Ediciones Complutense Creative Commons

ENTREVISTAS

Encuentros en la Trama: Chantal Maillard y Chiharu Shiota en Diálogo

David Escalona
Universidad de Extremadura, España ORCID iD
Publicado: 03/07/2025

Introducción

En ocasiones, se producen encuentros que van más allá de lo personal o lo anecdótico. A veces, se abren ámbitos de confluencia en los que se suspenden los tictacs del reloj. Entonces, algo parece ocurrir sin ocurrir, parece suceder fuera del tiempo lineal acostumbrado, rebasando nuestro entendimiento, porque opera en otro nivel de conciencia o realidad. Sin embargo, paradójicamente, ese algo produce un efecto de resonancia en nosotros, pudiendo efectuar un cambio significativo: erizándonos la piel, ampliando nuestra mirada o, simplemente, ensanchando nuestro corazón.

Sin duda, son realidades complejas que, no siendo inteligibles, se pueden llegar a intuir. Más que de ideas, objetos, conceptos o hechos concretos, se trata de signos, ecos o vibraciones que abren una brecha en lo aprendido y excede nuestro yo o “mí”, esa identidad creada por el cúmulo de hábitos o repeticiones por los cuales nos reconocen y nos reconocemos entre unos y otros. Y es en este complejo y paradójico no-lugar, donde las obras de Chantal Maillard y Chiharu Shiota resuenan entre sí, tejiendo un espacio compartido que nos invita a habitar el “entre”.

Chantal Maillard y Chiharu Shiota, dos autoras de prestigio internacional que, si bien han desarrollado su obra en contextos diferentes y no llegaron a conocerse personalmente, presentan una conexión conceptual y temática sorprendente. Desde sus respectivas disciplinas —la escritura y las artes visuales—, la española de origen belga Maillard y la japonesa, con residencia en Berlín, Shiota cruzan las fronteras culturales para matizar una poética que oscila entre lo particular y lo universal. Asimismo, ambas coinciden en haber experimentado el exilio de su lengua y su cultura de origen, una vivencia que ha dejado trazos en su producción artística. Maillard, bajo la influencia del pensamiento oriental, desarrolla una escritura que sobrepasa los límites del lenguaje discursivo y difumina la frontera entre el pensamiento y la poesía, como demuestra su poemario Hilos. Shiota, formada en Europa, elabora una obra que gira en torno al hilo como elemento protagonista en sus instalaciones artísticas, invitando al espectador a reflexionar sobre la complejidad de nuestra realidad como multiplicidad. Ambas autoras comparten una concepción de la existencia como una red de resonancias en movimiento, donde cuerpo, memoria, identidad y espacio se entretejen.

1. Entrevista con Chantal Maillard, por David Escalona

David Escalona: ¿Cómo y cuándo conociste la obra de Chiharu Shiota? ¿Qué fue lo que más te impactó de su trabajo?

Chantal Maillard: La primera vez que me encontré con la obra de Chiharu fue en una exposición que realizó en Barcelona, en Casa Asia, en 2014. La organizaba Menene Gras, entonces directora de Cultura y Exposiciones de esta entidad. Sus hilos, entonces de lana negra, se expandían por el espacio haciendo túneles y penetraban en pasillos y habitaciones envolviendo maletas apiladas y un vestido de novia suspendido. Quedé fascinada. Y no sólo por la manera, tan suya, tan sumamente personal y minuciosa de trabajar, sino también porque comprendí al instante que esos hilos eran también los míos. Menene Gras se dio cuenta de ello y le dedicó unas páginas a la conexión entre el trabajo de Shiota y mis Hilos en un extenso y hermoso artículo de la retrospectiva que se editó para la ocasión.

D.E: El hilo es un elemento característico tanto en tu obra como en la de Shiota, tanto metafóricamente como visualmente. ¿Qué conexiones ves entre tu trabajo y el suyo?

Ch.M: Sí, en efecto. Como te decía antes, David, –y tú lo sabes muy bien–, en su trabajo como en el mío, los hilos no son un simple metáfora. Son algo absolutamente real, aplicable al orden de las cosas concretas (las maletas que acarreamos, las sillas en las que nos sentamos, las camas de hospital en las que sufrimos

o morimos...) como al del proceso mental. Lo primero es lo que ella percibe: esas conexiones vibrátiles que nos unen a todos los seres y que permanecen incluso cuando dejamos de estar. Vibra todo lo que llamamos materia. Desde los objetos cotidianos a los cuerpos que decimos “vivos”. Todo vive. Todo vibra. Y todo se relaciona en el espacio. Esto es lo que ella “ve”. Cualquiera que esté atento podría percibirlo. Lo segundo, el proceso mental, es lo que yo “veo”. Y cualquier que estuviese atento podría percibirlo igualmente.

