e-ISSN: 1988-3242
ARTÍCULOS
Resumen: El presente artículo estudia las reflexiones de McKenzie Wark sobre la muerte del capitalismo y la emergencia de nuevas clases sociales. La apuesta por el marxismo “vulgar” supone el rechazo de los dogmas teóricos académicos que han desarrollado ciertas lecturas ortodoxas de Marx. En lucha contra el capitalismo, tomando los términos de Abensour, analizaremos el irenismo (utópico) y el catastrofismo (distópico) evitando pensar la relación entre máquina y trabajo de un modo metafórico o abstracto. A continuación nos detendremos en la importancia actual de la información, que da lugar a dos nuevas clases sociales (vectorialista y hacker), de acuerdo con Wark. Recuperando a Marx, reflexionaremos sobre la muerte del capitalismo y la posible emergencia de un nuevo sistema, el vectorialismo. Finalmente propondremos algunas vías de liberación, siempre minoritarias, como la deriva o el potlatch en el ámbito del letrismo y situacionismo.
Palabras clave: materialismo, capitalismo, marxismo, vectorialismo, hacker, información, Wark, Marx.
Abstract: This article studies McKenzie Wark’s reflections on the death of capitalism and the emergence of new social classes. The commitment to “vulgar” Marxism implies the rejection of the academic theoretical dogmas that have developed certain orthodox readings of Marx. In the struggle against capitalism, taking Abensour’s terms, we will analyze irenism (utopian) and catastrophism (dystopian), avoiding thinking of the relationship between machine and labor in a metaphorical or abstract way. We will then dwell on the current importance of information, which gives rise to two new social classes (vectorialist and hacker), according to Wark. Recovering Marx, we will reflect on the death of capitalism and the possible emergence of a new system, vectorialism. Finally, we will propose some ways of liberation, always minority, such as drift or potlatch in the field of lyricism and situationism.
Keywords: materialism, capitalism, marxism, vectorialism, hacker, information, Wark, Marx.
Sumario: 1. Introducción. La apuesta por el marxismo vulgar; 2. Irenismo y catastrofismo; 3. La información matérica. Dos nuevas clases sociales; 4. ¿Sigue existiendo el capitalismo?; 5. Resistencias. Rozamientos activos; 6. Conclusiones. Derivas; 7. Referencias bibliográficas.
Cómo citar: Campillos Morón, L.A. (2025) “¿El capitalismo ha muerto? La primacía de la información: el vectorialismo. Una lectura con McKenzie Wark”, en Logos. Anales del Seminario de Metafísica 58 (1), 23-35. https://dx.doi.org/https://doi.org/10.5209/asem.99963
El materialismo marxiano en conexión con la teoría de los medios es la base filosófica sobre la que vertebra su discurso la pensadora de origen australiano McKenzie Wark. Huyendo de cualquier visión totalizadora, determinista u ortodoxa, en el capítulo intitulado “¡Cuatro hurras por la vulgaridad!”,1 aboga por la línea de lo que denomina “marxismo vulgar” que construye desarrollos “afirmativos, experimentales, colaborativos”. 2 El marxismo antagonista, objeto de sus críticas, es el que cataloga como marxismo “gentil”, aquel que “se retiró a las superestructuras”3 donde pretende hacer prevalecer sus postulados. Este encuentra
cuatro maneras distintas de insultar al otro por medio de llamarlo marxista vulgar. La primera es política: los vulgares piensan en términos de un proceso gradual o evolutivo de cambio histórico; les falta el gusto por el salto político. La segunda es teorética: los vulgares prestan demasiada atención a conocimientos especializados como las ciencias; carecen del método soberano. La tercera es cultural: los vulgares están demasiado cerca de la cultura de las clases subordinadas […] La cuarta es estrictamente académica: el vulgar […] carece de formación en una forma de conocimiento tradicional y soberana.4
De la cita anterior se desprende el carácter elitista del marxismo gentil: 1) alta política; 2) alta teoría; 3) alta clase; 4) alta formación. Según se colige de lo expuesto, dada su posición ciertamente privilegiada en la academia, el marxismo gentil se empeña en reducir el ámbito de reflexión y aplicación de la filosofía marxiana postulando ciertas líneas maestras. “Todavía hay una bandada resistente de profesores barbudos y devotos de sectas variadas que creen mantener viva la llama del marxismo ‘ortodoxo’”.5
Contra esta concepción, Wark enarbola la figura de Marx como un poeta rebelde.6 Nos anima a situarlo en su contexto histórico preciso, evitando cualquier abstracción que merme su potencial subversivo. Desmarcándose de Bauer, quien continuó produciendo teoría en el ámbito académico, es bien sabido que el joven Marx se dio de bruces con la cruda realidad en su trabajo como periodista. Es entonces cuando afirma “es lacayuno limitarse a pinchar con alfileres lo que habría que atacar a mazazos7”. 8 De acuerdo con Wark, aquel Marx hoy sería más bien punk, un outsider. En definitiva, la teoría marxiana ha de desbordar la academia y bajar a la calle donde construir “la playa de la libertad”.9
En lugar de buscar los ecos marxianos en autoridades más o menos reconocidas (desde Althusser a Žižek), Wark nos propone producir resonancias, por ejemplo,
con escritores como Platónov,10 cineastas como Pasolini11 artistas como Jorn,12 activistas como Angela Davis13 y letristas y situacionistas hoy bastante olvidados por la academia. He aquí el “marxismo vulgar” o callejero: “el marxismo en la calle que abanderaron pensadores como Sartre, Debord o Lefebvre cae en el olvido tanto en la obra de Althusser como en la obra de Žižek”.14
En palabras de Deleuze-Guattari, este marxismo vulgar consiste en un devenir- minoritario, en tanto “asunto político [que] recurre a todo un trabajo de potencia, a una micropolítica activa. Justo lo contrario de la macropolítica, e incluso de la Historia, donde más bien se trata de saber cómo se va a conquistar o a obtener una mayoría”.15
Los devenires minoritarios, aplicados a las filosofías marxistas, rechazan adaptarse a un marco previo que se erige cual canon. Esta “teoría no debe ser entendida como un destino final, sino como una deriva que nos conduce hacia otros parajes”.16 Se evitan las mayúsculas mayestáticas mayoritarias que generan jerarquías autoritarias. Ya no se trata entonces de la Política, de la Historia, de la Clase, etc., sino de políticas, historias, clases… siempre plurales, cambiantes, abiertas a la indeterminación, que persisten en desplegar sus potenciales críticos para no ser apresadas por algún dogma.
