e-ISSN: 1988-2564
TEXTOS Y FUENTES ORIGINALES
Resumen: Edición de 14 documentos desconocidos (artículos, entrevistas, reseñas, etc.) relacionados con María Zambrano y Alfonso Rodríguez Aldave en ocasión de su estancia en Chile entre 1936 y 1937. Descripción y contextualización de los documentos. Censo de las publicaciones de María Zambrano en Chile.
Palabras clave: María Zambrano, Alfonso Rodríguez Aldave, Guerra civil española, Chile.
Abstract: Edition of 14 unknown documents (articles, interviews, reviews, etc.) related to María Zambrano and Alfonso Rodríguez Aldave during their stay in Chile between 1936 and 1937. Description and contextualization of the documents. Census of María Zambrano's publications in Chile.
Keywords: María Zambrano, Alfonso Rodríguez Aldave, Spanish Civil War, Chile.
Sumario: Liminar • Presentación • Relación de los documentos de prensa que se editan en Apéndice • 1. La entrevista de La Opinión • 2. El artículo de Acción Femenina • 3. Dos artículos de Ana Carabantes en Frente Popular • 4. Un artículo publicado en la revista Pan. Síntesis de toda idea mundial de Buenos Aires • 5. Un artículo publicado en agosto de 1937 en los diarios Crítica de Buenos Aires y Frente Popular de Santiago de Chile • 6. Un artículo de Alfonso Rodríguez Aldave en la revista Onda Corta en Defensa de la Cultura de enero de 1937 • 7. Una entrevista a Alfonso Rodríguez Aldave realizada durante la escala en Buenos Aires del viaje de vuelta a España y publicado en el diario Crítica • 8. Tres documentos de prensa relacionados con la estancia chilena de María Zambrano y Alfonso Rodríguez Aldave escritos y publicados en ocasión de su regreso a España • 9. Un anuncio de publicación y dos reseñas de Los intelectuales en el drama de España publicadas en Frente Popular • A modo de conclusión: censo de las publicaciones chilenas de María Zambrano • Nota a la edición y agradecimientos • Bibliografía • Apéndice
Cómo citar: Martin Cabrero, F., Luna Salinas, M. C. & Campano Núñez, M. I. (2025). María Zambrano y Alfonso Rodríguez Aldave en Chile: algunos artículos olvidados y otros materiales de prensa relacionados con su estancia y actividades en el país andino. Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, 42(1), 157-225. https://dx.doi.org/10.5209/ashf.98350
Lo primero es completar el corpus. Interpretar viene luego. Proceder de otro modo, desatender a la intrínseca necesidad de intentar el completamiento de lo que ha de ser interpretado, sobre todo cuando es clara la falta, evitar el esfuerzo filológico ínsito en toda buena hermenéutica, aunque sólo sea como intento metódico, es encaminarse sin remedio hacia la impostura. O hacia el postureo académico, tal vez su forma más perversa y actual. Y no es, contra lo que a veces suele pensarse, que la filología sea anterior y cosa distinta de la filosofía en lo que hace al quehacer del corpus, o con el corpus, sino que una y otra deben confluir en una misma unidad de estudio. Una sin otra son siempre en déficit y separadas conducen derecho a la soberbia de quienes tapan carencias con arrogancias y practican el arte de mirar para otro lado. La filología de autor (Italia y Raboni 2010) es siempre a la postre filología de un corpus en permanente proceso de completamiento. Y es inherente a la filosofía, desde luego, pues el estudio cabal del corpus no puede ni debe separarlas.
Tal sucede con el estudio de Zambrano, cuyo exceso interpretativo queda a menudo lastrado por el déficit filológico que suele acompañar al escaso celo habido en los intentos de completamiento del corpus que aquí nos ocupa: un tiempo de vida transformado en escritura durante los pocos meses de su estancia chilena a principios de la guerra civil española. En general, cabe decir que se ha interpretado siempre y sólo lo que desde un cierto oficialismo de los estudios zambranianos se decía que había, lo que con ese criterio de oficialidad no siempre impecable se ofrecía como disponible y a la mano, dejando de lado la necesaria pulsión filológica que decíamos antes y que debe acompañar siempre al estudio filosófico de los textos. De la incompletud filológica se pasaba y prescindía, o bien porque no se consideraba pertinente a la filosofía o bien porque se la consideraba como un dato de hecho que había que asumir y minimizar por tratarse de un corpus exiliado. Como si la vida en el exilio y los azares editoriales de los escritos en ella publicados pudieran contrarrestar, incluso hacer prescindible, esa necesidad filológica de completamiento del corpus que debe exigirse en todo estudio serio y que se precie de serlo. De intentarlo en cualquier caso y siempre antes de disponerse otra vez a interpretar. Porque hacerlo desde lo incompleto, con conciencia de ello o sin ella, podrá dar lustre al estudioso, pero no hace justicia ni al autor ni al corpus estudiados.
A nuestro trabajo no le mueve, pues, el conflicto de las interpretaciones, al menos no inmediatamente, sino el déficit filológico del corpus zambraniano en esa parte que hemos decidido estudiar desde hace algún tiempo. En este sentido, es continuación de otros con los que hemos ido dando conocimiento de una serie de “artículos olvidados” del período chileno o que con él tenían estrecha relación. Así, los cuatro artículos que componen la segunda parte de Los intelectuales en el drama de España (Martin 2022 b), o el artículo sobre el II Congreso de escritores en defensa de la cultura, del que se conocía sólo una parte y se pensaba que era completo (Martin 2023), o el primer artículo publicado en el diario La Vanguardia, a veces citado pero nunca editado (Martin 2024 a), o los publicados en el diario Crítica de Buenos Aires (Martin 2024 b). Trabajos todos ellos que, como el presente, parten de la conciencia del déficit filológico del corpus zambraniano e intentan contribuir positivamente a su completamiento en una de sus partes menos estudiadas. Tal quehacer se lleva a cabo, o más bien se intenta, o se ensaya, desde la correspondencia y el respeto de la “forma interna” del corpus (Martin 2008).
Los materiales de prensa que aquí se editan en apéndice tienen una doble finalidad: por un lado, miran al completamiento del corpus zambraniano del periodo chileno y, por otro, persiguen ampliar el conocimiento del horizonte de relaciones en que se desenvolvió Zambrano en aquellos seis meses de vida. Porque Zambrano es un texto, sin duda, y por eso es tan importante su completamiento, pero es también un texto que se nutre de la vida, de la vida que fue y de la que no pudo ser, de lo interrumpido y de las urgencias que reclamaba aquella guerra apenas iniciada en España. Ella está en Chile, pero bien puede decirse que nunca dejó de estar en España: no era sólo que la llevara en el corazón, según decía el título de Neruda, sino que la guerra la absorbió por completo, en cuerpo y alma, y lo hizo como tragedia. A veces se referirá a ella como un drama, como el drama de los intelectuales, por ejemplo, pero lo cierto es que ella la vivió desde la tragedia, como una tragedia en la que no tiene libertad para no implicarse, una tragedia que padece y una guerra en la que se sumerge desde un sentimiento trágico que busca hacerse inteligencia.
Pero no está sola. Frente a la tragedia que vive, no está sola. No lo está en Santiago de Chile, como tampoco lo estará después en Valencia o en Barcelona. Después en el exilio sí, porque el exilio es soledad, sin duda, pero en la guerra no. En Chile va a tener un ambiente que la envuelve y del que ella se va a sentir parte: la Embajada de España. Es a través de Rodrigo Soriano, el embajador rojo según un decir de la época, que Zambrano y su esposo, Alfonso Rodríguez Aldave, se integran en la trama de los apoyos chilenos a la causa republicana en la guerra de España. Es cosa dicha y comentada (Martin 2022 b) y sobre la que después habrá que volver con algún que otro detalle de las publicaciones de aquel tiempo. Soriano es decisivo, sin duda, pero más aún lo es su esposo. Se habían casado en Madrid el 14 de septiembre de 1936 (Moreno Sanz 2019, 53): el 1 de septiembre Rodríguez Aldave recibió el nombramiento de Secretario de segunda clase y en el mismo decreto ministerial fue destinado a la Embajada de España en Santiago de Chile. Deciden partir juntos, y el matrimonio es lo que permite pedir los viáticos oportunos para que Zambrano pueda acompañarle a Chile, solicitud que el interesado cursa dos días después (datos tomados de la Carpeta Rodríguez Aldave conservada en el Archivo General de la Administración del Estado español).
Rodríguez Aldave es, sin duda, el interlocutor privilegiado que Zambrano tiene en Chile, incluyendo los viajes de ida y vuelta a España, que en ningún caso son cortos, con quien comparte la vida y con quien construye un futuro que mezcla el destino personal con la suerte de la guerra de España. Muchos años después, ya de regreso del exilio, recordando su estadía chilena dirá Zambrano haberse sentido “casada acaso por destino” (2014, 735). Tiene razón Madeline Cámara (2013, 19) al resaltar en esta época de la obra y del pensamiento zambranianos la importancia de la relación y del carácter simbiótico que mantenía el joven matrimonio, en general juzgados, la relación y el carácter, desde lo que iba a pasar después entre ellos, como si la sucesiva separación y ruptura de la pareja pudiera ampliarse también a los años que pasaron juntos y pudiera borrar lo que de veras hubo (la amistad, el amor, los proyectos, los sueños, el compromiso cultural y político).
No ha de extrañar, pues, que hayamos incluido entre los materiales de prensa que aquí se editan un artículo y una entrevista de Rodríguez Aldave, pues sirven para dar testimonio del diálogo profundo que había entonces en el joven matrimonio, diálogo que discurre de manera paralela y subterránea a los textos que publican (poco, apenas nada en el caso de Rodríguez Aldave, y mucho, sin duda mucho, en el caso de una Zambrano que hay que imaginarse en el esfuerzo de una escritura que busca ser arma de guerra). Es un diálogo creador, que afina y pone a prueba el pensamiento, o en el que el pensamiento se forja y crece, se aquilata y desarrolla. De ese diálogo se nutren el pensamiento y la escritura de ella, también de él, claro está, pero aquí él interesa en cuanto acicate del pensamiento de ella, en cuanto parte integrante de ese lugar de intimidad dialógica del que brota en este tiempo el pensamiento de ella.
Habla, pues, por ello y en cierto modo, también Rodríguez Aldave en los escritos chilenos de Zambrano: es como si ella de algún modo le diera voz en sus escritos al no poder él mismo hacerlo por la función diplomática que desempeñaba, como si hiciera de su diálogo con él un lugar del pensamiento. La sintonía entre ambos aparece completa y sin fisuras en el respeto de los roles que cada uno asume en la embajada: él muy en primera fila al lado de Soriano, escribiendo apenas y tejiendo con eficacia la trama de los apoyos del mundo intelectual chileno a la España republicana, y ella también, aunque de otro modo y sin tanta oficialidad, sumando su voz a la de las mujeres chilenas en la convergencia de los feminismos de la época, tan a la vanguardia en Chile, pero sin quedar por ello encerrada en ellos, ampliando el radio de acción de su escritura hacia las cabeceras de prensa que daban su apoyo a la causa republicana. Y es que, aunque el tiempo luego cambiara las cosas, no debe olvidarse que en Chile la figura era él y no ella, o él más que ella, sin duda, sin que ello quiera decir que como pareja conformaban un matrimonio tradicional, no, pues lo cierto era lo contrario y es por eso que en Chile y como pareja joven representaron una suerte de nueva España. De todo ello dan testimonio, y es por eso que también los hemos incluido en esta edición, algunos materiales de prensa que hablan de ellos, del equilibrio entre ellos, de sus roles, del lugar que ocuparon en la cultura chilena de entonces y del vacío que dejaron cuando volvieron a España.
Una entrevista a María Zambrano de enero de 1937: “La mujer española en la revolución”, La Opinión (Santiago de Chile), 6 de enero de 1937.
Un artículo de Zambrano publicado en la revista Acción Femenina de Santiago de Chile, de igual título –pero distinto– de otro ya conocido publicado en La Mujer Nueva en diciembre de 1936: “La mujer en la lucha española”, Acción Femenina, enero-febrero de 1937.
Dos artículos firmados por Ana Carabantes en el diario Frente Popular de Santiago de Chile en febrero de 1937:
“Cultura popular”, Frente Popular, 20 de febrero de 1937;
“El problema de la Instrucción Primaria”, Frente Popular, 27 de febrero de 1937.
Un artículo de Zambrano publicado en la revista Pan. Síntesis de toda idea mundial de Buenos Aires en julio de 1937: “El Fascismo y el Intelectual en España”, id., n. 119, 14 de julio de 1937.
Un artículo de Zambrano enviado desde España y publicado en agosto de 1937 en los diarios Crítica de Buenos Aires y Frente Popular de Santiago de Chile: “Sobre la tierra de muerte en Madrid brotaron flores de paz”, Crítica, 12 de agosto de 1937 (sucesivamente también en Frente Popular, 31 de agosto de 1937).
Un artículo de Alfonso Rodríguez Aldave de enero de 1937: “Pobre D. Miguel de Unamuno!”, Onda Corta en Defensa de la Cultura, n. 5, 22 de enero de 1937.
Una entrevista a Alfonso Rodríguez Aldave realizada durante la escala en Buenos Aires del viaje de vuelta a España y publicada en el diario Crítica el 15 de mayo de 1937: “Va a luchar por los Leales un Diplomático Español”, Crítica, 15 de mayo de 1937.
Tres documentos de prensa relacionados con la estancia chilena de Zambrano y Rodríguez Aldave escritos y publicados en ocasión de su regreso a España:
Un artículo del poeta Pablo de Rokha titulado “2 Figuras de España” publicado en el diario La Opinión el 9 de mayo de 1937;
Editorial sin firma del diario La Opinión del 10 de mayo de 1937;
Editorial sin firma del diario Frente Popular del 11 de mayo de 1937.
Un anuncio de publicación y dos reseñas de Los intelectuales en el drama de España publicadas en el diario Frente Popular:
“Los intelectuales en el drama de España”, id., 12 de marzo de 1937;
“María Zambrano a través de su libro Los intelectuales en el drama de España”, id., 14 de junio de 1937;
“En torno al libro de María Zambrano Los intelectuales en el drama de España”, id., 23 de junio de 1937.
Era conocida una entrevista a Zambrano publicada en el diario Frente Popular el 14 de enero de 1937 con el título de “Conversación con María Zambrano”: la editó Soto García (2005, 169-170) en lo que fue la primera tanda de artículos chilenos rescatados1. La entrevista que aquí editamos (Apéndice I) es anterior, aunque de poco, y acaso sea la primera que se le hizo en Chile: se titula “La mujer española en la revolución. Conversando con María Zambrano de Aldaves [sic], intelectual española, actualmente entre nosotros”, y se publicó en el diario La Opinión de Santiago de Chile el 6 de enero de 1937, en la página 3 y con firma de Juan Carlos Aguirre2.
Al frente de este “diario independiente”, según consta en su cabecera, estaba el destacado político radical Juan Bautista Rossetti (llegaría a ser ministro en el gobierno del Frente Popular), quien hizo del periódico un bastión de la oposición al segundo gobierno de Arturo Alessandri Palma (1932-1938), cuya última fase coincide en parte con los meses de vida de Zambrano en Chile. El radicalismo político le acercó al embajador Rodrigo Soriano, también radical y exponente del republicanismo español mucho antes de la proclamación de la República en 1931. Soriano escribe poco en Chile debido a su función diplomática, pero cuando lo hace suele ser en las páginas de La Opinión. Y el diario, por su parte, sobre todo desde el inicio de la guerra civil, prestó una atención especial a las actividades de la Embajada española en defensa de la causa republicana. De tal atención es botón de muestra la entrevista a Zambrano.
La entrevista de La Opinión es más amplia que la de Frente Popular: una página entera, cinco columnas con foto de la entrevistada y en el lugar destacado de la página número 3 (la de Frente Popular ocupa las dos columnas de la izquierda de la página número 2 y no lleva foto). Más amplia no quiere decir ni mejor ni más importante, pero es obvio que el paratexto también habla. La entrevista es casi de manual (Arfuch 1995), por lo que es posible suponer que el entrevistador fuera un joven periodista de talento pero con no muchos años de oficio. Está separada en varias partes: el encargo de la entrevista, al que sigue una hermosa descripción de Zambrano, acaso la mejor de este tiempo (“es una mujer joven y atrayente, de estampa distinguida, de maneras suaves, de fino perfil y de cuerpo frágilmente femenino. […] se advierte en ella un no sé qué de persuasivo, de místico, y casi de doloroso. La revolución ha ejercido una profunda influencia en su espíritu”), y continúa con los temas tratados según la dinámica preguntarespuesta. Hablan de Unamuno, que acaba de morir3, de su función educativa (Zambrano se define con insistencia como “maestra”), del papel de la mujer en la guerra (un tema de interés recurrente, como veremos después) y más en general en la cultura y en la forma de vida españolas, del aristocratismo del pueblo español y de algo que late como diferencia hispánica respecto de Europa. Son respuestas precisas, claras, inteligentes y pasionales, que bordean la tragedia española y buscan no caer en los lugares comunes que tanto se repetían entonces. Ideas que desarrolla por escrito y entrelaza en los artículos chilenos (vid. más adelante el censo de publicaciones chilenas de Zambrano en el apartado A modo de conclusión).
Al poco de llegar a Chile, en el número de diciembre de la revista La Mujer Nueva, órgano de difusión del Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile, Zambrano publicó un artículo titulado “La mujer en la lucha española”4. El artículo fue oportunamente rescatado por Soto García (2005, 166-168) y sucesivamente incorporado por Sánchez Cuervo entre los escritos de la guerra civil en el primer volumen de las Obras completas de Zambrano (2015, 299-301). El artículo que aquí editamos (Apéndice II) lleva curiosamente el mismo título5, “La mujer en la lucha española”, y se publicó al poco del otro en el número correspondiente a los meses de enero-febrero de la revista Acción Femenina. Aunque coincidan los títulos y ambos aborden la misma temática, si bien cada uno a su manera, hay que decir que se trata de dos artículos distintos. El nuestro se disponía en tres páginas (de la 4 a la 6), llevaba dos entradillas, una más extensa que otra, y una foto con pie de la autora (acaso la primera publicada en Chile sólo de ella). Tanto en el sumario de la revista como en el artículo Zambrano aparece como “María Zambrano de Aldaves”, un error poco significativo a no ser porque denota la dependencia marital de la mujer, algo que choca con el horizonte más marcadamente feminista que la revista se había dado en esos años.
Acción Femenina era el órgano de difusión del Partido Cívico Femenino y había empezado su andadura en 1922. Con los años fue radicalizando su discurso, generalmente en función de los cambios en la dirección de la revista y de la situación política del país (Montero 2018, 217). Los años de la guerra civil española son, sin duda, los de su mayor politización y radicalismo, hasta el punto que desaparecieron las secciones típicas de las revistas femeninas (moda, hogar, etc.). Fue la dirección de Lily Santander la que operó este giro, que coincide en el tiempo con la colaboración de Zambrano. La figura de referencia de la revista fue Amanda Labarca (1886-1975), pionera del feminismo chileno, sin duda, pero de una generación distinta a la de las más jóvenes Elena Caffarena (1903-2003) y Marta Vergara (1898-1995), fundadoras ambas, entre otras, del Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile y de la revista La Mujer Nueva, una diferencia que no tenía tanto que ver con las ideas sobre la mujer y el feminismo, sino con la acción, con la forma de la acción, que una y otras pensaban que las mujeres debían llevar a cabo en la lucha por sus derechos: con una orientación más política en Labarca y más hacia la movimentación cívica en Caffarena y Vergara.
Pero el caso es que la guerra civil española también iba a incidir en el desarrollo del feminismo chileno, casi podría decirse que fue un catalizador, pues no sólo mitigó las diferencias entre las distintas sensibilidades feministas, sino que sobre todo promovió su convergencia en el más amplio horizonte intelectual del antifascismo6. Y es por ahí por donde entra a colaborar Zambrano, y lo hace con unas y con otras, sin que para ella hubiera ninguna distinción entre La Mujer Nueva y Acción Femenina. Es obvio que por edad y sensibilidad Zambrano está más cerca de Caffarena y de Vergara (de hecho con Caffarena fueron amigas, y fue una amistad que cultivaron con sus respectivos matrimonios, los Rodríguez AldaveZambrano y los Jiles-Caffarena).
No hay nada de extraño en las colaboraciones de Zambrano con el feminismo chileno, más bien todo lo contrario, pues de hecho ella desde bien temprano asumió como rasgo distintivo de su generación la lucha por la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer (vid. los artículos de 1928 publicados en El Liberal, en Zambrano 2007 a), pero conviene circunscribir bien esta colaboración para no llamar a engaño. Porque lo cierto, a juzgar por el volumen de los artículos chilenos de Zambrano (vid. más adelante el censo antes citado), es que ella no quiso quedar atrapada en el horizonte de la lucha feminista en Chile, ni tan siquiera en el del apoyo del feminismo chileno a la causa republicana en la guerra de España, aunque es aquí donde ella converge bajo la bandera común del antifascismo, bien sea en las páginas de La Mujer Nueva o en las de Acción Femenina, sino que desde el principio de su llegada a Chile buscó horizontes más amplios (así, por ejemplo, la revista Onda Corta en Defensa de la Cultura o el diario Frente Popular), y en cuanto tuvo ocasión y pudo buscó incluso superar el horizonte chileno para afirmarse en una dimensión más latinoamericana (vid. sus colaboraciones en el diario Crítica de Buenos Aires, en Martin 2022 b y 2024 b).
Hay que decir también que el interés por el rol de la mujer española en la guerra estaba muy extendido en el campo cultural chileno, sobre todo en los primeros meses de la guerra. Nótese, por ejemplo, que La Mujer Nueva, en el número de octubre de 1936, es decir, antes de que Zambrano llegara a Chile, publicaba dos artículos, uno de Malvaloca, “La lucha heroica de la mujer española”, y otro de Raquel Bello, “¡Mujer de España!”, y en el de noviembre otros dos de autores españoles, uno de La Pasionaria, “Las mujeres en el frente”, y otro de Antonio Zozaya, “Heroínas”, al que se añadía una poesía de Winett de Rokha dedicada a “La Pasionaria”. Muy significativo es también el artículo que publicó en esta misma revista en el número de marzo de 1937 Marta Vergara, “Elegía a la mujer española”, y también el de Basilio Álvarez en el diario Frente Popular, “La mujer en la guerra” (15 de marzo de 1937). Por su parte, Acción Femenina dedicó un amplio reportaje en su número de marzo de 1937 al “Homenaje a la mujer española” que se llevó a cabo en el Teatro Recoleta de Santiago el domingo 21 de marzo7. Detalles todos ellos que dejan claro ese interés del campo cultural chileno por la figura de la mujer española durante la guerra. Lo cual se trae aquí a colación para entender mejor esos artículos de Zambrano sobre la mujer española durante la guerra: nada tendría de extraño que, ante el interés chileno, los artículos fueran un encargo de las dos cabeceras que los publicaron (porque, como queda dicho, Zambrano enseguida pasó a abordar otras temáticas en sus colaboraciones de prensa, en las que siguió hablando de la mujer, claro está, pero desde un horizonte más amplio, como era el de la guerra contra el fascismo internacional, y sin reducirse a mera lucha de reivindicación feminista).
Digamos enseguida que lo que aquí se ofrece es una posible atribución, a Zambrano en primera hipótesis y a Rodríguez Aldave en segunda, de dos artículos firmados por Ana Carabantes publicados en el diario Frente Popular de Santiago de Chile los días 20 y 27 de febrero de 1937: respectivamente titulados “Cultura popular” y “El problema de la instrucción primaria” (Apéndice III). Hasta donde esta investigación ha podido llegar, de la firma de Ana Carabantes no hay más noticia en el campo cultural chileno, ni en Frente Popular ni en otros diarios de la época. Es, pues, una firma que, tras dos publicaciones, desaparece, por lo que cabe pensar que se trate de un nom de plume.
Carabantes es un apellido fácilmente reconducible a la familia de María Zambrano. Es, en efecto, parte final del segundo apellido de su padre, Blas Zambrano García de Carabantes, primero de su abuela paterna, Águeda García de Carabantes López (Mora 1998). A ello se añade que en 1986, concretamente el 1 de junio, nuestra Zambrano, de regreso en España tras cuarenta y cinco años de exilio, publicó en el periódico madrileño Diario 16 un artículo que llevaba por título precisamente “Ana de Carabantes” (luego recogido en Zambrano 2009). Después, en el vol. VI de las Obras completas de Zambrano, se publicó también un texto que se conservaba entre los inéditos depositados en la Fundación María Zambrano: dicho texto lleva por título Cuadernos de Ana de Carabantes y en la ocasión fue datado “ca. mayo de 1964” (Zambrano 2014, 451). Tanto Gómez Blesa (Zambrano 2009, 316) como Ramírez (Zambrano 2014, 1263) coinciden en señalar el carácter heterónimo del personaje inventado por Zambrano con el nombre de Ana de Carabantes.