D.E: ¿De qué manera crees que tanto tu obra como la de Chiharu Shiota desafían las nociones tradicionales del arte occidental y japonés?

Ch.M: Si algo hay, en las artes, independiente de las tradiciones es el modo en que el artista atiende a la realidad. Lo real fuera y lo real dentro (de cada uno). Fuera y dentro es un binomio que nos sirve con respecto a la percepción ordinaria, pero que no tiene mucho sentido cuando se atiende al tejido relacional: el entre, el entre-dos, el entre-muchos. En el entre es donde se forma y se transforma el universo. En el entre es donde todos y todo estamos-siendo más de lo que nos creemos ser.

D.E: Es interesante que ambas desarrolléis vuestra producción artística lejos de vuestro país de origen. En tu obra a veces hablas de cierta desterritorialización, y muchas personas te perciben como extranjera, siendo una de las escritoras, en mi opinión, más interesantes de habla castellana (nada más y nada menos que Premio Nacional de Poesía y Premio Nacional de la Crítica) ¿Siempre te has sentido como una extranjera o desterritorializada en la cultura española?

Ch. M: De alguna manera sí. Sobre todo cuando en la prensa se me describe como “belga afincada en Málaga”, como si fuese una turista que vino a tomar el sol en la costa y se quedó a vivir. Cuando tengo oportunidad, a quien me define de ese modo le pregunto en qué año nació y le hago el cálculo: soy más española que tú, le digo, ya que llevo aquí desde 1963... Y es que una tiene una edad, claro. La desterritorialización la sufrí cuando me trajeron a España, pues es cierto que mi primera formación (la que quizás nos deja la mayor impronta) hasta cumplir los 13 años, tuvo lugar en Bélgica. Pero cuando me llamaron de mi ciudad natal (Bruselas) en calidad de “poeta española” y me vi allí leyendo en castellano y traducida por otros a mi lengua materna, comprendí que se había firmado mi desahucio. Sin emabrgo, tampoco me sentía incluida en mi tierra de adopción. Es duro decirlo: España es una tierra acogedora pero en ella un extranjero nunca deja de serlo. Así llega un momento en el que sientes que no eres de ninguna parte. Y eso es bueno, pues, al fin y al cabo, la “patria” es un título de propiedad bañado en sangre.

D.E: ¿Cómo crees que influyen los estereotipos culturales en nuestra percepción del arte de otros países?

Ch.M: El estereotipo es algo que evita tener que pensar. Se repiten fórmulas que se dan por buenas. Esa es la mejor manera de no tener ni idea de cómo piensa y se actúa en otros lugares. El orientalismo es un manojo de estereotipos. La cultura japonesa tiene que ver con la china, por supuesto, pero para saber qué tiene en común China con India, por ejemplo, hay que bucear un poco más a fondo en las líneas de influencia. Las influencias crean estilos. Así, cuando el “orientalismo” penetró en Europa a finales del XIX, modificó sustancialmente el arte de Occidente, y vice-versa. Pero no hay duda de que, en un mundo mercantil globalizado los estereotipos venden más que el conocimiento.

D.E: ¿Cómo podemos apreciar mejor el arte de una cultura diferente sin caer en estereotipos simplistas? Por ejemplo, a Shiota se le etiqueta a menudo como una artista japonesa genuina, relacionando su obra con ideas budistas, zen o sintoístas, aunque ella misma critica esta etiqueta y recalca la influencia de su formación en Occidente y de artistas como Marina Abramović o Louise Bourgeois. Ella vive en Berlín desde hace muchos años, aunque fue invitada a desarrollar una gran instalación representando a Japón en la Bienal de Venecia ya hace unos años.

