e-ISSN: 1576-4737
MONOGRÁFICO
Resumen: Esta investigación analiza la configuración argumental y las variaciones en el uso de los verbos de memoria del español acordarse, olvidar(se) y recordar, haciendo énfasis en la perspectiva diacrónica. Los datos históricos muestran un diferente comportamiento de estos verbos en relación con las estructuras transitivas. Los hechos medievales muestran una sintaxis argumental muy variada, con todo tipo de interferencias y cruces entre los principales verbos de este dominio semántico. El verbo olvidar, debido quizá a la falta de control en su significado básico, se ha visto atraído desde antiguo a configuraciones de evento no controlado que no ha conocido su opuesto recordar.
Palabras clave: historia de la lengua, sintaxis, verbos de memoria, verbos pronominales, transitividad, estructura argumental, voz media.
Abstract: This research analyses the argument configuration and variations in the use of the Spanish memory verbs acordarse, olvidar(se), and recordar, with an emphasis on the diachronic perspective. Historical data show a different behaviour of these verbs in relation to transitive structures. Medieval events show a very varied argument syntax, with all kinds of interferences and crossovers between the main verbs of this semantic domain. The verb olvidar, perhaps due to the lack of control in its basic meaning, has been attracted since ancient times to configurations of uncontrolled events that have not been adopted by their opposite recordar.
Keywords: Language history, syntax, verbs of memory, pronominal verbs, transitivity, argument structure, middle voice.
Sumario: 1. Acordarse, olvidar(se) y recordar. 2. Cuestiones tipológicas. 3. Observaciones diacrónicas. 4. Olvidar y los sujetos de cosa olvidada. 5. Conclusiones. Referencias bibliográficas. Corpus digitales utilizados.
Cómo citar: Elvira, J. (2025). Sobre verbos de memoria. Aproximación diacrónica, Rodríguez Ramalle, T. (coord.): Lengua, discurso y comunicación: 25 años de la revista Círculo de Lingüística Aplicada a la Comunicación. Círculo de Lingüística Aplicada a la Comunicación 101 (2025): 51-59. https://dx.doi.org/10.5209/clac.100070
El español de hoy tiene dos verbos de recuerdo, el transitivo recordar y el pronominal acordarse. Este último tiene una variante sin pronombre, acordar, que no tiene un significado de memoria, pues significa ‘llegar a un acuerdo’. Por su parte, el opuesto semántico de los anteriores, el verbo olvidar, es posible en las dos configuraciones:
Recuerdo la infancia
Me acuerdo de la infancia
Olvido la infancia
Me olvido de la infancia
Las posibles diferencias entre estos usos transitivos y pronominales son sutiles y difíciles de verbalizar de manera inequívoca. Se ha afirmado que las construcciones transitivas atribuyen al sujeto un mayor grado de control sobre el correspondiente proceso mental, cuyo mantenimiento y ejecución requieren mayor esfuerzo consciente por parte del sujeto (v. gr. recordar un número de teléfono, un itinerario, etc.). Algunas pruebas sintácticas podrían confirmar esta idea, como ocurre con la tolerancia a la combinación con ciertos adverbios (v. gr. recordaba con precisión todos los detalles del evento vs. se acuerda con precisión de todos los detalles(?); Maldonado, 1999: 89-90).
Estas diferencias, que no resultan fáciles de sistematizar, regulan hoy el uso más habitual y extendido de estos verbos en la sintaxis normativa del español peninsular. Pero en el nivel dialectal y en el pasado del español se dan otras configuraciones que parecen estar motivadas por influencias e interferencias entre los distintos modelos. La solución pronominal recordarse se oye con cierta frecuencia en las variedades no centrales de la península ibérica, tanto al norte como al sur, y podría surgir de una influencia analógica del pronominal acordarse (de Benito, 2023: 82 y 251). Recordarse conoce el empleo dialectal con objeto directo y es también posible con complemento introducido por la preposición de:
pero en después aquel se fue y eso ya, que no me recuerdo el nombre, porque yo era pequeño (Benimarfull, Alicante COSER-0303)
Yo me recuerdo de una señora… mayor, que ya murió… que le dio una hemorragia fuerte (Fuerteventura, COSER-5214)
El uso no pronominal del verbo recordar con complemento preposicional con de también es posible en la variedad peninsular:
yo no recuerdo de tanta barbaridá como…, como hay hoy (Aguilar de la Frontera, Córdoba, COSER-1503)
El verbo recordar documenta también un uso factitivo (esto me recuerda a ti = ‘esto hace que yo te recuerde’). Este uso es antiguo en castellano medieval:
Et Pompeyo pacientment se sufrio a esta reprension e Cato le recordaua lo que antes le hauja dicho por Cesar (1379-1384, Juan Fernández de Heredia, Traducción de Vidas paralelas de Plutarco, II, CNDHE)
Por su parte, el verbo olvidar muestra también una notable versatilidad sintáctica. En su empleo más extendido en el español peninsular, conoce, como ya hemos comentado, el uso pronominal con objeto preposicional (me olvidé de las llaves) y la construcción transitiva con objeto directo (olvidé las llaves). La idea de que esta variante transitiva pueda venir motivada por la presencia de un matiz de control por parte del sujeto (como ocurriría con su opuesto recordar) resulta más débil en este caso, porque no es fácil argumentar que el proceso mental del olvido pueda experimentarse de manera controlada por el sujeto.