En su lectura de Amy Wendling,17 Wark18 hace hincapié en la metáfora de la máquina de vapor “que transformó la visión del mundo”19 sobre la que Marx piensa la relación entre máquina y trabajo. Frente al símbolo del reloj newtoniano, inmutable, determinista, la máquina de vapor no es un mecanismo perfecto, requiere de energía, posee fisuras. En el siglo XIX, el llamado “móvil perpetuo”, una máquina hipotética que se retroalimenta de forma continua sin necesidad de nuevos aportes de energía, ya se sabe imposible.
Los análisis marxianos fragmentarios y ambiguos20 sobre las máquinas han sido recuperados con fuerza21 pero, de acuerdo con Wark, hemos de evitar extremismos que nos conduzcan a un cierre absoluto. Ni la máquina tiene por qué ser el amo, el agente esclavizador por antonomasia, ni tampoco es per se un instrumento que liberará al ser humano de un trabajo alienante. En la línea de su concepción del
materialismo como una expedición en lugar de una doctrina,22 rechaza tanto el irenismo como el catastrofismo, diciéndolo con Abensour.
En primer lugar, el irenismo constituye “una representación de la política como actividad llamada a desplegarse en el espacio llano, sin asperezas, sin fisuras o conflictos, orientada hacia una intersubjetividad pacífica y carente de problemas”.23 En otras palabras, una utopía por fin hecha realidad, espacios libertarios y pacíficos en que todo resquicio de servidumbre ha sido eliminado definitivamente. Desde esta perspectiva, las máquinas realizan los arduos trabajos y el ser humano deviene ocioso, libre y feliz.
En el otro extremo, el catastrofismo es una “actitud que consiste en pensar que todas la relaciones sean de dominación, sin excepciones, sin la posibilidad de una apertura de un espacio o un tiempo de libertad que escaparía a la escisión entre dominadores y dominados”.24 En dicha situación el pleno desarrollo de las potencialidades vitales deviene irrealizable, la esclavitud se presenta como ineluctable. Las máquinas generan una maquinaria despótica que convierte el trabajo humano en fuente de alienación perpetua.
El catastrofismo configura la opción pesimista, cuyos mayores exponentes son, de acuerdo con Wark, Maurizio Lazzarato25 y Franco Bifo Berardi.26 El actual mundo capitalista maquínico anega todos los espacios de libertad y fagocita todo ente (incluso las almas, en el caso de Bifo) para mecanizarlo e insertarlo en el mercado. De ahí que la apuesta operaísta apunte hacia el rechazo del trabajo bajo la continua amenaza de la impotencia.27
Con la alternativa mucho más confiada y esperanzada del irenismo, aparece, entre otros, la figura de Toni Negri que no sólo propone la reapropiación de las máquinas28 sino que apuesta por la importancia de un espacio inmaterial,29 cognitivo, donde las redes capitalistas se encuentran con serios problemas para ejecutar sus labores de control y cosificación.
Asimismo, ambas posturas “abusan del concepto de máquina como metáfora, lo que impide que lleguemos a comprender cómo funcionan las máquinas de verdad.30 Frente a las lecturas antedichas, Wark encuentra en Marx “una imagen insólita de la simbiosis humano-máquina en el marco del comunismo que se aleja de las típicas narrativas de antagonismo y alienación”.31 Esta es la vía que nos lleva hacia nuestra época actual, intensamente tecnológica, mas sin el peso de ninguna reducción de partida a priori, en lucha contra el capitalismo que convierte todas las máquinas en
vampiros.32 Asimismo, para poder desarrollar estrategias subversivas, según Wark, hemos de deshacernos de concepciones esencialistas y de compartimentos estancos entre naturaleza y cultura. En otras palabras: no alejarnos un ápice de las filosofías materialistas.