Es obvio que un heterónimo no es lo mismo que un pseudónimo, pero en cierto modo apuntan en dirección semejante, o concomitante, aunque uno lo haga de manera más radical que otro. También podría ser que algo pueda empezar como pseudónimo y desarrollarse luego como heterónimo: eso explicaría el cambio de estilo y escritura entre los artículos de 1937 firmados por Ana Carabantes, que son stricto sensu artículos de opinión, y los textos de 1964 y 1986 que Zambrano dedica a Ana de Carabantes, que en propiedad hay que calificar de “delirios”8.
Antes de la aparición chilena de Ana Carabantes, Zambrano había tenido dos entradas en el diario Frente Popular: la entrevista ya citada del 14 de enero de 1937, “Conversando con María Zambrano”, y un artículo del 22 de enero titulado “A los poetas chilenos de Madre España”. Con este artículo el diario se hacía eco del trabajo que Zambrano y Rodríguez Aldave estaban llevando a cabo al frente de la Editorial Panorama (Martin 2020 y 2022 b): Zambrano publicaba en el diario en forma de artículo un texto que había salido ya o estaba a punto de salir como epílogo al libro de homenaje de los poetas chilenos a la causa republicana española (Madre España, Santiago, Panorama, 1937). Esta misma práctica se repetiría con otros libros de Panorama en los que estuvo implicada Zambrano: así, de la Antología de García Lorca (Santiago, Panorama, 1937) publicaría como artículo “La vida de García Lorca” (Frente Popular 12 de abril de 1937), que en el libro aparecía como nota biográfica final; del Romancero de la guerra española (Santiago, Panorama, 1937) publicaría un artículo homónimo (Frente Popular, 3 de mayo de 1937) resultado de una reducción de su introducción al libro9. Publicaría también “La Hora de España” (Frente Popular, 31 de marzo de 1937), artículo que había publicado ya en el diario Crítica de Buenos Aires el 21 de marzo de 1937 y que después pasaría a integrar la segunda parte de Los intelectuales en el drama de España (Santiago, Panorama, 1937), a la sazón conocido como su “libro chileno”10. Hay otras publicaciones, como se verá, por ejemplo la conmemorativa de la proclamación de la República española, “La intelectualidad española y la República” (Frente Popular, 14 de abril de 1937), pero es fácil observar una estrecha relación entre la actividad de Zambrano en Panorama y los artículos que publica en Frente Popular: como si en el diario se hubiera (o le hubieran) propuesto publicar textos que iban a acompañar a los libros de Panorama, una suerte de publicidad encubierta que en apariencia se ocupaba de literatura y no directamente de política (téngase en cuenta que los artículos de carácter más político los publicará fuera de Chile, en el diario Crítica de Buenos Aires, un modo de evitarse problemas con las autoridades chilenas dada la función diplomática de su marido).
No es improbable, pues, que detrás de la firma de Ana Carabantes se esconda la autoría de María Zambrano. Ambos artículos suponen un riesgo mayor que el único que había publicado hasta entonces en Frente Popular, “A los poetas chilenos de Madre España”, pues aunque tratan dos temas generales, como son la cultura popular y la instrucción primaria, y lo hacen sin descender de preciso a ningún contexto concreto, es obvio que podía verse en ellos una crítica implícita a la política cultural y educativa del gobierno chileno. En ellos, además, sobre todo en el segundo, cobra cuerpo y se sustancia la voluntad de Zambrano de definirse en Chile como “maestra” (vid. Apéndice I).
De la cultura popular Zambrano se ocuparía por extenso en las introducciones a la Antología de García Lorca y al Romancero de la guerra española (Zambrano 2015, 381-391 y 453-456), y lo hizo contraponiéndose a un artículo de su amiga Rosa Chacel publicado en el primer número de la revista Hora de España (enero de 1937), “Cultura y pueblo”, artículo muy celebrado que levantó un cierto debate alrededor de la nueva escritura de romances en la guerra. No es difícil ver la conexión del primer artículo de Ana Carabantes con el fondo del artículo de Chacel, aunque no se la cite (sí lo hará Zambrano en la segunda de las introducciones apenas citadas), incluso podría decirse que es, desde el mismo título, “Cultura popular”, una respuesta a la separación que establece Chacel entre los dos términos de su título11.
El segundo de los artículos de Ana Carabantes se conecta bien con la cultura institucionista de la que Zambrano estaba ampliamente imbuida y de la que su padre era un fiel exponente y defensor. Y quizá pueda verse también un homenaje a la madre, Araceli Alarcón, quien siempre se desempeñó como maestra de primaria. Es claro que su escritura en Chile no siguió por estos derroteros y que en marzo publicaría en el diario Crítica de Buenos Aires los cuatro artículos que acabarían conformando la segunda parte de Los intelectuales en el drama de España, que son de muy otro signo y con los que lograba esa ampliación de horizonte que se decía en el apartado anterior, pero no conviene olvidar que el problema de la educación fue muy sentido por Zambrano (prueba de ello son los escritos recogidos en Zambrano 2007 b), cosa que hace razonable y posible una incursión de su escritura chilena en ese terreno.
Con todo, no puede determinarse con certeza que Ana Carabantes esconda el nombre de María Zambrano. Es posible, incluso bastante probable, pero tampoco puede descartarse que quien se esconda detrás de Ana Carabantes sea Alfonso Rodríguez Aldave, quien tenía gusto por la escritura (vid. Apéndice VI y después) pero estaba sometido a los usos consuetudinarios de la actividad diplomática, más aún en tiempo de guerra y en Chile, donde el gobierno de Alessandri Palma mostraba claramente su simpatía por los militares rebeldes en la guerra de España. Es posible, pues, también, que Zambrano ofreciera a su marido ese nom de plume que ella ya tenía en la cabeza y acaso en la intención de su escritura y que desarrollaría más adelante añadiendo una preposición al apellido Carabantes. Tampoco tendría nada de extraño, pues como dice Madeline Cámara, la colaboración y sintonía entre ambos en esta época es total y no conoce límites: juntos están en la fundación de la Alianza de Intelectuales Antifascistas al poco de empezar la guerra, juntos van a Chile, juntos crean la Editorial Panorama y juntos, como pareja, ofrecen la imagen de una nueva juventud española.
En la imprescindible “Bibliografía de María Zambrano” de Cruz Ayuso –muy seguida y muy poco citada– se da cuenta de un artículo titulado “El fascismo y el intelectual en España” publicado en la revista Pan (n. 119, 1937, pp. 14-17). Todo correcto, aunque falta dar la localización de la revista, cosa que sí hace Sánchez Cuervo en su edición de Los intelectuales en el drama de España y otros escritos de la guerra civil incluida en el primer volumen de las Obras completas de Zambrano (2015, 880 n. 27): Buenos Aires. Añade éste último parte del subtítulo de la revista, pero curiosamente lo deja incompleto, y en la indicación del número de páginas comete un error. Dice también que el artículo se corresponde con uno de los capítulos de la primera parte de Los intelectuales en el drama de España, cosa cierta, sin duda, pero si a los errores señalados se suma que no anota variantes entre el capítulo del libro y el artículo, ni dice cuál de los dos se publicó primero, todo ello hace que no sea imposible pensar que nunca vio el susodicho artículo.
Damos a continuación su exacta referencia bibliográfica: M. Zambrano, “El fascismo y el intelectual en España”, Pan. Síntesis de toda idea mundial (Buenos Aires), n. 119, 14 de julio de 1937, pp. 14-17. Hay que decir que todo el número de la revista estaba dedicado a la conmemoración del primer año de la guerra de España (“1936 Julio 1937. Número especial dedicado a España Leal”) y que, además de Zambrano, colaboraban también, entre otros, Manuel Chaves Nogales, Marcelino Domingo, Guillermo Ferrero, Vicente Sáenz y Ángel Gaos. El artículo de Zambrano se corresponde con el tercer capítulo de su libro Los intelectuales en el drama de España, que a la sazón había salido el mes anterior a la publicación del número monográfico de la revista. Dada la dificultad material de localización del susodicho artículo se ha decidido editarlo también aquí (Apéndice IV), sobre todo en aras de futuros trabajos de edición del libro chileno de Zambrano.
No era la primera vez que Zambrano publicaba en esta revista (y esto es un dato desconocido hasta ahora), pues ya había aparecido en ella el artículo “Unamuno y su contrario”, con anterioridad publicado en la revista chilena Onda Corta en Defensa de la Cultura (n. 4, 6 de enero de 1937). Damos también aquí el detalle de esta nueva publicación: M. Zambrano, “Unamuno y su contrario”, Pan. Síntesis de toda idea mundial (Buenos Aires), n. 95, 27 de enero de 1937, pp. 15-16. Este mismo detalle pone en evidencia una de las características de la revista: no se nutría de colaboraciones directas, sino que se componía con materiales ya publicados, cosa que hacía constar con una oportuna entradilla12.
Es poco lo que se sabe de esta revista, generalmente desatendida en los estudios sobre la prensa argentina, quizá por el hecho apenas apuntado de hacerse con materiales no originales, aunque lo cierto es que tenía una muy amplia distribución en casi toda América y llegaba incluso a España13. Agradezco a Horacio Tarcus, director del Cedinci de Buenos Aires, el haberme ayudado a colocar la revista dentro del imperio editorial del magnate Natalio Botana14.
Nada dice la mancheta del equipo de redacción y ni tan siquiera consta el nombre del director. Hemos logrado este dato en un artículo del escritor brasileño Jorge Amado, conmemorativo de los primeros tres años de vida de la revista y publicado en el número del 27 de octubre de 1937 con el título de “Una revista para América”. Ni siquiera en este caso se trataba de un artículo original, pues se había publicado antes en la revista brasileña Boletim de Ariel, de Río de Janeiro, tal como dice la entradilla correspondiente de Pan. Es Amado quien revela el nombre del director: Emilio Rodolfo Biagosch, uno de los líderes de la lucha estudiantil en Córdoba que dio lugar a la llamada Reforma universitaria argentina, desempeñándose después como abogado en Buenos Aires. Amado cubre de elogios a la revista y destaca la novedad y el acierto de su método, que llama “de transcripciones de la prensa mundial”, siendo obvio que dentro de esas transcripciones había que incluir las traducciones de los artículos de otras lenguas, como es su propio caso15.
Destaca también, Amado, de la revista Pan, su compromiso y lucha por la libertad16, algo que aquí conviene matizar para evitar que esa lucha se confunda con la militancia comunista del joven escritor brasileño. No es así, en efecto, como resulta tanto de los artículos y autores que selecciona para su publicación como de los periódicos y revistas de los que selecciona. Pereyra (1996, 289), en su ficha sobre la revista, la define de ideología liberal, aunque también en este caso conviene matizar y decir que no se trataba del liberalismo como ideología, sino como posicionamiento político amplio de defensa de la democracia y rechazo del antifascismo17. Esa unión es su identidad y hay que verla como un signo de la época.
Es claro que es en ese horizonte antifascista de defensa de la democracia que publica Zambrano en Pan (aunque sería más justo decir que la seleccionan). Sus dos artículos encajan bien, el primero por la urgencia de dar cuenta de la muerte de Unamuno –tal vez la figura española con mayor renombre internacional entonces– con un artículo que pusiera énfasis en su legado intelectual y en sus contradicciones políticas, y el segundo como reconocimiento por su labor como propagandista de la causa republicana y por el libro que acababa de publicar en Chile. Nótese que es probable que cuando publicaron su primer artículo en Pan no supieran bien quién era Zambrano (más bien era la atención que la redacción dedicaba desde su aparición a la revista chilena Onda Corta en Defensa de la Cultura), aunque en el segundo ya sí, desde luego, pues entremedias Zambrano había colaborado con el diario Crítica y se había ganado la consideración de las publicaciones que giraban alrededor del magnate Natalio Botana (de las que Crítica es la principal y más importante, sin duda, pero entre las que se cuenta también Pan). Y nótese también que, a diferencia de los artículos de Crítica, que nacieron como artículos y luego pasaron a ser capítulos de libro (Martin 2022 b), el de Pan fue antes capítulo de libro que artículo de revista.
La prensa chilena y argentina se hicieron eco del viaje de Natalio Botana a Santiago en febrero de 1937. El diario Frente Popular, por ejemplo, dio noticia con foto y pie: “Natalio Botana, Director de Crítica de Buenos Aires, que hoy regresa a su patria”18. Es claro que la visita del magnate de la prensa rioplatense no podía pasar inobservada: era un viaje de negocios y estudio del terreno acaso con la intención de abrir una sede en Santiago (Abós 2001). En ese viaje hubo de visitar la Embajada de España, pues a Rodrigo Soriano le unía una sincera amistad lograda en sus años de exilio en Montevideo durante la dictadura de Primo de Rivera. Recuérdese que Soriano había sido desterrado a Fuerteventura con Unamuno y que juntos protagonizaron la fuga rocambolesca en barco hacia Francia, donde permanecería Unamuno, mientras que él se trasladó a Uruguay. Nótese, además, que el periodismo de Soriano (recuérdese su época como editor del diario El Pueblo que dirigía Blasco Ibáñez) casaba bien con el sensacionalismo y el populismo que Botana promovía desde Crítica, cosa que sin duda favoreció su inserción en el diario porteño durante su exilio (Martin 2022 b).
En esa visita de Botana a la Embajada de España, en cierto modo privada, por la antigua amistad, pero también pública, pues Crítica era la cabecera sudamericana más importante y de mayor difusión (con tirada media de tres cientos mil ejemplares diarios) con cuyo apoyo contaba la causa republicana en la guerra de España, debió de conocer a Zambrano. Y en ella o en alguna cola de ella debió de gestarse la colaboración de Zambrano en el diario de Botana. Hay que reconocer –obvio es– que tal colaboración advino como fruto de la trama eficaz de relaciones que Soriano supo tejer en favor de la causa republicana.
Zambrano estaba publicando entonces los artículos de Ana Carabantes (20 y 27 de febrero), y hay que suponer, tal vez imaginar, que el encuentro con Botana y la intermediación de Soriano acabaron resolviendo el posible problema diplomático que los escritos de Zambrano podían plantear en la relación de la Embajada con el gobierno chileno. De hecho, ya desde primeros de marzo, Zambrano empieza a colaborar en Crítica (Martin 2022 b), y lo hará con cuatro artículos que iban a acabar conformando después la segunda parte de Los intelectuales en el drama de España: “Los Intelectuales en la Lucha de España” (5 de marzo), “Los Intelectuales en la Guerra Española” (6 de marzo), “Carta al Dr. Marañón” (20 de marzo) y “La Hora de España” (21 de marzo)19.
Después esa colaboración se interrumpe, pero hay que decir que acaso fuera por exceso de trabajo de la propia Zambrano, pues desde finales de marzo y durante todo el mes de abril, además del quehacer editorial que llevaba directamente en Panorama20, participó en numerosos actos públicos, a veces con discurso, como son, por ejemplo, el ya citado Homenaje a la Mujer Española, el I Congreso de Escritores chilenos21 y la conmemoración del sexto aniversario de la proclamación de la República española, en la que la Embajada se volcó y no regateó esfuerzo ninguno. Y tal ajetreo precipitaría a finales de abril (la noticia se hizo pública en la prensa chilena a principios de mayo) con la llamada a filas de la quinta de Rodríguez Aldave y la consiguiente necesidad de la joven pareja de preparar el viaje de vuelta a España y dejar terminadas con cierta urgencia algunas cosas pendientes (entre las que se encontraba el libro Los intelectuales en el drama de España).
Se entiende, pues, que se interrumpiera esa colaboración de Zambrano con el diario Crítica. Pero lo cierto es que después siguió, aunque sólo por un breve período y esta vez desde España. Se trata de dos artículos de nuevo publicados en el diario porteño durante el mes de agosto de 1937: “La inteligencia del mundo está junto a la España leal” (2 de agosto de 1937, p. 7) y “Sobre la tierra de muerte en Madrid brotaron flores de paz” (12 de agosto de 1937, p. 7).
Del primero de ellos cabe decir que se conocía parcialmente, pues sucesivamente a la publicación en Crítica se publicó también en la revista chilena Ercilla, si bien se trataba de una versión reducida. El artículo mutilado de Ercilla había sido dado a conocer por Soto García (2005, 187-189) y después como tal fue incluido en Zambrano (2015, 316-319). El artículo completo ha sido editado recientemente en la revista Bajo Palabra (Martin 2023).
El segundo de ellos se rescata y edita aquí (Apéndice V), y hay que decir que, como en el caso anterior, también se publicó después en Chile, aunque esta vez de manera completa (hay ligeros cambios en la interpunción que no pueden considerarse variantes de autor): en efecto, se publicó también en el diario Frente Popular el 31 de agosto de 1937, en la edición de Santiago, y se replicó después en la de Valparaíso el 2 de septiembre de 1937 (respectivamente en las páginas 3 y 2).
Del segundo artículo cabe decir que está estrechamente relacionado con el primero, y, aunque no conforman una serie, sí puede decirse que están escritos desde un mismo horizonte intelectual y desde una misma situación vital: tal vez uno tras otro y desde la honda emoción que el viaje de Valencia a Madrid en ocasión del II Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura dejó en Zambrano22. Si el primero era una reseña de este II Congreso de Escritores y hacía hincapié en los valores del antifascismo (Martin 2023), el segundo se recogía en una suerte de meditación íntima y reflexión doliente y acendrada sobre los efectos devastadores de la guerra ante el paisaje desolado de las ruinas de Madrid. Es de resaltar su belleza, su carácter empático y su hondo lirismo, donde acaso no pueda dejar de verse un ejercicio práctico de la razón poética en marcha, abriéndose al final, de manera simbólica, a la humana dimensión de la esperanza.
Son de destacar también las dos referencias chilenas del artículo: la Casa de las Flores era, en efecto, la casa de Pablo Neruda en Madrid, en el barrio de Argüelles, muy cerca del frente de combate; la cita del discurso del muchacho de las Escuelas Alerta en el Congreso de Escritores, recogida también por Alberto Romero y elevada a emblema en el título de su libro (1938, 188-189).
Es claro que ambos artículos de Crítica, como otro de la misma época publicado en la revista Tierra Firme (Cruz Ayuso 2004, 233), se inscriben dentro del horizonte de propaganda propio de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, a la que Zambrano y Rodríguez Aldave pertenecen desde su fundación a los pocos días de empezar la guerra.
De las colaboraciones de Zambrano en esta revista chilena dieron cuenta –sin editarlas– Sánchez Cuervo y Hernández (2014). Aquí editamos (Apéndice VI) el único artículo encontrado hasta ahora publicado en Chile por Rodríguez Aldave: “Pobre D. Miguel de Unamuno!!”, Onda Corta en Defensa de la Cultura, n. 5, 22 de enero de 1937, p. 4 (el índice de la primera página da como título “El Pobre don Miguel de Unamuno”, y el número de la revista lleva fecha de 1936, lo que es sin duda errata).
La revista tuvo una vida muy breve, apenas tres meses de diciembre de 1936 a marzo de 1937 en los que logró imprimir seis números23. Llama la atención que Zambrano colaborara en tres de ellos24 y Rodríguez Aldave en otro distinto, lo que sin duda prueba la fuerte relación del joven matrimonio con la revista. Nótese, además, que el primer número, en el que ya aparece un artículo de Zambrano, se publica el 15 de diciembre de 1936, es decir, cuando Zambrano y Rodríguez Aldave no llevaban ni tan siquiera un mes en Chile (Soto García 2005, 53). El editorial de ese primer número, titulado “Explicación y saludo”, permite aclarar este punto, pues liga el nacimiento de la revista al horizonte antifascista que se sustanció a partir del I Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, celebrado en París el 21-25 de junio de 1935. De ese mismo horizonte antifascista surgió en Madrid a los pocos días de empezar la guerra civil la Alianza de Intelectuales en Defensa de la Cultura (mejor conocida como Alianza de Intelectuales Antifascistas), entre cuyos fundadores, como se sabe, se encontraban Zambrano y Rodríguez Aldave25. Era, pues, la bandera de la “defensa de la cultura” en clara clave antifascista la que la revista chilena se proponía levantar y ondear con su acción, en cierto modo y salvando las distancias de manera semejante a lo que en poco iba a hacer Hora de España (principal revista de la Alianza de Intelectuales Antifascistas en la que Zambrano colabora desde Chile y a cuya redacción se integrará desde su regreso, vid. Martin 2023). Y bajo esa bandera, que tenía una clara vocación internacional, se encontraron y convergieron Zambrano y Rodríguez Aldave con la sección chilena de la Liga para la Defensa de la Cultura, fundada en Santiago en diciembre de 1935 y cuyo órgano de expresión iba a ser, a un año de distancia, la revista Onda Corta en Defensa de la Cultura.
Bastaría esto para explicar la presencia de Zambrano y Rodríguez Aldave en la revista, pero acaso quepa añadir un detalle que, sin dejar de ser intelectual, acaso pueda ser también personal. La mancheta de la revista carece de indicación del director, algo, por lo demás, frecuente entre las revistas antifascistas de la época26, pero suele señalarse a Ricardo Latcham como su alma y motor principal. Latcham estuvo exiliado en España (1927-1929) durante la dictadura de Ibáñez del Campo, primero en Barcelona y luego en Madrid. En esta última estudió con Américo Castro, principalmente literatura medieval y castellana, a la vez que seguía con mucho interés los logros y desarrollos de aquella nueva filología que promovía el Centro de Estudios Históricos (Hernández 1985, 12)27. Es fácil imaginar que se acercara también a las clases de Ortega y Gasset, incluso que siguiera alguno de sus cursos, donde acaso pudo conocer a la joven Zambrano. Es una hipótesis, pero debe tenerse en cuenta que la Zambrano de 1928 es una estudiante activa y comprometida en los ambientes universitarios que buscaban una salida democrática a la dictadura de Primo de Rivera, conocida además por los artículos publicados en el diario El Liberal con los que se erigía en voz representativa de la nueva juventud española (Zambrano 2007 a). Puede que se conocieran, tenían además la misma edad (Latcham había nacido en 1903), o puede que no; puede también que, sin conocerla de persona, Latcham supiera quién era Zambrano, hubiera oído hablar de ella o la hubiera leído incluso. Es posible, pero esta investigación no puede avanzar más hacia la certeza.
Lo que sí puede decirse con certeza es que, de regreso a Chile, Latcham obtuvo por oposición la cátedra de literatura española de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad de Chile, convirtiéndose en una figura de referencia para las nuevas relaciones que habían de instaurarse entre la joven República española y la de Chile. En 1933 estuvo entre los fundadores del Partido socialista chileno, aunque acabaría abandonándolo por discrepancias en el equilibrio de partidos del Frente Popular y dando vida a la escisión que llevaría a la Unión Socialista y a la Alianza Popular Libertadora. Pero eso fue después, a partir de 1938, y aquí nos interesa el Latcham de los años 1936 y 1937, cuando Zambrano y Rodríguez Aldave llegan a Chile y la revista Onda Corta para la Defensa de la Cultura está a punto de ver la luz. Ese Latcham (quien ya había publicado tres de sus libros mayores: Chuquicamata estado yankee, 1926; Itinerario de la inquietud, 1931; Vida de Manuel Rodríguez, 1932) es entonces una figura central en la vida cultural y política chilena: en las elecciones municipales de 1935 había sido elegido regidor en Santiago, y en las parlamentarias de marzo de 1937 saldrá elegido diputado por el distrito metropolitano de Santiago (Araneda Bravo 1966, 3035). Tal detalle, la elección como diputado, coincide en el tiempo con la publicación del último número de la revista Onda Corta, por lo que cabe pensar que ambas cosas estén relacionadas28.
Si desde su regreso del exilio fue convirtiéndose en una figura de referencia chilena para las cosas españolas, como queda dicho, desde el estallido de la guerra civil se advierte en él un creciente acercamiento a la Embajada de España y un apoyo decidido a la varia actividad de propaganda que estaba poniendo en pie Rodrigo Soriano (nótese, por ejemplo, la reseña de Latcham del libro que Soriano hacía poco había reeditado en Chile, España bajo el sable, publicada en el diario Frente Popular el 17 de diciembre de 1936, p. 2). En esa circunstancia hubo de conocer también a Rodríguez Aldave, pues desde su llegada a la Embajada se convirtió en eficaz brazo derecho del incansable Soriano (vid. Apéndices VIII.1 y VIII.2). Es poco probable que pudieran conocerse antes, pues en los años del exilio en España de Latcham Rodríguez Aldave no había llegado aún a Madrid, ciudad a la que se trasladaría en 1933 para preparar la oposición al cuerpo diplomático. Rodríguez Aldave era, además, siete años más joven que Zambrano, lo que sin duda pesa a la hora de avalar la posibilidad de que se conociera con Latcham en España.
