e-ISSN: 1988-3242
RESEÑAS
Alcanza su cuarta edición Las vidas de Pitágoras del profesor David Hernández de la Fuente (editorial Atalanta, 2025, 508 pp.; 1º edición del 2011) evidenciando el interés que suscita aún una figura como el sabio de Samos, Pitágoras. Esta cuarta edición incorpora las novedades que ya aparecieron en la tercera: pasajes del Protréptico de Jámblico de Calcis (1-3; 9.7-9; 17) –primera traducción al castellano–, fragmentos del perdido Sobre los pitagóricos de Aristóteles y una selección de textos críticos y burlescos sobre Pitágoras y el pitagorismo –primera traducción también–, así como un índice onomástico que muestra la conciencia que autor y editorial han adquirido de haber publicado un estudio de referencia obligada a partir de ahora en los estudios tanto en castellano como en otras lenguas sobre Pitágoras y el pitagorismo.
La obra consiste en dos partes bien diferenciadas. La primera es un estudio de en torno a doscientas páginas en la cual, con enorme erudición y una claridad expositiva excelente, se sumerge al lector en el, en apariencia inextricable, ovillo que supone la vida y leyenda de Pitágoras de Samos. Homero, Parménides, Platón, Sócrates o, muy posteriormente, Constantino son algunos de los personajes que conforman la Antigüedad y que con Pitágoras comparten la condición de que su biografía se expanda en el mundo del mito y la leyenda. Lo que con certeza podemos conocer de la vida de cada uno de ellos es en ocasiones ínfimo en comparación con el enorme monumento que se erigió sobre la exigua información de su vida – «superposición progresiva» lo llama plásticamente el profesor D. Hernández de la Fuente–y la tarea crítica consiste en devanar la madeja de las múltiples e increíbles anécdotas, historias e historietas increíbles para hallar, entre toda la leyenda, los hilos de la histórica biografía de, en este caso, el filósofo presocrático más renombrado.
Matemático, o no; astrónomo, músico, chamán, mago, adivino, hombre divino, aeronauta sobre flecha dorada, líder de una secta religiosa que recibiría su nombre y, por último y muchas veces olvidado, político y líder carismático, Pitágoras fue un hombre de muchas caras, o de una sola, que es lo que demuestra D. Hernández de la Fuente en su ensayo introductorio: la de un maestro del alma y de su inmortalidad, no de las matemáticas como transmitió la tradición a partir de Filolao y Arquitas –la generación de pitagóricos siguiente–, y alrededor de ella se tejieron historias sin número que, tomando pie en la realidad fáctica de un chamán de divina sabiduría y acción política en la ciudad de Crotona, en la Magna Grecia, conformaron inmediatamente tras su muerte la imagen del, sin duda, más misterioso de los filósofos presocráticos –el único del que hubo una tradición de falsarios que vino a atribuirle anécdotas, doctrinas y obras que son históricamente aberrantes; esta tradición falsaria recibe su capítulo–. En este sentido, la senda que en los años sesenta Walter Burkert abriese con su revolucionario Weisheit und Wissenschaft: Studien zu Pythagoras, Philolaos, und Platón (1962), traducido una década después al inglés (Lore and Sciencie in Ancient Pythagoreanism, Harvard University Press, 1972), es la que D. Hernández de la Fuente recorre antes de nada exponiendo la disputa que en torno a Pitágoras se abrió en la segunda mitad del siglo pasado –¿padre del racionalismo occidental como propone Zhmud (Pythagoras and the Early Pythagoreans, Oxford, 2012) o ejemplo de una religiosidad tradicionalmente vinculada con espacios y culturas no occidentales como el estudio de Burket apunta?