e-ISSN: 1988-3242
RESEÑAS
La memoria en la obra de Friedrich Nietzsche suele estar relacionada con la noción de resentimiento, creado a partir de un proceso cruelmente violento ejercido desde el exterior y enlazado con un pasado del cual el individuo no se desprende, donde la culpa se convierte en un cepo de la voluntad. Por otro lado, el concepto de olvido es comprendido como algo activo y positivo el cual, como muestra el filósofo alemán en su Segunda consideración intempestiva y en la Gaya ciencia, se establece como condición para la felicidad. En esta novedad editorial, María Guibert-Elizalde plantea una nueva concepción de la memoria positiva que conecta con el superhombre y se complementa con el olvido. Para ello, centrándose sobre todo en la obra La genealogía de la moral – pero sin olvidar otras fuentes fundamentales – partirá de la noción de mala conciencia y estudiará la memoria a partir de ella.
La obra, estructurada en cinco capítulos y un epílogo, comienza con “Memoria y conciencia” (pp. 25-58) donde se plantea la siguiente cuestión: ¿qué relación hay entre la conciencia y la memoria de la voluntad? ¿tienen estos conceptos un origen común? Para ello, la autora posa la mirada en el proceso histórico donde Nietzsche enmarca a la moralidad desplegando una travesía a través de tres periodos diferentes y al que se le asignan tipos diferentes según la Genealogía de la moral: el premoral – lugar de la bestia rubia y del hombre fuerte, donde se juzga en función de las consecuencias de la acción, el moral – donde es la intencionalidad de la acción lo que cuenta y aparece el esclavo del judeocristianismo, el hombre del resentimiento y el sacerdote – y el extramoral – donde se comprenderá la moral como una consecuencia de las costumbres, y por tanto, donde el hombre superior se da sus propios valores más allá de los propiamente impuestos. Es durante el periodo premoral, en la prehistoria del hombre, donde se gesta el origen de la memoria de la voluntad y de la conciencia. Por un lado, se puede hablar de una “memoria inconsciente” (p.43), que se refiere al proceso de asimilación de las vivencias donde se olvida aquello que no es útil para el organismo y permanece aquello que lo fortalece, de la misma manera que la ingesta de alimento. Sin embargo, del hombre y de su situación de vulnerabilidad nació la consciencia como instrumento para poder comunicar sus penurias y sus necesidades, generando una relación acreedor-deudor donde este último al satisfacer una necesidad debe comprometerse con el primero en pagar una deuda que no puede olvidar, generando así una memoria consciente. Esta memoria consciente se convierte en un proceso activo que consiste en un “no-querer-deshacerse” de carácter indigesto, que no permite al cuerpo dominar aquello que ingiere, sino que la relación se invierte, el deudor se convierte en esclavo de la palabra dada y donde sólo el hombre fuerte, aquel que no necesita, es capaz de comprometerse lícitamente pues se sabe capaz de cumplir con lo prometido. De aquí podemos ver el origen común de la conciencia y de la memoria consciente, predecesora de la memoria de la voluntad (p. 57). Pero ¿qué relación tiene esto con la voluntad de poder? A ello responderá en el siguiente capítulo.
En “Memoria de la voluntad y mala conciencia” (p. 59-88) se establece que la voluntad del hombre no es otra cosa que una abstracción, un conjunto de afectos, producto de la voluntad de poder que busca una constante expansión y que se gesta en una continua relación de fuerzas donde la superior doblega a la inferior. De esto podemos extraer una consecuencia determinante en la relación anteriormente mencionada, pues esta se trata de un acto de dominación por parte del acreedor sobre el deudor, contra el cual puede descargar su instinto de crueldad, generándole esa memoria mediante el dolor. La voluntad del dominado, al no poder expandirse, se vuelve contra sí mismo y se autofagocita, simplemente sobreviviendo en un estado enfermizo. Al igual que la vida en sociedad se complica la relación deudor-acreedor también, tomando papel de acreedor el Estado y el de deudor el individuo, que vive en el seno del acreedor, para el cual genera una deuda que es impagable (p. 74). Además, es precisamente aquí donde nace la mala conciencia, que va más allá de la mera deuda: el individuo en sociedad percibe sus instintos como algo peligroso de mantener dentro de la sociedad y se siente culpable de ellos. La cuestión recae ahora en saber dónde se dirigen estos instintos que el débil reprime y no es capaz de desatar, donde puede que la víctima sea también el juez, o más bien, el verdugo.