Otras variantes en la configuración argumental de olvidar son también posibles. La construcción pronominal con objeto transitivo (me olvidé las llaves) es probablemente un híbrido de las dos anteriores. Se documenta en muchas zonas del español dialectal (De Benito, 2024: 265), incluido el español de América (Maldonado, 1999: 91-92). No tiene, en todo caso, una gran presencia en la lengua estándar. Una búsqueda de la secuencia ortográfica “me olvidé las” en CORPES XXI proporciona solo dos ejemplos.
Además de los usos anteriores, el verbo olvidar se acomoda con mucha frecuencia a un patrón sintáctico particularmente interesante (se me olvidó tu nombre; v. n.º 4), que abordaremos con más detalle en un apartado posterior.
Los dominios de la memoria y de los procesos mentales son algunos de los espacios semánticos en los que se ubica con mayor frecuencia la voz media en las lenguas del pasado o del presente (vgr. fr. je me souviens de ton nom, al. ich erinnere mich an deinen Namen, etc.). Aunque en lenguas próximas a nuestro universo cultural sea habitual adjudicar a estos verbos la estructura transitiva (cf. ing. I forgot the keys, I remember your name, etc.), es muy frecuente en otras lenguas que los procesos de recuerdo y olvido sean ajenos a la transitividad y a la estructura transitiva. De hecho, los verbos de memoria tienen rasgos de baja transitividad en algunas de las clasificaciones de transitividad más conocidas (Elvira, 2015: 99).
La escasa o baja transitividad de los verbos de memoria explica que, en el latín, estos verbos tuvieran morfología deponente, al menos los más antiguos y frecuentes. Recuérdese que los verbos deponentes eran, en el pasado latino, la manifestación morfológica de la voz media. Eran, además, mayoritariamente intransitivos (Flobert, 1975: 550) y estaban vinculados a unos valores de significado relacionados con la afectación del sujeto, sobre el que recaen de manera directa o indirecta los efectos de la acción o proceso expresado por el verbo.
Los verbos deponentes no fueron en latín una categoría en retroceso, sino más bien lo contrario. Por eso, no es de extrañar que muchos verbos transitivos latinos en época clásica fueran usados también como deponentes, a menudo influidos por la analogía de otros con significado similar (putor, por analogía con reor; contemplor, por analogía con tueor, etc.) y que, al contrario, muchos verbos originariamente deponentes se vieran atraídos a la morfología y sintaxis transitiva (mereor > mereo; Baños Baños, 400).
En las lenguas románicas, la morfología deponente ha sido suplantada por los pronombres reflexivos en las mismas o similares áreas del significado verbal (Elvira, 2023). En principio, esta sustitución se ha producido solo en el presente y tiempos afines (imperfecto de indicativo y subjuntivo, gerundio, infinitivo, etc.), porque la voz deponente solo tenía morfología propia en los tiempos latinos del tema presente y recurría a las perífrasis estativas para expresar otros tiempos del tema de perfecto, como el pretérito de indicativo. De este recurso perifrástico hay recuerdo en castellano medieval (vgr. el rey es muerto) y en otras lenguas del presente (fr. il est mort, it. lui è morto), pero lenguas como el español o el portugués han extendido el recurso pronominal a todos los tiempos que antaño conservaron la expresión analítica (se murió, se muriera, se muriese, etc.).
El español y otras lenguas románicas han continuado la extensión de la voz pronominal, que se manifiesta ahora en la vitalidad de muchos verbos que alternan los usos activos con los propiamente medios (vgr. caer/caerse; salir/salirse, morir/morirse, etc.). Más allá de los posibles matices de significado que puedan percibirse, la diferencia gramatical entre estos verbos se observa en la ausencia/presencia del pronombre y se manifiesta también en la configuración argumental que asumen. Los verbos activos son transitivos; los verbos medios pueden ser biargumentales pero no tienen objeto directo, sino complemento de régimen preposicional.