Con el objetivo de evitar posturas idealistas-esencialistas separadas de la realidad práctica y efectiva, Wark desconfía en todo momento del calificativo “inmaterial”. Las dos vías expuestas con anterioridad suponen un flirteo con lo metafísico. Por un lado, el catastrofismo presenta una rígida estructura política de corte piramidal, donde la autoridad y la jerarquía permanecerán siempre sometiendo a las clases inferiores. De esta forma se separan taxativamente dos mundos (al modo platónico), las clases dominantes y las subordinadas.
Por otro lado, el irenismo basa su optimismo en la potencia de los “intelectos colectivos”, en todos esos flujos de información que podemos compartir hoy en día y que pueden presentar vías de liberación. Sin embargo, estos intelectos colectivos esbozados por Marx, de acuerdo con Wark, no son suficientes pues “siguen siendo pensadores burgueses en la medida en que siguen concentrando gran parte de sus esfuerzos en arrastrar la totalidad a su terreno, como si este fuese exclusivamente de su propiedad”.33 Es decir, se enmarcan en el marxismo gentil.
Resulta crucial entonces desprenderse de concepciones esencialistas para continuar pensando el materialismo. De acuerdo con las propuestas de Donna Haraway:
nos relacionamos, conocemos, pensamos, nos hacemos realidad y contamos historias a través de y con otras historias, mundos, conocimientos, pensamientos y anhelos. Lo mismo que todos los otros bichos de la Terra, en toda nuestra arrogante diversidad, nuestros entrelazamientos y nuestras especiaciones rompedoras de categorías.34
Este es un claro ejemplo de materialismo vulgar, antiesencialista, antiespecista, un modo de pensar y ser no jerárquicos sino en continua apertura a lo otro que siempre es igual de diferente. “Somos afortunados por contar con Donna Haraway y con todos sus seres queridos, pues sus esfuerzos han contribuido a que esta rama del pensamiento haya resucitado”.35
Ahora bien, si no existen esencias, es decir, formas estáticas, categorías permanentes, nos encontramos ante el problema de la información que habla de los modos de ser: “la forma de la materialidad es la información”.36 Antes de abordar el análisis sobre la información, es decir, la configuración o conformación de la materia que constituye el mundo, resulta crucial insistir en su carácter material: “contrariamente a la creencia popular, no hay nada ideal o inmaterial en ella. La información solo existe cuando existe un material, un sustrato energético capaz
de almacenarla, transmitirla y procesarla”.37 Este es el mismo sentido sobre el que incide Jussi Parikka en su Geología de los medios:38 la información es material en conformación. Por ello reniega tanto de utopías prometeicas como de supuestos idealistas (por ejemplo, la ideología californiana39). La cuestión es
cómo tratar textos energéticos, materiales y ambientales más amplios de nuestra cultura tecnológica de maneras que no sucumban al romanticismo tecnológico (‘necesitamos menos tecnología porque la tecnología es tóxica’) ni al idealismo de Silicon Valley (‘la tecnología es información y la información es inmaterial’).40
La información no posee un centro fijo ni de una dirección unívoca sino que fluye por diferentes medios (siempre físicos, materiales). Atraviesa los conceptos de trabajo, ser humano, ocio o máquina. La lucha por la información es clave. De hecho, en la actualidad, de acuerdo con Wark, produce dos nuevas clases sociales antagónicas. “La clase dominante de nuestro tiempo es la que posee y controla la información”,41 he aquí la clase llamada “vectorialista”. Este término apela al vector de información, que es “la capacidad de transmitir, almacenar y procesar información”.42 En otras palabras: “el vector no es otra cosa que una plataforma para hacer de todas las actividades humanas algo intercambiable y reemplazable”.43 La función de esta clase es identificar, asimilar: generar una sociedad homogénea para que cualquier forma de ser puede ser sustituida por otra semejante. En contra lucha la otra clase, subordinada, denominada “hacker”, que alude a “quienes producen nueva información a partir de información antigua”.44 El objetivo es aquí deshacer la monotonía y crear diversidad, formas de vida que no puedan ser subsumidas por la lógica mercantil.
La existencia de estas nuevas clases no excluye las otras. De hecho, Wark anima a la generación de relaciones comunitarias entre las clases dominadas para combatir su status súbdito: “deberíamos reconcebir el objetivo del aspecto normativo en sí, basándonos en las experiencias compartidas de agricultores, trabajadores y hackers como clases subordinadas”.45 Las derivas políticas de las clases subordinadas han de evitar caer bajo las redes homogeneizadoras de la clase vectorialista que atribuye cierta identidad a cada forma para convertirla en un producto disponible. Esta clase dominante hace perpetuar la estructura economicista-individualista de la que ya alertara Marx en los Manuscritos de París: “la sociedad, como aparece para los economistas, es la sociedad civil, en la que cada individuo es un conjunto de necesidades y sólo existe para el otro, como el otro sólo existe para él, en la medida en que se convierten en medio uno para el otro”.46
Las clases dominadas deben producir diferencias continuamente para tratar de
liberarse de las garras de la categorización identitaria llevada a cabo por las clases dominantes. Esta nueva lucha de clases presenta dos paradigmas conceptuales antagónicos: devenir diferencial de aquellos, identidad estática de estos. Si el primero parte del caos como producción diferencial,47 el segundo establece ciertas esencias que operan como modelos fijos que subsumen lo real bajo su sistema.
