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RESEÑAS

De los Ríos, I., Las fuerzas extrañas. Del azar y el buen vivir en la filosofía de Aristóteles. Madrid: UAM Ediciones, 2025, p. 384

Gustavo Cataldo Sanguinetti
Universidad Andrés Bello (Chile) Email ORCID iD
Publicado: 14/07/2025

Iván de los Ríos nos propone en su libro una lectura arriesgada del problema del azar (týchē, autómaton) en Aristóteles: arriesgada, pero a la par filológicamente precisa y en continua discusión con las interpretaciones más autorizadas. La prosa elegante – y en muchos momentos de gran calidad literaria y tesitura poética – se equilibra perfectamente con el rigor hermenéutico y metódico. Uno de los méritos más destacados de la obra es precisamente su planteamiento metodológico. El autor adopta un enfoque hermenéutico sustentado en una lectura directa y exhaustiva de las fuentes en griego, con traducciones propias que se distinguen por su fidelidad filológica y su pertinencia filosófica. A ello se suma un manejo solvente y actualizado de la bibliografía secundaria (Torstrik, Zeller, Mansion o Ross, entre otros), cuya discusión no es meramente expositiva, sino que da lugar a una toma de posición crítica y fundamentada frente a las interpretaciones hegemónicas; sobre todo aquellas que sostienen que la doctrina del azar en Aristóteles es inconsistente y exhibe contradicciones insalvables. Este diálogo constante le permite al autor delinear una tesis fundada y no menos original: la concepción aristotélica del azar no se reduce a un residuo de la causalidad natural ni a un problema meramente epistemológico, sino que remite a la estructura misma de la existencia humana, entendida como apertura a la contingencia y al riesgo.

Esta perspectiva queda ya inicialmente esbozada en la introducción, con una muy pertinente referencia a Edipo Rey, la “tragedia perfecta”, según sugerencia del propio Aristóteles. Tragedia perfecta no solamente por el curso dramático y su composición interna, sino sobre todo porque todo relato anuncia finalmente su destitución. Si es verdad – como afirma Aristóteles en la Poética – que la trama (mýthos) es la parte más importante de la tragedia, resulta indudable que todo argumento – totalidad compuesta de principio, medio y fin – está siempre en trance de su derribo por fuerzas extrañas, como reza elocuentemente el título del libro. Mientras se elabora una historia y se conforma un relato, acecha siempre el peligro del sinsentido: el drama del relato es el drama de nuestra propia historia, aquella que nos contamos siempre a nosotros mismos y que siempre intentamos “salvar” del destierro y el exilio. Toda identidad narrativa – a pesar de su orden de sentido – está siempre expuesta a lo inverosímil e inadmisible. Como dice certeramente nuestro autor: “toda historia anuncia un derrumbe y, por tanto, el relato dependerá de la constatación de un desajuste entre el esquema intencional de nuestras acciones y el territorio previo en el que se instalan: entre aquello que decidimos hacer como agentes racionales y aquello que, sin más, nos pasa. El mundo es también lo que nos pasa, lo que ocurre y sale al encuentro cotidianamente con carácter de significación”. Quizá haya sido Schiller, citado en la introducción, quien lo haya expresado con mayor altura poética: “No sin temblar penetra la mano del hombre en la misteriosa urna del destino. En mi pecho, mis acciones eran mías, pero fuera ya del seguro asilo de mi corazón, su natural asiento, y entregadas al suelo ingrato de la vida, son del dominio de esos poderes maléficos contra los cuales nada puede la humana industria”.

