concilio Vaticano I en 1869-70, que reafirma la reacción ultramonta ante las transformaciones sociales simbolizada en el dogma de la infalibilidad papal, y por último, el proceso y posterior ejecución de Ferrer en 1909 tras la Semana Trágica. En torno a estos episodios se desarrolla una efervescencia de debates y críticas en la que los argumentos, los escritos, las imágenes y las caricaturas atraviesan las fronteras y configuran entre los críticos de la Iglesia lo que Dittrich denomina una «comunidad emocional» (p. 245). La prensa y las traducciones son el vehículo para su conformación, junto con mítines, manifestaciones, intervenciones parlamentarias, recogidas de firmas y otras formas de movilización de la opinión pública. Los avances técnicos permiten que la circulación de noticias y la velocidad de las reacciones se vayan incrementando notablemente entre el primero y el tercero de los casos (a modo de anécdota, en Alemania incluso se rodó una película sobre el proceso a Ferrer). Para Dittrich estos escándalos reflejan la existencia de una «esfera pública» o Öffentlichkeit europea, pero no en el sentido habermasiano con el cual estarán familiarizados muchos de los lectores (referida a una esfera racional de interacción comunicativa posibilitadora de consensos amplios), sino cargada de polémica y emocionalidad.
Los escándalos permiten mantener viva la identificación de la Iglesia católica como el enemigo compartido, reafirmando sus rasgos más anacrónicos, al tiempo que permiten ejercer la solidaridad entre quienes se enfrentaban a ella a lo largo del continente. No obstante, la autora se mantiene atenta a los matices propios de cada contexto nacional. Así, el caso Ferrer en Alemania se empleó para criticar la presencia del Zentrum en gobiernos de coalición, en Francia para remachar el laicismo educativo y en España, como es bien sabido, para desalojar a Maura del poder. El carácter transnacional del anticlericalismo presentaba, sin embargo, un punto débil como era la inexistencia de organizaciones permanentes, salvo excepciones como la Asociación de Librepensadores.
Dittrich analiza con meticulosidad lo que denomina el «código anticlerical» (comparándolo con lo que otros autores han caracterizado como el «código antisemita»), que era el que amalgamaba las alianzas entre sectores ideológicamente heterogéneos y se basaba en planteamientos binarios, casi maniqueos, con fuerte carga emocional, que daban origen a estereotipos que luego alcanzaban gran circulación. La Gran Guerra marca una cesura decisiva, ya que en Francia el anticlericalismo pierde virulencia tras el reconocimiento de la separación Iglesia-Estado en 1905, y en Alemania tras la incorporación de muchas de sus aspiraciones a la Constitución de Weimar, mientras en España seguirá teniendo un peso decisivo en la cultura política.
A todo estudio, incluso uno tan meticuloso como el aquí reseñado, se le pueden señalar carencias. Aquí señalaría la de un aspecto que suele estar ausente en los estudios sobre el tema, y es el de la conexión entre el anticlericalismo tradicional existente tanto en los medios obreros como en las sociedades campesinas y el que se articula en los diferentes países europeos desde mediados del siglo xix según analiza Dittrich. Las fuentes impresas no son probablemente las ideales para seguir una veta de anticlericalismo que exigiría un enfoque casi antropológico, pero resulta indudable que muchos de los estereotipos puestos en circulación a lo largo de las campañas anticlericales desarrollaban los preexistentes con anterioridad y ello puede ayudar a explicar su arraigo.