Allende la provocación del título de su libro El capitalismo ha muerto, Wark afirma que nos encontramos en una época “peor”48 que el capitalismo, por tanto ya no capitalista. Sin embargo, según lo expuesto con anterioridad, continúa usando los conceptos clásicos marxianos de modos y relaciones de producción o de lucha de clases, entre otros. El protagonismo actual de la tecnología y la información, ¿supone la muerte del capitalismo?
Regresando a Marx, en el tercer volumen de El Capital presentaba
tres hechos fundamentales de la producción capitalista: 1) Concentración de los medios de producción en pocas manos, con lo que dejan de aparecer como propiedad de los productores directos y se convierten, por el contrario, en potencias sociales de la producción. Aunque, por el momento, como propiedad privada de los capitalistas […]; 2) Organización del trabajo mismo como trabajo social: […] el régimen de producción capitalista suprime la propiedad privada y el trabajo privado, aunque bajo formas antagónicas; 3) Implantación del mercado mundial.49
Sobre el primer punto, la clase vectorialista actual, de acuerdo con Wark, concentra los medios de producción (propiedad intelectual, redes sociales, grandes compañías logísticas). Por su parte, la clase hacker se encuentra sometida a la clase vectorialista, pues solo puede producir información haciendo uso de aquellos, que pertenecen a la clase dominante. Por ejemplo, un colectivo hacker puede convocar una huelga usando una red social mas, en última instancia, los propietarios pueden censurar el contenido o bien permitirlo. En palabras de Marx: “en cada huelga se puede apreciar la dependencia en que los mineros (evoluci) se encuentran, en materia de viviendas, con respecto a los explotadores”.50 Por ende, prosigue la jerarquía: propietarios (vectorialistas) y usuarios (hackers), análoga a burgueses y proletarios. De momento, el capitalismo continúa firme, su forma o estructura se mantiene incólume.
Es evidente que, en lo que respecta al tercer punto de la cita supra, “la implantación del mercado mundial” continúa expandiéndose, invadiendo hoy en día todos los intersticios del planeta y convirtiendo cualquier acción u objeto en producto a la
venta, incluso, como nos recuerda Achille Mbembe,51 la mismísima muerte.
El segundo punto es el que, a nuestro juicio, podría dar lugar a la afirmación de Wark de que el capitalismo se ha transformado en algo “peor”. La diferencia no sería meramente cuantitativa o accidental sino, usando términos aristotélicos, sustancial. Por ello, ya no deberíamos calificar a nuestra época actual como capitalista sino que el capitalismo pertenecería al pasado. Mediante este segundo punto, Marx aludía a las relaciones de producción, es decir, el encuentro entre los trabajadores y las dinámicas sociales que se producen al respecto. A pesar de que se den en el lugar del trabajo, en la fábrica, por ejemplo, dichas relaciones escapan del carácter privado. Regresando a la cita: “el régimen de producción capitalista suprime la propiedad privada y el trabajo privado, aunque bajo formas antagónicas”. Es decir, el antagonismo persiste, las clases dominantes continúan siendo propietarias de la fábrica, pero, a pesar de que el capitalismo obliga a este carácter cooperativo52 del trabajo, las relaciones sociales proletarias no pueden ser reducidas a relaciones privadas o mancilladas por el carácter alienante del trabajo. Aquí, a pesar de la prescripción capitalista del trabajo social, se presenta la posibilidad de que los trabajadores se comuniquen y establezcan lazos comunitarios, lo cual puede derivar en, por ejemplo, un motín. La clave está en cooperar contra el capitalismo y no a su merced, pues el trabajo cooperativo capitalista no obedece a la horizontalidad a la que alude el prefijo co, sino que es más bien operativo para el capitalismo, no para la emancipación de los trabajadores. En otras palabras, en la cooperación de tipo capitalista, “el antagonismo aparece abolido negativamente, mientras que en el otro caso aparece abolido en sentido positivo”.53
A partir de ahí, quizá, evoluciónn, la dictadura del proletariado, la destrucción del Estado y el comunismo. El mensaje marxiano es diáfano: la posibilidad de liberación existe, pero hay que realizarla. Sin embargo, y aquí irrumpe la operatividad casi omnipresente de la información, la clase vectorialista extrae valor también de estas relaciones sociales allende el ámbito de trabajo, en nuestros tiempos de ocio, por ejemplo: “el valor de la información puede ser extraído incluso del trabajo gratuito”.54
La cuestión fundamental es bifronte. Por un lado, ¿la preeminencia de la información actual transforma el fondo del problema de tal forma que mata al sistema capitalista? De hecho, el subtítulo del libro de Wark El capitalismo ha muerto reza así: El ascenso de la clase vectorialista. De ahí que esta nueva clase se postule como la principal causa de semejante transformación. “Tanto en las escalas más pequeñas como en las más grandes, gran parte de la producción primaria y la fabricación secundaria está controlada por rápidos flujos, vastos archivos y algoritmos complejos cuya existencia concreta reside en una tercera forma: la información”.55
Las otras dos formas a las que alude la cita anterior son las clásicas: 1) extracción y producción de bienes (agricultura, ganadería, minería, industria, etc.); 2) distribución y venta de mercancías (comercio, logística, etc.). La aparición de esta tercera forma (la información) que impregna las otras dos, ¿supone que estas también dejen de ser
lo que eran? En otras palabras, ¿la primacía de la información convierte al capitalismo en algo cualitativamente diferente? Evidentemente, la información afecta a la forma 1: por ejemplo, el uso de satélites para buscar yacimientos de petróleo o drones con acceso a informes meteorológicos para regar los cultivos. De igual modo sucede con la forma 2: GPS en los camiones, tarjetas bancarias o dispositivos móviles para pagar en comercios físicos o virtuales.