Es esta inflexión “narrativo-existencial”, por llamarla de algún modo, la que le otorga al libro su valor más propio y su excepcional vigencia. Inflexión que interpreta el azar no ya como una cuestión meramente física, epistemológica o incluso metafísica, sino como el azar que nos concierne e interpela en nuestra praxis más propia e indelegable. ¿La física de Aristóteles leída desde la ética? En cierto sentido esa es justamente la propuesta de lectura. Es aquí donde también reside su peculiar riesgo exegético. Contra las interpretaciones dominantes nos propone un análisis integral – textualmente exhaustivo y convincente - de la tesis de Aristóteles sobre el azar, con un peculiar énfasis en sus prolongaciones y horizontes de lo que podemos denominar la preminencia de un ethos del azar. En oposición a las interpretaciones que reducen el azar a un residuo epistemológico o estadístico, el autor sostiene que el análisis de Aristóteles está guiado por un interés esencialmente práctico: “He tratado de presentar la doctrina aristotélica del azar como una propuesta de corte práctico y antropológico no reducible –sin grandes costes– a parámetros estadísticos o epistemológicos”. El fenómeno fortuito no es sólo un problema de causalidad irregular o de indeterminación teórica, sino que remite directamente a la estructura misma de la acción humana situada: “El estudio aristotélico está orientado por un interés eminentemente práctico: [...] el modo en que ciertos acontecimientos excepcionales e imprevisibles irrumpen de manera significativa en la existencia de un agente racional y moral”.

Ciertamente el autor ofrece una reconstrucción rigurosa y ambiciosa de la doctrina aristotélica del azar, centrada en los capítulos 4 a 6 del libro II de la Física. Sin embargo, contra la tendencia historiográfica prevalente que ha considerado el tratamiento aristotélico del azar como un apéndice menor a la teoría de las cuatro causas, el texto se propone demostrar que “esos tres capítulos constituyen uno de los ejemplos más lúcidos de habilitación de un espacio reflexivo para aquellos ángulos coyunturales de la realidad que determinan cotidianamente nuestras vidas y que, sin embargo, no pueden ser reducidos al perímetro de la explicación”. He aquí el punto central y la pregunta que apremia al autor: ¿cómo integrar la doctrina del azar en el contexto de la phýsis con el “azar de nuestras vidas”? O, dicho de otra forma: ¿cómo integrar lo que ocurre apò týchēs kaì toû automátou?

Uno de los aciertos del libro reside en el detallado comentario de la triple caracterización del acontecimiento fortuito tal como aparece en Física II 5, pero sometiéndola a una nueva interpretación: (a) por su frecuencia (ni siempre ni en la mayoría de los casos), (b) por su carácter causal (causado accidentalmente), y (c) por su orientación teleológica, es decir, su pertenencia al orden de los fines, aunque producida de modo no deliberado. Este último aspecto –la finalidad del azar– es también el más controvertido, y el autor lo aborda con una tesis interpretativa atrevida: defender que el carácter teleológico de lo fortuito no implica una causalidad final clásica, sino una forma de significación práctica. Así, interpreta héneka toû no como indicación de una causa final eficiente, sino como índice de relevancia o resonancia en el marco de una vida racional: “La afirmación aristotélica del carácter teleológico de lo fortuito constituye [...] uno de los interrogantes más complejos de la doctrina sobre el azar, la suerte y la casualidad. [...] Defiendo que el sentido teleológico del acontecimiento fortuito se apoya en una interpretación no causal de la expresión héneka toû. Esta interpretación intensifica la naturaleza práctica del evento fortuito por cuanto define su naturaleza teleológica en términos de ‘significación o relevancia práctica’”. No podemos entrar en la detallada discusión que realiza el autor con los intérpretes más autorizados, pero sin duda la exégesis de héneka toû constituye el eje que vertebra todo el libro y que fundamenta su tesis central. No hay contradicción entre télos y týchē, con tal que se entienda el “para algo” no en su acepción causal- eficiente, sino en su alcance hermenéutico, esto es, como perteneciendo - antes que al plano de la producción - al del sentido y la significación práctica. Frente a las reducciones epistemológicas del azar (como ignorancia causal), las lecturas físico- mecanicistas o sistemático-deterministas, el autor nos propone una lectura en clave biográfica y narrativa: el azar finalmente más que una categoría físico-ontológica es una categoría existencial-narrativa. Esta operación interpretativa –que desplaza la causalidad final hacia la significación biográfica– permite releer la Física II como un texto que, lejos de denegar la ética, la dispone: la vida buena no depende de eliminar lo fortuito, sino de saber reconocer y responder prudencialmente a sus irrupciones. La eudaimonía no es cuestión de týchē, pero de algún modo debe incluirla: “La vulnerabilidad de la vida humana es también la posibilidad de un ejercicio excelente de la misma”, afirma nuestro autor.