Alfonso Rodríguez Aldave (1911-2008) era de Lesaca (Navarra) y pertenecía a una familia de tradición intelectual29. Desde muy joven se interesó por la poesía nueva española, lo que hoy llamamos Generación de 1927, y con su hermano Francisco, un año mayor que él y que como él haría luego la carrera diplomática, fundó la revista Atalaya, que editaban en Lesaca con notable cuidado y esmero y de la que salieron dos números, los correspondientes a los meses de diciembre de 1934 y de enero de 1935. En la portada de la revista los dos hermanos figuraban como editores: un detalle importante, éste, pues nos ayuda a entender mejor, después, la fundación de la editorial Panorama en Santiago de Chile. En Atalaya publica nuestro Rodríguez Aldave un ensayo que ya desde el título nos adentra en su universo mental: “La vuelta a Dios”. Dicho artículo empieza con una cita muy conocida de Ortega y Gasset30, de quien Rodríguez Aldave va a declararse discípulo (de hecho, el conocimiento con Zambrano advino en aquellas órbitas del orteguismo que se movían alrededor del maestro), y se adentra luego en un bien ponderado análisis de carácter histórico sobre el impacto del catolicismo en la conformación de la nación española. Y pasa después a dar voz a algo que era una incipiente y tímida protesta, o tal vez corrección, de una parte de la juventud orteguiana contra la desconsideración filosófica del maestro del fenómeno religioso (nótese que de ese mismo año es el artículo de Zambrano “Hacia un saber sobre el alma” publicado en Revista de Occidente): la “vuelta a Dios” de Rodríguez Aldave era también, en su personal trayectoria intelectual, una vuelta a Unamuno, al igual que en Zambrano y en Julián Marías, por ejemplo, es decir: un volver al problema de fondo de la filosofía unamuniana, algo que Ortega, con su razón vital, pensaba haber superado y dejado atrás. Ese “volver a Dios” después de la “muerte de Dios” iba a caracterizar a la inteligencia española que se iba a sentir representada por la revista Cruz y Raya, de José Bergamín, figura muy querida y respetada tanto por Zambrano como por Rodríguez Aldave31. Y Bergamín, como reconoce el artículo de Rodríguez Aldave que aquí editamos, era considerado el mejor de los discípulos de Unamuno32.
No tiene nada de extraño, pues, que Rodríguez Aldave decidiera romper el silencio editorial que le imponía la prudencia de su cargo diplomático y escribiera un artículo para publicar en Onda Corta en Defensa de la Cultura. No un artículo político, claro está, sino personal, aunque lo personal en este caso arrastraba la política. Es expresión de una desilusión, la de quienes la “vuelta a Dios” la hicieron en compañía de Unamuno, en la honda meditación de sus lecturas juveniles, quienes en su obra encontraron, frente al tradicional catolicismo español, una declinación moderna del espíritu religioso y de la vivencia del cristianismo33. Desilusión que es personal, sin duda, pero que da voz también a una generación de cristianos progresistas –así se decían ellos mismos– que primero lo sintieron como maestro y luego sintieron que los había abandonado.
Por lo demás, el campo cultural chileno –como el mundial– demandaba escritos sobre Unamuno ante la repentina noticia de su muerte (noticia que se difundió oscura y llena de díceres y misterios) y de consecuencia la prensa de la época se llenó de artículos y notas (en general marcados por la división en dos bandos que había creado la guerra). Breve muestra: Ricardo Latcham, “Nota sobre Unamuno”, Atenea, n. 139, enero de 1937 (antes había reseñado en esta misma revista el libro de César González Ruano, Vida, pensamiento y aventura de Miguel de Unamuno, n. 67, 1930); Pablo de Rokha, “La obscura lección de Unamuno”, Frente Popular, 15 de febrero de 1937; Alberto Ghirardo, “Unamuno”, España Nueva, n. 8, 9 de enero de 1937; José María Souvirón, “Miguel de Unamuno”, Presente, n. 25, 15 de enero de 1937, y “Genio y figura hasta la sepultura de Don Miguel de Unamuno”, Hoy, n. 272, 4 de febrero de 1937; Alfonso Hernández Catá, “Don Miguel de Unamuno era hombre del más noble metal”, Zig-Zag, 8 de enero de 1937; “Ha muerto Miguel de Unamuno”, Ercilla, 4 de enero de 1937 (sin firma); “Unamuno”, La Opinión, 8 de enero de 1937 (sin firma).
La prensa más afín a la Embajada de España dio cuenta del homenaje que la intelectualidad chilena brindó al matrimonio Rodríguez Aldave-Zambrano como despedida ante su regreso a España. La razón del regreso también había trascendido a la prensa. El diario Frente Popular daba noticia en su edición del 6 de mayo de 1937 con un gran titular y una fotografía de Rodríguez Aldave: “El Secretario de la Embajada de España ha sido llamado al Frente de Batalla” (la foto llevaba en el pie sus apellidos y en la parte superior la palabra “movilizado”). La noticia tenía la siguiente entradilla: “Rodríguez Aldave recibirá grandes homenajes populares antes de su partida. Lo acompañará su esposa la escritora María Zambrano”. En el cuerpo de la noticia se anunciaban algunos de estos homenajes, a los que también se ha referido Soto García (2005, 65). El más importante, o el que la prensa cubrió con mayor resalto, es al que hemos empezado haciendo referencia en este apartado: la cena del 10 de mayo ofrecida por la intelectualidad chilena al joven matrimonio como despedida. Se anunció en Frente Popular el 7 de mayo con el título de “Simpatía popular rodeará la despedida a Rodríguez Aldave y María Zambrano”, y en el cuerpo de la noticia se daba cuenta también de otros homenajes que a lo largo de aquel lunes 10 de mayo recibiría el joven matrimonio. También se anunció la cena-homenaje ese mismo día 10 de mayo en la primera página de La Opinión: “Manifestación a Rodríguez Aldave y María Zambrano de Rodríguez”. Llevaba la siguiente entradilla: “Se efectuará esta noche en el Restaurant de la Quinta Normal. La ofrecen en su honor, escritores, periodistas, políticos y amigos de esos diplomáticos y de la España leal. Las mujeres de Chile ofrecen un té en honor de María Zambrano”34.
Del homenaje dieron noticia al día siguiente, que era el de la partida del joven matrimonio35, los diarios La Opinión y Frente Popular, y lo hicieron en primera página y con la misma fotografía del banquete (que se veía muy numeroso). Los titulares eran, respectivamente, “Manifestación a Rodríguez Aldave y María Zambrano” y “Partieron Rodríguez Aldave y María Zambrano”. En Soto García (2005, 66) se reproduce la noticia de Frente Popular; la de La Opinión es sustancialmente la misma, pero añade algunos detalles de interés36. Y todavía el día 12 de mayo, el siguiente al de la partida, La Opinión seguía dando noticia en primera página y con sendas fotos de ambos: “Rodríguez Aldave y María Zambrano partieron ayer a España”. Allí se decía, entre otras cosas, que su viaje de vuelta a la patria haría escala en Buenos Aires37.
También dieron noticia de la partida las revistas Acción Femenina y La Mujer Nueva, respectivamente en sus números de mayo y julio de 1937. En ellas, por su condición feminista, el nombre de Zambrano adquiría mayor relieve. El título de Acción Femenina era “Rodríguez Aldave y María Zambrano a España”, y llevaba la siguiente entradilla: “María Zambrano es colaboradora de nuestra revista” (vid. en efecto Apéndice II)38. En La Mujer Nueva aparecieron dos artículos (“Adiós a María Zambrano” y “Palabras de nuestra Secretaria General, Elena Caffarena”), si bien con notable retraso respecto a la fecha de la partida, pero son bien interesantes porque en ellos se recogen en parte los discursos de Elena Caffarena y María Zambrano en ocasión del homenaje que ofrecieron las mujeres chilenas a esta última39.
Del repaso de la prensa de la época cabe concluir, pues, la imagen positiva y el impacto que tuvieron Rodríguez Aldave y Zambrano en los círculos progresistas chilenos afines al apoyo a la causa republicana en la guerra civil española. Un pequeño detalle: es fácil encontrar errores en sus nombres al principio de su estadía, pero luego ya no, prueba de su conocimiento y consolidación en los círculos intelectuales chilenos. Es claro que, al contrario de lo que sucede hoy, el equilibrio del matrimonio aparecía socialmente inclinado en favor de Rodríguez Aldave: ella era la “distinguida esposa de”, aunque fuera también escritora, intelectual, profesora, etc., y aunque también sea claro que Zambrano no ejerció nunca en Chile el papel de “esposa”, sino el de escritora e intelectual. Era un signo de la época y como tal hay que verlo y comprenderlo también. Porque, en cualquier caso, representaban un matrimonio moderno, en el que la mujer luchaba por sus derechos y el marido reconocía el valor de esa lucha. Por eso no debe de extrañarnos hoy que las entrevistas a Zambrano publicadas en la prensa chilena en enero de 1937 no estuvieran motivadas sólo por su personalidad e inteligencia y escritos de ella, sino también por el oportuno silencio diplomático que su marido se imponía (vid. Apéndice I). Y tampoco que, llegados a Buenos Aires, liberado ya Rodríguez Aldave de su cargo diplomático, a quien busque la prensa para hacerle una entrevista sea a él y no a ella, y esto a pesar de que ella había sido una colaboradora del diario que iba a publicar la entrevista.
Hay que notar, además, que Rodríguez Aldave había tenido una visibilidad muy pronunciada en la prensa chilena durante los actos conmemorativos del aniversario de la proclamación de la República española. Tanto La Opinión como Frente Popular dieron noticia en primera página durante varios días, en general con las fotos de Rodrigo Soriano y de Alfonso Rodríguez Aldave, a quien se elogió mucho por su eficacia e inteligencia.
De la entrevista cabe decir poco, pues ya se ha dicho de la relación con el diario Crítica y de la amistad entre Rodrigo Soriano y Natalio Botana (vid. apartado n. 5 y Martin 2022 b.). Sabemos que a Buenos Aires llegaron el 11 de mayo (habían salido del aeropuerto de Los Cerrillos de Santiago a las 9 de la mañana a bordo del avión Santa Elena de la compañía Panagra, Pan American-Grace Airways), y sabemos por la entrevista de Crítica (Apéndice VII) que de Buenos Aires zarparon rumbo a Valencia el 15 de mayo a bordo del buque Campana. La entrevista se publicó ese mismo día y hubo de hacerse en alguno de los anteriores: “Va a luchar por los Leales un Diplomático Español”, Crítica, 15 de mayo de 1937, p. 8. Del viaje de vuelta desde Buenos Aires a Valencia iba a dar cuenta Zambrano en su artículo “Españoles fuera de España”, publicado en Hora de España, n. 7, julio 1937 (Zambrano 2015, 274-278).
Este apartado es funcional a la presentación de los tres artículos que hemos seleccionado como muestra del impacto intelectual y humano de Zambrano y Rodríguez Aldave en el campo cultural chileno40. Tres son, en efecto, un buen botón de muestra, sobre todo porque desconocidos hasta ahora (Apéndice VIII) y porque se escriben y publican al final de su estancia chilena, lo que permite una valoración más completa de su labor en el país andino41.
El primero de ellos es el del poeta Pablo de Rokha, titulado “2 Figuras de España” y publicado en el diario La Opinión el 9 de mayo de 1937. De Rokha es considerado uno de los cuatro grandes de la poesía chilena, junto a Mistral, Huidobro y Neruda (Nómez 1988), un poeta en el que no es posible separar su estética y poética de su compromiso civil y político (Bisama 2020). Aquí ha salido ya su nombre varias veces, lo que pone de manifiesto su proximidad y cercanía con Rodríguez Aldave y Zambrano. Desde el inicio de la guerra de España hizo público su compromiso y apoyo a la causa republicana: su nombre aparece entre los primeros firmantes del manifiesto “Con España, con su gobierno y con su libertad están los intelectuales chilenos”, que abría el folleto Escritores y artistas chilenos a la España popular, publicado en Santiago en noviembre de 1936, importante porque acaso constituya el primer documento colectivo publicado en tal sentido42. Ahí mismo publicará su poema “Carta a España”, en cierto modo anticipador de “Imprecación a la bestia fascista”, uno de los poemas más representativos de De Rokha en estos años, con el que además colaboró en el volumen Madre España, primer libro de la editorial Panorama, fundada, como se sabe, por Rodríguez Aldave y Zambrano (2014, 713)43. Ya queda dicho también (vid. apartado 5) que De Rokha participó en el I Congreso de Escritores chilenos y resaltó en su reseña la intervención de Zambrano.
Destaca en el artículo de De Rokha su fuerza, la poderosa escritura, llena de inteligencia y empatía, con que traza la situación de la guerra en su consideración mundial y perfila las figuras de Rodríguez Aldave y de Zambrano. Que no sorprenda, por lo ya dicho, que el resalto corresponda a Rodríguez Aldave.
A quien también corresponde el segundo artículo (Apéndice VIII.2) ya desde su mismo título, “Rodríguez Aldave”, publicado sin firma en La Opinión el 10 de mayo de 1937. Aparece como editorial del diario y es la más clara muestra pública de la relevancia y el impacto que tuvo Rodríguez Aldave en Chile.
También el tercero de los artículos (Apéndice VIII.3) es un editorial sin firma, “Aldave y María Zambrano se fueron”, publicado en Frente Popular el 11 de mayo de 1937, el mismo día de la partida. También aquí hay empatía, como en el artículo de De Rokha, quizá más aún, pues el tuteo que se hace de los nombres así parece indicar, además de mostrar que se trata de una pareja y que en ella no había lugar para ninguna preeminencia: “María y Alfonso”, dice primero, y luego “Alfonso y María”. El tono del artículo y su mismo estilo denota trato personal, a diferencia del editorial de La Opinión, que rezuma respeto y admiración, pero sin la confianza de este otro. Es posible por ello, y es la hipótesis que aquí se avanza como más probable, aunque no pueda darse con certeza, que fuera escrito por Jorge Jiles Pizarro, director del diario Frente Popular, quien solía escribir cotidianamente los editoriales, y además esposo de Elena Caffarena, Secretaria General del Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile y redactora de la revista La Mujer Nueva. Ya queda dicho que hubo mucha sintonía y buena amistad entre ambos matrimonios. Del perfil intelectual de Jiles da cuenta Gallo Vargas (1999) y del de Caffarena: Poblete (1993), Jiles Moreno (2019) y Ossa Guzmán (2021). Jorge Jiles, a quien llamaban “el sabio Jiles” (Jiles Moreno 2019, 31) era abogado, como Caffarena (de hecho fueron compañeros de estudios y se casaron en 1929), miembro del Partido comunista y muy activo promotor del Frente Popular chileno44, sobre todo desde las páginas del diario homónimo, cuyo primer número salió el 1 de septiembre de 1936. El Jiles que conocen y tratan Rodríguez Aldave y Zambrano es un intelectual entregado en cuerpo y alma al diario Frente Popular.
No sabemos cuándo Zambrano se propuso escribir un libro sobre el problema de los intelectuales en la guerra de España. Es un tema que, en efecto, le interesa desde el inicio de la guerra y sobre el que hace una primera y muy temprana incursión en “La libertad del intelectual” (El Mono Azul, n. 3, 10 de septiembre de 1936, p. 2). Que el problema se lo llevó a Chile lo demuestra el hecho que su primera publicación chilena es precisamente este mismo artículo (España Nueva, n. 2, 28 de noviembre de 1936, p. 8), detalle, éste, importante y que resultaba desconocido hasta ahora. En Chile siguió dando vueltas al problema y una segunda incursión la llevó a cabo en los cuatro artículos publicados en el diario Crítica de Buenos Aires en marzo de 1937 (Martin 2022 b), los cuales pasaron luego a conformar los cuatro capítulos de la segunda parte del libro Los intelectuales en el drama de España. Se podría añadir aún uno más: “La intelectualidad española y la República” (Frente Popular, 14 de abril de 1937, p. 5). De este último hay que decir que fue conmemorativo del aniversario de la proclamación de la II República española y que Zambrano no lo incluyó después en su “libro chileno”.
El libro vio la luz hacia la segunda semana del mes de junio de 1937, cuando Zambrano ya había dejado Chile y de hecho aún no había llegado a España (el viaje de vuelta duró del 11 de mayo al 19 de junio), como parecen probar las fechas de publicación de las dos reseñas del libro que aquí editamos (Apéndice IX): eran reseñas “amigas”, claro está, que además de reclamar su valor pretendían darle difusión y venta, razón por la cual es presumible que la primera de ellas se publicara pocos días después de la publicación efectiva del libro. Aunque lo cierto es que el libro había empezado a anunciarse a la venta en la segunda quincena de mayo, poco después de la partida de Zambrano y Rodríguez Aldave, como ponen de manifiesto varios anuncios de prensa45. Ahora bien, hay un anuncio anterior, anuncio que no es de carácter comercial, sino que se da como anticipación de un libro que ha de publicarse en futuro, que resulta muy útil a la hora de reconstruir la génesis de Los intelectuales en el drama de España. Este anuncio (Apéndice IX.1) se publicó en Frente Popular el 12 de marzo de 1937, y consiste en la reproducción de unos cuantos párrafos sacados del segundo de los artículos de la serie publicada en Buenos Aires (Martin 2022 b), concretamente de “Los Intelectuales en la Guerra Española” (Crítica, 6 de marzo de 1937, p. 6). El primero había salido el día de antes, el 5 de marzo, y el tercero y el cuarto lo harían el 20 y el 21. Entre los dos primeros y los dos últimos de la serie saldría, pues, el anuncio del 12 de marzo en Frente Popular. Lo cual quiere decir que en la fecha del 12 de marzo Zambrano había decidido escribir ya ese libro, y, de consecuencia, que el libro no surge como agregación de artículos (cosa después frecuente en la Zambrano del exilio) sino con un plan preciso al que responde la escritura de los artículos. Puede que empezara a escribir los artículos de Crítica, todos ellos, ya con la idea del libro en la cabeza, o puede que esta surgiera mientras escribía los dos primeros, pero lo que es claro es que cuando se publican el tercero y el cuarto la idea del libro ya era operativa y estaba anunciada46.
Las dos reseñas de junio que siguen a la publicación efectiva del libro denotan buena lectura por parte de sus autores. La primera de ellas, “María Zambrano a través de su libro Los intelectuales en el drama de España”, aparece sin firma, mientras que la segunda, “En torno al libro de María Zambrano Los intelectuales en el drama de España”, lleva la firma de Yampier, seguramente un pseudónimo del que no hemos podido recabar mayores noticias, salvo que su firma aparece otras veces en Frente Popular y que debía de conocer personalmente a Zambrano, lo que se deduce de la referencia que hace a “María”47.
El “libro chileno” de Zambrano nunca volvió a editarse como tal, sino que en sus sucesivas ediciones siempre se le hizo acompañar, favorecido por su brevedad, de otros escritos de la época48. Pero esto, que tenía sentido en la edición de 1977, pues lo que hace Santonja es recuperar a una autora exiliada y poco conocida entonces en España, deja de tenerlo en las ediciones de 1998 y 2015, pues a la sazón Zambrano era ya una autora bien recuperada y su obra era suficientemente conocida y reconocida. Lo que se hace en estas tercera y cuarta ediciones es un verdadero atropello al “libro chileno”, pues su espíritu y singular alcance quedan diluidos dentro de volúmenes cuyo fin declarado o implícito es editar los escritos de Zambrano de la guerra civil (entre los que se pierde la singularidad del “libro chileno”). El despropósito mayor se alcanza en la edición de 2015, donde, además de incluir los escritos de Zambrano sobre la guerra civil conocidos hasta ese momento, el editor del caso se permite añadir obras que no son de Zambrano49, aunque Zambrano haya colaborado o las haya editado, como son las tres antologías publicadas en Panorama (la de García Lorca, la de Madre España y la del Romancero de la guerra española). Tal vez sea el momento de restituir al libro chileno en su pureza primigenia y llevar a cabo una edición que parta del riguroso respeto al texto.
Damos a continuación el censo actualizado con los resultados de esta investigación de las publicaciones chilenas de Zambrano: libros, ediciones y artículos. Por publicaciones chilenas en la prensa se entienden: a) los artículos publicados en revistas y diarios chilenos, b) los publicados en revistas y diarios argentinos pero escritos en Chile, c) los publicados en España y escritos en Chile. También se dan, por su indudable interés, las entrevistas realizadas a Zambrano, pero separadas de los artículos por tratarse de textos con distinto estatuto. El censo incluye la obvia e implícita la lección filológica que supone el carácter incompleto del propio trabajo: el futuro está abierto y habrá sin duda quien lo haga mejor, pero al día de hoy el resultado de esta investigación es el que de momento ofrece el censo más completo y exhaustivo.
Libro:
Los intelectuales en el drama de España, Santiago de Chile, Panorama, 1937, pp. 51; reimp.: Santiago, Panorama, 1937, pp. 50.
Ediciones:
Federico García Lorca, Antología, selección, introducción y notas de M. Zambrano, Santiago de Chile, Panorama, 1937; 2a. ed. aumentada: Santiago, Panorama, 1937 (la nota biográfica también se publicó como artículo de prensa, vid. punto 5).
Romancero de la guerra española, selección e introducción de M. Zambrano, Santiago de Chile, Panorama, 1937 (la introducción también se publicó en parte como artículo de prensa, vid. punto 5).
Capítulos de libro:
“A los poetas chilenos de Madre España”, epílogo a Madre España. Homenaje de los poetas chilenos, prólogo [y coord.] de Gerardo Seguel, Santiago de Chile, Panorama, 1937 (publicado también como artículo de prensa, vid. punto 5).
Entrevistas:
“La mujer española en la Revolución. Conversando con María Zambrano de Aldaves [sic], intelectual española, actualmente entre nosotros” (por Juan Carlos Aguirre), La Opinión (Santiago de Chile), 6 de enero de 1937, p. 3.
“Conversando con María Zambrano”, Frente Popular (Santiago de Chile), 14 de enero de 1937, p. 2.
Artículos:
“La libertad del intelectual”, España Nueva (Santiago de Chile), n. 2, 28 de noviembre de 1936, p. 8; con anterioridad se había publicado en El Mono Azul, n. 3, 10 de septiembre de 1936, p. 2.
“La mujer en la lucha española”, La Mujer Nueva (Santiago de Chile), n. 12, diciembre 1936, p. 6.
“La vocación de ser hombre”, Onda Corta en Defensa de la Cultura (Santiago de Chile), n. 1, 15 de diciembre 1936, p. 4.
“Unamuno y su contrario”, Onda Corta en Defensa de la Cultura (Santiago de Chile), n. 4, 6 de enero de 1937, p. 3; sucesivamente publicado también en Pan. Síntesis de toda idea mundial (Buenos Aires), n. 95, 27 de enero de 1937, pp. 15-16.
“A los poetas chilenos de Madre España”, Frente Popular (Santiago de Chile), 22 de enero de 1937, p. 8.
“La reforma del entendimiento”, Atenea (Concepción), n. 140, febrero 1937, pp. 115-124.
“La mujer en la lucha española”, Acción Femenina (Santiago de Chile), enero-febrero 1937, pp. 4-6.
Ana Carabantes, “Cultura popular”, Frente Popular (Santiago de Chile), 20 de febrero de 1937, p. 3.
Ana Carabantes, “El problema de la instrucción primaria”, Frente Popular (Santiago de Chile), 27 de febrero de 1937, p. 3.
“¡Madrid, Madrid!”, Onda Corta en Defensa de la Cultura (Santiago de Chile), n. 6, primera quincena de marzo de 1937, p. 4.
“Los Intelectuales en la Lucha de España”, Crítica (Buenos Aires), 5 de marzo de 1937, p. 7.
“Los Intelectuales en la Guerra Española”, Crítica (Buenos Aires), 6 de marzo de 1937, p. 6.
“Carta al Dr. Marañón”, Crítica (Buenos Aires), 20 de marzo de 1937, p. 4; sucesivamente publicada también en España Nueva (Santiago de Chile), n. 20, 3 de abril de 1937, pp. 8 y 11.
“La Hora de España”, Crítica (Buenos Aires), 21 de marzo de 1937, p. 2; sucesivamente publicado también en Frente Popular, 31 de marzo de 1937, p. 3.
“La vida de García Lorca”, Frente Popular (Santiago de Chile), 12 de abril de 1937, p. 5.
“La intelectualidad española y la República”, Frente Popular (Santiago de Chile), 14 de abril de 1937, p. 5.
“El español y su tradición”, Hora de España (Valencia), n. 4, abril 1937, pp. 23-27.
“El Romancero de la guerra española”, Frente Popular (Santiago de Chile), 3 de mayo de 1937, p. 7.
“¡Madrid!”, La Mujer Nueva (Santiago de Chile), n. 15, mayo 1937, p. 1.
“El fascismo y el intelectual en España”, Pan. Síntesis de toda idea mundial (Buenos Aires), n. 119 (núm. especial dedicado a la “España leal”), 14 de julio de 1937, pp. 114-117.