El transitivo recordar y el reflexivo acordarse son, junto con sus opuestos semánticos olvidar y olvidarse, los verbos de recuerdo más extendidos en español. El estatuto diacrónico de los dos primeros es, sin embargo, diferente. Ambos remiten a una base morfológica latina que los vincula a la raíz cor, cuyo significado más antiguo se refiere al corazón como órgano corporal, pero también como sede del alma (Ernout y Meillet, 1951, s. v. COR). Esta polisemia originaria explica la existencia de antiguos derivados que el latín formó sobre la antigua base léxica, muchos de los cuales perduran hasta hoy, sobre todo por vía culta (v. gr. acuerdo, concordia, discordia, incordiar, misericordia, etc.). La referencia a la memoria y al olvido surge también de esa polisemia inicial.
El verbo recordar remite en última instancia al verbo latino recordor que, aun siendo deponente, conoció ya en latín clásico un uso con acusativo (recordari rem ‘recordar una cosa’, recordari aliquem ‘recordar algo’, recordari C. Staieni vitam ‘recordar la vida de C. S.’; Cic. Clu. 70; cit. por Gaffiot, 2016 s. v. RECORDOR) que pudo ser el precedente más antiguo de su sintaxis transitiva actual.
Recordar tiene una documentación muy amplia y variada en los textos medievales. Dada la polisemia originaria a la que se aludió más arriba, no sorprende que haya conocido en el pasado algunas acepciones ajenas a la memoria que se fueron perdiendo en épocas posteriores. Se usó, en particular, con el sentido de ‘despertar, volver en sí, retomar la conciencia’. Naturalmente, estos empleos intransitivos están bien documentados en latín clásico (Gaffiot, 2016, s. v. RECORDOR):
todos cayeron muertos sobre la tierra dura, / yazién todos rebueltos redor la sepultura. // Recordaron bien tardi los malaventurados, non vedién de los ojos, todos escalabrados (p1236- 1246 Gonzalo de Berceo, El duelo de la Virgen, CNDHE)
Et avíase estonçes adormido el marido so el lecho, et non sopo quando entró el amigo; et en esto recordóse el carpintero del sueño (1251, Calila e Dimna, CNDHE)
El empleo como transitivo de recordar con significado de memoria fue, sin embargo, el más habitual en la Edad Media:
Si oié raçón buena, bien la sabié tener, recordávala siempre, non la querié perder (c1236, Gonzalo de Berceo, Vida de Santo Domingo de Silos, CNDHE)
Tampoco fue raro el uso de recordar con régimen preposicional introducido por de:
estando assi cuytado et quebrantado por esto que non auia podido dormir, velandose, recuerde de otras noches passadas luengament en que non pudo dormir por muyt ardientes fiebres que sostenya (1376-1396, Juan Fernández de Heredia, Traducción de la Historia contra paganos, de Orosio, CNDHE)
La variante pronominal recordarse (de) también fue posible. Según Corominas-Pascual (1980, s. v. RECORDAR), tuvo gran empleo en los siglos XV-XVI y decayó posteriormente:
Ponen el vino turbativo de la razón en las taças e ansí ocupan todas las potençias del ombre, que non pueda divirtir nin entender en otra cosa nin recordarse de su salud spiritual (1427-1428, Enrique de Villena, Traducción y glosas de la Eneida. Libros I-III, CORDE)
Como ya se ha comentado más arriba, este uso pronominal de recordar se oye actualmente en el español dialectal, quizá apoyado por el efecto analógico de acordarse (de Benito, 2024: 251). En otras lenguas románicas, sin embargo, la misma variante pronominal ha arraigado hasta el presente (it. ricordarsi, oc. se recordar, cat. recordar-se, frente a logud. regordare, retorrom. algorder).