Esta “irrupción de lo vulnerable” en la existencia humana - que favorece o frustra inesperadamente nuestros proyectos y que debemos integrar narrativamente - es, pensamos, la contribución más original del libro. Tradicionalmente, como hemos enfatizado, la discusión sobre týchē y autómaton en Física II 4–6 ha oscilado entre su reducción a causas accidentales sin finalidad real, o su exclusión del orden de lo explicable. El autor, sin embargo, introduce una lectura innovadora al proponer que Aristóteles no atribuye una causa final clásica al azar, sino una forma de “significación práctica”, inteligible solo desde una perspectiva retrospectiva y narrativa: “El azar no es sino un mecanismo explicativo imperfecto, un instrumento narrativo de índole retrospectiva: una vez acaecidos ciertos acontecimientos que no sabemos explicarnos y que, sin embargo, dada su relevancia práctica, reclaman nuestra interpretación, el azar emerge como el nombre para aquello que no puede ser nombrado”. Esta interpretación le permite afirmar que lo fortuito puede ser “excepcional, accidental, pero orientado”: su irrupción, aunque no deliberada, tiene consecuencias prácticas que modifican el curso de la acción humana. Como escribe el autor: “fortuito es el acontecimiento excepcional causado accidentalmente cuya irrupción genera, no obstante, modificaciones relevantes en el interior de la existencia humana, favoreciendo o frustrando inesperadamente la consecución de objetivos”.

Es esta perspectiva la que le permite al autor sostener una tesis a todas luces relevante: el azar no es anomalía o un obstáculo, sino una categoría estructural de la praxis, un punto de inflexión existencial que exige interpretación y sentido. Detengámonos un momento en este último aspecto, en particular respecto de las implicancias éticas de esta tesis central. Si efectivamente, como nos lo señala el autor, lo decisivo del azar no es la dimensión estadística de lo fortuito, sino cómo integramos en una narración significativa lo incomprensible, entonces quizá la pregunta ética fundamental, como lo sugieren las conclusiones, es: ¿cómo comprender entonces lo sucede fuera de nuestros designios y cómo integrar en un ethos narrativo lo incomprensible? Tradicionalmente la ética ha sido entendida desde el dominio de nuestras posibilidades de deliberación y elección; finalmente no tendría ningún sentido cualquier forma de responsabilidad moral si no tuviésemos ninguna capacidad de decisión. Sin embargo, ¿Qué hacer con lo que nos pasa y no decidimos?, ¿Podemos decidir respecto de lo que no decidimos? Posiblemente la ética no tenga tanto que ver con lo hacemos simpliciter, sino con lo que podemos hacer con lo que no hacemos. Integrar en un orden sentido la irrupción del sinsentido parece ser una tarea ética fundamental. Probablemente una ética plena y efectivamente real – prudencialmente circunstanciada - sea aquella cuya entraña existencial sea justamente un enfrentamiento virtuoso con lo no dado, con lo radicalmente indisponible. Finalmente, ¿no son acaso los actos fundacionales de toda narración vital radicalmente indisponibles, como el nacimiento y la muerte? Para prolongar una metáfora de Aristóteles y quizá también para radicalizarlo: acaso el buen zapatero no sea tanto el que hace buenos zapatos, cuanto el que hace los mejores de acuerdo con el cuero de que dispone. Es esta ética de lo indisponible la que nos propone el notable libro de Iván de los Ríos, libro que debiera constituirse, tanto por su arresto como por su rigor, en una referencia obligada sobre el problema del azar en Aristóteles.