e-ISSN: 1988-2564
RESEÑAS
José María Zamora Calvo es especialista en filosofía antigua y gran conocedor de la obra de Platón. En su libro Platón. La filosofía y la polis, ofrece una entrada al pensamiento del filósofo ateniense, abordando las cuestiones nucleares de este a lo largo de un recorrido textual que atraviesa la obra de Platón, y que revela, ciertamente, una unidad temática: la preeminencia del problema político en toda investigación platónica. El libro consiste, por lo tanto, en una introducción a Platón desde esta perspectiva.
En el prefacio, y siguiendo en esto al propio Platón, el autor trata de «comenzar por el principio según la naturaleza del asunto» (p. 5). En este caso, el principio más adecuado consiste en señalar los rasgos más característicos de la filosofía platónica, así como una valoración de ésta en conjunto. El autor aborda problemas como la forma dialogada de las obras de Platón, que no es sino una manifestación de su pensamiento, pues este es «un diálogo interior y silencioso del alma consigo misma» (p. 5); revisita los diálogos de juventud y su influencia socrática, así como la evolución en los intereses de la filosofía platónica, que van desde lo estrictamente ético a lo metafísico-epistemológico, y, finalmente apunta a algunas relaciones posibles entre los diálogos, tratando de mostrar una cierta unidad entre los diversos textos del ateniense. El autor presenta a Platón como un filósofo comprometido con su obra y con la verdad en todos sus aspectos, y, por ende, la conclusión del prefacio es clara: «Platón es único por muchos motivos. Uno de ellos, quizá el más importante, es porque nos permite comprender, mejor que ningún otro autor, en qué consiste la filosofía» (p. 12).
El primer capítulo «Vida y obra de Platón, el filósofo cisne», el autor aborda la relación, ya anunciada en el prefacio, entre la biografía de Platón y sus textos filosóficos. El capítulo aporta multitud de datos de relevancia acerca las diversas biografías antiguas del ateniense, así como un recorrido de la fortuna histórica de sus textos desde el momento de su redacción hasta la confección de la edición príncipe en 1513. Seguidamente, el autor comenta la Carta VII que, a pesar de las reservas –de las que el autor se hace cargo– que debe suscitar un texto que actualmente es considerado dudoso en cuanto a su autoría, sirve para trazar un perfil psicológico de Platón y su preocupación por ligar la vida política, de algún modo, al conocimiento. A lo largo del capítulo, además, el autor profundiza en la relación del filósofo con Sócrates, así como su labor como fundador de la Academia y un cierto atisbo del funcionamiento de esta, que distinguía entre las lecciones introductorias del gimnasio, y las conversaciones con discípulos avanzados en el jardín.
El título del capítulo, que llama sin duda la atención, remite a dos fuentes textuales en que Platón es comparado con un cisne. Se trata de la biografía platónica de Olimpiodoro, que expone un sueño que tuvo el filósofo antes de morir, en que se consideraba a sí mismo un cisne escapando de sus depredadores, lo cual Simmias interpretó como una alegoría de la dificultad a que se enfrentan los intérpretes al tratar de abarcar el pensamiento de Platón, que se escabulle al igual que el onírico cisne; además, según recoge Diógenes Laercio, también Sócrates tuvo un sueño en que aparecía un cisne, precisamente el día anterior a su primer encuentro con Platón, a raíz de lo cual consideró aquel sueño como un presagio. En palabras del autor: «Ha habido muchos intentos por atraparlo y múltiples interpretaciones de sus escritos, pero nunca habrá una definitiva, pues Platón es ese cisne que siempre logra escapar y nunca será capturado» (p. 42).
En el segundo capítulo, «Filosofía política y educación», el autor reconstruye la postura de Platón en lo que se refiere al gobierno de la ciudad. Para llevar a cabo esta tarea, recorre los denominados diálogos socráticos –con especial atención al Eutifrón y la Apología, de los que ofrece un comentario pormenorizado– que, en sus propias palabras, «permite entender los puntos clave de la filosofía platónica, a través del diálogo fundamental con la República» (p. 49), también comentada ampliamente. Así, se revela cómo las reflexiones sobre la piedad y el valor de los primeros diálogos guardan una estrecha relación con la sistematización de la República, en que los conceptos fundamentales de la primera etapa quedan subsumidos por un planteamiento filosófico que los integra y los supera.
Al desplegar los puntos principales de la teoría política de Platón, el autor presta atención, como no puede ser de otro modo, a los adversarios políticos del filósofo. Estos son ni más ni menos que los sofistas y los poetas. De esta manera, el autor muestra en qué medida las críticas a la sofística por su falta de honestidad intelectual, y las críticas a las poetas por su falta de conocimiento, influyen decisivamente en la culminante doctrina del filósofo rey, el gobernante definido por su sabiduría, con lo que el autor concluye la exposición del pensamiento político del ateniense.