Por su parte, el verbo acordar es común a todos los romances, pero no en la acepción mnemotécnica que nos interesa, sino en el sentido de ‘poner de acuerdo a personas, instrumentos, etc.’. De extensión románica más limitada es, sin embargo, acordarse ‘tener memoria de algo’, que no tiene precedente latino. Es más, ni siquiera tiene documentación en catalán y muy escasa en portugués, por lo que Corominas y Pascual (1980, s. v. RECORDAR) lo consideran original del castellano, donde apareció en el siglo XIII. En realidad, los ejemplos de acordarse son muy anteriores a esta época, pero tuvieron normalmente un significado ajeno a la memoria y relacionado con la idea de convenir o llegar a un acuerdo, que se construía a veces en los tiempos del pasado con una perífrasis con ser:
Assí lo fazen todos, ca eran acordados (c1140 [s. XIV] Poema de Mio Cid, v. 2488, CNDHE)
Acordaronse Laban e Jacob quel sirviesse .vii. annos e dargela ya por mugier (c1200 [s. XIII] Almerich, La fazienda de ultramar [Moshé Lazar], CNDHE)
Según Corominas y Pascual (loc. cit), el desplazamiento semántico al dominio de la memoria estaría motivado analógicamente por la equivalencia parcial de acordar y recordar en el pasado, pues la homonimia de ambos verbos incluyó el valor de ‘volver uno en su juicio’. Esta coincidencia parcial en la cadena de homonimias de ambos verbos pudo favorecer la extensión de la equivalencia también al terreno de la memoria.
Dicha explicación parece verosímil, pero nos queda por aclarar por qué solo en uno de ellos arraigó el uso pronominal. Téngase en cuenta, además, la existencia en el pasado del verbo pronominal membrarse, que fue también un verbo de memoria muy frecuente en castellano medieval y regía habitualmente la preposición de.
Por ende todo omne que de buena ventura es se deve siempre membrar d’aquel regno a que á de ir (1304, Privilegio rodado [Documentos del Archivo Histórico Nacional (a1200-a1492)])
Lo cierto es que la vitalidad de la variante pronominal acordarse ha sido siempre mucho mayor que la de recordarse. Una búsqueda en el CNDHE de las secuencias me acuerdo y me recuerdo ofrece un marcado contraste de frecuencias. Las coordenadas de la búsqueda se restringen al período s. XII-1975. Se ha evitado una búsqueda lematizada más amplia para los mencionados verbos en cualquier persona, modo y tiempo y para pronombres átonos de cualquier persona, porque haría posible la obtención de las secuencias se recuerda, en tercera persona (con se de valor impersonal) y me recuerda (con objeto de cosa recordada). Estas construcciones no interesan al objetivo de la tabla [Tabla 1]:
Tabla 1. Me acuerdo vs. me recuerdo en el CNDHE
| 1.ª datación | Frec. absoluta | Documentos | Frecuencia normalizada | |
| Me acuerdo | 1270 | 4566 | 1469 | 12,59 casos por millón |
| Me recuerdo | 1376 | 160 | 128 | 0,44 casos por millón |
La presencia de la preposición de en estas construcciones es una herencia del latín, que construía me- mini y reminiscor con genitivo. La extensión del acusativo a algunos de estos verbos fue una evolución posterior, regulada por matices esenciales de significado. Según Ernout y Thomas (1953: 52), el uso del genitivo (uiuorum memini) parece indicar un mayor esfuerzo del sujeto por recuperar el recuerdo, mientras que el acusativo (officium memini) se prefiere cuando algo (preferentemente no personal) se recuerda plenamente. También se prefiere el acusativo con los pronombres neutros (memini aliquod).
Con argumento similar, aplicado al español contemporáneo, Maldonado (1999: 92) defiende que la alternancia recordar / acordarse de se explica justamente por la ausencia vs. presencia de control sobre la activación del recuerdo. Una posible prueba sintáctica sería, según este autor, que recordar permite ciertas modificaciones adverbiales que no admite acordarse:
Recordó meticulosamente lo ocurrido
*Se acordó meticulosamente de lo ocurrido
En un apartado anterior se ha hecho ya mención de una configuración argumental en la sintaxis de olvidar que apenas existe o no ha arraigado con fuerza en los demás verbos de memoria. Se trata de la configuración que encontramos en se me olvidaron las llaves. Esta construcción es interesante por varios motivos.
En primer lugar, resulta sorprendente su peculiar organización argumental en el conjunto de los verbos de memoria, que se usan habitualmente con un sujeto de persona experimentante del proceso de recuerdo u olvido (yo recuerdo, mi padre olvida a menudo, Antonio se olvidó de saludarte, etc.). Por contraposición a estos patrones sintácticos, lo peculiar de la construcción se me olvidó la llave es que el sujeto gramatical no refiere al individuo desmemoriado, sino al propio objeto del olvido. Prueba de ello es la concordancia de número: se me olvidaron las llaves. Según Bosque (2017, nº 2.5), en la construcción se me olvidó su nombre, el verbo olvidar podría considerarse un verbo doblemente pronominal.