“La inteligencia del mundo está junto a la España leal”, Crítica (Buenos Aires), 2 de agosto de 1937, p. 7; una versión reducida de este artículo se publicó también en Ercilla (Santiago de Chile), n. 122, 27 de agosto de 1937, p. 9.
“Sobre la tierra de muerte en Madrid brotaron flores de paz”, Crítica (Buenos Aires), 12 de agosto de 1937, p. 7; sucesivamente publicado también en Frente Popular (Santiago de Chile), 31 de agosto de 1937, p. 3 (y luego replicado en la edición de Valparaíso de este mismo diario el 2 de septiembre de 1937, p. 2).
“La Alianza de Intelectuales Antifascistas”, Tierra Firme (Valencia-Barcelona), año II, n. 3-4, [1937], pp. 610-61250.
“La lucha en la mujer actual”, Frente Popular (Santiago de Chile), 10 de septiembre de 1937, p. 9.
“Españoles fuera de España”, Hora de España (Valencia), n. 7, julio 1937, pp. 59-62.
“La Tierra de Arauco”, Aurora de Chile (Santiago de Chile), n. 4, 18 de septiembre de 1938, pp. 7 y 15; con anterioridad se había publicado en Revista de las Españas (Barcelona), n. 102, junio de 1938, pp. 21-22.
“Pablo Neruda o el amor a la materia”, Aurora de Chile (Santiago de Chile), n. 16, 30 de noviembre de 1939, pp. 4-5; con anterioridad se había publicado en Hora de España (Barcelona), n. 23, noviembre 1938, pp. 35-42 [cit. por Hora de España XXIII, reimpresión anastática de 1974].
Damos a continuación, en apéndice, la edición de los materiales de prensa relacionados en el apartado 3 de esta introducción. La presente edición, que sigue un orden cronológico para cada uno de los autores (Zambrano y Rodríguez Aldave) y en los apartados dedicados a su recepción en el contexto chileno, corrige erratas y actualiza la acentuación, pero en lo que hace a los artículos de Zambrano no interviene en la interpunción, ni aun en casos de evidente incompatibilidad o de notable distanciamiento con los usos actuales, pues se ha considerado más importante, incluso necesario, sobre todo en esta fase y en aras de futuros trabajos de edición de esta parte del corpus zambraniano (con consiguiente fijación de textos), reproducir la forma textual filológicamente más exacta de los artículos en su publicación original. Tampoco se corrigen los errores en los cargos académicos atribuidos a Zambrano, o a su eventualmente referida vinculación diplomática, ni tan siquiera cuando se trata de los apellidos del marido que aluden a su condición de mujer casada, pues en su inexactitud todo ello da idea cabal del semblante preciso con que su figura fue presentada al público chileno. Por la misma razón, y porque los errores o desviaciones del original dan idea de la forma precisa de la recepción de los textos, en lo que hace a las reseñas del “libro chileno” de Zambrano, tampoco se han corregido las citas. Así mismo, cuando relevantes, damos en nota las entradillas y pies de foto que acompañan a los artículos, pues contribuyen de manera poderosa al trazado de la imagen chilena de nuestra autora. Las mínimas intervenciones de edición, necesarias para la justa comprensión de los textos, se señalan entre corchetes.
Esta investigación se llevó a cabo durante una estancia en la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile en los meses de marzo y abril de 2024. El resultado va dedicado en primer lugar a la generosidad de esta institución universitaria ejemplar, sobre todo a los amigos que en ella trabajan: al rector, Carlos Peña, al vicerrector, Cristóbal Marín, a la decana de la Facultad de Comunicación y Letras, Marcela Aguilar, al director de la Escuela de literatura creativa, Álvaro Bisama, de quien aprendí lo poco que sé de Pablo de Rokha, y a la titular de la cátedra de literatura española, Isidora Campano, amigos todos ya para siempre (difícil olvidar los almuerzos de los viernes, a los que solían sumarse Kurt Folch y Felipe Gana). También, a los sabios consejos de Cecilia GarcíaHuidobro y Alfredo Sepúlveda sobre la prensa chilena de los años 20 y 30 del siglo pasado, y a Carlos Ossandón y Thomas Harris por las conversaciones en la Biblioteca Nacional. Y a Alex Ibarra, que nunca deja de llevarme a sitios nuevos y esta vez además me habló del libro de Felícitas Valenzuela sobre Zambrano, que yo no conocía. También, claro está, a Cecilia Luna, por su compañía y ayuda. El paso por Buenos Aires fue más rápido, pero no puedo dejar de agradecer su ayuda a Laura Braga, directora ejemplar de la Hemeroteca en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de la República Argentina, a mis amigas desde hace ya muchos años Inés Viñuales y Marta Campomar, de la Fundación Ortega y Gasset Argentina, y a mis amigos Roberto Aras y Samuel Cabanchik, respectivamente de la UCA y de la UBA, por su compañía durante aquellos días de lluvia.
Índice: I. Una entrevista desconocida a María Zambrano de enero de 1937. II. Un artículo de Zambrano publicado en la revista Acción Femenina en el núm. de febrero-marzo de 1937. III. Dos artículos firmados por Ana Carabantes en el diario Frente Popular en febrero de 1937: 1. “Cultura popular”; 2. “El problema de la Instrucción Primaria”. IV. Un artículo de Zambrano publicado en la revista Pan. Síntesis de toda idea mundial en julio de 1937. V. Un artículo de Zambrano enviado desde España y publicado en agosto de 1937 en los diarios Crítica de Buenos Aires y Frente Popular de Santiago de Chile. VI. Un artículo de Alfonso Rodríguez Aldave de enero de 1937. VII. Una entrevista a Alfonso Rodríguez Aldave realizada durante la escala en Buenos Aires del viaje de vuelta a España y publicado en el diario Crítica el 15 de mayo de 1937. VIII. Tres documentos de prensa relacionados con la estancia chilena de María Zambrano y Alfonso Rodríguez Aldave: 1. Un artículo del poeta Pablo de Rokha titulado “2 Figuras de España” publicado en La Opinión el 9 de mayo de 1937; 2. Editorial de La Opinión del 10 de mayo de 1937; 3. Editorial de Frente Popular del 11 de mayo de 1937. IX. Un anuncio de publicación y dos reseñas de Los intelectuales en el drama de España publicadas en Frente Popular: 1. “Los intelectuales en el drama de España”; 2. “María Zambrano a través de su libro Los intelectuales en el drama de España”; 3. “En torno al libro de María Zambrano Los intelectuales en el drama de España”. X. Material gráfico relacionado con esta investigación.
Por Juan Carlos Aguirre
— No deje Ud. de entrevistar a María Zambrano de Aldave, la diplomática española que nos ha enviado la República, esposa de Alfonso Aldave, el Secretario de la Embajada, me dijo el Director antes de partir. Ud. debe conocerla porque es una española típica de la nueva generación y además un autorizado elemento de juicio para comprender lo que en la Península ocurre en estos días tormentosos. Es doctora en filosofía y no lo parece. Colabora en la Revista de Occidente de Ortega y Gasset y en Cruz y Raya de José Bergamín, y no dogmatiza. Es izquierdista por construcción y vive alejada de sectarismo, de dogmas intangibles y de santones. ¿No sabe Ud. que María Zambrano es también una oradora popular? Búsquela y entrevístela para La Opinión. No se negará, porque sabe que en esta casa estamos consagrados a la defensa de su misma causa.
Confieso que me interesó la presentación del personaje esbozado a grandes rasgos por el director. Esto de ser “doctora en filosofía y no parecerlo” es sin duda un incomparable elogio. Pero, no siempre es fácil, en las actuales circunstancias, entrevistar a quienes, representando al gobierno legítimo de España, se han impuesto voluntariamente la obligación del silencio.
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Frente a la pizarra de La Opinión hay una joven pareja que del brazo lee con ansiedad las últimas noticias transmitidas por cable. Gonzalo Cuitiño –el redactor político del diario– me advierte con discreción: “Son, me dice, el Secretario de la Legación Española y su esposa”. Pues, preséntemelos, le digo. Tengo la misión de entrevistarla. Sé que el marido no querrá el reportaje, por razones de oficio. Pero ella puede hablar sin mayores trabas. Además, necesitamos que el público chileno escuche un juicio de la mujer española durante la revolución de labios de una española, que es a la vez una revolucionaria.
*
No estaba errado el Director cuando me hizo el retrato de María Zambrano de Aldave. La diplomática española es una mujer joven y atrayente, de estampa distinguida, de maneras suaves, de fino perfil y de cuerpo frágilmente femenino. Parece la antítesis de esas sólidas españolas que nos pinta Joaquín Edwars Bello en sus crónicas. Cuando habla, no obstante el brillo de su palabra, y esa chispa, que parece ser el distintivo de lo ibérico, se advierte en ella un no sé qué de persuasivo, de místico, y casi de doloroso. La revolución ha ejercido una profunda influencia en su espíritu.
Se conversa de cosas distintas. Le gusta nuestro país. Le parece hermoso. Le interesa nuestro pueblo, y sobre todo sus mujeres. Pero no tiene el elogio fácil en los labios. Durante la conversación llega a la Sala de los redactores de nuestro diario un cable de Ávila, que completa las informaciones recibidas con anterioridad sobre la muerte de don Miguel de Unamuno. Se lo leo y aguardo con curiosidad su juicio. “Era un grande hombre don Miguel”, me dice. “Al final de su vida sufrió un extravío, un colapso. Pero su muerte me apena, porque se ha ido un gran español. Unamuno, a pesar de su error de última hora, será siempre Unamuno”.
Me complace oír a una intelectual izquierdista este juicio del gran don Miguel, después de haber escuchado en la tarde tantas majaderías y simplezas acerca de su recia personalidad.
— ¿Ud. quiere saber lo que he sido, lo que soy, no es cierto? Bueno. Se lo diré sin reservas. Soy maestra. He enseñado Filosofía en el Instituto Cervantes de Madrid y en la Residencia de Señoritas que dirigía María de Maeztu y en la Universidad de Madrid.
— ¿Pero Ud. ha sido, la interrumpo, dirigente activa de la Federación Universitaria Española (la F.U.E.) y oradora de mítines públicos?
— No lo niego, replica Zambrano. Pero yo soy sobre todo maestra.
*
— La Opinión quiere conocer de Ud., señora, un juicio de la mujer española, antes y durante la revolución, le digo derechamente. Estamos aquí admirados del heroísmo, de las energías, de la audacia, de la fe y del coraje de las mujeres de su país.
— España descubrió América, dice con tristeza María Zambrano; pero América ha tardado cuatro siglos para descubrir a España. Han sido necesarios los sucesos apocalípticos de la Revolución para que Uds. conocieran la tierra de sus mayores. ¿No es esto penoso?
— La mujer española se caracteriza por un sentimiento que no es común a todas las mujeres del planeta. Por el sentimiento heroico y trágico que tiene de la vida. Recorra Ud. la historia de España. ¿No recuerda Ud. a doña Ximena la mujer del Cid Campeador? Podría citarle casos y figuras representativas, Santa Teresa, doña Juana de Coello, la esposa de aquel famoso ministro de Felipe II, Antonio Pérez; la reina Isabel, Agustina de Aragón, la Condesa de Bureta, célebres estas últimas por su heroísmo en el sitio de Zaragoza, durante la guerra contra Napoleón. Pero no quiero señalarle figuras próceres del pasado. El sentimiento heroico de la vida radica en lo más profundo del ser de la mujer española de todas las clases sociales, y sobre todo en la mujer del pueblo. Ud. debe saber que lo magnífico en España no es la oligarquía de los grandes, no es la burguesía como pudo ser en Francia, en el siglo XVIII; es el pueblo. Del pueblo han salido nuestros grandes conquistadores y navegantes como Pizarro, Almagro, Balboa y de Soto; del pueblo salieron nuestros pintores como Velázquez y Goya; nuestros literatos como Cervantes y Lope. En el pueblo reside la verdadera aristocracia de mi país. En el labriego de las áridas llanuras de Castilla –a veces analfabeto–, hay una aristocracia instintiva, un sentido de la dignidad de la vida, una cultura de los siglos, que no pueden dar las escuelas. No hay pueblo en la tierra más democrático y al mismo tiempo más aristocrático que el español. Otros han formulado en las constituciones los inmortales principios de la Revolución Francesa de 1789. Nosotros hemos vivido la democracia desde los tiempos más remotos de nuestra nacionalidad. Cuando el cable anuncia que en España el pueblo está dirigiendo la revolución, hay incomprensión en muchas partes, porque se juzga a nuestro pueblo por comparación con el de otros países. Es un modo erróneo de enfocar el problema. El pueblo español, ignorado por el mundo, desde los tiempos de la conquista de América, se ha revelado nuevamente a la Humanidad. Fuera de las circunstancias económicas universales, fuera de la fatalidad de los sucesos históricos, en la Revolución Española hay un factor propio, personal y autóctono, que no puede ser desconocido: es el del pueblo español.
Para Uds. hijos de España, y de consiguiente herederos de su sangre y de su gloria, no puede ser indiferente recordar que llevan en sus venas y en todo su ser una misteriosa personalidad humana, susceptible de las más grandes empresas y de los actos más extraordinarios de la humanidad.
A riesgo de fatigarla, pregunto a María Zambrano: — ¿Cuál ha sido el papel de la mujer española en el período que podría llamarse precursor de la Revolución?
— Para que Ud. pueda comprender el rol de la mujer española en la pre-Revolución, tiene que considerar que ella ha intervenido siempre, de modo directo o indirecto en la política más que en cualquier otra actividad de la vida española. La mujer ibera ha sido eminentemente política, en todos los tiempos. Dedicada en las edades pasadas a eso que antes se denominaban las labores del sexo, sometida a un canon de vida de subordinación doméstica, no por eso dejó jamás de amar la política y de interesarse por las grandes empresas. Hay en la mujer española un sentido de lo extraordinario, del sacrificio, de la gesta y de la misión heroica, que no se encuentra en todas las razas. Y esto es valedero para todas las mujeres de mi país, así sean derechistas e izquierdistas. En el período pre-revolucionario las mujeres de la derecha fundaron, entre otras organizaciones, una que se conoció con el nombre de “Las Margaritas”. Eran mujeres fanatizadas por una concepción reaccionaria de la política, pero que ponían en su propaganda un fervor, una agresividad y una audacia, que realmente sorprendía a los propios españoles de derechas. Claro está que la mujer que ha dado pruebas del más alto ideal y de las más extraordinarias facultades, ha sido la mujer del pueblo, que nutre las filas del Frente Popular, durante la Revolución. Ud. conoce el caso maravilloso de “La Pasionaria”, mujer de porte señorial, de elocuencia arrebatadora, de vida purísima, que ha pasado a ser para el español como la encarnación femenina del ideal. Dolores Ibárruri es un caso sin precedente en la historia del mundo. Superior sin duda a Juana de Arco.
— Nosotros podríamos exhibir al mundo antes de la Revolución las esclarecidas figuras políticas [de] Clara Campoamor, de Victoria Kent y de Margarita Nelken, que tanta influencia han tenido en los primeros tiempos de la República y tan valiosos servicios prestaron a la causa del pueblo. Con todo, un nuevo tipo de mujer –distinto del de aquellas– es el que prevalece ahora en España. De la Federación Universitaria Escolar ha salido un espécimen femenino nuevo, deportivo y alegre, dotado de una moral nueva que ha roto con el criterio que predominó en la generación anterior de mujeres intelectuales. Terminada la guerra civil este nuevo tipo femenino será, sin duda, uno de los frutos del gran movimiento revolucionario que sacude a España y cuyos reflejos se proyectan ya en el mundo entero. Y la mujer española habrá aportado a la evolución de la humanidad un nuevo concepto de vida.
*
La conversación de María Zambrano continúa fluida, interesante, llena de color. No es posible captar en un reportaje auténtico –que se publica sin consulta– el ritmo de su palabra, la luminosidad de su pensamiento. Pero el repórter ha cumplido su tarea. Ya el público chileno escuchará sus conferencias, y lecciones y sabrá apreciar en lo que vale la egregia diplomática que nos ha enviado la Madre Patria, prototipo de la mujer de la nueva España.
Quizá más que unas palabras por fieles a la realidad que intenten ser, sobre la mujer en esta desgarradora lucha de España, fuera simplemente la visión de una de esas tremendas fotografías en que una fila de mujeres lloran levantando el puño ante el cadáver de un luchador a quien sus camaradas acompañan por última vez, o esa cabeza de una mujer joven que lleva un niño en sus brazos y mira hacia el cielo con angustia infinita ante la amenaza de los monstruosos aviones; caras y cabezas no vistas desde hace siglos en las que se reflejan sentimientos hasta allí donde el ser humano puede llegar, en que la carne y la piel están atirantados hasta lo imposible y espiritualizados sin dejar de ser carne y sangre. Cabezas de tragedia griega, figuras de la pasión cristianas.
Y ante ellas, ante la misma realidad de la mujer que se sobrepone de modo tan extraordinario a su propio nivel ¿qué cabe decir? Apenas hay palabras, porque tenemos la impresión de que una humanidad distinta está surgiendo y no sirven ya los adjetivos que usábamos para hablar acerca de la anterior.
Siempre la mujer española se ha reservado, sin proponérselo, claro está, para lo extraordinario. En el nivel diario de la vida la mujer española aparecía llena de ímpetu, sí, de vitalidad, pero de una vitalidad que se mustiaba casi siempre antes de haber hallado su empleo adecuado. Pero conviene ante todo dejar sentado una gran verdad cuyo desconocimiento confunde a tanta gente. Y es que en España la mujer de quien hablamos es ante todo y más que nada la mujer del pueblo. Por privilegio maravilloso el pueblo español ha constituido siempre la mayor cantera de humanidad que se conoce y de algo más, de todo eso que se llama aristocracia en su sentido auténtico. La verdadera aristocracia de España ha sido el pueblo con su sentido incorruptible de justicia, con su intuición política tan luminosa que le ha permitido mirar con la mayor indiferencia los cambios políticos acontecidos entre eso que se llamaban “los partidos políticos”, los cambios entre “conservadores”, “liberales”, y quién sabe qué otra cosa más. Fue preciso llegar hasta el umbral de la República, es decir, hasta la decadencia total de la Monarquía borbónica que cayó como un fruto podrido, para que el pueblo sintiera con sacudida vigorosa que nadie podía detener, que era preciso movilizarse. Y fue el pueblo en las ejemplares elecciones del 12 de abril de 1931 quien desterró a la monarquía y trajo la República. Y no porque el poder corruptor de los interesados en que tal estado de cosas persistiera no intentara ejercitarse, sino porque el pueblo opuso la fuerza de su sentido moral y político votando todos; obreros sin trabajo que algunos estuvieron aquel día sin comer y rechazaron los duros miserables que le ofrecían y hubo un obrero que en su emoción besó la pepeleta al ir a depositarla a la urna.
En esta lucha que trajo la República empezó a tomar forma y figura la actuación de la mujer; apareció la mujer del obrero y del campesino, la mujer escondida en los pueblos de Castilla y en los repliegues de la sierra y en la desolación de la Mancha. La mujer se puso en pie señalando inequivocadamente como un signo inapelable cuál era el papel del hombre. Oí decir a muchas mujeres por esos míseros pueblecillos: “si mi marido no vota a la República y se deja comprar el voto que no entre más en mi casa”.
Se destacó también por su actividad la mujer intelectual, universitaria, que en unos casos por sangre y en otros por inteligencia y en otros por ambas cosas se sentía ligada a la causa del pueblo. Pero conviene también advertir que decir pueblo en España no es exclusivamente proletariado, sino todo aquello que está vivo y con un futuro ante sí, todas aquellas fuerzas que no han renegado de su destino histórico, en las que germina el porvenir de la España magnífica todavía por crear y que lucha a muerte por su existencia.
Y si aquella lucha por la República era decisiva ¿qué no será la que se libra actualmente? Si la República significaba la única forma política posible en que podía vivir el pueblo español, la victoria actual sobre el fascismo internacional, sobre esas fuerzas tan mezcladas y dispares por sus razas pero concordes en un sólo punto, significa sencillamente la existencia de España, su persistencia en el mundo como unidad independiente íntimamente ligada a la libertad y dignidad del hombre; siempre ha resultado que cuando España ha luchado por su independencia (y son famosas estas luchas del celtíbero por su independencia) ha luchado al mismo tiempo [por] la independencia y la dignidad del hombre, de todos los hombres.
La mujer sabedora por intuición y por algo más que por intuición por ese saber seguro, por esa certidumbre sobre todas las cosas que da el ser madre de modo limpio y natural, da su vida y exige, pide al hombre la suya. No se ha conocido a una sola mujer que intente retener a su hijo o su marido entre los muros de su casa para hurtarlo a la lucha, sino es esa mujer perteneciente a la clase culpable de la tremenda traición de haber traído al feroz moro sobre el suelo de su patria y de haberse aliado con la codicia fascista para ofrecer el territorio nacional en eterna hipoteca.
Y la mujer ha luchado por sí misma, pero más que nada, más que estas Agustinas de Aragón de hoy, o tanto como ellas son esos centenares de miles de mujeres que desde el primer momento se han dedicado a recoger huérfanos, a llevar hasta la primera línea de fuego del frente de batalla los auxilios de la medicina, recogiendo heridos hasta ser ellas mismas alcanzadas por las balas, son esas telegrafistas que no abandonan los aparatos en la Telefónica cuando en su misma habitación caen las terribles bombas shrapnel y siguen transmitiendo al mundo el mensaje que se les ha confiado. Y es la intelectual organizadora que interviene en el servicio anónimo de la propaganda poniendo con sencillez absoluta una pluma de escritora extraordinaria en la humilde y gran tarea, como Rosa Chacel. Es la mujer dotada de extraordinarias dotes de organización y valor inaudito como María Teresa León; es la mujer símbolo que reúne a todas, elevando la feminidad a categoría suprema de la vida como Pasionaria y tantas más cuyos nombres tal vez no conozcamos nunca pero constando en la historia indeleblemente que sin su valor, sin su decisión inquebrantable, sin el fuego de sus venas en las que reviven las llamas de Numancia y la furia sagrada que se opuso deteniendo hasta en convertir en polvo el poder napoleónico, sin esa barrera infranqueable de corazones de mujer, de manos que se alzan crispadas, venas rotas, ojos que se levantan no para implorar sino desafiando todas las fuerzas ciegas del mundo, España no sería más España. Pero algo más grave todavía; el hombre se avergonzaría de serlo y terminada la contienda sobre el infinito silencio de la tierra española humillada y vencida, nadie, absolutamente nadie podría llevar la cabeza erguida. Y la historia humana, vencido el pueblo español, regresaría a los tiempos en que el hombre no era un ser vertical.
Ana Carabantes
Cuando se habla de cultura popular, hay quien piensa que se trata de una cultura especial para las masas, una cultura vulgarizada y hecha a medida del vulgo. Pero, si volvemos la vista hacia las épocas de la historia en que el pueblo ha tenido una intensa vida cultural, encontramos que no ha sido porque haya llegado hasta él una cultura de segunda mano, fabricada de ex profeso, sino que, contrariamente, el pueblo ha participado en la cultura plenamente, incluso en sus formas más elevadas.
No se trata, pues, de vulgarizar, haciendo superficiales y chabacanas las formas culturales para que el pueblo se nutra de este podrido manjar. La cuestión en realidad tiene dos aspectos: el de la producción cultural y el de la transmisión o educación del pueblo. El primero, no nos interesa exponerlo ahora; es el problema del enraizamiento del artista y del creador intelectual en su pueblo y en las necesidades de la época en que le ha tocado vivir; es el problema de la solidaridad del individuo especialmente dotado, con la sociedad que le sustenta. El otro aspecto es el más inmediato y urgente para nosotros, ahora, aquí en Chile, el de hacer llegar hasta el pueblo los conocimientos urgentes e indispensables para que un hombre pueda vivir a la altura de su época.
Se plantea, por tanto, la cuestión en un doble aspecto: necesidad de una enseñanza técnica que mejore y amplíe la capacidad productora del trabajador y la enseñanza de una cultura general que permita al trabajador comprender los acontecimientos fundamentales de la época que le ha tocado vivir y disfrutar del arte en general, desarrollando su inteligencia y su sensibilidad.
Para la enseñanza técnica se hace preciso, cada vez con mayor urgencia, el establecimiento de verdaderas Escuelas del Trabajo, con categoría de Universidades Técnicas Obreras, donde los trabajadores mejor dotados o deseosos de aprender, puedan adquirir en su oficio un dominio técnico que le hagan dar mayor rendimiento y desarrollar toda su capacidad de perfeccionamiento en su oficio. El trabajo del obrero ha sido considerado por largos siglos de cultura “del espíritu” como algo al margen de la verdadera cultura, como algo vergonzante en lo que no se podía parar la atención por su indignidad y así el trabajador llevaba junto con la miseria de su vida esta otra miseria moral e intelectual. Y se ha dado el caso de que rarísima vez un obrero ha descubierto nada relacionado con su oficio. ¿Por qué? Porque tenía que limitarse por su falta de conocimientos y por las condiciones mismas de su trabajo agotador a salir del paso en lo que hacía, viviendo como verdadera máquina. Es necesario que el obrero conozca incluso los fundamentos teóricos, hasta donde sea posible, de lo que está realizando y de ponerle así a la altura de un hombre que trabaja y sabe lo que hace y puede imaginar hacerlo mejor, encariñándole con la producción, a la que se sentirá ligado como un verdadero creador con su obra.