Y por otro lado, el problema, regresando al segundo punto de Marx, sobre la liberación de las clases dominadas. ¿Es posible la destrucción de este nuevo sistema controlado férreamente (dado que el control de la información implica el control de los otros medios de producción) por la clase vectorialista? La tesis que se infiere del discurso de Wark es la siguiente: la emergencia de la clase vectorialista supone una sobre-subordinación de las clases dominadas. Véase: el conductor de una furgoneta de reparto ya no sólo ha de cuidar del vehículo que no es de su propiedad sino que también será vigilado por el sistema GPS que dará cuenta en todo momento de sus movimientos y sus horarios. Por ello el sistema actual (¿al que, al hilo de lo expuesto por Wark, deberíamos denominar vectorialismo?) es “peor” que el capitalismo.
No obstante, frente al propuesto por Wark, continuaremos aquí usando el término capitalismo por dos razones. En primer lugar, para incidir en su naturaleza elástica, que ha recibido y sigue recibiendo diferentes matices (tardo-, post-…) que hablan de diversas modalidades, pero que mantiene un carácter esencial opresivo (aunque aparezca como pacífico,56 etéreo, sutil, o se venda como el sistema de la libertad). En segundo lugar, para evitar postular nuevas definiciones que puedan comportar un olvido del concepto capital, que, valga la polisemia, sigue siendo capital por su potente carga semántica-simbólica. Juzgamos mucho más significativo este que la raíz “vector” que da lugar al vectorialismo, pues no ilustra, o por lo menos no lo hace de una manera directa, el nuevo paradigma del peso de la información sobre la que incide Wark.
La primacía de la información actual quiebra los tiempos clásicos. Todos los procesos económicos (productivos de información que perpetuará el control) se llevan a cabo a la velocidad de la luz, una velocidad casi instantánea. Recordemos las palabras de Marx: “la celeridad de circulación del capital-dinero desembolsado por el comerciante depende: 1º de la celeridad con que se renueva el proceso de producción y con que los distintos procesos de producción se enlazan entre sí; 2º de la celeridad del consumo”.57 Evidentemente, en la actualidad estos dos puntos se imbrican: la celeridad global es máxima, luego la circulación se ve favorecida. Por ejemplo, las compras on-line reducen los atascos en la cola del supermercado y al mismo tiempo envían señales para nuevas extracciones de material (demanda de ciertos productos que están a punto de agotarse en las estanterías físicas o virtuales) y envíos diligentes y eficientes (continua actualización de la logística). Aquí cabe
preguntarse si el aceleracionismo por el que optan algunas políticas presuntamente subversivas, como el Manifiesto por una política aceleracionista de Alex Williams y Nick Srnicek, puede ser una estrategia eficaz:
Necesitamos recuperar el argumento tradicionalmente formulado a propósito del postcapitalismo: el capitalismo no solo es un sistema injusto y perverso, sino también un sistema que frena el progreso. Nuestro desarrollo tecnológico está siendo paralizado por el capitalismo en la misma medida en la que desencadenado por él.58
El hecho de volver a manidas ideas como “progreso” u optar por líneas, diciéndolo con Deleuze-Guattari, “mayoritarias” como la “reforma de los medios de comunicación a gran escala”59 o el objetivo de “desarrollar una hegemonía tecno- social tanto en el ámbito de las ideas como en el de las plataformas materiales”,60 flirtean con discursos prometeicos que quizá provoquen una mueca de sonrisa en las lógicas mayoritarias y globales del sistema económico-político actual.
El capitalismo parece ser uno de esos móviles perpetuos, sin embargo, sabemos que su existencia es físicamente imposible. Siempre existe rozamiento, luego resistencia. Por ende, más que acelerar el proceso, apostemos más bien por generar rozamientos activos (pues los rozamientos pasivos serían las víctimas del sistema: los bosques del Amazonas, los negros pulmones de los mineros que extraen aluminio, los que mueren de inanición a lo largo y ancho del planeta y un largo etcétera).