Sorprende, además, que esta estructura, a pesar de su extrañeza en el conjunto de los verbos de memoria, está perfectamente asentada en el uso del español en todo el dominio hispánico y tiene una amplia representación en todas las bases digitales disponibles del español de hoy. Una búsqueda en el CORPES XXI de la secuencia olvidar [lema verbal] + me [lema pronominal, distancia 1, izquierda, derecha] + forma se [pronominal, distancia 2, izquierda, derecha] ofrece los siguientes datos (Gráfico 1) de frecuencia normalizada:
El CORPES XXI ofrece datos de frecuencia absoluta, que refleja el número total de ocurrencias de la consulta, y de frecuencia normalizada, que expresa el número de ocurrencias por cada millón de palabras. Los datos de esta tabla muestran que la estructura se me olvida es posible en buena parte o la totalidad del dominio americano del español y también en Guinea Ecuatorial. El gráfico visualiza con claridad que la frecuencia relativa de la construcción en España (6.4 %) está en una zona de promedio entre el máximo de Filipinas (21.44 %) y el mínimo que documenta Paraguay (0.12 %).
Esta construcción se documenta en el presente, pero también con profusión en el pasado. Hace ya varias décadas que Corominas y Pascual (1980, s. v. OLVIDAR) la encontraron en textos literarios bien conocidos (Berceo Mil. 80d, 890d, Cid: “la rancura non se me puede olvidar”):
El rëy Alexandre, maguer tanto ganava; / la pérdida de Dario non se le olvidava (1240-1250, Libro de Alexandre, CNDHE)
e cuidó que el que lo mercara que era amigo de su muger, e que se le olvidara allí el paño (c1253, Sendebar, p. 118, CNDHE)
El pronombre dativo de esta construcción da lugar hoy día habitualmente a configuraciones de doblado (v. gr. a mi padre se le olvida). En la lengua antigua fue posible sin doblado:
que a muchos abogados se olvida e se pospone (1330-1343, Libro de buen amor, CNDHE)
non por reduzir a memoria a Dios, a quien alguna cosa non se olvida, mas por fazer d’ello consecuencia (1427-1428 [s. XV (1442)], Enrique de Villena, Traducción y glosas de la Eneida. Libros I-III, CNDHE)
Hay que mencionar que la misma disposición de los argumentos fue posible en el pasado e incluso en tiempos no muy lejanos con los verbos de memoria recordar y acordar. Pero estos usos parecen ser relativamente tardíos y raros antes del siglo XV:
No querades que finque de sin padre ni madre, / Acuérdeseos lo que os disso el cano de mi padre- (c1370, El poema de José, CNDHE)
Bien se me recuerda -dixo el rey Pelinor- (c 1400-1498, Anónimo, El baladro del sabio Merlín con sus profecías, párr. 1, CNDHE)
Se me acordó un artículo leído cierta vez (1972, G. Torrente Ballester, La saga/fuga de J. B, CREA)
También con preposición de marcando el objeto del recuerdo:
yo sano soy della mas non soy sano dela ferida que me diste con tu palabra quando me denos- teste e cada que se me acordase de aquella palabra non te podria amar derechamente (1293, Anónimo, Castigos. BNM ms. 6559, CNDHE)
”¡O!, ¿cómo no se te recuerda de la casa de Toledo de lo que ende fallaste? (1430, Pedro de Corral, Crónica del rey don Rodrigo, postrimero rey de los godos [Crónica sarracina], CNDHE)
no se le acordaba de ninguna promesa (1605, M. de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, I; CORDE)
Sin embargo, estos testimonios tienen una relevancia menor, al menos desde un punto de vista estadístico o cuantitativo. Las bases digitales sobre el presente y el pasado del español adolecen a veces de una sobreabundancia de documentación que no debería confundir al investigador, haciéndole pensar que todo es posible. Estos corpus pueden transmitir una apariencia de caos construccional cuando se hacen búsquedas exhaustivas en el pasado o en el presente, pero no todas las documentaciones tienen la misma relevancia. Hay contrastes numéricos de frecuencia que son muy ilustrativos. Una búsqueda en CORDE de la secuencia acordarse de sin restricción de fecha arroja 729 resultados. En cambio, la búsqueda de la secuencia recordarse de con la misma ausencia de restricciones arroja 9 resultados.
Otro motivo de extrañeza de esta construcción es que no es posible o frecuente en otras lenguas románicas. Así lo afirman Corominas y Pascual (1980: s. v. OLVIDAR), si bien reconocen que no faltan testimonios sueltos en otras lenguas, como el portugués (“aveedes quem ê, non xe vos obride”, Don Denís).