Como se desarrolla en el tercer capítulo (pp. 89-134), la mala conciencia alcanza su cenit con la religión judeocristiana y la llegada del sacerdote ascético. La deuda ya no se adquiere con el Estado, sino que esta es una deuda directa con Dios y se convierte a la figura divina en el instrumento de tortura superior. Los conceptos culpa (Schuld) y deber (Pflicht) adquieren un tono moral (p. 92) además de que, con la invención del pecado por parte del judeocristianismo, la mala conciencia se encarnece contra los instintos reprimidos. Pero estos instintos reprimidos necesitan de una vía de escape y es entonces cuando el resentimiento hace su aparición. Este consiste en ocultar el dolor del hombre con una emoción mayor, pero mientras que en el caso del fuerte este puede descargarlo sobre el débil y liberarse, en el débil esto no es posible, convirtiéndose en la presa perfecta del sacerdote ascético donde entran en juego el resentimiento creativo (p. 109) y la inversión de los valores en vistas de un supuesto bien superior. Aquí Guibert-Elizalde aportará un certero análisis de la crítica nietzscheana, de cómo esta actitud se convierte en una acción nihilista que emponzoña la voluntad del esclavo.
En “Eterno retorno, escatología y memoria” la autora profundiza en la crítica nietzscheana de la escatología cristiana, que no se entiende sino como hostil al mundo (p. 137). Centrado en el pasado – producto del pecado original – y en el futuro – en espera del juicio final – la visión cristiana ciega al esclavo de la vivencia del presente. Sin embargo, Nietzsche será muy crítico – sobre todo en el Anticristo- de la manipulación del mensaje de Jesucristo por parte de los apóstoles y en especial de San Pablo. Ante esto, el filósofo de Sils Maria ofrece la doctrina del eterno retorno de lo mismo, el cual al manifestarse cambia radicalmente la forma de vivir. Se convierte en un divino decir “sí” inmanente donde se vive cada instante como si se quisiese vivir una y otra vez, infinitamente. Esto representa una ruptura total con la escatología cristiana, centrada en la espera de un futuro imaginario de venganza y convierte la vivencia del presente en lo fundamental. Como muestra Guibert-Elizalde, la relación acreedor-deudor queda destruida y la promesa adquiere un nuevo matiz, permaneciendo la memoria de la voluntad (p. 173) a través de un divino decir “sí”. Ahora bien, ¿qué relación tiene con el ideal del superhombre?
En el último capítulo de la obra (pp. 187-218) se busca dar respuesta a esta pregunta. A partir de la idea de superhombre como meta a la que aspirar, el hombre se convierte en una zona de tránsito, algo a superar, para llegar a ese objetivo. Esta evolución no quiere decir una vuelta a la bestia rubia ya que se recogen aquellas características que el hombre ha adquirido y se ponen al servicio de la vida, potenciándola en vez de reprimiéndola. El superhombre es aquel que sabe digerir, que asimila las experiencias manteniendo aquello que le fortalece y olvidando lo que no. El desarrollo de la obra muestra su culmen mostrando el enlace que Guibert-Elizalde encuentra entre la memoria y el olvido, que más que ser contrarias, se vuelven complementarias dando lugar a una creatividad consciente en el superhombre y donde también se muestra el proceso de apropiación de este sobre el pasado y su reafirmación en el presente.
Como conclusión, toda la obra en su conjunto ofrece al lector una rigurosa indagación de la memoria y olvido en el pensamiento del autor alemán que sin duda enriquecerá con creces el debate y futuras investigaciones.