En busca de rozamientos activos, apuntemos a continuación a un cimiento fundamental (necesario) del capitalismo: el consumo. Al hilo, Wark cita un más que esclarecedor artículo del New York Times (7 de marzo de 2009):
Hemos creado un sistema de crecimiento que depende de que construyamos más y más tiendas para vender más y más productos fabricados en más y más fábricas en China, alimentadas con más y más carbón que causa más y más cambio climático que asegura a China más y más dólares para comprar más y más letras del tesoro norteamericanas, de manera que América tenga más y más dinero para construir más y más tiendas y vender más y más productos que darán empleo a más y más chinos.61
Sin consumo, la mayestática rueda capitalista se pincharía. La límpida autopista por la que transita el supuesto vehículo automático del capitalismo trocaría camino de piedras. Sin embargo, el consumo está directamente relacionado con el dinero y este a su vez con el trabajo. Así que, pese a las críticas de Wark hacia los operaístas, estos también se encuentran apuntando a uno de los pilares básicos del sistema.
Asimismo, el consumo supone un aporte básico al aparato de información del sistema, luego la clase vectorialista se encontraría bajo amenaza… de inanición. Los intereses fundamentales de las bases de datos se centran en los potenciales consumidores: ofrecer productos personalizados al gusto del consumidor. El propio acto del consumo, ya sea, por ejemplo, el pago de un producto o bien el log-in en una red social, genera más información en vistas a nuevos actos de consumo. En
este sentido, consumir no es solamente satisfacer alguna necesidad sino también alimentar (de información) a la clase vectorialista.
Hacer del consumo, pilar fundamental que rige el capitalismo actual,62 un rozamiento activo, conduce hacia dos grandes vías: su reducción o su transformación. En la primera de ellas, por mucho que lo reduzcamos, de nada sirve si el consumo se encuentra imbricado en el concepto mercancía, otro eje vertebrador del capitalismo, asociado a su vez a la plusvalía y al espectáculo63 actual. De hecho, resulta harto complicado consumir fuera del sistema, pues parece ser que “lo único que tenemos que hacer es comprar los productos correctos”.64 Así que, para funcionar como rozamiento activo, la transformación del consumir aboga por la salida de este marco limitante para derivar en otros nuevos modos económicos, como, por ejemplo, reactualizaciones o distorsiones de los viejos conocidos caza-recolección o trueque.
No parece servir de mucho la opción derrotista de permanecer a la espera hasta que la máquina capitalista estalle.65 Rechazar cualquier propuesta “mayoritaria” o “gentil” (soluciones totales o definitivas que implican jerarquías) nos conduce a las vías vulgares al modo de Wark.
Si la clase vectorialista basa su potencia autoritaria en el control de los vectores de información, una alternativa para luchar en contra de aquella es tratar de distorsionar estos vectores huyendo de tópicos teoréticos que carecen de eficacia:
Otro, diferente, nuevo, siempre las mismas palabras demasiado pobres para indicar vectores de felicidad e imaginación capaces de sacudir el mundo esclerótico en que la política no es más que frustración y paranoia, la sociedad no es más que el triunfo del conformismo, en el que el movimiento obrero se hunde en las arenas movedizas del corporativismo, el movimiento de las mujeres en la introyección de la subordinación, el movimiento de los jóvenes en las drogas de todo tipo y en el que, en fin, el límite entre la reivindicación de poder y el terrorismo no deja de estrecharse.66
En otras palabras (deleuzo-guattarianas), devenir impredecibles, nómadas, para que las redes de información propiedad de la clase vectorialista no capten, controlen y predigan nuestros próximos movimientos. Wark estudia diversas figuras rebeldes en el marco del letrismo y situacionismo sobre la técnica de la deriva: “la experiencia demuestra que la deriva es mucho más provechosa que una misa: tiene más posibilidades de poner en contacto a las personas con todas sus energías para aprovecharlas en beneficio de la comunidad”.67
Similar es la estrategia del potlatch, que da título al boletín de la Internacional
Letrista, una suerte de deriva68 continua69 que imposibilita la acumulación (otro de los cimientos capitalistas) y anima a la celebración.70 En el mismo sentido Guy Debord (en su película de 1978 intitulada In girum imus nocte et consumimur igni) nos convoca: “avanza hasta acercarse al misterio destello que ilumina el lugar donde ningún humano se ha aventurado jamás”.71 Hemos de transformar hasta nuestros deseos, cambiar las direcciones (vectores) o intenciones de nuestras acciones hasta que devengan incomprensibles, ilegibles por el código algorítmico que rige el capitalismo (vectorialista) actual. En otras palabras: devenir-inconmensurables.
Regresando, una vez más, a aquel espacio de encuentro de la pólis, como ese “entre” caótico productor de, nada más y nada menos, la política,72 una vía de liberación apunta hacia la construcción de ágoras: “el ágora es un espacio ácrata, de todos y de nadie, centro vacío73 del orden político, que es, sin embargo, condición de posibilidad suya. Condición y límite”.74 Ágora en cuanto espacio vacío que se ha de llenar (con las diversas políticas) pero siempre para volver a vaciarse, de modo que ninguna política se instalará como allí como la autoridad. Porque el ágora también es “el lugar de la palabra”,75 es decir: lugar de discurso,76 de producción política. Y, por último, no olvidemos, para no incurrir en nuevos sistemas despóticos: ágoras minoritarias (Deleuze-Guattari), dispersas (Trías)77, conscientes de su finitud contextual, provisionalidad y contingencia. Complicada tarea hoy, sin duda, la construcción de ágoras: proceso de conversión del espacio privado en espacio público para la posterior transformación del espacio público en espacio político. Complicada tarea, sí, pero no imposible.