Pero, además de productor, el obrero es hombre y como hombre siente la necesidad imperiosa de comprender el mundo que le rodea y dentro del cual, vive. Y esto no le es posible hasta ahora. Los Liceos y las Universidades son para las clases acomodadas, que salvo una minoría no saben aprovecharlas. Se hace cada día más necesario la creación de Universidades Populares integradas con un profesorado solvente y capaz, de primera línea, la que se enseñe al obrero y al muchacho de la clase media la suma de conocimientos de este momento histórico. Geografía, Historia; Historia de la Cultura y de la Literatura, Física elemental para que pueda formarse una idea del universo en que vive, Economía, Sociología y algún curso, para los más capacitados, de Introducción e Historia de la Filosofía junto con Historia del Arte, es algo ya indispensable. Sin duda que en Chile no faltan entre los profesores e intelectuales que se preocupan de la cultura y mejoramiento intelectual del pueblo, hombres decididos, capaces de hacer con gusto un esfuerzo para que esta Universidad sea un hecho. Y los momentos apremian porque en la época en que nos ha tocado vivir, un año es mucho tiempo. Los acontecimientos se suceden con un ritmo cada vez más rápido. Sería menester, pues, una unificación de todas estas buenas voluntades dispersas para la rápida iniciación por lo menos, de una intensa campaña de verdadera y auténtica cultura que, sin dejar de serlo, sea para el pueblo tan necesitado de ella.
Ana Carabantes
Para todos los Gobiernos realmente democráticos, es un problema de la mayor urgencia y relieve el de la Enseñanza Primaria. Por varias razones, una y la principal, porque esta enseñanza se refiere a todos los ciudadanos, porque está antes y previamente que toda especialización [técnica] o científica, es decir, porque se refiere al ser humano, en tanto que es hombre, sin tener en cuenta su dedicación posterior a una u otra actividad.
Debe por tanto esta educación del niño estar completamente bajo el control del Estado y no permitir que otros elementos que representan intereses particulares de secta o clase, lo definan y acaparen. Es la primera condición. Pero, naturalmente, no basta, como ha sucedido en varios países, que el Estado afirme su derecho a educar a la infancia, si no se pone inmediatamente a hacer que la enseñanza primaria dada por el estado era insuficiente. Muchos, innumerables niños se quedaban al mismo tiempo que sin pan, sin enseñanza. El niño crecía inatendido en medio del arroyo, entregado a los instintos de su propia naturaleza, crecía y crece aún por desgracia en esas dolorosas condiciones.
De otro lado, para los que reciben instrucción, no se compone esta de todos los elementos que sería de desear, pues educar quiere decir tanto como enseñar a vivir, y ya se sabe que sólo nadando se aprende realmente a nadar.
Quiere esto decir que es absolutamente preciso que se asegure a la infancia el poder asistir desde el primer momento, o sea, desde los cuatro años, a establecimientos donde la educación sea completa. Donde, además, el interés natural de los padres y sus sugerencias sea tenido en cuenta para corregir y enriquecer las tendencias educadoras. Se ha dicho innumerables veces que el instinto materno jamás falla en el conocimiento del hijo. Y hay mucho de verdad en ello, unido a una falta de cultura en ocasiones, y a un exceso de pasión. Y un más grave inconveniente todavía: el que la educación debe ser un anticipo de la vida para que realmente nos prepare a ella y la convivencia del niño con la madre, cuando es demasiado exclusiva, acarrea esos caracteres débiles e incapaces para la lucha que es vivir. Así, la escuela debe aprovechar por medio de Asociaciones de Padres o de Amigos de la Escuela, todas estas sugerencias que emanan de la sabiduría del instinto materno o de la observación del padre y asimilándolas ir perfeccionando y humanizando su sistema. El alma del niño, aunque objeto de innumerables estudios psicológicos, es todavía una incógnita en muchas zonas de sus instintos y de su sensibilidad y todos los medios son pocos para lograr su conocimiento.
Pero no es bastante esta colaboración de los padres, sino que el Estado tiene que tener sus propias directivas para verificar la educación primaria.
Hay un hoy en el niño y hay un mañana. Por el primero necesita vivir de un modo espontáneo, como un árbol o como un pájaro. Pero, en atención al mañana, debe ir adquiriendo una capacitación cultural y manual. Y en su virtud las Escuelas Primarias deben ser todas ellas, como cosa normal y no extraordinaria como ahora sucede, para mostrar a los viajeros que llegan a los Congresos de tal o cual cosa para que luego salgan deshaciéndose en alabanzas, es preciso que como cosa normal el edificio de la Escuela esté dotado de piscina, de jardín, de campo de juegos, donde el niño en su primer momento de desarrollo, bajo una vigilancia inteligente, vaya tomando contacto con el mundo, ese mundo que en su inmensa curiosidad pretende descifrar apresuradamente. Igualmente es necesario las enseñanzas complementarias manuales, que eduquen sus sentidos y su destreza manual y sensorial. En los grados superiores, las enseñanzas complementarias deben tender a una finalidad utilitaria, pensando en aquellos que directamente van a pasar de la enseñanza primaria a la lucha por la vida, que vayan provistos de los mayores conocimientos para un éxito seguro.
Pero, fácil es comprender que únicamente un Estado sincera y auténticamente democrático, en el cual todos y cada uno de los hombres valga por sí mismo y no por ser nacido de una u otra clase social, es quien puede realizar estas legítimas aspiraciones que son tan necesarias, como la inmediata y urgente del pan de cada día, pues la miseria intelectual no deja, al fin y al cabo, de ser una forma más de la miseria humana, en la que el pueblo todavía permanece estancado.
Hemos visto que el fascismo brota de una impotencia, de una energía detenida, de un estrangulamiento europeo. Era casi imposible que en España brotara porque España tenía su propio conflicto, digamos que el alma española y su historia estaban también estranguladas, pero por tan distinto proceso que en Europa, que no cabía apenas pensar que el fascismo brotara de esta angustia española. España tenía su propia angustia, su propio drama, su propio nudo que apretaba su aliento. ¿Cómo creer que el fascismo, nacido de la impotencia del idealismo europeo para superarse, de la enemistad europea con la vida, de su adolescencia marchita y estancada, fuese a prender entre nosotros los españoles, que tan distinto sino arrastrábamos?
Era imposible pensarlo. ¡Por tantas razones! Una de ellas que siendo o aparentando ser el fascismo como una vuelta a lo nacional, en España teníamos lo nacional, lo propio español como lo menos fascista del mundo. Recobrarse España a sí misma, volver a su ruta histórica era tanto como irse tan lejos del fascismo que lo convertía en puro fantasma.
Nosotros los españoles teníamos nuestra historia en suspenso; nuestras tradiciones eran puro problema hasta tal punto, que los tradicionalistas tenían que inventarlas, lo cual no significa que no las tuviésemos sino que estaban allí donde no se nombraban; que aquellos que las tenían no las nombraban ni quizá lo sabían y aquellos otros que se jactaban de ellas les habían vuelto la espalda hace tiempo.
La historia española había quedado atrás petrificada, hecha esfinge, por cuyo secreto los españoles peleábamos entre sí. ¿Qué español no habrá sentido en algún momento la pelea dentro de sí, consigo mismo, por entereza que haya mostrado en su línea de conducta?
El fascismo en España hubiera sido doblemente falso; falso en dos extractos de falsedad. Una, la primaria del fascismo, que ya hemos visto. Pero esta salida del fascismo respondía en Europa a una desesperación, a una situación imposible de salvar por una clase social hasta entonces directora: la burguesía, incapaz ya de continuar adelante dando nuevas soluciones y al no poder darlas se dispone con sus energías a cerrar el paso al porvenir cueste lo que cueste. El mismo saludo fascista ya es un signo de mandar parar. Pero en España la clase burguesa apenas había hecho nada y más aún, el capitalismo, el gran capitalismo que engendra económicamente el fascismo tampoco había existido; ni tampoco otras circunstancias que mueven a desesperación como el tratado de Versalles para Alemania. Y en el terreno intelectual, España había sido profundamente indócil a la cultura idealista de Europa. ¿Entonces?
El fascismo en España hubiera sido sombra de sombra, falsificación de falsificación, puesto que no teníamos ni gran capital, ni burguesía agotada por haber creado una época de la historia –tan brillante en Europa y tan exhausta en España– ni idealismo de que salir… Nuestra angustia era otra, nuestra asfixia tenía otras fuentes, eran otros los nudos de nuestra historia. Una interrupción entre la España brillante del ayer y la triste España de las derrotas en África y la pérdida de las colonias, un rompimiento en la marcha de nuestra historia que ha sido problema para todo intelectual consciente. En España invertebrada, Ortega ofrece la tesis de que España nunca ha llegado a realizarse por una insuficiencia de su constitución. Sea o no así, sin entrar en explicaciones de hecho, existe el hecho de esta desconexión entre la España del siglo XVI y la actual. Y el hecho de la desconexión entre los acontecimientos de Europa y los de España que con tanta superficialidad como miopía se ha analizado.
¿Por qué medios, por qué caminos intelectuales se abrió paso el fascismo en España? ¿De qué situación salió y contra qué se dirigía?
Era evidente, la separación real, la escisión que en España había desde largo tiempo entre la España viva y la España oficial. Esta última era una especie de sobrepuesto, de careta que al par de ocultar impedía el crecimiento de la España viva. Los intelectuales, pertenecían a esta España viva, al margen, cuando no en franca rebeldía respecto a la España oficial y somnolienta. Es la significación de la llamada generación del noventa y ocho, Unamuno, Baroja, ValleInclán y después Ortega, por citar a los nombres de mayor significación, se plantaron cara a la realidad española haciéndose cuestión de su ser; en todos ellos en diversas formas según su categoría aparece como médula la angustia, la interrogación sobre España. Y a veces la desesperación por España. ¡Qué español de buena ley ha sido este desesperar y renegar de España!
Se va marcando cada día más, como distintivo de estas dos castas de españoles esta manera de sentir y nombrar a España. Los oficialmente españoles, los que habían establecido el estanco del patriotismo y poseían título oficial de defensor de la patria, la nombraban y la deshacían. De ellos descienden los que hoy al grito de “¡Arriba España!”, la entregaron a ejércitos del fascismo hambriento que quiere la riqueza de nuestro sol y de nuestras minas. Entonces no llegaron a tanto, pero malversaban los fondos en Cuba y Filipinas, huían en Marruecos y desconocían cada vez más a su pueblo. Ya era bastante y preparaba el camino a la traición de hoy.
Los otros, los españoles herejes, los que gemían y gritaban por España, los que la iban buscando por montes y valles, por ciudades y libros, vivían en plena rebeldía, mirados con terrible hostilidad por las clases oficiales, por las llamadas “fuerzas vivas”. Tres grupos se nos aparecen de esta buena casta de españoles, tres grupos entonces, a los que siempre se les deberá reconocimiento por su rebeldía y por su búsqueda de una más firme y más feliz España, tres grupos de raíz y pretensiones diversas, de resultados y sino distintos, que ahora son bien distinta cosa, pero coincidentes en aquellas décadas en estar en pie de guerra contra la falsa España, contra la máscara de la España viviente y verdadera. Son estos tres grupos, el Partido Socialista, fundado por Pablo Iglesias, la Institución Libre de Enseñanza y la llamada generación del noventa y ocho.
Eran, cierto es, muy distintos y cada uno traía una apetencia, una imagen diversa de la España por venir. La generación del noventa y ocho era más una crítica que una petición concreta. El más concreto en sus requerimientos era sin duda el partido de Pablo Iglesias.
La orientación de la Institución Libre era crear una clase social nueva en la sociedad española: una burguesía intelectual, liberal, tolerante, amplia de ideas y sobre todo en materia religiosa. En su fundador don Francisco Giner de los Ríos debió haber sin duda, algo muy español, un espíritu fundador semejante en calidad al de los grandes fundadores de nuestra cultura. El Partido Socialista ha tenido la gran virtud de educar moralmente a la masa obrera, de crear una aristocracia verdadera en el proletariado, un tipo de obrero conocedor de sus deberes y derechos, con un sentido de la justicia por lo demás, muy del pueblo español. Un obrero inteligente y honesto.
La generación del noventa y ocho de la que será preciso un largo estudio, sembraba ante todo la inquietud, la desconformidad, el afán ardiente de mejora y la conciencia de nuestras taras, de nuestros terribles, tremendos defectos: ensayaba todas las definiciones posibles del español según sus defectos.
Dirigiose el Partido Socialista predominantemente a la clase obrera, penetrando también en grupos de la clase media intelectual y llegando a rodearse de una general atmósfera de respeto. Pero, lo que con el Partido Socialista se introducía en la vida española era un sentido de disciplina y lo que era más nuevo para los españoles: un sentido y una preocupación por la eficacia. Una inteligencia guiada por este afán y alcanzando poco a poco un método, creció junto al socialismo. Hubo unos años, allá entre antes de la Guerra Europea y la revolución rusa, en que como atmósfera general se respiraba en la vida intelectual de España un acercamiento tácito al socialismo.
En cuanto a la Institución Libre de Enseñanza fue, claro está, un movimiento intelectual, en el que el intelectual buscaba su clase social o su puesto en la sociedad; en este sentido se cruza con el socialismo. El intelectual, especialmente el profesor ocupa un tristísimo lugar en la sociedad española; es algo fantasmal y vergonzante, de existencia híbrida entre el obrero y el “señorito”. La carencia misma de esa burguesía que llevó el peso de las tareas sociales en Europa, dejaba en un desierto al profesor español. La Institución Libre buscaba crear y creó algunos núcleos de esta clase social burguesa impregnada de cultura, protectora y simpatizante de actividades culturales, elevando al mismo tiempo la categoría del profesor y del sabio, haciendo de ellos seres sociales y con una circulación, con un valor social. Para entender lo que se propuso hacer y su raíz, hay que conocer esos ambientes de la novela de El amigo Manso de Galdós, de El profesor auxiliar de Pérez de Ayala… esas existencias amargas y solitarias atravesando todas las angustias del aislamiento y de la pobreza, que la dignidad convertía en martirio.
Si estos dos grupos nos hablan de un afán creador de nuevas clases sociales: el proletariado y la burguesía culta, la “generación del noventa y ocho” nos habla de algo menos concreto y más extenso, más diríamos, básico de la vida y la inteligencia españolas: el anarquismo. Se podría afirmar que la característica intelectual de esta generación, mientras tuvo vitalidad, es la del anarquismo español, tan fácil de sentir y entender para un español y tan difícil de explicar, tan lleno de sustancia rica y fecunda en sus tremendas contradicciones. No importa que Unamuno atormentado en sus últimos días de Salamanca tuviese la debilidad de afirmar siquiera, por un momento, lo que toda su vida había ardientemente combatido; que un Baroja ande errabundo por París. Ellos lucharon, escarbaron en el alma española. Inquietaron, buscaron… En ningún caso, aunque personalmente llegara a decirlo, el sentido de su vida y de su obra tendría nada que ver con el fascismo. Cuando se ha producido una obra, ya poco importa que su propio autor diga, y dictamine sobre ella; la obra tiene ya su propio sentido por encima de los caprichos y obcecaciones de su autor que puede incluso haber perdido su clave. Esto al Unamuno que escribió la Vida de don Quijote y Sancho no le extrañaría nada.
Pero esta siembra de inquietud, unida a la inquietud creciente de la vida española y a la tensión cada vez mayor de la sociedad, escondida, tuvo que engendrar una reacción. Había algo común en las jóvenes generaciones: un afán social que se traducía en lo intelectual en un deseo de “servir”, en usar de la inteligencia de un modo diríamos limitado; la inteligencia se fijaba en sus límites y quería encajarse en una necesidad social. El surrealismo pasó sobre España significando sin duda, algo muy hondo, pero que fue alcanzado enseguida por este afán de integración social.
Al mismo tiempo flotaba un cierto apoliticismo, un afán de no pertenecer a ningún partido político, por sentirlos insuficientes, pues lo que se buscaba era una nueva forma de vida.
Parte de esta juventud intelectual vino a sentir como eje de sus preocupaciones, siendo en esto heredera de la generación del noventa y ocho, la angustia y el problema de España, recogiendo el ámbito de sus preocupaciones dentro de un redescubrimiento de lo nacional.
Peligrosa era, esta intuición, si era incompleta, es decir si no iba integrada por la intuición y por el sentimiento de lo popular, del pueblo español como contenido permanente de lo nacional.
El primer grito de la inteligencia fascista lo dio en España, como una controversia y aun ataque a la generación del noventa y ocho, y contra la España invertebrada de Ortega y Gasset, Giménez Caballero. Desde La Gaceta Literaria comenzó a importar el fascismo italiano. Su libro Genio de España es su formulación más clara. El área de la intelectualidad en que tal pensamiento importado prendiera fue sumamente restringida; apenas hay nombres: Eugenio Montes, Sánchez Mazas… ¿Cómo pretendieron entroncarlo con la vida y los problemas españoles? Muy sencillo: se trata de una simple superposición de pensamientos fáciles y de cierta brillantez sobre auténticas angustias y problemas. Sobre la conciencia del estrangulamiento de la historia de España, sobre la naciente intuición de la realidad nacional, sobre el presentimiento de un Renacimiento español… colocaron sus tópicos traídos de Italia. Y la suprema suplantación de mentar cosas verdaderas que en ellos eran tremendas mentiras: la vuelta a lo nacional, la moral de la inteligencia, el conocimiento de que la inteligencia sí delinque, la necesidad de intuiciones fundamentales en que apoyar toda especulación. Pero hacían eso, nombrar para utilizar en sentido contrario, verdades que apuntaban entre los escombros de la cultura pasada.
Porque lo fundamental en estos intelectuales es lo que querían justificar, el porqué de todos sus afanes teorizadores. ¿Qué hecho querían teorizar?
Querían ante todo justificar una situación individual que por ser propia de los individuos de una clase social logró prender. Y esto es lo que tiene de común con el fascismo europeo y lo que hace ser fascismo a esta actitud intelectual: el ser una máscara intelectual de una actitud doble: por una parte es una manera de no renunciar al contacto y ventajas del trato con las fuerzas del pasado; es el no tener que discutir con la familia, el no tener que renunciar a las colaboraciones de periódicos de la derecha, el disfrutar las ventajas “mientras duran” de la sociedad y economías que están al caer. Justo es observar que como en España las clases sociales más poderosas han tenido un profundo desprecio por el intelectual al que jamás se dignaron tratar, no era muy lucrativo ni fácil el disfrutar de su cobijo. Ha sido menester que se sintiesen en peligro, y como en caso urgente y extremo se hayan decidido a servirse de los oficios de algún intelectual alquilado para el caso, un García Sanchiz, un Pemán que era de ellos, un Eugenio Montes… pero tuvieron que verse los señoritos muy apurados y plegarse los intelectuales a todo, renunciando hasta el decoro de la forma intelectual.
La otra faceta de la actitud intelectual del fascismo, es más honda y terrible, es la incapacidad de crear. Es el encontrarse con unas dotes, con unas capacidades, con unas armas retóricas sin empleo. Viene el desocupo efectivo de la inteligencia. Así como el fascismo en el terreno económico se origina en gran parte en el flotar sin tener a qué agarrarse del “sin trabajo”, en el terreno intelectual viene también de una falta de auténtico quehacer, de una cesantía de la vocación. La inteligencia flota en el vacío, pero el hombre no puede estar sin hacer nada, no puede permanecer sin esforzarse en algo, siquiera sea en hacer que hace. Ante la nihilidad que le rodea, ante la nada en que flota, la inteligencia sin vocación se retuerce sobre sí y se traiciona. La inteligencia está amarrada a residuos de creencias descompuestas del pasado, a limitaciones impuestas por la falta de valor para romper nudos sociales, y lo que es más decisivo: la falta de una intuición modelo, la falta de la presencia de una realidad que presione. Pero esta ausencia de intuición, esta falta de sentir la realidad llega a transformarse en el fascismo, en un evadir la intuición y la realidad, en una huida sistemática y encubierta de la realidad. Pero como la realidad está ahí, sigue existiendo, hay que aplastarla y aniquilarla. Todo fascismo acaba en matar, en querer matar aquello que no quiere reconocer. La inteligencia en su infierno, delira, y delirando en el ápice del resentimiento desesperado, se niega; el intelectual fascista se pisotea a sí mismo al ponerse a los pies de la violencia, al renunciar sine die a toda especie de razón.
Resulta imposible encontrar juntos creación intelectual y fascismo. El intelectual que recorre el camino de la vocación, de un quehacer, que responde a una exigencia real; el que ama la realidad y aun sin proponérselo la sirve, no resulta jamás fascista. Hemos vuelto al punto de partida en el examen del fascismo: una enemistad con la vida, una impotencia de recibir la realidad que hace imposible la creación intelectual. Una negación completa. Obsérvese lo que les pasa a los teorizantes fascistas: que una vez que han dicho… lo que todos dicen, ya no tienen nada que decir a la nada de donde salieron; están revolviéndose en ella en este infierno de la inteligencia. “El infierno es el lugar donde no se ama”. Donde no se espera.
Madrid, al año de guerra. Desde lejos solamente llamas se ven de esta ciudad convertida en hoguera. El resplandor ciega, y por el resplandor se juzga al fuego. Pero dentro no es así. Al irse acercando a Madrid, el aire se adelgaza y la tierra se eleva. La llanura, y más que llanura, estepa castellana, se extrema en sequedad; la vegetación casi desaparece; algunos cardos quemados ya, algún campo de pálido centeno, alguna pobre huerta donde la verdura apenas iniciada se mustia, y nada más. Los elementos de vida van disminuyendo hasta desaparecer, y hay horizontes vacíos sin rastro de planta ni animal y otros en que sólo el toro puebla con su serio ímpetu aquellos campos inhabitables.
Y de pronto, sobre la estepa, surge la ciudad con toda su magnificencia, si se mira de lejos, y con los pobres casuchos que la rodean, si se mira de cerca. Como en Oriente, no hay término medio entre la desolación y el esplendor, y han sido ya varios los escritores y viajeros que han sorprendido esta semejanza asiática de Madrid. Hoy esta desolación cobra un significado espiritual: es la estepa que rodea al misterio, la nada para los sentidos que anuncia una realidad de otro orden, el silencio que precede a una aparición de algo superior y extraordinario. El camino hacia Madrid hoy es el camino hacia lo más grande y mejor que el hombre está produciendo. Y como para el ser humano la realidad existe en función de la imaginación, estos tristes campos madrileños, su pobreza y avidez adquieren rango de signo de lo que allí está aconteciendo. Los humildes rastrojos y tejares son mirados como cosa sagrada, y hasta los secos arroyos y los perros flacos que por allí merodean, parecen estar advirtiendo algo, significando algo.
Pero, si Madrid es algo, es la naturalidad máxima con que seres y cosas viven y se desenvuelven en su recinto; la virtud madrileña por antonomasia es la familiaridad. Todo en él es próximo y conocido; nadie se siente extraño en Madrid, y los más dispares seres conviven como acogidos en un fondo común tan humano, que a todos acoge por igual, y que neutraliza todo desnivel y hace comunicarse entre sí, a cada uno, sus diferencias que, al ser comunicadas, se transforman en materia, no de disputa, sino de enriquecimiento común.
Antes ya era esto Madrid; por eso lo incomprensible y dislocado que en él se haya producido la tremenda lucha: pero realmente no ha sido en él, sino sobre él. Pero hoy, al año de martirio, de sufrir todos los encarnizados bombardeos, toda la furia de los obuses, Madrid se levanta íntegro, por milagro, más quintaesenciado en sus virtudes, y hasta su propia luz parece haberse purificado y ser más clara.
No es la ciudad atormentada que desde fuera se imagina. La misma muerte, que ha impreso su huella en sus calles y edificios tiene un rostro sereno.
Algo tremendo, pavoroso, ha sucedido en Madrid, pero algo que es hoy historia pura, acontecimiento logrado e inexorable y que nada ni nadie podrá alterar. Uno piensa que sería la peor sentencia para los facciosos, si ellos fueran capaces de percibir tales categorías, al asomarlos a Madrid, hacerles recorrer sus lastimadas calles, pisar su herido suelo y respirar su aire que arrastra ráfagas de muerte; hacerles contemplar todo esto y decirles: “Esta es vuestra obra; pensad en el dolor humano que todo esto supone, en los daños terribles e irreparables y, con todo, con tanto dolor y ruina, Madrid la ha transformado en serenidad, en realidad histórica inexorable que nada – ni el resultado mismo de la guerra– podrá cambiar. Madrid, podríamos decir, ha subido al cielo, al cielo humano, donde ya nada puede mermar su gloria. Esta es, sí, vuestra obra”.