Ch.M: Shiota tiene la suerte de vivir en el “entre” que te decía antes. De la misma manera, aunque a la inversa que, por ejemplo, Fabienne Verdier, quien se fue a China deseando aprender de algún maestro taoísta. Lamentablemente, maestros quedaban muy pocos, y a los que quedaban se les había amputado las manos durante la revolución. No obstante, terminó encontrando a uno. Le pidió enseñanza y se la negó. Así que cada día le dejaba un dibujo en su puerta, hasta que finalmente le dijo: se quieres que te enseñe, tendrás que quedarte aquí 10 años. Y se quedó. No es una fusión lo que deriva del bagaje de estas artistas. La fusión es la mejor manera de perder lo genuino de cada lugar. No, no es fusión, es aprendizaje. Y en cuestión de arte, el aprendizaje es la atención. Una atención que permite aprehender lo real más allá, o más acá, de la percepción ordinaria.

D.E: Tu poemario “Hilos”, cuyo origen es “Husos”, que es en realidad un cuaderno de duelo, parece tener una conexión con las marañas o redes de hilos de Shiota. Ella también explora temas como el cuerpo herido, el dolor y la pérdida, tejiendo como una araña, una metáfora que usas en tus poemas para hablar de la “araña-mente”. ¿Qué opinas sobre esta conexión?

Ch.M: Sí, esa es otra conexión interesante, la de hacer aparecer el dolor de la pérdida, en la carne y en la psique, si es que en algo se diferencian estos lugares, ya que perder a otro es perder algo tan propio como la caja-huesos, como le suelo llamar. Shiota es una mujer-araña, sin duda, tejiendo en el entre para hacerlo presente. Porque el entre son presencias. Como aquellas que dejan los cuerpos idos en las sillas (Fig. 1).

Figura 1. Shiota, Sifón, Cada quien un universo Exposición en la Fundación Tápies, Barcelona . 2024. (cortesía de Chantal Maillard)

O como aquella que dejó su huella en el vacío-cuerpo suspendido. (Fig. 2)

Figura 2. Idem. (cortesía de Chantal Maillard)

D.E: En tu obra, la noción de la memoria y el olvido juega un papel crucial, al igual que en la de Shiota. ¿No te parece?

Ch.M: Memoria y olvido son los dos extremos de un proceso de reconocimiento: la primera es la huella con sus imágenes. El segundo es la huella sin sus imágenes. En lo segundo siempre hay cicatriz. Lidiar con lo primero forma parte del proceso artístico. Lo segundo es lo que aparece al terminar la obra. Creo que este proceso está presente en ambas.

D.E: Shiota menciona que sus instalaciones buscan crear ‘ambientes poéticos’. ¿Crees que hay una poética similar en la forma en que estructuras tus textos y los temas que eliges? Si recuerdo bien, en tu ensayo “La baba del caracol” escribes que un poema y una obra de arte pueden llegar a ser lo mismo.

Ch.M: La diferencia entre las distintas artes está en los materiales del que se valen. En lo que no se diferencian es en el modo de situarse y en la captación o aprehensión de la realidad a la que atiende. Dicho brevemente, se trata de apartar todo lo que la percepción tiene de consensuado. Atravesar esas capas con las que lo real usualmente se nos presenta o, dicho en otras palabras, desbrozar el campo. Para ver mejor. Para oír mejor. Para sentir mejor. O de otro modo. Y el trazo, cuando acierta, responde a ello. En esto no se diferencia el gesto (escritural) del poeta del gesto del artista. La escritura es traza: presenta una trayectoria. Cuando acierta.

D.E: ¿Cómo ves el papel de la performance en el arte contemporáneo, y en qué medida crees que tu poesía podría considerarse performativa, al igual que las obras de Shiota?

Ch.M: Performar es añadirle al gesto –o a la traza– el movimiento. Introducirlo en el espacio o, mejor, devolverle el espacio. Para que una trayectoria pueda recibirse en su totalidad, hay que situarla en el espacio. Una trayectoria no se puede detener. Toda detención la de-fine: la dota de unos límites, de un contorno. Las trayectorias son móviles, inestables, se mueven, se transforman, a veces son convulsivas, a veces, apacibles, pero nunca se fijan. La fijeza le pertenece al lenguaje racional, nos sirve para hablar de lo que sucede en términos “objetivos”: términos (o sea, límites) que hacen del suceder objetos y hechos. Así que si queremos presentar lo que percibimos, hemos de ser capaces de reproducir, de alguna forma, su movimiento. La performance, de nuevo: si acierta, puede resaltarlo.

D.E: En una entrevista, a colación de su exposición “Cada uno, un universo” en la en la Fundació Antoni Tàpies de Barcelona, que has visitado, dice: “Después del cáncer volví a dibujar” ¿Has notado algún cambio en su obra tras Su recuperación?