– y afirmándose como seguidor de las tesis de W. Burkert, si bien yendo más allá, pues en Weisheit und Wissenschaft y posteriormente con sus adiciones en Lore and Science el maestro alemán en ningún momento se aventuró a transitar por la vía del Pitágoras político. En esto la obra avanza y supone un necesario paso más allá. En esencia, podríamos decir que el Pitágoras que se nos presenta en este estudio es la síntesis ultimada del chamán de Burkert y el político de, por ejemplo, A. Delatte (Essai sur la politique pythagoricienne, París, 1922) o K. von Fritz, Pythagorean Politics in Southern Italy. An Analysis of the Sources (Nueva York, 1940), si bien estos últimos estudios olvidaban la fundamental dimensión religiosa que la política adopta en Grecia. En este sentido, a quien le suscite interés la biografía de Platón, la lectura de la biografía política de Pitágoras le proporcionará multitud de ideas interesantes. Como decíamos, el estudio de casi doscientas páginas que conforma la primera parte de Vidas de Pitágoras va más allá de una mera síntesis de Pitágoras-chamán y Pitágoras-político, pues el profesor D. Hernández de la Fuente opera una historia de la religión antigua a través del concepto de θεῖος ἀνὴρ comenzando por los antecedentes al propio Pitágoras (Zalmoxis, Orfeo, Abaris o Epiménides), continuando con los más o menos contemporáneos (Parménides, Empédocles) hasta, siglos después, Apolonio de Tiana, por ejemplo. Sin esta historia de la religiosidad pagana en sus santos y santones las biografías neoplatónicas de Jámblico o Porfirio son incomprensibles, por ejemplo; pero sin la religiosidad consustancial al pensamiento griego, al pensamiento político sobre todo, Grecia y Roma son incomprensibles en su esencia última. Aquí reside el valor de un estudio como este que debe suscitar en los investigadores el interés por replicar en otros personajes de la cultura griega, filósofos o no, estudios comprensivos que aborden todas las posibles dimensiones en que el hombre griego y romano se movía, entre ellas, cómo no, la religión y la política –sin esta imbricación de religión y política no se comprende, por ejemplo, por qué la turbamulta de Crotona quemó hasta los cimientos la casa-escuela de Pitágoras y, según parte de la tradición, al sabio dentro de ella–.
Esta leyenda religiosa, que se concreta en el tipo ideal del θεῖος ἀνὴρ, un hombre divino, se fundamenta, se nos demuestra, en el estrecho contacto que el Pitágoras histórico, aquel sabio de la ultratumba y el contacto con lo trascendente, mantuvo con la esfera de lo divino. Pitágoras fue un mediador –esta es la tesis central– entre lo humano y lo divino y este contacto entre dos mundos lo sitúa, sí, como chamán en lo religioso, pero también como hombre político fundador de comunidad, que precisamente la funda en cuanto mediador con el ámbito de los dioses. Cuando Pitágoras era entendido como maestro de la matemática, se escapa la histórica biografía del sabio de Samos; cuando era entendido como chamán y maestro del alma, su praxis política quedaba en segundo plano, si no directamente olvidada. En cambio, cuando esta se ponía en primer plano, el hombre religioso que fue no se relacionaba con su actividad política. Todas estas dimensiones, sin embargo, son fundamentales para comprender la verdadera figura que Pitágoras fue en su momento histórico, pero también para entender la historia posterior del mito y la leyenda que en torno a él se entretejió. El estudio comprensivo de la religión griega y de ese fenómeno tan particular de la Antigüedad que fueron los hombres divinos es necesario entonces para llegar a su completa intelección. Así, las vidas de Pitágoras, que por vez primera se recogen traducidas al castellano, pero que fueron escritas siglos después de su muerte por autoridades conocidas como Diodoro de Sicilia o Diógenes Laercio, pero también por neoplatónicos como Jámblico, o Focio de Constantinopla, son otras tantas facetas de la religiosidad griega y, con ello, del fundamento, más que de la racionalidad occidental, como se señala en el libro, de su profunda religiosidad, semillero de ideas del que germinarían las imágenes que se nos han transmitido de los filósofos presocráticos, pero también del filósofo Platón –la biografía de Pitágoras es en muchas ocasiones la proyección de la biografía de Platón y viceversa: los biógrafos del filósofo de Atenas proyectaron su biografía sobre el fondo de lo que sabían que fue Pitágoras–; del santón pagano Apolonio de Tiana, biografiado en el siglo II por Filóstrato de Atenas, pero cuya vida se extendió a lo largo de las dinastías julio-claudias y flavia y, también, no debemos olvidarlo, de Jesús de Nazaret, contra quien se escribieron en último término las biografías de santones paganos.