Wark, M., El capitalismo ha muerto. El ascenso de la clase vectorialista, Salamanca, Holobionte, 2021, pp. 183-208.↩︎
Ibid., p. 204.↩︎
Id.↩︎
Ibid., pp. 188-189.↩︎
Ibid., p. 153.↩︎
Ibid., p. 35.↩︎
Véase la estrecha relación semántica entre estos mazazos marxianos y los martillazos nietzscheanos [recuérdese el subtítulo de su libro El ocaso de los ídolos: cómo se filosofa a martillazos (2015)], dos exponentes críticos radicales con la sociedad del siglo XIX que siguen surtiendo amplios y diversos efectos en nuestra época.↩︎
Marx, K., Manuscritos. Economía y filosofía, Madrid, Alianza, 1979, p. 11.↩︎
Wark, M., La playa bajo la calle, Madrid, Hermida, 2018.↩︎
Wark, M., El capitalismo ha muerto. El ascenso de la clase vectorialista, Salamanca, Holobionte, 2021, pp. 193-196.↩︎
Ibid., pp. 197-201.↩︎
Ibid., p. 202.↩︎
Ibid., pp. 194-197.↩︎
Wark, M., Intelectos colectivos. Pensadores para el siglo XXI, Valencia, La Caja Books, 2023, pp. 164-165.↩︎
Deleuze, G. y Guattari, F., Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Valencia, Pre-textos, 1997, p. 292.↩︎
Wark, M., Intelectos colectivos. Pensadores para el siglo XXI, Valencia, La Caja Books, 2023, p. 178.↩︎
Wendling, A., Karl Marx on Technology and Alienation, Londres, Palgrave MacMillan, 2009.↩︎
Wark, M., Intelectos colectivos. Pensadores para el siglo XXI, Valencia, La Caja Books, 2023, p. 35.↩︎
Ibid., p. 41.↩︎
Marx, K., Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse). 1857-1858, Siglo XXI, 2001.↩︎
Pagura, N.,“La recepción contemporánea del ‘Fragmento sobre las máquinas’ de Marx: crítica y lineamientos para una reinterpretación”, Tópicos, Revista De Filosofía, (63), 2022, 155–192. doi.org/10.21555/topv63i0.1651.↩︎
Wark, M., “Apuntes sobre Fanged Noumena y Expo Shanghái 2010”, Xenomórfica, nº1, 2020, pp. 61-73.↩︎
Abensour, M., Para una filosofía práctica. Ensayos, Barcelona, Anthropos, 2017, p. 71).↩︎
Id.↩︎
Lazzarato, M., Signs and Machines: Capitalism and the Production of Subjetivity, Los Ángeles: Semiotext(e), 2014.↩︎
Bifo Berardi, F., The Soul at work: From alienation to Autonomy, Los Ángeles, Semiotext(e), 2009↩︎
Bifo Berardi, F., Futurability. The Age of Impotence and the Horizon of Possibility, Londres, Verso, 2017.↩︎
Hardt, M. y Negri, T., Multitude: War and Democracy in the Age of Empire, Nueva York, Penguin, 2004.↩︎
Término que rechazan, por sus connotaciones idealistas en connivencia con los intereses económicos globales, entre otros: Janne Bennet en su Materia vibrante: una ecología política de las cosas, Buenos Aires, Caja Negra, 2022; Yuk Hui en Recursividad y contingencia, Buenos Aires, Caja Negra Editora, 2022; y Jussi Parikka. En palabras de este último: “si bien una y otra vez se le asigna a ‘lo digital’ las connotaciones inmateriales de la información, está y siempre ha estado anclado en la tierra y por lo tanto territorializado” (Parikka, J., Una geología de los medios, Buenos Aires, Caja Negra, 2021, p. 208).↩︎
Wark, M., Intelectos colectivos. Pensadores para el siglo XXI, Valencia, La Caja Books, 2023, p. 108.↩︎
Ibid., p. 39.↩︎
Ibid., p. 41.↩︎
Wark, M., Intelectos colectivos. Pensadores para el siglo XXI, Valencia, La Caja Books, 2023, p. 25.↩︎
Haraway, D., Seguir con el problema: Generar parentesco en el Chthuluceno, Bilbao, Consonni, 2019, p. 151.↩︎
Wark, M., Intelectos colectivos. Pensadores para el siglo XXI, Valencia, La Caja Books, 2023, p. 426.↩︎
Wark, M., El capitalismo ha muerto. El ascenso de la clase vectorialista, Salamanca, Holobionte, 2021, p. 203.↩︎
Ibid., p. 14.↩︎
z↩︎
Concepto que integra la visión optimista de la tecnología y el neoliberalismo económico (Barbrook, R. y Cameron, A., The Internet Revolution, Amsterdam, Institute of Network Cultures, 2015).↩︎
Parikka, J., Una geología de los medios, Buenos Aires, Caja Negra, 2021, p. 289.↩︎
Wark, M., El capitalismo ha muerto. El ascenso de la clase vectorialista, Salamanca, Holobionte, 2021, p. 15.↩︎
Ibid., p. 24.↩︎
Ibid., p. 126.↩︎
Ibid., p. 25.↩︎
Ibid., p. 117.↩︎
Marx, K., Manuscritos. Economía y filosofía, Madrid, Alianza, 1979, p. 169.↩︎