En el tercer capítulo, «La teoría de las formas», el autor expone los puntos principales de la metafísica platónica. Para ello, visita principalmente el Sofista, el Político y el Parménides, siempre en íntima relación con la República. En primer lugar, ofrece una nítida exposición del concepto de Dialéctica en los diálogos de Platón, ofreciendo la siguiente definición: «razonamiento discursivo a través del cual el pensamiento y el ser se encuentran» (p. 111). Una vez expuesto el método a partir del cuál Platón se abre camino hacia la verdad, el autor expone las diversas etapas de este camino a través de un comentario al célebre símil de la línea, en que se establece la proporción entre la gradación ontológica y epistémica que caracteriza a la filosofía platónica. Solo en este punto es posible comprender, y así prosigue el desarrollo del autor, la analogía entre el Bien y el Sol, que refiere al modo en que la cognición de la absoluta plenitud del ser de la Idea consiste en la condición de posibilidad y el fin de todo pensar: «El Bien engendra el ser y la verdad. El sol ilumina porque el Bien genera esa luz, y, por ello, cada vez que pienso, lo sepa o no, lo deseo» (p. 137). De este modo, se empieza a divisar el concepto platónico de participación, dado que se apunta a que todo lo que es y todo lo que es cognoscible, es y es cognoscible en virtud de una cierta relación con la Idea, lo cual constituye el núcleo esencial de la metafísica de Platón.
Una vez establecidas las líneas maestras de la metafísica platónica, el autor trae a colación las críticas que Aristóteles ejerció contra ella, principalmente en lo tocante al uso de las metáforas y analogías comentadas anteriormente, recordando que «Aristóteles llega a definir esta actitud como una forma de discurso en el vacío» (p. 148). Además, el autor recupera finalmente la cuestión sobre la sofística, que, al carecer del método dialéctico, no puede sino conducir a quienes participen de ella al desconcierto y la incertidumbre, mas nunca a la verdad.
El cuarto capítulo, «Alma y legislación», el autor trata de mostrar la centralidad del alma en la filosofía platónica, es decir, la importancia que tiene esta idea en la articulación de las doctrinas políticas, metafísicas, éticas y epistemológicas de Platón como un todo unitario y no como meros ensayos de teorizaciones independientes. Para profundizar en esta cuestión, el autor estudia en este capítulo las Leyes, y, finalmente, el Timeo. En primer lugar, ofrece un recorrido del principio socrático del cuidado del alma, que evoluciona a lo largo de la obra de Platón: «el cuidado del alma, al insertarse en un contexto cívico, se sacraliza» (p. 189); de este modo, el autor señala la religiosidad presente en los últimos diálogos de Platón, que toma como centro de gravedad precisamente la idea del alma, que actúa como medio entre la ley divina y la ley de la ciudad: «al asimilar la razón a lo divino, Platón rechaza disociar la ley cósmica, la ley política y la ley ética» (p. 196). Así, efectivamente, la idea platónica de alma se constituye, junto a la polis, como el eje en que convergen todos los planteamientos platónicos.
Además, el autor expone algunas de las propuestas legales que se encuentran en las Leyes, que permiten matizar el estereotipo escolar que existe en torno a la figura de Platón. De este modo, señala que la diferencia entre las Leyes y la República no reside en su contenido, sino, más bien, en el destinatario de ambas obras: «explicamos, por ejemplo, la República y no las Leyes a nuestros estudiantes de primer año del grado de Filosofía, y reservamos las Leyes para los cursos de máster o de doctorado» (p. 190). Esto no se debe, sin embargo, al grado de dificultad de ambas obras, sino a aquello en lo que ponen énfasis, pues la República está destinada a los jóvenes que deben aún domeñar sus pasiones, y las Leyes a los ancianos que tratan de hallar la paz de espíritu en el ejercicio de las diversas tradiciones de la ciudad. De esta manera, el autor salva los textos de filosofía política de Platón de la crítica aristotélica, que no comprende la necesidad de la existencia de ambos tratados, si coinciden en su objeto.
Finalmente, se ofrece un epílogo, en que se sintetiza brevemente lo que se ha intentado articular a lo largo de todo el libro:
«la polis es el principal foco de atención de la filosofía de Platón. Desde todos los ámbitos de su investigación, que incluyen la psicología, la epistemología e, incluso, la metafísica y la cosmología, el filósofo siempre se plantea como problemática troncal cuál es la mejor manera de gobernar una comunidad» (p. 203).
A modo de complemento de la edición, se aporta una cronología de la composición de los diálogos platónicos, que indica la relación de estos con diversos eventos biográficos de Sócrates y Platón.
En conclusión, puede afirmarse que, si bien Platón, el filósofo cisne, escapa siempre de una interpretación plenamente certera de su pensamiento, lo cierto es que el intento de José María Zamora Calvo es loable por diversas razones. En primer lugar, por la síntesis entre pedagogía y erudición que se muestra en este libro: el carácter introductorio de este no impide a su autor aportar multitud de referencias a multitud de diálogos, con lo cual el lector puede darse por realmente ubicado, introducido, en la obra de Platón. En segundo lugar, es loable porque, en una época como la nuestra, en que predomina la tendencia al comentario pormenorizado de pasajes independientes de la obra de Platón, el autor opta, en cambio, por tomar una perspectiva unitaria, es decir, por tratar de hallar una idea transversal que haga de los diálogos de Platón un Corpus, y no un cadáver en proceso de descomposición. Esta idea que unifica temáticamente la obra de Platón es, precisamente, la ciudad, y de ahí el título del libro: Platón. La filosofía y la polis.