Las adiciones que se incorporaron a la tercera edición y aparecen también en esta cuarta, como dijimos, son la continuación a la biografía de Pitágoras de Jámblico de Calcis contenida en su Protréptico –una exhortación a la vida filosófica que recoge preceptos pitagóricos–, los fragmentos aristotélicos de su obra perdida Sobre los pitagóricos –excluidos los que se hallan en las obras antes presentadas– y una selección de textos críticos y burlones sobre Pitágoras y el pitagorismo, arrancando con la célebre crítica a Pitágoras por parte de Heráclito– el profesor D. Hernández de la Fuente calibra en su justa medida esta crítica al sabio de Samos pues se trata de la única mención casi contemporánea a su figura–; la burla de Jenófanes a la doctrina del alma, reencarnación y vegetarianismo; y, por último, fragmentos de la comedia media y de Luciano que nos ofrecen la imagen popular que se tenía de Pitágoras y sus acólitos posteriores en siglos. Estos testimonios son de profundo interés para el estudioso de la filosofía y religiosidad griegas, por cuanto ya señaló W. Burkert que solo a partir de ellos y especialmente de las críticas de Aristóteles al pitagorismo podemos obtener lo que fue el pitagorismo histórico antes de la gran tergiversación que el platonismo, o por mejor decir, los filósofos de la Academia –Espeusipo y Jenócrates– obraron sobre la tradición pitagórica. Esta sería quizá la natural continuación en una quinta edición de las Vidas de Pitágoras, lo que se podría denominar la gran transformación, si no, como decíamos, la gran tergiversación que la Academia (Espeusipo y Jenócrates) operó para la posteridad en el pitagorismo histórico. Filolao y Arquitas, como se señala en sendos capítulos, iniciaron una transformación matematizante del pensamiento pitagórico; quedaría por analizar su definitiva transformación para la posteridad en el espacio de la Academia.
Estas adiciones de la tercera edición vienen a sumarse a la colección de biografías de Pitágoras que aparecen desde la primera edición y que, salvo la de Diógenes Laercio, aparecen en su primera traducción al castellano. Son estas las fuentes en que se basa el estudio de la primera parte y constantemente el estudio llama a las fuentes para justificar sus aseveraciones. La lectura se puede realizar según el orden en que aparecen las partes o, más recomendable, deteniéndose en cada llamada a las fuentes para observar con detenimiento como la fuente siempre dice algo más –por recapitular, las fuentes recogidas son: las biografías de Porfirio de Tiro, Jámblico de Calcis, Diógenes Laercio, la breve vida de Diodoro de Sicilia, primera biografía del sabio de Samos, la de Focio, patriarca de Constantinopla, y la breve entrada de la Suda, una enciclopedia bizantina–. A su vez, se añade la colección de máximas pitagóricas, de redacción tardía pero de origen muy antiguo, de los Versos de oro, de influencia difícil de medir en la historia de la filosofía.
En definitiva, Vidas de Pitágoras del profesor David Hernández de la Fuente se ha convertido en una obra referente para los estudios sobre pitagorismo y, en general, para los estudios sobre filosofía presocrática, religiosidad griega e historia de la Hélade. El paso de las ediciones viene a demostrar la solvencia con que se resuelve el laberinto de Minotauro de las vidas de Pitágoras y la adición de un índice onomástico convierte el estudio introductorio en obra de consulta y referencia para todo aquel que sienta interés por este momento fundamental no ya del mundo griego, no ya de la racionalidad occidental, sino de la profunda religiosidad de la que nació Occidente. Todo ello en un castellano claro y sin complicaciones que además no presupone en el lector profundos conocimientos previos de la religiosidad, historia o filosofía de mundo clásico.