En resumen, entre todas las configuraciones que los verbos de memoria documentan en el pasado, el español ha tendido a consolidar la peculiar construcción se me olvida tu nombre, pero no la construcción equivalente con su opuesto semántico recordar (vgr. se me recuerda tu nombre), que fue, como hemos visto, esporádicamente usada en siglos pasados.
La peculiar configuración adoptada por el verbo olvidar no surgió probablemente de manera exclusiva en el dominio semántico de los procesos mentales y psicológicos. Cabe pensar más bien que fue el resultado de un proceso de atracción a un patrón gramatical muy productivo para otros verbos desde los orígenes del idioma: las construcciones de evento no controlado (Elvira, 2008). Se trata de una configuración biargu- mental con dativo que expresa un evento que afecta a un argumento (habitualmente personal) que resulta afectado por una acción o evento sin ejercer control sobre ella (se me cayó el libro, se me rompieron las gafas). El dativo no es, en principio, requerido por la estructura argumental del verbo y tiene, por tanto, carácter opcional sobre una estructura básica de carácter inacusativo (se cayó el libro, se rompieron las gafas).
En olvidar y en los verbos de creación mental el dativo sí parece requerido por la estructura argumental del verbo y no puede ser suprimido:
se me ocurrió un disparate / *se ocurrió un disparate
se me olvida tu nombre / *se olvida tu nombre
Esta diferencia hace sospechar que la correspondiente construcción con el verbo olvidar no se instala sobre un precedente meramente pronominal del verbo olvidar al que posteriormente se añade un dativo, sino que surge de un proceso de asimilación analógica a la construcción con dativo de los demás verbos.
Cabe entonces preguntarse qué hay en la gramática del verbo olvidar que lo ha llevado a enriquecer su gramática integrándose en esta construcción de sujeto de cosa olvidada, en contraste con el verbo recordar, que se ha mostrado siempre refractario a esta configuración. Nos preguntamos también por qué motivo la construcción de sujeto de cosa olvidada se mantiene con indiscutible vitalidad en el español de hoy y está total o parcialmente ausente en otras lenguas romances.
Uno de los aspectos más enigmáticos de estas construcciones inacusativas es su propio origen, pues no se documentan con claridad en el pasado latino. Hay datos empíricos que llevan a pensar que el desarrollo y expansión de estas construcciones es relativamente tardío, incluso anterior a la incorporación del argumento en dativo, pues no se documentan en textos latino-vulgares antes de finales del siglo IV (Kriegel, 1996-97: 15). Conviene recordar que la difusión de la construcción en las lenguas románicas es bastante reducida, lo que sugiere que debió de surgir tardíamente en zonas muy restringidas (Elvira, 2008). Además del español, la conoce el italiano (sono in ufficio e mi si chiudono gli occhi ‘estoy en la oficina y se me cierran los ojos’), pero no el francés o el portugués del Brasil (Andrade Berlink, 1996: 145).
La casuística medieval castellana permite documentar la construcción con verbos variados de cambio de estado:
Capítolo LII: De muger que se le muere el marido (1284, Libro de los fueros de Castiella, CORDE)
perdio el color e la su uoz e enerizaron se le los cabellos (Alfonso X, General estoria II, 45v, CORDE)
La extensión al dominio de los verbos de creación mental se da pronto en castellano medieval. La expresión venir emiente fue habitual en todo tipo de textos:
Nol uiniendo emiente si era bateado o no (1256-1263, Alfonso X, Primera Partida, CORDE)
Los verbos figurar y antojar conocieron también esta estructura:
era muy letrado en griego e en latin. quier en fablar e mostrar un pleyto en qual quier lengua dellas; quier en fazer libros de qual natura sel antoiasse (c 1270, Alfonso X, Estoria de Espanña, I, 84v, CORDE)
Antoja se me que te burlas de mi (1493, Exemplario contra los engaños y peligros del mundo. BNM I/1.194, párr. 113, CORDE)
Yo voy con tu cordón tan alegre, que se me figura que está diciéndole allá su corazón la merced que nos heciste (c 1499-1502, Fernando de Rojas, La Celestina. Tragicomedia de Calisto y Melibea, pág. 135, CORDE)
En el pasado, el verbo antojar se usó ya con un significado volitivo (haré lo que se me antoje = haré lo que quiera):
Vaya Satanás a redro, / que pues mis victorias medro / y ninguno se me enoja, / diré lo que se me antoja (1676-1692, Sor Juana Inés de la Cruz, Villancicos, CORDE)