CH.M: Es curioso que me preguntes esto. Porque después del cáncer fue también cuando me puse a dibujar. Lo hice porque, durante los meses de quimioterapia, era la única manera de expresarme. Más libre el gesto mudo que aquel de la escritura, más inmediato. También Henri Michaux se puso a pintar después de una experiencia traumática. El lastre de la palabra es grande y no acierta casi nunca a expresar lo “indecible”. Lo indecible es aquello que no tiene límites. No he seguido a Shiota lo suficiente como para responder con detalle a tu pregunta, pero te puedo asegurar que el cambio es inevitable. La experiencia de la muerte próxima y del dolor le imprime al gesto de la conciencia una amplitud de la que carecemos cuando damos la vida por descontado.

D.E: Han pasado ya algunos meses. Necesitaba tiempo para reflexionar sobre las resonancias entre tu obra y la de Shiota... y, tras leer Decir los márgenes, ese hermoso libro que has escrito en diálogo con Muriel Chazalón, he llegado a una extraña conclusión. Su lectura me ha brindado claves importantes.

También intenté visualizar aquel charquito de agua del que hablas en Bélgica, ese destello fugaz que te devolvió a un estado de inocencia, un acontecimiento que, a su vez, se enlaza con otros destellos- acontecimientos. Y esto me recordó las tramas de las instalaciones de Shiota, quien, como una araña errática y precisa, teje.

Curiosamente, en su proyectoT he Key in the Hand para la Bienal de Venecia, emplea barcas desvencijadas que me remiten a las cajas usadas de pescado de las que habla, aquellas que conectan con su infancia, con su padre. Como si en el agua de los canales venecianos resonara el eco de su niñez en Osaka, el agua de otro mar, otro océano, otro charco.

Mi mente sigue tejiendo, sin cesar. Y ya no sé si lo que escribo me pertenece. Pero me gusta la idea, la posibilidad de creer que, como en la historia japonesa del hilo rojo, ambas estáis conectadas. Y no importa que os conozcáis: no se trata de eso. No se trata de comprender, como en aquella carta que me escribiste hace ya 24 años. Se trata, simplemente, de estar dispuesto.

La poética del hilo que entretejéis tú y Chiharu Shiota no sólo me parece un ejercicio estético, sino también ético. Nos invita a reconocernos en nuestra fragilidad y transitoriedad, pero también en nuestra capacidad para una escucha transversal, resonar con la materia y los seres, y habitar ese controvertido no- lugar común donde lo individual se disuelve en algo más universal que el concepto, un estado propicio para la compasión, como apuntas. Creo que vuestras obras intentan revelar un entramado complejo que, como hilos invisibles, teje y sostiene nuestra existencia incluso ante la pérdida y la incertidumbre.

Aunque Menene Gras señaló hace años que Chiharu Shiota desconocía tu obra en el texto que escribió en la exposición que le dedicó a la artista en Casa de Asia, hoy sabemos que Shiota ha leído los poemas de Hilos que le envié el año pasado y ha reconocido una profunda afinidad entre su trabajo y tu escritura.

CH.M: De lo que no cabe duda, David, es que nuestra conciencia de superficie no alcanza a ver /saber lo que se entreteje en otros niveles de actividad. Es para mí asombrosamente inequívoco el hecho de que todo lo que está existiendo-sucediendo está relacionado. El universo es un inmenso tejido que se tiende y se distiende al ritmo de un pulso común. Y a veces, cuando actuamos sin-mente puede suceder que nos introduzcamos en parajes donde la conciencia de superficie no alcanza y nos pongamos a danzar allí con los hilos del universo entre los dedos.

2. Entrevista con Chiharu Shiota, por David Escalona

David Escalona: A veces, me gustaría ser un gato negro y pasar desapercibido entre las cosas cotidianas (sillas, mesas, camas, escritorios...). Me gustaría olvidar lo que soy, todas esas ideas y conceptos aprendidos, toda la repetición de gestos que tejen el “mí” y por los que la gente me reconoce. Miras una silla, por ejemplo, y de repente, por un instante, deja de serlo y se convierte en parte de esa red dinámica que sostiene todo. Cuando miro tus instalaciones, pienso que lo importante no es el objeto alrededor del cual envuelves tus hilos, sino los hilos, la red, lo que está “entre” los objetos conocidos. ¿Estás tratando de representar esa compleja red de relaciones que va más allá de nuestro yo? ¿Cuándo fue la primera vez que sentiste la necesidad de hacerlo?