Deleuze, G., Diferencia y repetición, Buenos Aires, Amorrortu, 2017. En palabras de Arendt, de ahí emerge la política: “a partir de un caos absoluto de las diferencias” (Arendt, H., ¿Qué es la política?, Barcelona, Paidós, 2001, p. 45). Ejemplo de este espacio es el ágora de la pólis: “el caos griego designa, por lo tanto, apertura […] es el entre. Pero un entre que no presupone los términos que lo acotan, circunscriben o cercan. Por el contrario, estos lo presuponen a él” (Jesús Ezquerra Gómez, Pólis y caos. Reflexiones sobre el principio de la política, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2021, p. 92).↩︎
Wark, M., El capitalismo ha muerto. El ascenso de la clase vectorialista, Salamanca, Holobionte, 2021, p. 16.↩︎
Marx, K., El Capital. Crítica de la Economía Política (vol. III), México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1978, p. 262.↩︎
Marx, K., El Capital. Libro I. Capítulo VI (inédito), Madrid, Siglo XXI, 1973, p. 164.↩︎
Mbembe, A., Necropolítica, Santa Cruz de Tenerife, Melusina, 2011.↩︎
“Pero dentro de estas fábricas aparece abolido el antagonismo entre el capital y el trabajo, aunque, por el momento, solamente bajo una forma en que los obreros asociados son sus propios capitalistas, es decir, emplean los medios de producción para valorizar su propio trabajo” (Marx, K., El Capital, Marx, K., El Capital. Crítica de la Economía Política (vol. III), México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1978, p. 417).↩︎
Ibid, p. 419.↩︎
Wark, M., El capitalismo ha muerto. El ascenso de la clase vectorialista, Salamanca, Holobionte, 2021, p. 102.↩︎
Id.↩︎
La violencia capitalista es “una violencia que, paradójicamente […] se expresa como antiviolencia, se exhibe como el cúmulo de las bondades de un sistema que solo quiere el bienestar de todos” (Baudrillard, J., La agonía del poder, Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2021, p. 28).↩︎
Marx, K., El Capital. Crítica de la Economía Política (vol. III), México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1978, p. 273.↩︎
En la obra colectiva: Avanessian, A. y Reis, M. (comps.), Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo, Buenos Aires, Caja Negra, 2017, p. 47.↩︎
Ibid., p. 45. (La cursiva es nuestra).↩︎
Ibid., p. 42. (La cursiva es nuestra).↩︎
Wark, M., La playa bajo la calle, Madrid, Hermida, 2018, pp. 246-247.↩︎
Ferraris, M., Documanidad, Madrid, Alianza, 2023.↩︎
Debord, G., La sociedad del espectáculo, Valencia, Pre-textos, 2012.↩︎
Fisher, M., Realismo capitalista. ¿No hay alternativa?, Buenos Aires, Caja Negra, 2018.↩︎
Wark, M., Intelectos colectivos. Pensadores para el siglo XXI, Valencia, La Caja Books, 2023, p. 43.↩︎
Negri, T. y Guattari, F., Las verdades nómadas. Por nuevos espacios de libertad, Donostia, Hirugarren Prentxa,
1996, p. 109.↩︎
Wark, M., La playa bajo la calle, Madrid, Hermida, 2018, p. 61.↩︎
Aunque, de nuevo, Wark desconfía de soluciones definitivas o finales: “Ante este nuevo paradigma, quizás la solución pase por ir más allá de la crítica y la idea de desvío para comenzar a generar nuevos circuitos” Wark, M., Intelectos colectivos. Pensadores para el siglo XXI, Valencia, La Caja Books, 2023, p. 200).↩︎
Wark, M., La playa bajo la calle, Madrid, Hermida, 2018, p. 60.↩︎
Bey, H., T.A.Z., Madrid, Enclave, 2014↩︎
Wark, M., La playa bajo la calle, Madrid, Hermida, 2018, p. 43.↩︎
Arendt, H., ¿Qué es la política?, Barcelona, Paidós, 2001.↩︎
Al hilo, Esposito cita a Simone Weil: “en el centro se encontrará el vacío” (Esposito, R., Comunidad, inmunidad y biopolítica, Barcelona, Herder, 2020, p. 95)↩︎
Ezquerra Gómez, J., Pólis y caos. Reflexiones sobre el principio de la política, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2021, p. 32.↩︎
Jesús Ezquerra Gómez, Pólis y caos. Reflexiones sobre el principio de la política, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2021, p. 33.↩︎
Discurso (lexis), necesario para que exista política: Arendt, H., ¿Qué es la política?, Barcelona, Paidós, 2001.↩︎
Trías, E. La dispersión, Barcelona, Taurus. 1971, p.↩︎
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