En tiempos más recientes, sin embargo, el verbo antojar y figurar han desarrollado una nueva estructura en la que uno de los argumentos implicados (habitualmente un adjetivo) asume el papel de complemento predicativo (v. gr. se me antoja posible = me parece posible):
Yo no lo he probado, pero se me antoja bueno (1903, Pastor Servando Obligado, Tradiciones argentinas, pág. 248, CORDE)
Me siento en disposición optimista […] y merced al bienestar físico, el porvenir se me antoja a la vez seguro y lejano (1905, Emilia Pardo Bazán, La Quimera, p. 286, CORDE)
-Amo los libros…y a los novelistas, que se me figuran seres maravillosos (2001, Maronna, Jorge; Pescetti, Luis María: Copyright: plagios literarios y poder político al desnudo. Barcelona: Plaza e Janés, CORPES XXI)
Especialmente curiosa fue la presencia del verbo entender en esta configuración. La expresión lo que se me entiende fue una variante de las anteriores, con un significado muy similar:
e que dixesen ellos lo que se les entendía, ca ella no quería fazer ninguna cosa sin consejo de los de la tierra (1300-1305 [último tercio del s. XV] Libro del cavallero Cifar, 1300-1305, CNDHE)
… añader te he declarahion enla rrazon dellos commo cunple por via particular segunt lo que se me entiende (1419-1432, Pedro de Toledo, Guia de los Perplejos de Maimónides, BNM ms. 10289, CNDHE)
Señor, dezirvos he lo que ende se me entiende, e vós fazed lo que vos plazerá (c 1430, Pedro del Corral, Crónica del rey don Rodrigo, postrimero rey de los godos [Crónica sarracina], I, 572, CORDE)
e como quiera que lo yo no vso ni las mis fantasías groseras me lo consienten vssar, a lo menos bien se me entiende esto ser lo mejor (ca. 1449 Fernando de la Torre, Libro de las veynte cartas e quistiones, CNDHE)
El verbo ocurrir se ha visto atraído también a este uso expresivo (Maldonado, 1999: 92). Este verbo proviene, por vía culta, del latín ocurrĕre ‘salir al paso’, que conoció ya en época clásica su desplazamiento metafórico al nuevo valor más abstracto (‘presentarse a mi mente o espíritu’: mihi occurrebas dignus eo munere, Cic. CM, ‘tú te presentas a mi espíritu como digno de este regalo’; citado por Gaffiot, 2016, s. v. OCURRŌ). Esta misma estructura, todavía sin la presencia del pronombre se, aparece con frecuencia en textos de finales de la Edad Media:
Ocurren a mi coraçón mill maneras de morir, y no sé quál escoga (1425-1450, Juan Rodríguez del Padrón, Bursario, CNDHE)
E, ocurriéndole estas imaginaçiones, cató enderredor de sí por ver de quién podría fazer cuenta para ir acorrer a su casa (1427-1428, Enrique de Villena, Traducción y glosas de la Eneida. Libros I-III, CNDHE)
El uso con pronombre se es bastante posterior. Empieza a hacerse frecuente en el siglo XVIII:
Espera […] que si se me ocurren algunas advertencias particulares conducentes a hacer más fructuoso esse exercicio, caritativamente se las exponga (1760, Benito Jerónimo Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, CNDHE)
La metáfora que convierte un movimiento sobrevenido en la creación de una idea está presente en expresiones más recientes, como (se) me viene [a la cabeza] y se me alcanza (Maldonado, 1999: 92).
En un contexto tan prolífico a la extensión productiva del nuevo esquema no extraña que el verbo olvidar se prodigara también con mucha frecuencia en este patrón sintáctico ya en la lengua medieval:
Don Gozimás comiença a fablar, / non se quiso más çelar; / de la Egipçiana que non se le olvida, bien les contó toda su vida (1215, Santa María Egipciaca, 106, CNDHE)
el amor quel’ fiziera quando en cuyta estaua, / quando ssallida era, non sse le oluidaua (c1240 Libro de Apolonio, pág. 257, CNDHE)
El rëy Alexandre, maguer tanto ganava; / la pérdida de Dario non se le olvidava (1240-1250, Libro de Alexandre, CNDHE)
A la vista de esta disponibilidad del verbo olvidar por asimilarse a esta configuración, resulta curioso que el verbo recordar no se haya visto nunca atraído a esta estructura, ni siquiera de forma tentativa. Las búsquedas de datos en textos antiguos no dan resultados elocuentes. Lo curioso del caso es que los procesos de recuerdo son también procesos de emergencia de ideas o representaciones y podrían o deberían, por tanto, concebirse y expresarse con la misma sintaxis de los verbos de creación mental. Sin embargo, no ha sido así, pues el verbo recordar no ha mostrado tendencia a imitar la sintaxis de aquellos verbos.