*
Pero siempre fue de esta manera. Lo realmente superior en los acontecimientos humanos ha sido probado en la lucha con lo torpe y obscuro, y nada que ha alcanzado existencia lo ha hecho sin tener que pasar por negras cárceles, y cuanto más alta y permanente es esta existencia, cuanto más cerca de lo que no pasa, más terribles son las pruebas. Madrid tenía también que sufrirlas, y aquí está, envuelto en su serenidad, más alto que nunca, más sencillo y sin habérsele subido los humos a la cabeza por su hazaña. Cree que ha hecho solamente lo que tenía que hacer, y ninguna vanidad le acomete. Estaba en su sino, en su camino el hacerlo y lo ha hecho. Eso es todo.
Es lo que dice con sencillez máxima cualquiera de los muchos madrileños que por nada ni ante nada han consentido abandonar su ciudad. Un muchacho de las escuelas Alerta, que no pasaría de los catorce años, decía, saludando al Congreso de Escritores: “Yo desearía que ustedes viniesen en otra ocasión, dentro de unos años, para que vean bien Madrid, porque hoy estamos… un poco mal con los obuses que caen”. ¡Un poco mal! Es toda la mayor queja del madrileño. ¡Un poco mal!
El barrio de Argüelles es zona de guerra todo él. Era uno de los barrios más alegres y populosos de Madrid. La Plaza de la Moncloa, límite de Madrid con el campo –lo único de los alrededores de Madrid que se puede llamar campo–, de donde partían los alegres autobuses a la Ciudad Universitaria, ahora es campo, tierra seca donde crecen unas cuantas malvas reales, de algún derruido jardín y corren entre las calcinadas piedras los lagartos y lagartijas. Un silencio solidificado, un silencio de siglos, llena su espacio que no alteran los estampidos secos del cañón cercano. Unos cientos de metros más allá, el Hospital Clínico, renegrido y casi deshecho, contiene entre sus derrumbados muros a unos cuantos fascistas. Aun oyendo el tableteo de las ametralladoras, parece increíble y tan seguro el que ¡en Madrid jamás entrarán!
Es muy rara la casa de este barrio de Argüelles que no muestra sus entrañas, que tras sus muros a veces intactos no esté vaciada, con esa mirada terrible de los balcones vacíos, ojos sin pupilas que aún nos siguen mirando.
Y a veces un retrato familiar, colgando aún de un tabique, una mesa sostenida por inverosímil equilibrio, una mesa puesta para comer, una habitación íntima y familiar con los menudos objetos todavía en su sitio están al aire mostrando toda su intimidad sorprendida y truncada por la muerte y la ruina. Tiestos caseros con geranios que la lluvia o la mano de alguna vecina rezagada riega. La “Casa de las Flores”, con sus tiestos fragantes allí donde las bombas no alcanzaron, y la cervecería, con su salón derruido, en un enorme cráter, y el mismo letrero de la fachada, cortado por la mitad, en cuyo mostrador en pie se sirven cervezas o “lo que haya”.
Por la “Bombilla”, los merenderos presentan igual aspecto. Todos destruidos, pero en uno ha quedado el aparador con sus menudos enseres, el salero todavía con una sal que nadie usará. Y como enigma que no acertamos a descifrar, dos cochecitos de niño vueltos hacia arriba y retorcidos a ambos lados del camino. ¿Qué hacían allí esos cochecitos infantiles cuando la metralla llegó?
Un soldado vigila en su parapeto; en él tiene dos jaulas con dos jilgueros a quienes cuida; “lo primero son las hojitas de lechuga”…
Y ya en la Estación del Norte, después de haber visto la ermita de San Antonio de la Florida, donde Goya pintara sus ángeles madrileños, quemada y ennegrecida, entre vagones partidos por la mitad, hierros retorcidos, hondos cráteres entre rieles, un viejo tren blindado –que cumplió magníficamente allá por el mes de agosto–, allí vemos algo que parece ser un símbolo. Sobre uno de los vagones destrozados cayó tierra de la que levantó una bomba, y en esa tierra ha crecido un pequeño jardín: un amarillo jaramago, unas azulinas han brotado sobre el techo del vagón, en la tierra que arrancó la garra tremenda de la muerte. Y esto es Madrid.
Alfonso R. Aldave
Pobre D. Miguel de Unamuno, nuestro querido Maestro. En la vida de algunos hombres hay destinos trágicos y uno de ellos ha sido el suyo. Tenía cuanto un mortal podía ambicionar para ser inmortal, para dejar obra imperecedera: adornado de talento, dotado de cultura y con la gracia de una pluma fácil, podía haber pasado a los clásicos hispánicos como la mentalidad más fuerte, como la auténtica personificación de los años en que había vivido. Pero era de una personalidad exuberante y presumía de independiente, aunque en realidad era esclavo de sí mismo, de una de las facetas, la más imperfecta, de su poderosa personalidad y esto le ha llevado al extremo de morir en pugna con su pueblo y su historia de la que había sido encarnación viva y trozo sangriento.
Ha sido una gran tragedia su muerte, que acaeció en los comienzos de la insurrección fascista y una tragicomedia su desaparición, hace unos días, en la triste desolada y mortecina Salamanca. El que fue un Maestro auténtico, contaba con un gran cúmulo de discípulos que le adoraban y querían, que incluso sabían ahogar sus brotes de originalidad y fuerza creadora en su presencia, para convertirse en disciplinados alumnos que sólo ansían la palabra del Maestro. Y tuvo también en su derredor –qué Maestro ha estado desprovisto de ellos– pobres diablos arribistas y atrevidos, que se le juntaban y acompañaban con gesto sumiso y admirativo para cotizar su autoridad y prestigio. O sea que hasta en sus discípulos había esa dualidad trágica, que ha presidido toda su obra, que existía incluso entre sus amigos y los que se sentían unidos a él por lo que había de positivo, una innata distinción entre auténticos y falsos; entre su persona y los que se le sumaban basándose en lo que ofrecía de deleznable y vacuo, chabacano y tornadizo.
Y naturalmente, en sus dos fechas –19 de julio y 1° de enero– la de su muerte y la de su desaparición, han estado presentes todos ellos. Cuando por una serie de resentimientos y olvidándose de sí mismo, del Unamuno escritor y Maestro, y pendiente sólo del Unamuno anciano que va al ocaso de su vida, se puso junto a los facciosos o por mejor decir contra Azaña, sus discípulos clamaron estentóreamente contra él. “Cuando encontréis un mentiroso, decidle mentira y seguid adelante”, les había dicho D. Miguel y eso hicieron sus discípulos. Bergamín, el primero de todos ellos, el católico Bergamín, con lágrimas en los ojos y deshaciéndose el corazón se vio obligado a confesar que se sentía cada día más unido a la obra de Unamuno y desligado de su persona. Lloró la muerte del Maestro y en lo sucesivo de Unamuno como si éste hubiera partido para el viaje del que no se retorna. Quedaron vacíos en Bergamín sus preferencias, puesto que no cabían ni fórmulas de arreglo, ni falsas componendas.
Cuando los discípulos auténticos le habían abandonado, cuando se alejaron los que como él sentían a España “en el cogollo del corazón” acercáronse otros escritores, pero que no tenían con el Maestro la intimidad y la comunidad de problemas y afectos que los primeros. Los nuevos discípulos eran escritores formados en todos los vientos, que habían bebido en todas las fuentes, que carecían de hondura, vocación y fuerza. Eran literatos como Obregón, que se formó en el Ateneo de Madrid, debiendo cuanto era a su Secretaría en dicho centro, o como la Serna que estaba siempre de vuelta de todos los credos y de todas las amistades o como el tenor Fleta, que jamás conoció a D. Miguel. Indudablemente que se trataba de las compañías menos indicadas para el Maestro. Superficiales profesionales sin auténtica pasión… pobre D. Miguel! De seguro que al darse cuenta Unamuno de las compañías que disfrutaba se daría cuenta exacta de lo horrible de su fracaso. Morir lejos de José María Quiroga y José Bergamín y acompañado de Obregón y Víctor de la Serna! Pobre D. Miguel! Es más bien digno de lástima, pues no merecía que el destino le castigara tan rudamente en su vanidad y egocentrismo, apartándolo en la hora de la muerte de cuantos le quisieron profundamente.
De paso por Buenos Aires, han estado fugazmente entre nosotros el secretario de la embajada de España en Chile, D. Alfonso Rodríguez Aldave, acompañado de su esposa, la conocida escritora y ensayista, colaboradora de Crítica, María Zambrano. Ambos partieron a las diez horas de hoy en el Campana, con rumbo a Valencia, donde el joven diplomático vasco, que cuenta 26 años de edad, va a incorporarse a las filas del ejército republicano.
Rodríguez Aldave representa una generación española, que concreta su personalidad en el instante presente, en que la península afronta una de las horas más difíciles de su historia. Doctor en filosofía y letras, sin haber militado en ningún partido, fue uno de los propulsores de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, llamándolo el gobierno leal a desempeñar el cargo de diplomático en Chile, el 7 de septiembre del año pasado.
El Ejecutivo de Valencia ha movilizado las clases que estuvieron bajo bandera desde 1932 hasta 1936, no excluyendo del llamado a los miembros del cuerpo diplomático y consular de España.
— El gobierno ha comprendido –nos dice Rodríguez Aldave–, que todo hombre joven que en los angustiosos momentos presentes no tome las armas para luchar en las trincheras, carecería de porvenir en España, y es por eso que no ha excluido de su convocatoria a los diplomáticos, que deben cumplir con su deber al igual que todos sus hermanos españoles, en el frente de batalla.
América se estaba apartando de España
— ¿Qué impresiones lleva de América, al regresar a España? –interrogamos al joven diplomático.
— Llevo una impresión magnífica del pueblo y de los intelectuales americanos –responde–. Yo conocía solamente Venezuela, hasta que fui designado para ir a Chile. América, que se estaba apartando de España, vuelve a sentirse unida espiritualmente a ella, sintiendo como si el destino de España fuera su propio destino. Durante mi estada en Chile, he podido constatar hasta qué punto las masas populares del noble país vecino, se han identificado con la gran tragedia que se desenvuelve en los campos ensangrentados de España. Creo que el porvenir de la raza, tanto allá como aquí, será obra exclusiva del pueblo, artífice insuperable de todas las transformaciones, cuando ellas tienen la trascendencia actual, en que se juega mucho más que el porvenir de España, pues la derrota del fascismo por las tropas del Ejército Popular, significará la muerte del fascismo internacional, y la consiguiente clausura de una etapa histórica en que las fuerzas obscuras de la reacción pretendieron resurgir, más que nunca animadas de sus instintos más repugnantes.
Desde que se inició la guerra española contra el fascismo internacional, España está reconquistando espiritualmente América. Hoy es una satisfacción y un verdadero orgullo para un diplomático español, recorrer América.
El sentido democrático y antifascista de Chile
El joven diplomático, que habla con energía y dinamismo, se refiere luego a su estada en Chile.
— El noventa por ciento de la población de Chile está fervientemente identificada con mi gobierno. Es así como aquel pueblo, que lucha con dificultades económicas, siente y palpita magníficamente con España. Respecto a los intelectuales, ha sido notable la labor de todos ellos en favor nuestro. Cabe destacar la acción del Comité Pro España Republicana, que preside el decano de la Facultad de Filosofía y Letras, don Luis Galdames, ilustre historiador, acompañado por otros catedráticos, entre ellos el ex canciller David Cruz Ocampo, Eugenio Pereyra, Gustavo Fernández y otros. Sería largo enumerar el grupo de hombres notables que nos han hecho llegar su palabra y su acción reconfortante. Mencionaré, sí, a los escritores Alberto Romero, Manuel Rojas, Ernesto Montenegro, Pablo de Rokha y Vicente Huidobro. Creo que no valdría la pena insistir sobre la personalidad de Pablo Neruda, ya que está en la conciencia de todos su apoyo incondicional a España, que le ocasionó entre otras cosas la pérdida del cargo de diplomático que tenía en España.
Este ambiente al que aludo, ha sido posible en Chile, merced al profundo sentido democrático y antifascista del pueblo chileno, del que se ha hecho eco su prensa.
¿Y qué podría decir yo –prosigue– en elogio del embajador Rodrigo Soriano, el hombre insustituible para tan alto cargo, en el que se muestra cada día más joven, caballeresco, dinámico y acertado?
Respondiendo a una pregunta nuestra, Rodríguez Aldave vuelve a referirse a España.
— De la guerra surgirá una España poderosísima, desligada de ataduras ancestrales que le impedían afirmar rotundamente su propia personalidad. La destrucción de las fuerzas reaccionarias permitirá elevar en nuestro suelo una Democracia auténtica, que será lógicamente de tipo genuinamente español, pues lo curioso de esta lucha es que la España leal que combate contra los que se dicen depositarios del nacionalismo, es precisamente la que entraña lo más puro y auténtico del temperamento español, con sus rebeldías, su individualismo y su formidable amor a la libertad en todas sus formas. Tal es el espíritu que anima a la España republicana, merced al cual pudo realizar la milagrosa tarea de los primeros meses de la guerra, cuando el pueblo peleó mano a mano con el ejército sublevado y contra tropas especializadas italianas y alemanas.
Esta heroica resistencia de España al fascismo internacional, se nutre en las más hondas raíces de nuestra propia historia, y es así que nuestra lucha se identifica con el porvenir del mundo, pues bajo el ejército del Frente Popular se hundirá la amenaza fascista internacional, que comenzaba a inquietar al mundo…
Nunca ha estado España cerrada contra el mundo
El secretario Rodríguez Aldave, refiérese luego al viaje que ha iniciado hoy.
— Vamos directamente a Valencia, donde seré destinado por las autoridades militares. No les ocultaré que mi más ferviente deseo, una vez incorporado al glorioso ejército popular, el más glorioso de la historia, sería ir a pelear a las órdenes de Miaja, el maravilloso general vasco.
Pablo de Rokha
Es el destino del hombre, lo que se está jugando en España.
La gesta heroica del pueblo español, la gran tragedia esquiliana, epopeya inaudita y tronadora, que lo sitúa en el primer plano de la grandeza humana y en el vértice del espíritu es la pelea por la defensa de la libertad y la dignidad del ser consciente. Sí. La bestia fascista, el moro, el italiano, el nazi, el aventurero internacional, comprados, como un espantoso rebaño asesino, o engañados y estafados como una gran piara de imbéciles, por el señoritorequeté, por el señorito-cura, por el señorito-militar y traidor, se ha partido el hocico contra la vanguardia de la Humanidad y la civilización humana: el pueblo español, España. El pueblo español de Cervantes y los conquistadores, el pueblo español de la novela picaresca y los guerreros y los santeros anónimos y las ruidosas catedrales. El pueblo español de las Mercedes y las Dolores y las Remedios y la morena Carmen gitana, junto a la gran estampa de sus varones austeros y egregios frente a la muerte, como tallados en hierro y piedra y fuego.
A estas alturas corresponde un clima tenaz y acerbo, tenaz y egregio, un clima grandioso de epopeya.
Allá van a conectar su corazón con él, Alfonso Rodríguez Aldave, compañero del caballero popular Rodrigo Soriano, y Secretario de la Embajada de España en Chile, llamado, como soldado, por el Gobierno de España, a empuñar un fusil en el frente de combate, y su mujer María Zambrano, la poderosa escritora. Nosotros los veremos partir a estos ilustres y leales amigos, con una gran envidia y una gran vergüenza por su ardiente y terrible destino dramático y por su gran camino del Calvario. Alfonso Rodríguez Aldave, espíritu magnífico de sencillez, acrisolado de claridad varonil, de lealtad y dignidad, auténticamente ibéricas, nutrido y ceñido de un gran esquema de la cultura materialista y heroica, va a pelear de hecho, como hombre, contra la fiera idiota del fascismo, va a pelear mano a mano, pecho a pecho, con los invasores criminales de su gran tierra nativa. La intelectual espartana, la mujerpueblo con antigüedad y autoridad de masas, que existe en María Zambrano comparte su porvenir soberbio. Chile les despide, Chile, es decir el pueblo de Chile, la gran medalla forjada con la efigie de la Iberia y la Araucania, el pueblo de Chile, engañado, explotado, azotado por el régimen y los bufones y las farsantes del régimen, el Chile hambriento, pero eterno, les destina su fuerte abrazo.
Y nosotros lo escribimos en estas letras viejas de la emoción humana.
El regreso a la Península del distinguido diplomático que hasta ayer desempeñaba entre nosotros el cargo de Secretario de la Embajada de España, señor Alfonso Rodríguez Aldave, ha sido unánimemente lamentado por la opinión pública chilena, que vio en él no sólo al eficaz colaborador de las excepcionales tareas que las circunstancias han impuesto al Excmo. señor Soriano, sino también a un representante de la nueva diplomacia de la República, que por sobre las estereotipadas fórmulas protocolarias, se demostró ante nuestro pueblo como un leal amigo de Chile y esclarecido servidor de la causa de la democracia y de la unión espiritual y material entre su patria y la nuestra.
La actividad desplegada en el ejercicio de su cargo por el señor Rodríguez Aldave, su laboriosidad sin tregua y su afán constante de servir a la causa de la República en los momentos en que el fascismo internacional se coaliga para secundar la obra de los generales traidores, necesita ser destacada como un ejemplo para todos los diplomáticos sinceramente republicanos y democráticos.
Durante su breve desempeño el señor Rodríguez Aldave no conoció prácticamente el descanso. Ha sido para el Embajador de España un colaborador inestimable, que supo interpretar, en el ejercicio de su Secretaría, la política de sincera amistad para nuestro país de que aquel es personero y de la que pruebas tan elocuentes ha dado.
Llamado por su gobierno –según se nos ha comunicado– a cumplir sus deberes militares en estas horas de lucha sin cuartel, el señor Rodríguez Aldave deja entre nosotros un recuerdo imborrable de amistad franca y generosa, de distinción exquisita y de pura y auténtica doctrina democrática.
Al partir de nuestro suelo, rendimos al diplomático, al escritor y al amigo, nuestro más alto homenaje, que hacemos extensivo a su distinguida esposa, la señora María Zambrano de Rodríguez Aldave, escritora ilustre, que tan proficua obra realizara en pro de la santa causa del gobierno leal de España.
Queremos interrumpir la monótona costumbre de hablar en el lenguaje estirado del editorialista. Queremos dar rienda suelta a nuestros sentimientos de profunda tristeza y expresar lo que pensábamos cuando vimos partir el orgulloso pájaro de acero que se llevaba en su interior a estos dos grandes y leales amigos.
Aldave y María Zambrano representaban en nuestra tierra no sólo la España Nueva, la España convulsionada que pelea bravamente por un porvenir mejor, sino también toda una línea nueva frente a la vida, frente a la historia. Al lado de este viejo magnífico, de este roble de Euskadi que se llama Rodrigo Soriano, María y Alfonso formaban la pareja maravillosa de la diplomacia del porvenir.
Antes de todo, nos trajeron el mensaje humano de su destino, forjado en medio de una de las epopeyas más grandes, más heroicas y más trágicas de la humanidad. Su inquietud, su afán casi sobrehumano de superarse en el servicio a la causa de su pueblo, su inquebrantable voluntad de conquistar el corazón de nuestra América para la gran jornada libertadora de la patria, su profunda comprensión de todo lo nuestro, que es también lo de ellos, hizo brotar en torno de ellos algo más que la camaradería que se gesta en la defensa de una causa común, creando lazos de una profunda amistad y de un íntimo sentimiento de ternura y de solidaridad humana.
Su ida al frente de batalla es el gesto lógico de esta pareja de combatientes. Cuando los vimos levantarse hacia el sol y en alto, no podíamos reprimir una profunda y amarga envidia por no poder compartir con ellos su glorioso y heroico destino.
De vuelta del aeródromo, sentimos vacía la casa y triste el corazón e inútil y estéril nuestra pequeña labor cotidiana. Los imaginamos en Valencia y más tarde en Madrid, su labor en el frente o en la retaguardia, su identificación más completa aún con la España que en estos momentos fija nuevos rumbos para la humanidad entera.
Pero la despedida de los amigos, de los que fueron grandes y entusiastas colaboradores de nuestro pequeño vocero, no puede circunscribirse a un lamento personal en los momentos trágicos y graves por que atraviesa el mundo. Hemos contraído con ellos una deuda, una deuda que hace más personal, más íntima, más humana la gran deuda que tenemos con España. Tenemos que luchar por la continuación sin desfallecimiento de la obra que con su valiente concurso se inició. Tenemos que redoblar los esfuerzos para convertir en realidad esta consigna grande, y justa de enviar un barco de víveres a los hermanos que pelean en España.
Tenemos que continuar la obra tenaz de divulgación de los crímenes del fascismo; de reproducir las voces más autorizadas de la España Leal de gritar a todos los vientos nuestra inquebrantable solidaridad, nuestra fe invencible en el triunfo de una causa que es nuestra.
Y tenemos que inspirarnos todos los días en el ejemplo heroico y grandioso de nuestros hermanos de raza y de sangre para organizar, para orientar las huestes del Frente Popular chileno, que ojalá pronto puedan lanzarse a la pelea bravía por la liberación de nuestro país, agobiado y angustiado por una oligarquía tan traidora y tan ruin como los Mola, los Franco y los Queipo de Llano, y de un imperialismo tan rapaz e insaciable como las huestes de Hitler y Mussolini.
Alfonso y María: vuestra labor no ha sido infructuosa. Aquí estamos para continuarla. Nuestro puño levantado os acompaña.
María Zambrano, la escritora española, que hace poco nos llegara de España, prepara en estos momentos un libro con cuyo título encabezamos estas líneas y a cuyo contenido pertenecen los siguientes fragmentos:
Aunque todos lo esperábamos, nadie creyó tan cercana la catástrofe ni tan terrible la traición.
En los días del diecisiete al veinte de Julio muchos muchachos de profesión intelectual, sintiéndose ante todo hombres, marcharon a combatir al frente de la sierra o participaron en la toma del Cuartel de la Montaña, nuevo 2 de Mayo.
Así, Rodríguez Moñino, catedrático de literatura en Madrid y erudito e investigador, que hubo de ocuparse más tarde en la Junta del Tesoro Artístico Nacional, fue de los primeros en vestir el “mono azul”, uniforme espontáneo de las milicias del pueblo; Juan Chabás, escritor, y que en aquellos días efectuaba unos cursillos especiales para profesor, se incorporó inmediatamente a las milicias, en las que fue enseguida capitán.
La inteligencia tenía que ser también combatiente. Y nació El Mono Azul, publicado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas: la inteligencia vistió ese traje sencillo de la guerra, ese uniforme espontáneo del ejército popular.
Todavía hay quien se extraña. Pero convendría recordarles que en los días del nacimiento de la razón, cuando en Grecia, con maravillosa y fragante intuición, se quiso representar a la diosa de la sabiduría, Palas Atenea, se la vistió con casco, lanza y escudo. La razón nació armada, combatiente. Se había olvidado esta razón militante en el mundo moderno, dentro del cual, cuando la inteligencia se mezclaba a las luchas reales se la consideraba de menor rango, y perdida ya su condición de captar la verdad, pues se estimaba que únicamente la desvinculación de los intereses reales podía llevar a ella. Se creía en una verdad ideal y la razón obra de sí misma se pensaba invulnerable, absoluta, con lo cual sin dejar de ser contemplativa se creía legislar el mundo.
Este es un libro escrito según la teoría de Nietzsche, cuando predicaba la necesidad de escribir con sangre como la única forma de hacerlo.
Es un libro escrito con todo el dolor de la hora de España y con todo aquel acumulado en aquellos años anteriores, cuando “cada día que pasaba había que renunciar al trato de alguien”, cuando el espíritu se rebelaba con la ciencia oficial que establecía una inteligencia de naturaleza inmutable y eterna, como “algo inalterable que pasaba por el mundo sin romperse ni mancharse”, cuando la conciencia del mundo vivía “su período de adolescencia”.
María Zambrano ha vivido esos aspectos de la época con la inquietud dolorosa de quien comprueba que no se ajustan a la realidad; y ha vivido la ansiedad de no poder equilibrar su mundo privado con el mundo de la totalidad, y ha vivido la angustia máxima de ver surgir esa conciencia adolescente en seres humanos armados de la pistola y el garrote, dispuestos a imponerla sobre el mundo por medio del crimen y el asesinato. María Zambrano ha sufrido la angustia del intelectual que ve surgir sobre el mundo la teoría fascista de los hechos, que no reconoce más realidad que la suya, porque funda la realidad en un acto suyo de violencia destructora.