CHiharu Shiota: Me gustaría añadir algo más allá de la red compleja. Esto me recuerda también a un texto de Yusuke Nakahara, un crítico de arte (ex Presidente / Profesor Emérito de la Universidad Seika de Kioto). Escribió sobre mí que “las obras de Chiharu Shiota tienen una estructura que está rodeada por algo que susurra y tiene un hueco en su interior”.

La primera vez que estuve tejiendo este espacio fue después de mudarme a Alemania. Me había mudado nueve veces en tres años. Estaba inquieta y quería finalmente tener mi propio espacio. Estaba sentada en mi cama, tomé un poco de hilo y comencé a tejer alrededor de mi propio cuerpo, creando mi propio espacio. Esto fue cuando todavía era estudiante en la UdK de Berlín. Este momento inspiró más tarde la instalación “Respirando desde la Tierra” en 2000 en el Stadtforum de Múnich.

D.E: Imagina que soy un gato con grandes ojos redondos jugando con tus hilos... un gato que no entiende de arte ni tampoco de palabras. De repente, un hilo se tensa y me erizo: “Miau”. ¿Qué harías?

Ch.Sh: También tengo un gato. Mi vida ha estado acompañada de gatos desde mi nacimiento. Creo que no tuve un gato en mi vida por tal vez uno o dos años. Así que, conozco este momento del que hablas. Cuando trabajaba en casa, mi gato se metía en la red, fuera de mi alcance. Pero no podía hacer nada, solo esperaba hasta que el gato decidiera salir. Los gatos son muy inteligentes. Me preguntaba qué estaba haciendo o si necesitaba ayuda.

D.E: A veces sentimos el dolor de otras personas y pensamos que es nuestro dolor. Es como si el cuerpo fuera el escenario de lo que está ocurriendo en el mundo. Cuando miro tu obra siento cómo las heridas de las personas están conectadas con las heridas de otras. Creo que eres consciente de esto, ¿o me equivoco? A veces pienso que eres como un sismógrafo que capta ondas de intensidad desde otros lugares. Hay una cita de Gilles Deleuze, que fue lo que me hizo hacer la tesis: “Solo la persona libre puede entender todas las violencias en una violencia”. Estaba hablando de cuando tu dolor se conecta repentinamente con el dolor de los demás y se diluye en esa red o rizoma del cual somos parte. ¿Qué opinas?

CH.Sh: No creo que sea solo el dolor. Creo que es muy difícil comunicarnos entre nosotros. Nunca entendemos verdaderamente lo que el otro está pensando o sintiendo. No importa cuál sea la relación. Si es tu vecino, amigo, pareja, amante, padres, profesor o primo. No conocemos verdaderamente el dolor del otro. No podemos leer su mente. Solo podemos suponer.

Tengo que pensar en mi amiga, no es traductora profesional, pero estaba trabajando en un texto, traduciendo todo el día del japonés al inglés. Al día siguiente se sintió muy extraña. Estaba sentada en el almuerzo y estaba viendo a una mujer tocando su cabello y tuvo la sensación de que estaba tocando su propio cabello. Como si pudiera sentir lo que la mujer estaba sintiendo. Cuando se despertó a la mañana siguiente, no podía ver, sus ojos estaban cruzados y fue al médico. Le dijeron que su cerebro estaba funcionando de una manera inusual. No recuerdo el diagnóstico, pero no era normal.

Me pareció especialmente interesante que antes de su diagnóstico, tuviera esta sensación.

D.E: Muchos críticos tienden a caer en estereotipos culturales y te ponen como un ejemplo de artista genuinamente japonesa, cuando te has formado en Occidente y has vivido en Berlín durante muchos años. ¿Qué te ha aportado Occidente? ¿No te sientes a veces desarraigada? ¿No sientes que no perteneces a ningún lugar en particular y eres parte del mundo? ¿Crees que los estereotipos culturales pueden cegarnos?

Ch.Sh: No me siento como una artista japonesa y, sí, es cierto, a la gente le gusta señalar mi herencia japonesa. Aunque he vivido en Alemania más tiempo que en Japón, nadie ha dicho que soy una artista alemana. Cuando estaba creando el pabellón de Japón en la Bienal de Venecia, ya llevaba viviendo en Berlín. Pero sentía como si estuviera llevando a Japón sobre mis hombros.

Solo quiero ser Chiharu Shiota – artista.

Tengo la sensación de que tengo dos países de origen. No pertenezco solo a uno. Siento que no pertenezco a ningún lugar en particular.

