e-ISSN: 1131-5598
RESEÑAS
La existencia de otras máquinas autopoiéticas en el seno
de otras
biomecanosferas espolvoreadas por el cosmos
Félix Guattari
Sin que sirva de precedente, como acérrimo crítico del positivismo, sobre todo en Ciencias Sociales, me gustaría hacer eco de la definición que Sokal y Bricmont hacían del oscurantismo posmoderno: “si parecen incomprensibles, es por la sencilla razón de que no quieren decir nada”. En su polémico “Imposturas intelectuales” (1998) describían a Deleuze y Guattari cómo “la más brillante mezcla de jerga científica, pseudo-científica y filosófica que uno pueda imaginar”. Me habría gustado que al igual que en el artículo-parodia que hizo famoso a Sokal, al final del libro de Gerald Raunig se incluyese una nota que advirtiese que se trata de una broma. Tristemente no es así.
A pesar de la explícita filiación deleuziana del autor, este “Arte y Revolución” no es rizomático sino organizado en binas, empezando por el título, pero también: Revoluciones molares vs moleculares, máquinas revolucionarias vs artísticas, Filosofía vs historiografía, revoluciones sociales vs “del cuidado” o arte vs vida, a cuyos intentos de hibridación, como la Gesamtkunswerk wagneriana o la Proletkult de Lunacharski denomina “fantasías de totalidad artístico-políticas”. Paradójicamente es este binarismo lo que hace que el libro sea legible, ya que uno puede saltarse las partes filosóficas e ir directo a lo historiográfico, que no está nada mal. El capítulo sobre La Comuna es profuso en datos, bien escrito y explicado, independientemente de si uno se adhiere a los planteamientos del autor.
El binarismo es menos feliz cuando desde la página 40 afirma que “la reconciliación del arte y la revolución fracasa”, ¿que no es eso lo que haría prometedora a una obra cómo esta?; sin hablar de que contradice a Eisenstein, Benjamin, Brecht, la Internacional Situacionista o el constructivismo ruso, mencionados, y otros que no aparecen, como el punk. A lo largo del texto el concepto de máquina es profusamente utilizado por Raunig que se toma su tiempo para aclarar que no tiene un carácter técnico. Uno espera entonces una definición que aparece arrinconada en una nota al pie como “las máquinas son complejas constelaciones en las que varias estructuras al mismo tiempo se unen y son mutuamente permeables”. Menos mal que se trata de una “definición”, ¿a que a todo mundo le ha quedado claro?
Que esto no sea óbice para dejar de comprar libros de Traficantes de sueños, una de las mejores editoriales de este país.