No es fácil encontrar una razón para esta asimetría o desajuste en la gramática de olvidar(se) y recordar. Es probable que esta diferencia pueda atribuirse a la ausencia y presencia, respectivamente, de rasgos de control en la semántica de estos verbos. El verbo recordar hace referencia a procesos mentales conscientes y puede, por tanto, vincularse con matices de control, al menos en algunos de sus usos (no consigo recordar, creo recordar, etc.). Con el verbo olvidar ocurre justamente lo contrario. Hace referencia a procesos de destrucción mental que tienen, además, un carácter inconsciente y, por ello mismo, no controlado, lo que permite entender su disponibilidad para asimilarse al esquema sintáctico de evento no controlado.
La capacidad de asimilación del verbo olvidar a esta u otras construcciones es, como hemos visto, relativamente potente, sin duda mucho mayor que la del verbo recordar. De hecho, en tiempos más recientes se detectan algunas novedades en el uso de olvidar que no parecen documentarse en la gramática de recordar. Se trata de un tipo particular de construcciones pronominales que desbordan el recurso al reflexivo se.
En su origen, la construcción de evento no controlado estaba instalada en la forma pronominal se de tercera persona, tanto singular como plural. El sujeto gramatical más habitual de esta construcción ha sido siempre un ente no animado que experimenta un proceso que afecta a un argumento personal, expresado en dativo, que no ejerce ningún control sobre este proceso: El libro se me rompió, los vasos se te cayeron, etc.
No son raros, aunque más infrecuentes, los casos en que la construcción no queda restringida al reflexivo de tercera persona y se hace también posible con reflexivos de las otras personas, al tiempo que el sujeto gramatical hace referencia a personas y no necesariamente a objetos (vgr. tú te me escapaste):
-¡Así que te me fugaste…! (1985, Armando Valladares, Contra toda esperanza, pág. 173, Cuba, CREA)
Vamos, ¡anímate!, que si tú te me vienes abajo, se me derrumban los esquemas (1993, Juan José Alonso Millán, Sólo para parejas. Comedia dividida en dos partes, pág. 63, CREA)
Pero a mí no te me escapas (1995, Carlos Casares, Qué viejo estás y qué gordo, pág. 114, CREA)
Buena parte de los ejemplos de esta construcción que documenta la base CREA van en imperativo negativo:
…también lo saben hacer —no te me enfades— los animales (1986, José María Escrivá de Balaguer, Surco, pág. 369, CREA)
No te me pierdas en las ranuras del cielo (1995, Adriano González León, Viejo, Venezuela, pág. 13, CREA)
El verbo olvidar no es refractario a esta construcción y se hace posible en una configuración cuya frecuencia y alcance será objeto de una investigación posterior:
Y no te me olvidés de la factura, ¿qué cuál factura? la factura de que la comprastes, si (2009, Marcos Carías, El ángel de la bola de oro. Honduras, CORPES)
Los rostros inasibles no saben de su desapego porque nadie se ha atrevido a afirmarles “te me olvidas en cuanto dejo de verte” (2023, Vicente Herrasti, Las muertes de Genji, México, CORPES)
Hemos tenido oportunidad de comprobar las vicisitudes sintácticas que han experimentado los verbos de memoria y olvido, especialmente desde el punto de vista histórico y también en el presente. Ello nos ha permitido observar una evidente falta de fijación sintáctica en la gramática de estos verbos, que se muestra en una relativa variedad de construcciones y posibilidades estructurales y configuracionales. Hemos argumentado que esta falta de fijación gramatical puede estar motivada por el nivel relativamente bajo de tran- sitividad de estos verbos, que no les impide funcionar en estructuras transitivas, pero les hace candidatos a otras configuraciones inacusativas de carácter pronominal. Esta disponibilidad se manifiesta con especial intensidad en el caso del verbo olvidar, que se ha visto atraído desde antiguo a una configuración de evento no controlado para la que el verbo recordar no ha estado nunca disponible. Hemos especulado con la posibilidad de que esta significativa ausencia del verbo recordar en esa configuración pueda estar relacionada de alguna manera con la presencia del rasgo de control en la semántica de ese verbo.
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