A la gente le gusta categorizar porque así es más fácil de entender. Pero estoy de acuerdo, esto nos ciega. Nos hace dejar de mirar o de dudar y hace que la vida sea más fácil de entender.

D.E: Creo que la memoria es muy compleja y un fenómeno muy extraño. El pasado nunca pasa... El pasado permanece abierto y se está reconfigurando continuamente desde nuestro presente, según nuestras necesidades y expectativas. ¿Qué abren las cientos de llaves de personas desconocidas en la Bienal de Venecia? A veces es como si quisieras representar algo que surge de las cosas, del medio de las cosas. Como un tiempo intempestivo, no lineal, que deviene pasado y al futuro al mismo tiempo.

Ch.Sh: La llave abre la memoria de miles de personas, es una acumulación de existencia. No puedes ver a la persona, pero sientes su presencia. Creo que puedes sentir esto especialmente cuando las personas cercanas a ti fallecen. Su presencia se vuelve mucho más fuerte en las cosas que las rodeaban, como la silla en la que se sentaban o la taza de la que bebían.

Sin memoria no puedo explicarme a mí misma o quién soy. Pero encuentro muy interesante que haya una filosofía india que dice que solo los humanos pueden crear memoria, ellos crean pasado, presente y futuro. No es natural porque los animales no crean este aspecto del tiempo y la memoria. Es solo una construcción humana.

D.E: ¿Conoces a Chantal Maillard, sabes que hay una poeta en España que escribe poemas que me recuerdan a tus instalaciones? Recuerdo cuando Chantal dio un taller de escritura bajo una araña gigante de Louise Bourgeois en el Museo Picasso... ella estaba feliz bajo esa araña. También fue feliz dentro de una de tus instalaciones en la Fundación Tàpies en Barcelona. Pero ella es como un gato silencioso y tímido, prefiere estar al margen y contemplar la red del universo que se extiende. Pero hay un hilo invisible que os mantiene conectadas. Espero que los dos extremos del hilo se crucen algún día.

Ch.Sh: Gracias por presentarme a Chantal. Estoy muy feliz de que haya disfrutado y conectado con mi arte. Creo que podemos encontrar un lenguaje similar en el arte, aunque hayamos nacido en diferentes países y hayamos sido enseñados en diferentes idiomas. Todos estamos conectados.

D.E: Cuando era niño, tuve un accidente jugando con una máquina. Mi infancia la pasé en hospitales. Sobreviví, pero mi mano quedó gravemente dañada. Después de cada cirugía, tenía una mano diferente, así

que tenía que aprender constantemente a sostener un lápiz para dibujar o escribir. ¿Cuál es la forma correcta de escribir o dibujar? Me preguntaba. La normalidad me parecía la cosa mas rara del mundo. Posteriormente quería ser psiquiatra, ya que quería entender la mente creativa de los artistas... qué ingenuo era. Después de una clase de disección, conocí a Chantal Maillard, una poeta y filósofa que me impresionó, me hizo temblar. Uno de sus libros llamado “Conjuros” cayó accidentalmente en mis manos. Posteriormente, descubrí que la psiquiatría no era para mí, no podía verme medicando a pacientes con fármacos... Quería ser artista. Así que dejé todo y decidí estudiar artes. Chantal, en ese año (2004-2005), estaba escribiendo su libro “Hilos”, un libro que escribió después de que su hijo muriera. Cuando terminé mi tesis doctoral, ella me regaló un catálogo de tu obra y me quedé sin palabras: Más hilos... Te envío el primer poema de “Hilos”.

¿Qué opinas del poema?

Ch. Sh: Muchas gracias por enviarme este poema. Cuando comencé a leer su poema, me recordó a trabajar con el hilo. Tiene la misma sensación cuando estoy dibujando en el aire. Creo este arte visual, pero cuando empiezo a leer el poema, puedo visualizar la sensación en mi cabeza también. Ella crea arte en mi cabeza. Entonces, somos lo mismo, su arte y el mío son similares pero diferentes.

Y gracias por compartir tu historia. Me recuerda a la historia de vida de Antoni Tàpies. Después de su enfermedad, no tuvo otra opción que convertirse en artista. Yo siempre quise ser artista, no puedo imaginarme siendo otra cosa. Creo que a veces los artistas nacen y a veces se crean.

D.E: Muchas gracias por tomarte el tiempo de leer estas palabras. Te deseo lo mejor. (Miau)