“Del alma estrangulada de Europa –dice– de su incapacidad de vivir a fondo íntegramente una experiencia, de su angustia, de su fluctuar sobre la vida sin lograr arraigarse en ella, sale el fascismo como un estallido ciego de vitalidad que brota de la desesperación profunda, irremediable, de la total y absoluta desconfianza con que el hombre mira el universo. Es incompatible el fascismo con la confianza en la vida, por eso es profundamente ateo, niega la vida por incapacidad de ayuntamiento amoroso con ella y en su desesperación, no reconoce más que a sí mismo”.
Algo ahora en cuanto a la calidad. Hay en este libro una demostración por parte de la autora de una fuerza de razonamiento y de profundidad en el razonar que nos llena de orgullo, por ser de un escritor que está de este lado de la barricada, y por ser de una mujer.
María Zambrano nos ha dejado este libro antes de partir y con él nos ha dejado lo mejor de su espíritu.
Una vez que la actividad del “hombre español” hubo quedado nítidamente registrada en el terreno mismo de la tragedia sin dejar lugar a dudas ni conjeturas, hubo que, pasado aquel enorme “primer momento”, mirarse a las caras, contemplar la ancha estela de sangre que rápidamente había de irse diluyendo en el pasado (en el pasado-presente) y mirar que habría de hacerse allí en donde nada había hecho. Porque era una ruta que habría de trazarse por propulsión delantera, o más bien dicho, allá en el horizonte histórico (de la historia futura), al parecer había colocado un imán y sabido es que aquella misteriosa piedra no atrae hacia sí el algodón, sino el acero. Quiere decir entonces que los hombres que se encontraran atraídos por el horizonte, tenían que ser de fino temple.
El proletariado, naturalmente, no vaciló; porque eso que en él han dado en llamar “ignorancia”, no es a veces sino sabiduría.
El intelectual, en cambio, se sintió sometido a una terrible prueba.
Y comienza a escribirse la verdadera historia porque –según Zambrano– hasta ese momento no había sino adolescentes a los cuales se les presentaba la maravillosa ocasión, por ser única, de hacerse hombres. Pero entendido que los que se acoplaran a la heroica caravana serían hombres por toda la eternidad, y cuando engendraran sólo engendrarían hombres porque la adolescencia en España era ya cosa terminada.
Porque la guerra europea –dice María– no había logrado sacar a la humanidad de su adolescencia y la Revolución la sacaría, pero: “Aquellos que en el terreno terrible pretendieron sustraerse a su conmoción alegando su condición superastral de pensadores o artistas, como si la condición humana pudiera eludirse, quedarán desvinculados de las tareas esenciales del futuro, vagando en esos espacios siderales del arte, lejos de los hombres, de sus dolores y de sus glorias. Los que no fueron capaces de hundirse en las zonas fecundas de la hombría, allí en donde la vida y la muerte se enfrentan sin disfraz, en esa honda soledad de la angustia y la esperanza, quedarán condenados por la justicia invulnerable de la vida, a vagar melancólicamente, administrando su obra anterior o representándola –representándose a sí mismo– al que en otro tiempo fueron”. Y más abajo: “Pueden dar [también] su obra por acabada si la tienen. Los que no la habían logrado aún arrastrarán una juventud estéril por el mundo, horrible juventud caduca sin el cansancio fecundo de la vejez bien lograda”.
Leyendo este libro ágil en su rapidez y terrible para aquellos a quienes está dirigido, terrible como una espada que, blandida por mano certera, cortara a la altura misma del sexo –ni más arriba ni más abajo–, me ha parecido ver un hombre en María Zambrano y un grupo de rameras sin patente en Pérez de Ayala, Azorín y Baroja.
Está bien este libro de María Zambrano. Está bien porque nos recuerda que gordos y flacos, negros y blancos, intelectuales y no intelectuales, sólo son subdivisiones en el género humano, quedando los grandes grupos reducidos a dos: hombres… y los que no fueron capaces de serlo.
De muchas cosas nos habla este libro breve en su forma material. Hay unas cuantas páginas dedicadas a El Mono Azul, ese maravilloso hilillo de inteligencia que va conectando documentalmente (documento del corazón) entre tanques y metralla, el pasado con el porvenir.
Y, finalmente, ved en qué forma directa nos lanza hacia la lucha por la libertad:
“La revista Hora de España, que edita en Valencia un grupo de intelectuales, de esmerada tipografía, con maravillosas viñetas, decente, cuidada, su presencia conmueve y enardece, y una comprobación de esperanzas es un motivo más de fe. Conmueve porque nunca en medio de tanta sangre y muerte, se ha escrito y publicado nada semejante porque la inteligencia española, sin pausa y sin fatiga, prosigue su obra, la comienza más bien en las más difíciles trincheras del mundo”.
“Los temas solamente ya muestran la autenticidad de estas inteligencias que forman parte del pueblo al trabajar con él y por lo que él desea. Van apareciendo en los ensayos, en los poemas y narraciones, en las notas y conferencias que reflejan todos los puntos de reflexión y meditación que nos van a ocupar años enteros; todo un porvenir de trabajo. Así Rosa Chacel, con severa mirada, examina la cuestión central, decisiva, de «Cultura y Pueblo» y nos lanza dos nombres de nuestro ayer, vivos más que nunca en el hoy de la revolución, Pérez Galdós y Larra. Antonio Machado, con su noble entendimiento, va vertiendo su antigua y reposada sabiduría, tan de los repliegues del alma española. Máximo Kahn hace aflorar el hondo sentido de nuestra vieja y nunca ida cultura sefardita. Dámaso Alonso estudia objetiva y apasionadamente, nuestra literatura. Rafael Dieste nos trae la soledad sin descanso de Don Quijote y la pregunta sin respuesta aún, que planteara con la complicidad humilde de lo español, Cervantes. Sánchez Barbudo rememora días de presentimiento, uniendo la angustia con la esperanza y encontrando la fe que se necesita para creer lo que se está viendo. Gaya plantea el problema del cartel y la pintura que discute con Renaud, actual director general de Bellas Artes. Gil Albert y Moreno Villa y Alberti nos ofrecen como un licor confortante en su amargura, la poesía de la desolación y la muerte. Bergamín en cristiano se dirige a los católicos engañados más allá de España. Teatro de Dieste, conferencia sobre Lorca en París, de Neruda: Todo un mundo que no puede existir sin eso por lo que combatimos: sin la libertad”.





























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y diplomático Alfonso Rodríguez Aldave”, Antígona. Revista de la Fundación María Zambrano, n. 6.
Tarcus, Horacio (2020), Las revistas culturales latinoamericanas. Giro material, tramas intelectuales y redes revisteriles, Buenos Aires, Tren en Movimiento.
Zambrano, María (2007 a), La aventura de ser mujer, ed. de J. F. Ortega Muñoz, Málaga, Veramar.
Zambrano, María (2007 b), Filosofía y educación. Manuscritos, ed. de A. Casado y J. Sánchez-Gey, Málaga, Ágora.
Zambrano, María (2009), Las palabras del regreso, Ed. de M. Gómez Blesa, Madrid, Cátedra.
Zambrano, María (2014), Obras completas, vol. VI, Barcelona, Galaxia Gutenberg.
Zambrano, María (2015), Obras completas, vol. I, Barcelona, Galaxia Gutenberg.
Zambrano, María (2021), “Carta a Francisco Giner de los Ríos del 19 de enero de 1987”, en Vélez- Málaga o la vuelta a Ítaca de María Zambrano, Catálogo de la exposición, Vélez-Málaga, Fundación María Zambrano.
Soto García transcribe pero no enmienda las erratas del artículo, lo que sin duda a veces empobrece su trabajo. Así por ejemplo al final del cuarto párrafo, cuando deja intacta la minúscula en la palabra ‘alianza’, que debería ser mayúscula porque sólo de ese modo se sobreentiende la referencia a la Alianza de Intelectuales Antifascistas (2005, 170).↩︎
Uno de los efectos de la guerra civil española fue la división de la prensa internacional y el casi obligado posicionamiento de las principales cabeceras. El caso de Chile es bien conocido: “encontramos que La Patria, El Diario Ilustrado, La Unión, El Imparcial y El Mercurio simpatizaran con las fuerzas lideradas por Franco, mientras que Frente Popular, La Hora y La Opinión tendieron a defender las posiciones y acciones del bando republicano” (Carellán 2017, 11).↩︎
En ocasión de la muerte de Unamuno (Salamanca, 31 de diciembre de 1936), de su significado general y de su controvertido posicionamiento en la guerra, Zambrano acababa de escribir un artículo para la revista Onda Corta en Defensa de la Cultura, “Unamuno y su contrario”, artículo que a la postre iba a salir el mismo día que la entrevista de La Opinión, el 6 de enero de 1937 (este mismo artículo se iba a publicar también en la revista argentina Pan. Síntesis de toda idea mundial, n. 95, 27 de enero de 1937, pp. 15-16). En Onda Corta en Defensa de la Cultura también iba a publicar poco después Alfonso Rodríguez Aldave un artículo sobre Unamuno (vid. más adelante y en Apéndice VI).↩︎
El artículo, como presentación de la autora al público chileno, llevaba la siguiente entradilla: “María Zambrano acaba de llegar de España, su patria, que ha dejado en momentos trágicos, pero para servirla pues acompaña a su marido que ha sido designado Secretario de la Embajada ante nuestro Gobierno. Su inteligencia viva, su gran cultura, su trato sencillo conquistará muchos amigos para ella y para la causa. La Mujer Nueva se siente honrada con su colaboración” (La Mujer Nueva, n. 12, diciembre 1936, p. 12). En esta misma revista volvería a publicar otro artículo en el número de mayo: “¡Madrid!”, La Mujer Nueva, n. 15, mayo 1937, p. 1 (también recogido en Soto García 2005 y Zambrano 2015). También en este caso el artículo iba acompañado de una interesante entradilla: “Dentro de pocos días partirá a España María Zambrano. Irá adonde nunca ha dejado de estar, como podemos leer en su artículo, que publicamos a continuación. Nosotras a nuestra vez continuaremos estando con ella y con su tierra martirizada en todos los momentos. Y al partir, nuestra sola despedida es la promesa que seguiremos trabajando con más y más ardor, sin fatigar, hasta la aurora del día en que los milicianos abatan el fascismo”. La entradilla no tiene firma, claro está, pero el afecto simpatético de la misma hace pensar que podría tratarse de Elena Caffarena.↩︎
Además de esta igualdad entre los títulos de los artículos de La Mujer Nueva y Acción Femenina, hay que señalar otro artículo sucesivo de título similar (aunque esta vez escrito ya de vuelta en España): “La lucha en la mujer actual”, Frente Popular (Santiago de Chile), 10 de septiembre de 1937, p. 9.↩︎
El interés del feminismo chileno por España venía de atrás: “En la lucha por el voto, la Segunda República significó para el feminismo chileno la esperanza de ejercer plenos derechos políticos” (Montero 2018, 210). Las figuras de Clara Campoamor, Carmen de Burgos, Isabel Palencia y Victoria Kent se convirtieron en referentes intelectuales en la prensa feminista chilena, a las que después, a partir de la Revolución de Asturias, hay que añadir la de Dolores Ibárruri, La Pasionaria, sobre todo en su aspecto más político y en su dimensión más simbólica.↩︎
El Homenaje a la Mujer Española fue organizado por el Comité Pro Ayuda a las Víctimas del Fascismo Español y coincidió en el tiempo con la gira chilena de la actriz Margarita Xirgu representando obras de Lope de Vega y Federico García Lorca. La concurrencia superó las tres mil personas, según el reportaje de Acción Femenina. Por su parte, el diario Frente Popular dio el anuncio el día de antes, sábado 20 de marzo, y una amplia reseña el día después, lunes 22 de marzo. El titular era “Impresionante homenaje a la Mujer Española se realizó ayer en el Teatro Recoleta”. Y la entradilla decía: “Especialmente invitadas asistieron la esposa del Embajador de España y la del Secretario de la Embajada”. Hablaron, entre otras, Laura Rodig, Blanca Luz Brum y Marta Vergara, y al final del acto también tomaron la palabra Dolores Martí, esposa de Rodrigo Soriano, y María Zambrano: “Una vez terminado el acto, la esposa del Embajador de España, declaró emocionada, que las extraordinarias dimensiones de este homenaje le recordaban actos semejantes que vio realizarse en su Patria y expresó sus agradecimientos en nombre de las mujeres de España. De la misma manera, la escritora española María Zambrano, esposa del Secretario de la Embajada, no pudo ocultar sus lágrimas de emoción al presenciar el caluroso homenaje a sus compatriotas entre quienes hace muy poco se encontraba en España y muchas de las cuales han caído bajo las balas y bombas del fascismo internacional” (Frente Popular, 22 de marzo de 1937, p. 9).↩︎
En la Presentación de 1988 de su libro Delirio y destino Zambrano parece querer incluir los delirios dentro de los géneros biográficos: “No he cultivado el género de la novela, aunque sí algo la biografía, tratándose de otros, nunca de la mía. Mas tenía que ser la por mí vivida realmente, incluidos los delirios, que con la biografía forman una cierta unidad. ¿Por qué no ha de contener también una autobiografía verdadera delirios que no son una falacia de falso ensoñamiento?” (Zambrano 2014, 841-842). Era una declaración circunstancial, que valía para los textos del libro que presentaba: en efecto, hay delirios que pueden ser perfectamente autobiográficos (y tal es la razón de la inclusión de algunos de sus delirios en la segunda parte del libro), pero eso no quiere decir que lo sean todos ni que lo sean siempre. El camino que ha tomado la crítica zambraniana más oficial de considerar los delirios como escritos autobiográficos a partir de esa declaración de Zambrano no es el mejor para la adecuada comprensión del género literario de los delirios, pues opera una reducción que no es seguro que compartiera la propia Zambrano (ella en esa cita se refiere a los delirios de la segunda parte del libro), pero aun en el caso de compartirla no es de recibo que la crítica la reciba de manera acrítica. Vale la pena tener siempre presente que el autor no es siempre quien mejor conoce e interpreta la propia obra. Es más, a veces sucede que, queriendo o sin querer, desvía a la crítica de la más adecuada comprensión de su obra.↩︎
Hay una suerte de obstinación en buena parte de la crítica zambraniana en citar en modo incorrecto estos libros, dando la impresión con ello de querer elevar la figura del editor o del compilador a la del autor, como si ser editora o compiladora no fuera suficiente y disminuyera la labor de Zambrano. Es fácil encontrarlos citados de este modo: M. Zambrano, Antología de Federico García Lorca (o Federico García Lorca. Antología), Santiago, Panorama, 1937 y M. Zambrano, Romancero de la guerra española, Santiago, Panorama, 1937. Cualquiera que haya visto los libros se dará cuenta del error, que no errata, pues Zambrano en ningún caso aparece como autor en la portada de los libros (ni en la cubierta ni en la página de créditos) ni los libros en modo alguno corresponden a su autoría (lo que ella lleva a cabo son las selecciones de las poesías y la escritura de las introducciones). El modo correcto y que no deja lugar a dudas es el siguiente: Federico García Lorca, Antología, selección, prólogo y notas de M. Zambrano, Santiago, Panorama, 1937, y Romancero de la guerra española, selección y prólogo de M. Zambrano, Santiago, Panorama, 1937. Lo mismo vale para el volumen de homenaje de los poetas chilenos, cuya forma correcta es: Madre España, prólogo de G. Seguel y epílogo de M. Zambrano, Santiago, Panorama, 1937. De seguir esta recomendación filológica de mínimos se hubiera podido evitar el desperfecto y la impostura llevados a cabo en el primer volumen de las Obras completas de Zambrano, donde en el libro Los intelectuales en el drama de España y otros escritos de la guerra civil se incluyen también los tres libros de Panorama aquí citados en los que en vario modo colaboró Zambrano, pero claramente sin ser autor, logrando así que sus Obras completas contengan también obra impropia que no le pertenece.↩︎
La segunda parte de este libro chileno de Zambrano vio primero la luz en forma de serie de artículos publicados a lo largo del mes de marzo de 1937 en el diario Crítica de Buenos Aires (Martin 2022 b). Nótese que en Chile sólo publica uno de ellos y que pocos días después el mismo diario dará anuncio del libro Los intelectuales en el drama de España (vid. Apéndice IX.1).↩︎
“Estos dos términos, cultura y pueblo, sobresalen de todas las voces que llenan el momento actual, destacándose con unánime impulso, con franca voluntad, o más bien forzosidad, de fusionarse. Qué último fondo intencional, qué vital interés y qué propósito guía a cada uno de estos elementos a aproximarse al otro, es lo que es necesario aclarar antes de seguir combinando los dos sustantivos con todas las preposiciones posibles, como es uso” (Chacel 1937, 13).↩︎
Como botón de muestra damos a continuación las dos entradillas de los artículos de Zambrano publicados en esta revista, las cuales iban siempre debajo del nombre del autor y generalmente entre paréntesis. Del primero de ellos, el dedicado a Unamuno, decía: “(De Onda Corta, de S. de Chile)”; y del segundo: “(De Los intelectuales en el drama de España, de Sgo. de Chile)”, respectivamente en pp. 15 y 14 de los nn. 95 y 119.↩︎
Según consta en la mancheta la revista se distribuía en España, Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Estados Unidos de Norte América, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Perú, Puerto Rico y Venezuela, además, claro, de Argentina.↩︎
Damos a continuación dos correos de Horacio Tarcus a propósito de la revista: “[…] lamentablemente es poco lo que puedo decirte sobre Pan, yo tampoco conozco estudios al respecto. Es una revista difícil de abordar porque no tiene indicación de director (ni de consejo de redacción) y también porque la mayor parte de los artículos son traducciones de noticias de la prensa internacional sobre la situación prebélica y bélica de los años 1935-1940. Sabemos que el tiraje era muy grande y se imprimía en papel de pasta, muy barato. Como no debían pagar a los colaboradores (sino a los traductores), los costos eran muy bajos y el precio del público era muy bajo también. El equipo de redacción/traducción estaba instalado en la redacción del diario Crítica, donde se recibían diariamente los cables y los diarios de todo el mundo. Mi hipótesis (a ser comprobada) es que las notas sobre política internacional que se publicaban de modo abreviado en el diario, se ofrecían de modo completo en la revista” (correo del 14 de julio de 2023, Archivo Martin Cabrero). Y en el sucesivo: “Sin duda alguna, Pan está en la órbita de Botana. Yo supongo que el mismo Botana encargó la tarea de editar la revista a un par de periodistas de su redacción, o bien aceptó la propuesta que nació de la propia redacción. Pero ese es el radio: la redacción de Crítica. Y el universo Botana” (correo del 16 de julio de 2023, Archivo Martin Cabrero).↩︎
“Pan es una revista de transcripciones de la prensa mundial y, en particular, de la prensa de la América Latina. Es una cosa única en América del Sur […]. En las páginas de la revista argentina, el lector encuentra, a través de artículos firmados por los principales nombres literarios y políticos, transcriptos de los mejores diarios y revistas, todo el panorama del mundo en la última semana” (Amado 1937, 17).↩︎
“Pan es una revista que lucha y que trabaja por la causa de la libertad; que se volvió hacia el pueblo; que traduce para los pueblos de América las grandes palabras de liberación de los «leaders» del mundo. De este modo es también una revista que orienta. No solamente muestra lo que acontece en el universo, sino también el camino a seguir” (Amado 1937, 17).↩︎
“Nuestro nombre es un símbolo y una definición: Pan en griego significa todo. Pan será un vehículo de ideas de todas las ideas que están moviendo el mundo… Irá a buscarlas a todos los países extrayéndolas de las publicaciones que reflejen los sucesos, las aspiraciones y las necesidades de los pueblos, para servirlas a sus lectores… Porque ningún pueblo es absolutamente independiente de los demás ni existe país alguno que no esté gravitando a su vez sobre la humanidad. Ni exclusivos, ni sectarios, Pan será espejo fiel. La libertad, la democracia, las ciencias, el arte, las verdades económicas y políticas, tendrán aquí su eco. Ninguna idea emancipadora que aparezca en el mundo…” (Pereyra 1996, 289).↩︎
Pocos días antes habían aparecido sendas noticias: “El Director de Crítica nos visita”, con la entradilla: “Breves instantes con el Recordman del periodismo latinoamericano” (Frente Popular, 23 de febrero de 1937, p. 9); “El Director de Crítica de Buenos Aires en La Opinión”, con la entradilla: “Algunos momentos de la charla con el periodista Don Natalio Botana” (La Opinión, 23 de febrero de 1937, p. 3). Esta última contiene un detalle interesante para nuestra trama: “Acompañaban al señor Botana, su hijo, el secretario de la Embajada de España, señor Aldaves [sic], y el poeta y escritor Vicente Huidobro”.↩︎
De estos cuatro “artículos argentinos” de Zambrano dos de ellos se publicarán sucesivamente también en Chile: “La Hora de España”, Frente Popular, 31 de marzo de 1937, y “Carta al Dr. Marañón”, España Nueva, n. 20, 3 de abril de 1937. Tal proceder pone en evidencia dos cosas: 1. la lógica de la propaganda que seguía la Embajada de Soriano era la de la mayor difusión posible dentro de la cautela para evitar problemas que pudieran repercutir negativamente en la defensa de la causa republicana; 2. que se privilegian las cabeceras de mayor difusión y alcance.↩︎
De estos meses son la Antología de García Lorca, que saldrá en abril, y el Romancero de la guerra española, que lo hará en mayo, ambos editados por Zambrano, y no cabe duda que también trabajaba ya en lo que iban a ser los capítulos de la primera parte de Los intelectuales en el drama de España, que saldría en junio.↩︎
El I Congreso de Escritores Chilenos, celebrado en Santiago a finales de marzo de 1937 y organizado por la Sociedad de Escritores de Chile, tuvo un importante eco en la prensa de la época. En la sesión de clausura tuvo Zambrano una intervención que fue muy aclamada: “En nombre de los escritores antifascistas españoles, hizo uso de la palabra María Zambrano. / En discurso brillante, pronunció frases de agradecimiento por las hermosas palabras escuchadas durante el desarrollo del Congreso” (Crítica, 5 de abril de 1937, p. 7). Del interés por el discurso de Zambrano dio cuenta ese mismo día el diario La Opinión: “Numerosas personas se han acercado a nosotros para pedirnos por intermedio de este diario que se haga una gran asamblea pública en un gran local para conocer en resumen los resultados del Congreso de Escritores. / Especialmente hay interés en el público por conocer los discursos de María Zambrano, de Marta Vergara, de Vicente Huidobro, de Pablo de Rokha y algunos otros” (p. 3). Dos días después, era el poeta Pablo de Rokha quien, en su reseña crítica titulada “El Congreso de Escritores de Chile”, hablaba de Zambrano: “La dignidad real de María Zambrano, por ejemplo, la gran escritora española, flor de la masa hispana, adquirió su acento libre, popular, grande y emocionado al conectar la realidad universal de España con las buenas maneras del Congreso” (La Opinión, 7 de abril de 1937, p. 3). De Pablo de Rokha vid. también su emocionado artículo “2 figuras de España” publicado en ocasión del regreso a España de Alfonso Rodríguez Aldave y María Zambrano (Apéndice VIII). Del I Congreso de Escritores también se ocupó la revista Atenea en su número de marzo de 1937 (en el núm. de febrero Zambrano había publicado en ella su importante artículo “La reforma del entendimiento”).↩︎
Nótese que Zambrano llega a España de vuelta de Chile el 19 de junio de 1937 y enseguida participa a primeros de julio en las sesiones de Valencia y Madrid del II Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura, no así en la de París (vid. en propósito Martin 2023).↩︎
Seis son, en efecto, los números que en esta investigación se ha podido revisar en la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile: n. 1 (15 de diciembre de 1936), n. 2 (22 de diciembre de 1936), n. 3 (29 de diciembre de 1936), n. 4 (6 de enero de 1937), n. 5 (22 de enero de 1937) y n. 6 (Primera quincena de marzo de 1937). Como puede observarse por las fechas de publicación, hasta el n. 4 tiene una salida semanal, luego, entre el 4 y el 5 transcurren dos semanas, y entre el 5 y el 6 casi dos meses. En el repositorio del Cedinci de Buenos Aires se indica que la revista consta de siete números (aunque allí no está completa y en cualquier caso faltaría el n. 7). También en Sánchez Cuervo y Hernández se dice que se publicaron “siete números hasta marzo de 1937” (2014, segundo párrafo), pero luego no hay ninguna indicación o referencia precisa al eventual n. 7. Aunque sin certeza, aquí se tiende a pensar (es lo que resulta más razonable siguiendo las fechas de publicación) que la revista acaba en el n. 6.↩︎
Los artículos de Zambrano publicados en Onda Corta en Defensa de la Cultura son: “La vocación de ser hombre” (n. 1, 15 de diciembre de 1936, p. 4; “Unamuno y su contrario” (n. 4, 6 de enero de 1937, p. 3); “¡Madrid, Madrid!” (n. 6, primera quincena de marzo de 1937, p. 4). Como atrás queda dicho, el segundo de ellos se publicó sucesivamente también en Pan. Síntesis de toda idea mundial (Buenos Aires), n. 95, 27 de enero de 1937, pp. 15-16.↩︎
Sus nombres están entre los firmantes del “Manifiesto de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura”, La Voz (Madrid), 30 de julio de 1936, p. 3.↩︎
Lo mismo se hace en Hora de España, por ejemplo, y lo mismo también en Aurora de Chile, la revista de la chilena Alianza de Intelectuales en Defensa de la Cultura que a partir de agosto de 1938 iba en cierto modo a recoger la bandera que Onda Corta había dejado sin continuidad. En Aurora de Chile también publicaría Zambrano dos artículos, si bien estos vieron la luz primero en España: “La tierra de Arauco”, Revista de las Españas (Barcelona), n. 102, junio 1938 (y en Aurora de Chile, n. 4, 18 de septiembre de 1938), y “Pablo Neruda o el amor a la materia”, Hora de España, n. 23, noviembre 1938 (y en Aurora de Chile, n. 16, 30 de noviembre de 1939).↩︎
Sobre Castro publicó la reseña de Santa Teresa y otros ensayos (1929) en la revista Atenea (n. 60, diciembre de 1929), de la que fue un fiel y asiduo colaborador (Rojas Piña 1966, 107-123). Es posible que fuera Latcham el trámite que llevó a Zambrano a publicar en la revista Atenea, pues de seguro hubo de haberlo, visto que la revista era de la Universidad de Concepción, lejos de Santiago y un poco fuera del radio de acción de la Embajada de España. Zambrano publicó en ella “La reforma del entendimiento” (n. 140, febrero 1937), es decir, en una fecha temprana de su estadía chilena, y fueron esos primeros meses, sin duda, los de mayor proximidad a Latchan.↩︎
El lunes 26 de abril de 1937, con el título “Sobre humanismo hablará Latcham el miércoles”, daba Frente Popular la siguiente noticia: “El próximo miércoles se realizará en el Teatro Recoleta, a las 21,30 horas, una interesante charla por el prestigioso escritor y diputado electo por Santiago, señor Ricardo Latcham. El tema que abordará en esta conferencia se titula: «El sentido humanístico del Socialismo» […]” (p. 2). Nótese el parecido del título de Latcham con el del libro de Fernando de los Ríos, El sentido humanista del socialismo, publicado en 1926 por la editorial madrileña Morata. El libro fue muy leído en su época (en el primer libro de Zambrano, por ejemplo, se siente la influencia de su lectura) y se constituyó en eje de referencia en España de la corriente socialista que ha solido denominarse “socialismo de cátedra”. Nótese también que el joven Latcham llegó a España al año siguiente de la publicación del libro, cuando aún se hablaba de él, y que seguramente hubo de leerlo, interesado como estaba entonces en las corrientes intelectuales del socialismo europeo.↩︎
Damos a continuación las notas de prensa con las que la revista España Nueva y el diario Frente Popular lo presentaron a su llegada a Santiago. Ambas notas llevaban el mismo título, “Nuevo Secretario de la Embajada de España”, por lo que es posible pensar que se confeccionaran a partir de una Nota oficial difundida desde la Embajada y acaso escrita por el mismo Rodríguez Aldave. “Por el expreso de la noche de ayer llegó a esta capital, procedente de Madrid, el nuevo Secretario de la Embajada de España en Chile, don Alfonso Rodríguez Aldave. / En la estación Mapocho, en donde esperaban al distinguido diplomático diversos funcionarios de nuestra Embajada y miembros caracterizados de la colonia española, tuvimos ocasión de conversar breves momentos con el señor Rodríguez Aldave: quien nos manifestó, con referencia a la situación de la guerra civil en nuestra patria «que el triunfo del Gobierno y Frente Popular es algo que nadie discute ya, en la península. Con Madrid o sin Madrid –que no caerá en poder de los rebeldes– la lucha se decidirá a nuestro favor. Los propios facciosos están convencidos de ello». / El señor Rodríguez Aldave, que nos prometió más amplias declaraciones para la edición próxima, es un joven diplomático de gran cultura y mentalidad nueva. Pertenece a esa generación estudiosa española de la postguerra que constituye la gran esperanza de mañana en la historia grande que comienza en estos momentos. / Nuestros saludos y nuestros votos porque su misión diplomática en este país alcancen los mejores éxitos” (España Nueva, n. 1, 21 de noviembre de 1936, p. 10). // “Hace unos días ha llegado a ésta procedente de España el nuevo segundo secretario de la Embajada de España en Chile, don Alfonso Rodríguez Aldave. / Alfonso Rodríguez Aldave es escritor que cursó estudios de Filosofía y Letras en las Universidades de Zaragoza y Salamanca, pertenece a las nuevas generaciones que se han formado en amor a la República y en entusiasmo a la causa democrática que desde hace unos años se defiende en España. / Ha colaborado en todas las revistas jóvenes españolas, en El Sol de Madrid, en La Prensa de San Sebastián, periódico del malogrado Manolo Andrés. Fundó y dirigió en unión de su hermano Francisco la revista Atalaya, ventajosamente conocida en nuestros medios intelectuales. / Al iniciarse la presente subversión española, el Gobierno del Frente Popular se ha visto obligado a renovar el Cuerpo Diplomático debido a la traición que le hicieron los componentes del antiguo. Esta renovación se hace con jóvenes intelectuales. Uno de ellos es Rodríguez Aldave, que a primeros de septiembre fue designado como segundo secretario a la Embajada de España en nuestro país. / Viene acompañado de su esposa María Zambrano, igualmente licenciada en Filosofía, discípula del ilustre pensador don José Ortega y Gasset, que ha explicado como profesora ayudante en la Facultad de Filosofía de Madrid y ha colaborado activamente en la Revista de Occidente y en Cruz y Raya” (Frente Popular, 23 de noviembre de 1936, p. 2).↩︎
“Para explicar de forma sencilla el proceso de la formación histórica española podemos aceptar la repetida frase de Mommsen sobre el pueblo romano: «La Historia de toda nación, y sobre todo de la nación latina es un vasto sistema de incorporación»” (Rodríguez Aldave 1934, 51). La cita de Mommsen, aunque no se dice, está sacada del primer capítulo de España invertebrada (Ortega y Gasset 2005, 438).↩︎
La relación de Zambrano y Rodríguez Aldave con Bergamín hay que situarla en el contexto de la dinámica interna de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, de la que Bergamín era presidente, pero pertenecía, como Zambrano y Rodríguez Aldave, a una corriente minoritaria de católicos progresistas, frente a la dominante y al final casi hegemónica representada por el Partido comunista (nótese, por ejemplo, que en El Mono Azul, revista de la AIA dominada por los comunistas, Zambrano sólo publicó un artículo, mientras que en Hora de España, donde el dominio no era tal, publicó mucho más y llegó a sentirse identificada con ella). De la posición intelectual y religiosa de Bergamín dio cuenta en Chile la revista Onda Corta en Defensa de la Cultura (n. 6, marzo de 1937, p. 2): “España y el catolicismo. Conversando con José Bergamín”; sucesivamente, el propio Bergamín escribió un artículo titulado “A los jóvenes católicos de Chile” que fue publicado en el diario Frente Popular (10 de junio de 1937, pp. 3 y 4). En la revista Ercilla (14 de mayo de 1937, p. 12), donde iba a publicar su artículo “Los que nos hemos rebelado”, apareció también una interesante nota de presentación que insistía en la semejanza de su catolicismo renovador con el de Maritain.↩︎
El propio Bergamín escribió un muy emocionado artículo por la muerte del maestro: “¡Adiós a Unamuno!”, Pan. Síntesis de toda idea mundial, n. 100, 3 de marzo de 1937, pp. 42-43 (la entradilla especifica que el artículo está tomado de la revista francesa Regards, y así es, en efecto: n. 158, 21 de enero de 1937, pp. 6-7).↩︎
El de Rodríguez Aldave es un artículo muy distinto del de Zambrano sobre Unamuno, aunque ambos se escribieron a la par y desde la emoción, incluso conmoción, por la noticia de su muerte. Ambos dan cuenta de la desilusión (Zambrano también alude a ella en la entrevista del diario La Opinión, vid. Apéndice I), pero cada uno a su modo, acaso con mayor distancia y objetividad Zambrano, y quizá eso le permite adentrarse en la valoración positiva de su obra y de su legado, del que ella recoge en ese tiempo chileno el “conocimiento poético” (Zambrano 2015, 305) y acaso lo acoge en su pensamiento para conformar su “razón poética” (nótese que el epílogo “A los poetas chilenos de Madre España”, que es donde aparece por vez primera en el corpus zambraniano el término de razón poética, iba a publicarse pocas semanas después del artículo sobre Unamuno).↩︎
“La Sección femenina del Comité chileno pro víctimas de España, llevará a cabo a las 6 de la tarde de hoy en el local del Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile, Alameda 860, la manifestación que ha organizado en honor de la señora María Zambrano, destacada figura de las letras españolas [y] esposa del primer Secretario de la Embajada de España, señor Rodríguez Aldave, que mañana parten en viaje de regreso a su patria. / La manifestación consistirá en un té que se servirá a la hora indicada y en la entrega de un Mensaje de las Mujeres de Chile a las Mujeres de España, acto que se efectuará en el mismo local a las 7 de la tarde” (La Opinión, 10 de mayo de 1937, p. 1).↩︎
Desde el mismo aeropuerto Rodríguez Aldave y Zambrano escribieron una breve nota de agradecimiento que reprodujo manuscrita con las firmas de ambos el diario Frente Popular (11 de mayo de 1937, p. 1): “Con el pie en el estribo y listo a defender la Libertad y la Democracia con las armas, un cordial saludo al pueblo chileno por intermedio de nuestro querido Frente Popular”. Esta nota también la reproduce Soto García (2005, 67).↩︎
“Anoche se verificó en el Restoran de la Quinta Normal la comida ofrecida en honor del señor Alfonso Rodríguez Aldave y su esposa doña María Zambrano, con motivo de su regreso a España. / A esta manifestación asistió una selecta concurrencia de dirigentes de organizaciones políticas, sociales e intelectuales, quienes demostraron sus simpatías para los esposos Rodríguez-Zambrano, quienes durante su permanencia en Chile supieron conquistar grandes afectos entre sus amigos. / Ofreció la manifestación el diputado don Carlos Vicuña, siguiendo en el uso de la palabra los señores Ricardo Latcham, Carlos Contreras Labarca, Juan B. Rossetti, Marcos Chamudes y don Héctor Arancibia Laso, quien cerró el acto de confraternidad” (La Opinión, 11 de mayo de 1937, p. 1).↩︎
“A las 9 horas de ayer a bordo del avión Santa Elena de Panagra se dirigieron a Buenos Aires, para seguir a Europa, don Alfonso Rodríguez Aldave, Secretario de la Embajada de España en Chile, y su distinguida esposa doña María Zambrano. / En el puerto-aéreo los esposos Rodríguez-Zambrano fueron despedidos por el personal de la Embajada y numerosos amigos, quienes concurrieron a expresarles sus simpatías y desearles un feliz viaje de retorno a su patria. / Según noticias cablegráficas los distinguidos viajeros llegaron ayer mismo a Buenos Aires, en donde se embarcaron con destino a España” (La Opinión, 12 de mayo de 1937, p. 1).↩︎
“A las 9 horas del 11 del presente partieron de Los Cerrillos a Buenos Aires para seguir a España el Secretario de la Embajada de España, señor Rodríguez Aldave, y su esposa, la escritora María Zambrano. / La víspera de su partida fueron despedidos en un caluroso homenaje a España Leal en el banquete que les ofrecieron sus amigos. […] María Zambrano es portadora de un mensaje de las mujeres chilenas a La Pasionaria. El mensaje fue entregado en un gran acto organizado por la Sección Femenina del Comité Pro-Víctimas de España en el cual hicieron uso de la palabra Elena Caffarena de Giles [sic] y las dirigentes sindicales Saray Cortés y Eulogia Román. / Acción Femenina envía desde sus columnas el caluroso saludo de su afecto a los eminentes viajeros, los cuales se reincorporarán a España a cumplir con su deber de verdaderos milicianos de la libertad” (Acción Femenina, n. 22, mayo de 1937, p. 2). El mensaje que las mujeres chilenas entregaron a Zambrano para La Pasionaria llegó a sus manos, en efecto, como constata el artículo “La mujer española y la mujer chilena” publicado en Frente Popular (10 de septiembre de 1937, p. 9): “Ha llegado a nuestras manos un ejemplar de Pasionaria, revista de las mujeres antifascistas de Valencia. […] En este número hemos encontrado […] una fotografía y una publicación del mensaje que las mujeres chilenas enviaron a Dolores Ibárruri, por intermedio de María Zambrano y finalmente la fotografía que se hiciera esa tarde de despedida a María Zambrano en el local del MEMCH”.↩︎
“[…] Poco antes de partir la despedimos en nuestro local y recordamos las palabras con que concluyera su improvisación: «Las mujeres de España estamos en gran retraso. No figurábamos ni en la vanguardia política, ni en la económica ni en la social. El voto nos fue otorgado ampliamente sin pedirlo y quizá sin desearlo. Antes de ser invadida España por los extranjeros, la mujer española sólo había sabido ser madre buena y amorosa y apasionada. A eso agrega hoy, ante la admiración del mundo, el ser heroica al entregar sus hijos con alegría, en defensa de España y la civilización, al entregar lo mejor que ella tenía y al probar así que hoy es la mujer española más madre que nunca»” (“Adiós a María Zambrano”, La Mujer Nueva, n. 16, julio de 1937, p. 7). // “[…] Para terminar, la compañera Caffarena, dirigiéndose a María Zambrano, dijo: «Ud. que ha sido en nuestro país la representante genuina de la mujer española, dígales a las mujeres de su patria, que la mujer chilena no olvidará jamás la deuda de gratitud que ha contraído con ellas»” (“Palabras de nuestra Secretaria General, Elena Caffarena”, La Mujer Nueva, n. 16, julio de 1937, p. 7).↩︎
“Bastante inusual es el impacto que tuvo la presencia del matrimonio en Chile, porque son pocos los personeros públicos que logran tal relevancia en tan poco tiempo, sobre todo cuando se habla de extranjeros avecindados por razones diplomáticas en algún país, que en general acostumbran a mantener vínculos meramente formales con la comunidad residente, en cambio, en esta oportunidad la relación que estableció esta pareja con el pueblo de Chile es muy distinta, por lo cual a su partida fueron muchas las muestras de afecto que recibieron” (Soto García 2005, 66). Tal impacto, claro está, se refiere sólo, por amplia que fuera, a la parte del mundo cultural chileno que apoyaba la causa republicana en la guerra civil española.↩︎
A estos tres cabría añadir, pues también da la medida del impacto de Zambrano en el campo cultural chileno, aunque no hable de ella directamente, un artículo de la pintora y es cultora Laura Rodig, “Carta a las mujeres”, publicado en el diario La Opinión (10 de mayo de 1937, p. 3). Dicho artículo, que comparte pagina con el editorial de ese mismo día titulado, como se verá luego, “Rodríguez Aldave”, se abría con una cita de Zambrano en epígrafe: “La mujer está siempre al comienzo de toda época ayudándola a nacer con su dolor”. Debajo en negrita aparece el nombre de María Zambrano. La cita está sacada del párrafo final del primero de los artículos publicados por Zambrano en La Mujer Nueva (n. 12, diciembre 1936, después en Zambrano 2015, 301). Laura Rodig (1901-1972) fue muy activa en el Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile y a ella se debe el logo del Movimiento. Tiene también una obra artística muy reconocida internacionalmente (vid. p.e. el Catálogo de la exposición Laura Rodig. Lo que el alma hace al cuerpo el artista hace al pueblo, Santiago de Chile, Museo Nacional de Bellas Artes, 2020.↩︎
Escriben tras el Manifiesto, alternando poesía y prosa: Vicente Huidobro, Ricardo Latcham, Blanca Luz Brum, Gerardo Seguel, Pablo de Rokha, Volodia Teitelboim, Eugenio Orrego Vicuña, Marta Vergara, Julio Barrenechea, Carlos Prendes Sandías, Manuel Rojas, Winett de Rokha y Andrés Sabella Gálvez. Es probable ver también en este folleto la convergencia intelectual y el impulso para la fundación de la revista Onda Corta en Defensa de la Cultura.↩︎
Volumen éste para el que Zambrano escribió el epílogo “A los poetas chilenos de Madre España” (el prólogo corrió a cargo de Gerardo Seguel, quien seguramente también fue el coordinador del volumen). Madre España recibió una crítica dura de “Alone” (La Nación, 14 de febrero de 1937, p. 2), pseudónimo de Hernán Díaz Arrieta, uno de los críticos más importantes y poderosos del momento. En favor de Madre España salieron Ricardo Latcham (“Alone o el bombero del fascismo”, Frente Popular, 18 de febrero de 1937, p. 5), Pablo de Rokha (“Figura y comercio de Alone”, Frente Popular, 23 de febrero de 1937, p. 7) y Gerardo Seguel, redactor de Frente Popular y prologista y acaso coordinador de Madre España (“Los últimos momentos de Alone”, Onda Corta en Defensa de la Cultura, n. 6, marzo de 1937, p. 11). Frente Popular publicó además la reseña de Madre España que había publicado Mundo Obrero (“El libro Madre España”, 20 de agosto de 1937).↩︎
“Jorge, talentoso abogado, miembro del Partido Comunista, dominaba cualquier ámbito con energía subrayada por su voz tronante, imperiosa, ya fuera en agitada discusión o charla enhebrada en acogedor encuentro. Manejaba con oportunidad y soltura el dato preciso, el argumento rotundo, la punzante ironía o el último chiste político, que terminaba, a veces, por desmoronar una discusión” (Poblete 1993, 29).↩︎
El anuncio, que sólo hemos encontrado en varias ediciones de Frente Popular (la que aquí citamos corresponde a la del 20 de mayo de 1937), consistía en un recuadro de unos 3 x 4 cm. con el siguiente texto dispuesto en caracteres de varia grandeza: “Los Intelectuales en el drama de España / Por María Zambrano // Unamuno, Marañón, Ortega y Gasset, Antonio Machado, Alberti, etc., y su actitud en la actual contienda de España. / Precio: $ 4.– // Pedidos a: Editorial Panorama / Clasificador A-6, Santiago”.↩︎
Damos aquí también, por comodidad, aunque ya se han dado antes, las fechas de publicación de los artículos de Crítica (Martin 2022 b): “Los Intelectuales en la Lucha de España” (5 de marzo de 1937), “Los Intelectuales en la Guerra Española” (6 de marzo de 1937), “Carta al Dr. Marañón” (20 de marzo de 1937), “La Hora de España” (21 de marzo de 1937). El tercero y el cuarto también se publicaron después en Chile, respectivamente en España Nueva (n. 20, 3 de abril de 1937) y en Frente Popular (31 de marzo de 1937).↩︎
Vid. de Yampier, por ejemplo, el interesante y nada banal “El problema de la literatura y el pueblo. Variaciones sinceras sobre literatura y revolución”, publicado en Frente Popular el 14 de julio de 1937.↩︎
Los intelectuales en el drama de España. Ensayos y notas (1936-1939), [ed. de G. Santonja], Madrid, Hispamerca, 1977; Los intelectuales en el drama de España y escritos de la guerra civil, ed. de J. Moreno Sanz, Madrid, Trotta, 1998; Los intelectuales en el drama de España y otros escritos de la guerra civil, ed. de A. Sánchez Cuervo, en M. Zambrano, Obras completas, vol. I, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2015.↩︎
Tal vez el error se debe al déficit filológico que acompaña a veces a la formación filosófica de algunos investigadores. Porque lo cierto es que en vez de citar esos textos como se debe (vid. puntos 2 y 3 del siguiente apartado), los citan de un modo que parece que Zambrano sea autora y no editora o colaboradora en el volumen. No es infrecuente, entre los estudios zambranianos, encontrarlos así citados (es un ejemplo que vale para los tres libros encausados): M. Zambrano, Federico García Lorca. Antología, Santiago, Panorama, 1937, dando a entender así que el nombre del autor efectivo pasa a ser parte del título del libro. Bastaría haber visto el libro para darse cuenta del error, pues el nombre de Zambrano no aparece ni en la portada ni en la cubierta de ninguno de ellos (vid. también la nota correspondiente del apartado 3 de esta introducción). Y debe tenerse en cuenta que la propia Zambrano los cita bien, vid. por ejemplo la carta del 19 de enero de 1987 a Francisco Giner de los Ríos, sobrino nieto del fundador de la ILE, donde dicho libro aparece por ella citado como: “Federico García Lorca, Antología, Selección y prólogo de María Zambrano, publicado en la editorial Panorama de Santiago de Chile” (Zambrano 2021, 32).↩︎
Este núm. de la revista lleva fecha de 1936, pero se trata sin duda de una errata: hubo de publicarse después de julio de 1937, porque el artículo de Zambrano aparece dentro de una sección de Testimonios titulada “Un año de labor cultural de la República Española (Julio 1936-Julio 1937)”: el de Zambrano es el penúltimo e iba marcado con la letra “f)”. En Zambrano (2015, 904) se corrige la fecha y se da la de “julio de 1937”, que es, por lo dicho, la primera fecha útil entre las posibles. Aznar Soler (2010, 410 n.) da el núm. de la revista como “editado en octubre de 1937”, que acaso sea más probable que la de julio en razón del título del artículo de Zambrano y en consideración de los tiempos de edición. La revista Tierra Firme estaba dirigida por Enrique Díez-Canedo y tenía el siguiente subtítulo: Revista de la Sección Hispanoamericana del Centro de Estudios Históricos.↩︎
Este artículo, en efecto, ni se escribió ni publicó en Chile, pero se incluye aquí porque su reflexión arranca del detalle de un acontecimiento en el viaje de vuelta de Chile a España (tal vez se escribió durante el mismo viaje, o, a lo sumo, en los días siguientes a la llegada a Valencia).↩︎
La Opinión (Santiago de Chile), 6 de enero de 1937, p. 3. Pie de foto: “Escritora y educacionista, señora María Zambrano”.↩︎
Acción Femenina (Santiago de Chile), enero-febrero 1937, pp. 4-6. Entradillas: 1. “Nos habla María Zambrano de Aldaves [sic], la eminente escritora española, doctora en Filosofía y colaboradora de diversas revistas de filosofía y de arte de Europa y del nuevo mundo”; 2. “María Zambrano, la esposa del Secretario de la Embajada de España, es maestra y oradora”. Pie de foto: “Sra. María Zambrano de Aldaves”.↩︎
Frente Popular (Santiago de Chile), 20 de febrero de 1937, p. 3.↩︎
Frente Popular (Santiago de Chile), 27 de febrero de 1937, p. 3.↩︎
Pan. Síntesis de toda idea mundial (Buenos Aires), n. 119, 14 de julio de 1937, pp. 114-117 (núm. especial dedicado a España leal: “1936 julio 1937”). Entradilla: (De Los intelectuales en el drama de España, de Sgo. de Chile).↩︎
Crítica (Buenos Aires), 12 de agosto de 1937, p. 7; sucesivamente en Frente Popular (Santiago de Chile), 31 de agosto de 1937, p. 3; y Frente Popular (Valparaíso), 2 de septiembre de 1937, p. 2.↩︎
Onda Corta en Defensa de la Cultura, n. 5, 22 de enero de 1937, p. 4.↩︎
Crítica (Buenos Aires), sábado 15 de mayo de 1937, p. 8. Entradillas: 1. “Jugará su vida al triunfo de la causa del pueblo”; 2. “Lo acompaña su esposa, la escritora María Zambrano”. Pie de foto: “El Secretario de la Embajada de España en Chile, señor Rodríguez Aldave, con su esposa, la escritora María Zambrano”..↩︎
La Opinión (Santiago de Chile), 9 de mayo de 1937, p. 3.↩︎
La Opinión (Santiago de Chile), 10 de mayo de 1937, p. 3.↩︎
Frente Popular (Santiago de Chile), 11 de mayo de 1937, p. 3.↩︎
Frente Popular (Santiago de Chile), 12 de marzo de 1937, p. 6.↩︎
Frente Popular (Santiago de Chile), 14 de junio de 1937, p. 11.↩︎
Frente Popular (Santiago de Chile), 23 de junio de 1937, p. 11. Entradilla: “Libro ágil en su rapidez y terrible para aquellos a quienes está dirigido, blandido como una espada certera”. Pie de foto: “María Zambrano, la escritora española que ha regresado de Chile a España, acompañando a su esposo, Rodríguez Aldave, movilizado para el frente de batalla, que acaba de servir durante varios meses en la Embajada de España en Chile”.↩︎